Las primeras
luces del alba se filtraron por la ventana abierta. Las cortinas, de un azul
muy claro, se agitaban por la brisa. Heechul se frotó los ojos soñolientos y
los entreabrió para mirar el reloj. Al ver los números, se sentó de golpe,
parpadeó dos veces y pasó por encima de Siwon en busca de su pijama, que había
dejado tirada en su lado de la cama la noche anterior.
Siwon rodó
sobre el colchón y lo atrapó con un musculoso brazo.
—No te vayas
—protestó.
Heechul se zafó
de su brazo y se vistió.
—Dijiste que me
despertarías antes de que amaneciera.
Una sonrisa
traviesa apareció en su cara.
—Estabas
demasiado tranquilo como para despertarte. —Se apoyó en los codos—. Vuelve a la
cama.
—Ni te creas,
imbécil. —.
Siwon se
incorporó de la cama y lo atrapó por las caderas antes de que pudiera
escabullirse. Tras acariciarle el abdomen con la nariz, le bajaba el pantalon
de la pijama con los dientes.
—Para ya. Tengo
que volver a mi dormitorio antes de que se despierte alguien.
—A nuestros
padres les dará igual.
Se apartó de
sus brazos. No sabía por qué había sugerido siquiera que sus padres se quedaran
en su casa. Se había comportado como un idiota en pleno calentón al
escabullirse hasta su dormitorio en mitad de la noche con la casa tan llena.
—No quiero que
piensen que soy un fresco.
Con una
carcajada, Siwon lo siguió y apoyó una mano en la puerta cuando él intentó
abrirla.
—No. Eres mi esposo.
Sintió un
cosquilleo en la piel y se volvió hacia él, atrapado entre ese cuerpo tan
viril, y tan desnudo, por delante, y la dura madera de la puerta por detrás. Se
estremeció cuando Siwon le rozó la oreja con los labios. Unas sensaciones electrizantes
lo recorrieron de los pies a la cabeza.
Era inútil
razonar con él cuando tenía esa expresión en los ojos. Tragó saliva con fuerza
para reprimir el deseo.
—Bien, pues no
quiero que Sulli sepa que he pasado aquí toda la noche. Ya le caigo mal. Esto
no mejorará la situación.
Siwon le rodeó
la cintura con un brazo y lo pegó contra la puerta. Sintió su erección allí
donde le tocaba el cuerpo y en respuesta todos sus músculos se tensaron por la
emoción.
—Va a tener que
acostumbrarse.
Cerró los ojos
cuando Siwon empezó a mordisquearle el cuello. Ay, Dios. Si seguía así, no se
iría nunca. Se moría por dejar que lo llevara de vuelta a la cama y por repetir
todas y cada una de las cosas tan eróticas, increíbles y sensuales que habían
hecho la noche anterior.
Pero no podía.
Porque había demasiado en juego a plena luz del día con la casa tan llena de
gente.
Inspiró hondo,
le colocó las manos en el pecho y empujó. Él retrocedió un paso, aprovechó el
momento para abrir la puerta antes de que pudiera impedírselo.
—Hasta luego, Choi.
Su erótica
carcajada lo siguió por el pasillo.
La puerta
situada en otro extremo del pasillo se abrió.
Mierda. Heechul
miró a derecha y a izquierda. Se le llenó la frente de sudor. Estaba atrapado
sin tener dónde esconderse. Miró la puerta cerrada del dormitorio de Siwon.
Jiwon apareció
por la puerta del final del pasillo. Llevaba un albornoz rosa atado a la
cintura y unas zapatillas con forma de conejito. Lo miraba con una sonrisa
cómplice.
—Buenos días,
cariño. Pareces... revitalizado.
Heechul sintió
que se ponía colorado. «Mierda», pensó. Su plan de esconderse se había ido al
traste. Tragó saliva para que desapareciera el nudo que tenía en la garganta.
—Mmmm... Es que
estaba...
