Amante Enemigo(DH5)- 10




—Llévame con Zhou Mi –le gruñó Hyungjoon al Cazador Oscuro que estaba en el auto, junto a él. No estaba en su naturaleza permitir que otro tuviese control sobre él y su ambiente—. Soy el único que puede protegerlo.

—Sí –dijo Bin mientras ingresaba al camino de entrada de su mansión—. Hiciste un gran trabajo protegiéndolo de… ¿la basura, era eso?

Hyungjoon se puso furioso al oírlo. El impulso de convertir al Cazador en polvo lo atravesó; un derivado del desagradable carácter de su madre que había heredado. Afortunadamente para Bin, Hyungjoon tenía más de su padre dentro suyo, y hacía tiempo que había aprendido a respirar hondo y no ceder a sus infantiles impulsos.

No lograría nada enojándose. Tenía que encontrar a Zhou Mi, y si utilizaba sus poderes para hacerlo, Dylan también podría localizar a Mi. Ese hijo de puta había aprendido tiempo atrás cómo seguir los sutiles matices de los poderes de Hyungjoon y usarlos en su contra. Por eso es que no había peleado contra él en el bar. Le gustara o no, Dylan era mucho más poderoso. Principalmente porque a él no le importaba a quién lastimaba para salirse con la suya.

Lo que significaba que necesitaba al Cazador para que lo llevara hasta Mi.

Hyungjoon se había tele- transportado fuera del apartamento por no más de cinco minutos, para poder ir a ver a la Destructora y decirle que dejara a Zhou Mi en paz.

¿Cómo podía saber que la Destructora usaría esa distracción para enviar a Dylan y sus hombres mientras él no estaba?

Se sentía tan traicionado que no podía respirar. Durante todos esos siglos, había servido concienzudamente a Apollymi y a Artemisa. Ahora cada una de ellas le estaba usando en contra de la otra, y a Hyungjoon eso no le gustaba nada.

Y las dos se preguntaban por qué su padre no quería sumarse a sus juegos de cacería. Él era mucho más sabio que Hyungjoon, ya que siempre había logrado mantenerse fuera de estas situaciones. Sólo él parecía entender a ambas diosas.

Cómo deseaba poder llamarlo. Él probablemente terminaría con esto en cuestión de segundos. Pero involucrarlo sólo empeoraría las cosas.

No, tenía que manejar esto por sí mismo.

Además, ya no le importaba lo que las diosas quisieran. Se había encariñado muchísimo con Zhou Mi estos últimos cinco años, y no quería que usasen a su amigo, y menos aún verlo lastimado.

Era tiempo de que todos dejaran a Zhou Mi en paz. Bin se bajó del auto.

Hyungjoon lo siguió dentro del garaje, luego se detuvo mientras Bin abría la puerta de su casa.

—Mira, estamos todos en el mismo equipo.

El Cazador lo miró como si estuviera loco.

—Seguro que sí, corazón. Ahora entra para que pueda vigilarte y asegurarme que no hagas algo como abandonar a Zhou Mi ante sus enemigos otra vez.

Hyungjoon usó sus poderes lo suficiente como para mantener la puerta cerrada. Bin sacudió el picaporte y golpeó la madera con su mano.

—Sabes –le dijo Hyungjoon enojado—, si quisiera a Zhou Mi muerto, ¿no te parece que podría haberlo matado en estos cinco años? ¿Por qué esperaría hasta ahora?

Bin se apartó de la puerta.

—¿Cómo sé que hace cinco años que lo conoces?

Hyungjoon rió sarcásticamente.

—Pregúntale y verás.

Bin lo miró, pensativamente.

—¿Entonces por qué lo dejaste desprotegido esta noche?

Hyungjoon lo miró a los ojos, para que Bin pudiera ver su sinceridad.

—Te lo juro, si hubiese sabido que esos bobos homicidas iban a aparecer, no hubiera puesto un pie afuera de ese apartamento.

Aún así, la mirada de Bin seguía siendo dudosa. Por un lado, Hyungjoon admiraba lo protector que era el hombre. Por el otro, quería estrangularlo.

—No lo sé –dijo Bin lentamente—. Quizás estás siendo honesto, y quizás estás lleno de mentiras.

—Bien. —Hyungjoon sacudió las manos con frustración—. ¿Quieres pruebas?

—¿Tienes alguna?

