Dark Pleasures (DH2)- Capítulo 27




Kangin se despertó poco tiempo después. Al levantarse se dio cuenta de que la mayor parte de las heridas habían desaparecido. Se quitó las vendas manchadas de sangre y las tiró a la papelera, situada junto a la puerta.

–¿Leeteuk? –lo llamó, asomándose al pasillo.

Nadie contestó. En la casa no se escuchaba ningún sonido, todo estaba en silencio. Aún estaría fuera.

Cogió su ropa y entró al baño. No tardó mucho en ducharse, afeitarse y vestirse. Una vez aseado, volvió a la habitación. Se detuvo en la puerta al ver a Leeteuk. Llevaba unos vaqueros muy ajustados y una sudadera negra que ocultaba esas curvas que él se moría por acariciar. El pelo suelto le daba una apariencia muy sugerente.

Se acercó en silencio a él, que estaba de espaldas, y vio que estaba mirando la papelera. Sin hablar, inclinó la cabeza y le mordisqueó el cuello.

En cuanto sus labios la rozaron captó su aroma. No era Leeteuk.

Era Heechul.

Kangin retrocedió, alejándose, mientras Heechul se giraba para mirarlo frente a frente. Aún tenía la cara magullada por la paliza que le habían dado los secuaces de Changsu y llevaba un apósito sobre los puntos de sutura. Se agachó, medio cojeando, y adoptó una postura de ataque.


Le dolió verlo así.

No había sido capaz de proteger a una de las personas que Leeteuk más quería y juró que jamás volvería a suceder.

–¿Quién eres? –exigió saber Heechul–. ¿Dónde está Inyoung?

Kangin echó un vistazo al espejo y, al ver que no se reflejaba, retrocedió un paso más, antes de que lo notara.

–Se le estropeó el coche cuando regresaba y Leeteuk fue a recogerla.

Se dio cuenta, demasiado tarde, de que debía haber mantenido la boca cerrada porque Heechul lo reconoció en cuanto lo escuchó hablar; su acento era inconfundible.

–¡Tú! –chilló–. ¿Qué les has hecho a mis hermanos?

–Nada; están bien.

–¡Y una mierda! –exclamó al tiempo que se abalanzaba sobre él.

Kangin se dio la vuelta y se alejó corriendo por el pasillo; no quería hacerle daño.

–¡Un vampiro! –gritó Heechul.

Escuchó ruidos en la planta baja y se dio cuenta de que el hermano gemelo de Leeteuk no estaba solo.

–¡Abran las cortinas! –Y mientras gritaba la orden agarró el cordón del riel de las cortinas del pasillo y tiró con fuerza.

Kangin siseó cuando la luz del sol lo rozó. Saltó sobre la barandilla y aterrizó en la sala de estar del primer piso.

Dos pares de ojos lo miraron atónitos, observándolo de arriba abajo. El hombre de pelo oscuro se quedó muy pálido, pero la chica rubia reaccionó con rapidez y se acercó a la ventana sin perder tiempo para subir las persianas.

Antes de que pudiera moverse, Heechul estaba sobre él, lanzándole un golpe con el pie que le dio en el costado, sobre la herida.

–¡Muere, hijo de puta!

Kangin siseó, enseñándole los colmillos, y saltó hacia atrás girando en el aire, para escapar hacia la cocina. Pero tuvo que detenerse al llegar a la puerta y ver que la luz del sol entraba a raudales en la estancia. No había ni un solo sitio en todo el cuarto donde no corriera el riesgo de acabar frito.

En ese momento, algo duro y afilado lo golpeó en el hombro. Con un gruñido, se dio la vuelta y vio a Heechul que empuñaba una daga alargada, dispuesto a hundírselo de nuevo. Lo sujetó por la muñeca en el mismo instante que sus dos amigos se abalanzaban sobre él. Los cuatro se tambalearon y, de un empujón, logró deshacerse de uno de ellos. Intentó regresar a la sala de estar pero, de algún modo, Heechul se las arregló para interponerse en su camino.

