Amigos,
reflexionó Hyukjae mientras se hundía en la almohada, exhausto, siempre que no
tuviera que ver a Kyuhyun con Donghae. El prometido de Kyuhyun. El amado de Hyukjae.
Inspiró
hondo e hizo una mueca cuando las agujas de dolor se clavaron en su hombro y
brazo. Aunque tal vez, mereciera la pena soportar las heridas, por la sencilla
razón de que lo dispensaban de cumplir con su papel de prometido complaciente.
Mejor aún, su herida significaría el aplazamiento de sus nupcias. Intentó
suprimir el alivio empañado de culpabilidad.
En
cuanto a la boda de Kyuhyun, de una cosa estaba seguro. Fuese cual fuese la
excusa que tuviera que inventar, pensaba aislarse en el campo y permanecer allí
hasta que el acontecimiento hubiese quedado atrás.
Diez
días después, Hyukjae estaba sentado en un sofá de la biblioteca en su casa de
campo. El torturador traqueteo del viaje desde Londres lo tuvo sumido en el
olvido del láudano durante los primeros dos días desde su llegada. Aquella
mañana, se sentía lo bastante recuperado para haber insistido en abandonar la
cama.
Se
sentía mejor estando levantado. Allí, en aquel lugar entrañable, podía hojear
sus libros, recibir los despachos de Londres y, en bendita soledad, contemplar
el paisaje de Donghae, que se había llevado para colgarlo encima de la
chimenea.
En el
jardín que se veía por la puertas de cristal, había encargado a los jardineros
que plantaran lavanda. A pesar del frío primaveral, estaba agarrando. A
mediados de verano, los tallos de color verde grisáceo echarían sus olorosos
brotes. Para entonces, ya estaría sin vendas, caminaría sin un bastón y, quizá,
pudiese ver por el ojo que seguía cerrado por la inflamación.
De un
cuenco de su escritorio tomó un ramito de la lavanda que le había cortado el
jardinero, asegurándole que las hojas eran casi tan fragantes como las flores.
Su aroma, mientras las frotaba entre los dedos, evocó vívidamente la imagen de Donghae: brillante
cabello negro, sus hombros, oscuros ojos y unos labios sensuales con la promesa
de la pasión que hallaría en sus brazos, su cuerpo envuelto en seda y aroma de
lavanda...
—¿Hyukjae?
Al
abrir el ojo, su visión fue reemplazada por la imagen de otro joven.
—¿Ryeowook?
¿Qué haces aquí? Creía que os había convencido a ti y a mamá para que no os
fuerais de Londres. No ocurrirá nada malo, ¿verdad? ¿Mamá no...?
—En
casa todo está bien. ¿Lo estás tú? —se acercó, se inclinó para darle un beso en
la mejilla y le puso la mano allí—. Ya no tienes fiebre... excelente. ¿Puedo?
—señaló una silla.
—Por
favor, siéntate. ¿Por qué has venido, entonces?
Ryeowook
rió. Siempre había tenido una risa agradable, como el suave borboteo de un
riachuelo. Hyukjae intentó generar algo más que una moderada apreciación y, con
otra punzada de culpabilidad, fracasó.
—Por
algo muy importante para mí, para atreverme a entrar en tu fortaleza —bromeó
con un gesto que abarcaba toda la habitación. Alzó la mirada fugazmente al
paisaje de encima de la repisa y volvió el rostro hacia Hyukjae—. Espero que no
te disgustes. Al menos, no demasiado. Cielos, será mejor que lo suelte de una
vez —inspiró hondo—. Hyukjae, deseo anular nuestro compromiso.
—¿Anularlo?
—de todas las cosas que podría haber dicho, era la más inesperada—. ¿Por qué, Ryeowook?
—La
verdad es que me he enamorado. No es un gran partido, pero su familia es muy
respetada, su fortuna aceptable y, sinceramente, aunque nada de eso fuera
cierto, seguiría queriendo casarme con él. Verás, lo amo con todo mi corazón, y
lo asombroso es que él también me ama.
