Inyoung acabó de atender a Kangin justo cuando Minho salía
por la puerta.
–Debe dolerte mucho. ¿Qué te ha sucedido exactamente?
–He sido un imbécil.
–Muy bien, Imbécil –continuó Inyoung, con brusquedad–, vamos
a tener que entablillar esas piernas y aquí no tengo lo necesario.
–¿Puedo usar el teléfono? –le preguntó Kangin. Inyoung se lo
acercó, mirándolo con el ceño fruncido.
Mientras marcaba, Leeteuk continuó limpiándole la sangre del
rostro.
–¿Cómo puedes actuar con tanta normalidad? –le preguntó–.
Debes estar sufriendo una agonía.
–Los romanos me torturaron durante un mes, Leeteuk. Créeme,
esto no es nada.
Aún así, sufría por él. ¿Cómo era capaz de soportar todo ese
dolor?
No pudo evitar escuchar la conversación de Kangin con la
persona a la que había llamado.
–Sí, lo sé. Nos vemos dentro de un rato.
Cuando terminó de hablar, Leeteuk cogió el teléfono para
dejarlo en su sitio y Kangin cerró los ojos para descansar, mientras Inyoung se
llevaba a su hermano a la cocina.
–Quiero una explicación. Ahora. ¿Por qué hay un vampiro
herido en mi sofá?
–Me salvó la vida. Sólo le estoy devolviendo el favor.
Inyoung le lanzó una furiosa mirada.
–¿Te has parado a pensar lo que haría Heechul si lo
descubriera?
–Lo sé, pero no podía dejar que muriera. Es un buen hombre.
Inyoung abrió la boca, totalmente pálida.
–No, Leeteuk. Esa cara no.
–¿Qué cara?
–Esa mirada emocionada que pones cuando ves a Lee Minhot en
la pantalla.
–¿Cómo dices? –preguntó Leeteuk, ofendido.
–Estás loco por él.
Leeteuk sintió que se sonrojaba.
–¡Teukkie! ¿Por qué no usas el cerebro?
Leeteuk evitó la mirada inquisitiva de su hermana volviendo
la vista hacia el sofá donde yacía Kangin.
–Mira, Inyoung; no soy un estúpido, ni tampoco soy un niño.
Sé que nunca podrá haber nada entre nosotros.
–¿Pero…?
–¿Qué quieres decir con «pero…»?
–Me da la sensación de que hay un pero… al final de esa
frase.
–Pues no lo hay –le contestó, empujándola ligeramente hacia
las escaleras–. Y ahora, vuelve a la cama y duerme un poco.
–Sí, claro. ¿Vas a asegurarte que el señor Vampiro no nos
utiliza de aperitivo mientras duermo?
–No bebe sangre.
–¿Y cómo lo sabes? –Porque me lo ha dicho él.
Inyoung cruzó los brazos delante del pecho y le miró,
ofendida.
–¡Ah, claro! Y nosotros nos lo creemos a pies juntillos,
¿no?
–¿Puedes dejarlo ya, Inyoung?
–Venga, Teukkie –le increpó, señalando con la mano hacia el
sofá–. Ese hombre es un asesino.
–No lo conoces.
–Tampoco conozco a ningún caimán y estoy segura de que no
dejaría entrar a ninguno en mi casa. ¡Joder, Leeteuk! No puedes domesticar a un
animal salvaje.
–No es un animal salvaje.
–¿Estás seguro?
–Sí.
–Ya puedes estar en lo cierto, mocoso, o vamos a acabar
todos bien jodidos.
Horas después, Leeteuk preparó a Kangin un ligero desayuno.
–Te agradezco la intención, pero no tengo hambre –lo rechazó
él amablemente.
Dejó el plato sobre la mesita y deslizó un dedo, con mucho
cuidado, sobre el vendaje que le cubría el brazo; había seguido sangrando y las
gasas estaban manchadas.
–Ojalá me hubieses hecho caso y te hubieses quedado en casa.
–No puedo hacer eso, Leeteuk. He hecho un juramento y tengo
obligaciones.
Su trabajo. Eso era todo lo que le importaba y Leeteuk comenzaba
a preguntarse si le protegía porque su preocupación era genuina o como parte de
su deber como Dark Hunter.
