Amante Enemigo(DH5)- 9




Zhou Mi observó el elegante garaje de un hombre que había vivido durante incalculables siglos. Luego miró el pequeño anillo de sello que tenía en la mano derecha, que su madre le había dado días antes de morir. Un anillo que había sido transmitido a través de su familia desde que su primer ancestro se había desintegrado prematuramente en polvo.

De pronto, Zhou Mi se largó a reír. Henry pareció divertido por su humor.

—¿Estás bien?

—No –dijo, intentando calmarse—. Me parece que se me soltó un cable en algún momento esta noche. O como mínimo ingresé al reino de la Dimensión Desconocida.

El ceño de Henry se acentuó.

—¿Qué quieres decir?

—Bueno, veamos… —observó su reloj de oro—. Son sólo las once de la noche y hoy he ido a un club cuyos dueños parecen ser panteras que cambian de forma, donde un grupo de vampiros asesinos a sueldo y un posible dios me atacaron. Regresé a casa sólo para ser atacado nuevamente por los ya mencionados asesinos, el dios, y luego un dragón. Un Cazador Oscuro me salvó. Mi guardaespaldas podría o no estar bajo el servicio de una diosa y acabo de conocer a un espíritu de los sueños. Terrible día, ¿eh?


Por primera vez desde que lo había conocido en persona, vio un asomo de sonrisa en el pícaramente apuesto rostro de Henry.

—Sólo un típico día en la vida, en mi opinión —dijo.

Se aproximó a él y revisó su cuello, donde Dylan lo había mordido. Sus dedos eran tibios contra su piel. Gentil y tranquilizador. Su aroma llenó la cabeza de Zhou Mi y lo hizo desear que pudiesen regresar por un momento, y sólo ser amigos nuevamente.

Había un poquito de sangre en su camisa.

—Parece que ya está cerrada.

—Lo sé –dijo con calma.

Había un gel coagulante en la saliva de los Apolitas, que era la razón por la cual tenían que chupar la sangre continuamente una vez que abrían una herida. De otro modo, la herida se cerraría antes de que tuvieran la oportunidad de alimentarse. El gel que secretaban también podía cegar a los humanos si un Apolita escupía en sus ojos.

El sólo estaba agradecido que la mordedura no le hubiese unido a Dylan de ningún modo. Sólo los Were-Hunters tenían esa habilidad.

Henry se apartó de él y lo condujo hacia su casa. No estaba seguro de porqué le habían encargado a él la tarea de protegerle, pero hasta que Shindong le dijera lo contrario, él cumpliría con su deber. Y condenados sus sentimientos.

Mientras abría la puerta, su celular sonó.

Henry contestó y se encontró con que era Bin del otro lado.

—Hey, ¿encontraste a Hyungjoon?

—Sí –dijo Bin—. Me dijo que simplemente salió a quitar la basura y al regresar Zhou Mi no estaba.

Él le transmitió la información a Zhou Mi, quien pareció confundido.

—¿Qué quieres que haga con Hyungjoon? –le preguntó Henry.

—¿Puede venir aquí?

Sí. Cuando el ecuador se congele. No pensaba permitir que Hyungjoon estuviera cerca de Clinton o de su hogar hasta que supiera más sobre él y sus lealtades.

—Hey, Bin, ¿puede quedarse contigo?

Zhou Mi lo miró con los ojos entrecerrados con malicia.

—Eso no es lo que dije.

Él levantó la mano para silenciarlo.

—Sí, está bien. Te llamaré una vez que estemos instalados –y colgó. Zhou Mi se erizó ante su actitud despótica.

—No me gusta que me hagan callar.

—Mira –dijo, ajustando el teléfono a su cinto—. Hasta que sepa más de tu amigo, no voy a invitarlo a mi hogar, donde vive Clinton. No me importa jugar con mi vida, pero que me condenen nuevamente antes de jugar con la de él. ¿Entendiste?

Zhou Mi dudó mientras recordaba lo que le había dicho en sus sueños acerca de Clinton y cuánto significaba para él.

—Lo siento. No pensé en eso. Así que, ¿él vive aquí también?

