Deseo Prohibido- Capítulo 20




Donghae contuvo el aliento mientras observaba la boca de la cueva por donde el hombre de ojos negros había ido a buscar a los niños.

Había varias personas aquí, dando vueltas, comprobando a los prisioneros que habían ayudado a liberar. Un hermoso hombre sujetó a uno de los niños en sus brazos, meciéndole. A su lado, otro hombre estaba vigilante, la hoja de su espada brillaba a su lado. También, había otros hombres armados, los suficientes de ellos como para que Donghae se sintiera como si pudiera respirar completamente por primera vez en mucho, mucho tiempo.

El hombre que estaba con él en la cueva se acercó. Le ofreció una sonrisa tranquilizadora. Los ojos eran brillante cuando lo miró.

—Soy Zhoumi —dijo.

—Lee Donghae —Años de reuniones de negocios le empujaron la mano para estrechar la de él. Tenía la piel sucia, las uñas demasiado largas, quebradas, estaban cubiertas de mugre. Retiró la mano, pero no lo suficientemente rápido. Zhoumi la tomó en su mano suave.


La piel comenzó a calentársele y una ligera sensación de zumbido se le deslizó por el brazo. Los ojos de Zhoumi se agrandaron y una especie de esperanza, una mirada reverente cruzó su cara.

—Tú eres Donghae —susurró—. El que he estado buscando.

Donghae retiró la mano, asustado como el infierno por la forma en que la observaba. Había visto la misma mirada de hambre en las caras de demasiados monstruos no del todo humanos justo antes de que lo mordieran para querer verlo otra vez.

Retrocedió y se encontró bruscamente con la puerta de un coche.

—Por favor. Mantente atrás.

Se echo mano al cuello, donde se podía sentir los bordes de las incontables marcas de mordeduras. Cubrirse la garganta fue un gesto inconsciente, y hasta que lo había hecho, no se había dado cuenta de que había revelado su miedo

—No voy a morderte.

No podía recurrir ahora a la calma de cualquier reunión de negocios. Estaba demasiado estremecido. Primero, el hombre con los ojos oscuros le había hecho sentirse extraño, y ahora este hombre.

Otro hombre con la piel de un ligero color café y los ojos a juego se apresuró a través del suelo frío.

—¿Qué está pasando aquí, Zhoumi? ¿Has asustado al muchacho?

—Más bien a la inversa. Mira. —Zhoumi trató de alcanzarlo. Donghae trató de alejarse, encontrándose bruscamente con el recién llegado.

Al instante, la piel comenzó a zumbarle en donde le tocó el brazo desnudo. Él le tendió la mano. El anillo extraño, iridiscente que él llevaba puesto se arremolinaba en una masa de colores tan brillantes que los podía ver incluso en la penumbra.

El hombre nuevo le sonrió abiertamente, sonriéndole como si fuera la respuesta a un acertijo que había sido incapaz de resolver.

—Bueno, amor. Parece como que nosotros deberíamos llegar a conocernos. Soy Jonghwa.

—Es compatible con los dos —dijo Zhoumi, claramente sorprendido.

—Supongo que tendremos que dejarle a él escoger. Que gane el mejor —dijo Jonghwa.

—Alto —dijo Donghae antes de que esto... lo que fuera, pudiera salirse de control—. Los dos manténganse atrás. —Se deslizó lejos de ellos.

Había un montón de hombres grandes aquí, y era difícil evitarlos. Podía sentir tanto a Zhoumi como a Jonghwa observándolo, así que se alejó, manteniendo el grupo a la vista. Prefería hacer frente a ambos que ser arrastrado de vuelta a esa cueva por cualquier cosa escondida detrás de un árbol.

Detrás de él, oyó un ruido procedente de la maleza del seco invierno. Se congeló en el lugar cuando el miedo le bloqueó los músculos. Trató de gritar para pedir ayuda, pero tenía la garganta cerrada.

No podía volver a esa cueva. No podría dejar a esas cosas alimentarse de él por más tiempo. No estaba seguro de cómo había sobrevivido durante tanto tiempo como lo había hecho. Si no fuera por los niños que buscaban en él la fuerza, no creía que lo hubiera hecho.