–Pero me dijiste que confiabas en mis poderes y cuando te
dije que…
–Leeteuk, por favor. No tenía otra opción.
El asintió.
–Espero que lo mates.
–Lo haré.
Leeteuk le cogió la mano y le dio un apretón.
–No pareces tan seguro como antes.
–Eso es porque he pasado la noche clavado a una tabla y esta
mañana no estoy en mi mejor momento.
–No tiene gracia.
–Ya lo sé –contestó él–. Es que me molesta que supiese
exactamente dónde golpear para hacer más daño. Directo a…
Esperó unos minutos para que continuara, pero Kangin
permaneció en silencio.
–¿Directo a dónde? –lo instó.
–A ningún sitio.
–Kangin, cuéntamelo. Quiero saber cómo consiguió hacerte esto.
–No quiero hablar de eso.
Antes de que pudiera presionarlo más, alguien llamó a la
puerta.
–Por favor –le dijo en voz baja–, deja entrar a Kyujong.
–¿El Guardián de los Sueños?
Kangin asintió.
Sin pronunciar una sola palabra, el hombre pasó junto a él y
se acercó a Kangin. La puerta se le escapó de la mano y se cerró con un sonoro
portazo, impidiendo la entrada a la luz del sol.
Kyujong se movía con elegancia y agilidad. Al acercarse al
sofá, se quitó la chaqueta de cuero y se alzó las mangas de la camisa negra.
–¿Desde cuándo llamas a las puertas? –le preguntó Kangin.
–Desde que me preocupo por no asustar a los humanos. –El
Guardián de los Sueños observó el cuerpo de Kangin de la cabeza a los pies–.
Estás hecho un desastre.
–Todo el mundo se empeña en decirme lo mismo.
No había rastro de humor en la expresión de Kyujong. Ni de
cualquier otra emoción. Parecía mucho más sereno e imperturbable que Kyuhyun;
como si no tuviese sentimientos.
El Guardián de los Sueños alzó una mano y uno de los sillones
se movió hasta quedar justo al lado del sofá. Sin prestar atención a Leeteuk,
colocó la mano sobre el hombro de Kangin.
–Duerme, Dark Hunter. –Y, antes de que acabara de hablar,
Kangin ya estaba profundamente dormido.
Leeteuk observó la escena. Kyujong no movió la mano que
tocaba a Kangin; tenía los ojos cerrados. Y, en ese preciso momento, su
expresión cambió y su rostro adoptó la rigidez de aquél que está siendo
sometido a una intensa agonía. De hecho, estaba reflejando todo el dolor que
Kangin debía haber sufrido.
Tras unos minutos, apartó la mano y se reclinó en el sillón,
respirando laboriosamente. Se cubrió la cara con las manos, como si con ese
gesto pudiese alejar la pesadilla. Cuando le miró, la intensidad de sus ojos
hizo que Leeteuk diera un respingo.
–Nunca, en toda la eternidad, había contemplado algo así –le
susurró con voz ronca.
–¿El qué?
Suspirando entrecortadamente, el guardián continuó.
–¿Quieres saber cómo logró capturarlo Changsu?
El asintió.
–A través de sus recuerdos. Jamás he experimentado tanto
dolor en otra persona. Cuando esos recuerdos lo inundan, Kangin se queda
indefenso y es incapaz de actuar con cordura.
–¿Qué puedo hacer?
–Nada; a no ser que se te ocurra el modo de erradicar esos
recuerdos. Si continúan torturándolo de este modo, está perdido. –Antes de
seguir hablando, miró a Kangin–. Dormirá hasta que caiga la noche; no lo
molestes. Cuando se despierte, podrá volver a andar, pero aún estará débil.
Intenta que no vaya tras Changsu durante un par de días. Hablaré con Artemisa y
veremos qué se puede hacer.
–Gracias.
El guardián le respondió con un leve gesto y desapareció con
un destello de luz dorada. Unos segundos después, su chaqueta también se
evaporó.
Leeteuk se sentó en el sillón que el Guardián de los Sueños
acababa de dejar libre y, mirando al techo, lanzó una carcajada. Estaba
histérico. Lo único que siempre había deseado era una vida normal. Y ahora
tenía un vampiro por amante y un Guardián de los Sueños –concepto que aún no
estaba muy seguro de entender–, apareciendo y desapareciendo como por arte de
magia de la casa de su hermana, mientras otro vampiro estaba intentando
matarlos a todos.
