Dark Pleasures (DH2) Capítulo 22




Al llegar a casa Kangin se detuvo en la puerta de la cocina y observó a Leeteuk con curiosidad. Eran casi las cinco de la mañana y, según parecía, estaba haciendo sopa y unos sándwiches.

¿Y esto?

Se movió como una sombra hasta ponerse a su espalda y lo cogió de la mano.

Leeteuk alzó la vista con un jadeo, asustado hasta que lo reconoció. Sin dejar de sonreírle, Kangin se llevó su dedo a la boca y pasó la lengua a su alrededor, saboreando tanto la sopa como la piel de Leeteuk.

–Delicioso –le dijo.

–Pensé que te gustaría un poco de comida caliente, para variar, cuando llegaras a casa. Debes sentirte muy solo cuando llegas a una casa vacía y oscura, sin nadie que te dé la bienvenida.

No podía imaginarse cuánto. Lo miró, observando esos labios abiertos que lo llamaban a gritos. Habían pasado muchos siglos desde la última vez que alguien le diera la bienvenida al volver a casa. Siglos de inenarrable soledad y abandono.


Pero ambos sentimientos habían desaparecido en el mismo instante que despertó en aquella fábrica abandonada y contempló esos enormes y vivaces ojos que lo hacían arder.

Leeteuk no estaba preparado para lo que Kangin hizo a continuación. Lo besó como un poseso. Le introdujo la lengua en la boca, saboreando sus profundidades, mientras le acariciaba la espalda con las manos antes de colocarlas sobre su trasero. Era la primera vez que permitía a un hombre tomarse esas libertades; claro, que tampoco es que le importara demasiado.  Tratándose de Kangin, parecía no tener inhibiciones. Quería estar con él a todas horas; quería abrazarlo, tocarlo… estar a su lado. Si pudiera, se volvería a ponerse los grilletes y, esta vez, para siempre.

–Kangin, la sopa –le dijo sin aliento.

Él se retiró un poco, con la respiración alterada y los labios hinchados por el beso.

–Que espere.

Esa noche lo rodeaba un aura un poco más indómita; algo salvaje y malicioso. Lo llevó hasta la mesa y lo ayudó a tenderse sobre ella. Con una mirada hambrienta y apasionada, se puso en pie entre sus piernas y le observó.

–Esto sí que es un banquete digno de un rey.

Y se inclinó. Leeteuk emitió un jadeo al sentir la furia de esas manos inquisitivas, que parecían estar en todos sitios a la vez. Sus caricias le electrificaban; lo dejaban saciada y le hacían ansiar mucho más.

Su actitud no dejaba de sorprenderle. Un guerrero inmortal que no necesitaba a nadie y que, aun así, se comportaba con exquisita ternura entre sus brazos. Un hombre que se estremecía cuando acariciaba su miembro y deslizaba la mano sobre él.

Las caricias de Leeteuk le nublaban la mente. No podía pensar. Sólo podía inhalar su aroma y saborearlo. Lo deseaba con toda el alma. La pasión y el deseo le impedían razonar más allá de lo que estaba sucediendo y, sin darse cuenta de lo que hacía, le apartó las manos y se hundió en él.

Leeteuk dejó escapar un gemido ante la increíble sensación de tenerlo profundamente enterrado en su cuerpo. Su miembro era tan grueso y estaba tan duro… lo llenaba por completo. Le envolvió la cintura con las piernas al mismo tiempo que Kangin comenzaba a mover las caderas, alternando un ritmo suave con embestidas largas y profundas.

Se amaron muy lentamente. Leeteuk se retorcía bajo los poderosos envites de Kangin mientras éste le mordisqueaba el cuello, arañándole con los colmillos. Al cerrar los ojos, volvió a sentir el increíble vínculo que los unía. Eran un solo ser. En ese instante, Kangin se estremeció y susurró su nombre sobre sus labios, haciéndole temblar de deseo.

Y cuando el mundo se desintegró, Leeteuk creyó ver un millar de colores girando a su alrededor.

Kangin lo observó mientras llegaba al orgasmo y sintió cómo envolvía su miembro con más fuerza. ¡Por los dioses! Cómo anhelaba poder satisfacerse, pero no podía; sus poderes ya se estaban debilitando, y los necesitaba para mantenerlo a salvo.

Salió de él de mala gana, rechinando los dientes.

