Deseo Prohibido- Capítulo 18




La sangre rodó por la frente de Hyukjae cuando clavó de un empujón la espada en el corazón del demonio más cercano.

Él y los otros Suju habían tomado una posición estratégica dentro de uno de los túneles, donde no podían ser fácilmente flanqueados. Miraba hacia atrás tan a menudo como podía, esperando que el túnel no ofreciera ningún punto de acceso más a los Sasaeng que se acercaban sigilosamente a sus espaldas.

Si bien había recibido un golpe, no sentía los efectos de ningún veneno recorriéndole el sistema, por lo que estaba agradecido. La herida ya comenzaba a cerrarse, aunque la sangre que le escocía los ojos se estaba convirtiendo en un problema peligroso.

La multitud de demonios disminuyó, y los pocos restantes se dieron la vuelta y corrieron.
Miró a Simon y los otros.

—Quédense todos aquí y contengan salida. Voy a sacarlos.

Simon asintió con la cabeza.

—Voy contigo —dijo Zhoumi.


Hyukjae se volvió, negándose a perder el tiempo discutiendo con el hombre. Podía hacer lo que quisiera. Ellos saldrían deprisa después de los Sasaeng.

Habían despejado sólo una curva en el corredor cuando Hyukjae escuchó el primer grito de ayuda. Humano. Asustado como el infierno.

Hubo un tiempo en que ese grito le hubiera afectado, pero ahora todo lo que experimentó fue una cautela fría.

“Finge que tienes honor”. Eso fue lo que dijo a los hombres que había llevado a la Banda de los Áridos. Era un código por el que estaba decidido a vivir.

Un hombre con alma se habría horrorizado ante ese sonido, así que Hyukjae siguió interpretando el papel.

—¿Qué demonios fue eso?

—Vamos a ver —dijo Zhoumi.

Los dos hombres habían recorrido suficiente túnel luchando para saber que no deberían correr. Era demasiado fácil poner trampas a lo largo de estos túneles estrechos, y un hombre que fuera demasiado rápido no tendría tiempo para evitarlas. En lugar de eso, se movían tan rápido como la cautela les permitía.

El grito se repitió, sólo que esta vez ya no era una sola voz.

—¡Por aquí! —Mezclado con—: ¡Ayúdennos! —Por encima de ese sonido estaba el lloriqueo que sonaba como a un niño.

La rabia surgió dentro de Hyukjae. Tuvo que apretar la mandíbula para evitar bramar a las paredes.
El túnel se ensanchaba en un espacio angosto, y a lo largo de una pared había una hilera de jaulas de metal. Dentro de esas jaulas habían adultos y dos niños.

—Por favor —dijo uno de lo adultos en el otro extremo del espacio.

—Sáquennos de aquí.

Hyukjae se dirigió a Zhoumi y le gritó:

—Vigila mi espalda.

—No tardes —dijo Zhoumi—. Tengo la sensación de que pronto tendremos compañía.

Hyukjae fue a la primera jaula, donde un hombre sucio se aferraba a los barrotes. El pelo enmarañado le caía en la cara. La tierra manchaba su piel, no estaba llorando. Su expresión era lacónica.

—Las llaves están en la pared detrás de ti.

Zhoumi las agarró y se las tiró a Hyukjae. Se trasladó a abrir su jaula, pero él lo detuvo. Su voz era tranquila, pero su orden fue inconfundible.

—Libera a los niños y a los otros primero.

Hyukjae no perdió el tiempo oponiéndose a él. Tendría sus razones para dar la orden, así que hizo lo que le pidió, liberando a los demás antes de regresar a su celda.

Él no se había movido. Los otros estaban apiñados en torno a Zhoumi, gritando y agarrándose el uno al otro. No había señal de una sola lágrima, ni miedo o alivio en los ojos de este hombre.

Abrió su jaula y le ofreció la mano para ayudarlo a pasar por la puerta pequeña. En el momento que la delgada mano le tocó, la cabeza de Hyukjae empezó a zumbar. La rabia en constante ebullición dentro de él se alejó, acallando los incesantes gritos de su alma muerta. Hasta ahora, no se había dado cuenta de todo el caos que le atormentaba la mente ‑de cuánto de dolor había llegado a cargar en torno a la muerta y hueca alma en su interior.