Volvió
a reír, un gorjeo alegre que era la felicidad hecha música. Con ojos
centelleantes, rostro radiante y sonrisa deslumbrante, era la viva imagen de
una persona enamorada. El vago temor de Hyukjae de que hubiese sospechado algo
sobre su amor por Donghae y hubiese ido a pedirle explicaciones murió
apaciblemente.
—Háblame
de él, del hombre que ha cautivado tu corazón.
—Ya lo
conoces, Hyukjae: Kim Jongwoon, el capitán Kim, y es maravilloso. Bueno, al
principio era un poco tieso, pero empezamos a hablar de Yesung y del ejército,
y enseguida... enseguida nos hicimos grandes amigos.
Hyukjae
no pudo reprimir una sonrisa. Ryeowook hablaba tan atropelladamente que
necesitaba escuchar con atención para no perderse detalle. Nunca, desde el
accidente, lo había visto tan emocionado... ni encantador.
—Me
sentía a gusto hablando con él, como si lo conociera de toda la vida y, al
mismo tiempo, resultaba excitante, casi temible. Al principio pensé que se
debía a que le faltaba un brazo... pero, después de un tiempo, ya no lo notaba,
y la sensación de miedo se hacía más fuerte. Luego, cuando me besó...
—Eso
vino mucho después —rió Ryeowook—. Desde luego que se casará conmigo, en cuanto
tenga la certeza de que nuestro compromiso está anulado. Claro que yo le
advertí que pretendo casarme con él y no con otro, tanto si tú me liberas de
nuestro compromiso como si no. Y lo haré... aunque tenga que huir del país, o
algo así —con expresión repentinamente seria, tomó la mano sana de Hyukjae—.
Aunque no creo que sea necesario. Me liberarás del compromiso, ¿verdad, Hyukjae?
—Claro
que sí, Wook. Os deseo a los dos toda la felicidad del mundo.
Le
rodeó el cuello con los brazos y lo abrazó con fiereza.
—Gracias,
amigo mío. Entonces, ¿todo arreglado? Me quedaré solo esta noche, quiero que la
anulación salga en los periódicos antes de que acabe la semana. Hasta que Jongwoon
no vea que es oficial, no dará un paso. ¡Es tan fiel a sus principios! Y quiero
celebrar la boda lo antes posible —le brindó a Hyukjae una sonrisa pícara—. Los
besos son tan deliciosos, que me muero por ver lo que viene después.
Hyukjae
rió, la primera vez que sentía un regocijo genuino desde hacía tanto tiempo,
que no le importó que su endiablado hombro se resintiera por el movimiento.
—Granuja.
Será mejor que te casemos antes de que organices un escándalo.
—Vendrás
a Londres para la boda, ¿verdad? No imaginaria a nadie más llevándome al altar.
¿Por favor? —elevó hacia él unos ojos suplicantes.
Londres.
Donghae. Donghae y Kyuhyun. Hyukjae sintió un estremecimiento de angustia. Pero
no podía negárselo.
—Por
supuesto, Wook. Y dile a ese capitán que, si no te trata como el príncipe que
eres, tendrá que responder ante mí.
Al levantarse
para irse, Ryeowook volvió a desviar la mirada al cuadro de encima de la
repisa. Después de contemplarlo durante un momento, se alejó hacia la puerta.
Con la mano en el pomo, dijo:
—Te
veré a la hora del té. Y Hyukjae...
—¿Sí?
—El
amor es tan increíble, un regalo tan maravilloso, que, si alguna vez tienes la
fortuna de encontrarlo, mi querido amigo... no dejes que nada ni nadie te
aparte de él.
Donghae
estaba retocando unos diseños, cuando Heechul subió para anunciar una visita.
Como no había visto al prometido de Hyukjae desde la noche en que curara sus
heridas, se había olvidado de idear una historia creíble para explicar su
desmesurado interés por el hijo herido de una conocida.
Sin
embargo, el joven seguía tan de cerca a Heechul, que Donghae, con la cabeza
llena de líneas y colores, no tuvo tiempo de inventar una. Mientras se
preguntaba con intranquilidad cuál seria el motivo de su visita a un lugar tan
poco digno de su posición, Donghae le ofreció un té.
