The Lover- 14




—Sí, pero ya te hizo olvidar en una ocasión su compromiso con Ryeowook. Temo que lo vuelva a intentar.

—No lo hará.

—Yo no estoy tan convencido —Kyuhyun sonrió con ironía—. Aunque reconozco que, si estuviera en su pellejo, también me resultaría casi imposible renunciar a ti. Pero quiero proponerte una sencilla solución. Cásate conmigo, Donghae.

Aunque  había  insinuado  sus  intenciones  en  más  de  una  ocasión,  Donghae  no imaginaba que se declararía tan pronto. En su estado de turbación presente, no se hallaba en condiciones de responder.

—Kyuhyun, por favor... —murmuró.

—Solo te pido que lo consideres, Donghae. No era mi intención presionarte, pero, a pesar de tus esfuerzos y los de Hyukjae, es probable que volváis a encontraros. A mi esposo no se atrevería a ofrecerle más que la cortesía más breve. Y, si el brillo de tu presencia lo cegara momentáneamente, yo estaría allí para disuadirlo.

Un refugio más allá de la tentación, donde la seductora idea de hallar la forma de estar con Hyukjae, una esperanza que parecía incapaz de exterminar por completo, moriría lentamente por asfixia. Kyuhyun podría protegerlo de Hyukjae... y de sí mismo.

El enojo por su propio egoísmo disipó aquella quimera.

—Gracias, queridísimo amigo. Pero si deseo salvar el último vestigio de respeto hacia mí mismo, la fortaleza para evitar a Hyukjae debe nacer de mí. Además, mereces un esposo que te profese la misma pasión y fidelidad. Kyuhyun, no quiero herirte, pero, a pesar de lo querido que eres para mí, no puedo prometerte eso. Como tampoco podría perdonarme si te engañara diciéndote lo contrario. Con el tiempo, acabarías aborreciéndome.

—¿No es posible que, con el tiempo, llegaras a apreciarme tanto como yo a ti? —replicó —. Donghae, sé que ahora mismo estás hundido, pero dijiste que me apreciabas, ¿no es así?

—Por supuesto, pero...

—Entonces, eso me basta, de momento.

—¿Y si nunca siento nada más?

—Espero amarte por los dos, querido Donghae. Podría aceptarlo, siempre que... —vaciló, y un ligero rubor coloreó su rostro—. En fin, que mi persona no te resulte... ¿desagradable?

Se asemejaba tanto a un tímido colegial que, a pesar de la incomodidad de aquella entrevista, Donghae sintió deseos de reír... y compasión.

—En absoluto. Lo cierto es que te encuentro bastante atractivo.

Kyuhyun sonrió.

—Eso es una bendición. El único acuerdo inexcusable sería casarme contigo y prometer dejarte intacto. No fingiré que podría hacerlo.

Donghae recordó el roce de su pulgar en los labios y pequeñas caricias similares. Nunca lo bastante osadas para intranquilizarlo, testimoniaban un deseo que, en aquellos momentos, parecía más un consuelo que una amenaza.

Para ser del todo sincero, echaba de menos la intimidad del lecho conyugal. Hyukjae estaba fuera de su alcance, un hecho ineludible. ¿Acaso una unión amistosa con un amigo al que profesaba un gran afecto no seria un enorme consuelo? ¿No era una estupidez rechazar categóricamente una solución que, días o meses más tarde, cuando su intenso dolor se volviera tolerable, resultaría ser el paso más sensato?

Sin embargo, ofrecerle su amistad no era comparable a ofrecerle amor, y sería una gran injusticia para él, a pesar de sus valientes palabras. ¿No?

La cabeza empezaba a darle vueltas otra vez, y la opresión del pecho retomó.

—Tranquilo, cariño, no hace falta que te decidas ahora —lo tranquilizó Kyuhyun, intuyendo su creciente angustia—. Lo último que desearía sería disgustarte aún más. Pero prométeme que, cuando estés más sosegado, lo considerarás. Y que, si no puedes aceptarme ahora, recordarás que mi mano y mi corazón estarán siempre ahí, para ti, con solo que pronuncies la palabra.

