Dark Pleasures (DH2) Capítulo 23




Kangin agarró las cuerdas y tiró de ellas con todas sus fuerzas, asaltado por una nueva oleada de pánico. Tenía que calmarse. Lo sabía. Pero los recuerdos de las torturas a las que fue sometido en Roma lo angustiaban.

–¿Qué te pasa? –le preguntó el Daimon, acercándose–. Estás un poco pálido, comandante. ¿Acaso estás recordando la humillación de tu derrota? ¿O las manos de los soldados romanos mientras te clavaban en la cruz?

–¡Vete al mierda! –Kangin liberó con el dedo del pie la hoja retráctil oculta en la bota, y atacó a Changsu.

El Daimon se alejó de un salto, quedando fuera de su alcance.

–¡Vaya! Me olvidé de esas botas. Una vez acabe contigo, el siguiente Dark Hunter de mi lista va a ser ese viejo. Con él fuera de combate y sin sus armas, ¿qué será de todos ustedes? –Inclinó la cabeza hacia la chica–. Pórtate bien y quítale las botas al comandante.

Kangin apretó los dientes al ver cómo la mujer se acercaba. El Código le permitía protegerse de los humanos que quisieran hacerle daño, pero no era capaz de atacar a una mujer, y menos estando embarazada. No era más que una criatura, aunque ella quisiera dar otra imagen.


–¿Qué estás haciendo con esta gente? –le preguntó mientras le quitaba las botas. 

–Cuando nazca mi bebé, él me hará inmortal.

–No puede hacerlo. No tiene ese poder.

–Estás mintiendo. Todo el mundo sabe que los vampiros pueden quitarte la vida, o hacer que vivas eternamente. Quiero ser uno de los suyos.

Entonces, así era cómo Changsu conseguía a sus secuaces humanos.

–No podrás ser uno de nosotros jamás. Te matará cuando todo esto acabe.

La chica soltó una carcajada, burlándose de él.

Changsu chasqueó la lengua.

–Eres capaz de seguir protegiéndola aun cuando te está preparando para que seas sacrificado. Qué enternecedor. Dime, ¿con tus hermanos, los romanos, también fuiste tan considerado?

Kangin se abalanzó hacia Changsu, tirando de nuevo de las cuerdas.

En ese momento, salió un Daimon de las sombras, con una enorme maza en las manos. Kangin se paralizó en cuanto reconoció el instrumento. Hacía dos mil años que no veía uno igual.

–Sí –le dijo Changsu al acercarse–. Sabes lo que es, ¿verdad? Dime, ¿recuerdas el dolor que sentiste cuando Siwon la usó para romperte las piernas? –El Daimon lo miró mientras ladeaba la cabeza–. ¿No lo recuerdas? Permíteme que te refresque la memoria.

Kangin apretó los dientes cuando Changsu le golpeó la rodilla izquierda con la maza, destrozándole la articulación al instante. Sólo cuando la rodilla derecha recibió el mismo tratamiento, el vampiro se atrevió a plantarse delante de él.

Kangin se mantuvo en pie aferrándose con las manos a los barrotes. Intentaba sostener su peso con las piernas, pero el dolor lo hacía imposible.

Changsu le sonrió mientras le entregaba la maza al vampiro y sacaba algo del bolsillo.

La rabia se apoderó de Kangin cuando reconoció los antiguos clavos romanos que habían utilizado para crucificarlo.

–Dime, Dark Hunter –le dijo Changsu sin dejar de sonreír–, ¿quieres que te ayude a pasar en pie el resto de la noche?



Leeteuk se despertó sobresaltado y tardó más de un minuto en darse cuenta de que se había quedado dormido, apoyada sobre Minho, en la habitación del hospital donde estaba Heechul. Su madre dormía en la cama plegable, mientras que el Escudero y él lo hacían en las dos incómodas sillas cercanas a la puerta.

Heechul seguía dormido. Los médicos querían que permaneciera en observación hasta el día siguiente. Uno de los Daimons le había hecho un corte en la mejilla que le dejaría una fea cicatriz. Tenía todo el cuerpo lleno de heridas y moratones pero, según los especialistas, no era nada grave y se recuperaría completamente.