—Es
muy amable de su parte, pero no deseo interrumpirlo en su tarea. Creo que es
maravilloso que pueda desarrollar su talento. Sus diseños son tan originales, y
lady Sora lo tiene en tan alta estima...
A
pesar de la sorpresa, Donghae no pudo evitar sentirse halagado. El joven parecía
sincero.
—Gracias.
Iba a hacer un descanso para tomarme una taza de té, así que estaría encantado
de que me acompañara.
—En
ese caso, será un placer.
Estaban
sentados tomando el té, el joven después de pedir a Donghae su opinión sobre
los colores que más le favorecían, preguntó:
—¿Le
importaría diseñar mi traje de novio?
Donghae
se atragantó. La frescura del joven le había hecho olvidar demasiado deprisa
quién era en realidad.
«Contrólate»,
se dijo con brusquedad. Él sería un cliente más. Además, ¿quién más que Hyukjae
merecía que su prometido, resplandeciente y ansioso en el día de su boda,
luciera un traje que realzara su belleza? Porque el joven resplandecía de
felicidad en aquellos momentos. ¿Y por qué no, con Hyukjae como novio?
Donghae
tomó otro sorbo y tragó despacio, tomándose tiempo para serenarse.
—Será
un honor — se oyó decir. Si repetía la frase con la debida frecuencia, cuando
el traje estuviera terminado, quizá lo creyera.
—Debo
advertirle que lo necesitaré casi de inmediato. Quiero casarme al día siguiente
de la segunda lectura de las amonestaciones.
La
noticia lo distrajo. ¿A qué se debía aquella prisa tan repentina? Aunque, tal
vez lo supiera. Quizá lo había escogido no tanto por su destreza, sino para enfatizar
que muy pronto, establecería un vínculo permanente que dejaría a Hyukjae para
siempre fuera de su alcance.
—Entonces,
¿se ha recuperado? —preguntó Donghae, poniendo voz a su preocupación más
inmediata.
—Ah,
sí. El brazo siempre le dolerá, por supuesto, pero hace meses que ha retomado
sus intereses habituales. Incluso monta de maravilla.
—¿Monta?
—Mm.
Estaba pensando en algo en azul. Él llevará puesto el uniforme, por supuesto, y
no quiero competir con el rojo. ¿No habíamos quedado en que el celeste me
sentaría bien?
—¿El
u... uniforme? —tartamudeó Donghae. ¿Acaso la misión que había llevado a cabo
para el ministerio le había hecho merecedor de un cargo militar?
El
joven Ryeowook se quedó inmóvil.
—Mi
querido lord Aiden, ¿es que no ha leído la anulación en el Post?
—¿Qué
anulación?
Para
absoluta sorpresa suya, el joven se puso en pie y lo abrazó con fiereza.
—¡No
sabe cuánto lo siento! Debe de haberme tomado por un perverso. Permítame
decirle sin más rodeos que rompí el compromiso con Hyukjae hace una semana. Me
he enamorado de un joven capitán, y nos casaremos lo antes posible.
Se
casaría, pero no con Hyukjae. Donghae fue incapaz de articular palabra. Ryeowook
le ofreció té.
—Ojalá
tuviera algo más fuerte que ofrecerle, pero al menos, debería tomar esto.
Ahora, permítame explicarle lo ocurrido —se recostó en el sofá con un suspiro—.
Cuando Hyukjae me pidió que me casara con él, sabía que no me profesaba el
afecto de un futuro esposo. Acepté porque, sin el apoyo de Yesung, era
demasiado cobarde para afrontar la vida solo. Fue una acción despreciable por
mi parte, pero, como dicen, no hay mal que por bien no venga. De no haber
estado prometido cuando conocí a mi Jongwoon, no habría tenido valor para
profundizar su amistad. Ni él habría bajado la guardia. En realidad, mi
compromiso nos ofreció la seguridad que nos permitió ser nosotros mismos y
enamorarnos.
