Zhou Mi observó el
elegante garaje de un hombre que había vivido durante incalculables siglos.
Luego miró el pequeño anillo de sello que tenía en la mano derecha, que su
madre le había dado días antes de morir. Un anillo que había sido transmitido a
través de su familia desde que su primer ancestro se había desintegrado
prematuramente en polvo.
De pronto, Zhou Mi se largó a reír. Henry pareció
divertido por su humor.
—¿Estás bien?
—No –dijo, intentando calmarse—. Me parece que se me
soltó un cable en algún momento esta noche. O como mínimo ingresé al reino de
la Dimensión Desconocida.
El ceño de Henry se acentuó.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, veamos… —observó su reloj de oro—.
Son sólo las once de la noche y hoy he ido a un club cuyos dueños parecen ser
panteras que cambian de forma, donde un grupo de vampiros asesinos a sueldo y
un posible dios me atacaron. Regresé a casa sólo para ser atacado nuevamente
por los ya mencionados asesinos, el dios, y luego un dragón. Un Cazador Oscuro
me salvó. Mi guardaespaldas podría o no estar bajo el servicio de una diosa y
acabo de conocer a un espíritu de los sueños. Terrible día, ¿eh?
Por primera vez desde que lo había conocido en persona,
vio un asomo de sonrisa en el pícaramente apuesto rostro de Henry.
—Sólo un típico día en la vida, en mi opinión —dijo.
Se aproximó a él y revisó su cuello, donde Dylan lo había
mordido. Sus dedos eran tibios contra su piel. Gentil y tranquilizador. Su
aroma llenó la cabeza de Zhou Mi y lo hizo desear que pudiesen regresar por un
momento, y sólo ser amigos nuevamente.
Había un poquito de sangre en su camisa.
—Parece que ya está cerrada.
—Lo sé –dijo con calma.
Había un gel coagulante en
la saliva de los Apolitas, que era la razón por la cual tenían que chupar la
sangre continuamente una vez que abrían una herida. De otro modo, la herida se
cerraría antes de que tuvieran la oportunidad de alimentarse. El gel que
secretaban también podía cegar a los humanos si un Apolita escupía en sus ojos.
El sólo estaba agradecido que la mordedura no le hubiese
unido a Dylan de ningún modo. Sólo los Were-Hunters tenían esa habilidad.
Henry se apartó de él y lo condujo hacia su casa. No
estaba seguro de porqué le habían encargado a él la tarea de protegerle, pero
hasta que Shindong le dijera lo contrario, él cumpliría con su deber. Y
condenados sus sentimientos.
Mientras abría la puerta, su celular sonó.
Henry contestó y se encontró con que era Bin del otro
lado.
—Hey, ¿encontraste a Hyungjoon?
—Sí –dijo Bin—. Me dijo que simplemente salió a quitar la
basura y al regresar Zhou Mi no estaba.
Él le transmitió la información a Zhou Mi, quien pareció
confundido.
—¿Qué quieres que haga con Hyungjoon? –le preguntó Henry.
—¿Puede venir aquí?
Sí. Cuando el ecuador se congele. No pensaba permitir que
Hyungjoon estuviera cerca de Clinton o de su hogar hasta que supiera más sobre él
y sus lealtades.
—Hey, Bin, ¿puede quedarse contigo?
Zhou Mi lo miró con los ojos entrecerrados con malicia.
—Eso no es lo que dije.
Él levantó la mano para silenciarlo.
—Sí, está bien. Te llamaré una vez que estemos instalados
–y colgó. Zhou Mi se erizó ante su actitud despótica.
—No me gusta que me hagan callar.
—Mira –dijo, ajustando el teléfono a su cinto—. Hasta que
sepa más de tu amigo, no voy a invitarlo a mi hogar, donde vive Clinton. No me
importa jugar con mi vida, pero que me condenen nuevamente antes de jugar con
la de él. ¿Entendiste?
Zhou Mi dudó mientras recordaba lo que le había dicho en
sus sueños acerca de Clinton y cuánto significaba para él.
—Lo siento. No pensé en eso. Así que, ¿él vive aquí
también?
Henry asintió mientras encendía una luz en el pasillo
trasero. A su derecha había una escalera y a la izquierda un pequeño baño. Más
adelante por el pasillo estaba la cocina. Grande y bien ventilada, estaba
escrupulosamente limpia y tenía un diseño muy moderno.