Blandió la daga directa a su estómago; el odio que sentía por él se reflejaba de forma alarmante en sus ojos. Kangin saltó hacia atrás y un rayo de sol le dio en la espalda. El dolor lo fulminó al instante. Siseando de nuevo, lo esquivó y corrió de vuelta a la sala, intentando permanecer en las sombras.

Heechul y sus dos amigos se arrojaron sobre él y lo lanzaron contra la puerta. Mientras lo tiraban al suelo, las palabras de Changsu resonaron en sus oídos.

Se echarán sobre ti como una manada de perros salvajes.

Heechul se sentó sobre su pecho, rodeándole el cuello con una mano, y sus dos amigos lo agarraron por los brazos, extendiéndolos. Si lo hubiesen atacado de ese modo el día anterior, el pánico lo habría vuelto loco. Pero en ese momento recordó a Leeteuk mientras lo ataba y sintió una extraña lucidez.

–¿Qué has hecho con mi hermano? –preguntó Heechul.

–Nada.

–¡No me mientas! He visto las vendas manchadas de sangre en la papelera.

Intentando no hacerle daño, alzó las piernas y lo agarró con ellas para lanzarlo hacia atrás, en el mismo momento que intentaba hundirle la daga en la garganta. Falló por milímetros. Le dio un puñetazo en el estómago al tipo que estaba a su derecha y arrojó a la chica rubia sobre el sofá. Cuando sintió que Heechul le mordía en el muslo soltó una maldición, le quitó la daga y la tiró al suelo, donde quedó clavada en uno de los listones del parqué.

–Escúchame.

–¡No! –gritó él mientras se retorcía e intentaba golpearlo con los puños.

Kangin giró en el suelo y se colocó sobre él, inmovilizándolo. Todos sus instintos le exigían que lo dejara inconsciente, pero, al observar ese rostro tan parecido al de Leeteuk, se dio cuenta de que jamás podría hacerle daño.

Ese momento de incertidumbre le costó muy caro. Sus amigos volvieron a atraparlo de nuevo. Los cuatro rodaron por el suelo y Kangin consiguió ponerse en pie al tiempo que la puerta de la calle se abría e inundaba de luz la habitación.

Soltando otro taco, logró llegar como pudo a un rincón oscuro. El grito agudo de Leeteuk resonó por toda la casa.

–¡Ya basta!

Heechul y sus compañeros se quedaron inmóviles al escucharlo y Kangin aprovechó para recuperar el aliento. Sentía un dolor punzante en las nuevas heridas y la sangre le corría por la espalda. Leeteuk se acercó corriendo a él y lo tocó, inspeccionando las heridas.

Su hermano arrancó la daga del suelo y se acercó a ellos con actitud decidida y furiosa, sin dejar de mirar a Kangin a lo ojos.

–Apártate de mi camino, Teukkie. Estoy a punto de matar a un vampiro.

–Te equivocas –lo interrumpió Inyoung, cerrando la puerta de la entrada y colocándose entre Heechul y Kangin–. Estás a punto de matar al novio de tu hermano gemelo.

Heechul la miró con la boca abierta y se detuvo al instante, mirando a Kangin y a Leeteuk alternativamente.

–¿Cómo has dicho?

Leeteuk ignoró a su hermano.

–¿Estás bien?

Kangin se pasó la mano por la herida abierta del brazo.

–Nunca he estado mejor.

–¿Y le preguntas a él? –masculló Heechul con incredulidad–. Y los chicos y yo, ¿qué? No veo que estés muy preocupado por nosotros. Ha estado a punto de decapitarnos.

Leeteuk lanzó una mirada furiosa a su gemelo.

–Me parece que no están sangrando. Créeme, si hubiese querido hacerles daño ninguno de ustedes estarían de pie ahora mismo.

Heechul los observó atentamente y soltó un gruñido indignado.