Dándose vuelta, Hyungjoon levantó el dobladillo de su remera y le mostró a Bin la piel que estaba justo sobre su cadera izquierda, donde residía su marca del doble arco y la flecha. Esa era la marca de Artemisa.

Los ojos de Bin se ensancharon.

—Sé que no eres un Cazador Oscuro. ¿Qué eres?

—Soy uno de los doncell de Artemisa, y al igual que tú, he sido encargado de proteger a Zhou Mi. Ahora llévame con él.



Henry apenas golpeó a la puerta y luego la abrió, para encontrarse con Zhou Mi secándose los ojos. Se quedó helado ante esa imagen.

—¿Estás llorando?

—No –dijo él, aclarándose la garganta—. Tenía algo en el ojo.

Él sabía que estaba mintiendo, pero respetaba su fuerza. Era agradable encontrar a un joven que no usaba las lágrimas para manipular.

Entró a la habitación indeciso. La idea de que él llorase hacía que le doliera el pecho. Peor aún, sentía una insensata necesidad de tomarlo en sus brazos y consolarlo.

No podía. Necesitaba mantener la distancia.

—Yo… eh… tomé prestado esto de Clinton.

Le alcanzó el pantalón de gimnasia y la remera que tenía en la mano.

—Gracias.

Henry no podía apartar la mirada de él. Algo acerca de él le recordaba a un pequeño niño asustado, y al mismo tiempo había algo decidido y duro como una roca en Zhou Mi.

Ahuecó su fría mejilla en su mano y le levantó la cabeza para que lo mirase. En sus sueños, estaría recostándolo sobre su espalda en la cama y probando sus labios.

Desabotonando su camisa…

—¿Has estado luchando así toda tu vida?

Él asintió.

—Tanto Daimons como Apolitas cazan a mi familia. En un momento, había cientos de nosotros y ahora sólo quedo yo. Mi madre siempre me dijo que debíamos tener más hijos. Que dependía de nosotros continuar con la descendencia.

—¿Por qué no lo hiciste?

El aspiró por la nariz delicadamente.

—¿Por qué debería hacerlo? Si muero, entonces verán que no hay verdad en el mito que dice que nuestra muerte los liberará.

—¿Entonces jamás pensaste en convertirte en Daimon? –Zhou Mi se apartó de él, y Henry vio la verdad en sus ojos—. ¿Podrías hacerlo? –le preguntó—. ¿Podrías matar a una persona inocente para vivir?

—No lo sé –respondió, alejándose de la cama para colocar el pantalón y la remera en el vestidor—. Dicen que se vuelve más sencillo luego del primero. Y una vez que tienes un alma ajena dentro tuyo, cambia todo en ti. Te conviertes en otra cosa. Algo maligno y despreocupado. Mi madre tenía un hermano que se convirtió. Yo sólo tenía seis años cuando él vino a ella e intentó convertirla en Daimon también. Cuando ella se rehusó, intentó matarla. Al final, el guardaespaldas lo mató, mientras mis hermanas y yo estábamos escondidas en un placard. Fue terrorífico. Él siempre había sido tan bueno con nosotros.

La tristeza de sus ojos mientras hablaba se envolvió alrededor del corazón de Henry y lo estrujó fuertemente. No podía imaginar cuánto horror había visto en su joven vida. Pero, por otro lado, su propia infancia tampoco había sido más fácil. La vergüenza, la humillación. Incluso luego de todos esos siglos, aún podía sentir las heridas.

Algunos dolores jamás mitigaban.

—¿Y tú? – Le preguntó él, mirándolo sobre el hombro, ya que él no se reflejaba en el espejo —. ¿Te resultó más sencillo matar a un hombre luego de que tomaste la primera vida?

Su pregunta lo enfureció.

—Jamás asesiné a nadie. Sólo estaba protegiendo a mi hermano y a mí mismo.

—Ah, ya veo –dijo con calma—. ¿Entonces no crees que sea asesinato cuando irrumpes en el hogar de alguien para robarle y ellos luchan, antes de someterse a tu brutalidad?

La vergüenza lo inundó mientras recordaba algunas de sus primeras incursiones. En aquel entonces, su gente había viajado a lo largo y a lo ancho, atacando aldeas en medio de la noche para incursionar en otra gente, otras tierras. No buscaban la matanza, sino que preferían dejar vivos a tantos como pudieran. Especialmente cuando eran esclavos que podían vender luego en mercados extranjeros.