Se colocó la ropa sin decir una sola palabra, aunque por dentro se moría de dolor, y dio un tirón a los vaqueros intentando aliviar la incomodidad que le producía la presión de la tela sobre su erección.

Resultó inútil.

Leeteuk sintió pena por él al percibir su incomodidad y la rigidez de sus movimientos. ¿Cómo podía llevarlo al orgasmo y no buscar su propia satisfacción? Debía estar sufriendo una agonía.

Y sin quejarse.

Ninguno de los dos dijo nada mientras comían, pero Leeteuk lloraba por dentro. Por su pobre guerrero. En el fondo de su mente, una vocecilla le decía que no importaba lo mucho que lo quisiera, porque entre ellos nunca habría lugar para una relación.

Se despertó pasadas las tres de la tarde. Salió de la cama, se dio una ducha y se vistió mientras Kangin seguía durmiendo.

¡Dios santo! Era tan guapo… tenía un brazo alzado sobre la cabeza y, en esa posición, se asemejaba más a un niño dormido que a un sombrío guerrero inmortal. Siguiendo un impulso, se inclinó y lo besó en los labios. Kangin se incorporó y lo aferró por el cuello; lo apretaba con tanta fuerza que apenas podía respirar.

–¿Kangin? –jadeó, forcejeando para soltarse–. Cariño, me estás ahogando.

Él no le hizo caso. Le costó más de tres minutos librarse de sus manos.

–Muy bien –dijo sin aliento, mientras observaba cómo él se daba la vuelta y se quedaba de costado–. Recuérdame que no se me ocurra volver a hacerlo.

Lo tapó con las sábanas y salió de puntillas de la habitación.

Encontró a Minho en el salón de la planta baja; se había calzado unos patines y se deslizaba de un lado a otro de la estancia, sorteando montañas de papeles.

–¿Qué estás haciendo? –le preguntó. Él se detuvo y se encogió de hombros.

–Kangin se cabrea si uso el monopatín dentro de la casa.

Leeteuk soltó una carcajada.

–Vale; aunque supongo que tampoco le harán mucha gracia los patines.

–Probablemente no, pero, este lugar es enorme y tengo que ir del sitio A al B sin que me acaben temblando las piernas.

Volvió a reírse. El humor del Escudero era contagioso, una vez que te acostumbrabas a él.

Describió una pequeña circunferencia y entró patinando a la cocina. Antes de que él pudiese llegar a mitad de la sala, Minho regresó, trayéndole un vaso de zumo de naranja.

–Gracias –le dijo mientras lo cogía–. ¿Qué se sabe de Sora?

–Su hijo dice que está mejor. Cuando llamé se había despertado.

–Estupendo.

–Sí, Kangin se alegrará mucho.

Súbitamente, se escuchó tras él un estruendo horrible. Aterrorizado por la idea de que fuese Changsu irrumpiendo de forma repentina, se dio la vuelta y vio en el suelo un enorme montón de oro y diamantes; exactamente en el mismo lugar en el que solía estar una mesita tallada a mano del siglo XII.

–¡Mierda! –exclamó el Escudero con una mirada hastiada–. A Kangin le encantaba esa mesa. Ahora sí que va a cabrearse.

–¿Qué es eso? –preguntó Leeteuk, acercándose para ver mejor lo que podría ser el rescate de un rey en lingotes de oro y diamantes.

Minho suspiró.

–Estamos a primeros de mes.

–¿Cómo?

El Escudero se encogió de hombros.

–Artemisa no acaba de entender que es más sencillo hacer una transferencia a las cuentas de sus Cazadores Oscuros. Así que, una vez al mes, nos encontramos una montaña de oro y diamantes donde menos lo esperamos. En una ocasión, todo cayó a la piscina; imagínate la putada.

–No te lo tomes a broma –contestó Leeteuk, maravillado por la cantidad–. Alguien podría acabar herido.

–Eso es cierto. El tercer Escudero de Kangin murió así.

Leeteuk se dio la vuelta para mirarlo a la cara y, al instante, se dio cuenta de que Minho no estaba bromeando.

–Y, ¿qué hacen con todo eso? –preguntó, señalando el montón de oro. Él sonrió.

–Hay un Escudero en la ciudad que se encarga de cambiarlo a dólares. Desde allí, la mayoría del dinero se destina a obras de caridad. El dos por ciento va a una fundación que se dedica a cuidar de las familias de los Escuderos que murieron cumpliendo con su deber y a los Escuderos que se han retirado; otro dos por ciento se destina a una empresa de investigación, encargada de hacer juguetitos electrónicos para los Cazadores Oscuros.

