Devil´s Heart (DH4)- 21




Yesung había tratado de abrirse paso a la fuerza a través de ellos. Pero habían peleado con más fuerza de la que él alguna vez hubiera encontrado antes. Era como si sacaran poder de Thanatos.

Lo habían alcanzado y lo habían tirado al suelo mientras le rasgaban las ropas tratando de encontrar su marca.

Él ya estaba herido por peleas previas. Debilitado por su hambre. No evitó que peleara con todo lo que tenía.

—¡Él no tiene la marca de Artemisa! —uno de ellos había alzado la voz.
  
—Por supuesto que la tiene —. Thanatos se había adelantado para ver.

Yesung había aprovechado esa oportunidad para soltarse. Él había ido por la cabeza de Thanatos con su espada.

Thanatos había dado un paso atrás y había empujado a la mujer delante de él para protegerse.

Sin tiempo a reaccionar, Yesung se quedó parado allí, impotente, mientras ella era traspasada por su espada.

Cuando ella no explotó, se percató que ella no era un Daimon después de todo. Ella era una Apolita.


Horrorizado, encontró su mirada y vio las lágrimas en sus ojos. Él había querido ayudarla. Para tranquilizarla.

Lo último que él había querido era verla herida.

Nunca había dañado a una mujer antes… ni siquiera a la mujer que lo había acusado de violarla.

Él se había odiado a sí mismo en ese momento aún más de lo que odiaba a Artemisa, odiaba el hecho de no haber sido más rápido. De no haber matado a Thanatos en lugar de eso.
Uno de los Apolitas gritó.

Un hombre. Él se arrojó para tomar a la mujer y acunarla mientras moría. El hombre levantó la vista y lo miró con odio y furia.

Era la cara del nuevo Thanatos.

Yesung trató de librarse de Simi al ver eso. Pero ella lo sujetó con fuerza. Forzándolo a que siguiera viendo su pasado.

Thanatos lo había agarrado por la garganta y lo había apartado de un empujón contra la pared.

—Marca o no marca, aún puedes morir si te desmiembro.

Acosado por la culpa por lo sucedido con la mujer, Yesung no se había molestado en pelear. Él solo quería que todo acabara.

Pero mientras Thanatos iba por él, Shindong apareció de pronto.

—Déjalo ir.

Los Daimons y Apolitas restantes se habían dispersado con miedo. Sólo el hombre sosteniendo a su esposa ahora muerta se había quedado.

Thanatos giró lentamente para enfrentar a Shin.

—¿Y si no lo hago?

Shin disparó una carga explosiva de su mano sobre Thanatos, quien instantáneamente soltó a Yesung. Yesung cayó al piso abriendo la boca para tomar aire a través de su esófago dilatado.

—No era una elección —dijo Shin. Thanatos se apresuró a atacar.

Los ojos de Shin se habían puesto de un rojo profundo, oscuro. Más oscuros que la sangre, estaban llenos de un centelleante fuego.

En el lugar donde Thanatos lo había atacado, el invencible asesino se desintegró en polvo.

Nadie lo había tocado.

Shin se había quedado parado allí, sin sobresaltarse.

El Apolita se lanzó contra él. Shin lo había hecho girar atrapándolo entre sus brazos con la espalda del hombre contra el pecho de Shin. El Apolita había forcejeado por liberarse, pero Shin lo había sostenido sin esfuerzo alguno.

—Shh, —había susurrado Shin al oído del Apolita. —Duerme...

El Apolita se desplomó. Shin lo bajó al piso.

Yesung conmocionado, no se movió mientras Shin se acercaba a él. Él no sabía cómo había sabido Shin el nombre del Apolita o cómo había matado a Thanatos tan fácilmente.

Nada de eso tenía sentido.

Shin no trató de tocarlo. Se acuclilló al lado de él y levantó la cabeza.

—¿Estás bien?

Yesung había ignorado su pregunta.

—¿Por qué Artemisa nos quiere muertos?

Shin lo había mirado ceñudamente.

—¿Qué estás diciendo?

—Los Spathis me dijeron. Ella esta creando a un ejército para matarnos. Yo estaba...

Shin levantó la mano. Sintió como si algo paralizara las cuerdas vocales de Yesung. La indecisión atravesó la cara de Shin mientras clavaba los ojos en él. Él juró que podía sentir al Atlante en su mente, buscando algo.

Finalmente Shindong suspiró.

—Has visto demasiado. Mírame, Yesung.