Su madre se había horrorizado cuando se enteró de que él y su hermano habían comenzado a hacer redadas con los otros hijos de sus vecinos.

—Mis hijos están muertos para mí —había gruñido antes de echarlos de su asquerosa casa—. No quiero volver a ver a ninguno de los dos jamás.

Y no los había visto. Había muerto la primavera siguiente por una fiebre. Su hermana le había pagado a uno de los jóvenes de la aldea para que los encontrara y les diera la noticia.

Tres años pasaron antes de que pudiesen regresar a casa para presentar sus respetos. Para entonces su padre había sido asesinado y su hermana tomada por los invasores. Henry se había ido a Inglaterra para liberarla, y fue ahí que su hermano había muerto luego de abandonar la aldea. Su hermana se había rehusado a ir con ellos.

“Cosecho lo que ustedes han sembrado. Es la voluntad de dios que yo sea esclava para servir, al igual que aquellos que ustedes han vendido se ven forzados a hacerlo. ¿Y para qué, Henry? ¿Para conseguir beneficios y gloria? Déjame, hermano. No quiero más de tus modales de guerra.”

Como un tonto, la había dejado, y ella también había sido asesinada un año más tarde, cuando los anglosajones invadieron su pequeña aldea. La vida era muerte. Era lo único que era inevitable.

Como humano, se había acostumbrado bien a eso. Como Cazador Oscuro era un experto. Se apartó de Zhou Mi.

—Los tiempos eran diferentes entonces.

—¿En serio? –le preguntó—. Jamás antes había escuchado que en la Edad Oscura se suponía que la gente fuese como ovejas para ser matados.

Zhou Mi se acobardó cuando Henry giró hacia él con un feroz gruñido.

Si estás buscando que me disculpe por lo que hice, no lo haré. Nací en una raza que no respetaba nada excepto la fuerza del brazo con que uno usaba la espada. Crecí siendo burlado y ridiculizado porque mi padre no luchaba. Entonces cuando fui lo suficientemente grande como para probarles que no era como él, que podía estar junto a ellos en la batalla, y que lo haría, lo hice. Sí, hice cosas de las que me arrepiento. ¿Qué persona no lo ha hecho? Pero ni una sola vez maté o violé a un joven o mujer. Jamás lastimé a un niño, ni a un hombre que no pudiera defenderse. Tu gente valora la muerte de un niño o de una persona embarazada sobre todas las cosas. Los acosan sin ningún propósito más que alargar sus pútridas vidas. Así que no te atrevas a sermonearme.

Zhoumi tragó con fuerza, pero se mantuvo admirablemente firme.

—Algunos lo hacen. Así como algunas de tus personas vivían para violar y saquear. ¿No me dijiste que tu propia madre era una esclava que había sido capturada por tu padre? Puede sorprenderte, Henry Lau, pero algunas de mis personas sólo cazan a gente como la tuya. Asesinos. Violadores. Hay una rama entera de Daimons llamados los Akelos que han jurado asesinar sólo a los humanos que lo merecen.

—Mientes.

—No –dijo, su tono sincero—, no miento. Es gracioso, cuando apenas te conocí pensé que podrías saber más sobre nuestra gente de lo que yo sé, ya que nos cazas. Pero no es así, ¿cierto? Para todos ustedes sólo somos animales. Ni siquiera vale la pena hablar con uno de nosotros para descubrir la verdad.

Era cierto. Jamás había pensado en los Daimons más allá del hecho de que eran asesinos que tenían que morir.

Y en cuanto a los Apolitas… Nunca había pensado en ellos.

Ahora tenía un rostro “humano” que acompañaba al término “Apolita.” No sólo un rostro… tenía un tacto.

El gentil susurro de un amante. ¿Pero qué cambiaba eso?

Nada. Al final del día, él aún era un Cazador Oscuro, y seguiría persiguiendo a los Daimons y mataría a cualquiera de ellos que encontrara.

No había nada más que decir entre ellos. Este era un obstáculo que ninguno de ellos podría superar jamás.

Por lo tanto, se retiró del conflicto.

—Tienes toda la casa a tu disposición por la noche, y del terreno durante el día.

—¿Y si quiero irme?

Él se burló.

—Pregúntale a Clinton lo fácil que es.

Esa familiar luz apareció en sus ojos. La que lo desafiaba y le decía que no tenía ningún poder verdadero sobre él. Era una de las cosas que más admiraba en Zhoumi; ese fuego y esa fuerte voluntad.

