El coche tomó la siguiente curva más rápido de lo que Heechul pretendía. Pisó el freno.
No pasó nada.
Confundido,
volvió a pisar el pedal de freno. Al ver que el coche no aminoraba la
velocidad, pisó el pedal repetidas veces. En vez de aminorar la velocidad, tuvo
la impresión de que descendían mucho más rápido.
El miedo le
provocó una descarga de adrenalina. Intentó mantener la voz serena.
—Sulli, pásate
al asiento trasero. Ponte el cinturón y...
—¿Por qué?
—¡Hazme caso!
Los frenos no funcionan. ¡Pásate ahora mismo al asiento trasero! Ponte el
cinturón y agárrate fuerte. ¡Hazlo!
Sulli puso los
ojos como platos. Sin rechistar ni media palabra, lo obedeció.
Heechul trató
de recordar el trazado de la carretera con la mente funcionando a toda
pastilla. Todavía le quedaban por recorrer varias curvas, seguidas de una
pendiente donde cogerían más velocidad; después había otra curva, seguida de
una cuesta arriba y en la parte superior, otra curva. Si conseguía mantener el
control hasta llegar a la cuesta, tendrían una oportunidad de sobrevivir.
Tiró del freno
de mano, pero fue en vano. El corazón amenazó con salírsele por la boca
mientras le echaba un vistazo al cuadro de mandos. Un cuarto del depósito de
combustible aún estaba lleno, de modo que no podía contar con que se acabara a
tiempo. Tragó saliva para controlar el miedo.
—Sulli, busca
mi teléfono y llama a emergencias.
Sulli cogió el
bolso y rebuscó en su interior.
—¿No puedes
apagar el motor y ya está?
—No. Porque eso
bloquearía la dirección. Voy a intentar reducir poco a poco. Sujétate porque lo
vamos a notar.
Sostuvo el
volante con una mano mientras reducía a tercera con el cambio secuencial. El
sudor le caía por la espalda, pero logró reducir la marcha, si bien solo
consiguió aminorar un poco la velocidad. Acababa de llegar a una curva, por lo
que trató con todas sus fuerzas de mantener el coche en la carretera. Cuando la
superó, redujo de nuevo la marcha. El coche sufrió una leve sacudida.
La velocidad
disminuyó algo más, lo suficiente como para tomar las dos siguientes curvas y
después llegaron a la bajada. Heechul aferró el volante con más fuerza.
Desde el
asiento trasero le llegaba la voz asustada de Sulli, que ya estaba hablando con
el operador de emergencias.
No morirían de
esa forma, pensó Heechul, armándose de valor. No lo permitiría.
El coche cogió
velocidad y se fue de atrás al trazar la siguiente curva. Sulli sollozó
mientras la inercia la impulsaba contra el lateral del vehículo. Heechul redujo
a primera, y la inercia las lanzó hacia delante.
Cuando llegó a
la siguiente curva le sudaban las manos. El coche derrapó, y las ruedas se
deslizaron sobre la gravilla del arcén. Sulli chilló. Pese a la tensión que le
embargaba, Heechul logró enderezar el coche, que redujo la velocidad
considerablemente. Eso hizo que le embargara el optimismo por primera vez desde
que descubrió que no tenía frenos.
Pero en ese
momento vio que aún les quedaba una última curva por tomar.
«¡Mierda!»,
pensó. No lo lograrían. Comprobó la velocidad. Iban demasiado rápido. Había
calculado mal el número de curvas.
Deberían haber
llegado a la cuesta, pero se había equivocado.
La carretera
giraba hacia la izquierda con una curva cerrada. A la derecha, la pared de
piedra se extendía más de diez metros antes de llegar al agua. Si intentaba tomar
la curva, volcarían. Lo tenía clarísimo. Caerían por el acantilado dando tumbos
y probablemente morirían.
Solo dispuso de
un segundo para tomar una decisión.
—Sulli,
sujétate fuerte.
Heechul pisó el
acelerador. El coche salió disparado por encima del acantilado hacia el agua. Sulli
chilló de nuevo mientras volaban por el aire durante esos aterradores momentos.
En cuanto
chocaron contra el agua, saltó el airbag. La cabeza de Heechul se zarandeó
hacia delante y hacia atrás, golpeándose contra algo duro. El coche se balanceó
en la superficie unos segundos antes de que empezara a entrar el agua y el peso
del motor comenzara a hundirlo.
El agua fría
que se acumulaba en torno a sus pies fue lo que espabiló a Heechul. Le dolía la
cabeza. Le dolían todos los músculos del cuerpo. Se desabrochó el cinturón a
toda prisa, pero no podía librarse de él.