Ryeowook
lo miró durante un momento. Debió de deducir que seguía con la mente y la
palabra inconexas, porque prosiguió.
—También
supe, casi de inmediato a mi regreso a Londres, que Hyukjae sufría intensamente
por algún motivo. Al principio, pensé que se debía a su trabajo, o a la muerte
de Yesung, pero enseguida comprendí que lo que lo afligía era un mal de amores.
Para entonces, di gracias por ello, porque empezaba a conocer a Jongwoon…
Después,
cuando comprendí que me había enamorado, solo esperaba el momento propicio para
romper nuestro compromiso. Pero Hyukjae se marchó inesperadamente y, cuando
regresó, estaba herido. Hasta que no vi su rostro aquella noche, cuando lo
atendía, no sospeché que lo amaba. ¡Cómo deseé que su amor hacia usted y su
deber de no romper conmigo fuese la causa de su desdicha! Luego, cuando lady Sora
me dijo que había pintado el paisaje que se lleva a todas partes, no me cupo
ninguna duda.
Donghae
seguía teniendo dificultad para formar palabras.
—No...
no sé qué decir.
—Querido
señor, ¡no tiene que decirme nada! Me alegro tanto de que la persona a la que Hyukjae
ama tan profundamente sea una criatura hermosa e inteligente tan digna de él y
que, ahora que nuestro estúpido compromiso ha quedado anulado, podrá poner fin
a su tristeza y entregarle su amor y su corazón... Porque lo ama, ¿verdad?
—Sí
—era una gran dicha poder decirlo en voz alta, aunque resultara extraño que la
primera persona que lo escuchara fuese el joven al que se había prometido
ocultárselo—. Sí, amo a Hyukjae.
Con un
pequeño grito, Ryeowook lo volvió a abrazar.
—
¡Espléndido! Entonces, los dos seremos felices, Aiden. ¿Puedo llamarlo Aiden? —
hizo una breve pausa y su sonrisa se disipó—.Pero ... si no sabía que habíamos
roto el compromiso, Hyukjae no debe de haberse puesto en contacto contigo. ¿No
te ha escrito?
—No.
No sé nada de él desde... desde que pusimos fin a nuestra relación, y de eso
hace meses.
Ryeowook
frunció el ceño.
—Qué
extraño.
—Tal
vez... tal vez ya no sienta el mismo afecto por mí.
—Tonterías
—replicó Ryeowook con un ademán impaciente—. Todavía te ama, estoy seguro. Ah...
¿por qué no lo sospecharía desde el principio? —se acercó a Donghae y le tomó
las manos—. Si Hyukjae no se ha puesto en contacto contigo, debes ir a verlo.
Pese
al tumulto emocional que experimentaba, Donghae no pudo reprimir una sonrisa.
—Te
aseguro que, si Hyukjae todavía siente algo por mí, me buscará.
—Tal
vez —Ryeowook lo miró con expresión reflexiva—. Pero el Hyukjae que está
sentado en una biblioteca en penumbra en el campo no es el mismo hombre que
partió de Inglaterra hace dos meses. Sigue sin ver con el ojo derecho, apenas
puede mover el brazo y puede que no recupere la movilidad de la mano. Sí, sé
que eso no significa nada para ti, pero, mi experiencia personal me dice que
para él, sí. Cuando una persona sana resulta herida de forma permanente, es
normal que surjan inseguridades. Hasta mi Jongwoon, cuando le dije que
pretendía poner fin a mi compromiso con Hyukjae, se horrorizó de que quisiera
abandonar la protección de un marido en posesión de todos sus miembros y me
entregara a otro que era «incompleto», según dijo. Claro que —añadió con una
sonrisa pícara—, cuando terminé de besarlo decidió que tal vez fuera mejor que
me casara con él. Así que, ya ves, si Hyukjae no viene a ti, tú debes ir a él.
Durante
un momento, Donghae lo miró fijamente. La convicción del joven le hacía dudar.
Ir a ver a Hyukjae sin ser invitado. ¿Tendría valor?
