Una vez Kangin acabó de comer y llamó a Minho, Leeteuk lo
acompañó al aseo del segundo piso, para ayudarlo a darse un baño.
Kangin permaneció totalmente inmóvil mientras él le
desabrochaba la camisa, se la quitaba y hacía lo propio con los pantalones. Su
miembro se endureció con el roce de sus dedos.
–En realidad, hace siglos que no tomo un baño de verdad.
Siempre me ducho.
–Bueno, bañarse es mucho más divertido… te lo prometo.
–Poniéndose de puntillas le dio un ligero beso en los labios.
Kangin se dejó llevar y se metió en la bañera, siguiendo sus
órdenes. La sensación del agua caliente deslizándose sobre su piel, era
maravillosa.
Leeteuk se quitó la ropa y se metió con él en la bañera. Lo
rodeó con los brazos pero, en cuanto Leeteuk comenzó a moverse sobre su cuerpo,
los viejos recuerdos se apoderaron de él. Al instante, volvió a estar en su
antiguo hogar y era Junho el que lo bañaba; era su mirada distante la que veía.
Leeteuk notó que se quedaba rígido.
–¿Te he hecho daño?
–Apártate, déjame salir –le dijo, haciéndolo a un lado. Algo
iba mal. Algo malo le estaba sucediendo.
–¿Kangin?
Estaba evitando mirarle a los ojos y, súbitamente, recordó
lo que Kyujong le dijo. Decidido a librarlo de sus demonios, lo cogió
firmemente por el rostro y lo obligó a mirarlo.
–Kangin; no soy Junho y jamás te traicionaré.
–Déjame…
–¡Mírame! –insistió–. Mírame a los ojos.
Y él lo hizo.
–Te he preparado la comida y no te he drogado. Jamás te
haría daño. Jamás.
Kangin frunció el ceño.
Leeteuk se deslizó sobre él, inclinándose aún más sobre su
cuerpo.
–Ámame, Kangin –lo instó, cogiéndole las manos–. Déjame
borrar esos recuerdos.
Kangin no sabía si eso era posible, pero al sentirlo allí
desnudo, con su piel húmeda y su cálido aliento, comprendió que no quería
alejarse. Había estado mucho tiempo privado del consuelo de una pareja, de la
ternura de sus caricias. Leeteuk volvió a moverse sobre él, acercándose a su
rostro y eso le hizo perder el hilo de sus pensamientos.
–Confía en mí, Kangin –le susurró al oído, justo antes de
trazar con la lengua los sensibles pliegues de la oreja.
Kangin creyó arder.
–Leeteuk –jadeó; el nombre salió de sus magullados labios a
modo de oración. El era su salvación.
Había intentado con todas sus fuerzas liberarse del pasado,
hacerlo desaparecer, pero no lo había logrado; estaba allí, bajo la superficie,
esperando el momento más inesperado para abalanzarse sobre él.
Pero no iba a permitir que estropeara ese instante. No con
Leeteuk en sus brazos.
Leeteuk percibió cómo caía el velo que ocultaba sus
emociones. Por primera vez, vio en sus ojos el alma de ese hombre que no tenía
alma. Y mucho más, vio la pasión y el anhelo. La necesidad de poseerle.
Sonriendo, se inclinó para besarlo con mucha ternura, temeroso
de hacerle aún más daño. Para su sorpresa, él tomó las riendas del beso y lo
profundizó, abrazándole con tanta fuerza que comenzaba a costarle trabajo
respirar. La lengua de Kangin se enredaba con la suya, avivando su deseo.
Introdujo la mano entre ambos y descendió hasta tomar su verga en la mano. La
acercó hasta la entrada de su cuerpo y comenzó a introducírsela centímetro a
centímetro, muy despacio, hasta que la sintió dentro en toda su longitud y,
entonces, comenzó a moverse lenta y suavemente sobre él, por temor a hacerle
daño.
Él echó la cabeza hacia atrás y contempló la expresión
satisfecha de Leeteuk mientras lo acariciaba con todo su cuerpo. Alargó un
brazo y lo sujetó por la barbilla.
–Eres mucho más de lo que me merezco.
Leeteuk le contestó besándolo con ferocidad, mordisqueándole
los labios. ¡Dios Santo! Ese hombre sí que sabía besar. Le pasó la lengua por
los colmillos mientras aumentaba el ritmo de sus movimientos y él gimió en su
boca, haciendo que todo su cuerpo vibrara.
