Minho se dio la vuelta para marcharse pero, en un abrir y
cerrar de ojos, Kangin se levantó y se plantó delante de él. Su Escudero lo
miró, furioso.
–Quítate de en medio.
La expresión de Kangin era la misma que adoptaría un padre
infinitamente paciente frente a un adolescente rebelde.
–Minho, no voy a morir.
–Sí, claro. ¿Cuántas veces crees que el último Dark Hunter
que mató Changsu le dijo lo mismo a su escudero antes de que lo convirtieran en
un Dark Hunter extra crujiente? –Se libró de las manos de Kangin encogiéndose
de hombros y salió de la casa como alma que lleva el diablo.
En la mandíbula de Kangin comenzó a palpitar un músculo
mientras cogía el móvil y marcaba.
–Shindong –dijo tras una breve pausa–, tengo un Escudero
renegado que creo que se dirige al Barrio Francés en un Jaguar nuevo, modelo
XKR descapotable de color antracita. ¿Puedes detenerlo antes de que cometa una
estupidez?
Con el ceño fruncido por la preocupación, miró a Leeteuk a
los ojos y siguió escuchando a Shindong.
–Sí, gracias.
Fuera cual fuese el comentario de Shindong, logró irritarlo
bastante.
–Sí, ¡oh, amo y señor! Estoy descansando.
Y, al instante, se vio claramente perplejo.
–¿Cómo sabes que estoy de pie?
Tras un momento, soltó un bufido.
–Bésame el culo, Shin. Que tengas suerte con Minho. –Y cortó
la llamada.
Aunque Leeteuk no había escuchado exactamente lo que Shindong
había dicho, pudo imaginárselo fácilmente.
–Tiene razón, necesitas acostarte.
Los ojos negros de Kangin lo fulminaron.
–No necesito que me mimen.
–Muy bien, Minho. ¿También vas a decirme que no necesitas
nada ni a nadie antes de marcharte como una exhalación?
Kangin lo miró con una sonrisa tímida.
–Ahora ya sabes por qué lo soporto. Somos harina del mismo
costal.
Leeteuk soltó una carcajada, aun cuando lamentaba lo que les
estaba sucediendo a ambos.
–Deja que adivine… ¿eras igual que él cuando tenías su edad?
–En realidad, Minho es mucho más soportable que yo. Y
tampoco es tan testarudo como yo solía serlo.
Leeteuk se acercó a él y le rodeó la cintura con los brazos.
–Ven, vamos arriba.
Para su sorpresa, Kangin permitió que lo llevara de vuelta a
la cama, a la habitación de invitados.
Mientras lo desvestía, vio las cicatrices rosadas de las
heridas, ya casi curadas. Le cogió un brazo y acarició las pequeñas incisiones
provocadas por los clavos.
–No puedo creer que estés en pie tan pronto, después de lo
que te ha sucedido.
Él suspiró.
–No puedes mantener a un Dark Hunter fuera de juego mucho
tiempo.
Leeteuk apenas escuchaba sus palabras. Mientras le
acariciaba las heridas, multitud de imágenes acudieron a su mente; la rabia de
Kangin, su dolor. Y, en ese momento, vio un esbozo del futuro: Kangin
encadenado a un muro, con los brazos extendidos, a merced de Changsu.
La muerte de Kangin.
Con un jadeo, le soltó el brazo y se alejó de él. Kangin lo miró,
preocupado.
–¿Qué te pasa?
Consumido por el pánico, le dio unos golpecitos en el pecho.
Intentó luchar contra el ataque de ansiedad y adoptar una actitud normal pero,
por dentro, el dolor le resultaba insoportable. No podía dejarlo morir. Así no.
Lo miró fijamente, obligándose a permanecer calmado.
–Tienes que superar el pasado. Si te sigues aferrando a él, Changsu
acabará contigo.
Kangin desvió la mirada.
–Lo sé.
–¿Y qué vas a hacer? Si sigues recordando volverá a
atraparte.
–Puedo apañármelas, Leeteuk.
