—Sí,
pero ya te hizo olvidar en una ocasión su compromiso con Ryeowook. Temo que lo
vuelva a intentar.
—No lo
hará.
—Yo no
estoy tan convencido —Kyuhyun sonrió con ironía—. Aunque reconozco que, si
estuviera en su pellejo, también me resultaría casi imposible renunciar a ti.
Pero quiero proponerte una sencilla solución. Cásate conmigo, Donghae.
Aunque había
insinuado sus intenciones
en más de
una ocasión, Donghae
no imaginaba
que se declararía tan pronto. En su estado de turbación presente, no se hallaba
en condiciones de responder.
—Kyuhyun,
por favor... —murmuró.
—Solo
te pido que lo consideres, Donghae. No era mi intención presionarte, pero, a pesar
de tus esfuerzos y los de Hyukjae, es probable que volváis a encontraros. A mi
esposo no se atrevería a ofrecerle más que la cortesía más breve. Y, si el
brillo de tu presencia lo cegara momentáneamente, yo estaría allí para
disuadirlo.
Un
refugio más allá de la tentación, donde la seductora idea de hallar la forma de
estar con Hyukjae, una esperanza que parecía incapaz de exterminar por
completo, moriría lentamente por asfixia. Kyuhyun podría protegerlo de Hyukjae...
y de sí mismo.
El
enojo por su propio egoísmo disipó aquella quimera.
—¿No
es posible que, con el tiempo, llegaras a apreciarme tanto como yo a ti?
—replicó —. Donghae, sé que ahora mismo estás hundido, pero dijiste que me
apreciabas, ¿no es así?
—Por
supuesto, pero...
—Entonces,
eso me basta, de momento.
—¿Y si
nunca siento nada más?
—Espero
amarte por los dos, querido Donghae. Podría aceptarlo, siempre que... —vaciló,
y un ligero rubor coloreó su rostro—. En fin, que mi persona no te resulte... ¿desagradable?
Se
asemejaba tanto a un tímido colegial que, a pesar de la incomodidad de aquella
entrevista, Donghae sintió deseos de reír... y compasión.
—En
absoluto. Lo cierto es que te encuentro bastante atractivo.
Kyuhyun
sonrió.
—Eso
es una bendición. El único acuerdo inexcusable sería casarme contigo y prometer
dejarte intacto. No fingiré que podría hacerlo.
Donghae
recordó el roce de su pulgar en los labios y pequeñas caricias similares. Nunca
lo bastante osadas para intranquilizarlo, testimoniaban un deseo que, en
aquellos momentos, parecía más un consuelo que una amenaza.
Para
ser del todo sincero, echaba de menos la intimidad del lecho conyugal. Hyukjae
estaba fuera de su alcance, un hecho ineludible. ¿Acaso una unión amistosa con
un amigo al que profesaba un gran afecto no seria un enorme consuelo? ¿No era
una estupidez rechazar categóricamente una solución que, días o meses más
tarde, cuando su intenso dolor se volviera tolerable, resultaría ser el paso
más sensato?
Sin
embargo, ofrecerle su amistad no era comparable a ofrecerle amor, y sería una
gran injusticia para él, a pesar de sus valientes palabras. ¿No?
La
cabeza empezaba a darle vueltas otra vez, y la opresión del pecho retomó.
—Tranquilo,
cariño, no hace falta que te decidas ahora —lo tranquilizó Kyuhyun, intuyendo
su creciente angustia—. Lo último que desearía sería disgustarte aún más. Pero
prométeme que, cuando estés más sosegado, lo considerarás. Y que, si no puedes
aceptarme ahora, recordarás que mi mano y mi corazón estarán siempre ahí, para
ti, con solo que pronuncies la palabra.
Acto
seguido, se acercó a él con vacilación. Demasiado exhausto y confuso para
resistirse, Donghae consintió que le abrazara. Y, a decir verdad, fue un gran
alivio apoyar la cabeza en su hombro y recostarse en sus brazos firmes.
Pasados
unos momentos, Kyuhyun lo soltó.
—¿Lo
pensarás? —preguntó con suavidad.
—Lo
pensaré.
—Bien
—sonrió y le apretó la mano. Donghae creyó que su intención era ayudarlo a levantarse
del banco, pero, en cambio, se inclinó hacia delante y lo besó.
Solo
fue un roce prolongado de sus labios sobre los de él, suave más que exigente. Y
lo bastante tentador para dejarlo más confuso que nunca.
Hyukjae
estaba sentado en una habitación iluminada por una única vela, escribiendo
notas en un trozo de papel que guardaba oculto en el puño.
Calor
portugués, polvo regado con buen vino. J: alto, campechano, calvo, risa
alegre... ¿oculta algo? R: delgado, inmaculado, callado. ¿Competente o
hipócrita? Lt: aburrido, aficionado a la bebida. Ahora me alojo con ellos.
La
llama osciló y se apagó.