Kangin alzó las manos y le sujetó la cabeza para profundizar
aún más el beso. Abrumado por todas las emociones que le asaltaban, Leeteuk se
corrió en sus brazos y él siguió besándolo con más intensidad.
–Eso es, Leeteuk –murmuró, pellizcándole un pezón con
suavidad–. Córrete por los dos.
Leeteuk abrió los ojos y vio el deseo voraz en esos abismos
negros.
–Pero no es justo.
Él sonrió.
–No me importa, de verdad. Con estar dentro de ti es
suficiente.
Leeteuk no se dejó engañar, pero lo ayudó a salir de la
bañera y lo secó con una toalla. Lo acompañó hasta la cama de la habitación de
invitados y cerró las ventanas, asegurándose de que no quedara ni un resquicio
por donde pudiera pasar la luz del sol. Se quedó allí un rato, observándolo
mientras dormía. Su maltrecho cuerpo se curaba a ojos vista. Si pudiese curar
su corazón con la misma facilidad…
¡Maldito fuese su esposo por la crueldad con que lo había
tratado!
En ese momento, escuchó que alguien llamaba a la puerta.
Echándole un último vistazo a Kangin, salió de la habitación sin hacer ruido y
bajó para abrir la puerta. Era Minho, con una maleta pequeña.
–Pensé que necesitaría ropa y algunas cosas más.
Leeteuk lo dejó pasar, sonriendo ante la preocupación que
demostraba el Escudero.
–Gracias; estoy seguro de que Kangin apreciará el gesto.
Minho dejó la maleta junto al sofá.
–¿Dónde está?
–Arriba, durmiendo; espero.
–Escúchame –le dijo él con brusquedad–. Kyuhyun va con Heechul
de regreso a casa de tu madre para asegurarse de que llega sano y salvo. He
puesto a un par de escuderos tras Inyoung y el resto de tu familia. Ahora que Changsu
da por muerto a Kangin, no sabemos qué va a hacer ni a quién va a atacar. Dile
a toda tu familia que tenga los ojos bien abiertos.
Kangin los escuchaba desde la cama. Percibía el miedo en la
voz de Leeteuk; la ansiedad. Y sabía cuál era el modo de que todos sus temores
se desvanecieran. Si Changsu se enteraba de que estaba vivo, iría tras él y
dejaría en paz a Leeteuk y su familia. Él era el primer objetivo en la lista
del Daimon. El resto, meros aperitivos.
Dolorido, salió de la cama muy lentamente y se vistió.
–Kangin, siento molestarte… –Leeteuk dejó de hablar al abrir
la puerta de la habitación y ver la cama vacía.
–¿Dónde está? –preguntó Minho, que entró al dormitorio tras él.
–No lo sé. Lo dejé aquí hace un momento.
Minho cogió el móvil, soltó un taco y, de repente, se paró a
pensar.
–Joder, si no tiene teléfono.
–No creo que se haya marchado.
Se movió para ir a echar un vistazo al baño, pero la
expresión del Escudero le dejó muy claro que estaba a punto de hacer una
estupidez.
–Claro que se ha largado. –Se acercaron a la ventana y, en
ese momento, vieron cómo Kangin arrancaba el Jaguar de Minho y se alejaba por
la carretera.
La primera parada fue la tienda de muñecos. Tenía intención
de encontrar a uno de los secuaces de Changsu, y lo último que necesitaba en
esos momentos era ir desarmado.
No eran más de las ocho de la tarde cuando abrió la puerta
de la tienda y escuchó la campanilla que avisaba a la dueña. Amber salió al
instante de la trastienda, con una expresión amistosa y cálida en su arrugado
rostro. Hasta que se dio cuenta de los moretones que tenía en la cara.
–General… –dijo a modo de reprimenda–. ¿Estás bien?
–Estoy perfectamente, Amber, gracias. Sólo he venido a
recoger el pedido.
Ella lo miró y arrugó el ceño.
–Se lo di a Minho ayer, ¿no te lo ha dicho?
Kangin maldijo en su fuero interno. Tenía que habérselo
imaginado. La única ocasión en la que su Escudero se acordaba de recoger un
encargo y daba la casualidad de que era la única ocasión en la que habría tenido
que esperar.
En ese momento, se escuchó un ruido en la trastienda, tras
las cortinas color borgoña. Kangin percibió una extraña vibración; una que
hacía mucho tiempo que no sentía.
En cuanto la sensación se desvaneció, dejándole la piel
erizada, las cortinas se abrieron solas. Entre las sombras se adivinaba la
silueta de un hombre cuya presencia dominaba toda la estancia. Ataviado por
completo de negro, conseguía que todas las criaturas temblaran de miedo o que
se quedaran inmóviles ante su presencia.