No habían
muerto. Todavía no habían muerto.
—¡Sulli! —gritó
al tiempo que intentaba librarse del aturdimiento. Se pasó al asiento trasero,
donde vio que Sulli tenía la cabeza apoyada contra el cristal de la ventanilla
y los ojos cerrados—. No, no, no...
Su hija movió
la cabeza y abrió los ojos despacio.
—¿Qué... qué ha
pasado?
—¡Gracias a
Dios! —exclamó Heechul—. Vamos, tenemos que salir de aquí.
Heechul empujó
la puerta trasera e intentó bajar los cristales. No funcionó. Regresó al
asiento delantero mientras el agua seguía entrando, y descubrió que tampoco
podía abrir las ventanillas.
—No se abren.
¡No se abren! — chilló Sulli.
Heechul intentó
romper de una patada la luna delantera, golpeándola en una esquina, pero
tampoco consiguió nada.
La oscuridad
amenazó con tragárselo. Sacudió la cabeza, parpadeó y se esforzó por mantenerse
consciente. Le costaba trabajo pensar con claridad y enfocar la vista. Todo
parecía borroso a su alrededor.
—Bien. Sulli,
tranquilízate y escucha lo que voy a decirte. — Aferró a Sulli por los hombros
mientras el agua helada les llegaba al abdomen—. Escúchame. Tenemos que esperar
a que el agua llene por completo el interior del coche. Una vez que eso suceda,
la presión se igualara con la del exterior. Ahora mismo no podemos abrir las
puertas porque la presión exterior es mayor, pero cuando el coche esté lleno de
agua, se abrirán.
—¡No, no se
abrirán! —gritó Sulli, protegiéndose un brazo contra el abdomen—. ¡Vamos a
ahogarnos!
—Escúchame. Las
puertas se abrirán. Confía en mí. No te dejes llevar por el pánico, cielo.
—Tengo miedo
—susurró la niña, cogiéndolo de la mano.
—Lo sé. Pero no
pasa nada. No vamos a morir aquí, ¿me oyes?
Sulli asintió
con la cabeza mientras el agua seguía subiendo.
—Vamos a
lograrlo. Tú piensa en cosas bonitas, ¿si? Piensa en papá, en Siwan y en lo que
quieres hacer mañana. —Se le nubló la vista y sacudió la cabeza para
despejarse.
Tenía que
mantenerse consciente. Tenía que conservar la lucidez.
Cuando el agua
les llegó al cuello, Sulli le apretó la mano con fuerza.
—Un poquito
más, cielo — murmuró Heechul al tiempo que alzaba la barbilla. Tomó una honda
bocanada de aire, le hizo un gesto a Sulli para que lo imitara e intentó abrir
la puerta de nuevo.
Al ver que no
lo lograba, se le cayó el alma a los pies.
El miedo le
atenazó el corazón con sus fríos tentáculos.
«No te dejes
llevar por el pánico. Inténtalo otra vez.»
En esa ocasión,
empujó la puerta con la espalda. Tras un buen empujón, logró abrir la puerta
del conductor. Agarró la mano de Sulli y la sacó del coche, instándola a nadar
hacia la luz que brillaba en la superficie. Él mismo se impulsó con los pies
usando todas sus fuerzas.
Llegaron juntos
a la superficie, jadeando en busca de aire. Heechul comenzó a patalear con
fuerza mientras aferraba a Sulli por los hombros y examinaba su cara para ver
si estaba en estado de shock.
—Estás bien —le
dijo—. Estamos bien. Patalea, Sulli.
Su hija escupió
agua e intentó respirar hondo.
—¿Sabes nadar?
—le preguntó Heechul.
Sulli asintió
con la cabeza, si bien fue un gesto tembloroso, e intentó mantenerse a flote.
Al ver que tenía dificultades, Heechul le rodeó la cintura con un brazo. Heechul
se encontraba al límite de sus fuerzas cuando logró sacar a Sulli del agua.
A lo lejos se
escuchaban las sirenas. Se dejó caer de rodillas en la arena junto a Sulli y tomó
una honda bocanada de aire. Estaba chorreando agua y no paraba de tiritar, pero
solo podía pensar en su hija.
Sulli yacía de
espaldas en la arena con los ojos cerrados. Su pecho subía y bajaba,
esforzándose por respirar mientras se protegía un brazo con el otro.
—Aguanta,
cielo. Estoy aquí contigo.
El alivio la
inundó cuando escuchó voces procedentes de la carretera, sobre sus cabezas.
La ayuda había
llegado.
En ese momento,
la mano de Sulli se quedó lacia y se le escurrió de entre los dedos.