Jiwon caminó
hacia la escalera.
—Vamos a tomarnos
un café antes de que los demás se levanten. Todavía no hemos tenido un ratito
para hablar.
«Mierda,
mierda, mierda», pensó Heechul. Justo lo que le hacía falta.
Sin más
alternativa, siguió a la madre de Siwon escaleras abajo mientras intentaba
buscar una excusa creíble para librarse de la conversación matinal. Después de
una noche de sexo, tenía el cerebro licuado. Y era incapaz de encontrar algo
convincente por más que lo intentaba.
Se detuvo en el
pasillo al pasar frente a un espejo. Su imagen lo dejó boquiabierta mientras
trataba a toda prisa de arreglarse un poco el pelo. Los labios aún estaban
hinchados por los besos de Siwon, y no era normal que se levantara con las
mejillas tan sonrosadas por las mañanas.
—No te
preocupes —le dijo Jiwon sin volverse siquiera—. Tienes el aspecto de una persona
bien satisfecha. Me pregunto si Siwon tendrá rosquillas en esta cocina.
—Desapareció tras la encimera.
Heechul cerró
los ojos. Las cosas iban de mal en peor más rápido de lo que le gustaría. En
ese momento agradecería mucho que se lo tragara la tierra.
Entró en la
cocina mientras tragaba saliva para librarse del regusto amargo de la bilis. Jiwon
ya estaba preparando el café.
—Mira en el
frigorífico a ver si encuentras queso de untar, ¿quieres, cielo?
Iba a matar a Siwon,
pensó Heechul.
Sí, señor.
Mientras se mordía la lengua para no soltar una retahíla, se acercó al
gigantesco frigorífico de acero inoxidable y sacó el queso. Una vez que el café
estuvo listo, Jiwon sirvió dos tazas y después llevó a la mesa un plato con
rosquillas.
Heechul se
sentó a su lado. La cafeína era lo único que podía ayudarlo a controlar los
nervios.
—Siwon me ha
dicho que estás teniendo problemas con Sulli —dijo Jiwon tras beber un sorbo de
café.
Heechul
planeaba tener una charla con Siwon sobre las cosas que iba diciendo por ahí.
Se removió en la silla.
—Sí, algunos.
Esto no está siendo fácil para ella.
—No, imagino
que no. Era muy pequeña cuando te marchaste. Fue muy duro para los dos.
La curiosidad
pudo con él. Se mordió el labio al tiempo que rodeaba una pata de la silla con
una pierna.
—¿Sulli y yo
nos llevábamos bien?
—Claro que sí.
—Jiwon sonrió —. Estabais muy unidos. Sulli no está molesta contigo, cielo.
Debes entenderlo. Lo que le pasa es que tiene miedo de volver a pasar por todo
aquello.
—Lo normal
sería que un niño se alegrara de tener de vuelta a su appa o a su padre. Pero Sulli
no quiere verme ni en pintura.
Jiwon le dio
unas palmaditas en una mano.
—Ella lo pasó
muy mal. Siwon no llevó muy bien tu ausencia.
Al ver que Heechul
fruncía el ceño, Jiwon apoyó la espalda en la silla.
—Te quería
mucho, más de lo que debería. Perderte lo destrozó. Los dos primeros años los
pasó sumido en una especie de aturdimiento. Creo que no lo habría logrado sin Sulli.
Heechul cerró
los ojos. Si a esas alturas no estuviera enamorado de Choi Siwon, las palabras
de Jiwon habrían sido su perdición. Sintió una opresión tan grande en el pecho
que por un instante temió no poder respirar.
—Creo que Sulli
está asustada por lo que puede pasarle a Siwon si decides marcharte —añadió Jiwon
en voz baja.
Heechul clavó
la mirada en la taza. El café estaba tan caliente que humeaba.
—No sé qué va a
pasar. De momento, no puedo hacer promesas en ningún sentido. Siwon y yo...