–¿Estás defendiendo a un vampiro?

–Estoy defendiendo a Kangin –le contestó Leeteuk con énfasis. Apretando los labios aún más, Heechul miró al uno y al otro.

–¿Qué pasa contigo? ¿Es que estás loco? ¿Quieres un novio que bebe sangre, que va a vivir eternamente, que mata para divertirse y que no puede salir a la luz del día? Vaya, Teukkie, veo que al final has encontrado al Rey de los Perdedores. Felicidades. Jamás me imaginé que existiera alguien peor que Top.

La parrafada de Heechul era un torrente de insultos y de groserías.

–¿Y tú hablas de perdedores? El que sale con un hombre que no ha trabajado más de dos semanas seguidas en los últimos tres años…

–Por lo menos, Jay tiene alma.

–Kangin tiene corazón.

–¡Venga, por favor! ¿Y tú crees que con eso se soluciona todo? Dime una cosa, Teukkie, ¿estás
dispuesto a renunciar a todo por él? ¿A tu vida, a tu futuro? ¿Qué puede ofrecerle un vampiro a un contable? Siempre has querido niños, ¿puede dártelos él?

Kangin se hundía cada vez más en la desesperación mientras los escuchaba discutir. Cada palabra que salía de la boca de Heechul confirmaba lo que él había pensado desde un principio. Heechul tenía razón.

Echó un vistazo a la luz del sol que entraba por las ventanas. El sol era letal para él y vital para Leeteuk. Para los humanos resultaba tan necesario como el aire que respiraban. Y, mientras estuviese con él, no encontraría la paz porque tendría que sacrificar todos sus sueños.

Y no podía permitir eso.

Con el corazón encogido, se escabulló entre las sombras hasta llegar a la escalera.

–¡Dejen ya de discutir! –gritó Inyoung.

Kangin no volvió a prestarles atención mientras subía la escalera.

Pasaron varios minutos, y una nueva andanada de insultos, antes de que Leeteuk se percatara de la ausencia de Kangin.

–¿Kangin?

–Está arriba –le contestó Inyoung.

Leeteuk hizo el gesto de marcharse pero Heechul lo detuvo.

–No puedes hacerte esto.

–No sabes nada de él, Hee. Es un Dark Hunter, no un vampiro.

–Sí, claro. Y Lee Hyukjae me explicó que, en realidad, no hay ninguna diferencia entre ellos. Los dos tienen características animales y son asesinos.

–No me creo que Hyukjae te dijera eso.

–Me da igual que lo creas o no, es la verdad. Y mientras reflexionas sobre eso, déjame decirte otra cosa que me contó Hyukjae: Artemisa matará a tu novio antes de permitir que sea libre.

Leeteuk se alejó de su hermano, pensando que no era cierto lo que decía. Encontró a Kangin en la habitación, recogiendo sus cosas.

–¿Qué estás haciendo?

–Me voy.

–No puedes salir. Es mediodía.

Su rostro tenía una expresión adusta y fría.

–He llamado a Keunjung.

–Kangin… –lo llamó, acercándose para tocarlo.

–No me toques –masculló él, enseñándole los colmillos–. Ya has oído lo que te ha dicho tu hermano. Soy un animal, no un humano.

–Anoche no dormí con ningún animal.

–¿Ah, no?

–No –le contestó, poniéndole la mano en la mejilla.

No tardó más de un segundo en borrar la expresión de deleite que su caricia le producía, pero Leeteuk llegó a verla.

–Eso es lo que tú crees, Leeteuk. ¿Sabes cuántas veces he tenido que controlarme para no hundirte los dientes en el cuello? ¿Cuántas veces he sentido el flujo de tu sangre bajo la lengua y he deseado probarla?

Tragó saliva, espantado. Pero se negaba a creerlo. Sólo estaba intentando asustarlo.

–Nunca me has hecho daño y sé que darías tu vida antes de hacerlo.

