Deseo Prohibido- Capítulo 19





Algo poderoso y malo le estaba pasando a Changmin. Podía sentir el lento e insidioso arrastre de la maldad que Jessica había implantado en él. Nunca antes había sentido nada como esto. El dolor aumentaba en el cuerpo, enviando fuego a la columna, y aún así se rehusaba a dejar ir a su hija.

Nunca había estado más asustado en su vida. El y Yunho habían estado en peleas. Fueron heridos y estuvieron casi cerca de la muerte muchas veces a través de los siglos, pero nunca había sentido una desesperación como esta. Si no encontraba la manera de detener este mal, podría morir, llevándose a Yunho con él.

—Déjala ir, amor —le dijo a Changmin—. Tenemos que encontrar a Kevin.

—Es demasiado tarde para eso —dijo Jessica—. No puede curar lo que le he hecho.

—Jessica, deshaz esto —ordenó a su hija.

Los ojos negros de Jessica se encontraron con los de su padre.

—No hay nada que deshacer. Está muerto. Será afortunado si sucede rápido.


No. Changmin se rehusaba a morir. El y Yunho acababan de conectar de nuevo. No iba a dejarle ir y perder la oportunidad de reparar todo lo que había hecho.

Changmin canalizó algo del poder de Yunho en el cuerpo, convirtiéndolo en una luz sanadora. La piel empezó a brillar desde dentro cuando la luz lo atravesó, bajando por las piernas, donde era peor el dolor.

—Estás matándonos a ambos —dijo Yunho.

El cuerpo de Jessica pareció ceder.

—Lo sé. Desde hace mucho que sé cómo iba a acabar.

¿Cómo debió haber sido para Jessica ver el futuro, verse a sí misma asesinar a sus propios padres?
El cuerpo de Changmin gritó de dolor, pero se forzó a sí mismo a moverse, a la vez que giró hacia Jessica para que pudiera mirarle a los ojos.

—¿Por eso piensas que no tienes alma? —preguntó Changmin—. ¿Por qué viste este momento?

Jessica apartó la mirada con culpabilidad.

—Sabía que esto vendría. ¿Por qué luchar?

—Porque tu futuro no es definitivo. Tú de todas las personas deberías saberlo.

—Aparentemente, estás equivocado. Las cosas sucedieron como había previsto.

Había un fuerte latido en las piernas de Changmin; entonces sintió el calor de la luz curativa salir y el dolor se trasladó hacia arriba, a las rodillas.

Respiró profundo y tomó fuerza. La conexión entre él y Yunho se había fortalecido más, permitiéndole tomar más en sí mismo.

Mandó más luz para combatir la infección de Jessica, pero el esfuerzo lo dejó temblando.

—No tienes que hacer esto —dijo Yunho—. Podemos arreglarlo.

—No puedo. Lo he intentado. Siempre acaba de la misma manera.

Yunho avanzó un paso. El dolor profundizando las líneas en su rostro, retorciendo el corazón de Changmin.

—No. No lo acepto. Por lo menos tienes que intentarlo. No quieres matar a tus propios padres.

Jessica inclinó la cabeza.

—No importa lo que yo quiera o no. Todos somos como fuimos creados para ser. Yo fui creada para matar.

—No —dijo Changmin, apenas capaz de sostener a Jessica entre los brazos—. Fueron creadas para amar. Para amar a un hombre de la manera en que yo amo a tu padre, para ser amadas a cambio, para luchar contra el mal como todas las generaciones lo han hecho antes.

La delicada boca de Jessica se torció con desdén.

—Eso nunca pasará ahora, ¿verdad? Tú te aseguraste de ello cuando me hiciste prometerte que nunca crecería.

Yunho debió darse cuenta de que Changmin desviaba cada vez más y más de su poder, porque se puso de pie a su lado, ahuecándole el cuello, para que ambas partes de la Luceria ‑anillo y collar‑ conectaran en el lugar. La unión facilitó el flujo de energía, y con un repentino y fuerte empuje de voluntad, expulsó del cuerpo lo último de la infección de Jessica.

El esfuerzo lo dejó jadeante, pero no tenía tiempo para descansar. Tenía que demostrarle a Jessica que aún había esperanza. Que ella no era una causa perdida.

—Fue un error cometido por el dolor. Lo siento.