—Levantó un hombro, pero volvió a bajarlo, derrotado—. No hemos tomado decisión
alguna. Pero siempre estaré aquí, por Sulli. Eso no cambiará jamás.
Jiwon guardó
silencio un minuto mientras la observaba con curiosidad. Al final, cogió una
rosquilla.
—Siwon te ha
contado que Kongsang no es su padre biológico, ¿verdad?
—No, no lo
sabía.
Jiwon se apartó
el pelo de la cara.
—No me
sorprende que aún no hayan llegado a las historias familiares. Kongsang y yo
nos conocimos en la universidad. Nos enamoramos locamente y tuvimos un romance
apasionado. Pero él se alistó en el ejército y cortamos. Conocí a Choi Kangta,
el padre de Siwon, después de que Kongsang se fuera. Nos casamos, y un año
después nació Siwon. —Su voz adoptó un deje tierno al tiempo que clavaba la
mirada en su taza de café—. Kangta era un hombre maravilloso. Siwon separece
mucho a él. Adoraba a Siwon. —Suspiró—. Murió en un accidente de tráfico cuando
Siwon tenía dos años.
—¡Oh! Lo
siento.
Jiwon agitó una
mano.
—Fue espantoso
cuando sucedió. Pero luego, unos meses después, Kongsang volvió a casa. Y fue
como si aún estuviéramos en la universidad. Como si no hubiera pasado el
tiempo. La química explosiva y la inexplicable conexión. —Miró a Heechul con
una sonrisa—. Estoy segura de que entiendes lo que te digo.
Heechul sintió
que se ponía colorada otra vez.
—El caso es que
Kangta había muerto solo unos meses antes — siguió Jiwon— y ahí me tenías a mí,
enamorada de otro hombre. No sabía qué hacer. Me refiero a que, en aquella
época, las viudas debían esperar un tiempo respetuoso antes de retomar su vida.
Pero yo no. No, señor. Me metí en la cama con el primero que encontré.
Heechul no pudo
contener una carcajada. Se tapó la boca con una mano, consciente de lo
insensible que podía parecer el gesto.
Jiwon rio por
lo bajo y soltó la taza.
—Exacto. Una
locura, ¿verdad? —Cuando Heechul la miró, Jiwon le cogió una mano—. Pero no lo
fue. No si lo analizas. El Señor me dio a Kangta para que Siwon pudiera nacer.
Fue un regalo que atesoraré para siempre. Y cuando llegó su hora de marcharse,
el Señor me devolvió a Kongsang. Sabía exactamente lo que Siwon y yo
necesitábamos. Eso no significa que yo quisiera menos a Kangta, solo que mi
amor por él fue distinto. A veces, pasamos demasiado tiempo analizando los
regalos que se nos ofrecen en vez de dar las gracias por ellos.
Heechul cerró
los ojos.
—Pero la mía es
una situación muy diferente.
—Puede que sí
—replicó Jiwon —. O puede que no. Los caminos del Señor son inescrutables. De
alguna manera, has vuelto con Siwon y Sulli. Y hay un motivo para que eso haya
sucedido.
Las palabras de
Jiwon aún flotaban en el aire cuando Kongsang entró en la cocina, ataviado con
unos pantalones de deporte y camiseta.
—¿Qué hacen
levantados tan temprano? —les preguntó mientras se acercaba a la cafetera.
Jiwon levantó
su taza.
—Heechul tenía
sed después de una noche de sexo salvaje con nuestro hijo.
Heechul se
ruborizó.
—Mamá, lo estás
poniendo colorado. —Siwon llegó detrás de su padre y los miró con una extraña
sonrisa.
«¡Por Dios!»,
pensó Heechul. La cosa iba cuesta abajo y sin frenos. Se frotó la cicatriz de
la sien mientras se ponía de pie, aunque le temblaban las piernas.
—Necesito darme
una ducha antes de que mis padres se levanten.
