Volver a Amarte- Capítulo 28




El coche tomó la siguiente curva más rápido de lo que Heechul pretendía. Pisó el freno.

No pasó nada.

Confundido, volvió a pisar el pedal de freno. Al ver que el coche no aminoraba la velocidad, pisó el pedal repetidas veces. En vez de aminorar la velocidad, tuvo la impresión de que descendían mucho más rápido.

El miedo le provocó una descarga de adrenalina. Intentó mantener la voz serena.

—Sulli, pásate al asiento trasero. Ponte el cinturón y...

—¿Por qué?

—¡Hazme caso! Los frenos no funcionan. ¡Pásate ahora mismo al asiento trasero! Ponte el cinturón y agárrate fuerte. ¡Hazlo!


Sulli puso los ojos como platos. Sin rechistar ni media palabra, lo obedeció.

Heechul trató de recordar el trazado de la carretera con la mente funcionando a toda pastilla. Todavía le quedaban por recorrer varias curvas, seguidas de una pendiente donde cogerían más velocidad; después había otra curva, seguida de una cuesta arriba y en la parte superior, otra curva. Si conseguía mantener el control hasta llegar a la cuesta, tendrían una oportunidad de sobrevivir.

Tiró del freno de mano, pero fue en vano. El corazón amenazó con salírsele por la boca mientras le echaba un vistazo al cuadro de mandos. Un cuarto del depósito de combustible aún estaba lleno, de modo que no podía contar con que se acabara a tiempo. Tragó saliva para controlar el miedo.

—Sulli, busca mi teléfono y llama a emergencias.

Sulli cogió el bolso y rebuscó en su interior.

—¿No puedes apagar el motor y ya está?

—No. Porque eso bloquearía la dirección. Voy a intentar reducir poco a poco. Sujétate porque lo vamos a notar.

Sostuvo el volante con una mano mientras reducía a tercera con el cambio secuencial. El sudor le caía por la espalda, pero logró reducir la marcha, si bien solo consiguió aminorar un poco la velocidad. Acababa de llegar a una curva, por lo que trató con todas sus fuerzas de mantener el coche en la carretera. Cuando la superó, redujo de nuevo la marcha. El coche sufrió una leve sacudida.

La velocidad disminuyó algo más, lo suficiente como para tomar las dos siguientes curvas y después llegaron a la bajada. Heechul aferró el volante con más fuerza.

Desde el asiento trasero le llegaba la voz asustada de Sulli, que ya estaba hablando con el operador de emergencias.

No morirían de esa forma, pensó Heechul, armándose de valor. No lo permitiría.

El coche cogió velocidad y se fue de atrás al trazar la siguiente curva. Sulli sollozó mientras la inercia la impulsaba contra el lateral del vehículo. Heechul redujo a primera, y la inercia las lanzó hacia delante.

Cuando llegó a la siguiente curva le sudaban las manos. El coche derrapó, y las ruedas se deslizaron sobre la gravilla del arcén. Sulli chilló. Pese a la tensión que le embargaba, Heechul logró enderezar el coche, que redujo la velocidad considerablemente. Eso hizo que le embargara el optimismo por primera vez desde que descubrió que no tenía frenos.

Pero en ese momento vio que aún les quedaba una última curva por tomar.

«¡Mierda!», pensó. No lo lograrían. Comprobó la velocidad. Iban demasiado rápido. Había calculado mal el número de curvas.

Deberían haber llegado a la cuesta, pero se había equivocado.

La carretera giraba hacia la izquierda con una curva cerrada. A la derecha, la pared de piedra se extendía más de diez metros antes de llegar al agua. Si intentaba tomar la curva, volcarían. Lo tenía clarísimo. Caerían por el acantilado dando tumbos y probablemente morirían.

Solo dispuso de un segundo para tomar una decisión.

—Sulli, sujétate fuerte.

Heechul pisó el acelerador. El coche salió disparado por encima del acantilado hacia el agua. Sulli chilló de nuevo mientras volaban por el aire durante esos aterradores momentos.

En cuanto chocaron contra el agua, saltó el airbag. La cabeza de Heechul se zarandeó hacia delante y hacia atrás, golpeándose contra algo duro. El coche se balanceó en la superficie unos segundos antes de que empezara a entrar el agua y el peso del motor comenzara a hundirlo.

El agua fría que se acumulaba en torno a sus pies fue lo que espabiló a Heechul. Le dolía la cabeza. Le dolían todos los músculos del cuerpo. Se desabrochó el cinturón a toda prisa, pero no podía librarse de él.