Al mirar,
comprobó que su hija no se movía.
Siwon salió
disparado del taxi tras arrojarle unos cuantos billetes al taxista. Las puertas
automáticas de urgencias se abrieron para darle paso a la recepción del
hospital. Caminó hasta el mostrador.
—Caballero,
tiene que esperar su turno —le informó la recepcionista al tiempo que lo miraba
furiosa.
El terror le
atenazó el corazón.
—Mi esposo y mi
hija acaban de sufrir un accidente de tráfico.
La expresión de
la recepcionista se suavizó.
—¿Su apellido?
—Choi. —Movió
la cabeza—. Y Kim.
Los segundos
parecieron arrastrarse con gran lentitud mientras la mujer comprobaba la base
de datos del ordenador. Siwon se pasó una mano por el pelo, dispuesto a pasar
por encima del mostrador para comprobarlo él mismo, aunque la mujer anunció por
fin:
—Habitación 2.
Pase por la puerta doble y...
Siwon se volvió
y esperó a que la mujer abriera la puerta. En el aire flotaba el olor a
desinfectante. El terror amenazó con abrumarlo mientras comprobaba frenético
los números de las puertas en busca de la habitación. Cuando por fin lo
encontró, la tensión se apoderó de él y se volvió para regresar al puesto de
enfermería.
Una residente
rubia que estaba apoyada en el mostrador alzó la vista.
—¿En qué puedo
ayudarlo?
—La habitación
cinco está vacía. —El pánico hizo que se le quebrara la voz.
La rubia miró a
la pelirroja vestida con una bata y unos pantalones azules que estaba sentada
tras el mostrador.
—¿No le han
llevado a cirugía?
«¿Cirugía?
—pensó Siwon—. ¡No, no, no!»
La pelirroja
comprobó el informe.
—Eso creo. Un
accidente de tráfico, ¿verdad?
—¿Dónde están?
—Mmmm, déjeme
ver. —Ojeó varios papeles.
¡Por el amor de
Dios! ¿Acaso no veían que le iba a dar algo?
—Un momento
—dijo la pelirroja —. Esa es del cuarto número seis. El del dos está en Rayos.
¡Santa madre de
Dios! ¿Les daban clases sobre cómo torturar a los familiares de los pacientes o
qué?
—¿Dónde queda
eso?
La rubia señaló
hacia el otro extremo del pasillo.
—El primer
pasillo a la izquierda hasta el final y después a la derecha. No tiene pérdida.
Antes de que
hubiera acabado de hablar, ya estaba corriendo por el pasillo.
Cuando dobló la
última esquina, apenas podía respirar. Heechul estaba sentado en una silla en
el pasillo, inclinado hacia delante y con la cabeza entre las manos.
—¡Dios mío,
cariño! —Siwon lo aferró por los brazos y lo puso en pie para poder estrecharlo
con fuerza. Cuando él lo abrazó por la cintura, se le disparó el pulso.
Tras apartarse
un poco y aferrarle la cara para poder mirarlo, comprobó que tenía los ojos
rojos y las mejillas húmedas por las lágrimas. Llevaba un apósito cuadrado
sobre la ceja izquierda.
Siwon tragó
saliva con los ojos clavados en el apósito.
—¿Estás...?
—Estoy bien —lo
interrumpió él, aferrándole los codos—. Solo es un rasguño. Me golpeé la
cabeza, pero estoy bien.
Aunque hablaba
con un hilo de voz, sus ojos parecían lúcidos. Siwon suspiró, aliviado, y
volvió a estrecharlo entre sus brazos.
—Gracias a
Dios.
No estaba herido.
Pero estaba solo. Volvió de golpe a la realidad y el miedo le retorció las
entrañas.
—¿Dónde está Sulli?
Vio que a Heechul
se le llenaban los ojos de lágrimas.
—Le están
haciendo radiografías. Siwon, le dije que se pasara al asiento trasero. Pensé
que allí estaría más segura.
Siwon respiró
hondo en un intento por calmarse. Las radiografías eran algo normal. Las
resonancias magnéticas y las tomografías sí indicaban que había algo grave.
—Hiciste lo
correcto. Cuéntame qué pasó.
—Los frenos no
funcionaban. No me di cuenta hasta que llegamos a la carretera de la costa.
Quería recoger unas cuantas cosas de mi casa. No... no pensé que pudiera
ocurrirnos algo.
—No pasa nada.
Gracias a Dios que estáis bien. —Lo abrazó de nuevo con fuerza, inspirando su
dulce perfume.
Cuando la
policía lo llamó para informarle del accidente, se le paró el corazón. Perderlos
era impensable.