Sus hermanas se habían marchado a sus respectivos hogares, siguiendo órdenes de la señora Park, pero él había preferido quedarse, por si necesitaban algo. Aún con los nervios de punta, miró hacia la puerta y vio que su padre regresaba con dos tazas de café, una para él y otra para Minho.

–¿Quieres la mía? –le preguntó a Leeteuk, ofreciéndole su taza.

Leeteuk respondió al ofrecimiento con una sonrisa, hasta que recordó el sueño.

–¿Estás bien? –le dijo el señor Park.

Él miró a Minho, notando como el corazón comenzaba a latirle más rápido.

–Kangin tiene problemas.

El Escudero soltó una carcajada antes de tomar un sorbo de café.

–Ha sido un sueño.

–No, Minho. Está en peligro. Lo he visto.

–Tranquilízate, Leeteuk; lo que pasa es que has tenido un mal día y estás preocupado por Heechul. Es comprensible, pero Kangin nunca se mete en camisas de once varas. Seguro que está bien. Hazme caso.

–No –insistió–, escúchame Minho. Soy el primero en admitir que odio mis poderes, pero en este momento no me están mintiendo. Puedo percibir el dolor y el miedo que está sufriendo. Tenemos que encontrarlo.

–No puedes salir, Leeteuk –le recordó su padre–. ¿Qué pasa si Changsu te está esperando? ¿Y si envía a alguien para que te haga daño, como hizo con Heechul?

Leeteuk miró los ojos de su padre y le sonrió débilmente.

–Papi, tengo que ir. No puedo dejarlo morir.

Minho suspiró.

–Venga, Leeteuk. No va a morirse.

Leeteuk cogió el abrigo del Escudero y comenzó a hurgar en los bolsillos.

–Entonces dame las llaves de tu coche y voy yo solo.

Minho le quitó las llaves con un gesto juguetón.

–Kangin pedirá mi cabeza por esto.

–Si lo matan, no podrá hacerlo.

Leeteuk vio la expresión indecisa del Escudero. Minho dejó la taza en el suelo, cogió el móvil y marcó.

–¿Lo ves? –le dijo–, no contesta.

–A esta hora, eso no significa nada. Puede estar en mitad de una pelea.

–O gravemente herido.

Minho sacó la PDA de la funda del cinturón y la encendió. Tras unos segundos de espera, el color abandonó su rostro.

–¿Qué pasa?

–Tiene el dispositivo de rastreo apagado.

–¿Y eso qué significa?

–Que no sé dónde está. Ningún Dark Hunter desconecta el transmisor; es su salvavidas. –Se puso de pie de un salto y cogió el abrigo–. Muy bien, vámonos.

El señor Park se interpuso entre ellos y la puerta. Era casi tan alto como Minho y estaba preparado para pelear.

–No vas a llevarte a mi niño ahí afuera, donde pueden hacerle daño. Antes te mato.

Leeteuk pasó junto al Escudero y le dio un beso a su padre.

–No pasa nada, papi. Sé lo que estoy haciendo.

La mirada del señor Park dejó muy claras las dudas que tenía al respecto.

–Deja que se vayan –dijo su madre desde la cama–. Esta noche no corre ningún peligro. Su aura es pura.

–¿Estás segura? –le preguntó su marido. La señora Park asintió.

Su padre suspiró, sin estar del todo convencido, y miró furioso a Minho.

–Que no le ocurra nada.

–Puede estar tranquilo –le aseguró él–. He dado mi palabra de que lo cuidaré a una persona que me asusta mucho más que usted.

De mala gana, el señor Park dejó que se marcharan.

Leeteuk salió del hospital a toda prisa y cruzó el estacionamiento hasta llegar junto al Jaguar de Minho. Una vez en el coche, hizo todo lo que pudo para recordar el lugar donde había visto a Kangin en el sueño.

–Estaba en un patio sombrío y pequeño.

Minho resopló.

–Estamos en Nueva Orleáns. Con esa descripción no hacemos nada.

–Ya lo sé. Creo que tenemos que ir al Barrio Francés, pero no estoy seguro. Joder, no lo sé. – Observaba con atención las calles oscuras por las que pasaban–. ¿No hay algún Dark Hunter al que podamos llamar para que nos ayude a encontrarlo? ¿Y si se lo decimos a Kyuhyun?