Henry asintió mientras encendía una luz en el pasillo trasero. A su derecha había una escalera y a la izquierda un pequeño baño. Más adelante por el pasillo estaba la cocina. Grande y bien ventilada, estaba escrupulosamente limpia y tenía un diseño muy moderno.

Henry colgó sus llaves en un pequeño llavero junto al horno.

—Siéntete como en casa. Hay cerveza, vino, leche, jugo y gaseosa en el refrigerador.

Le mostró el sitio donde estaban los vasos y los platos, sobre el lavavajillas. Salieron de la cocina y él apagó las luces antes de conducirla hacia un living abierto y atrayente. Había dos sofás de cuero negro, un sillón que hacía conjunto, y una florida caja de plata de diseño medieval como mesa de centro. Sobre una pared había un centro de entretenimiento, completo con una TV de pantalla gigante, estéreo, DVD y video-casetera, junto a cada sistema de videojuegos conocido por la humanidad.

Levantó la cabeza ante lo que veía, mientras imaginaba al enorme y voluminoso guerrero Vikingo jugando a los juegos. Parecía completamente incompatible con él y su actitud demasiado seria.

—¿Juegas?

—A veces –dijo, con la voz grave—. Más que nada, Clinton juega. Yo prefiero vegetar frente a mi computadora.

Se abstuvo de reír ante la imagen que tenía. Henry era demasiado intenso para simplemente "vegetar."

Henry se quitó el abrigo y lo echó encima del sillón. Zhou Mi escuchó que alguien se acercaba por el pasillo hacia el living.

—Hey, hombretón, ¿no has visto…? –la voz de Clinton se fue apagando mientras entraba a la habitación vistiendo un pantalón pijama de franela azul marino y una remera blanca.

Se quedó boquiabierto.

—Hola, Clinton –dijo Zhou Mi.

Clinton no habló por varios minutos, mientras miraba a uno y a otro alternativamente. Cuando finalmente habló, su voz era una mezcla entre exasperación y enojo.

—No, no, no. Esto no está bien. Finalmente encuentro a alguien que en realidad me permite entrar a su hogar y, ¿lo traes a casa para ti mismo? –El rostro de Clinton palideció, como si hubiese pensado en otra cosa—. Oh, por favor dime que lo trajiste a casa para ti y no para mí. No estás haciendo de proxeneta otra vez, ¿verdad, Henry? Juro que voy a clavarte una estaca mientras duermes si lo hiciste.

—Discúlpame –dijo Zhou Mi, interrumpiendo la perorata de Clinton, que parecía entretener a Henry—. Resulta que estoy parado aquí mismo. ¿Qué tipo de persona crees que soy?

—Una muy agradable –dijo Clinton, redimiéndose instantáneamente—, pero Henry es extremadamente autoritario, y tiende a intimidar a las personas para que hagan lo que él desea.

Henry resopló al escuchar eso.

—¿Entonces por qué no puedo intimidarte para que procrees?

—¡Ves! –dijo Clinton, levantando su mano, triunfante—. Soy el único humano en la historia en tener a un Vikingo entrometido propio. Dios, cómo desearía que mi padre hubiese sido un hombre fértil.

Zhou Mi rió ante la imagen que las palabras de Clinton habían conjurado en su mente.

—Vikingo entrometido, ¿eh?

Clinton suspiró con irritación.

—No tienes idea… —se quedó callado y luego los miró con el ceño fruncido—. ¿Y por qué está él aquí, Henry?

—Lo estoy protegiendo.

—¿De?

—Daimons.

—Grandes y malos –agregó Zhou Mi.

Clinton se lo tomó mejor de lo que hubiese imaginado.

—¿El sabe acerca de nosotros?

Henry asintió.

—Sabe prácticamente todo.

—¿Es por eso que estabas preguntando por cazadoroscuro.com? –le preguntó Clinton a Zhou Mi.

—Sí. Quería encontrar a Henry.

Clinton sospechó inmediatamente.

—Está bien, Clinton –explicó Henry—. Va a quedarse con nosotros algún tiempo. No tienes que ocultarle nada.

—¿Lo juras?

—Sí.

Clinton pareció muy complacido por eso.