–¿Ah, sí? –le preguntó, luchando contra las lágrimas que le
impedían respirar, al recordar la visión.
Dios mío, así no.
No podía soportar perderlo. La idea de pasar un solo día sin
sentir sus brazos rodeándole, sin escuchar su voz, o su risa… era inimaginable.
El dolor era insoportable.
–Puedo controlarme –insistió él.
Pero Leeteuk sabía la verdad. Había vivido su ejecución en
carne propia. Sabía que jamás lo superaría. Se había limitado a expulsar esa
realidad de su mente, en lugar de enfrentarse a ella.
Y, de repente, supo cómo podía liberarlo de sus demonios.
O al menos intentarlo.
–Vuelvo en un momento.
Kangin observó cómo salía de la habitación, dejándolo hecho
un mar de dudas. Sabía mejor que nadie cuál era su punto débil. Lo único que Changsu
tenía que hacer era encadenarlo con los brazos extendidos y el pánico lo
dejaría fuera de juego. Los recuerdos eran tan dolorosos que no podía luchar
contra ellos. Tenía que haber una manera de expulsarlos de su mente.
Mientras consideraba cuál podría ser la mejor solución, los
minutos fueron pasando. Hasta que se dio cuenta de que alguien lo observaba.
Se dio la vuelta en la cama, hasta quedar tumbado de
costado, y vio a Leeteuk en la puerta con una bandeja en las manos y vestido
solo con una bata blanca. Entró en la habitación, sonriéndole con ternura, y
dejó la bandeja sobre la cómoda.
Kangin lo miró, extrañado.
Se acercó a la cama, moviéndose con su característica
elegancia, y se apoyó en el colchón, doblando una rodilla. La bata se abrió con
el movimiento. Inclinándose hacia delante, lo empujó hasta dejarlo tumbado
sobre la espalda. Kangin no dejaba de mirarlo llevaba solo un minúsculo boxer de
seda blanco.
La sonrisa de Leeteuk se ensanchó cuando sacó del bolsillo
una larga bufanda de seda. Kangin lo miró con el ceño fruncido mientras
observaba cómo se la enrollaba en la muñeca.
–¿Qué estás haciendo?
–Voy a hacer que mejore.
–¿El qué?
–El pasado.
–Leeteuk –masculló, mientras le cogía el brazo y lo acercaba
al cabecero de la cama. En cuanto se dio cuenta de sus intenciones se apartó de
él de un brinco–.¡No!
Leeteuk volvió a cogerlo del brazo y se lo acercó al pecho.
–Sí.
Leeteuk observó cómo el pánico invadía su mirada.
–No –repitió Kangin con firmeza.
Humedeciéndose los labios, se acercó la mano de Kangin a la
boca. Separó los labios y comenzó a chuparle suavemente las yemas de los dedos.
–Por favor, Kangin. Te prometo que no te arrepentirás.
Al contemplarlo, el deseo comenzó a abrirse paso en sus
entrañas. Vio cómo la lengua de Leeteuk le lamía la piel, recorriéndole los
dedos. Y cuando le pasó las uñas por la cara interna de la muñeca y ascendió
por el brazo, se estremeció de arriba abajo.
Leeteuk se alejó la mano de los labios y la acercó a la
abertura de la bata para dejarla sobre su pecho desnudo.
–Por favor, ¿sí?
Con la respiración entrecortada, Kangin pasó la mano sobre
el pecho. Le costaba mucho trabajo recordar lo que le estaba pidiendo. Su
confianza. Algo que no le había entregado a nadie desde hacía dos mil años.
Aterrorizado por lo que le había sucedido la última vez que
cometió el error de confiar en alguien, lo miró a los ojos y, al hacerlo, su
voluntad comenzó a resquebrajarse. ¿Sería capaz Leeteuk de traicionarlo algún
día? ¿Tendría el suficiente valor como para arriesgarse?
En esta ocasión, cuando guió su brazo hasta el poste de la
cama, apretó los dientes pero no se movió y permitió que lo atara al cabecero.