La vida era una ironía.
Ladeó la cabeza y observó a Kangin. Se le había normalizado
la respiración y el ceño de dolor que le arrugaba la frente había desaparecido.
Las heridas seguían siendo espantosas, pero algunas de ellas ya empezaban a
curarse.
¿Qué le habría hecho Changsu?
Kangin despertó y vio que la luz de la luna entraba por las
ventanas abiertas del salón. No recordó dónde estaba hasta que intentó moverse
y el dolor lo atravesó. Apretó los dientes y se incorporó lentamente para
sentarse. En ese momento, vio a Inyoung delante de él, con una enorme cruz en
una mano y una ristra de ajos colgada del cuello.
–No se te ocurra moverte de ahí. Y no intentes el truco de
controlar mi mente.
A pesar del dolor, Kangin soltó una carcajada.
–¿Sabes una cosa? Ni las cruces ni los ajos tienen efecto
alguno sobre nosotros.
–Sí, claro –le contestó ella, acercándose un poco más a él–.
¿Dirías lo mismo si te toco con ella?
Cuando estuvo lo bastante cerca, Kangin
extendió un brazo y le quitó la cruz.
–¡Ay, ay, ay! –gritó, fingiendo estar dolorido y
acercándosela hasta el pecho–. En serio –le dijo, dándosela de nuevo–, no tiene
ningún efecto. Y en cuanto al ajo, si a ti no te molesta el olor, a mí tampoco.
Inyoung se quitó la ristra de ajos.
–Entonces, ¿a qué eres vulnerable?
–A ti te lo voy a decir…
Inyoung ladeó la cabeza.
–Teukkie tiene razón; eres exasperante.
–Deberías haber tenido una charla con mi padre antes de que
me lo comiera.
Inyoung palideció y retrocedió un par de pasos.
–Está tomándote el pelo, In. No se ha comido a su padre.
Él se dio la vuelta y vio a Leeteuk de pie, en el hueco de
la puerta que había a sus espaldas.
–¿Estás completamente seguro de eso?
Leeteuk sonrió.
–Sí, completamente. Y supongo que debes sentirte mejor, si
tienes ganas de bromear. –Se acercó y apartó las vendas que le cubrían los
brazos para ver las heridas–. ¡Dios Santo! Están prácticamente curadas.
Kangin asintió, cogió una de las camisas que Minho había
dejado allí esa misma tarde mientras él descansaba, y se la puso, al tiempo que
les explicaba lo de las heridas.
–Gracias a Kyujong, en un par de horas más habrán
desaparecido por completo.
Leeteuk lo observó mientras se levantaba del sofá. El único
indicio de que aún no estaba en forma era la lentitud de sus movimientos.
–¿No crees que deberías seguir acostado?
–Necesito moverme para aliviar la rigidez. –Mientras pasaba
a su lado, murmuró de forma casi inaudible–: Al menos, parte de ella.
Leeteuk lo ayudó a llegar hasta la cocina.
–In, ¿quedan espaguetis?
–¿Es que come espaguetis?
Leeteuk alzó la cabeza para mirarlo.
–¿Los comes?
Él miró a Inyoung de forma amenazadora.
–No resulta tan satisfactorio como chupar el cuello de un
par de italianas, pero no están mal.
Leeteuk soltó una carcajada al ver la expresión espantada de
su hermana.
–No le tomes más el pelo o te clavará una estaca mientras
duermes.
Kangin se sentó y lo miró de arriba abajo con los ojos
cargados de deseo.
–A mí sí que me gustaría clavártela mientras estás
despierto.
Leeteuk sonrió al escuchar la indirecta mientras le servía
el plato de espaguetis.
–Me alegra muchísimo ver que tienes ganas de bromear. Pasé
mucho miedo esta mañana; pensé que iba a perderte a pesar de haberte
encontrado.
–¿Cómo está Heechul?
–Muy bien. Ya le habrán dado el alta.
–Me alegro.
Leeteuk se dio cuenta de que estaba muy preocupado; tenía
una expresión extraña.