Kangin cogió la maleta sin decir nada y se marchó. Leeteuk lo siguió por el pasillo y se detuvo al llegar a las escaleras.

–No puedes marcharte así.

–Sí puedo.

Tiró de él para detenerlo antes de que bajara hasta el recibidor.

–No quiero que me dejes.

Kangin se paró en seco al escucharla. Sus palabras lo estaban destrozando. Él tampoco quería dejarle; en realidad, lo que quería era echárselo sobre el hombro, llevarlo de vuelta a la habitación y hacerle el amor durante toda la eternidad. Quería hacerlo suyo de forma legítima y tener el derecho de gritar que le pertenecía. Pero no estaba escrito que sucediera. Él era un sirviente de Artemisa. Su vida pertenecía a la diosa.

–Vuelve a tu mundo, Leeteuk. Allí estarás a salvo.

Leeteuk le tomó el rostro entre las manos. Esos brillantes ojos lo miraban con un anhelo y un dolor tan grandes que lo estaban desgarrando.

–No quiero estar a salvo, Kangin. Te quiero a ti.

Él le apartó las manos, se alejó de sus tiernas caricias y bajó lo que quedaba de las escaleras.

–No digas eso.

–¿Por qué no? –le preguntó Leeteuk, bajando tras él–. Es la verdad.

–No puedes tenerme –le dijo entre dientes mientras giraba en mitad de las escaleras para mirarla a los ojos–. Ya tengo dueña.

–Entonces déjame amarte.

Su resolución se vino abajo al escuchar el ruego de Leeteuk. ¡Por todos los dioses! Qué sencillo sería confiar en él. Tomarlo entre sus brazos y… verlo envejecer mientras él permanecía igual. Abrazarlo cuando muriera, ya anciano, para dejarlo solo durante toda la eternidad. Solo.

La simple idea era suficiente para dejarlo paralizado. La vida sin él no merecía la pena. Y si dejarlo tras un par de días dolía tanto, ¿qué se sentiría al perderlo después de unas cuantas décadas? Era mucho más de lo que su magullado corazón podía soportar.

–No puedes.

–¿Por qué? –preguntó Leeteuk. 

–Algunas cosas son imposibles.

–Quizás esto sí sea posible.

–Te equivocas.

En ese momento llamaron a la puerta.

Leeteuk vio cómo In abría la puerta y Keunjung entraba con la camilla. La expresión resignada y atormentada de Kangin al ver la bolsa negra se le quedaría grabada para siempre en la memoria.

–No te vayas, Kangin –le pidió una vez más, rezando para que lo escuchara.

–No tengo elección.

–Sí que la tienes. ¡Demonios, Kangin! Eres demasiado testarudo. Tienes más opciones. No me dejes.

Él se frotó los ojos, como si le doliese la cabeza.

–¿Por qué quieres que me quede?

–Porque te amo.

La furiosa maldición de Heechul se escuchó en el recibidor, procedente de la cocina, y el silencio que siguió resultó ensordecedor.

Kangin cerró los ojos mientras la agonía lo consumía. Había esperado una eternidad para escuchar a una pareja decirle esas palabras de corazón.

Pero era demasiado tarde.

–La última vez que creí que un joven me amaba, perdí un imperio y acabé crucificado mientras él se reía de mí. No seas tonto, Leeteuk. El amor no existe. Es una ilusión. No me amas; no puedes amarme.

Antes de que él pudiera protestar, saltó a la camilla y se metió en la bolsa, cerrando la cremallera desde dentro.

–¡No me dejes! –le gritó Leeteuk, agarrándolo por el brazo a través del plástico.

–Llévame a casa, Keunjung.

Keunjung le sonrió con tristeza y empujó la camilla para salir de la casa. Leeteuk soltó un gruñido de frustración.

–Eres un idiota. Un idiota.

Kangin lo escuchó; su voz le llegaba amortiguada por el grosor de la bolsa. Sus palabras lo estaban matando. Estaba actuando como un imbécil.

