—¿Yesung?
Su garganta vibrada con sus palabras.
—¿Sí?
—Me gustas más cuando eres así de tierno.
Se apartó y frunció el ceño mientras algo cosquilleaba en
su estomago.
—¿Pasa algo malo?
Todo. Éste no era su sueño. Éste era un momento
surrealista. Sus sueños nunca eran agradables. Ni siquiera una vez tuvo a un amante en ellos.
Nunca nadie le había hablado en la forma que él lo hacía.
Nadie alguna vez había abierto la puerta y lo había
dejado entrar en la cabaña una vez que Shindong lo había desterrado.
Salió de la cama y se puso los pantalones. Tenía que
apartarse. Algo estaba mal. Lo sabía profundamente en su interior. Aquí no era
donde él debería estar.
No tenía ninguna relación con él. Ni siquiera en sus
sueños.
Ryeowook miró como el pánico atravesaba la cara de Yesung
mientras se vestía. Envolvió la manta a su alrededor y fue hasta él.
—No tienes que huir de mí.
—No huyo de ti –gruñó él. —No huyo de nadie.
Ryeowook estuvo de acuerdo. No, él no lo hacía. Él era
más fuerte de lo que cualquier hombre tenía derecho a ser. Había recibido
golpes y golpes que nadie debería tener que soportar.
—Quédate conmigo, Yesung.
—¿Por qué? No soy nada para ti.
Ryeowook tocó su brazo.
—No tienes que apartar a todo el mundo.
Gruñendo, se encogió de hombros para separarse de su
contacto.
—No sabes de lo que hablas.
—Lo sé, Yesung, —dijo, deseando que hubiese una forma
para hacerle ver lo que quería mostrarle. —Lo sé. Entiendo que quieras lastimar
a otras personas antes de que te lastimen.
—Seguro que sí, joven príncipe. ¿Cuándo lastimaste a
alguien? ¿Cuándo alguien te lastimó a ti?
—Muéstrame la bondad dentro de ti, Yesung. Sé que está
allí. Sé que en alguna parte debajo de ese dolor hay alguien que sabe cómo
amar. Alguien que sabe cómo cuidar y proteger.
Le estremeció con una risa fría mientras se abotonaba los
pantalones.
–Tú no sabes una mierda —hizo un gruñido feroz y se
dirigió a la puerta.
Ryeowook comenzó a seguirlo, luego cambió de opinión. No
sabía qué hacer. Cómo alcanzarlo.
Quería que sus palabras los confortaran, no que lo
encolerizaran. Pero Yesung nunca reaccionaba en la forma que esperaba.
Frustrado, se vistió y fue tras él.
Aparentemente, la delicadeza no funcionaba con Yesung.
Así es que optó por una ruta diferente.
Lo pasó rozando en el vestíbulo, y le abrió la puerta
principal.
Yesung se detuvo, había luz solar afuera de la puerta y
él no se había prendido en llamas.
Tal vez este era un sueño. Tenía que serlo y todavía...
—¿Qué haces? —preguntó.
—Abriendo la puerta así no te golpea el trasero mientras
pasas a través de ella.
—¿Por qué?
—Dijiste que te querías ir. Así es que vete. Fuera. No
quiero tenerte aquí cuando es obvio que te soy repulsivo.
Su lógica lo desconcertó.
—¿De qué estás hablando?
—¿Qué quieres decir... sobre qué estoy hablando? ¿No es
obvio? Me acuesto contigo y no puedes dejarme lo suficientemente rápido. Lo
siento si no fui lo suficientemente bueno para ti. Al menos hice un intento.
¿No bastante bueno para él? ¿Estaba bromeando?
Le clavó los ojos con incredulidad. Dividido entre querer
maldecirle por su estupidez y quererlo reconfortar.
Su cólera salió victoriosa.
—¿Que no vales la pena? ¿Entonces yo qué soy? ¿Sabias que
antes de que muriera, estaba por debajo, aún de tener sexo por compasión? Nadie
me habría tocado con cualquier parte de su cuerpo. Tenía suerte si usaban una
vara para sacarme del medio. Así es que no te pares ahí y actúes como si
estuvieses todo dolido y me hables de no tener valor. Nadie nunca ha tenido que
pagar a alguien para sacarte de su vista.
Yesung se congeló al darse cuenta de lo que acababa de
decirle. Esas eran cosas que él había mantenido profundamente escondidas en su
interior por siglos. Cosas de las que nunca había hablado con nadie.