Las dos partes de su Luceria se sacudieron lejos de la piel por un momento, como si trataran de llegar a él. El repentino deseo de levantarlo en brazos y huir donde nadie pudiera encontrarles le golpeó dentro del cráneo. Quiso retenerlo, esconderlo del mundo, ocultarlo donde sólo él pudiera tocarlo.

El hombre apartó con fuerza la mano, sus ojos brillando muy abiertos. Retrocedió en la jaula hasta que se presionó contra la pared. Por primera vez, la emoción se mostró en su rostro, y el miedo brillando en su interior hizo que Hyukjae quisiera rasgar los barrotes con sus propias manos.

—Mantente alejado —le ordenó.

Él no tenía ni idea de dónde consiguió ese aire de mando, pero se encontró obedeciendo antes de que siquiera se molestara en preguntar por qué debería.

—No voy a hacerte daño —le dijo.

—Eso es lo que dicen todos.

—La compañía se acerca —dijo Zhoumi— Es hora de irnos.

Pelear con tantos inocentes cerca podría ponerse realmente muy sucio, demasiado rápido. Hyukjae no iba a ver como esta gente era masacrada sólo porque un hombre estaba asustado.

—¿Vienes tú solo o voy yo? —le preguntó.

El hombre echó un vistazo al grupo de Zhoumi, enderezó sus delgados hombros, y siguió adelante. Hyukjae le ofreció la mano de nuevo. Él la ignoró y pasó a su lado sin tocarle en absoluto.

Hyukjae tuvo que combatir la ira porque le tratara así. ¿Le había salvado la vida y él le evitaba? ¿Qué clase de manera era esa de actuar? Incluso él tenía mejor criterio.

Lo que fuera. El hombre había salido y él tenía un trabajo que hacer. El sonido seco de las garras en la piedra combinado con los sonidos húmedos de la salivación de los demonios estaba acercándose por segundos.

—Cubriré la retaguardia —dijo Hyukjae.

Zhoumi se volvió y condujo al grupo de vuelta por el camino por el que habían venido. Hyukjae aguantó, con la espada lista, esperando matar cualquier cosa que se pusiera en su camino.



Donghae había tenido frío tanto tiempo que casi se había olvidado de cómo era estar caliente.

Podía sentir el calor del hombre detrás de él golpeándole la espalda en oleadas. Quería darse la vuelta y rizarse dentro de ese calor, pero había algo en él que le daba miedo. Algo oscuro y peligroso.

La forma en que lo había mirado cuando le tomó la mano, esa mirada de hambre primitiva, fue suficiente para que mantuviera la distancia a pesar del frío en los huesos. Era mejor tratar con el otro hombre y evitar al peligroso por completo.

—Hay más niños aquí —susurró lo suficientemente alto para que pudiera oírle sobre sus pasos—. Tenemos que encontrarlos y sacarlos también.

—¿Dónde? —preguntó el hombre detrás de él.

Él estaba cerca. Demasiado cerca.

Donghae se negó a mirarle.

—No lo sé. Los he visto pasar, sin embargo.

—¿Hacia dónde?

—Detrás del camino por donde vinimos.

El hombre detrás, dijo:

—Zhoumi, continúa en movimiento. Voy a cogerlos.

Un aumento repentino de miedo se disparó a través de Donghae y se volvió para decirle que no fuera. Había demasiados monstruos. Pero en el momento en que echó una mirada por encima del hombro, el hombre de ojos oscuros se había ido.

—Va a hacer que le maten —le dijo al hombre al frente.

Él sacudió la cabeza, y Donghae alcanzó a ver el lado de su cara. Una red de cicatrices arruinaba su piel, tensándose cuando su mandíbula se movió.

—No puede dejar atrás a los niños. Hyukjae puede manejarlo. Alguien tiene que ir.

Por alguna razón, Donghae no quería que fuera Hyukjae.