Acto seguido, se acercó a él con vacilación. Demasiado exhausto y confuso para resistirse, Donghae consintió que le abrazara. Y, a decir verdad, fue un gran alivio apoyar la cabeza en su hombro y recostarse en sus brazos firmes.

Pasados unos momentos, Kyuhyun lo soltó.

—¿Lo pensarás? —preguntó con suavidad.

—Lo pensaré.

—Bien —sonrió y le apretó la mano. Donghae creyó que su intención era ayudarlo a levantarse del banco, pero, en cambio, se inclinó hacia delante y lo besó.

Solo fue un roce prolongado de sus labios sobre los de él, suave más que exigente. Y lo bastante tentador para dejarlo más confuso que nunca.



Hyukjae estaba sentado en una habitación iluminada por una única vela, escribiendo notas en un trozo de papel que guardaba oculto en el puño.

Calor portugués, polvo regado con buen vino. J: alto, campechano, calvo, risa alegre... ¿oculta algo? R: delgado, inmaculado, callado. ¿Competente o hipócrita? Lt: aburrido, aficionado a la bebida. Ahora me alojo con ellos.

La llama osciló y se apagó.

Palabras susurradas en el pasillo. Una reunión. Medianoche. Hyukjae se levantó sin hacer ruido de la silla, pegó la oreja a la áspera pared de madera. Unos pasos sordos alejándose. Abrió la puerta y escudriñó la oscuridad. La sombra que vio ¿era delgada? ¿gruesa? ¿Rematada con charreteras? Con manos temblorosas, se metió el puñal en la bota.

Un gajo de luna iluminaba las ráfagas de lluvia fina. Pasos... ¿los de él mismo?, resonando en la tierra dura de un callejón. Otros pies, haciendo un eco fantasmal... ¿o esperando apostados? Un hormigueo en la nuca, cada vello un vigía dando la señal de alarma. Golpes rítmicos, los de su corazón, y la respiración entrecortada.

De la negrura 'emergió un punto de luz, un destello de estaño que se hizo más largo, más delgado, y descendió en arco como una flecha plateada. Al clavarse, la luz explotó en una lluvia de dardos rojos que le cortaron la cara, el hombro, y corrieron por su brazo como regueros púrpura. Luego, como la flecha, Hyukjae caía y caía por el aire impregnado de sal.


Sintió el temblor, y el ruido de un cuerpo enorme al ser golpeado, oyó un gemido suave. Estaba en el vientre de la bestia, en una especie de catre estrecho con lados altos que le impedían caer al suelo mientras el monstruo se retorcía de lado a lado de pura agonía. Una agonía que él compartía, que estallaba en su cabeza y hombro a cada golpe que recibía la bestia, y que terminaba en los puntos de dolor de lo que antes solía una mano. Hasta que un zarandeo más brusco que los demás le hizo chocar contra el muro del olvido.



Donghae volvió a comprobar la hora en el reloj de la repisa, antes de caminar hasta la ventana. Kyuhyun llegaba media hora tarde, una circunstancia del todo insólita. El parque estaría atestado de vehículos cuando se presentaran para participar en el juego vespertino de los nobles de ver y dejarse ver.

Un juego que a Donghae no le importaría perderse, aunque Kyuhyun, con esa sonrisa lenta con la que lo había cautivado para asistir a más celebraciones sociales de las que su propia inclinación habría dictado, seguramente insistiría en que hiciese acto de presencia para recordar diariamente a los nobles que era una de ellos.

Al menos, pensó Donghae con sarcasmo, los paseos por el parque, bien del brazo de Kyuhyun o sentado en su calesa, le permitían exhibir sus diseños, que habían acabado en un gratificante aluvión de encargos nuevos.