–No. Está ocupado persiguiendo a su objetivo –le contestó, pasándole el móvil–. Pulsa el botón de rellamada e intenta localizar a Kangin.

Lo hizo, repetidas veces, pero no hubo respuesta.

Con la inminente llegada del amanecer, Leeteuk comenzó a desesperarse. Si no lo encontraban pronto moriría. Completamente aterrorizado, hizo lo que no había hecho nunca: reclinó la cabeza en el asiento y recurrió de forma intencionada a sus poderes, dejando que lo poseyeran por completo. Le recorrió una terrorífica descarga, inundándole de calor y dejándolo tembloroso. Su mente se vio asaltada por multitud de imágenes, algunas antiguas y otras imprecisas. Justo cuando estaba seguro de que así no conseguiría nada, vio algo con total claridad.

–St. Philip Street –susurró–. Allí está.

Aparcaron en la calle y salieron del coche. No sabía muy bien por dónde buscar, pero guió a Minho por los callejones traseros, directa a un patio muy oscuro. Rodearon el edificio sin ver nada.

–Joder, Leeteuk, no está aquí.

Él apenas lo escuchaba. Haciendo caso a su instinto, rodeó un seto muy alto y se detuvo, paralizado.

Kangin estaba colgado en una valla, tan maltrecho que no se sostenía en pie.

–¡Dios mío! –exclamó mientras corría para acercarse a él.

Con mucho cuidado, le alzó la cabeza y jadeó al ver su rostro ensangrentado. Le habían golpeado tanto que casi no podía abrir los ojos.

–¿Leeteuk? –susurró él–. ¿De verdad eres tú o estoy soñando?

Leeteuk sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas.

–Sí, Kangin. Soy yo.

Minho soltó una maldición al llegar junto a ellos y extendió un brazo para tocar uno de los clavos que atravesaban el brazo de Kangin. Apartó la mano, sin llegar a tocarlo, por si el simple roce pudiera hacerle más daño. Leeteuk vio la furia en los ojos del Escudero y lo escuchó maldecir otra vez.

–¡Por amor de Dios! Lo han clavado a una tabla.

Leeteuk sintió nauseas sólo de pensarlo. Nada más ver a Kangin supo exactamente lo que Changsu había hecho: había recreado su ejecución.

–Tenemos que sacarte de aquí –le dijo.

Kangin tosió, medio ahogándose con su propia sangre.

–No hay tiempo.

–Tiene razón –confirmó Minho–. Amanecerá en cinco minutos, como mucho diez. No podremos llevarlo a casa antes de que salga el sol.

–Entonces llama a Keunjung.

–No llegará a tiempo. –Un músculo comenzó a palpitar en la mandíbula del Escudero mientras tocaba la mano de Kangin, de cuyo centro sobresalía un clavo–. No estoy seguro de cómo vamos a poder liberarlo aunque Keunjung llegue a tiempo.

–No pasa nada –dijo Kangin, con voz cansada. Tragó saliva y miró a Minho a los ojos–. Lleva a Leeteuk con Kyuhyun y dile que los proteja, a él y a su hermano.

Minho se alejó corriendo.

Ignorando al Escudero, Leeteuk se concentró en Kangin.

–No voy a dejarte morir –insistió con voz chillona y brusca–. Joder, Kangin. No puedes morir así y convertirte en una Sombra. No voy a permitirlo.

La ternura con la que le miró le robó el aliento.

–Siento mucho haberte fallado. Ojalá hubiese podido ser el héroe que mereces.

Leeteuk le tomó el rostro entre las manos y lo obligó a mirarlo a los ojos. Le limpió la sangre que le manchaba los labios y la nariz con manos temblorosas.

–No te atrevas a rendirte, ¿me oyes? Si te mueres, ¿quién dice que Changsu no acabará también con Kyuhyun? Lucha por mí, Kangin, ¡por favor!

Kangin esbozó una sonrisa.

–Está bien, Leeteuk. Me alegro mucho de que me hayas encontrado. No quería morir solo… otra vez.

Al escuchar sus palabras, Leeteuk comenzó a llorar y el corazón se le subió a la garganta. ¡No!, gritó su alma en ese instante.