Wook golpeó el suelo duramente mientras el portal que había abierto se cerraba detrás de él. Tenía la visión borrosa y giraba. El estómago le dio un fuerte tirón y no tuvo más remedio que inclinarse hacia un lado y vomitar.

—Pasará en un segundo —oyó decir a Yesung.

—Si vivimos tanto tiempo —dijo Kevin. Sus palabras eran difíciles de oír sobre el ruido que venía desde debajo de donde estaban.

Los ojos de Wook lagrimearon, pero se obligó a levantar la vista del suelo. Su teletransportación había funcionado. No les había matado y este era sin duda el lugar correcto, aunque eso poco importaba.

Estaban en otra cueva, sólo que ésta tenía una enorme caverna que descendía como un estadio. En el centro de ese estadio estaba Henry. Sooman sobresalía por encima de él y rodeándole había docenas de Sasaeng. Tal vez un centenar. Desde esta distancia, fácilmente podría haber confundido a algunos de ellos como humanos. Su piel era demasiado gris y brillante para ser humana, y sus rostros estaban distorsionados, pero el parecido era demasiado cercano para ser una coincidencia. Estaban pataleando y soltando gruñidos que sonaban inquietantemente como una ovación.

Ellos no les habían notado todavía, pero eso no duraría mucho.

—Vamos a morir —dijo Kevin.

—Al diablo con eso —dijo Yesung, caminando delante de ellos—. Nadie morirá excepto los Snarlies. Contrólate.

Wook aceptó ese consejo y se levantó. Estaba débil, pero se las arregló para permanecer de pie.

—Retrocede hasta ese reborde en la pared —le dijo Yesung—. Les mantendré apartados de ti.

—¿De verdad crees que puedes matarlos a todos? —preguntó Wook.

—Esperaba que pudieras echarme una mano, amor.

—¿Qué hago?

—Lo que sea que te haga feliz. Pero que sea mortal y hazlo rápido antes de que nos vean.

Kevin sacó una espada de la nada de la forma en que Yesung lo hizo.

—No sabía que podías luchar —dijo Wook.

Kevin no se molestó en mirarlo. Estaba demasiado ocupado mirando la multitud de demonios de abajo.

—Hay un montón de cosas que no sabes de mí, y así es como me gusta.

Wook estaba seguro de que no había manera que pudieran matar a todas esas bestias.

—A lo mejor nos puedo teletransportar otra vez, junto a Henry. Puedes mantenerlos a raya mientras lo cogemos y nos teletransportó a todos fuera de nuevo.

—Sentí la cantidad de poder que necesitaste para hacerlo la primera vez. Puedes ser capaz de acercarnos, pero no creo que puedas sacarnos fuera. Y no hay manera de que pueda repelerles si estoy rodeado.

—Sólo agárrame —dijo Kevin—. Cuantos menos seamos, será más fácil.

—Tendrás que ser rápido —dijo Yesung—. Se echarán sobre ti en segundos. Si vomitas, mueres.

—De acuerdo. No más vomitar.

—Muy bien. Dime cuando ir y os sacaré de aquí.

Wook reunió el poder de Yesung en él y dijo:

—A la de tres. Uno… dos…



Changmin, Yunho, Kangin y Leeteuk habían retrocedido hacia donde estaba el único Suju vigilando su salida.

El agotamiento se abalanzó sobre Changmin. Siguió tratando de empujar más poder dentro de sí mismo, pero era como respirar a través de una pajita estrecha. No podía obtener el suficiente flujo para recuperar el aliento, mucho menos para matar a los Sasaeng.

Sentía la frustración de Yunho golpeándole, pero no había nada que pudiera hacer al respecto. Él estaba en lo cierto. Había sido un estúpido al apartarle y ahora quedarse más débiles por las mentiras y el orgullo. Ya que él no podía aceptar su traición. No podía culparle.

Otro pilar de fuego salió a borbotones de Leeteuk, aunque se encorvaba con esfuerzo. Se volvió a Changmin, jadeando. Lágrimas gemelas de llamas se deslizaban de sus ojos inyectados en sangre.