Verdades dolorosas que habían languidecido en su corazón,
comiéndolo siglo tras siglo.
Nadie nunca lo había querido cerca. No hasta Ryeowook.
Era por lo que no podía quedarse. Él lo calentaba, y lo
aterrorizaba porque sabía que no podía ser real.
Éste era otro tormento cruel que el destino le había
infligido.
Cuando se despertara, estaría con Ryeowook y no tendría
necesidad de él. Él no tenía un sitio con el Ryeowook real.
Nuca lo tendría.
—Entonces ellos eran ciegos si no podían ver lo que eres,
Yesung. Ellos son los perdedores, no tu.
Dioses, cómo quería creerle. Cómo necesitaba creerle.
—¿Por qué eres tan agradable conmigo?
—Te lo dije, Yesung. Me gustas.
—¿Por qué? Nunca le gusté a nadie.
—Eso no es cierto. Has tenido amigos todo el tiempo, pero
nunca les has permitido que te ayudaran.
—Shindong –dijo él, murmurando la palabra. —Jongjin
—frunció sus labios al pensar en Jongjin.
—Tienes que aprender a extenderte hacia las personas.
—¿Por qué? ¿Así pueden dispararme en la espalda?
—No, así ellos pueden amarte.
—¿Amor? —se rió ante el pensamiento. —¿Quién diantre
necesita eso? He vivido toda mi vida sin eso. No necesito eso y estoy
malditamente seguro que no lo quiero de nadie.
Ryeowook se paró firmemente ante él. Inquebrantable.
—Puedes mentirte todo lo que quieras, pero yo sé la
verdad —sostuvo su mano frente a él. —Tienes que aprender a confiar en alguien,
Yesung. Has sido valiente toda tu vida. Ahora muéstrame ese coraje. Toma mi
mano. Confía en mí y juro que no te traicionaré.
Se quedó parado allí indeciso, su corazón martillando.
Nunca había estado más aterrorizado.
Ni siquiera el día que lo habían matado.
—Confía en mí, Por Favor. Nunca te lastimaré.
Él clavó los ojos en su mano. Era larga y agraciada.
Delicada. Una mano diminuta.
La mano de un amante. Quería correr.
En lugar de eso, se encontró levantando su mano y
enlazando sus dedos con los de él.
Las lágrimas caían por las mejillas de Ryeowook, mientras
sentía la fuerza caliente de su mano, al ver sus largos dedos entrelazados con
los suyos. Su mano envolvía la suya con poder.
Esas manos habían matado, pero también habían protegido.
Lo habían cuidado y le habían dado placer.
Por ese simple acto, supo que finalmente había hecho
contacto con él. Había alcanzado lo inalcanzable.
Luego el contacto se perdió.
La cara de Yesung se endureció al soltar con fuerza su
mano.
—No quiero ser cambiado. Ni por ti. Ni por nadie.
Gruñendo con ira, lo rozó al pasar y caminó hacia la
puerta. Ryeowook hizo algo que nunca antes había hecho.
Maldijo.
Maldito él por no quedarse. Maldito por ser tan estúpido.
—Te lo dije, es un culo duro.
Se giró para ver a M'Adoc parado tras él, mirando
fijamente hacia la puerta mientras Yesung se alejaba caminando con paso pesado
sobre la nieve.
—¿Cuánto tiempo has estado escuchando a escondidas?
—preguntó.
—No por mucho. Sé cuando no entrometerme en un sueño.
Ryeowook entrecerró sus ojos significativamente.
—Mejor que sea así.
Haciendo caso omiso de él y de su amenaza tácita, se
movió para mirar a Yesung abriéndose camino a través de la nieve.
—¿Qué vas a hacer ahora? —preguntó.
—Golpearlo con una vara hasta que entre en razones.
—No serías el primera en intentarlo –dijo M'Adoc
secamente. –El problema es que es inmune a eso.
Ryeowook dejó un largo suspiro, rendido. Era cierto.
—No sé qué hacer —confesó —me siento tan indefenso,
desvalido respecto a él.
—No deberías haberlo atrapado aquí o a ti mismo, en todo
caso. Es peligroso permanecer en este reino demasiado tiempo.
—Lo sé, ¿pero que otra cosa podía hacer? Él no permanece
quieto y estaba decidido a dejar mi cabaña. Sabes que no puedo permitir eso —.
Hizo una pausa y le dirigió al Dream Hunter una mirada suplicante. —Necesito
una guía, M'Adoc. Desearía poder hablar con Shindong. Él es el único que sé que
me podría contar sobre Yesung.