No obstante, su corazón empezó a latir más deprisa.
Leeteuk sabía que acababa de obtener una pequeña victoria.
Sin dejar de sonreír, ató la bufanda con un nudo muy flojo.
–Puedes soltarte en cualquier momento –le dijo–. Sólo tienes
que decírmelo y desharé el nudo. Pero, si lo haces, me detendré al instante.
–¿Te detendrás?
–Ya verás a lo que me refiero…
Le cogió el otro brazo y enrolló otra bufanda alrededor de
la muñeca. Kangin no dejó de observar el proceso con la respiración acelerada.
Cuando lo ató no dijo nada, lo que sorprendió gratamente a Leeteuk, aunque
tenía la frente cubierta de sudor.
Tiró de las bufandas y el movimiento hizo que los músculos
de los brazos se contrajeran y se abultaran.
–No me gusta esto –le confesó, intentando liberarse.
Gateando sobre su cuerpo, Leeteuk le cogió las muñecas con
las manos y lo sostuvo. Bajó la cabeza y lo besó con suavidad en los labios.
Kangin se tensó al sentir la lengua de Leeteuk en la
comisura de los labios, buscando la entrada a su boca. Él se lo permitió de
buena gana, separando los labios y gimiendo en cuanto sus lenguas se rozaron y
probó su sabor.
Sus besos eran lo más cercano al paraíso que un hombre sin
alma podía encontrar. El aroma a rosas le invadía los sentidos, haciéndole
perder la cabeza y poniéndolo a cien. Dejándolo sin aliento. El tiempo se
detuvo cuando sus manos le acariciaron el torso y sintió el roce de sus pezones
bajo la bata.
Cuando intentó abrazarlo, recordó que lo había atado. Con un
gruñido de frustración, tiró de las bufandas.
Al escuchar cómo la seda se rasgaba, Leeteuk interrumpió el
abrasador beso y se alejó un poco.
–Recuerda –le dijo con voz ronca–, si te sueltas, lo único
que conseguirás será una ducha fría.
Se detuvo de inmediato pero, para su disgusto, vio cómo
Leeteuk se alejaba de él y deslizaba las manos sobre la bata, desde el pecho
hasta el cinturón. Muy lentamente, tomándose su tiempo, lo desató y apartó la
prenda hasta dejar su torso a la vista.
Kangin creyó que iba a estallar en llamas cuando el satén
cayó a sus pies.
Muy despacio y de forma seductora, volvió a la cama y trepó
sobre él, con los sensuales movimientos de una gata. Kangin siseó al sentir
cómo se estiraba sobre su cuerpo.
–¿Cómo vamos, general?
Él tragó saliva antes de contestar.
–Muy bien.
Sonriendo, Leeteuk le acarició el mentón con los labios y la
lengua.
–Mucho mejor cuando haces eso –susurró él con el cuerpo
enfebrecido por sus caricias. Leeteuk se retiró con una carcajada.
–¿Qué te parece entonces si te dejo ciego de placer?
Él tiró de las
ataduras.
–Me da la sensación de que soy todo tuyo, cariño.
Leeteuk deseaba con todas sus fuerzas que eso fuese cierto.
Bajó de la cama y se acercó a la bandeja. Mientras cogía la jarra de miel
templada, recordó el aceite hirviendo que los romanos habían usado para torturarlo.
Recordó la expresión de dolor de su rostro cuando lo vertieron sobre su cuerpo,
escaldándolo. Con el corazón en un puño, regresó a la cama, donde Kangin yacía
a su merced. Le acercó la jarra al pecho y observó cómo el recuerdo de esa
tortura le ensombrecía la mirada.
Instintivamente, Kangin se encogió en cuanto la miel lo
rozó. Pero allí no había dolor. No se formaban ampollas ni le quemaba la piel.
En realidad, era bastante agradable. Se relajó y observó cómo Leeteuk derramaba
el espeso líquido dorado, trazando pequeños círculos alrededor de sus pezones
para después extenderlo y descender hasta el estómago, provocándole continuos
escalofríos.