—Estoy casi sin fuerza. Tenemos que salir de aquí.

Normalmente, Changmin habría dado un paso adelante y habría asumido el control, pero no había razón para eso. Incluso tan cansado como estaba Leeteuk, era todavía más fuerte que Changmin ahora mismo.

Detrás de él, oyó una conmoción y se volvió a tiempo de ver a Zhoumi juntando media docena de humanos sucios en la seguridad del corredor.

—Hay más niños aquí dentro. Hyukjae fue a buscarlos. Tengo que ir a ayudarle.

—Retirada —gritó Yunho—. Saca a los humanos. Nosotros protegeremos la retaguardia.

Simon abrió camino, pero hizo un rápido y súbito alto y desenvainó su espada.

—Demasiado tarde. Deben de haber llegado por otro pasaje o por el exterior. La salida está bloqueada.

Changmin se apoyó en la pared con pesar. Estaban muertos. A menos que Heechul repentinamente apareciese, se habían quedado sin el poder del fuego y sin opciones. Iba a tener que ver a más familiares morir.

La chispa de la ira y determinación de Yunho ardió a través de la conexión.

—Kangin, Leeteuk, tendrán que bombardear una salida. Changmin, tú y yo vamos a mantener este túnel y darles tiempo para escapar.

—¿Cómo? —le preguntó él—. No tengo fuerzas.

Yunho lo miró directamente a los ojos, y por primera vez en años, vio algo verdaderamente aterrador en su expresión. Lo apoyó contra la pared de piedra, elevándose sobre él.

—Entonces, te sugiero que encuentres un poco. No voy a dejar que estos inocentes mueran a causa de los errores que hemos cometido.

—No es como si pudiera simplemente sacarla.

—Tal vez deberías hacer un intento y ver si funciona, porque tú y yo haremos esto. Ahora.

Yunho le agarró el brazo y dio un paso por detrás de Leeteuk. Él había hecho fuego a lo largo del camino, pero a la derecha, al otro lado de las llamas, había docenas de hambrientos Sasaeng.

—Váyanse —gritó Yunho—. Sáquenlos.

—¿Y tú? —preguntó Leeteuk.

—Changmin nos teletransportará fuera. No nos esperen.

Changmin no estaba seguro de si Yunho estaba siendo optimista acerca de su fuerza o si simplemente lo decía para que los otros se movieran, pero cualquiera que fuera su motivo, funcionó. Kangin y Leeteuk a la izquierda desaparecieron por el túnel con el resto del grupo.

Las llamas llenaron el espacio, vacilando con calor artificial. Uno de los demonios metió una pata a través del fuego y gritó de dolor.

—Sabes que estoy demasiado débil para teletransportarnos —le dijo a su marido.

—Ya lo sé.

—¿Así que estás contento de morir aquí?

—No. Simplemente sé que eres de lo mejor cuando las apuestas son más altas. Pensé que la situación te podría motivar a sacar tu cabeza del culo.

Él choque lo sacudió, pero no se lo demostró. Yunho nunca le había hablado de esa manera.

—Tal vez debería —dijo él—. Tal vez si no te hubiera mimado todos estos años, no estaríamos donde estamos ahora.

—No tenía previsto nada de esto.

—Yo desde luego no lo esperaba.

—¿Cómo deshacemos los años de daño durante el tiempo que se necesita para apagar esas llamas?

Yunho sacudió la cabeza, mirándolo fijamente. La tristeza en sus ojos fue suficiente para hacerle llorar. Él era un hombre demasiado bueno para sufrir de este modo, demasiado amable.

No lo merecía, pero le amaba. Mucho. Haría cualquier cosa por él, cualquier cosa para compensar el daño que había causado.

Era hora de demostrárselo. Era hora de dejar de lado lo que quería y darle lo que él quería a cambio. Le debía por lo menos eso.

Le agarró su cara y tiró de él hacia abajo para besarle. Yunho estuvo rígido al principio, pero no pasó mucho tiempo para que eso cambiara. El calor quemó entre ellos y su lengua entró rápidamente para saborearlo, como si se hubiera estado muriendo de ganas de hacerlo durante mucho tiempo.