—Así que lucharon contra algunos Daimons, ¿eh? Ojalá pudiera. Henry se vuelve loco incluso si tomo un cuchillo de untar. —Zhou Mi rió—. En serio –dijo Clinton sinceramente—. Es peor que una mamá gallina. Entonces, ¿a cuántos Daimons mataron?

—Ninguno –murmuró Henry—. Estos son mucho más fuertes que los típicos chupa almas.

—Bueno, eso debería hacerte feliz –le dijo Clinton a Henry—. Finalmente tienes a alguien contra quien puedes pelear hasta estar ensangrentado y amoratado. –Se volvió hacia Zhou Mi—. ¿Henry te ha explicado su pequeño problema?

Los ojos de Zhou Mi se ensancharon mientras intentaba pensar en qué “pequeño” problema podría tener Henry.

Inconscientemente, su mirada bajó hacia su entrepierna.

—¡Hey! – Dijo Henry con brusquedad—. Ese jamás ha sido mi problema. Ese es el problema de él.

—¡Tonterías! – Respondió Clinton del mismo modo—. Tampoco tengo ningún problema allí. Mi único problema eres tú, entrometiéndote todo el tiempo para que me acueste con alguien.

Oh, Zhou Mi realmente no quería saber adónde estaba llevando esta conversación. Era demasiada información sobre ambos hombres.

—Bueno, entonces, ¿de qué problema estabas hablando? –le preguntó a Clinton.

—El hecho de que si sales de la habitación, para el momento en que llegues al final del pasillo, no lo recordarás.

—Oh –dijo al comprenderlo—. Eso.

—Sí, eso.

—No es un problema –dijo Henry mientras cruzaba los brazos sobre el pecho—. El me recuerda.

—Ah, hombre –dijo Clinton, su rostro demudado por el desagrado—. ¿Le he hecho insinuaciones a un pariente? Eso es tan enfermo.

Henry puso los ojos en blanco.

—El no está emparentado con nosotros.

Clinton pareció aliviado por un segundo, luego se vio mal nuevamente.

—Bueno, entonces eso es aún peor. Finalmente encuentro a alguien que no piensa que soy un completo perdedor, ¿y está aquí para ti? ¿Qué sucede aquí? —Clinton se detuvo. La luz volvió a su rostro como si hubiese tenido una idea aún mejor—. Oh, espera, ¿qué estoy diciendo? Si él te recuerda, ¡estoy libre! ¡Wahoo! —Clinton comenzó a bailar alrededor del sofá.

Zhou Mi miró fijamente sus movimientos caóticos y fuera de ritmo. Henry realmente tenía que permitir que el chico saliera más seguido.

—No te emociones demasiado, Clinton Lau –dijo Henry, esquivándolo cuando Clinton dio la vuelta al sillón para intentar incluirlo en el baile—. Resulta que él es Apolita.

Clinton se quedó helado, luego se calmó.

—No puede serlo, lo he visto a la luz del día y no tiene colmillos.

—Soy mitad Apolita.

Clinton se paró detrás de Henry como si de pronto tuviese miedo de que pudiera empezar a alimentarse de él.

—Entonces, ¿qué vas a hacer con él?

—Es mi invitado por un tiempo. Tú, por otro lado, necesitas empacar. —Henry lo empujó hacia el pasillo, pero Clinton se rehusó a ceder—. Llamaré al Consejo para que te evacuen.

—¿Por qué?

—Porque tenemos a un desagradable Daimon con poderes inusuales persiguiéndolo. No quiero verte atrapado en la línea de fuego.

Clinton lo miró de un modo extraño.

—No soy un bebé, Henry. No tienes que esconderme a la primera señal de algo que no sea aburrido.

A pesar de las palabras de Clinton, Henry se veía como un padre paciente tratando con un niñito.

—No voy a correr riesgos con tu vida, así que ve a empacar.

Clinton gruñó irritadamente.

—Maldigo el día en que Ken te dio el alma de una vieja y te hizo peor de lo que cualquier madre podría ser.

—Clinton Lau, ¡muévete! –ladró Henry en un tono tan dominante que Zhou Mi incluso se sobresaltó.

Clinton lo miró sin expresión y aburridamente. Suspirando pesadamente, dio media vuelta y caminó de regreso por el pasillo desde el cual había aparecido.