Una vez dejó la jarra a un lado, comenzó a lamer cada gota
de miel que había derramado sobre su cuerpo. Cada lametón le provocaba un
estremecimiento de placer. Cuando le introdujo la lengua en el ombligo su
miembro se endureció aún más.
Leeteuk soltó una risa gutural y lo miró, reclinado sobre su
ombligo. En ese momento, se movió hacia arriba, deslizando la lengua desde el
vientre hasta la nuez. Siseando de placer, Kangin echó la cabeza hacia atrás,
facilitándole el acceso a su cuello y, cuando sintió cómo sus dientes lo
arañaban, se estremeció de la cabeza a los pies.
–Leeteuk –jadeó.
Sin dejar de sonreírle, volvió a bajar de la cama y cogió un
pequeño cuenco. No sabía de dónde había salido esa faceta atrevida; jamás se
había comportado de ese modo, pero quería salvar a Kangin a cualquier precio.
Además, algo extraño le estaba sucediendo mientras hacía todo eso por él; como
si una parte de sí mismo se estuviese liberando.
Apartando esa idea de su mente, hundió los dedos en el
cuenco de nata batida y los acercó a los labios de Kangin. Con el pulgar, trazó
el contorno de esa boca perfecta.
Kangin lamió la nata mientras él se sentaba a horcajadas
sobre su cintura. Qué maravilla sentir la humedad de su cuerpo sobre él. Lo
estaba volviendo loco. Y cuando se movió hacia abajo y rozó su hinchada verga
creyó morir de placer.
–Déjame darte de comer, general –le susurró antes de
acercarle el dedo a la boca, muy despacio, para que saboreara la nata batida.
Kangin tragó saliva al sentir la vorágine de sus emociones.
Estaba recreando la crueldad de Siwon. Pero no había dolor con Leeteuk, sino un
placer tan intenso como jamás había conocido. Lo miró a los ojos y le sonrió
débilmente.
–¿Por qué estás haciendo esto? –le preguntó.
–Porque me preocupo por ti.
–¿Y por qué?
–Porque eres el hombre más maravilloso que he conocido en mi
vida. Claro, que no hay que olvidar que eres testarudo y exasperante, pero
también amable, generoso y fuerte. Y me haces sentir tan…
Él alzó una ceja.
Leeteuk se sentó sobre su cintura y lo miró.
–¿Qué se supone que significa eso?
–¿El qué? –preguntó él con expresión inocente.
–Esa mirada.
Kangin frunció el ceño.
–¿Qué mirada? –preguntó mientras intentaba abrazarle, sin
recordar que estaba atado. Qué extraño que lo hubiese olvidado por completo.
Leeteuk bajó la cabeza y lo besó.
Kangin soltó un gemido al sentir los labios de Leeteuk sobre
los suyos, al sentir esa lengua que entraba y salía de su boca, llevándole el
sabor de la nata.
Se apartó un poco y le preguntó:
–¿Te gusta?
–Mucho –contestó él.
–Entonces, esto te va a encantar.
Lo siguió con la mirada mientras descendía por su cuerpo,
cogía el cuenco y comenzaba a extenderle la nata por la entrepierna. Sus dedos
le acariciaban el miembro mientras lo cubrían por completo con el frescor de la
crema.
La sensación lo estaba llevando al límite y no pudo evitar
gemir.
Leeteuk le separó las piernas y se detuvo un instante a
contemplar su obra de arte. Después, lo miró a lo ojos y se agachó entre sus
muslos para lamerle los testículos.
Kangin gruñó al sentir las caricias de su lengua en la parte
más vulnerable de su cuerpo. Se sentía asaltado por continuas oleadas de placer
y tiraba de las ataduras sin ser consciente de lo que hacía. Jamás había
experimentado nada tan placentero como los besos de Leeteuk y las caricias de
su lengua sobre la piel.