O, en el caso de Kangin, que lo miraran con expresión
asesina.
Shindong sonrió, y su rostro adoptó una expresión aún más
pícara si cabía. Aunque las Ray-Ban Predator le ocultaban los ojos, era capaz
de hacer que las mujeres y jóvenes se desmayaran tan sólo con mirarlo.
Arrogante y duro, ni hacía prisioneros, ni mostraba compasión por nadie.
Era una criatura con muchas peculiaridades; entre ellas, y
la que más llamaba la atención, su pelo, que no duraba mucho del mismo color.
Se lo cambiaba tan a menudo que la mayoría de los Cazadores Oscuros hacían
apuestas sobre el nuevo color de la semana. Esa noche lo llevaba teñido de
verde oscuro, recogido hacia atrás en una coleta y con una pequeña trenza que
le caía desde la nuca, por encima del hombro, hasta el pecho.
–Shindong –lo saludó Kangin, sin ocultar su irritación–.
¿Has venido a vigilarme?
–Nunca, hermanito. Estoy aquí de turismo. ¿Qué te parece?
–Sí, claro. Tienes toda la pinta de un turista. Ese pelo
verde oscuro pasaría desapercibido en cualquier sitio.
A Shin le hizo gracia el sarcasmo de Kangin y soltó una
carcajada.
–Bueno, supuse que, ya que Kyuhyun está protegiendo a… ¿cómo
se llama…? Heechul, y tú vas detrás de Changsi, no les vendría nada mal que les echara una mano.
–La última vez que pedí que alguien me echara una mano,
Artemisa me envió una momificada.
Shin sonrió.
–Ya sabes que, tratándose de los dioses, hay que ser muy
concreto. Además… tengo información.
–Podías haberla mandado por correo electrónico.
Shindong se encogió de hombros.
–Mi presencia no significa nada. Sabes que no voy a
interferir en tu lucha con Changsu.
¿Y por qué no acababa de creérselo? Claro, porque a Shindong
le encantaba meter las narices siempre que aparecía un Daimon interesante.
–Me parece que ya he oído eso antes.
–Muy bien –dijo, encogiéndose de hombros con un gesto
indiferente–. Ya que no quieres la información que tengo, la guardo y me…
–Sé lo del mensaje de los Oráculos.
–Pero no conoces el resto de la historia –los interrumpió Amber.
Shindong la miró con el ceño fruncido.
–¿Qué historia? –preguntó Kangin.
Shin sacó un chicle de un bolsillo y comenzó a desenvolverlo
de forma meticulosa.
–Has dicho que no te interesaba.
–Muy bien, iré tras él sin necesidad de saber más.
Cuando llegó a la puerta, la voz de Shindong lo detuvo.
–¿No te parece raro que Changsu tenga poderes que van más
allá del alcance de un Daimon?
–¡Vaya! –exclamó
Kangin, dándose la vuelta para mirarlo de frente–. Deja que lo piense… Sí.
A Amber se le escapó una risilla que hizo que Shindong la
mirara de soslayo, furioso. La anciana se enderezó y soltó una carcajada,
disculpándose antes de regresar corriendo a la trastienda, donde siguió
desternillándose de la risa.
Shindong la siguió con la mirada hasta que desapareció tras
las cortinas y después volvió a prestar atención a Kangin, adoptando una
actitud seria.
–Muy bien. Estos son los hechos: parece ser que al viejo
Baco le dio un calentón una noche y se lo montó con una nena apolita. Nueve
meses después nació Changsu.
–Mierda.
–Exacto –comentó Shindong mientras cogía una de las muñecas
que Amber había hecho a imagen de Artemisa. El parecido era tan sorprendente
que, por un momento, lo desconcertó. La dejó de nuevo en la estantería y siguió
hablando–. Lo bueno es que a papi Baco le importó un comino ya que, desde el
comienzo de los tiempos, ha ido desperdigando bastardos por el mundo. Lo malo
es que Changsu pilló un pequeño berrinche cuando los familiares de su papaíto
no prestaron la más mínima atención a la llegada de su vigésimo séptimo
cumpleaños, que marcaba el fin de sus días. Y, siendo un semidiós, pensó que se
merecía una vida un poco más larga… digamos que… inmortal.
–Y se convirtió en un Daimon.
Shin asintió con la cabeza.
–Con sus poderes de semidiós nos iguala en velocidad, fuerza
y destreza. Y, al contrario que nosotros, no lo ata ningún Código.