No podía dejarlo morir. Así no. No después de que lo había protegido y lo había cuidado. No cuando se había convertido en algo tan importante para él.

Su mente no dejaba de imaginarse a su adorado Dark Hunter vagando por la tierra, atrapado entre dos mundos. Siempre hambriento. Siempre solo. No podía permitir que sucediera algo así.

Minho regresó con una barra de hierro.

–¿Qué es eso?

El Escudero lo miró, furioso.

–No voy a dejar que muera de esta manera. Voy sacarlo de ahí. –E intentó arrancar el clavo que inmovilizaba la mano de Kangin que, nada más rozarlo, se tensó por el dolor.

–¡No! –gritó Leeteuk. Minho siguió intentándolo.

–¿Qué coño…?

Antes de que Leeteuk fuese consciente de lo que hacía, sus poderes comenzaron a agitarse y surgieron en cascada, escapando a su control. Los clavos salieron disparados de los brazos de Kangin, que cayó sobre él al perder el punto de apoyo.

–Ayúdame, Minho –jadeó mientras intentaba mantenerse en pie con todo el peso de Kangin encima.

Minho se había quedado pasmado, pero hizo un esfuerzo por salir del estupor y se acercó para sujetar a Kangin. El peso lo hizo tambalearse, aunque consiguió llegar al coche tan rápido como sus piernas se lo permitieron.

–No nos dará tiempo a llegar a su casa antes de que amanezca –dijo entrecortadamente, jadeando por el esfuerzo.

–Podemos llevarlo a casa de mi hermana. Vive muy cerca de aquí.

–¿Cuál de ellas?

–Inyoung. La conociste hace un rato; la del pelo largo y negro.

–¿La Suma Sacerdotisa de Vudú?

–No; la comadrona.

El Escudero llegó a casa de In en un tiempo récord; ninguno de los dos habló durante el camino.

Les costó bastante trabajo pero, al final, consiguieron sacar a Kangin del coche y llevarlo hasta el porche en el mismo instante en que el sol se alzaba sobre el tejado del edificio situado enfrente de la casa de Inyoung.

Leeteuk golpeó con fuerza la puerta de la casita victoriana de su hermana.

–¿Inyoung? ¡Date prisa! ¡Abre la puerta!

Vio la sombra de su hermana a través de las cortinas de encaje victoriano un momento antes de que el pomo de la puerta girara. Leeteuk la abrió de un empujón y Minho metió a Kangin en el recibidor sin perder un segundo.

–Baja las persianas –le ordenó el Escudero a Inyoung mientras dejaba a Kangin en el moderno sofá verde.

–¿Cómo dices? –le preguntó In–. ¿Qué está pasando aquí?

–Hazle caso, In, y te lo explico todo en un minuto.

Sin demostrar mucho entusiasmo, Inyoung siguió las órdenes de Minho. Leeteuk acarició el rostro de Kangin.

–Te han dejado hecho un desastre.

–¿Cómo está Heechul? –le preguntó él con voz débil.

A Leeteuk le enterneció que demostrara esa preocupación por su hermano, estando tan malherido.

–Voy a llamar a una ambulancia –anunció Inyoung mientras cogía el teléfono.

Minho se lo quitó.

–No.

La mirada que le dedicó Inyoung hubiese hecho retroceder a la mayoría de los hombres, pero Minho se limitó a contemplarla con una expresión igual de desagradable.

–No pasa nada, In –la tranquilizó Leeteuk–. No podemos llevarlo a un hospital.

–Pero si no lo trasladan, va a morir.

–No –le aseguró Minho–. No morirá.

Inyoung alzó una ceja en un gesto de incredulidad.

–No es humano –le explicó Leeteuk.

Su hermana lo miró con los párpados entornados.

–¿Y qué es, entonces?

–Un vampiro.

La ira desfiguró el rostro de Inyoung que, en ese momento, se lanzó a por todos ellos, echando humo por la nariz.

–¿Has traído a un vampiro a mi casa? ¿Después de lo que le ha sucedido a Heechul? ¡Por el amor de Dios, Leeteuk! ¿Es que no tienes sentido común?

–No va a hacerte daño –insistió Leeteuk.

–Estás como una puta cabra. Voy a llamar a…

Minho se interpuso entre Inyoung y el teléfono.