Y ahora todo iba a ocurrir de nuevo y ni siquiera podía pedir ayuda a cualquiera de los cercanos hombres armados con espadas.

Una mano áspera lo agarró del brazo y lo empujó detrás de una amplia espalda. El calor emanaba de él, y lo único que no podía hacer era acurrucarse contra ese calor.

—¿Ves algo, Hyukjae? —preguntó Zhoumi detrás de Donghae.

El hombre delante de él, dijo:

—No. Pero él claramente lo hizo.

—Oí algo —dijo con una voz tan débil por el miedo que fue vergonzoso.

—Me encargaré de eso —dijo Hyukjae—. Tú ve a atender a los niños que liberé.

Hyukjae era el hombre de ojos oscuros, el que lo había sacado de la jaula. Si quería que viera a los niños y dejara lo que estaba por ahí acechando al hombre grande con la espada brillante, podía hacerlo. No había problema.

Donghae se fue para ver qué podía hacer para ayudar. Tres niños más se acurrucaron bajo las mantas o abrigos de repuesto, temblando. Ya le había dado su manta a la mujer que había en la jaula junto a él, una mujer que estaba mucho peor que Donghae. En las semanas, meses o puede que mucho más tiempo que había pasado desde la noche que la habían tomado, la mujer no había pronunciado ni una sola palabra.

Donghae envolvió los brazos alrededor de una chica delgada, de ojos en blanco y la abrazó con fuerza. Susurró palabras de consuelo para el niño, dudando que lo consiguiera. Sin embargo, tenía que intentarlo.

Algunos minutos más tarde, Hyukjae cruzó el espacio con una mujer embarazada que se aferraba a su brazo avanzando por el suelo escarpado. Sus ojos oscuros estaban en Donghae mientras caminaban, y la expresión de su cara no era amigable.

Un escalofrío le recorrió la espina dorsal que no tenía nada que ver con el frío. Alguien le cubrió con una capa gruesa los hombros a Donghae, todavía caliente con el calor del cuerpo.

Levantó la vista y vio a Zhoumi que había sacrificado su calor por él, y le dijo:

—Gracias.

Él asintió con la cabeza, mirándolo con la misma mirada de necesidad que tenían los otros hombres que había conocido.

No tenía idea de lo que había hecho para llamar su atención, pero tan pronto como lo descubriera, dejaría de hacerlo. Una vez que estuviera a salvo fuera de este infierno, se escondería, donde ninguna de las cosas extrañas que había visto, hombre o bestia, nunca podrían encontrarlo otra vez.



—¡Alto! —gritó Sooman.

Cada Sasaeng frente a Yesung se detuvo meciéndose.

No perdió el tiempo cuestionándose la buena fortuna, simplemente los acribilló tan rápido como pudo. La sangre caliente le salpicó la cara. Los gritos del moribundo Sasaeng le sonaron en los oídos.

—Detente o mataré a Wook —advirtió Sooman.

Yesung detuvo la matanza el tiempo suficiente para mirar hacia arriba. En el otro extremo de la habitación en forma de cuenco, Sooman sujetaba el cuerpo inerte de Wook en sus brazos. La sangre manchaba sus manos y sus ojos negros prometían violencia.

Yesung se congeló.

Sooman sonrió abiertamente.

—Está en mi cabeza y yo no voy a dejarlo ir. Es agradable para tenerlo alrededor, como estoy seguro que tú sabes.

Yesung trató de alcanzar a Wook a través de la conexión y no sintió nada más que vacío. Lo que Sooman le estaba haciendo les mantenía separados.

La furia gritó a través de él. La sangre le bombeaba caliente y dura a través de las extremidades, y la mano apretaba la empuñadura de la espada.

Yesung iba a matarlo, pero primero tenía que llegar a él. Se abrió paso a empujones a través del grupo, saliendo disparado hacía Wook.

Detrás de Sooman, vio a Kevin arrastrándose hacia donde Henry yacía.

—Dámelo —exigió Yesung.

—¿Por qué habría de hacerlo?

—Porque es la única forma de que salgas vivo.

—No lo creo. Has perdido. Estás completamente superado en número. Tengo a tu pareja. Y a su hermano. Uno de ellos me dará un hijo vivo.