–¿Qué te pasa? –le preguntó mientras colocaba el plato en el
microondas.
–Changsu está ahí fuera y volverá a matar de nuevo. No puedo
quedarme aquí acostado y esper…
Leeteuk le tapó la boca con la mano, impidiendo de este modo
que siguiera hablando.
–¿Y qué conseguirás dejándote matar?
–Ayudar a Minho, ya que heredará todos mis bienes.
–No tiene gracia.
–Siempre me dices lo mismo.
Leeteuk sonrió débilmente.
–Antes de que vuelvas a salir en busca de Changsu, tenemos
que trazar un plan. En estos momentos te da por muerto, así que contamos con el
factor sorpresa.
–¿Contamos?
–No voy a dejar que vuelvas a luchar solo con él. Nos está
amenazando a mi familia y a mí y no pienso quedarme en la retaguardia esperando
a que vuelva a atacar.
Él alargó un brazo y le acarició la cara.
–No quiero que te haga daño.
–Entonces enséñame lo necesario para que pueda ayudarte a
darle una buena patada en el culo.
Kangin sonrió al escucharlo.
–Hace dos mil años que lucho solo.
–Bueno, nunca se es lo demasiado viejo para aprender.
Kangin resopló.
–No puedes enseñarle nuevos trucos a un perro viejo.
–Borrón y cuenta nueva.
–El tiempo es oro.
–Dios ayuda a los que se ayudan.
Él soltó una carcajada.
–No vas a dejarme ganar, ¿verdad?
–No. Voy a acabar de prepararte la comida y después te
contaré todo lo que he averiguado mientras dormías.
Kangin observó cómo echaba queso sobre la pasta. Nunca había
conocido a un joven como él. Después de que Changsu lo abandonara para que el
sol acabara con él, había cerrado los ojos para recordar la imagen de Leeteuk
en su cama y la sensación de tenerlo entre sus brazos. Pensar en él lo había
reconfortado de un modo que no se merecía.
¿Y si fallo de nuevo y no mato a Changsu?
La idea lo horrorizaba. Leeteuk se quedaría solo. Cerró los
ojos y lo vio en una cama del hospital, como Heechul. O aún peor.
No. Él tenía razón. Necesitaba enseñarle unas cuantas cosas
para que pudiera defenderse. Changsu era demasiado peligroso. Demasiado ladino.
Era un cabrón y no se había tirado un farol cuando afirmó saber dónde atacar.
–¿Kangin?
Él levantó la vista para mirarlo.
Mientras pensaba, Leeteuk había servido la pasta y la había
colocado en la mesa, junto con un plato de ensalada; se acercó a él y le puso
la mano en la frente.
–No le des más vueltas.
–¿A qué?
–A lo de Changsu. Estabas tan concentrado que casi podía escuchar
tus pensamientos.
En ese momento, Inyoung se asomó a la cocina.
–Cara está de parto y tengo que marcharme. ¿Estás seguro de
que quieres quedarte solo con él?
–Claro que sí, In. Vete; fuera de aquí; ¡largo!
–Muy bien, pero te llamo luego.
Leeteuk le contestó con un gruñido y miró a Kangin.
–¿Has intentando alguna vez vivir con nueve madres?
–La verdad es que no.
XD el chiste de la estaca me encanto!!! jajajajajajajjaja
ResponderEliminara Kangin si que le gustaría clavársela! y bien honda! jajajajjajajajajaj
ay no!!! ahhhhhh!!!! ya quiero que Tukkie reclame el alma de su amante guerrero vampiro!
Tod@s los herman@s de LeeTeuk son un caso, mientras tanto Inyoung ya se dio cuenta que Teuk se muere por Kangin. Luego me hizo morir de risa cuando se presentó ante Kangin con una cruz de madera y rodeada de ajos, hasta Kangin se burló de ella xD
ResponderEliminarMenos mal que el guardián de los sueños curó a Kangin y aunque él quiere ir a ver a Changsu otra vez, al menos creo que está vez tendrá ayuda gracias a la terquedad de LeeTeuk que piensa ir con él. Además eso de hacer un plan me parece una genial idea.
Ya quiero que acaben con ese maldito de Changsu >_<