Sin duda, sus horas creando diseños y la fluida camaradería de sus salidas con Kyuhyun eran las facetas más placenteras de su nueva vida, siendo «placentero» el mayor superlativo que podía emplear, ya que todavía sentía en la mente y en la médula el agudo dolor de la pérdida.

Hyukjae había hecho bien su trabajo. Durante casi un mes, no había visto ni rastro de O. De hecho, era tan fuerte la sensación de ausencia, que era como si se hubiera desvanecido de Londres por completo. Aunque, hallándose como se hallaban en el punto álgido de la temporada, Donghae sabía que eso era imposible.

El traqueteo de un carruaje fuera de la ventana la arrancó de su ensimismamiento. Kyuhyun detuvo la calesa, arrojó las riendas a un lacayo y saltó del vehículo. Su rostro, cuando entró medio minuto después, estaba tan sombrío que Donghae fue preso de la alarma.

—¿Qué ocurre, Kyuhyun?

—Nada... verdaderamente grave. Lamento haberme retrasado tanto. Vamos, o el parque estará atestado. Te lo contaré de camino allí.

Nervioso, se puso la capa, y esperó con impaciencia mientras subía a la calesa. Percibió el sabor frío y metálico del mal presagio.

—¿Qué ha pasado, Kyuhyun? —preguntó, en cuanto su querido amigo hostigó a los caballos.

—No debes disgustarte, Donghae. Todo se arreglará, estoy seguro. Es fuerte y, sin duda, se recuperará.

El pánico le heló el aire en los pulmones. No era necesario, pero balbució la pregunta de todas formas.

—¿Qui... quién?

—Hyukjae. Hace más de un mes que se fue a cumplir una misión para el ministerio. Circulaban rumores en Silver y en Brook's incluso antes de que se fuera... algo relacionado con contrabando de armas. Fue a investigar. No... no te dije nada para que no te preocuparas.

Al parecer, la extraña pero ineludible sensación de que se hallaba ausente era cierta. Y estaba preocupado, tan preocupado, que tiró de la manga de Kyuhyun y habló con aspereza.

— ¿Recuperarse? ¿De qué?

—¡Calma! —Kyuhyun alzó la vista de las riendas—. Cuando lady Sora recibió la noticia, me hizo llamar para que la acompañara en el viaje hasta la costa. Acabamos de regresar a Londres. Aunque imagino que, en cuanto los médicos digan que no hay peligro de moverlo otra vez, lo llevaremos a la casa de campo.

—¿Está... está muy malherido? —acertó a preguntar Donghae con labios trémulos. Un ceño de preocupación marcó las arrugas de la frente de Kyuhyun. Preocupación, pesar... ¿y miedo?

—No fingiré, parece muy enfermo. Recibió un tajo en la parte derecha de la cabeza y en el brazo. No... no es consciente de lo que pasa, y me temo que la herida está inflamada. El médico de lady Sora está fuera de la ciudad y no regresará hasta mañana por la mañana. De momento, se defiende, y estoy seguro de que se pondrá bien... —dejó la frase inacabada—. Pero desearía de todo corazón —añadió en voz tan baja que Donghae apenas lo oyó— poder retirar algunas palabras.

Durante el resto del paseo por el parque,

Donghae se sintió desvinculado de su cuerpo, que siguió en actitud de reposo en la calesa de Kyuhyun, saludando a conocidos o charlando con aquellos que detenían sus carruajes. Al mismo tiempo, en su mente zumbaban preguntas frenéticas. ¿Cómo de graves eran las heridas? ¿Estarían muy inflamadas? ¿Qué tratamiento había recibido antes o durante el viaje?

Si «se estaba defendiendo», ¿por qué no era consciente de nada y por qué parecía Kyuhyun tan preocupado?

Su mente revivió el tormento de los primeros días de la herida mortal de Spencer: los regueros de sangre que empapaban las sábanas y cobraban un color óxido, los jadeos, la fiebre que encendía sus mejillas como si hubiese estado cabalgando bajo el implacable sol peninsular. Y, luego, el largo y lento descenso hasta la muerte. El terror desplazó al dolor sordo que había morado en su pecho desde la ruptura con Spencer y se posicionó en él, triunfante.