–¿Con cuánto se queda Kangin?

–Con nada. Vive de los intereses del dinero que tenía cuando era humano.

–¿En serio?

Minho le contestó con un movimiento de cabeza. ¡Guau! Debía haber estado forrado en aquella época.

–Vale, ¿puedo hacerte una pregunta un poco impertinente?

Minho sonrió.

–¿Quieres saber cuánto gano?

–Sí.

–Lo suficiente para hacer de mí un hombre muy feliz.

En ese momento sonó el teléfono.

El Escudero se alejó patinando mientras Leeteuk se tomaba el zumo sentado en el sofá y leía el periódico. Cuando acabó dejó el vaso en la mesa de café... o ataúd.

Unos minutos después, Minho volvió con muchas prisas; tenía una expresión ceñuda y ni siquiera le habló mientras se acercaba al armario situado en la pared del fondo. Cuando abrió la puerta, Leeteuk vio un impresionante arsenal.

El terror se apoderó de él.

–¿Qué ocurre?, ¿Quién ha llamado?

–Era Shindong, avisando que entramos en alerta roja.

Leeteuk frunció el ceño. Por las prisas que llevaba el Escudero, sabía que algo debía ir muy mal.

–¿Y eso qué significa?

La expresión de Minho le erizó la piel.

–¿Conoces el dicho «El infierno acaba de desatarse»?

–Sí.

–Se inventó para designar una situación de alerta máxima. Por alguna razón, hay una alta concentración de Daimons en esta zona. Acaban de abandonar sus refugios. Cuando hay una aglomeración de esta magnitud, los vampiros alcanzan su fuerza máxima y se alimentan, lo necesiten o no. No hay nada más peligroso que una alerta máxima, exceptuando, claro está, un eclipse de sol. Las cosas se van a poner muy feas esta noche.

A las siete en punto, Leeteuk supo de primera mano que Minho no mentía. Estaba limpiando los restos del «desayuno» de Kangin mientras su Escudero le contaba la conversación que había tenido con Shindong.

Kangin había cogido el doble de armas que de costumbre e iba de camino a la puerta cuando sonó el teléfono. Leeteuk contestó.

–¿Mamá? –preguntó al reconocer la voz llorosa. El corazón dejó de latirle un instante–. ¿Qué pasa?

Kangin se detuvo junto a la entrada y, sin perder un minuto, voló hasta su lado.

–Teukkie –continuó la señora Park entre sollozos–. Se trata de Hee…

Leeteuk no quiso escuchar nada más. A punto de ahogarse por las lágrimas, dejó caer el teléfono al suelo. Sólo era consciente de los brazos de Kangin a su alrededor, sosteniéndolo, y de Minho hablando con su madre.

Kangin comenzó a verlo todo rojo mientras escuchaba la explicación de la señora Park, presa de la histeria, y sentía a Leeteuk temblar entre sus brazos. Sus lágrimas le estaban mojando la camiseta y, en ese momento, juró que mataría a Changsu por haber provocado esta situación.

–No pasa nada –le susurró al oído–. Sólo está herido.

Leeteuk se echó hacia atrás y lo miró a los ojos.

–¿Qué dices?

Kangin le limpió las lágrimas con la mano.

–No lo ha matado, cariño. –Aunque su estado era grave, según había dicho su madre, Heechul sobreviviría.

Changsu, al contrario, no.

–Heechul está en el hospital –dijo Minho mientras colgaba el teléfono–. Afortunadamente, sólo se encontraron con dos Daimons y él y su grupo fueron capaces de acabar con ellos. –Miró a Kangin–. ¿Sabes lo que creo? Me da la sensación de que Changsi sólo estaba jugando con él, lo justo para cabrearte y hacer que pierdas la cabeza. No hay otra explicación posible. Si no, no hubiese enviado sólo a dos vampiros.

–¡Cierra la boca, Minho! –masculló Kangin. Lo último que quería era que Leeteuk se preocupara aún más. Lo besó suavemente en los labios–. Minho te acompañará al hospital.

Cogió el móvil y llamó a Kyuhyun, que ya iba de camino a la ciudad. Le dijo que se pasara por su casa y se encargara de proteger a Leeteuk, por si Changsu estuviera esperándolos en el hospital.

