Dark Pleasures (DH2) Capítulo 21




–Kyuhyun, ¿estás seguro de que no puedes ayudarlo?

–Créeme, odio la regla de «nada de ayuda» tanto como tú. Pero si intento echarle una mano, sólo conseguiré debilitar sus poderes.

Minho le ofreció el móvil.

–Llama a Heechul y avísale.

Al marcar el primer número, le asaltó otra duda.

–¿Quiénes son los Cazadores Arcadios?, ¿de dónde vienen?

–Son mitad humanos, mitad apolitas. Hay Cazadores Arcadios y Cazadores Katagaria. Algunos de ellos utilizan sus poderes para fines no muy altruistas.

–Pensaba que eran de los buenos.

–Algunos sí lo son, pero otros son asesinos.

–… con los poderes de un hechicero que puede viajar en el tiempo y en el espacio –siguió Leeteuk, sintiendo que se le hacía un nudo en el estómago.

–Y, en ocasiones, también penetran en los sueños –añadió Minho. Leeteuk soltó una risa nerviosa.

–¿Saben una cosa? Era mucho más feliz cuando no sabía nada de todo esto.

–Precisamente por eso hacemos todo lo que podemos para que nada de esto salga a la luz –le dijo Kyuhyun–. Créeme, los humanos no volverían a dormir por las noches si supiesen lo que los acecha en la oscuridad.

Aterrorizado, le dio razón con un ligero movimiento de cabeza mientras pensaba si sería capaz de volver a dormir algún día.

Acabó de marcar el número de Heechul. Ahora que sabía con qué se estaban enfrentando necesitaba que su hermano se cuidara del Malvado Señor de los Daimons y vigilara al Dark Hunter que se había convertido en su única esperanza.



Kangin pasó gran parte de la noche rastreando las calles de Nueva Orleáns sin encontrar nada. Menuda suerte la suya. Jamás se había sentido tan inseguro desde que se convirtiera en Dark Hunter. Y no le gustaba nada la sensación. No cuando la vida de Leeteuk dependía de que él encontrara a su enemigo y le parara los pies.

Asqueado y exhausto, regresó a casa. Leeteuk estaba en el segundo piso. Sentía su presencia como si fuera una caricia y saber que estaba allí lo reconfortaba de un modo que no se atrevía a analizar en profundidad.

Con sólo sentirlo en su casa… lo invadía la felicidad.

Pero no fue a buscarlo. Tenía demasiadas cosas en la mente. Asuntos que necesitaba meditar. Incógnitas que resolver.

Entró en la sala de juegos y cogió el guante y la pelota de béisbol. Acto seguido, salió al atrio para lanzar unos tiros. Se concentró en la pelota y dejó que su mente vagara a través del doloroso pasado y de las dudas que aún lo asaltaban.

¿Por qué no lo había amado su esposo?

Se había entregado en cuerpo y alma a su esposa, pero aun así no había sido suficiente. Si no había sido capaz de ganar el amor de su esposo, no podría ganar el de nadie más. Lo tenía muy claro; había asimilado ese hecho con el paso de los siglos. Al igual que se había convencido de que no necesitaba a nadie.

Hasta que apareció Leeteuk. Le había resquebrajado sus defensas y ahora se sentía desnudo frente a él.

Un movimiento a su izquierda le llamó la atención. Giró la cabeza y vio a Leeteuk que se aproximaba a él en esos momentos.

–¿Hace mucho que has vuelto? –le preguntó.

Estaba a punto de contestar la pregunta cuando Leeteuk se acercó y le dio un beso en la mejilla, haciendo que una extraña sensación se adueñase de él. Todos sus gestos eran cariñosos.

–¿Qué haces levantado? –le preguntó él a su vez–. Son más de la cuatro de la madrugada.

–No podía dormir –contestó mientras caminaba hacia el otro extremo del atrio.

Cuando se dio la vuelta, Kangin se dio cuenta de que llevaba el guante de Minho. Hizo el gesto de los jugadores profesionales: alzar la mano enfundada en el guante para indicar que estaba listo.

Sonriendo, él le lanzó la bola con suavidad.

El la cogió y se la devolvió con tanta fuerza que, al chocar con su guante, el golpe resonó en las paredes del atrio y la palma de la mano comenzó a picarle.

–¿Qué tal te ha ido? –le preguntó–. ¿Lo has encontrado?

