El motor de la maquina vibraba de una forma que medio
esperaba que el motor se desintegrara debajo de ellos.
—Capitán —dijo Ryeowook, con su mejor acento Scotty, de
Stark Trek. —No creo que ellas aguanten. Los motores no pueden soportar más. Va
a explotar.
Si no lo conociera mejor, juraría que realmente escuchó
el retumbar de la risa de Yesung.
—Ellas aguantarán —dijo con una profunda y penetrante
voz, en su oído derecho. Le produjo escalofríos, que no tenían nada que ver con
la glacial temperatura.
—Creo que puedo estar agradecido de mi ceguera, después
de todo. Algo me dice que si pudiera ver la “velocidad temeraria” a la que
estas conduciendo, probablemente tendría un ataque.
—Sin duda.
Puso los ojos en blanco ante su rápido acuerdo.
—¿No tienes ni idea de cómo consolar a alguien, no?
—En caso de que no lo hayas notado, joven príncipe, las
habilidades sociales no son mi fuerte. Diablos, tienes suerte que no haya
entrado a la fuerza.
Oh, él era un malvado.
Pero había algo casi encantador acerca de sus respuestas
cáusticas. Eran mordaces y airadas, pero rara vez perversas, y ahora que había
visto al verdadero Yesung, el que él mantenía oculto de todo el mundo, conocía
esas púas por lo que eran.
Una armadura.
Eran sacadas para mantener a distancia a todo el mundo.
Si no dejas entrar a nadie en tu corazón, entonces nunca serás herido por la traición.
No sabía cómo soportaba vivir así. En el constante dolor
y soledad. Dejando que el odio guiara todo lo que hacía o decía.
Yesung era un hombre rudo, lleno de más veneno que la
Hydra de nueve cabezas. Pero hasta la Hydra, eventualmente, había encontrado
quien pudiera contra ella.
Esta noche, Yesung había encontrado quien pudiera con él
y no era Thanatos. Ryeowook no iba a perder las esperanzas con él.
Anduvieron hasta que sus oídos zumbaron y su cuerpo
estuvo helado hasta los huesos. Se preguntaba si alguna vez podría deshelarse.
Yesung, quién parecía ajeno al tiempo glacial,
continuamente zigzagueaba su rumbo, como si tratara de evitar que Thanatos los
siguiera.
Yesung finalmente se detuvo, justo cuando llegó a estar
seguro que era un mito el concepto de que los inmortales no podían morir
congelados.
Él apagó el motor.
El silencio repentino fue ensordecedor. Opresivo.
Esperó a Yesung para que le ayudara a levantarse y a
bajar de la máquina de nieve, pero todo lo que él hizo fue sacarle el casco de
la cabeza. Él lo arrojó con una maldición.
Lo escuchó golpear la tierra, luego el silencio regresó,
solo interrumpido por sus respiraciones.
La furia de Yesung lo alcanzó como una amenaza tangible.
Era vibrante y atemorizante.
Parte de él quería lastimarle, lo podía sentir, pero
debajo de eso podía sentir su dolor.
—¿Quién eres? —. La voz de Yesung era demandante y cada
pizca era tan fría como el invierno ártico. Dejó sus brazos alrededor de él y
su voz estaba en su oído.
—Te lo dije.
—Me mentiste, joven príncipe –gruñó él. —No puedo leer las mentes, pero sé
que no eres lo que aparentas. Los jóvenes humanos no tienen acompañantes
Katagaria. Quiero saber quién eres realmente y por qué estabas en mis sueños.
Ryeowook se estremecía de nervios. ¿Qué haría él ahora?
¿Lo dejaría con Thanatos?
Tenía miedo de decirle la verdad, pero aún así, las
mentiras no era algo que usara a menos que tuviera que hacerlo.
Yesung tenía derecho a estar enojado con él. No es que le
hubiera mentido; sólo había tenido el descuido de no decirle unas pocas cosas.
Cosas como su propósito real, el por qué lo había ayudado, y el hecho de que el
lobo que él odiaba podía convertirse en un hombre...
Bien, había mentido acerca de que N estaba muerto, pero N
se lo había merecido.
Sentía la respiración caliente de Yesung contra su
expuesta mejilla.
—¿Qué eres? —repitió.
Ryeowook decidió que el tiempo para los engaños estaba
terminado. Él merecía saber la verdad, y ya que Artemisa había roto el acuerdo
y enviado a Thanatos, ¿qué propósito tenía proteger a la diosa mucho más?