—Sabes, estoy acostumbrado a escapar de situaciones imposibles.

—Y yo estoy acostumbrado a rastrear y encontrar a Apolitas y Daimons.

El arqueó una ceja.

—¿Me estás desafiando?

Él negó con la cabeza.

—Sólo estoy declarando un hecho. Te vas y te traigo de regreso. Encadenado si es necesario.

De pronto él lo miró de un modo gracioso, que le recordó a Clinton.

—¿También vas a castigarme?

—Creo que estás un poquito grande para eso. También pienso que eres lo suficientemente inteligente como para saber lo estúpido que sería irte de aquí mientras Dylan y sus hombres están salivando para encontrarte nuevamente.

Zhou Mi odiaba el hecho de que tuviese razón.

—¿Puedo al menos llamar a mi padre y decirle dónde estoy para que no se preocupe?

Él sacó su teléfono celular y se lo alcanzó.

—Puedes dejarlo en el living cuando termines.

Se dio vuelta y abrió la puerta.

—Henry –dijo antes de que pudiera irse. Él giró para mirarlo—. Gracias por salvarme nuevamente cuando sé que debe quemarte por dentro haberlo hecho.

Su mirada se suavizó.

—Eso no me quema por dentro, Zhou Mi. Sólo tú lo haces.



La mandíbula de Zhou Mi quedó floja mientras él salía de la habitación y cerraba la puerta. Se quedó estúpido mientras esas palabras lo atravesaban. ¿Quién hubiese pensado que su guerrero tendría un lado más tierno? Pero él debería saber la verdad. Había visto el corazón de Henry en sus sueños.

Sueños que eran reales. En esas pocas horas preciosas, había echado un vistazo al corazón del hombre. A sus miedos.

Cosas que mantenía guardadas y ocultas a todo el mundo, excepto a él…

—Debo estar loco –susurró.

¿Cómo podía sentir ternura hacia un hombre que no andaba con rodeos ante el hecho de que mataba a su gente?

Y en el fondo de su mente, se preguntaba si Henry lo mataría también, si se convertía en Daimon.



Henry respiró larga y cansadamente mientras entraba al living, donde Clinton estaba repantigado en el sofá. Justo lo que necesitaba esta noche, otra persona más que no podía hacer lo que le habían dicho.

Thor, ¿ninguno de ellos tenía una pizca de sentido común?

—Creo haberte dicho que empacaras.

—Empaca, cepíllate los dientes, acuéstate con alguien. Lo único que haces es decirme qué debo hacer. —Clinton cambió los canales de la TV—. Si miraras a mis pies, verías que he empacado y que simplemente estoy esperando la próxima orden, muchas gracias.

Henry miró hacia abajo, y se encontró con una mochila negra frente al sofá.

—¿Eso es todo lo que vas a llevarte?

—Sí. No necesito mucho, y cualquier otra cosa que necesite estoy seguro de que puedo comprarlo, ya que el Consejo sabe que soy el encantado que tiene que ser consentido por temor a que el gran y malo Escandinavo se comporte como Vikingo con sus cabezas.

Henry le tiró uno de los almohadones del sofá. Suavemente.

Clinton tiró la almohada detrás de su espalda y no le respondió mientras continuaba pasando los canales.

Henry se sentó en el otro sillón, pero sus pensamientos continuaban regresando al joven que había dejado en el ala de invitados. Estaba muy confundido en lo que a él respectaba, y la confusión no era algo con lo que tuviera mucha experiencia. Siempre había sido un hombre básico. Si tenía un problema, lo eliminaba.

No podía eliminar a Zhou Mi por sí mismo. Bueno, en teoría podía, pero eso estaría mal. Lo más cerca que podría estar de eso sería tirarlo por la puerta y dejar que se valiera por sí mismo, o pasárselo a Bin.

Pero Shin lo había encargado de su protección, y él no creía en evadir sus obligaciones. Si Shin quería que lo cuidara, debía haber una razón para eso. El Atlante jamás hacía nada sin una maldita buena razón.

—Entonces, ¿cuánto sabe Zhou Mi sobre nosotros? –preguntó Clinton.

—Aparentemente todo. Como dijo, es Apolita.

—Mitad.

—Mitad, entero, ¿cuál es la diferencia?

Clinton se encogió de hombros.

—La diferencia es que realmente me agrada. No es despreciable, como la mayoría las demás perras ricas de la universidad.