Apenas recordó volver a casa, ni lo que dijo a Kyuhyun o a Zhoumi, que los esperaba. Pero minutos después, estaba indicando a un cochero que lo llevara a Portman Square.

No debía ir. ¿Qué le diría a lady Sora, a su prometido? Sin embargo, ningún poder terrenal podría haberla disuadido.

Cuando el mayordomo le abrió la puerta, le pidió que llamara a lady Sora.

—Imagino que no querrá recibir a nadie, pues el señor Cho me dijo que su hijo acaba de volver a casa herido. Tengo ... tengo amplia experiencia como enfermero de campaña y deseaba ofrecerle cualquier consejo que pueda ser de utilidad.

Para enorme alivio suyo, lady Sora, nerviosa y con el semblante pálido, retorciendo un pañuelo de hilo entre las manos, bajó a recibirlo momentos después.

—¡Lord Aiden! Me han dicho que está al corriente de la situación de mi hijo.

—Sí. Lamento presentarme sin previo aviso, pero, cuando el señor Cho me habló de las heridas de lord Eunhyuk, supe que debía de estar muy angustiada. Los cuidados de los primeros días son cruciales. ¿Lo atendió algún médico durante el viaje?

—No sé —al pensar en las heridas de su hijo, lady Sora se olvidó al instante de lo insólito de aquella visita—. Está envuelto en sábanas sucias.... no sabía si quitárselas o no, está tan agitado. Para colmo, nuestro médico no regresa a Londres hasta mañana por la mañana, y no conozco a ninguno en quien pueda confiar.... —se le escapó un pequeño sollozo—. Está tan enfermo, y no sé lo que hacer. Ni siquiera... —apretó los labios y su voz se redujo a un susurro—. Ni siquiera me reconoce.

Febril, ausente. Era una tortura estar confinada en aquella habitación cuando lo único que deseaba era correr al lado de Hyukjae. Donghae trató de mantener la calma.

—Hay varios cuidados que debería...

—¿Una visita? —la voz enojada procedente del vestíbulo interrumpió su respuesta—. ¿Quién se atreve a molestarnos ahora? ¿Y qué te ha poseído para hacerlo pasar?

Las palabras resonaron en la entrada de mármol antes de que el joven Ryeowook, echando chispas por los ojos, entrara cojeando en el salón.

—Lo siento, pero me temo que debe irse... —reconoció a Donghae y se detuvo en seco—. ¿Lord Aiden? —con una mirada de estupefacción, se volvió hacia lady Sora.

Retorciendo de nuevo el torturado pañuelo, la madre de Hyukjae miró alternativamente a Donghae y al joven Ryeowook con nerviosismo.

—Lord Aiden ha tenido noticia del percance de Hyukjae a través del señor Cho, y como curó a su marido de heridas similares, quiso... quiso ofrecernos el beneficio de su experiencia.

El joven Ryeowook miró a Donghae con asombro.

—Es... es muy amable por su parte, lord Aiden.

—Yo ... yo solía visitar su tienda, a menudo en compañía de Hyukjae, y adivinó enseguida lo angustiada que debía de estar —continuó lady Sora—. ¿No es así? — se volvió hacia Donghae con mirada suplicante.

La mirada cristalina del joven Ryeowook no abandonó el rostro de Donghae ni siquiera un momento. Donghae no imaginaba lo que debía de estar pensando, pero, en aquellos momentos, carecía de importancia.

—Así es —respondió—. Créanme que comprendo su angustia. Precisamente, iba a recomendar a lady Sora un tratamiento que dio buen resultado con las heridas de mi marido y de mi cuñado.

—En ese caso, lord Aiden —exclamó Ryeowook de repente, acercándose hacia él—, ¿podría atenderlo usted? Sé que es del todo irregular que se lo pida, pero... ya he sufrido la muerte de mi hermano y no puedo... no quiero... —le falló la voz.

