Volver a Amarte- Capítulo 27




Las primeras luces del alba se filtraron por la ventana abierta. Las cortinas, de un azul muy claro, se agitaban por la brisa. Heechul se frotó los ojos soñolientos y los entreabrió para mirar el reloj. Al ver los números, se sentó de golpe, parpadeó dos veces y pasó por encima de Siwon en busca de su pijama, que había dejado tirada en su lado de la cama la noche anterior.

Siwon rodó sobre el colchón y lo atrapó con un musculoso brazo.

—No te vayas —protestó.

Heechul se zafó de su brazo y se vistió.

—Dijiste que me despertarías antes de que amaneciera.

Una sonrisa traviesa apareció en su cara.


—Estabas demasiado tranquilo como para despertarte. —Se apoyó en los codos—. Vuelve a la cama.

—Ni te creas, imbécil. —.

Siwon se incorporó de la cama y lo atrapó por las caderas antes de que pudiera escabullirse. Tras acariciarle el abdomen con la nariz, le bajaba el pantalon de la pijama con los dientes.

—Para ya. Tengo que volver a mi dormitorio antes de que se despierte alguien.

—A nuestros padres les dará igual.

Se apartó de sus brazos. No sabía por qué había sugerido siquiera que sus padres se quedaran en su casa. Se había comportado como un idiota en pleno calentón al escabullirse hasta su dormitorio en mitad de la noche con la casa tan llena.

—No quiero que piensen que soy un fresco.

Con una carcajada, Siwon lo siguió y apoyó una mano en la puerta cuando él intentó abrirla.

—No. Eres mi esposo.

Sintió un cosquilleo en la piel y se volvió hacia él, atrapado entre ese cuerpo tan viril, y tan desnudo, por delante, y la dura madera de la puerta por detrás. Se estremeció cuando Siwon le rozó la oreja con los labios. Unas sensaciones electrizantes lo recorrieron de los pies a la cabeza.

Era inútil razonar con él cuando tenía esa expresión en los ojos. Tragó saliva con fuerza para reprimir el deseo.

—Bien, pues no quiero que Sulli sepa que he pasado aquí toda la noche. Ya le caigo mal. Esto no mejorará la situación.

Siwon le rodeó la cintura con un brazo y lo pegó contra la puerta. Sintió su erección allí donde le tocaba el cuerpo y en respuesta todos sus músculos se tensaron por la emoción.

—Va a tener que acostumbrarse.

Cerró los ojos cuando Siwon empezó a mordisquearle el cuello. Ay, Dios. Si seguía así, no se iría nunca. Se moría por dejar que lo llevara de vuelta a la cama y por repetir todas y cada una de las cosas tan eróticas, increíbles y sensuales que habían hecho la noche anterior.

Pero no podía. Porque había demasiado en juego a plena luz del día con la casa tan llena de gente.

Inspiró hondo, le colocó las manos en el pecho y empujó. Él retrocedió un paso, aprovechó el momento para abrir la puerta antes de que pudiera impedírselo.

—Hasta luego, Choi.

Su erótica carcajada lo siguió por el pasillo.

La puerta situada en otro extremo del pasillo se abrió.

Mierda. Heechul miró a derecha y a izquierda. Se le llenó la frente de sudor. Estaba atrapado sin tener dónde esconderse. Miró la puerta cerrada del dormitorio de Siwon.

Jiwon apareció por la puerta del final del pasillo. Llevaba un albornoz rosa atado a la cintura y unas zapatillas con forma de conejito. Lo miraba con una sonrisa cómplice.

—Buenos días, cariño. Pareces... revitalizado.

Heechul sintió que se ponía colorado. «Mierda», pensó. Su plan de esconderse se había ido al traste. Tragó saliva para que desapareciera el nudo que tenía en la garganta.

—Mmmm... Es que estaba...

Jiwon caminó hacia la escalera.

—Vamos a tomarnos un café antes de que los demás se levanten. Todavía no hemos tenido un ratito para hablar.

«Mierda, mierda, mierda», pensó Heechul. Justo lo que le hacía falta.

Sin más alternativa, siguió a la madre de Siwon escaleras abajo mientras intentaba buscar una excusa creíble para librarse de la conversación matinal. Después de una noche de sexo, tenía el cerebro licuado. Y era incapaz de encontrar algo convincente por más que lo intentaba.

Se detuvo en el pasillo al pasar frente a un espejo. Su imagen lo dejó boquiabierta mientras trataba a toda prisa de arreglarse un poco el pelo. Los labios aún estaban hinchados por los besos de Siwon, y no era normal que se levantara con las mejillas tan sonrosadas por las mañanas.