—Sentirlo no cambia nada.

—Puede. Si estás dispuesta a perdonar, de la manera en que estoy dispuesto a perdonarte.

Jessica arrancó su pequeño cuerpo lejos, retrocediendo fuera de su alcance.

—No hay perdón para lo que he hecho. Para lo que haré.

—No me has matado —dijo Changmin—. Me he curado de lo que fuera que me hiciste con tu toque.

—¡Mentiroso! Solo lo estás diciendo para engañarme.

—¿Sobre qué?

—Para ir contigo. Quieres tomar la pequeña astilla de alma a la que conseguí aferrarme en el vientre, para dársela a tu hija favorita. Si lo haces, ella tal vez pueda crecer.

—Te equivocas —dijo Yunho—. Sunny no es nuestra favorita.

—Ella siempre hizo lo correcto. Es perfecta.

—Nadie es perfecto. Nosotros te queremos de cualquier manera.

Los ojos de Jessica giraron alrededor, como si no estuviera segura de algo.

—No puedes amar a alguien que ha hecho las cosas que yo.

—Entonces detente. Ven con nosotros. Dale la espalda a este mal y regresa con tu verdadera familia.

—Los Sasaeng son mi familia ahora.

—¿Ellos te aman? —preguntó Yunho.

—Me temen. Eso es suficiente.

—No, no lo es, y lo sabes. Mereces ser amada.

Jessica se cubrió los oídos.

—Iros. Dejadme antes de que ordene vuestra muerte.

Changmin dio un paso adelante.

—No tengo miedo de ti. No hay nada que me asuste lo suficientemente en este planeta, que me haga dejar de amarte.

—¡Mentiroso! Mentiras. Todo, mentiras.

Jessica se dio la vuelta hacia dónde estaban los Sasaeng esperando por la orden para moverse. Ella levantó su pequeña mano, señalo a Changmin, y hablo:

—Mátenlos.



Henry salió arrastrándose por debajo de los pies que se agitaban del hombre. Sooman había tomado al individuo por el cuello y lo sacudía como hacía un perro con un juguete. Se puso de cuclillas contra la pared de la cueva, usándola para apuntalar el peso.

Estaba tan cansado. Horas de dolor le han drenado la fuerza.

Hambrientos monstruos se acercaban, mirando a Sooman para ver si los observaba, si algo le pasaba a él. Sabía que solo sería una comida más.

Parte de él solo quería que lo consiguieran y lo sacaran de esta miseria.

A pesar del frío en la cueva, el sudor le caía por el rostro, escociéndole en los ojos. Henry no quería estar aquí. No quería ver lo que fuera que estaba por salir de él.

Trató de fingir que se hallaba en otra parte, como solía hacer, pero el dolor era demasiado intenso. No lo dejaba.

Sintió un desgarrador y punzante dolor. Segundos después, Sooman sacaba algo de vientre.

Henry no miró. No podía soportar ver lo que había estado creciendo dentro de él durante tanto tiempo. Se había ido, eso era todo lo que importaba.

El dolor le hizo marearse. Empezó a caer y no se preocupó de detenerse. Estaba sin fuerza y no podía encontrar la energía suficiente para preocuparse de lo que pasaría con él nunca más.



Yunho se movió rápido, empujándose a sí mismo frente de Changmin.

El corazón le sangró de angustia por su hija. Incluso cuando la espada se movió, se preguntó que podría haber hecho de manera diferente para demostrarle su amor.

Le había fallado como padre. Completamente. Absolutamente. Su dulce niña ni siquiera creía que la amaba. ¿Cómo pudo haber estado tan ciego a sus necesidades?

Las lágrimas amenazaron con emborronarle la visión. Parpadeó para alejarlas locamente, usando cada pedazo de dolor y remordimiento para alimentar su fuerza.

La energía fluyó fuera de él, pero no pudo decir que era lo que Changmin iba a hacer. Segundos después, Jessica flotó a través del aire, peleando y escupiendo y arañando al casi invisible puño de aire que la rodeaba por la cintura.

Changmin no iba a dejar ir a su niña –no después de que casi consigue que Jessica escuchara.

Yunho no podía estar más de acuerdo.

Tan pronto como Jessica le pasó por encima de la cabeza, sintió el suelo temblar y fragmentos de roca explotaron desde abajo, bloqueando a la aparentemente interminable masa de Sasaeng.