—No. Yesung puede contarte.
—Pero no lo hará.
Él sostuvo su mirada.
—¿Entonces te das por vencido?
—Nunca.
Él le dirigió una rara sonrisa dejándole saber que estaba
leyendo sus emociones.
–No me imaginé tanto. Me alegra saber que ya no estás
desanimado.
—¿Pero cómo lo alcanzo? Estoy abierto a todas las ideas y
sugerencias en este punto.
M'Adoc extendió la mano y un pequeño libro, azul oscuro,
apareció en su palma. Se lo dio.
Ryeowook miró la copia de El Principito en sus manos.
—También es el libro favorito de Yesung –dijo M'Adoc. No
era extraño que Yesung hubiera podido citárselo.
M'Adoc dio un paso atrás.
—Es un libro de desengaño y supervivencia. Un libro de
magia, esperanza y promesa. Insólito que le llegara al corazón, no?
M'Adoc salió del sueño brillando intermitentemente y lo
dejó hojeando el libro. Vio que M'Adoc había marcado ciertos pasajes y
párrafos.
Ryeowook cerró la puerta y se lo llevó al confortable
sillón que repentinamente había aparecido en la cabaña.
Sonrió. A todos los dioses del sueño les gustaba hablar
en acertijos y metáforas. Rara vez decían algo categóricamente, sino que hacían
a las personas procesar sus respuestas.
M'Adoc, el jefe de los Oneroi, había dejado sus pistas en
este libro.
Si esto podía ayudarle a comprender a Yesung, entonces
leería lo que le había marcado.
Tal vez entonces pudiera tener la esperanza de salvarlo.
Jongjin se zambulló en la pequeña tienda de artículos
varios y se sacudió como un perro mojado saliendo de la lluvia. Estaba tan
malditamente frío aquí que no lo podía aguantar.
¿Cómo había sobrevivido Yesung en Alaska antes de la
calefacción central? Tenía que darle crédito a su amigo. Un hombre tenía que
ser duro y peligroso para vivir aquí sin ayuda de amigos o Escuderos.
Personalmente, prefería ser azotado por pistolas y tirado
desnudo en un nido de serpientes cascabel.
Había un señor mayor detrás del mostrador que le dirigió
una sonrisa conocedora, como si entendiera por qué Jongjin había maldecido tan
pronto como entró. El hombre tenía la cabeza cubierta de gruesas canas y una
barba coloreada tipo sal y pimienta. Su viejo suéter verde tenía remiendos,
pero tenía buen aspecto y se veía abrigado.
—¿Lo puedo ayudar?
Jongjin bajó la bufanda de su cara y asintió brusca y
amigablemente al hombre.
—Hola, señor –dijo arrastrando las palabras en forma
educada. —Estoy en busca de café negro o cualquier otra cosa que tenga, que
esté caliente. Realmente caliente.
El hombre se rió y apuntó hacia una cafetera en la parte
trasera.
—Usted no debe ser de por aquí.
Jongjin se dirigió hacia el café.
—No, señor, y gracias a Dios por eso.
El viejo se rió otra vez.
—Ah, quédese por aquí un tiempo y su sangre se espesará
lo suficientemente hasta que ni siquiera lo advierta.
Lo dudaba. Su sangre tendría que estar petrificada para
no sentir este frío.
Jongjin vertió café hasta el tope en un vaso térmico y se
dirigió al mostrador. Lo apoyó y buscó a través de los cinco millones de capas
de abrigo, de la camisa de franela, suéter, y calzoncillos largos de lana,
hasta sacar la billetera de su bolsillo trasero, para pagar. Su mirada cayó a
una caja de vidrio, en donde alguien había colocado una figura de madera,
tallada a mano, de un cowboy sobre un potro salvaje.
Jongjin frunció el ceño al reconocer al caballo y luego
al hombre.
Era él.
Le había enviado a Yesung, por correo electrónico, una
foto del verano pasado, de él montando su último semental. Maldición si esa no
era una copia exacta de la foto.
—Oiga –dijo el viejo caballero al advertirlo también.
—Usted se parece a mi estatua.
—Sí, señor, advertí eso. ¿Dónde la consiguió?
El hombre miraba de la figura a él para comparar sus
parecidos.
—La subasta anual de Navidad que tuvimos en noviembre pasado.
Jongjin frunció el ceño.
—¿La subasta de Navidad?