Un gemido áspero de necesidad surgió de su pecho y Changmin sintió un cosquilleo leve en la garganta. Estaba demasiado ocupado disfrutando de su boca para preocuparse por ello. Tenían sólo unos segundos antes de que tuvieran que volver al trabajo. Podrían ser los últimos segundos que alguna vez pasaran juntos.

Yunho se apartó respirando con dificultad. Apretó su frente en la de él y la luz del fuego oscureció las líneas de expresión de su cara.

—Te amo, mi caballero.

—Te amo, también. Siempre. No lo negaré más. Encontraremos la manera de regresar a donde 
pertenecemos.

—Juro que lo haremos.

—No más secretos. No más mentiras.

—Voy a estar demasiado cerca de ti para que tengas la oportunidad.

—Ganaré tu confianza otra vez. Te lo juro.

Yunho le sonrió y los espacios fríos en su corazón parecieron calentarse.

—Ya la tienes. Todo está perdonado.

Cuando las palabras salieron de su boca, el peso que había estado cargando durante tanto tiempo se levantó. Se sintió libre. Ligero. Joven.

—Pues bien, esto es conmovedor —dijo una voz aguda.

Changmin se volvió para ver parte de la masa de los Sasaeng, permitiéndole a Jessica aproximarse a la pared de fuego.

El dolor rompió a través de Changmin cuando vio a su niña. Iba vestida toda de negro, mostrando ahora demasiada piel debajo del encaje andrajoso. El cristal negro brilló intensamente alrededor de su garganta y goteó de sus orejas. La ira torció sus rasgos delicados cuando Jessica enseñó sus dientes.

—Me sorprende que todavía estén vivos —dijo Jessica—. ¿Dónde están los demás?

La mano de Yunho apretó el brazo de Changmin para avisarlo.

—Muertos. Somos los últimos que quedamos.

La risa de Jessica era hueca de incredulidad.

—Mis mascotas han desaparecido. Tú te los has llevado, ¿no?

—¿Mascotas? —preguntó Yunho.

El muro de llamas comenzó a disminuir. Ya no alcanzaba el techo de roca.

—Los humanos —dijo Jessica—. Quiero que vuelvan. No me gusta estar sola.

—Entonces ven con nosotros —urgió Changmin—. Nunca estarás sola otra vez.

—Tú sabes que no puedo. La SM es un lugar para personas con almas. Gracias a ti, appa querido, no tengo ninguna.

—Eso no es cierto.

—Lo es. Tú la arrancaste de mí el día que nos separaste a Sunny y a mí por la mitad.

—Estas equivocada. He visto el bien en ti. Este camino que has escogido es justamente eso: Una elección.

Jessica sonrió.

—Igual que esto.

Ella señaló el suelo donde las llamas estaban arraigadas. Un Sasaeng gigantesco a su derecha se lanzó hacia adelante en el fuego.

Gritó y se retorció, pero se quedó en silencio unos segundos. Jessica dio un paso adelante por la parte posterior de la cosa, usándola como un puente para cruzar el fuego.

Yunho levantó la espada. Changmin se negó a entrar en pánico. Reunió en él su poder, preparándose para usarlo en cualquier momento.

El poder de Yunho fluía con mayor facilidad, no con normalidad, pero mejor que antes.

Jessica llegó a estar delante de ellos. Los Sasaeng no se habían movido para atacar.

La esperanza se despertó en el alma de Changmin. Tal vez su bebé había decidido regresar después de todo.

Changmin extendió una mano temblorosa hacia su hija.

Jessica miró su mano con una expresión casi triste, como si quisiera algo de ella que nunca podría tener.

—Todo el mundo al que toco muere.

Changmin sufrió por su bebé y por todos los errores que ambas habían cometido. Él debería haber sido un mejor ejemplo. Tendría que haber pasado más tiempo tranquilizando a Jessica diciéndole que era amada y necesaria. Pero como tantas otras cosas que Changmin había hecho, ya era demasiado tarde para cualquier cosa excepto la pena.