–No –contestó con un suspiro–. No puedo descubrir su escondite.

–Ya lo harás.

La absoluta seguridad que transmitía la voz de Leeteuk le resultó extraña.

–¿Tanto confías en mis habilidades?

–No tengo ninguna duda. No dejarás que nos haga daño.

–No pude ayudar a Sora.

–Lo siento –le dijo mientras cogía la pelota y se la devolvía–. Debe ser duro para ti aceptar lo ocurrido, pero tú no tuviste la culpa. Hiciste todo lo que estuvo en tu mano para protegerla.

Kangin apretó la mandíbula.

–Pero duele. Más de lo que creía. Aún no puedo creer que lograra controlarla.

Leeteuk le sonrió débilmente; sus ojos tenían una mirada cálida y afectuosa.

–Supongo que eso explica cómo entró en mi casa y en la de mi hermano.

Kangin asintió.

–Lo más probable es que utilizase a Puff. La encontré desmayada en su habitación, igual que le ocurrió a Sora. Supongo que la mente humana no puede soportar esa presión durante mucho tiempo.

–Si te sirve de consuelo, Heechul me dijo que Puff está muy bien y que pronto estará en casa, así que Sora se curará y volverá a la normalidad sin ningún tipo de secuelas.

–Es bueno saberlo.

No podía dejar de observarle mientras jugaba con él. Con cada lanzamiento, sentía como caía más y más. Sabía que se estaba enamorando de Leeteuk y no podía evitarlo. No podía luchar contra ese sentimiento.

Incapaz de soportarlo durante más tiempo, se quitó el guante y lo arrojó al suelo.

Leeteuk se quedó helado al ver cómo Kangin se acercaba con pasos largos y decididos. Antes de poder imaginarse lo que sucedía, lo cogió en brazos y lo besó ferozmente.

El corazón le latía frenético.

Leeteuk le rodeó la cintura con las piernas al tiempo que él le devoraba con la lengua. Sentir esos duros abdominales contrayéndose bajo los muslos era como alcanzar el cielo… Ese hombre era la perfección personificada.

Kangin le mordisqueó los labios y ahuecó las manos en torno a su trasero. Gruñendo, abandonó los labios y bajó hasta el cuello, no sin antes depositar un húmedo beso en su barbilla.

Leeteuk se derretía cada vez que sentía el cálido aliento de Kangin sobre la piel. ¡Dios, sí! Esto era lo que había estado deseando durante todo el día: estar encerrado entre sus brazos, rodearlo con su cuerpo y demostrarle todo el amor que sentía por él. La necesidad de sentirlo de nuevo hizo que se estremeciera.

Kangin también temblaba por la intensidad del deseo. Antes de poder detenerse, cayó de rodillas y lo tumbó en el suelo, sobre las frías baldosas.

Leeteuk tragó saliva al ver esa hambrienta mirada. Kangin le estaba quitando la ropa con tanta rapidez que apenas si sentía sus manos. Pero, una vez que la tuvo totalmente desnudo, la cosa cambió. Sus caricias se hicieron más lentas. Completamente vestido, observaba su cuerpo desnudo a la luz de la luna

–Eres el joven más hermoso que he visto jamás –le dijo en voz baja.

Cuando Kangin se inclinó para besarlo, alzó los brazos y comenzó a desabrocharle la camisa, pero él la sujetó por las muñecas y negó con la cabeza. Si dejaba que esas delicadas manos lo tocaran, estaba perdido. En lugar de decir nada, se las llevó a la boca y besó las palmas antes de volver a prestar atención a su garganta y sus pechos.

Saboreó todo ese cuerpo con los labios, la lengua y los colmillos. Y, mientras lo hacía, notó cómo despertaban sus poderes. Desesperado y consumido por el deseo, descendió depositando un reguero de besos. Escuchó el jadeo de Leeteuk que, de forma instintiva, separó las piernas, quedando totalmente expuesto a él. En ese momento, el deseo se intensificó de tal modo que se sintió sobrecogido.
Era una sensación primitiva y arrolladora. Lo único que escuchaba eran los latidos del corazón de Leeteuk resonando en sus oídos.

Temblando a causa de la fuerza de la pasión que lo consumía, cerró los ojos y la tomó con la boca, saboreando la dulzura de ese cuerpo que tanto anhelaba.