Henry colgó sus llaves en un pequeño llavero junto al
horno.
—Siéntete como en casa. Hay cerveza, vino, leche, jugo y
gaseosa en el refrigerador.
Le mostró el sitio donde estaban los vasos y los platos,
sobre el lavavajillas. Salieron de la cocina y él apagó las luces antes de
conducirla hacia un living abierto y atrayente. Había dos sofás de cuero negro,
un sillón que hacía conjunto, y una florida caja de plata de diseño medieval
como mesa de centro. Sobre una pared había un centro de entretenimiento,
completo con una TV de pantalla gigante, estéreo, DVD y video-casetera, junto a
cada sistema de videojuegos conocido por la humanidad.
Levantó la cabeza ante lo que veía, mientras imaginaba al
enorme y voluminoso guerrero Vikingo jugando a los juegos. Parecía
completamente incompatible con él y su actitud demasiado seria.
—¿Juegas?
—A veces –dijo, con la voz grave—. Más que nada, Clinton
juega. Yo prefiero vegetar frente a mi computadora.
Se abstuvo de reír ante la imagen que tenía. Henry era
demasiado intenso para simplemente "vegetar."
Henry se quitó el abrigo y lo echó encima del sillón. Zhou
Mi escuchó que alguien se acercaba por el pasillo hacia el living.
—Hey, hombretón, ¿no has visto…? –la voz de Clinton se
fue apagando mientras entraba a la habitación vistiendo un pantalón pijama de
franela azul marino y una remera blanca.
Se quedó boquiabierto.
—Hola, Clinton –dijo Zhou Mi.
Clinton no habló por
varios minutos, mientras miraba a uno y a otro alternativamente. Cuando
finalmente habló, su voz era una mezcla entre exasperación y enojo.
—No, no, no. Esto no está bien. Finalmente encuentro a alguien
que en realidad me permite entrar a su hogar y, ¿lo traes a casa para ti mismo?
–El rostro de Clinton palideció, como si hubiese pensado en otra cosa—. Oh, por
favor dime que lo trajiste a casa para ti y no para mí. No estás haciendo de
proxeneta otra vez, ¿verdad, Henry? Juro que voy a clavarte una estaca mientras
duermes si lo hiciste.
—Discúlpame –dijo Zhou Mi, interrumpiendo la perorata de Clinton,
que parecía entretener a Henry—. Resulta que estoy parado aquí mismo. ¿Qué tipo
de persona crees que soy?
—Una muy agradable –dijo Clinton, redimiéndose
instantáneamente—, pero Henry es extremadamente autoritario, y tiende a
intimidar a las personas para que hagan lo que él desea.
Henry resopló al escuchar eso.
—¿Entonces por qué no puedo intimidarte para que
procrees?
—¡Ves! –dijo Clinton, levantando su mano, triunfante—.
Soy el único humano en la historia en tener a un Vikingo entrometido propio.
Dios, cómo desearía que mi padre hubiese sido un hombre fértil.
Zhou Mi rió ante la imagen que las palabras de Clinton
habían conjurado en su mente.
—Vikingo entrometido, ¿eh?
Clinton suspiró con irritación.
—No tienes idea… —se quedó callado y luego los miró con
el ceño fruncido—. ¿Y por qué está él aquí, Henry?
—Lo estoy protegiendo.
—¿De?
—Daimons.
—Grandes y malos –agregó Zhou Mi.
Clinton se lo tomó mejor de lo que hubiese imaginado.
—¿El sabe acerca de nosotros?
Henry asintió.
—Sabe prácticamente todo.
—¿Es por eso que estabas preguntando por
cazadoroscuro.com? –le preguntó Clinton a Zhou Mi.
—Sí. Quería encontrar a
Henry.
Clinton sospechó
inmediatamente.
—Está bien, Clinton –explicó Henry—. Va a quedarse con
nosotros algún tiempo. No tienes que ocultarle nada.
—¿Lo juras?
—Sí.
Clinton pareció muy complacido por eso.
—Así que lucharon contra algunos Daimons, ¿eh? Ojalá
pudiera. Henry se vuelve loco incluso si tomo un cuchillo de untar. —Zhou Mi
rió—. En serio –dijo Clinton sinceramente—. Es peor que una mamá gallina.