Él no tuvo otra alternativa que obedecer.

Los ojos de Shin otra vez eran de un color plateado extraño, deslumbrante. Todo se volvió nebuloso entonces, oscuro. Yesung luchó contra el sofocante calor.

Lo último que oyó fue la voz de Shin.

—Llévalo a casa, Simi. Él necesita descansar.

Simi soltó a Yesung.

Él se quedó parado allí inmóvil mientras la repetición de los acontecimientos de aquella noche llenaba los huecos en su memoria.

Estaba aturdido por lo que había visto. Lo que había aprendido.

—¿Cómo me mostraste todo eso? —le preguntó.

El demonio se encogió de hombros.

Esto se ponía molesto. Maldito Shin por darle la orden de no hablarle.

—Ryeowook, por favor hazle mi pregunta.

Ryeowook lo hizo.

Simi lo miró como si él fuera torpe.

–Nada nunca se va de la mente humana. Solo queda extraviada, tonto –, le dijo a Ryeowook mientras ella le pasaba los dedos por el pelo —sólo acomodé las piezas así las podía ver y luego él las vio también cuándo me miró. Fácil.

Entumecido por todo lo que había descubierto, Yesung miró a Ryeowook que esperaba pacientemente a que ellos terminaran.

—¿Qué es Shindong? –le preguntó.

—No sé –dijo Ryeowook.

Yesung se alejó andando, su mente daba vueltas al tratar de recordar Nueva Orleáns.

—¿Él hizo algo con mi mente otra vez en Nueva Orleans?

Simi silbó y miró alrededor del cuarto.

—¿Simi, lo hizo él? —preguntó Ryeowook.

—Akri solo hace eso cuando tiene que hacerlo. Había algunas cosas en Nueva Orleáns que estaban mal. Cosas que ni los Cazadores Oscuros ni los dioses olímpicos necesitan saber.

Yesung apretó los dientes.

—¿Tales como?

Ryeowook repitió su pregunta.

—Ya dije, ninguno de ustedes necesita saber.

Él quería estrangular al demonio, pero después de lo que él justamente había visto hacer a Shin, cambió de opinión acerca de eso.

—¿Por qué se esconde Shindong?

Simi siseó y en su cólera olvidó la orden de Shin.

—Akri no se esconde de nadie. Él no necesita esconderse. Cualquiera que lastime a mi akri, yo lo como.

Yesung la ignoró.

—¿Es él humano? –le preguntó a Ryeowook.

Ryeowook dejó escapar un largo suspiro.

—Honestamente no lo sé. Siempre que menciono su nombre a mis hermanos, se ponen evasivos e inquietos. Él solo parece asustarlos. Siempre me he preguntado por qué, pero nadie en el Olimpo habla mucho de él. Es realmente muy extraño.

Con expresión especulativa, Ryeowook giró hacia el demonio.

—Simi, cuéntame sobre Shindong.

—Él es genial y maravilloso, y él me trata como a una diosa. La diosa Simi. Esa soy yo.

Ryeowook se sobresaltó un poco, ante eso.

—Quiero decir, cuéntame sobre su nacimiento.

—Oh, eso. Shindong nació en 9548 antes de Cristo en la isla griega de Didymos.

—¿De quién era hijo?

—Rey Icarion y Reina Aara De Didymos y Lygos.

Yesung podía notar que la respuesta asombró a Ryeowook, pero no lo sorprendió a él. Él siempre había sospechado que Shin era de la nobleza. Había algo intrínsecamente regio en él. Algo que decía, "yo soy el amo, usted los sirvientes. Inclínate y besa mi trasero". Era por lo que Yesung nunca se había preocupado por él.

—¿Shin no es un semidiós? —preguntó Ryeowook.

Simi se rió estrepitosamente ante su pregunta.

—¿Akri un semidiós? Por favoooooor.

Yesung frunció el ceño al darse cuenta de lo qué había revelado Simi.

—Un momento, ¿Shin no es Atlante?

Ryeowook negó con la cabeza.

—De los sumamente raros rumores que he oído, dicen que nació en Grecia pero se crió en la Atlántida. El rumor dice que es uno de los hijos de Zeus. Pero como dije, la mayoría de la gente tiene pocos deseos de decir cualquier cosa acerca de él.

Simi se rió otra vez.

—¿Él se parece a ese viejo trasero tronador? No. ¿Él hijo de Zeus? ¿Cuántos insultos puede recibir mi akri?