—No te preocupes —le dijo Jiwon sin volverse siquiera—. Tienes el aspecto de una persona bien satisfecha. Me pregunto si Siwon tendrá rosquillas en esta cocina. —Desapareció tras la encimera.

Heechul cerró los ojos. Las cosas iban de mal en peor más rápido de lo que le gustaría. En ese momento agradecería mucho que se lo tragara la tierra.

Entró en la cocina mientras tragaba saliva para librarse del regusto amargo de la bilis. Jiwon ya estaba preparando el café.

—Mira en el frigorífico a ver si encuentras queso de untar, ¿quieres, cielo?

Iba a matar a Siwon, pensó Heechul.

Sí, señor. Mientras se mordía la lengua para no soltar una retahíla, se acercó al gigantesco frigorífico de acero inoxidable y sacó el queso. Una vez que el café estuvo listo, Jiwon sirvió dos tazas y después llevó a la mesa un plato con rosquillas.

Heechul se sentó a su lado. La cafeína era lo único que podía ayudarlo a controlar los nervios.

—Siwon me ha dicho que estás teniendo problemas con Sulli —dijo Jiwon tras beber un sorbo de café.

Heechul planeaba tener una charla con Siwon sobre las cosas que iba diciendo por ahí. Se removió en la silla.

—Sí, algunos. Esto no está siendo fácil para ella.

—No, imagino que no. Era muy pequeña cuando te marchaste. Fue muy duro para los dos.

La curiosidad pudo con él. Se mordió el labio al tiempo que rodeaba una pata de la silla con una pierna.

—¿Sulli y yo nos llevábamos bien?

—Claro que sí. —Jiwon sonrió —. Estabais muy unidos. Sulli no está molesta contigo, cielo. Debes entenderlo. Lo que le pasa es que tiene miedo de volver a pasar por todo aquello.

—Lo normal sería que un niño se alegrara de tener de vuelta a su appa o a su padre. Pero Sulli no quiere verme ni en pintura.

Jiwon le dio unas palmaditas en una mano.

—Ella lo pasó muy mal. Siwon no llevó muy bien tu ausencia.

Al ver que Heechul fruncía el ceño, Jiwon apoyó la espalda en la silla.

—Te quería mucho, más de lo que debería. Perderte lo destrozó. Los dos primeros años los pasó sumido en una especie de aturdimiento. Creo que no lo habría logrado sin Sulli.

Heechul cerró los ojos. Si a esas alturas no estuviera enamorado de Choi Siwon, las palabras de Jiwon habrían sido su perdición. Sintió una opresión tan grande en el pecho que por un instante temió no poder respirar.

—Creo que Sulli está asustada por lo que puede pasarle a Siwon si decides marcharte —añadió Jiwon en voz baja.

Heechul clavó la mirada en la taza. El café estaba tan caliente que humeaba.

—No sé qué va a pasar. De momento, no puedo hacer promesas en ningún sentido. Siwon y yo... —Levantó un hombro, pero volvió a bajarlo, derrotado—. No hemos tomado decisión alguna. Pero siempre estaré aquí, por Sulli. Eso no cambiará jamás.

Jiwon guardó silencio un minuto mientras la observaba con curiosidad. Al final, cogió una rosquilla.

—Siwon te ha contado que Kongsang no es su padre biológico, ¿verdad?

—No, no lo sabía.

Jiwon se apartó el pelo de la cara.

—No me sorprende que aún no hayan llegado a las historias familiares. Kongsang y yo nos conocimos en la universidad. Nos enamoramos locamente y tuvimos un romance apasionado. Pero él se alistó en el ejército y cortamos. Conocí a Choi Kangta, el padre de Siwon, después de que Kongsang se fuera. Nos casamos, y un año después nació Siwon. —Su voz adoptó un deje tierno al tiempo que clavaba la mirada en su taza de café—. Kangta era un hombre maravilloso. Siwon separece mucho a él. Adoraba a Siwon. —Suspiró—. Murió en un accidente de tráfico cuando Siwon tenía dos años.

—¡Oh! Lo siento.

Jiwon agitó una mano.

—Fue espantoso cuando sucedió. Pero luego, unos meses después, Kongsang volvió a casa. Y fue como si aún estuviéramos en la universidad. Como si no hubiera pasado el tiempo. La química explosiva y la inexplicable conexión. —Miró a Heechul con una sonrisa—. Estoy segura de que entiendes lo que te digo.

Heechul sintió que se ponía colorada otra vez.