Durante un momento, Donghae no estaba seguro de haber oído bien.

—Lo atenderé —contestó.

Conteniendo un sollozo, Ryeowook tomó su mano y se la besó.

—Gracias. Espere aquí, volveré enseguida.

Mientras esperaba, dio instrucciones a lady Sora para que reuniese los ingredientes necesarios para cataplasmas e infusiones curativas.

—Iré a la cocina enseguida. Gracias, lord Aiden. Nunca olvidaré su bondad. Y... lord Aiden —añadió, mirándolo a los ojos con pesar y comprensión—. No sabe cuánto lo siento.

Donghae asintió, mientras sentía la amenaza de las lágrimas.

Por fortuna, el prometido de lord Eunhyuk regresó para conducirlo, indicándole con un dedo en los labios que guardara silencio, a través de un laberinto de habitaciones de servicio y por unas estrechas escaleras, hasta un ancho pasillo exquisitamente decorado.

El hedor de vendas sucias la asaltó antes de que llegaran a la puerta del dormitorio. Palideciendo, Ryeowook se llevó un pañuelo a la nariz. Sus ojos se anegaron de lágrimas.

—Que Dios lo bendiga si puede ayudarlo — susurró mientras llamaba con los nudillos. El ayuda de cámara de Hyukjae, Rain, contestó.

—No debe verlo ahora, joven. Está... está febril.

—He traído a un experimentado enfermero de campaña, Rain. Déjalo entrar y sigue sus instrucciones.

Donghae se acorazó contra la reacción del criado, decidido a entrar a pesar de lo que este pudiera revelar. Nada ni nadie la apartarían de Hyukjae en aquellos momentos.

Rain se volvió hacia él y se puso rígido. Entonces, antes de que Donghae o el joven Ryeowook pudieran decir nada, se apartó a un lado.

—Si puede hacer algo para ayudar, señor, le estaré eternamente agradecido. Donghae asintió y se acercó al lecho. La imagen que la esperaba merecía poner un grito angustiado en el cielo.

Hyukjae estaba tumbado, con la camisa hecha jirones, las vendas sucias en torno al brazo y la mano derecha, y el pelo aplastado por la suciedad y la sangre. Incluso a la tenue luz, advirtió el brillo febril que le cubría el rostro, los labios secos y cuarteados, las sacudidas de su cuerpo al combatir la infección que intentaba adueñarse de él.

—Hay que quitarle esos harapos. Rain, llame a un criado para que lo ayude. Hay que limpiarle la cabeza y el brazo. Tráigame agua caliente con jabón, y telas limpias para hacer vendas. Y envíe a alguien a casa de lord Lau para avisar a mi doncell. Que me traiga las medicinas, ¡enseguida!

Un cuenco de agua tibia y limpia descansaba sobre la mesita de noche, como si Rain hubiese estado a punto de lavar a su señor. Donghae acercó una silla a la cama, humedeció un paño y empezó a limpiarle la sangre coagulada del ojo.

A la tenue luz, no podía discernir si el ojo había sufrido algún daño o solo la piel de alrededor, tan henchido y distorsionado lo tenía. Cuando terminó de inspeccionar sus heridas y retirar todas las vendas sucias, las lágrimas anegaron sus ojos y resbalaron en silencio por sus mejillas.

A pesar de los destrozos del cuchillo y la falta de cuidados, se sentía esperanzado. Los latidos eran fuertes, su respiración estable, y su ojo experto le decía que, si podía limpiar las heridas y bajarle la fiebre, las posibilidades de que se restableciera eran altas.

Al levantar la vista para escurrir el paño, vio al joven Ryeowook, cuya presencia había olvidado por completo, observándolo desde el umbral. Donghae no imaginaba lo que su rostro podía revelar, ya que en aquellos momentos solo podía pensar en la necesidad de reducir la fiebre.

