Kangin miró a su
compañero hundirse en el agua turbia. Él gritó su nombre una y otra vez, pero Leeteuk
nunca respondió o incluso reconoció que él estaba allí. Corrió hacia el agua,
chapoteando y tratando de agarrarlo. Cuanto más trataba de llegar a él, más
lejos parecía estar.
—¡Kangin!
Oyó que llamaban
su nombre, pero lo ignoró. Todo lo que podía ver era su compañero. Se estaba
ahogando y él no podía hacer nada para salvarlo. De repente Kangin sintió algo
envolverse alrededor de su pierna y un potente tirón comenzó a halar de él
hacia abajo. Estuvo bien con eso y no luchó contra ello. Si podía adentrarse en
el agua podría llegar a Leeteuk, estaba seguro de ello.
—¡KANGIN! ¡Lucha
contra ello! ¡Él no se está ahogando! ¡KANGIN!
Lo último que oyó
Kangin fue su nombre ser gritado una y otra vez, pero no pudo responder cuando
su cabeza estuvo cubierta de agua, y él era halado aún más profundo. La oscuridad
lo envolvió mientras continuaba tratando de llegar a su compañero. Se estiró y
lo buscó pero fue en vano.
De pronto, el
agua se retiró y se encontró en una habitación oscura como una cueva. Se puso
de pie y miró a su alrededor. Trató de quitar el agua de su ropa y piel, pero
miró con sorpresa al ver que no se encontraba mojado.