Yesung consideró eso por un minuto, y luego se le ocurrió otra cosa.

—¿Puede comunicarse Simi con Shin ahora mismo?

—Sí.

—Entonces dile que él mejor traiga su trasero aquí y te proteja.

Los ojos de Simi brillaron intensamente. Sus alas aletearon.

—Simi —dijo Ryeowook rápidamente. —Él no quiso decir eso de esa forma. ¿Puede venir Shin aquí?

Ella se sosegó un poco.

—No. Él prometió a la diosa malvada que él estaría en el Olimpo por dos semanas. Él no puede romper su juramento.

—¿Entonces cómo mato a Thanatos? Voy a salir en un momento y al parecer Shin es el único de nosotros capaz de mirarlo y hacerlo desaparecer.

—Simi lo puede matar.

—No, no puedo. Akri lo dijo.

—¿Entonces cómo lo detenemos? —preguntó Ryeowook.

Simi se encogió de hombros.

—Si Akri me dejara, entonces lo podría asar a la parrilla, pero ya que ustedes no respiran fuego sería un poco difícil para ustedes hacer eso.

—Tengo un lanzallamas.

Ryeowook elevó su cabeza hacia él.

—¿Tienes qué? —preguntó incrédulo. Fue su turno de encogerse. 

—Conviene estar preparado.

—Bien —dijo Simi. —Esos son adecuados para tostar malvaviscos, pero sólo pondrán enojado a Thanatos. El fuego normal no lo lastimará. Tengo esta sustancia pegajosa realmente gelatinosa que sale con mi fuego y eso se inyecta en mis víctimas por eso las aniquila. ¿Lo quieren ver?

—¡No! —dijeron al unísono.

Simi se tensó.

—¿No? No me gusta esa palabra.

—Te amamos, Simi –dijo Ryeowook rápidamente. —Sólo estamos asustados de tu sustancia pegajosa.

Ryeowook golpeó a Yesung en el estómago al comenzar a corregirlo acerca del cariño sobre Simi.

—Oh –dijo Simi, —eso lo entiendo. Ok, pueden vivir.

Después de asegurarse que realmente no había comida allí, Simi se sentó enojada en el piso. Ella canturreó para sí misma mientras giraba en espiral una hebra de pelo alrededor de su dedo pequeño.

—¿Entonces, tienes canal de tv compras?

—Me temo que no, querida. —dijo Ryeowook.

—¿Tienes SBS?

Yesung negó con la cabeza.

—¿No tienes ningún canal? –continuó Simi en una voz que sonaba como la de un niño petulante.

—Lo siento.

—¿Estás bromeando? —Simi descansó su barbilla en su mano y lo contempló. — Ustedes son personas aburridas. Un demonio necesita su cable. Akri me ha engañado. Él no me dijo que tendría que estar sin cable. ¿No tienes ni siquiera uno de esos televisores pequeñitos que usan baterías?

Ante ese comentario, él separó a Ryeowook de Simi.

—No surtirá efecto –murmuró él.

—¿Qué?

—Apartarme así para que no oiga. Ella oye todo.

Él se detuvo.

—Bien, entonces, ella está a punto de escuchar una queja.

Yesung se quedó parado allí mirando a Ryeowook. Memorizando cada línea de su cara, cada curva de su cuerpo.

Él no sabía qué hacer para protegerlo. Jongjin no podía venir a buscarlo a la luz del día y él no confiaba en los Escuderos para que la protegieran, tampoco.

Sin mencionar que la idea de hacerles conocer su escondite mientras estaban afuera para matarlo ellos mismos, no parecía un movimiento brillante, tampoco.

No había nadie en quien confiar y la única forma que él conocía para proteger a Ryeowook era hacer salir a Thanatos y terminar esto.

Esta noche, él encontraría a Thanatos y uno de ellos moriría.
Era algo que él no quería decirle a Ryeowook. No lo dejaría ir si lo sabía.

—Mira, necesitaremos comida esta noche. Voy a dejarte con Simi aquí, donde están a salvo y yo saldré a buscar alimentos.

—¿Por qué no envías a Simi? Ninguna cosa la puede lastimar.

Yesung deslizó su mirada sobre el demonio, quien jugaba al pequeño cerdito con sus dedos del pie desnudo.

—Sí, pero no creo que debería dejarla salir sola, ¿no lo crees?

Ryeowook vaciló.

—Puedes estar en lo correcto.