Cuando los testículos estuvieron libres de crema, se acercó
a su verga. En cuanto se la metió en la boca, Kangin se tensó; Leeteuk lo
estaba mirando a los ojos, observando sus reacciones.
Sin apartar la mirada, pasó la lengua por el extremo de su
erección, atormentándolo y dejándolo sin aliento, lamiéndole el glande antes de
bajar la cabeza y tomarlo por completo en la boca. Kangin creyó que todo
comenzaba a darle vueltas cuando bajó la mano y le acarició los testículos a la
vez. La sensación le hizo sisear y arquearse bajo él, de forma instintiva,
hundiéndose aún más en su boca, aunque Leeteuk no protestó.
Soltó un gemido cuando notó que su parte animal comenzaba a
tomar las riendas. El deseo que despertaba en él rayaba en la obsesión.
–Leeteuk –balbució con voz ronca y entrecortada–. Quiero saborearte.
Él le dio un nuevo lametón y alzó la cabeza para mirarlo a
los ojos.
–¿Cómo? –le preguntó mientras comenzaba a gatear sobre su
cuerpo, haciendo que la respiración de Kangin se alterara más.
Se sentó a horcajadas sobre su cintura, colocó las manos
sobre sus costados y lo miró.
–Dime qué quieres hacerme –le dijo con las mejillas
ruborizadas por su atrevimiento.
Kangin percibía los sentimientos de Leeteuk mientras lo
contemplaba. Estaba asustado e inseguro, pero quería ayudarlo a toda costa. Más
emocionado de lo que debería, se humedeció los labios antes de hablar.
Kangin dio un tirón a las ataduras mientras le chupaba un
endurecido pezón, saboreándolo. Los murmullos de placer de Leeteuk resonaban en
sus oídos, estimulándolo aún más. Volvió a tirar de las bufandas y la seda se
rasgó.
Leeteuk rió maliciosamente.
–Si te sueltas, Kangin, me pongo la bata y aquí se acaba
todo. ¿Eso es lo que quieres?
Él le contestó meneando la cabeza y relajó los brazos.
–¿Qué es lo que quieres, entonces?
–A ti. –La verdad escapó de sus labios antes de poder
detenerla.
–¿A mí? –preguntó Leeteuk, ilusionado.
Incapaz de darle esperanzas cuando no había un futuro para
ellos, Kangin añadió:
–Quiero estar dentro de ti.
Y, en ese momento, sintió la punzada de desilusión que
experimentó Leeteuk y se sintió fatal por haberle hecho daño.
–Leeteuk…
–Shhh –lo silenció, colocándole la mano sobre los labios–.
Soy todo tuyo –le susurró a la vez que se empalaba sobre su verga.
Kangin cerró los ojos en cuanto la deliciosa humedad de
Leeteuk se deslizó contra su miembro. Él se inclinó hacia delante y capturó sus
labios mientras lo montaba con envites profundos, siguiendo un ritmo pausado.
Le mordisqueó el cuello y, cuando volvió a besarlo a la par que aceleraba el ritmo
de sus caderas, sintió el gemido de Kangin sobre la lengua. Lo sintió
retorcerse entre sus muslos. Lo vio echar la cabeza hacia atrás y gruñir como
un animal enjaulado antes de hundir los pies en el colchón y tomar impulso para
alzar las caderas y hundirse hasta el fondo en él.
Leeteuk soltó un grito por la intensidad del orgasmo que
experimentó. Pero notó que él se quedaba tieso como una vara.
–No te muevas –le dijo entre dientes.
Obedeció sin preguntarle las razones. Tenía los ojos
cerrados, los dientes apretados y la frente cubierta por una capa de sudor. Su
cuerpo temblaba convulsivamente. Tras un minuto, soltó un hondo suspiro, abrió
los ojos y lo miró.
–¿Ya puedes desatarme?
Leeteuk asintió con la cabeza y se dio cuenta de que él no
había llegado al orgasmo. Había luchado con todas sus fuerzas para no hacerlo.
Y, aunque entendía el porqué, una parte de sí mismo se sintió herido al ser
consciente de que Kangin no confiaba plenamente en él.