—Si es por
ellos, tranquila —le dijo Jiwon—. Su dormitorio está al lado del de Siwon. Si
nosotros, que estamos en el otro extremo del pasillo, los oímos anoche, ellos
también lo habrán hecho.
Heechul puso
los ojos como platos antes de mirar a Siwon y de dirigirse hacia la escalera
tan rápido como pudo, a sabiendas de que estaba colorado como un tomate.
Siwon lo
alcanzó antes de que pudiera subir. Ya se había duchado, tenía el pelo húmedo y
tenía un olor fresco y limpio.
—Espera un
momento.
—Lo has hecho a
propósito. — Intentó zafarse de sus brazos, pero él lo estrechaba con demasiada
fuerza—. Sabías que tu madre estaría despierta cuando yo me levantara esta
mañana.
—Culpable. A lo
mejor estoy cansado de guardar secretos.
—Lo has hecho a
mis espaldas. Y eso no me gusta.
—Lo entiendo.
Pero ya no tienes excusas. Hoy mismo hablaré con Sulli.
Eso hizo que
dejara de debatirse.
—No lo hagas.
—¿Por qué no?
Subió un
peldaño para ponerse a su altura. Esos ojos negros lo taladraron mientras
recordaba las palabras de Jiwon.
—No quiero que
sufra otra vez.
La mirada de Siwon
se suavizó y su expresión hizo que Heechul se emocionara.
—Pues no le des
más motivos. Vente a vivir con nosotros.
Heechul abrió
los ojos de par en par. Esa no era la respuesta que esperaba.
—¿Cómo dices?
¿Estás loco?
Lo vio esbozar
una lenta sonrisa antes de que lo besara. Heechul se limitó a mirarlo. Cuando
se apartó, sus ojos relucían.
—Pues sí. Lo
estoy. Estoy loco por ti. Sulli necesita pasar tiempo contigo y Siwan necesita
pasar tiempo conmigo. Todos necesitamos una oportunidad para conocernos mejor.
Si tenemos que ir de mi casa a la tuya, será más difícil.
—Estás fatal.
No puedo venirme a vivir contigo, Siwon. ¡Por Dios! Solo ha pasado una semana.
—Una semana
para mí es toda una vida. Te quiero en mi casa. Me conformaré con que te quedes
en la habitación de invitados de momento si eso es lo que quieres.
Heechul sintió
que se quedaba sin aire en los pulmones.
—¿Eso es lo que
quieres?
—No, te quiero
en mi cama todas las noches. Pero no te presionaré.
Un alivio inesperado
lo embargó de repente y la alocada idea de que Siwon tenía razón se adueñó de
sus pensamientos.
—Me has
presionado desde el principio. —Se apoyó en él y Siwon le dio un beso en un
hombro al tiempo que sonreía.
—Es posible,
sí. Por favor, dime que por lo menos vas a pensártelo.
Heechul cerró
los ojos y lo abrazó. ¿Cómo iba a luchar contra él cuando en el fondo sabía que
era eso lo que quería?
—Esta bien, lo
pensaré.
Siwon lo
estrechó con fuerza.
—Gracias,
Señor.
Rodeado por sus
fuertes brazos, estuvo a punto de creer que lograrían que las cosas
funcionasen. Se apartó lo justo para mirarlo a los ojos.
—Me gustaría
pasar un tiempo a solas con Sulli hoy. Estaba pensando en llevarla de compras.
—No quiero que
salgas solo en este momento.
—Siwon, no
vamos a morirnos por ir de compras unas horas. Estaremos en lugares
concurridos. Te prometo que no la llevaré a ningún sitio peligroso. —Se percató
de que Siwon titubeaba, de modo que insistió—. No puedes mantenerme encerrado
como si fuera un prisionero y lo sabes.
La indecisión
se apoderó de él y al final claudicó.
—Bien. Necesito
ir un rato al despacho. Le diré al jefe de seguridad, que los acompañe.
Heechul lo miró
al instante.
—Ni hablar.