–Kangin –lo increpó Leeteuk cuando él acabó de hablar–, no quiero que salgas esta noche. Tengo un mal presentimiento.

Y él también.

 –Tengo que hacerlo.

–Por favor, escúchame…

–Shhh –murmuró, colocándole un dedo sobre los labios–. Éste es mi trabajo, Leeteuk. Esto es lo que soy.

No tardó mucho en dejarlo en el coche de Minho, con Kyuhyun en la Harley siguiéndolos de cerca; en cuanto se alejaron, se encaminó al centro de la ciudad en busca de ese cerdo chupa-sangre y devora-almas para hacerle lo que debía haber hecho la noche que se conocieron.

Las horas fueron pasando mientras recorría el Barrio Francés en busca de Changsu. Los Daimons recuperarían fuerzas esa noche y sabía que, tarde o temprano, harían su aparición en busca de sangre. Más peligrosos que nunca. Y Changsu, al igual que sus congéneres, prefería salir de casa en el Barrio Francés, donde resultaba muy fácil encontrar turistas descuidados y borrachos.

Pero, de momento, no había ni rastro de ellos.

–Oye, nene –lo llamó una prostituta al pasar a su lado–. ¿Quieres compañía?

Kangin se giró para mirarla, sacó todo el dinero que tenía en la cartera, unos quinientos dólares y se los ofreció.

–¿Por qué no te tomas la noche libre y te vas a cenar a un buen restaurante?

La chica lo miró, atónita, pero cogió el dinero antes de salir corriendo.

Kangin suspiró cuando la vio escabullirse entre la multitud. Pobre mujer. Ojalá le diera un buen uso al dinero. De todos modos, estaba claro que le hacía más falta que a él. En ese momento, vio un destello metálico por el rabillo del ojo. Al girar la cabeza distinguió a dos muchachos entre la multitud. Definitivamente, eran humanos.

Con todos los instintos en estado de alerta, Kangin les devolvió la mirada. El más alto de los dos, que aparentaba tener poco más de veinte años, arrojó el cigarro al suelo, lo pisó y cruzó la calle sin quitarle los ojos de encima.

Al acercarse, estudió a Kangin de arriba abajo con total frialdad.

–¿Eres el Dark Hunter?

Kangin alzó una ceja.

–¿Eres el chico de los recados?

–No me gusta tu tono de voz.

–Y a mí no me gustas tú. Ahora que hemos acabado con las presentaciones y nos hemos declarado nuestro mutuo desagrado, ¿por qué no me llevas hasta tu jefe?

El chico lo miró con los ojos entrecerrados.

–Sí, ¿por qué no?

Era una trampa. Kangin lo sabía. Que así fuera. Estaba deseando enfrentarse a Changsu. Estaba más que preparado.

Los siguió sin que tuvieran que obligarlo. Atravesaron los callejones traseros hasta llegar a un pequeño patio, rodeado por una verja. Los arbustos tapaban los muros e impedían que la luz de las farolas penetrase en el lugar. Kangin no reconoció el sitio. Pero tampoco es que importara mucho.

Al rodear un seto muy alto, vio a Changsu esperándolo. Tenía a una mujer embarazada entre los brazos, a la que amenazaba con un cuchillo sobre la garganta, y exhibía una sonrisa diabólica.

–Bienvenido, Dark Hunter –lo saludó mientras acariciaba con la mano libre el abultado vientre de la mujer–. ¿Sabes lo que me ha deparado la suerte? Acabo de encontrar dos vidas por el precio de una. –Agachó la cabeza y frotó la nariz sobre el cuello de la embarazada–. Mmm… se huele la fuerza...

–Por favor –suplicó la mujer, histérica–. Por favor, ayúdeme. No deje que haga daño a mi bebé.

Kangin respiró hondo, luchando contra el impulso a derramar la sangre de Changsu y sentirla correr entre los dedos.

–Déjame suponer… ¿su vida a cambio de la mía?

–Exactamente.

Intentando poner nervioso a su oponente, Kangin resopló con cansancio mientras tomaba nota de los seis Daimons y los dos delincuentes humanos que lo rodeaban. Si no fuera por la mujer, podría encargarse de todos ellos fácilmente, pero el más leve movimiento por su parte haría que Changsu le cortara la garganta a la mujer, sin duda alguna. De hecho, para un Daimon no había nada mejor que conseguir el alma de una embarazada.