—Lo juro –gruñó Henry en un tono tan bajo que ella apenas lo escuchó—, hay veces en que podría ahorcarlo hasta matarlo.

—Bueno, es cierto que le hablas como si tuviera cuatro años.

Henry se volvió hacia él con una mirada tan amenazante, que de hecho Zhou Mi dio un paso atrás ante su furia.

—Eso no es asunto tuyo.

Zhou Mi levantó las manos y le devolvió la mirada furibunda con una propia.

—Discúlpame, señor Malo, pero utilizarás otro tono conmigo. No soy tu esclavo para que me patees cuando te enojas. No tengo que quedarme aquí.

—Sí tienes que quedarte.

El lo miró con picardía.

—No lo creo, y a menos que quites ese enojo de tu voz cuando me hablas, lo único que vas a ver será mi trasero saliendo por esa puerta –dijo señalando la entrada.

La sonrisa que él le ofreció era perversa y fría.

—¿Alguna vez has intentado escapar de un Vikingo? Hay una maldita buena razón por la cual los europeos se mojan encima cada vez que nuestro nombre es mencionado.

Sus palabras la hicieron estremecer.

—No te atreverías.

—Siéntete libre de probarme.

Zhou Mi tragó. Quizás no debería estar tan seguro.

Oh, al demonio con eso. Si él quería una pelea, estaba más que listo. Alguien que había pasado su vida luchando contra Daimons estaba más que preparado para enfrentarse a cualquier Cazador Oscuro.

—Permíteme recordarte esto, señor Vikingo Guerrero Bárbaro Rufián: mientras tus ancestros estaban hurgando por fuego y comida, los míos estaban dominando los elementos y construyendo un imperio que ni siquiera el mundo moderno puede tocar. Así que no te atrevas a amenazarme con lo que eres capaz de hacer. No pienso aceptar eso de ti ni de nadie más. ¿Entendido?

Para su sorpresa, Henry se rió ante sus palabras y se movió hasta quedar parado enfrente suyo. Sus ojos eran oscuros, peligrosos, y la excitaban a pesar de lo enojado que estaba con él. El calor del cuerpo de Henry incineraba el suyo.

Y ahora le faltaba más el aliento.

Más consciente de él y de esa masculinidad cruda y perturbadora que hacía que cada parte de su ser palpitara.

Él puso su mano sobre la mejilla de Zhou Mi. Una comisura de sus labios estaba curvada con diversión. La imagen de él observándole era totalmente devastadora.

—En mis días, habrías valido más que tu peso en oro.

Entonces hizo lo más inesperado de todo: lo besó.

Zhou Mi gimió ante el salvaje sabor de Henry. Su respiración mezclada con la suya, mientras saqueaba su boca, lo dejaba excitada y vibrando por él.

Pero bueno, eso no era difícil. No cuando él era tan deliciosamente perfecto. Tan ardiente.

Su cuerpo entero chisporroteaba ante su cercanía. Ante el sabor de su lengua danzando con la suya mientras él gruñía gravemente.

Henry lo atrajo más hacia sí. Tan cerca que ella podía sentir la protuberancia de su pene contra la cadera. Ya estaba duro, y sabía de primera mano qué tan capaz era como amante. Ese conocimiento le dejaba aún más jadeante. Necesitado. Henry pasó las manos por su espalda hasta ahuecar su trasero y apretarlo más contra él.

La rabia de Zhou Mi se derritió ante el deseo que sentía por este hombre.

—Sabes aún más dulce que antes –susurró él contra sus labios.

No podía hablar. Era cierto. Esto era mucho más intenso. Mucho más chispeante que cualquier cosa que hubiese soñado. Todo lo que quería hacer era quitarle la ropa, tirarlo sobre el piso y montarlo hasta que los dos estuviesen transpirados y saciados.

Cada parte suya le gritaba que hiciera realidad su fantasía.


Henry no podía respirar mientras sentía su cuerpo contra él y entre sus manos. Lo deseaba locamente. Desesperadamente. Peor aún, lo había tomado suficientes veces en sus sueños como para saber exactamente cuán apasionado era Zhoumi.