—El caso es que Kangta había muerto solo unos meses antes — siguió Jiwon— y ahí me tenías a mí, enamorada de otro hombre. No sabía qué hacer. Me refiero a que, en aquella época, las viudas debían esperar un tiempo respetuoso antes de retomar su vida. Pero yo no. No, señor. Me metí en la cama con el primero que encontré.

Heechul no pudo contener una carcajada. Se tapó la boca con una mano, consciente de lo insensible que podía parecer el gesto.

Jiwon rio por lo bajo y soltó la taza.

—Exacto. Una locura, ¿verdad? —Cuando Heechul la miró, Jiwon le cogió una mano—. Pero no lo fue. No si lo analizas. El Señor me dio a Kangta para que Siwon pudiera nacer. Fue un regalo que atesoraré para siempre. Y cuando llegó su hora de marcharse, el Señor me devolvió a Kongsang. Sabía exactamente lo que Siwon y yo necesitábamos. Eso no significa que yo quisiera menos a Kangta, solo que mi amor por él fue distinto. A veces, pasamos demasiado tiempo analizando los regalos que se nos ofrecen en vez de dar las gracias por ellos.

Heechul cerró los ojos.

—Pero la mía es una situación muy diferente.

—Puede que sí —replicó Jiwon —. O puede que no. Los caminos del Señor son inescrutables. De alguna manera, has vuelto con Siwon y Sulli. Y hay un motivo para que eso haya sucedido.

Las palabras de Jiwon aún flotaban en el aire cuando Kongsang entró en la cocina, ataviado con unos pantalones de deporte y camiseta.

—¿Qué hacen levantados tan temprano? —les preguntó mientras se acercaba a la cafetera.

Jiwon levantó su taza.

—Heechul tenía sed después de una noche de sexo salvaje con nuestro hijo.

Heechul se ruborizó.

—Mamá, lo estás poniendo colorado. —Siwon llegó detrás de su padre y los miró con una extraña sonrisa.

«¡Por Dios!», pensó Heechul. La cosa iba cuesta abajo y sin frenos. Se frotó la cicatriz de la sien mientras se ponía de pie, aunque le temblaban las piernas.

—Necesito darme una ducha antes de que mis padres se levanten.

—Si es por ellos, tranquila —le dijo Jiwon—. Su dormitorio está al lado del de Siwon. Si nosotros, que estamos en el otro extremo del pasillo, los oímos anoche, ellos también lo habrán hecho.

Heechul puso los ojos como platos antes de mirar a Siwon y de dirigirse hacia la escalera tan rápido como pudo, a sabiendas de que estaba colorado como un tomate.

Siwon lo alcanzó antes de que pudiera subir. Ya se había duchado, tenía el pelo húmedo y tenía un olor fresco y limpio.

—Espera un momento.

—Lo has hecho a propósito. — Intentó zafarse de sus brazos, pero él lo estrechaba con demasiada fuerza—. Sabías que tu madre estaría despierta cuando yo me levantara esta mañana.

—Culpable. A lo mejor estoy cansado de guardar secretos.

—Lo has hecho a mis espaldas. Y eso no me gusta.

—Lo entiendo. Pero ya no tienes excusas. Hoy mismo hablaré con Sulli.

Eso hizo que dejara de debatirse.

—No lo hagas.

—¿Por qué no?

Subió un peldaño para ponerse a su altura. Esos ojos negros lo taladraron mientras recordaba las palabras de Jiwon.

—No quiero que sufra otra vez.

La mirada de Siwon se suavizó y su expresión hizo que Heechul se emocionara.

—Pues no le des más motivos. Vente a vivir con nosotros.

Heechul abrió los ojos de par en par. Esa no era la respuesta que esperaba.

—¿Cómo dices? ¿Estás loco?

Lo vio esbozar una lenta sonrisa antes de que lo besara. Heechul se limitó a mirarlo. Cuando se apartó, sus ojos relucían.

—Pues sí. Lo estoy. Estoy loco por ti. Sulli necesita pasar tiempo contigo y Siwan necesita pasar tiempo conmigo. Todos necesitamos una oportunidad para conocernos mejor. Si tenemos que ir de mi casa a la tuya, será más difícil.

—Estás fatal. No puedo venirme a vivir contigo, Siwon. ¡Por Dios! Solo ha pasado una semana.

—Una semana para mí es toda una vida. Te quiero en mi casa. Me conformaré con que te quedes en la habitación de invitados de momento si eso es lo que quieres.

Heechul sintió que se quedaba sin aire en los pulmones.