¡Déjalo ya!, se dijo. Eres un imbécil además de un egoísta.
Necesita sus poderes.
En ese momento más que nunca.
Kangin desgarró las bufandas con una facilidad que lo dejó
sorprendido y, una vez sus manos estuvieron libres, lo abrazó con fuerza.
–Gracias, cariño –le dijo, besándole con ternura. Él le
contestó con una sonrisa.
–Ha sido un placer.
Kangin soltó una carcajada por lo acertado de la respuesta y
lo echó sobre la cama, a su lado, colocándolo de costado. Se tumbó a su espalda
y lo abrazó, como si le aterrara el hecho de estar separados. No tardó mucho en
quedarse dormido.
Se limitó a disfrutar del momento mientras el cálido aliento
de Kangin le acariciaba el hombro desnudo y deseó con todas sus fuerzas que lo
que había hecho esa noche lo ayudara en la próxima confrontación con Changsu.
Leeteuk se despertó al escuchar el teléfono. Cuando se
incorporó, se dio cuenta que habían dormido abrazados y al recordar todo lo que
le había hecho la noche anterior, se ruborizó intensamente. Jamás se había
comportado de un modo tan desvergonzado, pero con él no se había sentido
cohibido.
Se apartó de sus brazos y corrió hasta la habitación de Inyoung
para contestar el teléfono.
–¿Sí?
Era Inyoung.
–Teukkie, gracias a Dios que estás todavía ahí. Mi coche se
ha estropeado y he tenido que aparcarlo en el arcén. ¿Te importa venir a
recogerme?
–Claro que no.
Anotó la dirección, se dio una ducha rápida y regresó a la
habitación de invitados para vestirse.
Inclinándose sobre Kangin le dio un beso en la mejilla.
Cuando iba a alejarse él lo sujetó por la muñeca.
–¿Dónde vas?
–A recoger a In.
–No es seguro.
–Estamos a plena luz del día. No me va a pasar nada.
La mirada de Kangin era bastante elocuente; no le gustaba
nada que saliera.
–¿Cuánto falta para que anochezca?
–Horas.
–De acuerdo, pero vuelve directamente aquí.
–¡Sí, mi comandante!
–No tiene gracia.
Lo besó en los labios y se marchó.
Waaaaa, ESta cada vez más bueno esto, Teukie déjate llevar lo el placer y Kangin no seas tan cabeza dura e.e No creo poder aguantar hasta el jueves ;-; pero bueno espero con ganas un nuevo Capi y que changsu haga sus movimientos, lo odio, pero le da sason a la historia.
ResponderEliminarGracias y saludos :3
TT___TT
ResponderEliminares triste que nos sean sinceros, con ellos mismos, ni con el otro!!!
aww~pobre mapache reprimiendo su placer! ;__;
que tortura! pero.. Un aplauso para Tukkie y sus inteligentes estrategias para hacer pasar bueno a su guerrero!!!! -aplaude como loca-
ahh!!! ya quiero que el mapache recupere su alma!!!
Ya decía yo que LeeTeuk tenía que amarrar a Kangin a la cama xD Mira que lo hizo olvidar por ese momento las cosas abominables que le hizo Siwon. Yo al igual que Teuk espero que funcione cuando llegue el momento de enfrentar a Changsu.
ResponderEliminarLo único que no me gustó fue que Kangin no sea honesto con LeeTeuk, le hace daño al "no querer ilusionarlo"
Esa salida de LeeTeuk no me gusta nada, ojalá y me equivoque y no sea nada malo, pero con Changsu suelto por ahí es peligroso que este solo.
Gracias por el cap.
Abrazos
Bueno.....que esa terapia espero y seguro que le dará buenos resultados a Kangin,digo....reemplazar cosas dolorosas por cosas placenteras,una de las mejores terapias.
ResponderEliminarUumm,esa salida de Teuk....algo va a provocar...aquí no se puede estar tranquilo por mucho tiempo...¬¬