Kangin se mostraba implacable, haciéndole el amor con su boca hasta que Leeteuk se corrió y gritó, sin poder dejar de agitarse, mientras experimentaba el orgasmo más intenso de su vida.

Cuando se relajó, todo daba vueltas a su alrededor y las terminaciones nerviosas de su cuerpo reaccionaban al más mínimo estímulo, sobrecargadas por las sensaciones.

Con la respiración agitada, Kangin se apartó en ese momento y, gateando al estilo de un felino, se acercó hasta cubrirlo por completo. Sus ojos eran aún más oscuros que antes. Separó los labios y se quedó mirando fijamente el cuello de Leeteuk con un deseo tan voraz que se quedó perplejo.

–¿Kangin? –lo llamó.

Apenas le escuchó a través de la neblina que le embotaba la mente. Lo único que percibía en esos momentos era su aroma, y ese cuerpo presionado bajo el suyo mientras el fuego lo consumía, exigiéndole más y más.

Tómalo. Pruébalo. Reclámalo. Hazlo tuyo…

Apretó los dientes mientras contemplaba la vena que latía en el cuello de Leeteuk.

Sólo una vez… Una vez…

–¿Te pasa algo? –le preguntó Leeteuk.

Luchó contra la parte de sí mismo que le exigía tomarlo sin miramientos. La entrepierna le ardía por el deseo. Estaba fuera de control.

El aroma de Leeteuk lo rodeaba; no había nada más. No existía nada que no fuese él. Y eso lo
hacía muy peligroso. Letal.

Con un gruñido, echó mano de la poca fuerza de voluntad que le quedaba y se obligó a apartarse de ella.

–Corre, Leeteuk –masculló.

No lo dudó ni un instante. Algo iba muy mal. Agarró la ropa y salió corriendo hacia su habitación.

Kangin escuchó, tendido en el frío suelo, cómo los pasos se alejaban. Rodeó su miembro con una mano y notó cómo se agitaba, dolorido, bajo la palma. Nunca había experimentado algo parecido a lo que le estaba sucediendo. ¡Por Zeus! Un minuto más y le habría hundido los colmillos en el cuello.

Cerró los ojos y siguió temblando mientras luchaba por dominarse. Por someter a esa bestia que le exigía tomar a Leeteuk una y otra vez, sin importar las consecuencias.



Leeteuk no dejó de temblar hasta que llegó a su habitación. Nunca podría olvidar la expresión animal del rostro de Kangin cuando le había ordenado que huyera.

Con el corazón desbocado, se miró al espejo. Tenía los labios hinchados por sus besos y el cuello enrojecido allí donde la barba de Kangin le había rozado.

–¿Leeteuk?

Se quedó petrificado al oír su voz al otro lado de la puerta.

–¿Qué? –le contestó, inseguro.

Él abrió la puerta pero no entró.

–¿Te he asustado?

–¿Quieres que sea sincero?

Él asintió con la cabeza.

–Sí.

–Lo siento.

Leeteuk supo que era verdad. Kangin se sentía culpable y sus ojos lo decían con claridad.

–Si es así, ¿por qué no me has pedido que te lleve a casa? –le preguntó él. Aunque hablaba casi en un susurro, su voz resonó en el pesado silencio de la habitación.

–¿Quieres que me vaya?

Kangin tardó tanto en contestar que pensó que no diría nada. Finalmente, murmuró:

–No.

La sinceridad de la respuesta lo dejó atónito. Ni una declaración de amor en toda regla habría conseguido sorprenderlo tanto como esa escueta respuesta.

Estaba a punto de acercarse a él cuando Kangin retrocedió y ella se dio cuenta de que aún no debía haber recuperado del todo el control de sus acciones. Pero aún así lo deseaba.

–Entonces no me iré hasta que me eches.

Se quedó helado. El mundo dejaría de existir antes de que él lo apartara de su lado. Y, al instante, lo asaltó otra idea: cuando el mundo dejara de existir, él aún estaría vivo, mientras que Leeteuk… se estremeció al recordar el significado de la palabra «inmortal». Era muy consciente de que para ellos dos no habría un «y vivieron felices para siempre».



Kangin seguía atormentado por lo que había sucedido con Leeteuk la noche anterior. Había estado muy cerca de estropearlo todo. Había estado tan cerca de…

–No me hagas daño.