Entonces, ¿a cuántos Daimons mataron?
—Ninguno –murmuró Henry—. Estos son mucho más fuertes que
los típicos chupa almas.
—Bueno, eso debería hacerte feliz –le dijo Clinton a
Henry—. Finalmente tienes a alguien contra quien puedes pelear hasta estar
ensangrentado y amoratado. –Se volvió hacia Zhou Mi—. ¿Henry te ha explicado su
pequeño problema?
Los ojos de Zhou Mi se ensancharon mientras intentaba
pensar en qué “pequeño” problema podría tener Henry.
Inconscientemente, su mirada bajó hacia su entrepierna.
—¡Hey! – Dijo Henry con brusquedad—. Ese jamás ha sido mi
problema. Ese es el problema de él.
—¡Tonterías! – Respondió Clinton del mismo modo—. Tampoco
tengo ningún problema allí. Mi único problema eres tú, entrometiéndote todo el
tiempo para que me acueste con alguien.
Oh, Zhou Mi realmente no quería saber adónde estaba
llevando esta conversación. Era demasiada información sobre ambos hombres.
—Bueno, entonces, ¿de qué problema estabas hablando? –le
preguntó a Clinton.
—El hecho de que si sales de la habitación, para el
momento en que llegues al final del pasillo, no lo recordarás.
—Oh –dijo al comprenderlo—. Eso.
—Sí, eso.
—No es un problema –dijo Henry mientras cruzaba los
brazos sobre el pecho—. El me recuerda.
—Ah, hombre –dijo Clinton, su rostro demudado por el
desagrado—. ¿Le he hecho insinuaciones a un pariente? Eso es tan enfermo.
Henry puso los ojos en blanco.
—El no está emparentado con nosotros.
Clinton pareció aliviado por un segundo, luego se vio mal
nuevamente.
—Bueno, entonces eso es aún peor. Finalmente encuentro a alguien
que no piensa que soy un completo perdedor, ¿y está aquí para ti? ¿Qué sucede
aquí? —Clinton se detuvo. La luz volvió a su rostro como si hubiese tenido una
idea aún mejor—. Oh, espera, ¿qué estoy diciendo? Si él te recuerda, ¡estoy
libre! ¡Wahoo! —Clinton comenzó a bailar alrededor del sofá.
Zhou Mi miró fijamente sus movimientos caóticos y fuera
de ritmo. Henry realmente tenía que permitir que el chico saliera más seguido.
—No te emociones demasiado, Clinton Lau –dijo Henry,
esquivándolo cuando Clinton dio la vuelta al sillón para intentar incluirlo en
el baile—. Resulta que él es Apolita.
Clinton se quedó helado, luego se calmó.
—No puede serlo, lo he visto a la luz del día y no tiene
colmillos.
—Soy mitad Apolita.
Clinton se paró detrás de Henry como si de pronto tuviese
miedo de que pudiera empezar a alimentarse de él.
—Entonces, ¿qué vas a hacer con él?
—Es mi invitado por un tiempo. Tú, por otro lado,
necesitas empacar. —Henry lo empujó hacia el pasillo, pero Clinton se rehusó a
ceder—. Llamaré al Consejo para que te evacuen.
—¿Por qué?
—Porque tenemos a un desagradable Daimon con poderes
inusuales persiguiéndolo. No quiero verte atrapado en la línea de fuego.
Clinton lo miró de un modo extraño.
—No soy un bebé, Henry. No tienes que esconderme a la
primera señal de algo que no sea aburrido.
A pesar de las palabras de Clinton, Henry se veía como un
padre paciente tratando con un niñito.
—No voy a correr riesgos con tu vida, así que ve a
empacar.
Clinton gruñó irritadamente.
—Maldigo el día en que Ken te dio el alma de una vieja y
te hizo peor de lo que cualquier madre podría ser.
—Clinton Lau, ¡muévete! –ladró Henry en un tono tan
dominante que Zhou Mi incluso se sobresaltó.
Clinton lo miró sin expresión y aburridamente. Suspirando
pesadamente, dio media vuelta y caminó de regreso por el pasillo desde el cual
había aparecido.