No habían muerto. Todavía no habían muerto.

—¡Sulli! —gritó al tiempo que intentaba librarse del aturdimiento. Se pasó al asiento trasero, donde vio que Sulli tenía la cabeza apoyada contra el cristal de la ventanilla y los ojos cerrados—. No, no, no...

Su hija movió la cabeza y abrió los ojos despacio.

—¿Qué... qué ha pasado?

—¡Gracias a Dios! —exclamó Heechul—. Vamos, tenemos que salir de aquí.

Heechul empujó la puerta trasera e intentó bajar los cristales. No funcionó. Regresó al asiento delantero mientras el agua seguía entrando, y descubrió que tampoco podía abrir las ventanillas.

—No se abren. ¡No se abren! — chilló Sulli.

Heechul intentó romper de una patada la luna delantera, golpeándola en una esquina, pero tampoco consiguió nada.

La oscuridad amenazó con tragárselo. Sacudió la cabeza, parpadeó y se esforzó por mantenerse consciente. Le costaba trabajo pensar con claridad y enfocar la vista. Todo parecía borroso a su alrededor.

—Bien. Sulli, tranquilízate y escucha lo que voy a decirte. — Aferró a Sulli por los hombros mientras el agua helada les llegaba al abdomen—. Escúchame. Tenemos que esperar a que el agua llene por completo el interior del coche. Una vez que eso suceda, la presión se igualara con la del exterior. Ahora mismo no podemos abrir las puertas porque la presión exterior es mayor, pero cuando el coche esté lleno de agua, se abrirán.

—¡No, no se abrirán! —gritó Sulli, protegiéndose un brazo contra el abdomen—. ¡Vamos a ahogarnos!

—Escúchame. Las puertas se abrirán. Confía en mí. No te dejes llevar por el pánico, cielo.

—Tengo miedo —susurró la niña, cogiéndolo de la mano.

—Lo sé. Pero no pasa nada. No vamos a morir aquí, ¿me oyes?

Sulli asintió con la cabeza mientras el agua seguía subiendo.

—Vamos a lograrlo. Tú piensa en cosas bonitas, ¿si? Piensa en papá, en Siwan y en lo que quieres hacer mañana. —Se le nubló la vista y sacudió la cabeza para despejarse.

Tenía que mantenerse consciente. Tenía que conservar la lucidez.

Cuando el agua les llegó al cuello, Sulli le apretó la mano con fuerza.

—Un poquito más, cielo — murmuró Heechul al tiempo que alzaba la barbilla. Tomó una honda bocanada de aire, le hizo un gesto a Sulli para que lo imitara e intentó abrir la puerta de nuevo.

Al ver que no lo lograba, se le cayó el alma a los pies.

El miedo le atenazó el corazón con sus fríos tentáculos.

«No te dejes llevar por el pánico. Inténtalo otra vez.»

En esa ocasión, empujó la puerta con la espalda. Tras un buen empujón, logró abrir la puerta del conductor. Agarró la mano de Sulli y la sacó del coche, instándola a nadar hacia la luz que brillaba en la superficie. Él mismo se impulsó con los pies usando todas sus fuerzas.

Llegaron juntos a la superficie, jadeando en busca de aire. Heechul comenzó a patalear con fuerza mientras aferraba a Sulli por los hombros y examinaba su cara para ver si estaba en estado de shock.

—Estás bien —le dijo—. Estamos bien. Patalea, Sulli.

Su hija escupió agua e intentó respirar hondo.

—¿Sabes nadar? —le preguntó Heechul.

Sulli asintió con la cabeza, si bien fue un gesto tembloroso, e intentó mantenerse a flote. Al ver que tenía dificultades, Heechul le rodeó la cintura con un brazo. Heechul se encontraba al límite de sus fuerzas cuando logró sacar a Sulli del agua.

A lo lejos se escuchaban las sirenas. Se dejó caer de rodillas en la arena junto a Sulli y tomó una honda bocanada de aire. Estaba chorreando agua y no paraba de tiritar, pero solo podía pensar en su hija.

Sulli yacía de espaldas en la arena con los ojos cerrados. Su pecho subía y bajaba, esforzándose por respirar mientras se protegía un brazo con el otro.

—Aguanta, cielo. Estoy aquí contigo.

El alivio la inundó cuando escuchó voces procedentes de la carretera, sobre sus cabezas.
La ayuda había llegado.