Como
si hubiese leído sus pensamientos, Ryeowook dijo con suavidad:
—Si lo
amas, puedes hacerlo. Si de verdad lo quieres, tendrás que hacerlo —recogió sus
guantes—. ¿Me harías otro favor? ¿Asistirías a mi boda? De no ser por el amor
que Hyukjae te profesa y que le hizo comportarse de forma tan extraña, llevada
por mi ansiedad, quizá hubiese precipitado nuestra boda y los dos lo habríamos
lamentado durante el resto de nuestras vidas. En cambio, tuve el tiempo y la
fortaleza de conocer a mi Jongwoon, y jamás podré agradecerte bastante tan
maravilloso regalo.
A
pesar de las emociones conflictivas que la zarandeaban, Donghae tuvo que sonreír
ante las paradojas de la vida: el joven al que había creído perjudicar
gravemente lo veía como una especie de ángel guardián.
—Si
así lo deseas, será un honor.
—
¡Excelente! Puesto que Hyukjae es como un hermano para mí, tú y yo debemos ser
hermanos. Quizá el día de mi boda tenga algo interesante que anunciar.
Sonriendo
por aquel pensamiento romántico, la joven se marchó.
Donghae
siguió al mayordomo por el pasillo, con el corazón latiéndole con fuerza contra
las costillas. Durante todo el trayecto no había dejado de pensar en el joven
Ryeowook quien, al conocer al hombre que quería, no había vacilado en realizar
lo necesario para hacerlo suyo.
Donghae,
sin embargo, que tanto se enorgullecía de su independencia, siempre había
esperado a que los hombres de su vida actuaran. ¿Tendría la osadía de reconocer
su amor y arriesgarse a sufrir la humillación de una negativa?
Se
detuvieron delante de la puerta de la biblioteca.
—Ha
salido al jardín, lord Aiden —dijo el mayordomo—. No lo anunciaré si no lo
desea.
Donghae
se frotó las manos con nerviosismo. El mayordomo hizo una reverencia y él
avistó el esbozo de una sonrisa antes de que se alejara. Cielos, ¿acaso todo el
mundo sospechaba el motivo de su visita?
Al
entrar, se paró en seco, sorprendido al ver su paisaje colgado sobre la
chimenea. Su nerviosismo se suavizó un poco. Hyukjae debía sentir todavía algo
hacia él si exhibía su cuadro en la que, según, era su habitación favorita.
Se le
aceleró el pulso al vislumbrarlo. Hizo acopio de valor, abrió las puertas de
cristal y salió al jardín.
—Deja
el té en el banco, si eres tan amable.
Era
obvio que Hyukjae había oído pasos, pero como se acercaba a él desde el lado
herido, no había visto quién se acercaba.
—Hola,
Hyukjae —lo saludó con suavidad. Todo su cuerpo se puso rígido.
—¿Donghae?
—susurró, todavía mirando al frente.
—Sí
—al acercarse, sus pensamientos se dispersaron como hojas al viento. No se le
ocurría nada que decir.
Ay,
pero había tanto que contemplar. La fea cicatriz junto al ojo, cruda pero
cerrada. El hombro derecho que mantenía encogido, la mano derecha inmóvil sobre
el regazo. Tenía buen color, aunque un poco pálido; el pelo, exuberante con el
brillo de la salud recuperada, y el cuerpo tan poderoso y sólido como Donghae
lo recordaba.
El
deseo casi abrumador de correr hacia él se disipó un poco al ver que él seguía
sentado en silencio, sin ni siquiera mirarlo. Se detuvo, vacilante.
—¿Te...
te encuentras bien?
—Sí.
Bastante recuperado, gracias. Por favor, siéntate.
Ryeowook
le había advertido que podía mostrarse distante, pero aquello era mucho peor de
lo que imaginaba. Parecía totalmente indiferente. El amor que antes había
sentido parecía haberse disipado con la misma rapidez que la hoja que había
sesgado su rostro. Lo más sabio seria guardarse lo que le quedaba de dignidad y
salir de allí.
«Si de
verdad lo quieres, harás lo que tengas que hacer». El consejo de Ryeowook
resonó en sus oídos. Ya que había ido tan lejos, debía tener el valor de llegar
hasta el final.