—Lo juro –gruñó Henry en un tono tan bajo que ella apenas
lo escuchó—, hay veces en que podría ahorcarlo hasta matarlo.
—Bueno, es cierto que le hablas como si tuviera cuatro
años.
Henry se volvió hacia él con una mirada tan amenazante,
que de hecho Zhou Mi dio un paso atrás ante su furia.
—Eso no es asunto tuyo.
Zhou Mi levantó las manos y le devolvió la mirada
furibunda con una propia.
—Discúlpame, señor Malo, pero utilizarás otro tono
conmigo. No soy tu esclavo para que me patees cuando te enojas. No tengo que
quedarme aquí.
—Sí tienes que quedarte.
El lo miró con picardía.
—No lo creo, y a menos que quites ese enojo de tu voz
cuando me hablas, lo único que vas a ver será mi trasero saliendo por esa
puerta –dijo señalando la entrada.
La sonrisa que él le ofreció era perversa y fría.
—¿Alguna vez has intentado escapar de un Vikingo? Hay una
maldita buena razón por la cual los europeos se mojan encima cada vez que
nuestro nombre es mencionado.
Sus palabras la hicieron estremecer.
—No te atreverías.
—Siéntete libre de probarme.
Zhou Mi tragó. Quizás no debería estar tan seguro.
Oh, al demonio con eso. Si él quería una pelea, estaba
más que listo. Alguien que había pasado su vida luchando contra Daimons estaba
más que preparado para enfrentarse a cualquier Cazador Oscuro.
—Permíteme recordarte esto, señor Vikingo Guerrero Bárbaro Rufián:
mientras tus ancestros estaban hurgando por fuego y comida, los míos estaban
dominando los elementos y construyendo un imperio que ni siquiera el mundo
moderno puede tocar. Así que no te atrevas a amenazarme con lo que eres capaz
de hacer. No pienso aceptar eso de ti ni de nadie más. ¿Entendido?
Para su sorpresa, Henry se rió ante sus palabras y se
movió hasta quedar parado enfrente suyo. Sus ojos eran oscuros, peligrosos, y
la excitaban a pesar de lo enojado que estaba con él. El calor del cuerpo de
Henry incineraba el suyo.
Y ahora le faltaba más el aliento.
Más consciente de él y de esa masculinidad cruda y
perturbadora que hacía que cada parte de su ser palpitara.
Él puso su mano sobre la mejilla de Zhou Mi. Una comisura
de sus labios estaba curvada con diversión. La imagen de él observándole era
totalmente devastadora.
—En mis días, habrías valido más que tu peso en oro.
Entonces hizo lo más inesperado de todo: lo besó.
Zhou Mi gimió ante el salvaje sabor de Henry. Su
respiración mezclada con la suya, mientras saqueaba su boca, lo dejaba excitada
y vibrando por él.
Pero bueno, eso no era difícil. No cuando él era tan
deliciosamente perfecto. Tan ardiente.
Su cuerpo entero chisporroteaba ante su cercanía. Ante el
sabor de su lengua danzando con la suya mientras él gruñía gravemente.
Henry lo atrajo más hacia sí. Tan cerca que ella podía
sentir la protuberancia de su pene contra la cadera. Ya estaba duro, y sabía de
primera mano qué tan capaz era como amante. Ese conocimiento le dejaba aún más
jadeante. Necesitado. Henry pasó las manos por su espalda hasta ahuecar su
trasero y apretarlo más contra él.
La rabia de Zhou Mi se derritió ante el deseo que sentía
por este hombre.
—Sabes aún más dulce que antes –susurró él contra sus
labios.
No podía hablar. Era cierto. Esto era mucho más intenso.
Mucho más chispeante que cualquier cosa que hubiese soñado. Todo lo que quería
hacer era quitarle la ropa, tirarlo sobre el piso y montarlo hasta que los dos
estuviesen transpirados y saciados.
Cada parte suya le gritaba que hiciera realidad su
fantasía.
Henry no podía respirar mientras sentía su cuerpo contra
él y entre sus manos. Lo deseaba locamente. Desesperadamente. Peor aún, lo
había tomado suficientes veces en sus sueños como para saber exactamente cuán
apasionado era Zhoumi.
Es un Apolita. La versión más elevada de la fruta
prohibida. La voz de la cordura atravesó su mente.