—¿Eso es lo que quieres?

—No, te quiero en mi cama todas las noches. Pero no te presionaré.

Un alivio inesperado lo embargó de repente y la alocada idea de que Siwon tenía razón se adueñó de sus pensamientos.

—Me has presionado desde el principio. —Se apoyó en él y Siwon le dio un beso en un hombro al tiempo que sonreía.

—Es posible, sí. Por favor, dime que por lo menos vas a pensártelo.

Heechul cerró los ojos y lo abrazó. ¿Cómo iba a luchar contra él cuando en el fondo sabía que era eso lo que quería?

—Esta bien, lo pensaré.

Siwon lo estrechó con fuerza.

—Gracias, Señor.

Rodeado por sus fuertes brazos, estuvo a punto de creer que lograrían que las cosas funcionasen. Se apartó lo justo para mirarlo a los ojos.

—Me gustaría pasar un tiempo a solas con Sulli hoy. Estaba pensando en llevarla de compras.

—No quiero que salgas solo en este momento.

—Siwon, no vamos a morirnos por ir de compras unas horas. Estaremos en lugares concurridos. Te prometo que no la llevaré a ningún sitio peligroso. —Se percató de que Siwon titubeaba, de modo que insistió—. No puedes mantenerme encerrado como si fuera un prisionero y lo sabes.

La indecisión se apoderó de él y al final claudicó.

—Bien. Necesito ir un rato al despacho. Le diré al jefe de seguridad, que los acompañe.

Heechul lo miró al instante.

—Ni hablar. Solo me hacía falta que me acechara un guardaespaldas mientras intento acercarme a Sulli. Eso solo empeorará las cosas.

—Heechul...

—Pero sé que te preocupas mucho —se apresuró a añadir, al ver la determinación en sus ojos azules—. Así que... ¿qué te parece si llegamos a un término medio? Te prometo que te llamaré para decirte que estamos bien. Para que estés tranquilo.

Siwon frunció el ceño.

—Quiero que me llames a cada hora.

Heechul puso los ojos en blanco.

—Dios mío, eres peor que mamá gallina con sus polluelos. Bien, te llamaré una vez cada hora.

La expresión de Siwon dejó bien claro que no le gustaba la idea, pero que no iba a discutir con él.

—Sulli tiene entrenamiento de sóftbol esta tarde.

—La dejaré y después iré a recogerte.

Siwon asintió a regañadientes.

—Está bien.

—¿Quieres que te haga una lista con los sitios a los que vamos a ir? —le preguntó con una sonrisa. Al ver que su ceño se acentuaba, se inclinó hacia delante y lo besó—. Por favor, ¿me dejas ir a ducharme antes de que mis padres se levanten?

Siwon lo soltó y él subió la escalera a sabiendas de que lo estaba observando.

—¿Necesitas ayuda? —le gritó de repente.

Cuando miró hacia atrás, la sonrisa ladina que esbozaba estuvo a punto de derretirlo. Se equivocara o no, tenía la deprimente sospecha de que acabaría dándole todo lo que le pidiera.



—¿Qué te parece este? —Heechul levantó un sueter rosa.

—¿Rosa? ¿En serio? —Sulli resopló y devolvió la vista al perchero que había estado ojeando. Acto seguido, sacó una camiseta ajustada de color verde con las costuras descosidas que parecía recién sacada de la basura —. Esta me gusta. —Se la pasó a Heechul con una sonrisa desafiante.

En la espalda tenía un mensaje que rezaba: «Pellízcame. Estoy buenísima.»
Heechul la cogió y lo devolvió al pechero con brusquedad, provocando un sonido metálico.

—Ni hablar.

—¿Por qué no?

Heechul no pensaba morder el anzuelo. Su hija ya le había enseñado las uñas ese día.

—Porque tienes nueve años y no te dejarán llevar eso al colegio. Además, tu padre me matará si te la compro.

—¿Qué sabrás tú? Voy a un colegio privado. Llevamos uniforme.

Heechul se detuvo en medio de la sección juvenil para mirar a Sulli. Eran las palabras más certeras que le habían dicho. «¿Qué sabrás tú?» Ese era el problema: no sabía nada con respecto a Sulli. Nada de nada sobre nada.

Salió de la tienda detrás de su hija, sintiendo que había fracasado. Una vez en el Audi de Siwon, arrancó el motor y escuchó su ronroneo. Tras enviarle un mensaje de texto por enésima vez a lo largo del día, se internó en el tráfico del mediodía. Sulli y él habían pasado toda la mañana comprando y no se habían puesto de acuerdo en nada. En todo caso, la pequeña excursión había dañado más su relación en vez de mejorarla.