Todavía sin saber qué decir, tomó asiento.
—¿Está
Kyuhyun contigo? —la pregunta de Hyukjae, surgida de la nada, lo sobresaltó.
—N...
no. Ahora mismo, no está en Londres. Se ha ido a Irlanda a ocuparse de sus caballos,
según me dijo.
—Suele
hacerlo en esta época del año. Espero que vuelva pronto. No querrá estar
separado de ti durante mucho tiempo.
—Ya
no... no nos vemos muy a menudo.
Se
volvió ligeramente hacia él.
—No lo
entiendo... Donghae, ¿habéis reñido? Esperaba oír la noticia de vuestro
compromiso.
—¿Nuestro
compromiso?
—Sí. Kyuhyun
me dio a entender que esperaba que lo aceptaras pronto como prometido.
—¿Kyuhyun
te dijo que íbamos a prometernos?
—Eso
confiaba.
¿Podría
ser aquella la razón de su fría bienvenida? Una chispa de esperanza saltó en su
corazón.
— Hyukjae,
no estoy prometido a Kyuhyun. Es cierto que se declaró y, para vergüenza mía,
no lo rechacé enseguida.
—Quizá
debas reconsiderarlo. Es un gran hombre y seria un marido excelente. Sé que te
ama profundamente.
Como
reacción, no era muy alentadora.
—Yo...
yo había pensado en otro gran hombre.
—Entonces,
te deseo lo mejor.
Donghae
perdió los nervios.
—¡Maldita
sea, Hyukjae, me refiero a ti!
Hyukjae
casi... retrocedió. ¿Tanto le repugnaba la idea? La confianza de Donghae
recibió otro duro golpe.
—¿Por
qué querrías casarte conmigo? — preguntó en voz baja—. Eres hermoso, rico, y
podrías escoger a cualquier caballero casadero de Londres. Donghae, sé que hubo
un tiempo en que me profesabas... afecto, pero ya no soy el hombre que era.
¿En
cuerpo o en espíritu? Debía averiguarlo.
—¿En
qué sentido? —susurró.
—Creo
que es bastante obvio.
— Si
te refieres a tus cicatrices, son medallas de honor por las que un hombre debería
sentirse orgulloso. Ryeowook me contó lo que habías hecho. Eres un héroe, Hyukjae.
Hyukjae
hizo una mueca mientras volvía el rostro hacia el otro lado. Su voz, cuando por
fin habló, era tan ronca y baja que apenas pudo oírlo.
—No
quiero tu piedad.
¿Piedad?
¿Era eso lo que temía? Por fin había mostrado un destello de emoción, y había
dicho algo que confirmaba las predicciones de Ryeowook. Donghae enseguida
aplacaría sus miedos.
Como
tantos meses atrás, cuando había reunido valor para dar pie a su ilícita proposición, el corazón empezó a latirle con fuerza y se
sintió débil.
—¿No
te has preguntado por qué he venido? Tengo algo especial para ti —se inclinó
hacia él y sostuvo el papel. Con la otra mano, tomó la que estaba herida—. Lee esto.
Por un
momento, creyó que Hyukjae utilizaría la mano sana para desembarazarse de la
suya, pero en cambio, lentamente, a regañadientes, tomó el papel y lo abrió.
Luego,
dejó caer la hoja y, por primera vez, lo miró directamente a los ojos, con la
estupefacción reflejada en su rostro.
—Es...
es una licencia especial. Donghae, ¿se puede saber...?
—¿Quieres
casarte conmigo, Lee Hyukjae? ¿Ser mi héroe ahora y siempre, mientras vivas? Y
te lo advierto, si me rechazas, compraré la casa de al lado y te acosaré hasta
que cedas.
La más
leve sonrisa asomó a sus labios.
—Donghae,
eso es ridículo.
—No
más ridículo que amarnos y seguir separados. Hyukjae, los dos nos equivocamos
guardando silencio cuando deberíamos haber hablado, no cometamos más pecados de
omisión. Te amo, y no me iré de aquí hasta que no me convenzas de que ya no
sientes nada por mí.