El viento trajo el débil sonido de una voz, procedente de unos edificios cercanos al lugar donde se encontraba.

Se deslizó sobre los tejados, más ágil y rápido que un guepardo, hasta que encontró a la persona que acababa de hablar. Si alguien se asomaba al oscuro callejón, sólo vería a un pobre hombre al que estaban asaltando; pero los cuatro Daimons rubios no podían pasar desapercibidos a los ojos de un Dark Hunter.

Arqueó una ceja. Era la misma imagen de siempre. Por alguna razón, a los vampiros les gustaba moverse en grupos de cuatro o seis. Habían acorralado al humano en un rincón, junto a un viejo edificio en ruinas. Sorprendentemente, la víctima le resultaba familiar.

Rodeado por el insoportable olor a basura, el hombre intentó ofrecerles a los Daimons la cartera.

–Tomen –les dijo con voz insegura–. Pero no me hagan daño.

El vampiro más alto del grupo soltó una carcajada.

–¡Vaya! Pero si no vamos a hacerte daño, humano… vamos a matarte.

Kangin saltó desde el tejado, con los brazos extendidos para guardar el equilibrio. Aterrizó sin hacer ningún ruido, agazapado tras los Daimons.

–¿Han oído eso? –preguntó uno de los vampiros, mirando a uno y otro lado.

–Lo único que oigo son los latidos de un corazón humano. –Nada más decirlo, el más alto de los Daimons agarró al hombre.

–O… –dijo Kangin, alzándose muy despacio hasta quedar completamente erguido. Apartó el abrigo y colocó la mano sobre la empuñadura del srad de Kyuhyun–… el sonido de cuatro Daimons a punto de morir.

Cuando los vampiros se apartaron de su víctima, Kangin reconoció al humano. Era Top que, a su vez, también lo reconoció al instante.

–¡¿Tú?! –rugió–. ¿Qué estás haciendo aquí?

Malditas sean las Parcas, pensó. No le apetecía nada ayudar al hombre que había hecho daño a Leeteuk. Él le había contado toda la historia, junto con las duras críticas que su ex-prometido había dedicado a su familia. El tipo no se merecía su ayuda.

Maldito sea el Código.

Kangin le contestó en voz alta.

–Según parece, te estoy salvando la vida.

–No necesito tu ayuda.

Los cuatro Daimons se dieron la vuelta para mirar a Top y estallaron en carcajadas.

–Ya lo has oído, Dark Hunter –dijo el líder del grupo–. No necesita tu ayuda, así que te puedes largar.

Kangin suspiró, tentado por la idea de marcharse.

–Sí, pero ¿sabes una cosa? A veces hay que salvarlos aunque no quieran.

En ese momento, el más alto de los cuatro vampiros atacó. Kangin arrojó el srad pero, antes de pudiera golpear al Daimon, Top agarró a su atacante y tiró de él hasta hacerlo tambalearse y perder el equilibrio.

–Ahora vas a saber quién es el malo aquí. –Y, diciendo esto, dio un puñetazo al vampiro, que no pareció notarlo, ya que siguió en pie riéndose de él.

El srad se estrelló contra la pared y se rompió en dos. ¡Idiota! De no ser por la bravata de Top, el Daimon ya estaría muerto. Haciendo un esfuerzo supremo, Kangin corrió a interponerse entre el humano y el vampiro antes de que éste atacara. No llegó a tiempo; apenas se había acercado a Top cuando el Daimon le dio una patada que lo lanzó sobre el cuerpo endeble del humano. Los dos cayeron al suelo, pero Kangin rodó sobre sí mismo y se puso en pie con agilidad mientras el ex-novio de Leeteuk forcejeaba para levantarse. Le costó la misma vida no poner los ojos en blanco ante la inutilidad del tipo.

–¿Te importaría salir corriendo?

Top volvió a adoptar una actitud arrogante nada más ponerse en pie.

–Soy perfectamente capaz de luchar contra ellos, igual que tú.

Kangin reprimió un gruñido de exasperación. Ese tipo era un imbécil. Mientras, el cuerpo del humano era el de un experto en el sillón-ball… muy diferente al musculoso y letal de los vampiros.