—No seas tan irrespetuoso, Clinton.

Clinton puso los ojos en blanco.

—Lo siento, olvidé cuánto odias esa palabra.

Henry apoyó la cabeza contra su mano mientras miraba TV. Zhou Mi era diferente. Lo hacía sentir humano de nuevo. Lo hacía recordar lo que era ser normal. Sentirse bienvenido.

Esas eran cosas que no había sentido en un largo tiempo.

—Por dios. Ustedes dos parecen la Aldea del Sofá Maldito.

Henry echó la cabeza atrás para ver a Zhou Mi parado en la entrada. Sacudiendo la cabeza, se acercó y le entregó el teléfono.

Clinton rió y bajó el volumen.

—Sabes, me sorprende verte aquí en mi casa.

—Créeme, me sorprende estar aquí en tu casa.

Clinton ignoró su comentario.

—Sin mencionar lo extraño que es que recuerdes a Henry cuando regresas a la habitación. Sigo sintiendo la intensa necesidad de presentarlos.

El teléfono de Henry comenzó a sonar. Lo tomó y lo abrió con un movimiento. Zhou Mi fue a sentarse cerca de Clinton mientras Henry atendía.

—¿Qué está haciendo él aquí?

Zhou Mi frunció el ceño ante la brusca pregunta de Henry.

—Llaman de seguridad –le dijo Clinton.

—¿Cómo lo sabes?

—La canción. Viven en la casa de seguridad que está más allá en la hacienda, no muy lejos de la entrada. Alguien debe haber pasado por el camino de entrada y tocado el timbre para ingresar.

Y él pensaba que su padre era paranoico con la seguridad.

—¿Qué es este lugar, Fort Knox?

—No –dijo Clinton seriamente—. En realidad podrías salir o entrar a Knox. El único modo de salir de aquí es con al menos dos guardias siguiéndote todo el tiempo.

—Suena como si hubieses intentado saltar el muro.

—Más veces de las que puedes contar.

Él rió mientras recordaba lo que Henry le había dicho en el dormitorio.

—Henry dijo que era inútil.

—Lo es. Créeme, si hubiese un modo de salir, ya lo hubiera encontrado y usado.

Henry colgó y se puso de pie.

—¿Es para mí? –preguntó Clinton.

—No, es Bin.

—¿Él es quien está con Hyungjoon? –le preguntó Zhou Mi a Henry. Él asintió mientras iba hacia la puerta delantera.

Zhou Mi lo siguió a tiempo de ver un elegante Lotus Esprit rojo estacionando frente a la casa. La puerta del acompañante se abrió para mostrarle a Hyungjoon, quien salió del auto y corrió hacia la casa.

—Hey, niño, ¿estás bien?

Zhou Mi sonrió.

—No estoy seguro.

—¿Por qué está él aquí? –le preguntó Henry a Bin, mientras el Cazador Oscuro se acercaba.

El Cazador metió las manos en los bolsillos mientras se aproximaba a él.

—También está al servicio de Artemisa. Su trabajo es proteger a Zhou Mi, y pensé que sería inteligente permitir que te ayude.

Henry miró sospechosamente a Hyungjoon.

—No necesito ayuda.

Hyungjoon se erizó.

—Relájate, Sr. Macho, no voy a arruinarte el espectáculo. Pero me necesitas. Resulta que conozco a Dylan personalmente. Soy la única oportunidad que tienes de desviarlo.

Henry no estaba seguro de creer en sus palabras.

—En el club dijiste que no lo conocías.

—No quería descubrir mi identidad, pero eso fue antes de que ustedes nos separaran y yo tuviera que convencer a Bin de que me regresara a Zhou Mi antes de que Dylan lo encuentre de nuevo.

—¿Confías en él? –le preguntó a Bin.

—Tanto como confío en cualquier otra persona. Pero señaló el hecho de que ha estado con Zhou Mi durante cinco años, y Zhou Mi aún no está muerto.

—Es verdad –dijo Zhou Mi—. He confiado absolutamente en él todo este tiempo.

—Está bien –dijo Henry, reacio. Buscó la mirada de Bin—. Mantén tu teléfono encendido y me mantendré en contacto.

Bin asintió, y luego se encaminó hacia su auto.

—No hemos sido presentados formalmente –dijo Hyungjoon, estirando la mano hacia Henry mientras Bin se iba—. Soy Hyungjoon.