Palabras
susurradas en el pasillo. Una reunión. Medianoche. Hyukjae se levantó sin hacer
ruido de la silla, pegó la oreja a la áspera pared de madera. Unos pasos sordos
alejándose. Abrió la puerta y escudriñó la oscuridad. La sombra que vio ¿era
delgada? ¿gruesa? ¿Rematada con charreteras? Con manos temblorosas, se metió el
puñal en la bota.
Un
gajo de luna iluminaba las ráfagas de lluvia fina. Pasos... ¿los de él mismo?,
resonando en la tierra dura de un callejón. Otros pies, haciendo un eco
fantasmal... ¿o esperando apostados? Un hormigueo en la nuca, cada vello un
vigía dando la señal de alarma. Golpes rítmicos, los de su corazón, y la
respiración entrecortada.
De la
negrura 'emergió un punto de luz, un destello de estaño que se hizo más largo,
más delgado, y descendió en arco como una flecha plateada. Al clavarse, la luz
explotó en una lluvia de dardos rojos que le cortaron la cara, el hombro, y
corrieron por su brazo como regueros púrpura. Luego, como la flecha, Hyukjae
caía y caía por el aire impregnado de sal.
Sintió
el temblor, y el ruido de un cuerpo enorme al ser golpeado, oyó un gemido
suave. Estaba en el vientre de la bestia, en una especie de catre estrecho con
lados altos que le impedían caer al suelo mientras el monstruo se retorcía de
lado a lado de pura agonía. Una agonía que él compartía, que estallaba en su
cabeza y hombro a cada golpe que recibía la bestia, y que terminaba en los
puntos de dolor de lo que antes solía una mano. Hasta que un zarandeo más
brusco que los demás le hizo chocar contra el muro del olvido.
Donghae
volvió a comprobar la hora en el reloj de la repisa, antes de caminar hasta la
ventana. Kyuhyun llegaba media hora tarde, una circunstancia del todo insólita.
El parque
estaría atestado de vehículos cuando se presentaran para participar en el juego
vespertino de los nobles de ver y dejarse ver.
Un
juego que a Donghae no le importaría perderse, aunque Kyuhyun, con esa sonrisa
lenta con la que lo había cautivado para asistir a más celebraciones sociales
de las que su propia inclinación habría dictado, seguramente insistiría en que
hiciese acto de presencia para recordar diariamente a los nobles que era una de
ellos.
Al
menos, pensó Donghae con sarcasmo, los paseos por el parque, bien del brazo de Kyuhyun
o sentado en su calesa, le permitían exhibir sus diseños, que habían acabado en
un gratificante aluvión de encargos nuevos.
Sin
duda, sus horas creando diseños y la fluida camaradería de sus salidas con Kyuhyun
eran las facetas más placenteras de su nueva vida, siendo «placentero» el mayor
superlativo que podía emplear, ya que todavía sentía en la mente y en la médula
el agudo dolor de la pérdida.
Hyukjae
había hecho bien su trabajo. Durante casi un mes, no había visto ni rastro de
O. De hecho, era tan fuerte la sensación de ausencia, que era como si se
hubiera desvanecido de Londres por completo. Aunque, hallándose como se
hallaban en el punto álgido de la temporada, Donghae sabía que eso era
imposible.
El
traqueteo de un carruaje fuera de la ventana la arrancó de su ensimismamiento. Kyuhyun
detuvo la calesa, arrojó las riendas a un lacayo y saltó del vehículo. Su
rostro, cuando entró medio minuto después, estaba tan sombrío que Donghae fue
preso de la alarma.
—¿Qué
ocurre, Kyuhyun?
—Nada...
verdaderamente grave. Lamento haberme retrasado tanto. Vamos, o el parque
estará atestado. Te lo contaré de camino allí.
Nervioso,
se puso la capa, y esperó con impaciencia mientras subía a la calesa. Percibió
el sabor frío y metálico del mal presagio.
—¿Qué
ha pasado, Kyuhyun? —preguntó, en cuanto su querido amigo hostigó a los
caballos.
—No
debes disgustarte, Donghae. Todo se arreglará, estoy seguro. Es fuerte y, sin
duda, se recuperará.
El
pánico le heló el aire en los pulmones. No era necesario, pero balbució la
pregunta de todas formas.
—¿Qui...
quién?
—Hyukjae.
Hace más de un mes que se fue a cumplir una misión para el ministerio.
Circulaban rumores en Silver y en Brook's incluso antes de que se fuera... algo
relacionado con contrabando de armas. Fue a investigar. No... no te dije nada
para que no te preocuparas.
Al
parecer, la extraña pero ineludible sensación de que se hallaba ausente era
cierta. Y estaba preocupado, tan preocupado, que tiró de la manga de Kyuhyun y
habló con aspereza.
—
¿Recuperarse? ¿De qué?
—¡Calma!
—Kyuhyun alzó la vista de las riendas—. Cuando lady Sora recibió la noticia,
me hizo llamar para que la acompañara en el viaje hasta la costa. Acabamos de
regresar a Londres. Aunque imagino que, en cuanto los médicos digan que no hay
peligro de moverlo otra vez, lo llevaremos a la casa de campo.