—Cuando termine, un carruaje le estará esperando —dijo en voz baja—. ¿Cómo podré darle las gracias?

Concentrado en escurrir el paño, Donghae no respondió de inmediato. Cuando alzó la vista, el joven había desaparecido.

Heechul entró poco después con una bolsa de tela.

—He traído té de corteza de sauce, y una cataplasma. Vamos, debe beber.

Rain los ayudó a incorporar a Hyukjae y a verter el líquido en su boca. Balbuciendo incoherencias, Hyukjae tragó saliva.

Donghae perdió la noción del tiempo mientras seguía el procedimiento que habían utilizado con Eunhyuk y los soldados en más de una angustiosa situación: empapar, escurrir, lavar; poner una compresa absorbente en la mano y el brazo hinchados, y una fría en el ojo herido; empapar, escurrir, lavar; levantarlo para hacerle beber té o caldo; empapar, escurrir, lavar; cambiar las compresas, limpiar con suavidad las heridas, purificar con coñac que, pese a estar inconsciente, hizo que Hyukjae apretara los dientes y gritara; cubrir con polvos de basilisco y volver a vendar; empapar, escurrir, lavar.

Por fin, su piel parecía más tibia, y su sueño menos inquieto.

—¿Ve lo que hay que hacer? —preguntó a Rain—. Lávelo para bajar la fiebre y siga dándole de beber. Cuando venga el médico, si manda traer sanguijuelas o pólvora, avíseme enseguida.

—Sí, señor. Gracias, señor.

Repentinamente exhausto, se volvió hacia Heechul. Sin decir una palabra, el doncell lo ayudó a levantarse.

—Es fuerte, señor. Y ahora está en manos de Dios.

Donghae se sorprendió al ver un resplandor rosado en el cielo cuando un lacayo, con una antorcha en la mano, los condujo al carruaje. Antes de que el criado le ayudara a montar, volvió la cabeza para mirar la casa por última vez.

Fuesen cuales fuesen las especulaciones que su visita nocturna pudiera originar, se alegraba enormemente de haberse presentado. La recuperación de Hyukjae no estaba asegurada, pero el terror que le había embargado al saber que estaba herido se había suavizado. Como decía Heechul, estaba en manos de Dios. Aunque, pensó con humor negro, ¿desde cuándo Dios le había negado algo a Lee Hyukjae?



Hyukjae abrió el ojo que no estaba vendado. Una tenue luz gris se filtraba por las contraventanas y había una vela encendida en la mesita, junto a la cama. Dedujo que se encontraba en el dormitorio de su residencia.

Tenía una vaga idea de que llevaba allí algún tiempo, pero casi todo lo ocurrido desde que abandonara su alojamiento para seguir al susurrador envuelto en una capa era un borrón.

Solo recordaba hechos sueltos: ver cómo un cuchillo descendía en la noche mientras se preguntaba si, como su superior. le había advertido, iban a degollarlo. Una herida en la cabeza y en el hombro que le hizo caer de rodillas. El forcejeo con su atacante. Algo cálido y pegajoso que le nublaba la vista. Un gruñido cuando su propia daga dio en el blanco. Pies corriendo, frío húmedo en el rostro y el hombro repentinamente en llamas, como un grito en los oídos después del silencio.

¿Qué había conseguido? ¿Quién lo había atacado, el hombre al que seguía? ¿Se trataba de uno de los sospechosos o de otra persona distinta? ¿Habrían llegado a tiempo los agentes de lord Jung? ¿Habrían detenido a su atacante?

Hyukjae no tenía ni idea.

Le ardía el lado derecho de la cara, el hombro le dolía como si de una tortura se tratara, y no sentía la mano derecha. Intentó flexionarla.

El dolor estalló en el pulgar, ascendió por sus huesos y reverberó en su cráneo. Cuando volvió de nuevo en sí, un sol pálido brillaba en las ventanas. Recordando que no debía mover la mano vendada, con la otra, se tocó con cuidado el lado vendado de la cara.