–Eso explica un montón de cosas, ¿no? Si no puedes ir detrás
de los dioses, persigue a sus servidores.
–Exactamente. Somos el objetivo principal de Desi.
–Una pregunta.
–¿La tengo que contestar?
Kangin no prestó atención al sarcasmo.
–¿Por qué tiene que ser un Dark Hunter con alma el que lo
derrote?
–Porque lo dice la profecía y ya sabes cómo funcionan esas
cosas.
–¿Y tú cómo sabes todo esto?
Shindong volvió a mirar a la muñeca que había cogido
momentos antes.
–Anoche estuve hablando con Artemisa. Me costó un poco, pero
al final se lo saqué.
Kangin se detuvo a pensar un instante. Shin siempre había
sido el Dark Hunter favorito de la diosa. Que Artemisa lo demostrara de forma
tan abierta despertaba la envidia de algunos Cazadores, pero a él no le
importaba. Al contrario, le agradecía mucho a Shin que le arrancara información
a la diosa para poder ayudarlos en su tarea.
–¿Sabes? –le dijo a Shindong–, algún día tendrás que
explicarme qué tipo de relación tienen y por qué eres el único Dark Hunter que
puede estar en presencia de un dios y no acabar frito.
–Puede que algún día te lo cuente, pero no será esta noche.
–Cogió una espada retráctil y una daga arrojadiza y se las ofreció–. Ahora
mueve el culo y regresa a la cama. Tienes un trabajito que concluir y necesitas
recuperar fuerzas.
Kangin se acercó a la puerta.
–Oye, por cierto.
Kangin se dio la vuelta para mirar a Shin.
–No se te ocurra volver solo a casa.
–¿Cómo dices?
–Changsu tiene tu número. Allí no estás seguro.
–Me importa una mierda que…
–Escúchame, general –le dijo Shindong con tono amenazador–.
Nadie está poniendo en duda tu capacidad para hacer de Changsu el próximo aperitivo
del Road Kill Diner , pero no olvides que tienes gente a la que proteger,
incluyendo a un cajun testarudo, igual de dispuesto que tú a seguir órdenes… y
a una bruja con poderes adormecidos. Así que, por una vez en tu vida, ¿podrías
hacer lo que se te ordena, sin rechistar?
Kangin compuso una sonrisa forzada.
–Sólo esta vez; no vayas a acostumbrarte.
Shin lo siguió con la mirada mientras salía de la tienda. En
cuanto la puerta se cerró, Amber regresó de la parte trasera.
–¿Por qué no le has dicho que Artemisa te ha dado su alma?
–le preguntó. Shin metió la mano en el bolsillo, donde guardaba el medallón.
–Aún no ha llegado la hora, Amber.
–¿Y cómo sabrás que es el momento indicado?
–Confía en mí; lo sabré.
La anciana hizo un gesto de asentimiento y sostuvo las
cortinas para que Shindong pasara a la trastienda.
–Y… hablando de gente que no atiende sus heridas, ven aquí y
déjame que te ayude. ¡Por amor de Dios! No he visto en toda mi vida a alguien
con la espalda tan destrozada. No entiendo por qué consientes que te hagan algo
así; y sé que te prestas a ello, porque un Dark Hunter con tus poderes jamás
dejaría que lo maltrataran de este modo sin su consentimiento.
Shin no contestó. Tenía sus razones. Artemisa nunca estaba
dispuesta a entrega el alma de uno de sus Cazadores. El precio a pagar era muy
alto. Había consentido en sacrificar parte de su carne para poder darle a
Kangin la oportunidad de acabar con Changsu. Pero más que nada, los moretones y
las cicatrices de su espalda eran el precio por la felicidad del general. Un
ritual sangriento al que se sometía gustoso cada vez que un Dark Hunter, quería
recuperar su alma.
Un ritual que todos ellos desconocían. Lo que había entre
Artemisa y él era estrictamente privado. Y ya se encargaría él de que siguiera
siéndolo.
Kangin se dirigió a Bourbon Street, al mismo lugar donde se
había encontrado con los dos humanos, secuaces de Changsu. El dolor del costado
empezaba a disminuir, aunque todavía era horroroso. Tardó más de media hora en
encontrarlos.
La expresión que el imbécil puso al verlo fue impagable.
–¡Mierda!
Kangin lo agarró antes de que pudiera salir corriendo.
–Dile a Changsu que esto aún no ha acabado.
El muchacho asintió y, cuando Kangin lo soltó, se alejó
corriendo calle abajo.