—Cada año el Club Jirafa se reúne para
juntar dinero para los pobres y enfermos. Tenemos una subasta anual, y por los
últimos, no sé bien, veinte años o así, Santa ha estado dejando un par de
bolsas inmensas con piezas como esta, talladas en madera, que vendemos.
Pensamos que es un artista local o algo por el estilo quién no quiere hacer
saber donde vive. Todos los meses un giro postal de bastante dinero llega
anónimamente a nuestro apartado de correos, también. La mayor parte de nosotros
cree que es el mismo tipo.
—¿Santa, como Santa Claus?
El hombre asintió con la cabeza.
—Sé que es un nombre estúpido, pero no sabemos como llamarlo.
Es simplemente un tipo que viene en invierno y hace buenas acciones. La policía
lo ha visto una o dos veces llevando las bolsas a nuestro centro, pero lo dejan
solo. Él palea los caminos de acceso de las personas de edad y talla un montón
de esas esculturas de hielo que usted probablemente ha visto alrededor del
pueblo.
Jongjin sintió que su mandíbula se aflojaba, luego
rápidamente mordió para cerrarla antes de mostrar sus colmillos. Sí. Él había
visto esas esculturas.
¿Pero Yesung?
Difícilmente parecía algo que el ex esclavo haría. Su
amigo era brusco en el mejor de los casos y categóricamente irascible en el
peor ellos.
Pero claro, Yesung nunca le había dicho lo que hacía aquí
para pasar el rato. Nunca le decía mucho de nada, realmente.
Jongjin pagó por el café, luego regresó a la calle.
Caminó hasta el final de esta, donde una de las
esculturas de hielo descansaba en una intersección. Era un alce, de casi dos
metros y medio de altura. La luz de luna brillaba sobre la superficie, que estaba
tan intrincadamente esculpida, que parecía que el alce estaba listo para
soltarse y correr hacia su casa.
¿El trabajo de Yesung? Es que no parecía bien.
Jongjin fue a tomar otro sorbo de café sólo para
percatarse que ya se había enfriado.
—Odio Alaska —refunfuñó, lanzando el café al suelo y
tapando el vaso. Antes de que pudiera encontrar un cubo de basura, su teléfono
celular sonó.
Comprobó la identificación del que llamaba para ver que
era uno de los Escuderos de los Ritos de Sangre que estaban aquí para cazar a Yesung.
Parece ser que una vez que los Oráculos se enteraron que Artemisa y Dionisio
querían muerto a Yesung, inmediatamente habían notificado al Concejo, quien a
su vez había enviado a una banda de Escuderos para cazar y matar al Cazador
Oscuro sentenciado.
Jongjin era todo lo que había entre ellos y Yesung.
Respondió la llamada.
—Si, ¿qué necesitas?
—Tenemos un problema.
—¿Y cuál es?
—¿Conoces al joven que ayudaba a Yesung? ¿Mathias?
—¿Que sucede con él?
—Lo acabamos de encontrar. Recibió una paliza bastante
mala y su casa ha sido quemada hasta los cimientos. Te apuesto que Yesung
decidió vengarse.
La sangre de Jongjin se enfrió.
—Mierda. ¿Hablaste con él?
—Confía en mí, no estaba en condiciones de conversar
cuando lo encontramos. Está con los doctores ahora mismo y nosotros nos
dirigimos a la cabaña de Yesung para ver si podemos encontrar a ese bastardo y
hacerle pagar esto antes de que lastime a alguien más.
—¿Qué hay acerca de la hija de Mathias?
—Estaba en la casa de un vecino cuando ocurrió. A Dios
gracias. He puesto a un escudero a cuidar de ella en caso de que Yesung regrese
otra vez.
Jongjin no podía respirar y no era por el aire helado.
¿Cómo podía ocurrir esto? A diferencia de los Escuderos, sabía que Yesung no
tenía nada que ver con esto.
Solo él sabía en dónde estaba Yesung realmente.
Shin le había confiado la verdad de lo que estaba pasando
y le había encargado que se asegurara que nadie interviniera hasta que la
prueba de Yesung hubiese terminado.
Bueno, las cosas iban más al sur que una bandada de
gansos en otoño.
—No te muevas hasta que llegue allí —dijo al Escudero.
—Quiero ir a su cabaña con ustedes.
—¿Por qué? ¿Planeas meterte otra vez, en el medio de
nuestro camino, cuando lo eliminemos?
Esas palabras lo pincharon como un rebaño de puercos
espines.
—Chico, mejor tomas ese tono y lo limpias. No soy un
Escudero al que le estas hablando; sucede que soy uno de los hombres a los que
tienes que responder. No es de tu maldita incumbencia por qué voy. No te muevas
hasta que te diga de hacerlo.