Acabó con las últimas tres bestias que quedaron de este lado de la barrera, volviéndose hacia su esposo e hija cuando la última criatura ni siquiera había dejado de moverse.

Changmin agarró a Jessica de un tobillo y la puso en el suelo.

—Vienes a casa y eso es todo.

Jessica gritó con indignación, pateando con el delicado pie.

Detrás de ellos llegó el sonido de metal chocando contra la roca. Los demonios estaban luchando por abrir un camino.

—Tiempo de irnos —dijo, urgiendo a Changmin a moverse.

Se apresuraron por el pasillo a la caverna que pasaron cuando entraron. Yunho mantenía vigilancia detrás de ellos, asegurándose de que ninguna de esas cosas se abría paso. Si tenían suerte, los otros Centinelas habrían dejado un vehículo para que lo pudieran usar. Si no, tendrían que solicitar una camioneta. Con toda la magia que Changmin había esgrimido alrededor, no creía que fuera capaz de abrir un portal, incluso con el fortalecimiento del vínculo.

Tenía que asegurarse de que Jessica estuviera lo suficientemente restringida para evitar que tocara a cualquiera en el camino a casa. Tal vez Changmin hubiera sido capaz de combatir con lo que sea que le hubiera hecho, pero no estaba convencido de que alguien más tuviera la habilidad y el poder para hacerlo.

Le debía a Jessica cuidar de que no asesinara a nadie más, y añadir esa carga a la culpa que ya llevaba. Había tomado malas decisiones. Le iba a llevar mucho tiempo perdonarse a sí mismo, 
asumiendo que alguna vez pudiera.

Iban a encontrar la manera de ayudarla. No estaba seguro de cómo, pero daría el último aliento si eso significaba que Jessica pudiera ver cuánto la amaba, cuan valiosa y preciosa era para él.

Changmin arrastraba a Jessica todo el camino. Yunho quería ayudar, pero temía que podría complicar las cosas si la tocaba. Así que dejó a Changmin tomar el control de su hija.

Changmin acababa de entrar en la caverna cuando se detuvo en seco. Una pesada ola de miedo vino de él a través del vínculo, drenando el aire del cuerpo de Yunho.

Se acercó a su espalda, buscando la amenaza, siguiendo su mirada.

Al menos cincuenta de esos Sasaeng con aspecto demasiado humano, sin pelo y con espada en mano, estaban en formación bloqueando la salida.

Había otro túnel al otro lado de la cámara, pero también estaba bloqueado por al menos otros veinte guardias.

Detrás de ellos, los golpes contra la roca se detuvieron, y Yunho escuchó el sonido de los hambrientos Sasaeng, cada vez más cerca. Habían roto la barrera de piedra de Changmin.

Su familia estaba rodeada, sin escape.

Solo los años de experiencia de situaciones desesperados, le permitieron no entrar en pánico. Iban a encontrar cómo salir de esto de alguna manera.

—No hay ninguna salida —dijo Jessica—. La prueba de que sin importar lo que hagas, el futuro sigue siendo el mismo. Mueres esta noche.



Yesung vio a Wook golpear la pared y casi perderlo. Bramó de furia, intensificando los ataques, cortando su camino a través de los Sasaeng para llegar hasta él. Mientras movía el cuerpo, mentalmente le gritaba para despertarle.

«Levántate».

Empujó poder a través del vínculo, intentando darle lo que necesitaba para volver a ponerse de pie y protegerse a sí mismo.

Una de las cosas sin pelo balanceó una espada hacia la cabeza de Yesung y él sintió un punzante ardor a lo largo del cuero cabelludo. La cosa había dado en el blanco, y ahora Yesung tenía sangre corriéndole por los ojos.

No podía tomarse tiempo para limpiársela. En lugar de eso, canalizó la furia en la cosa y cercenó la mano que sujetaba la espada.

La cosa cayó hacia atrás, escupiendo sangre, y una pila de demonios peludos, con garras cayó sobre eso, devorándola en segundos.

No había tiempo para celebrarlo. Había más cosas atacándole, intentando apartarle de la pared para así poder ponerse a la espalda.

No iba a pasar.

Yesung tenía que tomar el camino largo para llegar a Wook o no llegaría a él en absoluto.