—Soy una ninfa.
Él no se movió o habló por varios minutos.
Yesung dejó escapar su respiración lentamente mientras
consideraba al joven delante de él y trataba de por una vez refrenar su furia.
Una jodida ninfa. Él debería haber sabido que había algo
así.
Oh, sí, claro. Como si la idea de una ninfa griega en
Alaska fuese algo que se le debería haber ocurrido. Su tipo usualmente andaba
rondando playas, océanos, y bosques o se quedaba en el Olimpo.
No se caían de pronto en una tormenta de nieve y
arrastraban a un Cazador Oscuro herido sin razón en sus casas.
Su estómago se encogió cuando la razón de su presencia se
estrelló contra él. Alguien lo había enviado aquí.
Por él.
Él agarró los manillares con ferocidad, reacio a dejarlos
por miedo de lo que pudiera hacerle.
—¿Qué clase de ninfa eres, joven príncipe?
—De la justicia –dijo quedamente. —Sirvo a Themis y fui
enviado aquí para juzgarte.
—¿Juzgarme? —dejó escapar un sonido sumamente disgustado.
—Oh, tú eres jodidamente increíble.
Yesung nunca había querido lastimar a alguien tanto en su
vida. Levantándose de la maquina de nieve, antes de sucumbir a su temperamento,
puso espacio entre ellos.
¿Esta era su suerte o qué?
Finalmente había encontrado a alguien que pensaba que no
lo juzgaría y él realmente era un juez cuyo propósito exclusivo era enjuiciarlo
a él y su forma de vida.
Oh, bravo, él realmente sabía elegir.
Los dioses todavía deberían estar riéndose. Burlándose de
él. Todos ellos.
Enfurecido, se paseó alrededor de la maquina de nieve a
fin de poder mirarlo sentado en el asiento, mirando todo remilgado y decoroso
con sus manos dobladas en su regazo y su cabeza baja.
¡Cómo se atrevió a enredarse con él! ¿Quién pensaba que
era?
Estaba cansado de personas entrometiéndose con él.
Cansado de juegos y de mentiras.
Un juez. Shindong había enviado a un juez antes de que lo
mataran. Ooo, Yesung estaba simplemente encantado por la consideración.
Tal vez debería sentirse halagado de que le dieran una
presunción de imparcialidad. Era muchísimo más de lo que habría tenido como un
esclavo acusado.
—Esto era solo un juego para ti joven príncipe, ¿no?
'Ven, Yesung, siéntate sobre mi regazo. Dime por que no te comportaste como
debías’. —Su vista se oscureció. Mortalmente. —Jódete, señor, y jódanse todos.
Su cabeza se levantó rápidamente.
—¡Yesung, Por Favor!
—Entonces, ¿qué? ¿Decidiste que Shindong tenía razón? Soy
un psicópata, ¿así es que enviaste tus perros a matarme?
Ryeowook se levantó y giró hacia donde oía que venia la
voz.
—No. Se suponía que Thanatos no vendría por ti. Por lo
que respecta a Shindong, él nunca te condenó. De no ser por él, estarías muerto
ahora. Él negoció quién sabe qué con Artemisa a fin de que pudiera venir a ti y
encontrar la manera de salvar tu vida.
Él bufó.
—Sí, claro.
—Es la verdad, Yesung –dijo con voz sincera. —Niégalo
todo lo que quieras, pero eso no altera el hecho de que estamos de tu lado.
Lo recorrió con una mirada repugnante que él sólo deseaba
que hubiera podido ver y apreciar.
—Debería dejarte aquí para que te murieras de frío. Oh,
espera, eres una ninfa inmortal. No puedes morir.
Él levantó su barbilla y se paró como si se afirmara para
esperar lo peor de él.
—Puedes dejarme si es lo que quieres. Pero el hombre que
he llegado a conocer no es tan insensible o cruel. Él nunca dejaría a alguien
para muriera.
Él apretó los dientes.
—No sabes nada de mí.
Ryeowook dejó la maquina de nieve. Caminó lentamente,
extendió la mano, queriendo hacer contacto físico con él. Lo necesitaba, y algo
le decía que él también.
—He estado dentro de ti, Yesung. Sé lo que nadie más
sabe.
—¿Qué más da? ¿Se supone que eso me volverá cálido y
ablandarme por ti? Mira, el pequeño joven príncipe se escabulló en mis sueños
para salvarme. Ooo, estoy tan emocionado. ¿Debería llorar ahora?