Él no quería escucharla. Pero no tenía elección.
Soltándolo, se forzó a sí mismo a apartarse. Para su
sorpresa, Zhoumi no lo dejó ir. Lo atrajo de regreso a sus labios y embelesó su
boca con la suya. Henry cerró los ojos y siseó de placer mientras Zhou Mi
penetraba en cada sentido que él poseía. Su aroma lo embriagaba.
Henry no creía que jamás pudiera tener suficiente de ese
aroma. De su cuerpo meneándose contra el suyo.
Lo deseaba más de lo que había deseado nada en su vida.
El joven se apartó y lo miró. Sus ojos estaban brillosos,
sus mejillas sonrojadas por la pasión.
—No eres el único que desea algo imposible, Henry. Por
mucho que me odies por lo que soy, imagina cómo me siento al saber que he
soñado con un hombre que ha exterminado a mi gente por, ¿cuántos siglos, ya?
—Doce –dijo él antes de poder detenerse.
Dio un respingo al oírlo. Sus manos cayeron del rostro de
Henry.
—¿A cuántos de nosotros has matado? ¿Lo sabes?
Él sacudió la cabeza.
—Tenían que morir. Estaban asesinando a gente inocente.
Los ojos de Zhou Mi se oscurecieron y se volvieron
acusadores.
—Estaban sobreviviendo,
Henry. Jamás tuviste que enfrentarte a la posibilidad de estar muerto a los
veintisiete años. Cuando la vida de la mayoría de las personas está comenzando,
nosotros estamos frente a una sentencia de muerte. ¿Tienes alguna idea de lo
que es saber que jamás podrás ver a tus hijos crecer? ¿Qué jamás conocerás a
tus nietos? Mi madre solía decir que éramos flores de la primavera que
estábamos hechos para florecer en una sola estación. Traemos nuestros
dones al mundo y entonces nos reducimos a polvo para que otros puedan venir
después de nosotros.
Levantó la mano derecha para que Henry pudiese ver las
cinco diminutas lágrimas rosa tatuadas en su palma, en forma de pétalos de
flor.
—Cuando los que amamos
mueren, los inmortalizamos así. Tengo una por mi madre y las otras cuatro por
mis hermanas. Nadie jamás conocerá la belleza de la risa de mis hermanas. Nadie
recordará la gentileza de la sonrisa de mi madre. Dentro de ocho meses, mi
padre ni siquiera tendrá suficiente de mí para enterrar. Me convertiré en un
puñado de polvo. ¿Y por qué?...
…¿Por algo que mi tatara-tatara-tatara-algo hizo? He
estado solo toda mi vida, porque no me atrevo a dejar que alguien me conozca.
No quiero amar por miedo a dejar a alguien como mi padre que sufra por mi
muerte. Yo seré un vago sueño, y aún así tú estás aquí, Henry Lau. Un canalla
que una vez vagó por el mundo asaltando aldeas. ¿A cuánta gente asesinaste en
tu vida como humano mientras buscabas tesoros y fama? ¿Eras mejor que los
Daimons que matan para poder vivir? ¿Qué te hace mejor que nosotros?
—No es lo mismo.
La incredulidad le inundó porque él no podía ver lo que
era tan evidente.
—¿No lo es? Sabes, visité tu página web y vi los nombres
allí listados. Kangin de Tracia, Hyukjae de Macedonia, Siwon. He estudiado
historia toda mi vida y conozco cada uno de esos nombres y el terror que
forjaban en su tiempo. ¿Por qué está bien que los Cazadores Oscuros tengan la
inmortalidad aunque la mayoría de ustedes eran asesinos mientras eran humanos,
mientras que nosotros estamos condenados desde el nacimiento por cosas que
jamás hicimos? ¿Dónde existe la justicia?
Henry no quería escuchar sus palabras. Jamás había
pensado en los Daimons y en porqué hacían lo que hacían. Él tenía un trabajo
que hacer, así que los mataba. Los Cazadores Oscuros eran quienes estaban en lo
correcto. Eran protectores de la humanidad. Los Daimons eran los depredadores
que merecían ser perseguidos y asesinados.
—Los Daimons son malignos.
—¿Yo soy maligno?