Yesung se hundió en el piso y le haló hacia abajo con él. Él comprobó su reloj de pulsera para ver que estaba a menos de dos horas para la puesta de sol.

Menos de dos horas para estar con la persona que había llegado a significar tanto para él.

Acostados, él cerró los ojos mientras Ryeowook apoyaba la cabeza en su pecho y trazaba círculos sobre él.

—Dime algo bueno, joven príncipe. Dime lo que harás cuando esto haya terminado.

Ryeowook dejó de mover su mano en círculos mientras pensaba en eso. Lo que él quería era quedarse con Yesung. ¿Pero cómo?

Artemisa tendría que dejarlo ir y él conocía al dedillo a su prima, lo suficiente como para saber que Artemisa no compartía sus juguetes.

—Te voy a extrañar, Príncipe Encantado.

Ryeowook lo sintió tensarse ante esas palabras.

—¿Lo harás realmente?

—Sí, lo haré. ¿Qué hay sobre ti?

—Voy a sobrevivir. Siempre lo hago.

Sí, él lo hacia. En formas que le asombraban.

Ryeowook trazó la línea de su mandíbula.

—Deberías estar descansando.

—No quiero descansar. Solo quiero sentirte por un poco más de tiempo.

Ryeowook sonrió ante eso.

—¿Ustedes dos van a besarse? —preguntó Simi. —Tal vez debería ir arriba o algo.

Ryeowook se rió.

—Está bien, Simi. No nos besaremos delante de ti.

—¿Duerme ella? —preguntó Yesung.

—No sé. ¿Simi, duermes?

—Sí, lo hago. Tengo una cama preciosa, también. Tiene dragones tallados y un antiguo y gran dosel coloreado en marfil en la parte superior. Akri hizo que lo hicieran especialmente para mí hace mucho tiempo y tiene un bailarín que baila con el viento en el cabezal. Cuando era un demonio recién nacido, akri lo hacia bailar después que me metía en mi cama y yo solía observarlo hasta que me dormía. Algunas veces él me cantaba arrullos, también. Akri es un buen papá. Él cuida muy bien de su Simi.

—¿Qué hay acerca de ti, joven príncipe? —preguntó Yesung. —¿Tu mamá te arropaba cuando eras un niño?

—Todas las noches, a menos que ella estuviera juzgando a alguien, entonces mi hermano Jungwook lo hacía.

Ryeowook no preguntó a Yesung si alguien lo arropaba a él. Ella ya sabía la respuesta eso.

Nadie.

Ryeowook se acurrucó más cerca de él.

Yesung se quedó con la mirada fija arriba en la parte superior del túnel. Era gracioso; hacia más de cincuenta años, él había cavado esta parte del túnel sin saber que algún día yacería acostado con su amante a su lado.

Ryeowook.

No tenía ningún derecho a estar con él. Ningún derecho a tocarlo.

Estaba tan cerca del cielo que lo que un hombre como él alguna vez pudiera estar. Y aún así él no quería dejarlo ir. No ahora. Ni nunca.

Era la única persona en toda su historia por la que moriría. Sin duda esta noche lo haría.



Thanatos estaba acostado en una caliente, confortable cama en la casa del guerrero Spathi. El Spathi, al igual que los miembros de la familia del Spathi (todos Daimons y Apolitas), estaban dormidos en sus dormitorios, en espera de la puesta del sol cuando sería seguro salir.

Después de haber perdido el rastro de Yesung anoche, Thanatos había buscado hasta que el excesivo cansancio lo alcanzó.

Los Daimons lo habían traído de vuelta aquí para descansar, y aunque él todavía estaba cansado, no podía seguir durmiendo. No mientras sus pesadillas lo atormentaran.

Él podía sentir la llamada de los Oráculos tratando de convocarlo a regresar a su jaula en Tartarus.

Él se rehusaba a hacerlo.

Por novecientos años él había estado esperando esto. Esperando su venganza. El día que Artemisa lo había creado, ella le había prometido que él podría matar a Yesung de Moesia. Entonces por alguna razón, ella había cambiado su acuerdo. Nada había salido de la forma que ella había dicho.

En lugar de vivir en riqueza y comodidad, él había estado recluido en una celda, había sido olvidado y dejado solo.

—Nadie, nunca, puede saber que estás vivo —le había dicho ella. —Al menos no hasta que te necesite.

Y así es que él había esperado. Año tras año, siglo tras siglo, gritando a la diosa para que lo dejara salir o lo matase.

Ella nunca había contestado.