Ryeowook agarró su brazo. Sus músculos, como él, estaban
tensos y duros. Feroz.
—¡Detente!
Se estiró para tocar sus mejillas heladas con ambas
manos. Estaban irritadas por el viaje, y aún así lograron calentar sus dedos
helados.
Medio esperando que él se apartara, se asombró cuando no
lo hizo. Se quedó parado allí como una estatua. Sin moverse. Frío. Inflexible.
Ryeowook tragó, anhelando una forma de hacerlo entender.
Anhelando una forma de poder alcanzarlo a fin de que dejara de ser tan
autodestructivo.
¿Por qué no vería él la verdad?
Yesung no podía respirar mientras él acunaba su cara
entre sus manos calientes. Era tan bello, con diminutos copos de nieve en sus
pestañas y pelo. Él vio el dolor en su cara, la ternura.
Parecía que quería ayudarle, pero él aun no podía
creerlo.
Las personas eran siempre egoístas. Todas ellas. Ryeowook
no era la excepción.
Y aun así, quería creer en él. Quería llorar.
¿Qué le había hecho?
Por un breve tiempo en sus sueños había comenzado a
pensar que tal vez no era tan malo. Que merecía algún tipo felicidad.
Dioses, era un tonto.
¿Cómo pudo ser él tan estúpido y confiado? Tenía mejor
criterio. La confianza era sólo un arma que se usaba para matar personas. No
tenía lugar en su mundo.
Ryeowook acarició sus mejillas con sus pulgares.
—No quiero que mueras, Yesung.
—Aquí está la sorpresa, joven príncipe. Yo sí.
Las lágrimas llenaron sus ojos y derritieron los copos de
nieve de sus pestañas.
—No te creo. Thanatos gustosamente te habría cumplido ese
deseo y aún así te opusiste a él. ¿Por qué?
—Hábito.
Ryeowook cerró los ojos como si estuviese frustrado con
él. Sus manos apretaron más su cara, luego para su completo asombro, estalló de
risa.
—¿Realmente no puedes evitarlo, no?
Él estaba completamente perplejo por su reacción.
—¿Evitar qué?
—Ser un idiota —dijo, su voz quebrada por la risa.
Como él continuaba riéndose, le clavó los ojos con
incredulidad. Nadie se había atrevido a reírse de él antes. Al menos no desde
el día en que había muerto.
Luego Ryeowook hizo la cosa más inesperada de todas. Se
metió entre sus brazos y lo abrazó. Su risa atrajo su cuerpo hacia el suyo,
prendiéndolo fuego.
Le recordaba tanto a su sueño...
Le pasó los brazos alrededor del cuello y lo mantuvo
cerca.
Nadie alguna vez lo había sostenido así. Él no sabía si
debía abrazarlo o apartarlo a empujones.
Al final, se encontró colocando sus brazos torpemente a
su alrededor. Se sentía como en su sueño. Igual de maravilloso.
Él odió eso sobre todo.
Ryeowook le dio un fuerte apretón.
—Estoy tan contento que Shindong me enviara contigo.
—¿Por qué?
—Porque me gustas, Yesung, y creo que cualquiera, aparte
de mí, ya te habría matado a estas alturas.
Aún más sospechoso de él que antes, lo soltó y dio un
paso atrás.
—¿Por qué te importa lo que me ocurra? Has estado dentro
de mí; dime honestamente que no te asusté.
El suspiró.
—Honestamente, Sí. Me asustas, pero de la misma manera,
he visto bondad en ti, también.
—¿Y el pueblo que te mostré en mis sueños? El que
destruí.
El frunció su frente.
—Estaba quebrado y fragmentado. No me pareció un
recuerdo, parecía otra cosa.
—¿Qué?
—No sé. Pienso que allí sucedió más de lo que recuerdas.
Él negó con la cabeza. ¿Cómo podía tener fe en él cuando
él no la tenía en sí mismo?
—¿Realmente eres ciego?
—No. Te veo, Yesung. En una forma que creo nadie lo hizo
antes.
—Te lo aseguro, joven príncipe, si vieras al yo real,
estarías corriendo para refugiarte —se mofó él.
—Sólo si supiese que tu estarías esperándome en el
refugio.
Él estaba apabullado por lo que dijo.
No lo decía de verdad. Era otro juego. Otra prueba.
Nadie, nunca, lo había querido. Ni su madre, ni su padre.