Heechul se frotó la cabeza, que a esas alturas le dolía.

—¿Adónde vamos? —quiso saber Sulli.

Heechul cambió de carril al llegar a la autovía.

—Necesito pasar por mi casa para recoger unas cosas.

Sulli puso los ojos en blanco y se apoyó en el asiento.

—Podrías haberme dejado primero en casa.

Heechul se mordió la lengua para controlar el enfado que sentía. No iba a morder el anzuelo. Salió de la autovía.

—¿Por qué no te quedas en tu casa, por cierto? —le preguntó su hija.

—¿No ha hablado tu padre contigo esta mañana?

Sulli cruzó los brazos por delante del pecho y clavó la vista al otro lado de la ventanilla.

—Sí, lo ha hecho. Pero eso no responde a mi pregunta. Sé que quiere que estés en la casa, pero ¿por qué le sigues el juego? Tú no quieres vivir con nosotros.

Heechul aferró el volante con fuerza para coger una curva.

—Sí que quiero vivir con ustedes, Sulli. Tu padre y yo pensamos que pasar tiempo juntos, en familia, nos ayudará a todos.

—¿Seremos una gran familia feliz? No durará. No contigo. —Se volvió para que Heechul no pudiera verle la cara.

Heechul respiró hondo, consciente de que estaba a punto de perder los estribos.

—¿Qué tengo que hacer para convencerte, Sulli? He hecho hasta el pino con las orejas para intentar conocerte, pero insistes en mantenerme alejado. ¿Qué tengo que hacer para demostrarte que no me iré otra vez? ¿Que quiero tener la oportunidad de resarcirte por lo que pasó?

—¿Quieres una oportunidad? — Sulli lo miró echando chispas por los ojos—. Pues esto es lo que puedes hacer: deja de salir con mi padre.

—¿Cómo?

El coche cogió una curva. Las olas se estrellaban contra las rocas a la derecha, mientras que la pared de roca que conformaba el acantilado se alzaba a la izquierda.

—Lo que has oído. Deja de salir con mi padre. No lo quieres. Lo sabes muy bien. Cuanto más dure esto, peor será cuando decidas marcharte. No sabes lo que sufrió la otra vez. ¡No quiero que vuelva a sufrir tanto! —Devolvió la mirada al agitado océano Pacífico que se extendía muy por debajo de la carretera por la que ellas transitaban.

Heechul sintió un feroz sentimiento en el pecho. Ansiaba llegar hasta Sulli con todas sus fuerzas, consolarla para aliviar esa ira abrasadora que la consumía, pero no sabía cómo lograrlo. Escuchar sus palabras solo sirvió para que sus temores aumentaran.

¿Qué le sucedería a Sulli si su relación con Siwon fracasaba? No podía obligarla a pasar por eso una segunda vez. ¿Y qué pasaba con Siwan? A esas alturas, ya estaba encariñado con Siwon. Si se mudaban a su casa como él quería que hiciese y al final tenían que separarse, el pobre niño se quedaría destrozado.

«No lo quieres. Lo sabes muy bien.»

Ese era el quid de la cuestión.

Se sentía muy atraído por Siwon, sentía una intensa conexión con él, pero ¿sería amor?
Jamás había sentido algo tan fuerte como lo que sentía por Siwon. Era consciente de ello, lo admitía. Su corazón le decía que era amor, pero su mente seguía poniendo en tela de juicio sus decisiones. Se había equivocado por completo con Mithra. No quería cometer otro terrible error. Dejarse llevar por un impulso solo empeoraría las cosas. Necesitaba estar muy seguro antes de tomar una decisión.

El coche tomó la siguiente curva más rápido de lo que Heechul pretendía. Pisó el freno.

No pasó nada.

Confundido, volvió a pisar el pedal de freno. Al ver que el coche no aminoraba la velocidad, pisó el pedal repetidas veces. En vez de aminorar la velocidad, tuvo la impresión de que descendían mucho más rápido.

El miedo le provocó una descarga de adrenalina. Intentó mantener la voz serena.

—Sulli, pásate al asiento trasero. Ponte el cinturón y...



1 comentario:

  1. O___O sexo salvaje!!! oh si~
    ahhh~ nooooo!!! alguien que patee a Sulli!!! ¬¬
    espero que se accidenten! que Sulli llore de nuevo a su appa!!! y que se vuelva loca! XD ok no~ tampoco hasta alla, pero si que se asuste mucho mucho y aprenda a valorar a su appa!

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...