El escudero vaciló antes de hablar otra vez. Cuando lo
hizo, su voz era agradable y calma.
—Sí, señor. Estamos en el hotel y lo estamos esperando.
Jongjin colgó el teléfono y lo regresó a su bolsillo.
Se sentía fatal acerca de Mathias. El no debería haber
estado en peligro para nada. Ninguno de los Escuderos se habría atrevido a
lastimarlo.
Y a pesar de lo que los otros pensaban, él sabía que Yesung
no lo hubiera hecho aún si hubiera podido.
Yesung justamente no era el tipo que golpeaba a aquellos
más débiles que él. ¿Pero, quién más se habría atrevido?
Ryeowook encontró a Yesung en medio de un pueblo medieval
quemado hasta los cimientos.
Había cuerpos, quemados y no quemados, desparramados por
todas partes. Hombres y mujeres. De todas las edades. La mayoría de ellos
tenían desgarradas las gargantas como si un Daimon o alguna criatura similar se
hubiese alimentado de ellos.
Yesung caminó entre ellos, su cara sombría. Sus ojos
atormentados.
Tenía sus brazos alrededor de él como para protegerse del
horror del cual era testigo.
—¿En dónde estamos? –preguntó. Para su asombro, él
contestó
—Cheonan.
—¿Cheonan?
—Mi pueblo –murmuró él, su voz angustiada y tensa. —Viví
aquí por trescientos años. Había una vieja arpía que me vio una vez cuando era
una muchachita. Solía dejarme cosas de vez en cuando. Una pierna de carne de
cordero, un odre de cerveza. Algunas veces nada más que una nota para darme las
gracias por cuidarlos —miró a Ryeowook, su cara obsesionada. —Se suponía que
debía protegerlos.
Antes de que pudiera preguntarle que había sucedido con
el pueblo, oyó los gritos amortiguados de una vieja.
Yesung corrió hacia ella.
La mujer yacía en la tierra envuelta en ropas rotas, su
cuerpo viejo quebrado. Estaba cubierta en sangre y magulladuras.
Ryeowook podía decir por la expresión de Yesung que ésta
era la mujer sobre la que había hablado.
Yesung cayó de rodillas al lado de ella y limpió la
sangre de sus labios mientras ella trataba de respirar.
Los ancianos ojos grises estaban perforados con acusación
mientras los enfocaba en él.
—¿Cómo pudiste?
La vida se desvaneció de los ojos de la mujer,
volviéndolos apagados, cristalizados.
Ella se volvió floja en sus brazos.
Yesung gritó con ferocidad. Soltó a la mujer y se obligó
a sí mismo a pararse. Caminó de arriba abajo en un ancho círculo, pasando sus
manos coléricamente a través de su pelo.
Jadeando, se veía igual de demente como todo el mundo
afirmaba.
Ryeowook sufría por él. No entendía sobre que trataba
esto. Lo que él volvía a vivir. Lo siguió.
—¿Yesung, que sucedió aquí?
Con cara angustiada, se dio la vuelta para enfrentarlo.
Odio y culpabilidad ardían en las profundidades de medianoche de sus ojos.
Él pasó su brazo sobre la escena indicándole los cuerpos
alrededor de ellos.
— Los maté. A todos ellos —las palabras salieron como si
se desgarraran de su garganta. —No sé por qué hice esto. Solo recuerdo la
furia, el anhelo de sangre. Ni siquiera recuerdo haberlos matado. Sólo
destellos de personas muriéndose mientras se acercaban a mí.
Su cara estaba desolada. Sus ojos llenos con auto
aborrecimiento.
—Soy un monstruo. ¿Ves ahora por que no puedo tenerte?
¿Por qué no puedo quedarme contigo? ¿Qué pasa si un día te mato también?
Su pecho se encogió ante sus palabras mientras el pánico
y el miedo la absorbían.
¿Lo había juzgado mal?
—Todos los hombres son culpables —era la frase favorita de su hermano Jungwook.—
Los únicos hombres honestos son los niños que aún no han aprendido a decir
mentiras.
Ryeowook horrorizado, miró alrededor, los cadáveres...
¿Realmente él podía ser capaz de hacer algo así?
No sabía qué pensar ahora. Quienquiera que fuese
responsable de esta matanza merecía morir. Esto más que explicaba por qué
Artemisa no lo quería alrededor de las personas.