Ni sus dueños. Ni siquiera él querría estar consigo mismo.
¿Entonces cómo podría él?
Yesung hizo una pausa al sentir un pequeño temblor
psíquico recorrerlo.
— Thanatos esta viniendo.
Sus ojos se agrandaron del miedo.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Lo empujó hacia la maquina de nieve. Amanecería dentro de
poco tiempo. Él estaría atrapado, pero Thanatos...
El Daimon podía caminar a la luz del día.
Yesung envolvió sus brazos alrededor de Ryeowook. Lo
debería dejar aquí por lo que le había hecho, entregarle a Thanatos para que le
diera más tiempo para escapar. Pero él tenía esta idea alocada de protegerlo.
No, no era una idea. Era un anhelo que él tenia de
mantenerle a salvo. Resignado a su estupidez, echó a andar la maquina de nieve
y se dirigió hacia su propiedad.
Ryeowook aspiró profundamente mientras reanudaban el
viaje. Había violado más reglas de las que quería pensar.
Y aun así, al sentir a Yesung rodeándole, supo que valía
la pena. Tenía que salvarle. No importa lo que costara.
Nunca se había sentido tan decidida. O más seguro de sí
mismo. Él le daba una confianza y una fuerza que nunca había conocido.
Él le necesitaba. A pesar de lo que dijera o pensara. Lo
necesitaba de un modo que era doloroso.
El hombre no tenía a nadie en el mundo. Y por alguna
razón que no podía entender, quería ser la única persona en quien él confiara.
La única persona que lo pudiera domesticar.
Él los condujo por casi una hora antes de que se
detuviesen otra vez.
—¿Dónde estamos? —preguntó mientras él se bajaba de la
maquina de nieve.
—Mi cabaña.
—¿Es segura?
—Ni un poco. Y parece que todo un infierno se desató
aquí.
Yesung se quedó parado en atónita incredulidad mientras
miraba alrededor. Aun había sangre sobre la nieve, pero de quién era, no podía
decirlo.
La vista lo desgarró al ver la realidad de su casa. Un
Cazador Oscuro había muerto aquí.
Los de su clase no morían a menudo y él sintió un dolor
peculiar por el hombre que había muerto esta noche. No era correcto.
No era justo.
Si alguien debía pagar ese precio, entonces debería haber
sido él. Él debería haber estado aquí para enfrentar a Thanatos.
El pensamiento de un hombre inocente convertido en una Sombra
le hizo querer la sangre de Artemisa.
¿Y dónde diablos estaba Shindong? Para alguien que estaba
supuestamente dispuesto a poner su trasero en la línea por los Cazadores
Oscuros, el Atlante estaba asombrosamente ausente.
Frunciendo los labios, regresó a la maquina de nieve.
—Vamos –dijo él, —tenemos mucho que hacer.
Él se alejó dejándolo encontrar su propio camino.
—Necesito tu ayuda, Yesung. Necesito que me digas donde
están las cosas así no me meto en cualquier lado
Estaba en la punta de su lengua recordarle el hecho que él
había afirmado que podía cuidarse así mismo. Luego sus recuerdos emergieron y
recordó lo que era poder ver sólo sombras.
Llevarse objetos por delante porque no los podía ver. Él
no quería tocarlo más.
Odiaba el sólo pensamiento de eso, porque cada vez que lo
sentía, lo deseaba más ardientemente.
En contra de su voluntad, se encontró tomando su mano en
la suya.
—Vamos, joven príncipe.
Ryeowook refrenó su sonrisa. Su tono era rudo, pero él sintió
una victoria pequeña dentro de su corazón. Sin mencionar el hecho que Yesung había
dejado de usar "joven príncipe" como un insulto. No creía que él se
diera cuenta de que ahora cuando le llamaba así, su voz se suavizaba muy
ligeramente.
En algún momento durante sus sueños, el insulto que él
había usado para mantenerlo a distancia se había transformado en una palabra de
afecto.
Yesung lo dirigió a su cabaña.
—Párate aquí —le dijo, colocándolo a la izquierda al
pasar la entrada.
Le oyó murmurando a su derecha. Mientras él estaba
ocupado, pasó su mano contra la pared para llegar hasta él. Lo que encontró
allí le asombró.
Frunciendo el ceño, pasó su mano sobre los profundos
planos y depresiones de la pared. Era una sensación táctil increíble.
Intrincada. Compleja. Pero lo que tocaba era tan grande que realmente no podía
entender lo que representaba.