—Siwon... tu
coche —dijo Heechul contra su hombro.
—¿Crees que me
preocupa el dichoso coche? Es lo último que se me ha pasado por la cabeza.
—Me alegro
—susurró, sin apartarse de él—. Porque creo que la tapicería está destrozada.
Estaba
bromeando. ¡Por Dios! Había estado a punto de sufrir un infarto por la idea de
perderlo de nuevo y él se ponía a bromear.
Lo estrechó con
fuerza mientras lo acunaba sin cesar. Intentó tranquilizarse a fin de que el
corazón recuperara su ritmo normal.
—Mantenerte
encerrado en la casa es una opción que me gusta cada vez más.
—¿No crees que
esto haya sido un accidente? —le preguntó él en voz baja.
Siwon no quería
que se preocupara más de la cuenta. De modo que desterró el miedo, se alejó un
poco de él y le apartó un rizo húmedo de la cara.
—Creo que ha
sido un fallo mecánico. No debería haberme dejado convencer por Tiffany.
La puerta que
había tras ellos se abrió y ambos se volvieron para ver cómo una enfermera
sacaba a Sulli en la camilla.
Siwon soltó a Heechul
y se acercó a un lado de la camilla. Sulli tenía varios moratones en la cara,
llevaba el brazo envuelto en varias toallas y su cuerpecito parecía exhausto.
—Papi...
—Hola, cielo.
—Le pasó una mano por los rizos, controlando el pánico que sentía al verla tan
magullada.
Sulli cerró los
ojos.
—Me duele la
cabeza.
—No me extraña
en absoluto. — Miró a la doctora y contuvo el aliento.
—El brazo está
roto —dijo ella al tiempo que levantaba la radiografía —. Tiene una pequeña
fisura en una costilla y se ha llevado un buen golpe en la cabeza. Pero creo
que se recuperará estupendamente.
—Gracias
—susurró él. El alivio lo invadió. Con una temblorosa mano, le acarició el pelo
a Sulli—. ¿Crees que te vas a librar de lavar los platos?
La vio esbozar
una sonrisa, pero no llegó a abrir los ojos.
—Me van a poner
una escayola. No creo que me dejen mojarla.
—Ni hablar
—dijo la doctora—. Señorita, tendrá que guardar reposo.
Siwon cogió la
mano sana de su hija y se la llevó a los labios para besarle los dedos.
—Me has dado un
buen susto, cielo.
—Yo también me
he asustado — murmuró ella, al tiempo que abría los ojos—. Appá conduce que te
cagas.
Siwon sintió
que se le contraía el pecho al mirar a las profundidades de esos ojos, tan
parecidos a los de su madre. La esperanza lo invadió tras escuchar el halago.
—¿Ah, sí?
Sulli asintió
con la cabeza.
—¿Dónde está?
—Aquí mismo
—contestó Heechul, que se encontraba detrás de él.
Siwon se apartó
para hacerle sitio. Sin soltarlo a él de la mano, Sulli la extendió para tomar
la de Heechul, un gesto que los unió a los tres.
La calidez de
su contacto se extendió por los dedos de Siwon. Se percató de las emociones que
cruzaban por la cara de Heechul mientras contemplaba a su hija, y sus manos
unidas.
Eso era lo que
quería. Durante el resto de su vida. Su familia.
La opresión del
pecho se tornó casi insoportable. Debía contarle a Heechul lo que sospechaba
sobre su desaparición. Si él llegaba a descubrirlo antes de que tuviera la
oportunidad de contárselo, no sabía muy bien cómo reaccionaría.
Cerró los ojos
mientras estrechaba las manos de su esposo y de su hija. Unos días más. Si para
entonces no recibía noticias de su detective privado, se lo diría.
Sin embargo,
fuera cual fuese el resultado de sus indagaciones, debía mantenerlos a salvo.
Aunque no comprendía por qué, se le había concedido una segunda oportunidad. Y
no pensaba desaprovecharla.
Nooo!!! Yo ya quiero saber que es lo que siwon sospecha de su desaparicion que tiene tanto miedo de que heechul ya no lo quiera mas, que sera? Estoy que me desespero porque todo se aclare, y bueno espero que ahora si sulli cambie de actitud y le de una oportunidad a heechul
ResponderEliminarBuajajajjajajja~yo sabia que la mocoso, amaria a su appa despues del accidente!!! :p
ResponderEliminarahh que sustote!!! pobre siwonshis~ le dara un infarto o algo a este paso!!!
ahhhh!!! pero que diga cual es su sospecha!!!! estas ascuas me van a matar!!!
me encanta esta adaptacion!