Es un Apolita. La versión más elevada de la fruta prohibida. La voz de la cordura atravesó su mente.

Él no quería escucharla. Pero no tenía elección.

Soltándolo, se forzó a sí mismo a apartarse. Para su sorpresa, Zhoumi no lo dejó ir. Lo atrajo de regreso a sus labios y embelesó su boca con la suya. Henry cerró los ojos y siseó de placer mientras Zhou Mi penetraba en cada sentido que él poseía. Su aroma lo embriagaba.

Henry no creía que jamás pudiera tener suficiente de ese aroma. De su cuerpo meneándose contra el suyo.

Lo deseaba más de lo que había deseado nada en su vida.

El joven se apartó y lo miró. Sus ojos estaban brillosos, sus mejillas sonrojadas por la pasión.

—No eres el único que desea algo imposible, Henry. Por mucho que me odies por lo que soy, imagina cómo me siento al saber que he soñado con un hombre que ha exterminado a mi gente por, ¿cuántos siglos, ya?

—Doce –dijo él antes de poder detenerse.

Dio un respingo al oírlo. Sus manos cayeron del rostro de Henry.

—¿A cuántos de nosotros has matado? ¿Lo sabes?

Él sacudió la cabeza.

—Tenían que morir. Estaban asesinando a gente inocente.

Los ojos de Zhou Mi se oscurecieron y se volvieron acusadores.

—Estaban sobreviviendo, Henry. Jamás tuviste que enfrentarte a la posibilidad de estar muerto a los veintisiete años. Cuando la vida de la mayoría de las personas está comenzando, nosotros estamos frente a una sentencia de muerte. ¿Tienes alguna idea de lo que es saber que jamás podrás ver a tus hijos crecer? ¿Qué jamás conocerás a tus nietos? Mi madre solía decir que éramos flores de la primavera que estábamos hechos para florecer en una sola estación. Traemos nuestros dones al mundo y entonces nos reducimos a polvo para que otros puedan venir después de nosotros.

Levantó la mano derecha para que Henry pudiese ver las cinco diminutas lágrimas rosa tatuadas en su palma, en forma de pétalos de flor.

—Cuando los que amamos mueren, los inmortalizamos así. Tengo una por mi madre y las otras cuatro por mis hermanas. Nadie jamás conocerá la belleza de la risa de mis hermanas. Nadie recordará la gentileza de la sonrisa de mi madre. Dentro de ocho meses, mi padre ni siquiera tendrá suficiente de mí para enterrar. Me convertiré en un puñado de polvo. ¿Y por qué?...

…¿Por algo que mi tatara-tatara-tatara-algo hizo? He estado solo toda mi vida, porque no me atrevo a dejar que alguien me conozca. No quiero amar por miedo a dejar a alguien como mi padre que sufra por mi muerte. Yo seré un vago sueño, y aún así tú estás aquí, Henry Lau. Un canalla que una vez vagó por el mundo asaltando aldeas. ¿A cuánta gente asesinaste en tu vida como humano mientras buscabas tesoros y fama? ¿Eras mejor que los Daimons que matan para poder vivir? ¿Qué te hace mejor que nosotros?

—No es lo mismo.

La incredulidad le inundó porque él no podía ver lo que era tan evidente.

—¿No lo es? Sabes, visité tu página web y vi los nombres allí listados. Kangin de Tracia, Hyukjae de Macedonia, Siwon. He estudiado historia toda mi vida y conozco cada uno de esos nombres y el terror que forjaban en su tiempo. ¿Por qué está bien que los Cazadores Oscuros tengan la inmortalidad aunque la mayoría de ustedes eran asesinos mientras eran humanos, mientras que nosotros estamos condenados desde el nacimiento por cosas que jamás hicimos? ¿Dónde existe la justicia?

Henry no quería escuchar sus palabras. Jamás había pensado en los Daimons y en porqué hacían lo que hacían. Él tenía un trabajo que hacer, así que los mataba. Los Cazadores Oscuros eran quienes estaban en lo correcto. Eran protectores de la humanidad. Los Daimons eran los depredadores que merecían ser perseguidos y asesinados.

—Los Daimons son malignos.

—¿Yo soy maligno?