Mientras seguía el diseño con la mano se dio cuenta que
cubría la pared entera.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Un paisaje de la playa —él dijo distraídamente.
—¿Un paisaje de la playa esta tallado en tu pared?
—Estaba aburrido ¿Ok? –dijo él bruscamente. —Así que
tallo cosas. Algunas veces en el verano me quedo sin madera y tallo las paredes
y los estantes.
Algo así como el lobo que había tallado en su casa.
Ryeowook se tropezó con algo mientras trataba de alcanzar
la siguiente pared. Varias cosas se derribaron, desparramándose sobre sus pies.
Yesung maldijo.
—Pensé que te dije que te quedaras donde te puse.
—Lo siento —.se inclinó para recoger las cosas para
encontrarse que eran animales tallados en madera.
Parecía que había docenas de ellos.
Se asombró por lo intrincado de cada pieza al pasar los
dedos sobre ellos, levantándolos del suelo.
—¿Hiciste todos estos?
Él no contestó mientras los agarraba rápidamente y los
amontonaba otra vez.
—Yesung –dijo en tono severo, —háblame.
—¿Para decir qué? Sí, talle las malditas piezas.
Usualmente hago tres o cuatro de ellas en una noche. ¿Y qué?
—Entonces debería haber más de ellas. ¿Dónde están las
demás?
—No sé –dijo él con un tono menos hostil, —llevé algunas
al pueblo y las regalé y el resto las quemé cuando los generadores se apagaron.
—¿No significan nada para ti?
—No. Nada significa una mierda para mí.
—¿Nada?
Yesung hizo una pausa al verlo arrodillarse al lado de
él. Sus mejillas estaban irritadas, la piel ya no estaba suave y protegida como
había estado cuando lo despertó en su cabaña. Tenía la mirada fija sobre su
hombro, pero él supo que era así porque no estaba realmente seguro de dónde él
estaba.
Sus labios estaban ligeramente separados, su pelo
desordenado.
En su mente podía verlo entre sus brazos, sintiendo su
piel resbalando contra la de él. Y en ese momento, hizo un descubrimiento
sorprendente.
A él sí le importaba algo.
Él.
Si bien le había mentido y engañado, no quería que se
hiciera daño. No quería ver su piel delicada dañada por el clima extremo.
Debería estar protegido de tal dureza. Cómo se odiaba por
esa debilidad.
—No, joven príncipe –murmuró él, la mentira atascándose
en su garganta. —No me preocupo por nada.
El extendió la mano para tocarle la cara.
—¿Esa mentira es para tu beneficio o el mío?
—¿Quién dice que es una mentira?
—Yo, Yesung. Para un hombre que no le importa nada, has
hecho un gran esfuerzo para asegurarte que estoy a salvo —le sonrió. —Te
conozco, Príncipe Encantado. Yo realmente veo que hay dentro tuyo.
—Estas ciego.
—No tan ciego como tu.
Luego Ryeowook hizo la cosa más inesperada de todas. Se
inclinó hacia delante y capturó sus labios.
Algo dentro de él se hizo pedazos ante el contacto, ante
la sensación de sus dulces labios húmedos. De su lengua tocando la de él.
Éste no era un sueño. Esto era real.
Y era maravilloso. Tan bueno como había sabido antes, era
mucho mejor ahora.
Lo aplastó contra él, asumiendo el control del beso.
Quería devorarlo. Tomarlo ahora mismo en el piso hasta que su erección se
consumiera y saciara.
Pero si sus sueños eran un índice, entonces le llevaría
más que un sólo acto sexual aliviar el fuego de su ingle.
Él podía amar a este joven durante toda la noche y
todavía mendigar por más cuando la mañana llegara.
Ahhh Que genial!!!
ResponderEliminarLindos!!!! Si!!! Que se amen en el piso(?)
Me encanta....
Una pregunta...una ninfa no es un ser del agua..???
Siii¡¡¡¡¡, lo ama estoy segura pero tiene tanto miedo, wookie vi lo que yo, que hay algo raro en lo de la villa, que algo mas paso ahi, eso se develara oh si...genial
ResponderEliminarHasta que finalmente Wookie le dijo la verdad a Yesung, es lo mejor si quiere que Yesung confié a él, además que ahora que Thanatos los persigue necesita saber la verdad.
ResponderEliminarTan hermoso que Yesung reconozca que le importa Wookie y que este le diera ese beso, solo me falto aplaudir ^^