–Si intentas marcar cualquier número, arranco el teléfono de la pared.

–Niño –lo increpó Inyoung a modo de advertencia–, ni creas qu…

–¡Ya basta! –gritó Leeteuk–. Kangin nos necesita, Inyoung, y, como tu hermano pequeño, te suplico que nos ayudes.

–Pero…

–In, por favor…

Leeteuk observó la indecisión en el rostro de su hermana y supo que se debatía entre la negativa a ayudar a un no-muerto y la imposibilidad de dar la espalda a su hermano.

–Por favor,nunca en la vida te he pedido un favor.

–Eso no es cierto. Me pediste prestado mi jersey favorito cuando estábamos en el instituto.

–¡Inyoung!

–De acuerdo –se rindió–, pero si muerde a alguno de los habitantes de esta casa, le clavo una estaca.

Kangin permaneció inmóvil mientras Inyoung y Leeteuk lo despojaban de las ensangrentadas ropas. Era tal la agonía que estaba padeciendo que apenas podía respirar. Le resultaba imposible dejar de ver el momento en que los Daimons lo habían atacado y ansiaba desquitarse exigiendo su sangre.

«Dejemos que el sol acabe con él», seguía diciendo la voz de Changsu en sus oídos. Ese cabrón iba a pagarlo con creces. Ya se encargaría él…

Leeteuk sintió el corazón en un puño al ver las heridas del cuerpo de Kangin. Tenía los brazos y las manos agujeradas a causa de los enormes clavos. Nunca había odiado a nadie, pero en ese momento odiaba a Changsu con tanta intensidad que, si lo tuviese delante, lo destrozaría tan sólo con las manos.

Se apartó de Kangin un minuto para llamar a sus padres y preguntar por el estado de Heechul. Mientras tanto, du hermana siguió vendándole las heridas y Minho continuó paseándose, nervioso, de un lado a otro de la habitación.

–¿Qué quieres que haga con Changsu? –le preguntó el Escudero a Kangin.

–Que te mantengas alejado de él.

–Pero, mírate…

–Soy inmortal; sobreviviré. Tú no lo harías.

–Sí, claro. Si hubiésemos llegado tres minutos más tarde tú tampoco habrías sobrevivido.

–Minho –lo advirtió Leeteuk–; tu actitud no nos está ayudando en nada. Kangin necesita descansar.

–Lo siento –se disculpó, inquieto, pasándose la mano por el pelo alborotado–. Suelo atacar cuando estoy preocupado; es un mecanismo de defensa.

–No importa, Minho –lo tranquilizó Kangin–. Vete a casa y duerme un rato.

El Escudero asintió con una expresión tensa. Antes de marcharse, miró a Leeteuk.

–Llámame si necesitas cualquier cosa.

–De acuerdo.



5 comentarios:

  1. ¬¬ Que quemen en la hoguera al maldito daimon ese!!!
    ¿Como hace eso? ay no pobre Kangin! No se vale!!!
    mucho desgraciado!!!
    ♥ pero Tukie llego a tiempo! ya quiero que èl le reclame a Artemisa el alma de su guerrero!

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  2. Jdjfjdjxjxjfjfjxjxrujf noooooooo porque se queda allí ;-; ya quito que sea martes y que changsu muera e.e mira que hizo que Kangin reviviera su muerte humana ;-( recuerda lo que dijo el oráculo Kangin, eres el elegido y gracias por el Capi ;-(

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Holaaa~
    A ver, cómo lo digo....AMO esta adaptación.
    La historia es genial y está relacionada.con el último EunHae además, así que la amo el doble <3'

    Can't wait for the next chapter ><

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  5. Maldito Changsu, como se ateve a hacer le todo eso a Kangin,si no fuese por los poderes de LeeTeuk no hubiesen tenido oportunidad de salvar lo. De seguro Changsu piensa que al dejar lo ahí exponiendo lo al sol, de seguro ya acabó con él.

    Kangin tiene razón, se va a recuperar y espero que con la ayuda de LeeTeuk y Minho puedan de una vez por todas acabar con Changsu, además hasta ahora no sabemos quien lo ayuda.

    Gracias por la actu, esto está cada vez más interesante.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...