Sabía que la primera regla en una guerra era la de utilizar
el factor sorpresa como garantía de una victoria casi segura. Acababa de echar
por tierra su mejor baza para ganar. Pero no podía mantener esa ventaja a
riesgo de que Leeteuk, o alguien de su familia, acabaran heridos. Changsu no
iría tras ellos mientras tuviera un Dark Hunter con el que enfrentarse.
Volvió junto a la única persona con la que se sentía en paz.
–¿Dónde has estado? –le preguntó Leeteuk nada más llegar.
–Tenía cosas que hacer.
Minho soltó una maldición.
–Has ido en busca de Changsu, ¿verdad? –Y soltó otro taco–.
Le has mandado un mensaje para que sepa que estás vivo.
Kangin lo ignoró y fue hasta el sofá para sentarse.
–¿Estás bien? –le preguntó Leeteuk.
Minho lo miró con cara de pocos amigos. Abría y cerraba los
puños mientras se paseaba alrededor del sofá.
–Joder, Kangin ¿por qué…?
–Minho, déjalo. No estoy de humor.
La expresión del Escudero se ensombreció aún más y se le
dilataron las aletas de la nariz.
–Muy bien. Sal y deja que te maten. ¿A mí que me importa?
Así me quedo con la casa, con los coches y con todo. Ve a por Changsu y dile
que estás herido y medio muerto. O mejor aún, ¿por qué no dejas la puerta
abierta y lo invitas a entrar?
–Minho así no vamos a ningún sitio –lo regañó Leeteuk. Veía
el sufrimiento de Minho; quería a su Dark Hunter como si fuesen hermanos.
–¿Sabes lo que te digo? –siguió él, hablando entre dientes–.
Que me importa una mierda, porque no necesito a nadie. –Y señalando a Kangin
continuó–: No te necesito y no necesito tu puto dinero. Siempre me las he
apañado solo. Así que si quieres puedes largarte para que te maten, porque me
da igual.
Minho se dio la vuelta para marcharse pero, en un abrir y
cerrar de ojos, Kangin se levantó y se plantó delante de él. Su Escudero lo
miró, furioso.
–Quítate de en medio.
La expresión de Kangin era la misma que adoptaría un padre
infinitamente paciente frente a un adolescente rebelde.
–Minho, no voy a morir.
–Sí, claro. ¿Cuántas veces crees que el último Dark Hunter
que mató Changsu le dijo lo mismo a su escudero antes de que lo convirtieran en
un Dark Hunter extra crujiente? –Se libró de las manos de Kangin encogiéndose
de hombros y salió de la casa como alma que lleva el diablo.
Recuerdo del envenenamiento y de la bañera= superados xD creo LeeTeuk debería amarrarlo a la cama, tal vez y también esa sea la solución xD
ResponderEliminarShindong haciéndose el dificil para dar la información y bien que quiera compartirla. Así que el maldito de Changsu a parte de daimon es un semi dios, pues con razón tiene la ventaja casi siempre.
Por otro lado, como es que Shindong tiene el alma de Kangin, es decir que puede ayudarlo a recuperar su alma, aunque no me gustó que tuviera que sufrir para poder obtenerla. Al menos ya sabemos que Shindong se la dará en el momento oportuno, solo espero que sea pronto.
Pobre Minho, kangin es como un hermano para él y también sufre,no me gusta para nada que se haya ido solo, espero no se meta en líos.
Gracias por el capítulo y saludos ^^
Waaaa y aún falta mucho por sufrí a Kangin ;-; changsu tiene que morir por frío y despiadado, Kangin no seas tonto que si te alejas de Teukie por su "seguridad" vas a dejarlo como presa libre para que lo capturen ;-( quiero otro Capi no demores mucho Porfa esta genial todo esto ;-; saludos y gracias ;-;
ResponderEliminarDenme un arma y yo misma voy a matar a Changsu
ResponderEliminarO sea,quemas sus casas,ataca a Heechul,atrapa a kangin y lo hace revivir su tan dolorosa "muerte"
el muy maldito es un semi-dios,por eso sabe todo,y tiene a muchos a su mando.
Y ahora viene kangin con sus ideas de que alejándose teuk estara seguro?...por favor,de envalde ha vivido tantos años.....minho piensa mejor que el
Oh shin....poniendo su vida con tal de dar libertad a sus hunters,a los que quieren vivir T_T
yo digo que teuk nol o deje solo ni un segundo,y que active sus poderes,o que minimo se de color de las cosas.
Changsu sabe las debilidades,no pueden dejar que siga avanzando....¬¬