Joder, no. No había forma en el infierno de que Yesung dejara que este cabrón tocara a Wook.

—Puedes apoderarte de mí —ofreció él—. Déjalo ir a él y a Henry, y me puedes tener.

—Ya te tengo. Y a ellos. Esa es la parte que no te has dado cuenta.

—Tú realmente deberías dejarlo ir. He visto lo que puede hacer dentro de la mente a los de tu clase. Te matará también.

A Sooman no parecía preocuparle.

—Tú me has visto matar a mis siervos. El nunca ha conocido a nadie tan poderoso como yo, te lo aseguro. Ahora guarda tu espada.

—¿Por qué? Me acabas de decir que no tengo nada que perder. Tú vas a atrapar su mente y a violar su cuerpo. ¿Qué razón podría yo tener para no cortarte en donde te encuentras?

—Te dejaré vivir. Vas a ser mi prisionero, pero te dejaré verlo. Usarlo. Una vez que haya terminado con él, por supuesto. Atácame y haré que mis tropas te maten donde te encuentras.

«¡Wook!» gritó Yesung en la cabeza, empujando la voz a través del vinculo. «¡Aléjate de él! ¡Ahora!»

No oyó ninguna respuesta, no sentía la chispa de su conciencia.

Yesung estaba más cerca ahora, tan sólo a unos metros de distancia. La furia le volvió roja la visión en torno a los bordes, pero hizo todo lo posible para ocultarlo de este imbécil. Era mejor dejarle pensar que estaba interesado en su oferta.

—¿Estás ofreciéndome un trabajo? —se obligó Yesung a preguntar.

—No soy tan estúpido como para confiar tanto en ti. Pero puedes ser útil. Tu sangre alimentará a mis mascotas. He encontrado lo que mantiene vivo a los Centinelas y enjaulado tu sangre es mucho más ventajosa que matándote. A pesar de que tiene sus ventajas, también.

Por un breve segundo, Yesung se pregunto si algunos de sus hermanos fueron secuestrados por este hijo de puta, o si era sólo una mentira, o sólo tenía la intención de distraerle.

No iba a dejarlo. Alejó el pensamiento y reintentó alcanzar a Wook.

«No me puedes dejar así», le dijo a Wook. «Te necesito. Te amo».

Era cierto. Lo amaba. No estaba seguro de cómo había pasado de ser un hombre con un alma muerta a un hombre tan lleno de amor por alguien, que haría cualquier cosa por él, pero lo había hecho. Wook le había sanado, le trajo de vuelta a la vida. Le debía todo y lo salvaría para que viviera lo suficiente para demostrarle lo mucho que significaba para él.

«Por favor, Wook. Vuelve a mí».

Una pequeña ondulación de la conciencia revoloteó dentro de él. Reconocería esa inteligencia y dulzura en cualquier sitio. Era su Wook. Luchaba para volver.

Yesung era muy consciente de que iba a ayudarlo.

Se acercó a Sooman y sonrió.

—Adivina qué, imbécil. Tú pierdes.

Empujó la espada en el muslo de Sooman. Al instante, una docena de hojas Sasaeng acuchillaron a 
Yesung a la vez y el dolor le consumió.



Yesung se despertó en una pequeña cámara equipada con barras de metal incrustadas en la piedra misma. Estaba tirado en el suelo, con un dolor punzante. Sólo años de experiencia soportando mucha agonía le impidió gemir. Se empujó hacia arriba, viendo la pared del fondo de la cámara.

Nombres habían sido tallados en la piedra. Las letras eran de diferentes tamaños, algunos tenían fechas de hacía décadas. Algunos de ellos eran ilegibles, y algunos de ellos habían estado allí durante mucho, mucho tiempo.

Mucha gente había estado en esta jaula antes, el tiempo suficiente para tallar sus nombres en la pared.
Yesung se negó a unirse a esa lista.

Fue a las barras, sacudiéndolas para ver si podía encontrar una salida. Los cortes que había sufrido no habían tenido mucho tiempo para cerrarse, y el movimiento causó que varios de ellos se desgarraran abriéndose y sangraran más.

—Creo que encontrarás que la magia que tienen todavía está funcionando —dijo Sooman.