De hecho, por cómo se veían las cosas, Yesung no estaba seguro de que alguno fuera a salir vivo de esta.



Changmin no tenía ni idea de cómo iban a encontrar una salida. Tal vez si se ofrecían a intercambiar a Jessica por sus vidas, les dejarían irse, pero Changmin no estaba dispuesto a utilizar a su hija como moneda de cambio. Era demasiado preciosa para eso.

Antes de que los Sasaeng pudieran acercarse, Changmin rodeó a los tres con un anillo de llamas, dándole tiempo para pensar.

Necesitaban subir. Era el único camino que no estaba bloqueado. Era también increíblemente difícil atravesar el techo de una cueva sin matarse durante el proceso. Changmin no estaba seguro de que tuviera la fuerza suficiente para hacerlo, pero no veía ninguna otra opción.

—Agárrate —dijo, entonces reunió un disco sólido de aire debajo de ellos y los alzó hacia el techo de la caverna.

El olor acre del humo todavía estaba suspendido allí arriba, pero no se podía evitar eso ahora.

Necesitaba cada pizca de fuerza para golpear a través del techo de la cueva y sacarlos.

Changmin encontró lo que esperaba fuera un punto débil a unos tres metros a la izquierda y lo vapuleó con una explosión de energía.

Las rocas se desmoronaron. Una grieta se formó a lo largo del techo. Changmin apuntó a esa grieta y la golpeó otra vez.

La grieta se abrió y enormes trozos de rocas llovieron sobre ellos. Sacó más poder de Yunho, oyéndole gemir ante la tensión, pero él no podía ser cortés ahora mismo. Tenía que escudarlos de la cascada de piedras.

Un montón de rocas golpeó el escudo que había lanzado hacia arriba, debilitándolo. La mano caliente de Yunho le acunó el cuello, ayudándolo en sus esfuerzos. Le sintió tratar de ayudarlo ‑metiendo tanta energía en él como podía.

No fue suficiente. No podría mantenerlos a flote. El peso los condujo abajo sobre el montón de rocas que ya se había formado debajo de ellos.

Los Sasaeng que no fueron aplastados comenzaron a correr a toda prisa subiendo por los lados del montículo para llegar hasta ellos.

Changmin reforzó el escudo por encima de ellos y asestó un nuevo un golpe al techo, frenético por abrir un camino a través de él para conseguir salir.

Estaban a más profundidad de lo que había pensado. Había mucha tierra por encima. El peso se incrementaba amenazadoramente sobre el escudo, creciendo por segundos. Las rocas los cubrieron, retumbando mientras se desplomaban. No tenía la suficiente fuerza para alimentar su alcance visual, así que la negrura se fue acercando a él.

El bramido se detuvo y el peso encima de ellos dejó de aumentar, pero Changmin se estaba debilitando.

—No voy a poder sostener esto por mucho tiempo —dijo con voz áspera.

—Intenta empujarlo para liberarnos.

Changmin succionó más poder, pero no funcionó. No podría alzar tanto peso. Los había atrapado. Los había matado.

—No —dijo Yunho—. Estábamos muertos dentro de esta cueva. Tenías que intentar algo.

—Yo no estaba muerta —dijo Jessica. No había veneno en su tono, sólo aceptación—. Por lo menos no voy a morir sola. Siempre me había preguntado sobre eso.

Ella no iba a morir en absoluto. Changmin se rehusaba a ser la causa de la muerte de su bebé.

Yunho se le deslizó dentro de la mente, su presencia fuerte y sólida dándole fuerza. Él sabía lo que iba a hacer.

—Debes —le susurró Yunho—. Ella merece una oportunidad para hacer lo correcto, para redimirse a sí misma.

Sintió su aliento en la mejilla. Sus labios rozaron los de él en un beso suave.

—Te amamos, Jessica —dijo Changmin—. Eres una buena chica. Vas a convertirte en una buena mujer.

—Seguro —dijo Jessica, burlándose, pero su voz se cortó completamente e inhaló un aliento alarmado.

Changmin encontró la promesa que su bebé le había dado tantos largos años atrás metida en sus recuerdos. La levantó, reproduciéndola en la mente como había hecho tantas veces. Se oyó a sí mismo demandar su promesa de nunca crecer, maldiciéndose a sí mismo otra vez por su egoísmo.
Nunca más. Se había acabado el ser egoísta.