Su ojo... ¿volvería a ver con él? La posibilidad de haber perdido la vista lo aterrorizó. Hasta que pensó en Junsu y en Yesung. Una ceguera parcial sería un módico precio que pagar por cumplir una misión.

Pero ¿la había cumplido? Enojado, Hyukjae abrió el ojo. Sentía un dolor abominable en la cabeza y una sed acuciante le resecaba la lengua. Alargó una mano para tomar el vaso, pero, con la perspectiva de un solo ojo, lo tiró y maldijo.

—Permítame, milord —desde su lado ciego, apareció la mano de Rain, que le acercó el vaso. Hyukjae tragó el agua a grandes sorbos—. Ha venido a verlo un caballero —anunció—. Un tal lord Jung. ¿Debo hacerle pasar?

¡Jung! Quizá los agentes que lo habían encontrado hubiesen averiguado algo.

—¡Sí! Ayúdame a sentarme y, luego, hazle pasar.

Un momento después, su superior entró:

—¡Eunhyuk! No, no me dé la mano. No sabe cuánto me alegra ver que se está recuperando. Debo reconocer que nos ha dado un buen susto.

— Lo siento, señor. Espero que eso no sea lo único que le he dado.

Lord Jung rió, un ladrido áspero.

—Ya lo creo que no, gracias a Dios. Su misión ha sido todo un éxito.

—Teniendo en cuenta que vi poco y recuerdo aún menos, espero sinceramente que así sea.

—El hombre que lo atacó no era uno de su lista, sino un cómplice. Cuando lo atrapamos, conseguimos relacionarlo con el cabecilla: el civil «callado», creo que lo llamaba en sus notas.

Con amargura, Hyukjae recordó al hombre delgado y silencioso con el que había cenado y jugado a las cartas. Pensó en Junsu, degollado en un callejón, y en Yesung, muriendo ante sus propios ojos, y en su propio ojo y mano destrozados.

—¿Cómo puede un hombre darle la espalda a su país, causar conscientemente la muerte de sus propios soldados?

Lord Jung se encogió de hombros.

—Deudas. Codicia. Pero con su ayuda, hemos acabado con la desaparición de munición: no se ha producido ni un solo envío irregular desde el ataque. Wellington en persona envió un mensaje de agradecimiento. Se lo traeré más adelante, cuando esté más recuperado. Bueno, no quiero agotarlo —lord Jung se puso en pie—. Cúrese enseguida, ¿quiere? Lo necesitamos otra vez en el ministerio.

—Lo haré. Gracias, milord.

Con una inclinación de cabeza, lord Jung se fue.

Horas más tarde, después de haber dormitado, comido y dormitado de nuevo, después de que su madre le hiciera una visita llorosa, Ryeowook otra consoladora y después de que el médico, con sus instrumentos de tortura: vendas limpias, polvos purificadores, la lanceta, se hubiese ido, Rain anunció a otro visitante. Kyuhyun.

Su amigo, ¿su antiguo amigo?, entró en silencio y ocupó la silla que estaba junto a la cama. Durante un momento, ninguno de los dos habló.

—Madre de Dios. Hyukjae, tienes un aspecto infernal.

Hyukjae rió brevemente, haciendo una mueca al sentir la ya familiar incomodidad.

—Y me siento como si hubiera ardido en sus fuegos.

—El matasanos dice que ya estás mejor. Y tienes mejor aspecto que cuando te trajimos. Pensé... —le tembló la voz—. Pensé que íbamos a perderte.

—No tuvisteis tanta suerte.

—No —sonrió Kyuhyun—. Por desgracia, el médico dice que estás fuera de peligro, así que tendremos que cargar contigo.

Fuera de peligro. Físicamente, tal vez, pero su vida seguía igual de acabada que cuando había huido para jugar a ser héroe.