Estaba fuera de la jaula, flanqueado por guardias armados. Wook estaba sentado, desplomado contra la pared del fondo. Henry se agachaba junto a él, desnudo y temblando, con la mirada perdida y su 
expresión apagada y sin vida, como si se hubiera rendido ya.

Yesung iba a conseguir sacarlos de aquí. No estaba seguro de cómo, pero encontraría una manera.

«¿Wook? ¿Estás ahí?»

La pregunta hizo eco en el silencio entre ellos.

Sabía que estaba allí. Lo había sentido antes. Trató de empujar el poder a través de la Luceria, instándole a despertarse.

Kevin había sido arrojado en la jaula de al lado y estaba inmóvil, mirando a Sooman con el odio brillando en sus ojos de hielo.

—¿Cuánto tiempo he estado desmayado? —le preguntó Yesung.

—Dos minutos.

Lo suficiente para atraparles a todos.

Sooman agarró a Henry por el brazo, tirando con fuerza para ponerlo de pie. Estaba en mal estado. Se tambaleó débilmente, sin molestarse en luchar contra lo que le estaban haciendo. Estaba desnudo, sucio y, tiritando. La sangre le escurría por la cicatriz del vientre.

—Sánalo —exigió Sooman, empujándola hacia Kevin.

—Estoy demasiado débil —dijo Kevin.

—No me importa si te mata. Cúralo o te dejaré morir de hambre ahí dentro.

Kevin tragó, con la ira torciendo sus perfectos rasgos.

—¿Por qué te importa si vive?

—Porque me debe un hijo y lo voy a conseguir de él.

La voz de Kevin zumbó de cólera.

—No te puede dar un niño vivo. Tu especie es muy diferente a la de él.

—Te equivocas. Lo he hecho antes. Ahora haz lo que te digo o desearás haberlo hecho.

Kevin negó con la cabeza.

—No puedo dejar que le hagas eso.

—¿Estás dispuesto a morir lentamente por tu moralidad?

—Sí.

—Muy bien, entonces voy a utilizar Wook en su lugar.

Yesung rugió de rabia, golpeando los barrotes de metal.

«¡Wook, despierta!» La orden azotó a través del vínculo, pero no podía saber si había conseguido llegar hasta él.

—No —susurró Henry—. Yo lo haré —levantó los ojos hacia Kevin—. Él no puede hacerme más daño del que ya me ha hecho.

—¿Ves? —dijo Sooman, con un timbre agudo de satisfacción en el tono—. Él lo quiere. Ahora, sánalo.

—¿Estás seguro? —preguntó Kevin.

Henry asintió con la cabeza.

Kevin tomó la muñeca sucia y se la llevó a la boca. Yesung vio sus ojos cerrados aletear. Su cuerpo se contrajo, con el vientre aplanado.

Kevin se apartó y virulentas ampollas le inflamaban los labios. Se dio la vuelta y vomitó algo espeso y negro en el suelo.

—Supongo que no congenia contigo —dijo Sooman—. Es una lástima. Tengo la sensación de que ustedes dos se verán mucho el uno al otro.



Wook escuchó el grito de rabia de Yesung en la mente, sintió su desesperada necesidad de que despertara. Pero no estaba dormido. No soñaba. Sooman lo había atrapado dentro de su cabeza y no tenía ninguna intención de dejarlo libre.

Wook golpeó con fuerza el interior de los pensamientos de Sooman, agitándose dentro de las profundidades putrefactas de mal que se movían lentamente a través de su mente. Nunca había sido atrapado como ahora y no tenía idea de cómo salir.

Un único hilo plateado le unía a Yesung, pero lo estaba perdiendo de vista mientras se debilitaba. Pronto, estaría demasiado débil para luchar y quedaría atrapado aquí para siempre.

Ni de coña.

La fuerza bruta no estaba haciendo ningún bien, por lo que Wook dejó de luchar y se centró en el hilo que le conectaba a Yesung. Se encogió hasta que fue un punto de luz y se deslizó a lo largo de la hebra lentamente, de manera constante.