—Mi muerte te liberará de tu promesa —dijo Changmin mientras canalizaba poder hacia el recuerdo, resaltándolo.

No había estado seguro de si esto funcionaría, pero sintió algo moverse –cambiar‑ dentro de él. No estaba exactamente seguro de lo que ocurriría ahora, pero supo que no estaría ahí para verlo.

Sintió un hilo de sangre filtrándose de la nariz. Los ojos le ardían como si hubieran sido puestos en el 
fuego.

Había usado una buena cantidad de poder. Yunho recogía más en su cuerpo a través de las piedras, pero no era lo suficientemente rápido para reabastecer lo que había tomado.

Había quedado justo lo suficiente para teletransportar a uno de ellos afuera. Jessica.

«Te amo», murmuró en la mente de Yunho.

«Yo también te amo», le oyó contestar, muy profundamente una parte de él sabía que nunca más estarían separados. Yunho le besó la mejilla, dejándole sentir lo orgulloso que estaba de él, lo honrado y bendito que se sintió por haber sido su marido. Lo afortunado que se consideraba porque él había sido su esposo.

Changmin encontró su mano y la apretó. Echó mano del poder de su marido por última vez, abrió una grieta en el espacio, y empujó a Jessica por ella, fuera del camino del dolor.

El escudo sosteniendo el peso de las rocas ya no tuvo suficiente magia para alimentarse. Falló y un montón de piedras cayó con estrépito encima de ellos.

Lo último que sintió fue el amor de su marido y la promesa que sus bebés le habían dado hacerse pedazos en el olvido.



Wook sintió una sensación de inutilidad procedente de Yesung, junto con una palpitante furia y desesperación por llegar a su lado. Eso fue lo que le volvió a poner de pie. Si él no veía que estaba bien, iba a conseguir que le mataran.

Le amaba demasiado para dejarle morir antes de que tuvieran la posibilidad de construir una vida juntos.

Dejó ese flujo de amor entrar en él, asegurándole que estaba bien.

Fue sólo parcialmente una mentira. Le palpitaba la cabeza y la visión era todavía un poco precaria, pero al menos estaba todavía vivo.

Kevin, por otra parte, no se veía ni de cerca tan bien.

Sooman dejó de sacudirle y le echó a un lado. Kevin no se movió.

Wook había pensado ir a él y ver si lo podía revivir cuando vio a Sooman inclinarse sobre Henry.

Wook pestañeó varias veces, intentando aclararse la vista. Canalizó algún poder a los ojos, esperando que eso ayudara, y todo se enfocó instantáneamente.

Henry estaba caído sobre su costado, pero respirando. Sooman se inclinó y alzó algo pequeño en sus manos.

Un bebé. Henry había dado a luz.

El bebé varón se veía normal, pero no estaba llorando. No se movía. Su pecho no vibró con su pulso o se elevó con su aliento.

Un grito de furia y angustia retumbó fuera de Sooman y sacudió con fuerza a Henry en posición vertical, levantándolo. Los ojos de Henry se agitaron abiertos e intentó retroceder lejos de él.

—Tú —gruñó él—. Fue por tu culpa. Querías que muriera. Lo mataste —Sooman levantó su mano para golpear a Henry.

El miedo agarró a Wook fuertemente, e hizo la única cosa que se le podría ocurrir hacer.

Se desprendió del cuerpo y empujó la conciencia dentro de la de él, tomando el control del puño sobresaliente de Sooman.

La retorcida y fétida maldad de su mente ahogó a Wook, succionando todo lo que era bueno y puro de él. Lo combatió, tratando de recordar quién era y lo que defendía, pero estando aquí, rodeado por la maldad, encontraba muy fácil olvidar que había bondad en el mundo.

Quería desgarrar cosas, golpearlas en montones de sangre y huesos. Quería gritar de furia y azotar cualquier cosa que se atreviera a moverse mientras estuvieran en su presencia.

Wook no podía combatir tanta maldad, así que dejó de intentar hacerlo. Accedió a la necesidad de matar y obligó al cuerpo de Sooman a obedecer. Lo volvió hacia sus tropas y le dio la orden de matar.

Un frío dolor punzante le agarró la mente, luchando por el control. Sooman no iba a dejarlo ganar tan fácilmente.