Solo me hacía falta que me acechara un guardaespaldas mientras intento
acercarme a Sulli. Eso solo empeorará las cosas.
—Heechul...
—Pero sé que te
preocupas mucho —se apresuró a añadir, al ver la determinación en sus ojos
azules—. Así que... ¿qué te parece si llegamos a un término medio? Te prometo
que te llamaré para decirte que estamos bien. Para que estés tranquilo.
Siwon frunció
el ceño.
—Quiero que me
llames a cada hora.
Heechul puso
los ojos en blanco.
—Dios mío, eres
peor que mamá gallina con sus polluelos. Bien, te llamaré una vez cada hora.
La expresión de
Siwon dejó bien claro que no le gustaba la idea, pero que no iba a discutir con
él.
—Sulli tiene
entrenamiento de sóftbol esta tarde.
—La dejaré y
después iré a recogerte.
Siwon asintió a
regañadientes.
—Está bien.
—¿Quieres que
te haga una lista con los sitios a los que vamos a ir? —le preguntó con una sonrisa.
Al ver que su ceño se acentuaba, se inclinó hacia delante y lo besó—. Por
favor, ¿me dejas ir a ducharme antes de que mis padres se levanten?
Siwon lo soltó
y él subió la escalera a sabiendas de que lo estaba observando.
—¿Necesitas
ayuda? —le gritó de repente.
Cuando miró
hacia atrás, la sonrisa ladina que esbozaba estuvo a punto de derretirlo. Se
equivocara o no, tenía la deprimente sospecha de que acabaría dándole todo lo
que le pidiera.
—¿Qué te parece
este? —Heechul levantó un sueter rosa.
—¿Rosa? ¿En
serio? —Sulli resopló y devolvió la vista al perchero que había estado ojeando.
Acto seguido, sacó una camiseta ajustada de color verde con las costuras
descosidas que parecía recién sacada de la basura —. Esta me gusta. —Se la pasó
a Heechul con una
sonrisa desafiante.
En la espalda
tenía un mensaje que rezaba: «Pellízcame. Estoy buenísima.»
Heechul la cogió
y lo devolvió al pechero con brusquedad, provocando un sonido metálico.
—Ni hablar.
—¿Por qué no?
Heechul no
pensaba morder el anzuelo. Su hija ya le había enseñado las uñas ese día.
—Porque tienes
nueve años y no te dejarán llevar eso al colegio. Además, tu padre me matará si
te la compro.
—¿Qué sabrás
tú? Voy a un colegio privado. Llevamos uniforme.
Heechul se
detuvo en medio de la sección juvenil para mirar a Sulli. Eran las palabras más
certeras que le habían dicho. «¿Qué sabrás tú?» Ese era el problema: no sabía
nada con respecto a Sulli. Nada de nada sobre nada.
Salió de la
tienda detrás de su hija, sintiendo que había fracasado. Una vez en el Audi de Siwon,
arrancó el motor y escuchó su ronroneo. Tras enviarle un mensaje de texto por
enésima vez a lo largo del día, se internó en el tráfico del mediodía. Sulli y él
habían pasado toda la mañana comprando y no se habían puesto de acuerdo en
nada. En todo caso, la pequeña excursión había dañado más su relación en vez de
mejorarla.
Heechul se
frotó la cabeza, que a esas alturas le dolía.
—¿Adónde vamos?
—quiso saber Sulli.
Heechul cambió
de carril al llegar a la autovía.
—Necesito pasar
por mi casa para recoger unas cosas.
Sulli puso los
ojos en blanco y se apoyó en el asiento.
—Podrías
haberme dejado primero en casa.
Heechul se
mordió la lengua para controlar el enfado que sentía. No iba a morder el
anzuelo. Salió de la autovía.
—¿Por qué no te
quedas en tu casa, por cierto? —le preguntó su hija.
—¿No ha hablado
tu padre contigo esta mañana?