Mantuvo los pensamientos superficialmente, recordando pequeñas cosas como la sensación del aire contra la piel o el sol en el rostro, nada que lo distrajera de pensar en lo que estaba tratando de hacer.

Cuanto más cerca percibía a Yesung, más fuerte se hacia. Él lo animaba, abasteciéndole con su poder. Pulsaba en él, ahuyentando los zarcillos de inmundicia que lo aferraban, tratando de mantenerlo dentro.

Estaba casi fuera. Casi podía sentir el calor de la mente de Yesung, cuando los zarcillos se espesaron y le prohibieron el paso.

Wook se asustó. Estaban arrastrándolo hacia atrás. No podía luchar contra ellos. Tirándolo hacia abajo, llevándolo hacia el mal incontrolado.

«Lucha», oyó gritar a Yesung. «Él va a violar a Henry».

Wook no podía dejar que eso sucediese. No de nuevo. Nunca más.

El miedo estaba por todas partes, sobrecargándole. Desesperado, recurrió nuevamente a la única cosa que había funcionado para ahuyentar a los Sgaths lejos: El frío.

Wook tomó el frío en el cuerpo y lo empujó dentro de Sooman. Dejó que las piedras debajo de él absorbieran el calor hasta que estuvo temblando. Se obligó a recordar cada momento de dolor, el frío más glacial que alguna vez hubiese sentido, y utilizó el poder de Yesung para amplificar esos recuerdos.

La mente Sooman se rebeló, y a pesar de sus intenciones de mantenerle encerrado, logró soltarse. Él gritó de dolor e indignación.

Wook abrió los ojos y se rizó en sí mismo en caso de que atacara. Se sentía como si hubiese estado nadando a través del lodo de alcantarillado. Cada pedacito de la mente se sentía infectada por la suciedad de Sooman. Casi podía probarlo en su lengua. Nunca iba a estar limpia otra vez.

No es que importara. Importaba el temor y la desesperación que emanaban de Yesung, que estaba al final de la línea.

Wook se puso en pie y miró alrededor. Yesung y Kevin habían sido encerrados en jaulas. Yesung estaba sangrando, azotado y enfadado. Kevin parecía que había sido golpeado en la boca con un hierro caliente. Ambos agarraron los barrotes de sus jaulas, tratando de liberarse y llegar a Henry.

Sooman empujó a Henry al suelo y pateó sus tobillos separándolos.

—¡No! —gritó Wook—. ¡Aléjate de él! —Se lanzó hacia Sooman, pero los gruesos brazos de los Sasaeng lo atraparon antes de que pudiera llegar hasta él.

—Sostenlo —ordenó Sooman—. Vigílalo.

Uno de los guardias demonio le puso una espada en el cuello, manteniéndolo bajo control, mientras que dos más le sostenían los brazos.

El dolor y la ira hirvieron dentro de Wook, haciéndole sacudirse. El frío se había ido, y dejaba en su lugar una rabia llameante. Esto no iba a suceder. No iba a permitir que después de nueve largos años de permanecer al lado de Henry llegara a esto. No permitiría que su hermano sufriera un momento de dolor o miedo. No permitiría que fuera violado. Iba a conseguir sacar a todos de esto, aunque le costase la vida.

La voz Yesung estaba ronca de gritar, pero sintió una oleada de compasión deslizarse en él.

—Cierra los ojos, Wook.

«No quiero».

Trató de colarse de regreso a la mente de Sooman para detenerlo, pero era demasiado fuerte. No podía entrar. Golpeó sus barreras mentales, pero lo único que consiguió fue un dolor de cabeza. No había consumido su sangre. No podía controlarlo.

Pero tal vez había otra manera. Ninguno de estos Sasaeng habían tomado su sangre, pero eso no significaba que no pudiera convencerlos. Siempre estaban hambrientos. Todo lo que tenía que hacer era sangrar. Sin duda, uno de ellos caería en la trampa y con suficiente sangre le permitiría controlarlo. Lo utilizaría para matar a Sooman antes que ellos consiguieran la sangre y le arrebatan la mente.

—No —dijo Yesung, habiendo escuchado claramente sus pensamientos—. No puedes hacer eso —su mandíbula se apretó con furia, pero la mirada de miedo en sus ojos detuvo a Wook.