Lo sintió luchar sólo para mover sus ojos. Entonces, un momento más tarde, Yesung estuvo en su visión.

Si le hacía matar, Yesung iba a ser su objetivo.

Wook intentó retomar las riendas. Intentó reenfocarlo de regreso a sus demonios, pero él era demasiado fuerte.

Gritó una advertencia a Yesung, pero Sooman lo atrapó antes de que pudiera librarse y aplastó el pensamiento con un pequeño esfuerzo simbólico.

Fue entonces que Wook comprendió su equivocación. Esto era lo que Sooman había querido todo el tiempo. Él no tenía nada de su sangre dentro para darle el control.

Él estaba a cargo ahora, llevándolo consigo en el viaje.

Sooman sonrió por la victoria, y Wook sintió esa sonrisa moverse a través de él como una especie de parásito. Sooman iba a matar Yesung, y no sólo él iba a observar, sino que iba a hacerlo ayudar.



Jessica aterrizó bajo un árbol sin hojas. Sus padres estaban muertos. Había sabido durante años que este día llegaría, pero simplemente no había sabido hasta ahora cuanto le dolería.

No debería haberle importado. No los había necesitado durante años. Ellos odiaban en lo que se había convertido.

Ese odio siempre le había permitido a Jessica mantenerse a distancia. ¿Por qué le debería importar a ella lo que pensaban? ¿Por qué debería molestarse en ser algo que no era? No era culpa suya que no tuviera alma propia. Changmin le había hecho eso a ella. Yunho lo había permitido. Merecían lo que consiguieron.

Y, sin embargo, había un hueco extraño en el interior de Jessica que no podía explicar, como si le hubieran arrancado una parte importante de sí misma.

Habían dicho que la amaban. Sus palabras habían parecido genuinas, como recordaba de cuando era joven y tonta. ¿Cómo podrían amarla, cuando no tenía alma dentro para amar? ¿Cómo podían haber dado su vida por ella si no la amaban? Ciertamente no la habían temido.

Jessica no tenía respuestas. Ni siquiera sabía dónde estaba ni a qué distancia la había lanzado Changmin. Necesitaba ponerse en movimiento. Hacía demasiado frío para estar aquí y mirar hacia el cielo, en busca de respuestas que nunca llegarían.

Tenía que ver lo que debía hacer, a dónde debía ir, por lo que abrió la parte de ella que podía ver el futuro. Era, después de todo, su turno. Sunny había utilizado su poder anteriormente.

Pero cuando Jessica trató de alcanzar su poder, se había ido dejando un profundo espacio vacío donde debería haber estado. Era como si nunca hubiera tenido poder.

El pánico se apoderó de ella fuerte y rápido. Sin su poder, no era nada, sólo una niña que nadie quería escuchar. Nadie la temería.

Tal vez fuera temporal, algún tipo de trauma que Changmin le había causado esta noche. Tal vez su poder regresaría. No debía entrar en pánico.

Al menos todavía no.

Pero ella no podía volver con Sooman ahora. La mataría tan pronto como supiera la verdad. No era de ninguna utilidad para él.

No era de ninguna utilidad para nadie.

Los Centinelas la matarían si la encontraban. Sus padres habían mostrado misericordia, pero ella sabía bien que nadie más lo haría.

Estaba sola. Sola.

Instintivamente trató de alcanzar a Sunny antes de poder evitarlo, pero todo lo que la saludó fue la oscuridad. La oscuridad silenciosa, abismal.

¿Había muerto Sunny también?

Jessica comenzó a entrar en pánico. Nunca había estado sola antes. No sabía a dónde ir o qué hacer. Ella no podía estar con gente. ¿Qué pasaba si uno de ellos la tocaba? No quería ver a nadie más morir esta noche.

Una luz se filtró a través de los árboles, y ahora que lo hizo, Jessica podía ver que había una casa allí. Oyó un golpe sordo de una puerta de malla al cerrarse, y luego vio el movimiento.

Alguien se acercaba hacia ella, probablemente algún humano desafortunado que vio la luz que provocó su llegada.

Fuera quien fuese, no merecía su ayuda, y no podía arriesgarse a ser tocada. Tenía que correr. Escapar.

Jessica se volvió en la dirección opuesta y corrió.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...