Sulli cruzó los
brazos por delante del pecho y clavó la vista al otro lado de la ventanilla.
—Sí, lo ha
hecho. Pero eso no responde a mi pregunta. Sé que quiere que estés en la casa,
pero ¿por qué le sigues el juego? Tú no quieres vivir con nosotros.
Heechul aferró
el volante con fuerza para coger una curva.
—Sí que quiero
vivir con ustedes, Sulli. Tu padre y yo pensamos que pasar tiempo juntos, en
familia, nos ayudará a todos.
—¿Seremos una
gran familia feliz? No durará. No contigo. —Se volvió para que Heechul no
pudiera verle la cara.
Heechul respiró
hondo, consciente de que estaba a punto de perder los estribos.
—¿Qué tengo que
hacer para convencerte, Sulli? He hecho hasta el pino con las orejas para
intentar conocerte, pero insistes en mantenerme alejado. ¿Qué tengo que hacer
para demostrarte que no me iré otra vez? ¿Que quiero tener la oportunidad de
resarcirte por lo que pasó?
—¿Quieres una
oportunidad? — Sulli lo miró echando chispas por los ojos—. Pues esto es lo que
puedes hacer: deja de salir con mi padre.
—¿Cómo?
El coche cogió
una curva. Las olas se estrellaban contra las rocas a la derecha, mientras que
la pared de roca que conformaba el acantilado se alzaba a la izquierda.
—Lo que has
oído. Deja de salir con mi padre. No lo quieres. Lo sabes muy bien. Cuanto más
dure esto, peor será cuando decidas marcharte. No sabes lo que sufrió la otra
vez. ¡No quiero que vuelva a sufrir tanto! —Devolvió la mirada al agitado
océano Pacífico que se extendía muy por debajo de la carretera por la que ellas
transitaban.
Heechul sintió
un feroz sentimiento en el pecho. Ansiaba llegar hasta Sulli con todas sus
fuerzas, consolarla para aliviar esa ira abrasadora que la consumía, pero no
sabía cómo lograrlo. Escuchar sus palabras solo sirvió para que sus temores
aumentaran.
¿Qué le
sucedería a Sulli si su relación con Siwon fracasaba? No podía obligarla a
pasar por eso una segunda vez. ¿Y qué pasaba con Siwan? A esas alturas, ya
estaba encariñado con Siwon. Si se mudaban a su casa como él quería que hiciese
y al final tenían que separarse, el pobre niño se quedaría destrozado.
«No lo quieres.
Lo sabes muy bien.»
Ese era el quid
de la cuestión.
Se sentía muy
atraído por Siwon, sentía una intensa conexión con él, pero ¿sería amor?
Jamás había
sentido algo tan fuerte como lo que sentía por Siwon. Era consciente de ello,
lo admitía. Su corazón le decía que era amor, pero su mente seguía poniendo en
tela de juicio sus decisiones. Se había equivocado por completo con Mithra. No
quería cometer otro terrible error. Dejarse llevar por un impulso solo
empeoraría las cosas. Necesitaba estar muy seguro antes de tomar una decisión.
El coche tomó
la siguiente curva más rápido de lo que Heechul pretendía. Pisó el freno.
No pasó nada.
Confundido,
volvió a pisar el pedal de freno. Al ver que el coche no aminoraba la
velocidad, pisó el pedal repetidas veces. En vez de aminorar la velocidad, tuvo
la impresión de que descendían mucho más rápido.
El miedo le
provocó una descarga de adrenalina. Intentó mantener la voz serena.
—Sulli, pásate
al asiento trasero. Ponte el cinturón y...
O___O sexo salvaje!!! oh si~
ResponderEliminarahhh~ nooooo!!! alguien que patee a Sulli!!! ¬¬
espero que se accidenten! que Sulli llore de nuevo a su appa!!! y que se vuelva loca! XD ok no~ tampoco hasta alla, pero si que se asuste mucho mucho y aprenda a valorar a su appa!