—No siempre fue de ese modo —le recordó a Jessica—. No tiene que ser de esa manera ahora. Ven con nosotros. Ven a casa. Te queremos.

—No se puede amar a alguien que no tiene alma. Yo soy una cosa. Plástico y hueco. Un arma. Tú no puedes amar un arma.

—Tú eres nuestra hija —dijo Yunho—. Eres nuestra carne y sangre, parte de nosotros.

Las lágrimas llenaron los ojos de Jessica antes de que ella parpadeara un segundo más tarde.

—No les pertenezco. Mi lugar está aquí. Matando. Destruyendo. Eso es lo que hacen las personas sin alma.

Changmin vio el cambio en su hija en el segundo que empezó. Lo que fuera que agrietara las dudas que él y Yunho pudieran haber causado la habían curado. Jessica enderezó los hombros y el mal brillante volvió a sus ojos. La suavidad en su expresión se desvaneció y de pie delante de ellos ya no estaba su hija. Era su enemiga.

—Papá —dijo Jessica, tratando de alcanzar a Yunho como para abrazarle.

“Todo el mundo al que toco muere”.

Changmin no podía dejar que eso le ocurriera a Yunho.

Usó el poder que había reunido para impulsarse adelante hacia Jessica. Ella le derribó, llevándolo al suelo. La sensación del cuerpo de su hija contra el suyo trajo incontables recuerdos de las veces que había sujetado a Jessica o la meció para dormir.

Cada recuerdo rompió el corazón de Changmin una vez más.

Jessica luchó, pero tenía la fuerza de un niño y Changmin la sometió fácilmente. Para cuando inmovilizó a Jessica contra el cuerpo, impidiéndole que se moviera, el muro de llamas se había apagado lo suficiente para que los Sasaeng al otro lado pudieran saltar sobre él.

Yunho se había colocado en el camino de su avance, pero eran demasiados como para luchar solo.

—¡Alto! —gritó Changmin, impregnando las palabras con el poder de mando.

Todo el mundo se quedó inmóvil, incluyendo a Yunho.

Changmin arrastró a Jessica hacía arriba, todavía restringiéndola. Envolvió una mano alrededor de la garganta de su hija y les dijo:

—La estrangularé si se acercan. Atrás.

Los Sasaeng retrocedieron unos pocos metros, pero eso fue todo.

El cuerpo de Jessica empezó a temblar de risa.

—Ya he ganado. Me has tocado, por lo que estás muerto. Lo que quiere decir, padre, que tú también. Mis tropas no tienen que hacer nada.

Un latido de pánico floreció dentro de él, pero Changmin lo controló.

—Tu magia no funciona conmigo.

—¿No? —preguntó Jessica.

Mientras hablaba, Changmin sintió la primera puñalada de dolor atravesarlo. Todo comenzó en los pies, agudo e intenso, como si alguien le hubiera cortado los dedos. Tomó aliento alarmado, incapaz de ocultar el dolor.

—Lo ves. Nadie me puede tocar y vivir. Ni siquiera tú.



—… tres.

Wook encontró un lugar cerca de Henry que no estaba completamente infestado por Sasaeng y se centró en el blanco. Se agarró a Kevin y los envió a través del espacio.

Él aterrizó con mucha fuerza, aunque esta vez, no le hizo sentirse tan enfermo. No estaba seguro si era porque fue una distancia más corta o porque tenía el estómago vacío.

Kevin no perdió el tiempo. Antes de que los Sasaeng pudieran imaginar que estaban allí junto a 
Henry, Kevin lo levantó en brazos y gritó:

—¡Ahora!

Wook aún estaba sin aliento, pero arrancó tanto poder de Yesung como pudo, agarró el brazo de Kevin, y le dirigió al lugar detrás de Yesung.


Antes de que hubiera terminado de canalizar el poder, el cuerpo le voló por los aires, golpeando un muro de roca. La cabeza le estalló de dolor y la visión comenzó a desvanecerse. Lo último que vio fue a Sooman envolver los dedos demasiado largos alrededor del cuello de Kevin y a Henry caer de sus brazos al suelo.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...