Ryeowook hizo una pausa en ese pensamiento. Espera un
momento...
Algo estaba mal. Mortalmente equivocado.
Ryeowook miró los cuerpos alrededor de ellos. Cuerpos
humanos. Algunos de niños, la mayor parte, de mujeres.
Si Yesung hubiese hecho esto, entonces Shindong lo habría
matado instantáneamente. Shindong se rehusaba a tolerar a cualquiera que
atacara a los débiles e indefensos. Y especialmente cualquiera que dañara a un
niño.
No había manera de que Shindong soportara dejar vivir a
un Cazador Oscuro que pudiera destruir y matar a la gente que había sido enviado
a proteger. Supo eso con cada molécula de su cuerpo.
—¿Estás seguro que tú hiciste esto? —preguntó.
Él se vio consternado por su pregunta.
—¿Quién más lo habría hecho? No había nadie más aquí.
¿Ves a alguien aparte de mí con colmillos?
—Tal vez un animal.
—Yo fui el animal, Ryeowook. No había nadie más capaz de
hacer esto.
Aún no creía en eso. Debía haber otra explicación.
—Dijiste que no recordabas haberlos matado. Tal vez no lo
hiciste.
Furia y dolor destellaron en sus ojos.
—Recuerdo lo suficiente. Sé que hice esto. Todo el mundo
lo sabe. Es por eso que los otros Cazadores Oscuro me temen. Por lo que no me
hablan. Por lo que fui desterrado a un lugar donde no hay personas para
proteger. Por lo que me despierto todas las noches temiendo que Artemisa me
aleje hacia un área donde aún hay menos personas.
Parte de Ryeowook temía que él estuviera diciendo la
verdad, pero lo descartó.
En su corazón sabía que el hombre atormentado que podía
hablar poéticamente y hacer hermosas figuras de arte con sus manos, a quien
podía importarle un animal que lo había herido, nunca, jamás haría esto.
Pero necesitaba probarlo.
El instinto no sería prueba suficiente para ofrecer a su
madre o a Artemisa. Demandarían alguna prueba de su inocencia.
Probar que él no era capaz de matar humanos.
—Solo quisiera saber por qué hice esto –gruñó Yesung.
—Que fue lo que me volvió tan loco para haberlos matado y ni siquiera poder
recordarlo.
Lo miró con ojos desolados.
—Soy un monstruo. Artemisa tiene razón. No tengo un sitio
cerca de las personas normales.
Las lágrimas fluyeron a sus ojos ante sus palabras.
—No eres un monstruo, Yesung.
Se rehusaba a creer eso. Lo empujó a sus brazos,
ofreciéndole consuelo, que no estaba seguro que él aceptara.
Al principio se quedó rígido como si estuviese a punto de
alejarlo, luego se relajó. Dejó escapar un suspiro lento, agradeciendo que
aceptara su abrazo.
Sus brazos tensos y fuertes la sostuvieron contra su
cuerpo delgado que se ondeaba con músculos. Nunca había sentido nada como esto.
Él era tan duro y tierno al mismo tiempo. Su mejilla estaba presionada contra
sus pectorales.
Bajó su mano, recorriéndole la espalda, haciéndolo
temblar en sus brazos.
Ryeowook sonrió ante este poder recién encontrado que
tenía sobre él. Por primera vez tenía
conciencia de su cuerpo. Consciente de cómo su corazón latía al mismo tiempo
que el de él. La forma en que su sangre hervía a fuego lento al sentir sus
brazos envueltos a su alrededor.
En ese instante, quiso hacer algo por él. Quería hacerlo
sonreír.
Si wookie hay que poner en duda esa version de los hechos por que se supone que ellos estan para proteger a la humanidad
ResponderEliminarHabra sido Artemisa, seria capaz, solo porque odia a Yesung?, porque querria matarlo, que se supiera que fue ella seria bastante malo?, Yeye no lo hizo y Wokkie lo descubrira para salvarlo y amarlo.
ResponderEliminarRyeoWook va a tener una tarea difícil para lograr que Yesung se habrá en su totalidad, lo bueno es que no piensa rendirse, hasta es obvio que confía en él, tanto como para saber que él no fue capaz de dañar a todo ese pueblo. Yo también quiero saber que es lo que sucedió ahí.
ResponderEliminarAhora, JongJin está ayudando a Yesung, sí es así porque le disparo o fue para que los escuderos no sospechen de él mientras los distrae para que no den con él mientras dure la prueba. A mi me late que ese Thanatos es el que está detrás de la golpiza a Mathias.