Y él se había dado cuenta que había algo peor que la corta vida que aterrorizaba a sus parientes Apolitas.

La inmortalidad en un hueco oscuro era, por lejos, peor.

Él no regresaría. Nadie lo enjaularía otra vez. Él tiraría abajo todo el Olimpo primero.

Artemisa había estado tan asustada de que sus Cazadores Oscuros se volvieran locos que ella no había pensado más allá. No había nadie que lo pudiera detener.

Algo titiló a través de su mente. Un fragmento de un recuerdo. Se veía a sí mismo como un… Apolita... veía...

La imagen se convirtió en Yesung matando a su esposa. Thanatos rugió de cólera.

No, aniquilar a Yesung era demasiado fácil.

Él quería que el hombre sufriera de la misma forma que él. Sufrir.

Dolor...

Por primera vez en novecientos años, él sonrió. Sí. Yesung había protegido a un jovenanoche. Él lo había acunado contra él en la maquina de nieve.

Su pareja.

Thanatos se paró y se pasó el abrigo por los brazos. Si bien él estaba exhausto, no trataría de dormir más. Se vistió rápida, silenciosamente.

Él encontraría al Dark Hunter. Encontraría a su pareja.

El moriría, pero Yesung… él viviría. Igual que Thanatos tuvo que hacerlo. En dolor eterno, sufriendo por su amor perdido.



Yesung se detuvo al recorrer con la mirada a Ryeowook, quien se había quedado dormido mientras habían estado hablando.

Hablando.

Él nunca se imaginó realmente hacer eso con alguien. Pero por otra parte, había hecho un montón de cosas con él que nunca se le había ocurrido experimentar.

Inclusive dormido Ryeowook se veía cansado. Sus dulces ojos tenían círculos debajo de ellos.
Él colocó un beso en sus labios, y se movió para no molestarlo.

El demonio yacía en el piso donde ella había estado sentada. Ella también estaba dormida profundamente. Un brazo estaba doblado bajo su cabeza mientras que la otra mano descansaba bajo su barbilla. Ella le recordaba a una niña pequeña. No era extraño que a Shin le gustara.

Él volvió a mirar a Ryeowook. Su fuerza. Su debilidad. Simi era la de Shin.

Y él era responsable de las dos.

Sintiendo el peso completo de esa carga, Yesung agarró una manta adicional y cubrió al demonio. Ella sonrió en su sueño y dijo muy suavemente

—Gracias, akri.

Yesung miró anhelosamente su abrigo, el cual estaba todavía debajo de Ryeowook.

Él llevó otra manta y lo cubrió, también. Metiendo la mano en el bolsillo, sacó los pequeños artículos que él había tomado cuando se había aventurado en su cabaña unos pocos minutos antes, para obtener comida para Simi.

Los colocó al lado de Ryeowook y colocó su mano encima de ellos a fin de que él "pudiera ver" lo que eran cuando se despertara.

Dejo su mano unos minutos sobre su cara.

—Te extrañaré –susurró, seguro de que incluso después de que él se convirtiese en una Sombra, Ryeowook lo atormentaría.

Después de todo, lo necesitaba más a él que lo que necesitaba comida o aire.

El era su vida.

Inspirando profundamente, pasó sus dedos por el pelo de Ryeowook, dejando que lo calentara. Lo imaginó fogoso y suave entre sus brazos. La forma que se veía cuándo se corría por él.

La forma que su voz sonaba cuando decía su nombre. Sí, él definitivamente lo extrañaría.

Era por lo que él definitivamente lo tenía que mantener seguro.

Forzándose a alejarse de la comodidad que le ofrecía, los dejó.

Yesung fue hacia el final del túnel que daba al bosque.

Armado con la mayor cantidad de municiones que podía llevar, abrió la puerta trampa, tembló cuando el aire frío se cayó sobre él, y se alejó para encontrar a Thanatos.




2 comentarios:

  1. No es justo! No se vale!
    Ay mi Yeyo!!!
    Pobresito mi corazón ~
    TT____TT
    Wokiee~ salva a tu cazador oscuro~

    ResponderEliminar
  2. Maldicion, maldicion, Yesung, aun no entiendo porque esa idiota de Artemisa creo a ese idiota para matar a los cazadores oscuros, y quien es realmente Shing?, es una tortura tratar de pensar porque le concede tanto a la idiota diosa, ahhggggg, ese hombre quiere matar a ryewook y hacer sufrir a Yesung OMG esta increible....

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...