En ese momento, la mano de Sulli se quedó lacia y se le escurrió de entre los dedos.
Al mirar, comprobó que su hija no se movía.



Siwon salió disparado del taxi tras arrojarle unos cuantos billetes al taxista. Las puertas automáticas de urgencias se abrieron para darle paso a la recepción del hospital. Caminó hasta el mostrador.

—Caballero, tiene que esperar su turno —le informó la recepcionista al tiempo que lo miraba furiosa.

El terror le atenazó el corazón.

—Mi esposo y mi hija acaban de sufrir un accidente de tráfico.

La expresión de la recepcionista se suavizó.

—¿Su apellido?

—Choi. —Movió la cabeza—. Y Kim.

Los segundos parecieron arrastrarse con gran lentitud mientras la mujer comprobaba la base de datos del ordenador. Siwon se pasó una mano por el pelo, dispuesto a pasar por encima del mostrador para comprobarlo él mismo, aunque la mujer anunció por fin:

—Habitación 2. Pase por la puerta doble y...

Siwon se volvió y esperó a que la mujer abriera la puerta. En el aire flotaba el olor a desinfectante. El terror amenazó con abrumarlo mientras comprobaba frenético los números de las puertas en busca de la habitación. Cuando por fin lo encontró, la tensión se apoderó de él y se volvió para regresar al puesto de enfermería.

Una residente rubia que estaba apoyada en el mostrador alzó la vista.

—¿En qué puedo ayudarlo?

—La habitación cinco está vacía. —El pánico hizo que se le quebrara la voz.

La rubia miró a la pelirroja vestida con una bata y unos pantalones azules que estaba sentada tras el mostrador.

—¿No le han llevado a cirugía?

«¿Cirugía? —pensó Siwon—. ¡No, no, no!»

La pelirroja comprobó el informe.

—Eso creo. Un accidente de tráfico, ¿verdad?

—¿Dónde están?

—Mmmm, déjeme ver. —Ojeó varios papeles.

¡Por el amor de Dios! ¿Acaso no veían que le iba a dar algo?

—Un momento —dijo la pelirroja —. Esa es del cuarto número seis. El del dos está en Rayos.

¡Santa madre de Dios! ¿Les daban clases sobre cómo torturar a los familiares de los pacientes o qué?

—¿Dónde queda eso?

La rubia señaló hacia el otro extremo del pasillo.

—El primer pasillo a la izquierda hasta el final y después a la derecha. No tiene pérdida.

Antes de que hubiera acabado de hablar, ya estaba corriendo por el pasillo.

Cuando dobló la última esquina, apenas podía respirar. Heechul estaba sentado en una silla en el pasillo, inclinado hacia delante y con la cabeza entre las manos.

—¡Dios mío, cariño! —Siwon lo aferró por los brazos y lo puso en pie para poder estrecharlo con fuerza. Cuando él lo abrazó por la cintura, se le disparó el pulso.

Tras apartarse un poco y aferrarle la cara para poder mirarlo, comprobó que tenía los ojos rojos y las mejillas húmedas por las lágrimas. Llevaba un apósito cuadrado sobre la ceja izquierda.

Siwon tragó saliva con los ojos clavados en el apósito.

—¿Estás...?

—Estoy bien —lo interrumpió él, aferrándole los codos—. Solo es un rasguño. Me golpeé la cabeza, pero estoy bien.

Aunque hablaba con un hilo de voz, sus ojos parecían lúcidos. Siwon suspiró, aliviado, y volvió a estrecharlo entre sus brazos.

—Gracias a Dios.

No estaba herido. Pero estaba solo. Volvió de golpe a la realidad y el miedo le retorció las entrañas.

—¿Dónde está Sulli?

Vio que a Heechul se le llenaban los ojos de lágrimas.

—Le están haciendo radiografías. Siwon, le dije que se pasara al asiento trasero. Pensé que allí estaría más segura.

Siwon respiró hondo en un intento por calmarse. Las radiografías eran algo normal. Las resonancias magnéticas y las tomografías sí indicaban que había algo grave.

—Hiciste lo correcto. Cuéntame qué pasó.

—Los frenos no funcionaban. No me di cuenta hasta que llegamos a la carretera de la costa. Quería recoger unas cuantas cosas de mi casa. No... no pensé que pudiera ocurrirnos algo.

—No pasa nada. Gracias a Dios que estáis bien. —Lo abrazó de nuevo con fuerza, inspirando su dulce perfume.

Cuando la policía lo llamó para informarle del accidente, se le paró el corazón. Perderlos era impensable.