—Supongo que debo dar las gracias por ello —al recordar la descripción de su madre sobre lo ocurrido, lo miró a los ojos—. Hablando de gratitud, estoy en deuda contigo por haber ayudado a mi madre a arrastrar mi saco de huesos hasta Londres. No ha debido de ser fácil para ella. Y, en cuanto a interesarte por mi salud, Ryeowook dice que te has pasado una o dos veces al día para conocer mis progresos.

Kyuhyun se encogió de hombros.

—No es nada. Hyukjae, quena disculparme...

Hyukjae agitó su mano buena.

—No es necesario.

—Aun así, dije... dijo cosas imperdonables, y lo lamento. Sé que nunca harías daño a Donghae conscientemente. Yo, más que nadie, comprendo lo irresistible que es.

Qué extraño que, a pesar del fuego de sus heridas, la mención de su nombre todavía suscitase un dolor agridulce por todo su cuerpo. Hyukjae debía zanjar la cuestión, pero no pudo evitar preguntar:

—¿Cómo está?

—Bien. Preocupado por ti —Kyuhyun volvió a sonreír, con cierta ironía en aquella ocasión—. Sospecho que habría venido él mismo a comprobar tu mejoría si no le hubiese prometido informes diarios. Pero, por lo demás, se encuentra bien. La tienda prospera y, a pesar de eso, cada día lo aceptan más. De hecho, temo que pronto se vea asediado por pretendientes. Será mejor que le ponga el anillo lo antes posible.

—¿Anillo? —la palabra le dolió como un puñetazo en el pecho—. ¿Te has declarado y él te ha aceptado?

—No... del todo. Sí, le he expresado mis intenciones con claridad, pero él no me ha dado una respuesta definitiva... todavía. Sabes, si fuera posible que vosotros dos...

—No lo es —una triste rotundidad coloreó sus palabras. Había cancelado parte de la deuda que tenía con Yesung, pero la otra parte todavía estaba pendiente. Kyuhyun sonrió débilmente.

—Creo que me enamoré de él el día que entramos en su tienda — su mirada abandonó el rostro de Hyukjae y vagó por la estancia—. No podría soportar perderlo ahora.

Un sentimiento que Hyukjae comprendía perfectamente. Aunque le causaba un dolor físico comparable a sus heridas imaginarla casada con otro, se merecía que un hombre bueno como Kyuhyun lo amara y protegiera. Aunque no se creía capaz de presenciar su feliz noviazgo.

—¿Cuándo esperas...?

—No estoy seguro. Quisiera poder anunciar pronto nuestro compromiso, y celebrar la ceremonia al final de la temporada. Supongo que podré esperar hasta entonces —Kyuhyun rió con alegría—. ¿Qué tal una doble boda?

Cielos, no. Hyukjae movió la cabeza con fuerza y lo lamentó, ya que el gesto provocó un doloroso alud en su cabeza. Mientras se esforzaba por detenerlo, Kyuhyun se puso en pie.

—Te dejaré para que puedas descansar. Me alegro de verte tan mejorado. Y gracias. Tu... tu amistad significa mucho para mí —concluyó con brusquedad.

Todavía sujetándose la cabeza, Hyukjae acertó a sonreír débilmente.

—Siempre la tendrás.

Kyuhyun le dio una palmadita en el hombro y se fue.




2 comentarios:

  1. Ay~ Hae! No podías dejar que tu monito se muriera...
    Aunque a Wookie~ no le gusto! Y Sora solo sintiera lástima. Tú no dejaste a tu sexy mono!!!
    Aww~ alguien que le diga al mono que su pez fue quien lo salvo! Denle el crédito!!!!

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  2. Aaah....estúpido Kyuhyun....ㄱㄱ
    Por un momento hasta le iba a aplaudir a Hae por decir que no....pero después,senti lo mismo que al principio.
    Oh HyukJae...que bueno que se puedo recuperar,esta vivo y es mucha ganancia,ojala no tenga mucha consecuencia.
    Quien le dira a Hyuk que Hae fue a asistirlo...Wook o Sora?

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...