No, no lo era. El era…
Era otras cosas que él no se atrevía a mencionar.
—Eres un Apolita –dijo enérgicamente.
—Soy un joven, Henry –dijo sencillamente, con la voz
llena de emoción—. Lloro y me lamento. Río y amo. Al igual que mi madre lo
hizo. No veo la diferencia entre nosotros y cualquier otra persona del planeta.
Él se encontró con su mirada, y el fuego en sus ojos lo
quemó.
—Yo sí, Zhou Mi. Yo veo la diferencia.
Sus palabras le hirieron en lo más vivo.
—Entonces no tenemos nada más de qué hablar. Somos
enemigos. Es todo lo que podemos ser.
Henry respiró profundamente mientras él decía una verdad
que no podía ser modificada. Desde el día en que Apolo había condenado a sus
propios hijos, los Cazadores Oscuros y los Apolitas habían sido enemigos a
muerte.
—Lo sé –dijo él suavemente, con la garganta seca al darse
cuenta de eso. No quería ser enemigo, no de él.
¿Pero cómo podrían ser otra cosa alguna vez?
Él no había elegido esta vida por sí mismo, pero había
dado su palabra de vivirla ahora. Eran enemigos.
Y eso lo mataba por dentro.
—Deja que te muestre dónde puedes dormir.
Lo condujo al ala opuesta
a la de Clinton, donde podría tener toda la privacidad que quisiera. Zhou Mi no
dijo nada mientras Henry lo dejaba en una habitación grande y cómoda. Su corazón
estaba abatido, anhelando cosas que eran tontas y estúpidas. ¿Qué quería de él?
No había modo de impedirle que asesinara a su gente. Así
era el mundo, y ninguna cantidad de argumentos cambiaría eso.
No había esperanzas de tener una relación con él o con
ningún otro hombre. Su vida estaba casi terminada ahora. ¿Y dónde los dejaba
eso?
En ningún lado.
Así que recurrió al humor que le había ayudado a pasar
por las tragedias de su vida. Era todo lo que tenía.
—Dime, si me pierdo en este lugar, ¿tienes un equipo de
búsqueda disponible para encontrarme nuevamente?
Él no rió. Había un sólido muro entre los dos ahora. Se
había cerrado completamente a él. Era mejor así.
—Iré a buscarte algo para dormir –dijo comenzando a
alejarse.
—Ni siquiera confías en mí como para mostrarme dónde
duermes, ¿eh?
Su mirada fue perforante.
—Ya has visto donde duermo.
El rostro de Zhou Mi se sonrojó mientras recordaba el más
erótico de sus sueños. Ese en el que había observado el bronceado cuerpo de
Henry en los espejos, deslizándose contra el suyo mientras le hacía el amor
lenta y apasionadamente.
—¿La cama de hierro negro?
Él asintió y se fue.
Una vez solo, Zhou Mi se sentó sobre el colchón y apartó
sus pensamientos.
—¿Qué estoy haciendo aquí?
Una parte de él le decía que lo mandara al demonio y que
corriera el riesgo con Dylan. Pero otra parte quería regresar a sus sueños y
simular que este día no había sucedido. No, lo que quería era lo único que
sabía que jamás podría tener…
Quería una fantasía prohibida; un hombre que le
perteneciera, al cual aferrarse. Un hombre con el que pudiera envejecer. Uno
que sostuviera su mano mientras traía su bebé al mundo. Era tan imposible que
había enterrado esos sueños muchos años atrás.
Hasta ahora, jamás había conocido a alguien que le
hiciera anhelar esas cosas que le eran negadas. No hasta que había mirado
fijamente un par de ojos negros y había escuchado a un guerrero hablar acerca
de mantener a un niño a salvo.
Un hombre que se sentía culpable por su pasado. Zhou Mi
añoraba eso ahora. Y era un deseo imposible.
Henry jamás podría ser suyo, y aunque lo fuese, estaría
muerto en cuestión de meses. Con la cabeza entre las manos, lloró.
Aww~ Que injusto...pobre Mimi~
ResponderEliminarTT___TT
No se vale~
Oh pobre Mimi, tiene tan poco tiempo espero que Henry se que estan destinados, por algo se encuentran en sus sueños, algo los hace acercarse por eso es epecial. Esta increible Yota.
ResponderEliminar