–¿No podías haber planeado algo un poco más original? –se burló Kangin, a sabiendas que Changsu era lo bastante pomposo como para tomarse el insulto al pie de la letra–. Lo que quiero decir es que a ver si te superas un día de estos. Se supone que tienes una mente privilegiada y ¿esto es todo lo que se te ocurre?

–Bueno, ya que no te veo muy impresionado, permíteme acabar con ella –contestó el Daimon acercando aún más el cuchillo al cuello de la mujer.

La chica gritó.

–¡Espera! –exclamó Kangin antes de que Changsu le hiciera un corte–. Sabes que no puedo permitir que le hagas daño.

El vampiro sonrió.

–Entonces, tira los srads y acércate a la valla.

¿Cómo sabe lo de los srads?

–Vale –contestó muy lentamente–. Y, ¿por qué tengo que hacerlo?

–¡Porque lo digo yo!

Intentando imaginarse lo que pasaba por la cabeza del Daimon, Kangin sacó las armas de Kyuhyun de debajo del abrigo y se acercó muy despacio a la valla. Una vez estuvo frente a ella, los dos humanos lo agarraron por las muñecas y comenzaron a enrollarle unas cuerdas alrededor.

Súbitamente, se encontró atrapado, con los brazos totalmente extendidos a los lados y atados a los barrotes de hierro. Luchó como si fuese un salvaje. Tiró de las cuerdas que lo mantenían inmóvil mientras el corazón le latía en los oídos. La mente fría y racional del Dark Hunter lo abandonó, dejándolo al borde del pánico. Luchó contra las cuerdas como un animal atrapado en un cepo.

Tenía que salir de allí. No iba a permitir que lo ataran hasta dejarlo indefenso. Así, no. Nunca más. Los continuos tirones le estaban desgarrando la piel de las muñecas, pero no le importaba. Estaba concentrado en recuperar la libertad.

–Ya te dije que sabía cuál era tu debilidad –le dijo Changsu–. Aparte de saber que jamás permitirías que hiciese daño a una embarazada. –Se inclinó y besó a la chica en la mejilla–. Sé una buena chica y agradécele al Dark Hunter su sacrificio.

Kangin se quedó petrificado cuando la mujer se apartó de Changsu y caminó hasta llegar junto al humano que lo había atado. Había estado de acuerdo con ellos todo el tiempo.

Hijo de puta, ¿cuándo iba a aprender la lección?

–¿Estás preparado para morir? –le preguntó Changsu. Kangin le enseñó los colmillos.

–Yo no sería tan arrogante. Aún no me has matado.

–Eso es cierto, pero la noche es joven, ¿no es verdad? Tengo mucho tiempo para jugar con el chico de los recados de Artemisa.




3 comentarios:

  1. ¬¬ por que juega a si con la Chula!!! y con los sentimientos de Tukie~ aish~
    awww~ ¿como que no se queda con el oro? ¬¬ jum~
    Noooooo!!! Tukie~ salva a tu guerrero! antes de que lo vuelvan loco!!!
    ¿sabes que quiero?
    Ver que Tukie~ pida la vida de Kangin a Artemisa!!! eso seria genial!!! ♥

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  2. Joder........estúpido changsun
    todo es una trampa,la aglomeracióm por un lado.....hee lastimado por el otro,teuk de camino al hospital,kyuhyun cuidandolo,kangin buscando a changsun......y este lo espera en una trampa,que el mismo kangin sabe que lo es.
    lo atan y ahora?....sin poder desatarse,sin una ayuda inmediata.
    oooooh teuk,presiente algo,envia a minho para qye ayude a kangin
    Alguien haa algo....yaaaaaa

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  3. Los sentimientos de Kangin y Leeteuk son cada vez más fuertes. Ellos se aman, lástima que ellos piensen que no puede ser T____T

    Maldito Changsu, primero mando a atacar a Hee y ahora el pobre está herido, luego la dichosa trampa, qué clase de persona se presta para dañar a otras, esos chicos y esa mujer embarazada no son más que unos desgraciados. Lo peor de todo es tener a Kangin atado de manos y frente a su peor temor, siendo expuesto ante la maldad de Changsu.

    Lo que me deja muy intrigada es saber como diablos Changsu se enteró de las srads?? quién es su informante? no me gusta nada eso ¬¬

    Gracias por la actu ^^

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...