—Ah, Donghae
—al mirarlo por fin, Donghae pudo ver el anhelo en sus ojos. Por primera vez
desde su llegada, sintió reavivarse la euforia que lo había dominado cuando Ryeowook
le reveló que habían roto su compromiso. No, Hyukjae no era indiferente—. Tal
vez creas que haces bien al venir aquí, Donghae, y es tan propio de ti... Eres
tan valiente y hermoso. Por eso precisamente te mereces mucho más que un
lisiado...
Donghae
le puso un dedo en los labios para interrumpir la frase.
—Dime
que no deseas esto —murmuró. Por fin empezaba a disfrutar. Le rodeó el cuello
con los brazos y acercó su rostro al de él—. Dime que quieres que me vaya.
Hyukjae
cerró los ojos.
—Quiero
que te...
Donghae
lo besó. Durante, tal vez, una fracción de segundo, Hyukjae se resistió. Luego,
elevó su brazo sano para apretarlo con fuerza contra él. Lo besó con la
intensidad y la desesperación de un hombre que hallaba de nuevo la fe después
de haber perdido toda la esperanza.
Donghae
le devolvió la caricia. Después de unos maravillosos momentos de pasión que lo
dejaron jadeante y provocaron reacciones prometedoras por todo su cuerpo, hizo
un esfuerzo por apartarse un poco.
—Un
caballero —susurró, antes de besarle la oreja— me convertiría —le besó la
barbilla— en un joven virtuoso —deslizó la lengua por la columna de su cuello
—después de tanto tiempo.
—¿Intentas
seducirme? — gimió Hyukjae.
—¿Lo
estoy consiguiendo?
—No
hasta que no veamos al vicario. Siempre que —le levantó la barbilla mientras
escrutaba su rostro con su ojo sano— sea esto lo que de verdad quieres.
—¿Me
amas, Hyukjae?
—Siempre
te he amado.
—Dilo
con mi nombre.
Hyukjae
sonrió, todo un mundo de ternura en la mirada.
—Te
amo, Aiden Donghae, mi corazón, mi vida.
—Entonces,
esto es lo que de verdad quiero —contestó, y procedió a demostrárselo sin que
quedara un asomo de duda.
¡Ha sido perfecto!
ResponderEliminarPara mi es la combinación perfecta; debido a que me encantan las historias de época, y amo a esta pareja.
Ha sido un final espléndido, me hubiera gustado saber que era lo que Hyukjae estaba sintiendo en cuanto llegó Donghae; en pocas palabras un pov de Hyukjae.
Gracias por traernos esta increíble adaptación.
Muerooo!!! Me encanto, me fascinó, muchas gracias por compartir con nosotras esta historia tan bonita, fue perfecta!!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar-corre por todo el blog gritando como loca-
ResponderEliminarAhhhhh~
Lindoooooo!!!
Ahhhhhh
Nooooooo
TT__TT
Que final tan abrupto~
No se vale~
Dios!!! Ahhhhhhhhh
Aiden Donghae~ ahhhhh
Que historia <3
SI EL AMOR LE GANO AL DOLOR Y RESENTIMIENTO PAR DE TONTO SUFRIERON SIN RAZON APARENTE PERO ESTA ETAPA SERVIRA PARA HACER MAS FUERTE SU UNION
ResponderEliminarAwww que hermosos!!
ResponderEliminarHyuckjae haciendose el dificil... Hahahaha
Me encantan tus adapt. :)
JongWoon es mi heroe *0*
ResponderEliminarDonghae fue preparado a verlo...con licencia y todo...hombre prevenido vale por dos.
Bobo Hyuk,queria alejarlo...y creyendo del compromiso de Hae con Kyu
Hae creyendo el compromiso de Hyuk y Wook....kyu anda lejos y Wook comprometido con otro...y mientras estos dos muriendose de amor.
Hae tuvo el valor de ir a verlo y acosarlo si no le daba el sí *0*
Bella historia
Linda historia.. me gusto mucho 🙇😻😻😻😻😻
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