No, no lo era. El era…

Era otras cosas que él no se atrevía a mencionar.

—Eres un Apolita –dijo enérgicamente.

—Soy un joven, Henry –dijo sencillamente, con la voz llena de emoción—. Lloro y me lamento. Río y amo. Al igual que mi madre lo hizo. No veo la diferencia entre nosotros y cualquier otra persona del planeta.

Él se encontró con su mirada, y el fuego en sus ojos lo quemó.

—Yo sí, Zhou Mi. Yo veo la diferencia.

Sus palabras le hirieron en lo más vivo.

—Entonces no tenemos nada más de qué hablar. Somos enemigos. Es todo lo que podemos ser.

Henry respiró profundamente mientras él decía una verdad que no podía ser modificada. Desde el día en que Apolo había condenado a sus propios hijos, los Cazadores Oscuros y los Apolitas habían sido enemigos a muerte.

—Lo sé –dijo él suavemente, con la garganta seca al darse cuenta de eso. No quería ser enemigo, no de él.

¿Pero cómo podrían ser otra cosa alguna vez?

Él no había elegido esta vida por sí mismo, pero había dado su palabra de vivirla ahora. Eran enemigos.

Y eso lo mataba por dentro.

—Deja que te muestre dónde puedes dormir.

Lo condujo al ala opuesta a la de Clinton, donde podría tener toda la privacidad que quisiera. Zhou Mi no dijo nada mientras Henry lo dejaba en una habitación grande y cómoda. Su corazón estaba abatido, anhelando cosas que eran tontas y estúpidas. ¿Qué quería de él?

No había modo de impedirle que asesinara a su gente. Así era el mundo, y ninguna cantidad de argumentos cambiaría eso.

No había esperanzas de tener una relación con él o con ningún otro hombre. Su vida estaba casi terminada ahora. ¿Y dónde los dejaba eso?

En ningún lado.

Así que recurrió al humor que le había ayudado a pasar por las tragedias de su vida. Era todo lo que tenía.

—Dime, si me pierdo en este lugar, ¿tienes un equipo de búsqueda disponible para encontrarme nuevamente?

Él no rió. Había un sólido muro entre los dos ahora. Se había cerrado completamente a él. Era mejor así.

—Iré a buscarte algo para dormir –dijo comenzando a alejarse.

—Ni siquiera confías en mí como para mostrarme dónde duermes, ¿eh?

Su mirada fue perforante.

—Ya has visto donde duermo.

El rostro de Zhou Mi se sonrojó mientras recordaba el más erótico de sus sueños. Ese en el que había observado el bronceado cuerpo de Henry en los espejos, deslizándose contra el suyo mientras le hacía el amor lenta y apasionadamente.

—¿La cama de hierro negro?

Él asintió y se fue.

Una vez solo, Zhou Mi se sentó sobre el colchón y apartó sus pensamientos.

—¿Qué estoy haciendo aquí?

Una parte de él le decía que lo mandara al demonio y que corriera el riesgo con Dylan. Pero otra parte quería regresar a sus sueños y simular que este día no había sucedido. No, lo que quería era lo único que sabía que jamás podría tener…

Quería una fantasía prohibida; un hombre que le perteneciera, al cual aferrarse. Un hombre con el que pudiera envejecer. Uno que sostuviera su mano mientras traía su bebé al mundo. Era tan imposible que había enterrado esos sueños muchos años atrás.

Hasta ahora, jamás había conocido a alguien que le hiciera anhelar esas cosas que le eran negadas. No hasta que había mirado fijamente un par de ojos negros y había escuchado a un guerrero hablar acerca de mantener a un niño a salvo.

Un hombre que se sentía culpable por su pasado. Zhou Mi añoraba eso ahora. Y era un deseo imposible.

Henry jamás podría ser suyo, y aunque lo fuese, estaría muerto en cuestión de meses. Con la cabeza entre las manos, lloró.




2 comentarios:

  1. Aww~ Que injusto...pobre Mimi~
    TT___TT
    No se vale~

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  2. Oh pobre Mimi, tiene tan poco tiempo espero que Henry se que estan destinados, por algo se encuentran en sus sueños, algo los hace acercarse por eso es epecial. Esta increible Yota.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...