Él estrechó su mano.

—Henry.

—Sí, lo sé.

Hyungjoon los condujo hacia el interior de la casa, regresando al living, donde Clinton aún estaba sentado en el sofá.

Henry cerró y trabó la puerta detrás de ellos.

—A propósito, Henry –dijo Hyungjoon mientras se detenía junto a la mochila de Clinton—. Si estás pensando en enviar a Clinton a otro sitio para protegerlo, te recomiendo que lo reconsideres.

—¿Por qué?

Él señaló el TV con su pulgar.

—¿Cuántas veces has visto el episodio de “secuestremos al amigo del tipo bueno y mantengámoslo para el rescate”?

Henry resopló al escuchar eso.

—Confía en mí, nadie podría sacarlo del Consejo de Escuderos.

—Au contraire –dijo Hyungjoon sarcásticamente—. Dylan no tendrá ningún problema en encontrarlo. En el instante en que lo dejes salir de esta casa, Dylan y sus Illuminati estarán sobre él como blanco en la nieve. Jamás llegará a otra área protegida sin que ellos lo tengan. Literalmente.

—No se atreverían a matarlo, ¿verdad? –preguntó Zhou Mi.

—No –respondió Hyungjoon—. Ese no es el estilo de Dylan. A él le agrada el castigo y golpear a la gente donde más le duele. Enviará de regreso a Clinton, muy bien. Simplemente que el chico ya no estará intacto.

—¿Intacto cómo? –preguntó Clinton nerviosamente. Hyungjoon descendió la mirada hasta su entrepierna. Clinton se cubrió inmediatamente con las manos—. Mierda.

—Oh, no, muñequito. Dylan sabe cuánto valora Henry tu habilidad para procrear. Es lo único que le quitaría a los dos.

—Clinton –dijo Henry sobriamente—, ve a tu dormitorio y cierra la puerta con llave.

Clinton salió corriendo de la habitación sin vacilar.

Henry y Hyungjoon se miraron.

—Si conoces a este tal Dylan tan bien, entonces, ¿cómo sé que no estás trabajando para él?

Hyungjoon bufó al oírlo.

—Ni siquiera me cae bien. Tenemos un amigo en común, lo que ha hecho que nos encontremos un par de veces en estos siglos.

—¿Siglos? – Preguntó Zhou Mi—. ¡Siglos! ¿Qué eres, Hyungjoon?

Hyungjoon le dio una palmadita en el brazo para consolarlo.

—Lo siento, Mi. Debería habértelo dicho antes, pero tenía miedo de que no confiaras en mí si te lo decía. Cinco años atrás, cuando Dylan casi te mató, Artemisa me envió para asegurarse de que él no se acercara tanto nuevamente.

La mente de Zhou Mi se mareó ante la revelación.

—¿Entonces sí fuiste tú quien abrió el portal en el club?

Él asintió.

—Estoy rompiendo nueve tipos de juramentos aquí, pero lo último que quiero es verte lastimado. Lo juro.

Henry se adelantó.

—¿Por qué todo este problema para mantenerlo a salvo cuando de cualquier modo va a morir en unos meses?

Hyungjoon respiró hondo y dio un paso atrás. Miró a uno y otro antes de hablar finalmente.

—Ya no estoy aquí para mantenerlo a salvo a él.

Henry se colocó entre Hyungjoon y Zhou Mi. Se puso tenso como si estuviera preparado para la batalla.

—¿Qué quieres decir con eso?

Hyungjoon inclinó la cabeza para poder encontrar la mirada de Zhou Mi detrás de la espalda de Henry.

—Ahora estoy aquí para asegurarme que el bebé que lleva nazca sano.



2 comentarios:

  1. Oh!!!!! Eso si que no me lo esperaba!!!!
    Ahhhhh Mimi embarazado!!!!
    Pero cómo!???? Se supone que los cazadores oscuros no pueden procrear...no al menos, hasta que sean humanos de nuevo!
    O es por que Mimi tampoco es humano del todo!???
    Ay! Que excelente!!!! Esto se puso muy muy muy bueno!!!

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  2. OMG, OMG, esta esperando un bebe de Henry Oh siiiii, Henry tendra descendencia el bebe de de Mimi, esta genial, siii, pero que pasara con su nacimiento el tiene solo 8 meses de vida, el bebe necesita 9 guauhhh, esperare el siguiente capitulo mas que ansiosa siiiiii

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...