Sin ninguna duda, Top era una enorme amenaza…

Antes de que pudiera moverse, dos de los vampiros fueron a por él. Kangin golpeó al primero con una bota y lo pulverizó. El otro lo atacó con una espada. Impulsándose hacia un lado, saltó, dio una vuelta hacia atrás en el aire y aterrizó sobre la escalera de incendios, justo encima del Daimon.

–¡Oye! –exclamó Top–. ¿Cómo has hecho eso?

No hubo tiempo de responder, ya que los tres Daimons restantes se abalanzaron sobre la escalera, tras él. Kangin volvió a saltar al callejón.

Lógicamente, los vampiros lo siguieron.

Kangin se preparó para el ataque. Tan pronto como el líder se acercó, Top llegó corriendo y se colocó a su lado, empuñando un palo de madera. Se dispuso a golpear a los vampiros al mismo tiempo que éstos se acercaban a Kangin.

Atrapado entre Top y los Daimons, Kangin fue incapaz de maniobrar. Como resultado, el ex-novio de Leeteuk acabó golpeándole en la cabeza con el palo. El dolor estalló de repente en el cráneo del cazador y se tambaleó hacia atrás. Sacudió la cabeza para despejarse y se recuperó un instante antes de que dos de los vampiros lo agarraran por la cintura y lo echaran al suelo. Sujetándole las muñecas, extendieron sus brazos a los lados y lo inmovilizaron. El pánico se adueñó de él al instante, asaltado por los viejos recuerdos.

–Hemos encontrado su punto débil –dijo uno de los Daimons–. Díganle a Changsu que con los brazos extendidos se vuelve loco.

Vale, puede que lo hubieran descubierto. Pero ninguno de ellos iba a vivir lo suficiente como para revelarlo. Rugiendo de rabia, Kangin alzó las piernas hasta subirlas por encima de la cabeza y se impulsó con fuerza, saltando hasta quedar en pie, libre de sus captores. Con los colmillos bien visibles, apuñaló a un Daimon y luego al otro. El vampiro restante comenzó a alejarse camino de la calle principal. Kangin le lanzó el otro srad a la espalda y el Daimon se desintegró.

Cuando se dio la vuelta, vio a Top mirándolo con la boca abierta y el rostro ceniciento. Se le pusieron los ojos en blanco y cayó al suelo, desmayado.

Kangin se acercó para comprobar su estado, totalmente asqueado. Tenía el pulso acelerado, pero estable.

–¿Qué vería en ti? –se preguntó mientras cogía el móvil y llamaba a una ambulancia.

Horas después, una vez se convenció de que el ex-novio de Leeteuk sobreviviría, volvió a casa. No había modo de localizar a Changsu.

Joder.



4 comentarios:

  1. O____O`
    a si como cuando te dan ganas de patearle el culo a TOP..a si muy macho, y por que rayos golpeo en la cabeza al mapachito, es idiota o que!!!
    ahhhh!!! ¿los daimons pueden hablar telepaticamente? o no se..le habran dicho a Changsu que Kangin no le gusta que lo tomen de los brazos!!!! ahhhh!!!! NOooooooooooooo

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  2. Al menos ya Kangin admite que está enamorado de LeeTeuk, por un momento me asustó cuando quiso morder a Teuk, menos mal que pudo contenerse. La conversación que tuvieron sobre si Teukie se quedaba o no tuvo muchas más implicaciones de las que ellos dicen, es como si ambos declararan que quieren seguir juntos.

    La verdad TOP es un inútil, lo único que hizo fue el ridículo y para colmo se desmaya. Al menos los daimons no llegaron a decir a Changsu sobre el pánico que tiene Kangin a ser sujetado por los brazos.

    Un cap más sin saber donde diablos está el desgraciado de Changsu y quien lo ayuda xD

    Gracias por el cap ^^

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  3. Ahhh yo quería que Kangin muerda a Teukie 7w7 así sería suyo por siempre y mezclan sus poderes y el vuelve a ser humano y matan a changsu (?) Haha que intensos ellos espero con ganas otro CAP, cada vez se pone más y más bueno ;-;

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  4. No no no no no no nooooooooo
    joder,seguro de alguna u otra forma changsu ya sabe de la "deblidad" de kangin,seguro la toma en su contra
    dios.....esto solo fue una trampa,es más que evidente,y casi consiguen lo que quiere,pero lo poco que consiguieron les va a servir para hacer de las suyas.
    tiene que haber una solución,algo que ayuda a los dark hunters sin que salgan mal.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...