No lo dejes, le suplicaba su corazón.

Pero no tenía otra opción. Éste era el camino que había elegido. Había tomado esa decisión teniendo en cuenta las consecuencias y todos los sacrificios que tendría que hacer.

Leeteuk era un ser de luz y él formaba parte de las tinieblas. De algún modo, hallaría la forma de recuperar su alma sin implicarlo y, una vez lo hiciera, mataría a Changsu.

Leeteuk y Heechul serían libres y él podría retomar su vida. La vida a la que estaba atado por un juramento. Pero, en lo más hondo de su corazón, sabía la verdad: lo amaba. Más de lo que jamás había amado a nadie.

Y tenía que dejarlo marchar.



Eran las cinco en punto de la tarde y comenzaba a oscurecer cuando Leeteuk llegó a casa de Kangin. Aparcó su coche delante de la mansión, caminó hasta la puerta principal y llamó.

Esperaba que Minho le contestara pero, en lugar de eso, la puerta se abrió, muy lentamente, y no vio a nadie en el recibidor. Frunciendo el ceño, entró. Al instante, la puerta se cerró dando un fuerte golpe a sus espaldas. El sobresalto hizo que soltara un jadeo. Había creído que Kangin había visto su coche en el monitor y había abierto la puerta antes de que tuviese la oportunidad de utilizar el portero automático.

Ya no estaba tan seguro.

Cada vez más nervioso, echó un vistazo sin ver a nadie. El silencio de la casa daba a entender que estaba vacía.

–¿Hola? –preguntó, avanzando muy despacio a través del recibidor–. ¿Minho? ¿Kangin?

–Así que tú eres Park Leeteuk…

Al escuchar la voz procedente del salón se quedó helado. Era una voz grave e incitante, con un acento que no se parecía a ninguno que hubiese escuchado anteriormente. Le recordaba al sonido profundo y ronco del trueno.

Por un momento, temió que se tratara de un Daimon; hasta que los ojos se le adaptaron a la oscuridad y pudo distinguir al espléndido espécimen masculino tumbado en el sofá. Tendido de espaldas y con las piernas colgando sobre el brazo del sillón, tenía los brazos doblados bajo la cabeza y le observaba atentamente desde las sombras.

Estaba desnudo de cintura para arriba y descalzo. Tenía una larga melena de color verde oscuro. En el hombro izquierdo, Leeteuk distinguió el estilizado tatuaje de un pájaro, cuya cola descendía en espiral y se enrollaba alrededor del bíceps.

–¿Y usted es…? –le preguntó.

–Shindong –le contestó con esa voz profunda y serena–. Encantado de conocerte. – Sus palabras carecían de cualquier signo de emoción o calidez.

Vale, no se parece en nada a Yoda. Bueno… los dos tienen el pelo verde.

El tipo del sofá no aparentaba más de veinticinco años, pero el aura de crueldad que lo rodeaba empañaba esa apariencia juvenil. Al mirarlo, daba la impresión de que había visto los fuegos del infierno de primera mano y que la experiencia lo había transformado en un ser mucho más sabio.

Le hacía sentirse muy incómodo.

–Así que usted es el infame Shindong…

El devastador rostro del hombre dibujó una sonrisa juguetona.

–Amo y señor de la horda de bárbaros que pululan por la noche.

–¿Usted los dirige?

Él se encogió de hombros con indiferencia.

–En realidad, no. Sería mucho más fácil gobernar al viento.

Leeteuk soltó una risilla nerviosa.

Shindong se levantó muy despacio y se acercó a él con todo el aspecto de una bestia al acecho. Según se aproximaba, el magnetismo de su presencia lo dejó abrumado.

–¡Por amor de Dios! –jadeó mientras doblaba el cuello para poder mirarlo a los ojos–. ¿Es que hay alguna ley tácita por la cual todos los Cazadores Oscuros tengan que ser gigantes?