—Siwon... tu coche —dijo Heechul contra su hombro.

—¿Crees que me preocupa el dichoso coche? Es lo último que se me ha pasado por la cabeza.

—Me alegro —susurró, sin apartarse de él—. Porque creo que la tapicería está destrozada.

Estaba bromeando. ¡Por Dios! Había estado a punto de sufrir un infarto por la idea de perderlo de nuevo y él se ponía a bromear.

Lo estrechó con fuerza mientras lo acunaba sin cesar. Intentó tranquilizarse a fin de que el corazón recuperara su ritmo normal.

—Mantenerte encerrado en la casa es una opción que me gusta cada vez más.

—¿No crees que esto haya sido un accidente? —le preguntó él en voz baja.

Siwon no quería que se preocupara más de la cuenta. De modo que desterró el miedo, se alejó un poco de él y le apartó un rizo húmedo de la cara.

—Creo que ha sido un fallo mecánico. No debería haberme dejado convencer por Tiffany.

La puerta que había tras ellos se abrió y ambos se volvieron para ver cómo una enfermera sacaba a Sulli en la camilla.

Siwon soltó a Heechul y se acercó a un lado de la camilla. Sulli tenía varios moratones en la cara, llevaba el brazo envuelto en varias toallas y su cuerpecito parecía exhausto.

—Papi...

—Hola, cielo. —Le pasó una mano por los rizos, controlando el pánico que sentía al verla tan magullada.

Sulli cerró los ojos.

—Me duele la cabeza.

—No me extraña en absoluto. — Miró a la doctora y contuvo el aliento.

—El brazo está roto —dijo ella al tiempo que levantaba la radiografía —. Tiene una pequeña fisura en una costilla y se ha llevado un buen golpe en la cabeza. Pero creo que se recuperará estupendamente.

—Gracias —susurró él. El alivio lo invadió. Con una temblorosa mano, le acarició el pelo a Sulli—. ¿Crees que te vas a librar de lavar los platos?

La vio esbozar una sonrisa, pero no llegó a abrir los ojos.

—Me van a poner una escayola. No creo que me dejen mojarla.

—Ni hablar —dijo la doctora—. Señorita, tendrá que guardar reposo.

Siwon cogió la mano sana de su hija y se la llevó a los labios para besarle los dedos.

—Me has dado un buen susto, cielo.

—Yo también me he asustado — murmuró ella, al tiempo que abría los ojos—. Appá conduce que te cagas.

Siwon sintió que se le contraía el pecho al mirar a las profundidades de esos ojos, tan parecidos a los de su madre. La esperanza lo invadió tras escuchar el halago.

—¿Ah, sí?

Sulli asintió con la cabeza.

—¿Dónde está?

—Aquí mismo —contestó Heechul, que se encontraba detrás de él.

Siwon se apartó para hacerle sitio. Sin soltarlo a él de la mano, Sulli la extendió para tomar la de Heechul, un gesto que los unió a los tres.

La calidez de su contacto se extendió por los dedos de Siwon. Se percató de las emociones que cruzaban por la cara de Heechul mientras contemplaba a su hija, y sus manos unidas.
Eso era lo que quería. Durante el resto de su vida. Su familia.

La opresión del pecho se tornó casi insoportable. Debía contarle a Heechul lo que sospechaba sobre su desaparición. Si él llegaba a descubrirlo antes de que tuviera la oportunidad de contárselo, no sabía muy bien cómo reaccionaría.

Cerró los ojos mientras estrechaba las manos de su esposo y de su hija. Unos días más. Si para entonces no recibía noticias de su detective privado, se lo diría.

Sin embargo, fuera cual fuese el resultado de sus indagaciones, debía mantenerlos a salvo. Aunque no comprendía por qué, se le había concedido una segunda oportunidad. Y no pensaba desaprovecharla.



2 comentarios:

  1. Nooo!!! Yo ya quiero saber que es lo que siwon sospecha de su desaparicion que tiene tanto miedo de que heechul ya no lo quiera mas, que sera? Estoy que me desespero porque todo se aclare, y bueno espero que ahora si sulli cambie de actitud y le de una oportunidad a heechul

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  2. Buajajajjajajja~yo sabia que la mocoso, amaria a su appa despues del accidente!!! :p
    ahh que sustote!!! pobre siwonshis~ le dara un infarto o algo a este paso!!!
    ahhhh!!! pero que diga cual es su sospecha!!!! estas ascuas me van a matar!!!
    me encanta esta adaptacion!

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...