No quería hacerlo, no quería volver a esa pesadilla que vivió donde el Sasaeng lo había mantenido cautivo en su mente, la sangre, el hambre y la muerte eran todo su mundo. Pero no había otro camino. No podía permitir que Henry sufriera. Había sufrido tanto. Habían estado tan cerca de salvarlo. Se merecía la oportunidad de vivir libre de este mal y encontrar alguna pizca de la felicidad por sí mismo.

Wook tenía muchas cosas que quería decirle a Henry, pero no había tiempo. Se conformó con:

—Te quiero —diciéndolo en voz alta como para ser escuchado a través de la cámara. Envió el mismo amor a Yesung, dejándole sentir lo mucho que significaba para él, lo contento que estaba por haber estado con él, aunque fuese corto el tiempo que habían pasado juntos. Le amaba más de lo que jamás había pensado posible.

Yesung estaba gritando que se detuviera, pero le ignoró. No creía que el Sasaeng le matará. Les gustaba demasiado tenerlo en su cabeza. Sobreviviría a esto. Tal vez se rompiera y enloqueciera, pero viviría, lo que significaba que Yesung viviría, también. Sacaría a Henry vivo. Entonces, tal vez encontraría una manera de salvarlo de nuevo.

—¡No! —rugió Yesung, golpeando las barras.

Wook apartó la mirada de él, incapaz de soportar la visión de su dolor.

Sólo hizo falta un cambio ligero de peso en Wook. La cuchilla en el cuello cortó a través de la piel y la sangre fluyó por el pecho. Además, no había dolido.

El Sasaeng de la derecha se dio cuenta de lo que había sucedido y dejó caer su espada. Un gruñido de hambre retumbó de la cosa y se inclinó para lamerle el cuello, incapaz de resistirse al alimento que se le ofrecía con tanta facilidad.

El primer golpe de su vil lengua hizo jadear a Wook. Se armó de valor contra el siguiente, viendo como el demonio de la izquierda se daba cuenta de lo que había pasado y se unió al primero.

Sooman había bajado sobre Henry.

Wook cerró los ojos y buscó la conexión que tenía ahora con los demonios que le sostenían. Lo encontró vibrando entre ellos e impuso su voluntad, obligándolos a dejarlo ir y atacar a su amo.

El cuerpo cayó hacia atrás. Un mar de caras retorcidas lo miró, dejando al descubierto los dientes por el hambre. Uno de ellos se inclinó hacia delante para alimentarse de la sangre y otro lo arrancó fuera.

Wook trató de concentrarse en la lucha por el control de los dos primeros. Vio a uno de ellos derribado bajo el ataque de otro. Este se zafó de su demonio compañero apartándolo, rasgando su garganta con los dientes.

El olor de la comida los condujo a un frenesí de alimentación y empezaron a atacarse unos a otros.
Wook obligó al primer Sasaeng que se había alimentado de él a recoger su espada y atacar a Sooman, pero Sooman era demasiado rápido. Se dio la vuelta hacia un lado, fallando por poco el golpe.

—Paren —gritó él, pero ya era demasiado tarde.

Sus tropas eran bestias hambrientas e irracionales. Había perdido el control.

Abrió la boca para gritarle a Henry que corriera mientras había al menos una parcial distracción, pero después de que la palabra saliera de la boca, sintió el tirón por primera vez en la mente. Luego el siguiente y el siguiente, hasta que los pensamientos comenzaron a agrietarse y la mente comenzó a dividírsele.

Wook tiró del poder de Yesung, tratando de protegerse del ataque mental, pero era demasiado tarde. Estas cosas eran demasiadas fuertes, demasiadas rápidas. Le devoraban la mente, arrancando pequeñas partes de él para mantenerlos para sí mismos.

Vio a través de decenas de ojos, sintió a través de decenas de cadáveres. El odio le golpeaba, haciendo sus gruñidos con la fuerza de su necesidad de matar. Quería sangre. Galones de ella. Estaba muerto de hambre por carne cruda y el calor de una matanza fresca.


Algunas de las miradas se volvieron hacia Yesung y todo lo que Wook vio fue comida. Ellos iban a matarle e iba a disfrutar permitiéndolo.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...