Shindong rió, mostrándole un destello de sus colmillos.

–¿Qué puedo decir? Artemisa quiere que sus Cazadores sean altos. No se admiten solicitudes de hombres bajitos.

Justo cuando llegó frente a él, Leeteuk vio sus ojos con claridad. Y se quedó boquiabierto.

A diferencia de los de Kangin, éstos lanzaban destellos. No se podía describir de otra manera.

–Desconcertantes, ¿verdad? –le preguntó él sin dejar de mirarlo, consciente de que lo estaba observando. –¿Qué te trae por aquí, pequeño? –le preguntó Shindong.

–He venido a ver a Kangin.

–No quiere que lo molesten.

–Bueno –dijo, enderezando la espalda para no dejarse amedrentar por un Dark Hunter que, estaba seguro, podría destrozarlo en un nanosegundo–. No siempre sabemos lo que nos conviene.

Shindong soltó una carcajada.

–Muy cierto. Entonces… ¿crees que puedes salvarlo?

–¿Es que duda de mí?

–Por si no lo sabe, señor –continuó hablando con ese tono funesto y grave–, llevo caminando por el mundo desde hace once mil años. –Se detuvo y se inclinó para seguir susurrándole al oído–. He visto cosas que jamás podría llegar a imaginarse, y ¿me pregunta si dudo de usted? –Retrocedió unos pasos para poder mirarle a la cara antes de acabar la frase–. Señor, dudo hasta del aire que respira.

–No le entiendo.

Él hizo caso omiso de su confusión.

–Quieres su alma.

–¿Cómo dice? –le preguntó mientras los nervios la hacían temblar.

–Puedo sentir sus emociones, señor. Escucharle. Su mente es un torbellino de sentimientos y temores: ¿Puede conseguir que sea suyo? ¿Le ama? ¿Podrá amarle algún día? ¿Lo ama de verdad? ¿Hay la más mínima oportunidad de estar juntos o se está engañando a sí mismo?



4 comentarios:

  1. No puedoooo esperar hasta el domingo ;;-; hdhdhd que tonto es Kangin y Heechul es tan exasperante e.e ahora Teukie debes armarte de valor y hacer lo correcto, ahora sólo espero que changsu se rapté a Leeteuk y Kangin habrá los ojos e.e

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  2. ¬¬ ese momento en que irremediablemente odias a Heechul!!!!
    ¿PORQUE?¿PORQUE? no se vale!!!
    pobre Kangin... ;___;
    quedo muy triste!!! awww~ Noooooo!!!
    ahh~ me voy a volver loca!!!! hasta que va a obtener el alma! que lindo(?)

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  3. Jajajajaajajajaja
    Bueno,al menos kangin ya sabe a que atenerse si lastima a teuk....heechul se las cobrará.
    Una "x" para kangin y una palomita para Teuk,por fin le pudo decir lo que sentia....lo malo que kangin no confia lo suficiente,ni en teuk ni en él mismo.
    Sera que Shin le suelte toda la sopa a teuk de la forma de como salvar a kangin y matar a changsu?
    es evidente que Shin ayuda a su hunters,y kangin lo merece,shin solo se asegura que teuk sea lo mejor para su hunter...*0*

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  4. No es justo, pobre Kangin u.u el encuentro con HeeChul fue bastante malo, no solo porque quería matarlo sino también porque las palabras de HeeChul fueron tan crueles que eso sumado a sus propios miedos le han hecho creer que lo mejor es alejarse de LeeTeuk, fue tan triste cuando Teuk le pedía que se quedara con él.

    Por un momento casi me da un ataque cuando Teuk fue a la casa de Kangin, pensé que Changsu se había metido y terminó siendo Shindong. Me preguntó como acabará ese encuentro.

    Lo que me dejo sorprendida es que la "terapia de choque" de LeeTeuk, o sea lo de amarran a Kangin, realmente funcionó y ahora Kangin ya no teme estar amarrado por los brazos ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...