—¿Está...
está muy malherido? —acertó a preguntar Donghae con labios trémulos. Un ceño de
preocupación marcó las arrugas de la frente de Kyuhyun. Preocupación, pesar...
¿y miedo?
—No
fingiré, parece muy enfermo. Recibió un tajo en la parte derecha de la cabeza y
en el brazo. No... no es consciente de lo que pasa, y me temo que la herida
está inflamada. El médico de lady Sora está fuera de la ciudad y no regresará
hasta mañana por la mañana. De momento, se defiende, y estoy seguro de que se
pondrá bien... —dejó la frase inacabada—. Pero desearía de todo corazón —añadió
en voz tan baja que Donghae apenas lo oyó— poder retirar algunas palabras.
Durante
el resto del paseo por el parque,
Donghae
se sintió desvinculado de su cuerpo, que siguió en actitud de reposo en la
calesa de Kyuhyun, saludando a conocidos o charlando con aquellos que detenían
sus carruajes. Al mismo tiempo, en su mente zumbaban preguntas frenéticas.
¿Cómo de graves eran las heridas? ¿Estarían muy inflamadas? ¿Qué tratamiento
había recibido antes o durante el viaje?
Si «se
estaba defendiendo», ¿por qué no era consciente de nada y por qué parecía Kyuhyun
tan preocupado?
Su
mente revivió el tormento de los primeros días de la herida mortal de Spencer:
los regueros de sangre que empapaban las sábanas y cobraban un color óxido, los
jadeos, la fiebre que encendía sus mejillas como si hubiese estado cabalgando
bajo el implacable sol peninsular. Y, luego, el largo y lento descenso hasta la
muerte. El terror desplazó al dolor sordo que había morado en su pecho desde la
ruptura con Spencer y se posicionó en él, triunfante.
Apenas
recordó volver a casa, ni lo que dijo a Kyuhyun o a Zhoumi, que los esperaba.
Pero minutos después, estaba indicando a un cochero que lo llevara a Portman
Square.
No
debía ir. ¿Qué le diría a lady Sora, a su prometido? Sin embargo, ningún poder
terrenal podría haberla disuadido.
Cuando
el mayordomo le abrió la puerta, le pidió que llamara a lady Sora.
—Imagino
que no querrá recibir a nadie, pues el señor Cho me dijo que su hijo acaba de
volver a casa herido. Tengo ... tengo amplia experiencia como enfermero de
campaña y deseaba ofrecerle cualquier consejo que pueda ser de utilidad.
Para
enorme alivio suyo, lady Sora, nerviosa y con el semblante pálido, retorciendo
un pañuelo de hilo entre las manos, bajó a recibirlo momentos después.
—¡Lord
Aiden! Me han dicho que está al corriente de la situación de mi hijo.
—Sí.
Lamento presentarme sin previo aviso, pero, cuando el señor Cho me habló de las
heridas de lord Eunhyuk, supe que debía de estar muy angustiada. Los cuidados
de los primeros días son cruciales. ¿Lo atendió algún médico durante el viaje?
—No sé
—al pensar en las heridas de su hijo, lady Sora se olvidó al instante de lo
insólito de aquella visita—. Está envuelto en sábanas sucias.... no sabía si
quitárselas o no, está tan agitado. Para colmo, nuestro médico no regresa a
Londres hasta mañana por la mañana, y no conozco a ninguno en quien pueda
confiar.... —se le escapó un pequeño sollozo—. Está tan enfermo, y no sé lo que
hacer. Ni siquiera... —apretó los labios y su voz se redujo a un susurro—. Ni
siquiera me reconoce.
Febril,
ausente. Era una tortura estar confinada en aquella habitación cuando lo único
que deseaba era correr al lado de Hyukjae. Donghae trató de mantener la calma.
—Hay
varios cuidados que debería...
—¿Una
visita? —la voz enojada procedente del vestíbulo interrumpió su respuesta—.
¿Quién se atreve a molestarnos ahora? ¿Y qué te ha poseído para hacerlo pasar?
Las
palabras resonaron en la entrada de mármol antes de que el joven Ryeowook,
echando chispas por los ojos, entrara cojeando en el salón.
—Lo
siento, pero me temo que debe irse... —reconoció a Donghae y se detuvo en
seco—. ¿Lord Aiden? —con una mirada de estupefacción, se volvió hacia lady Sora.
Retorciendo
de nuevo el torturado pañuelo, la madre de Hyukjae miró alternativamente a Donghae
y al joven Ryeowook con nerviosismo.
—Lord Aiden
ha tenido noticia del percance de Hyukjae a través del señor Cho, y como curó a
su marido de heridas similares, quiso... quiso ofrecernos el beneficio de su
experiencia.
El
joven Ryeowook miró a Donghae con asombro.
—Es...
es muy amable por su parte, lord Aiden.
—Yo
... yo solía visitar su tienda, a menudo en compañía de Hyukjae, y adivinó
enseguida lo angustiada que debía de estar —continuó lady Sora—. ¿No es así? —
se volvió hacia Donghae con mirada suplicante.
La
mirada cristalina del joven Ryeowook no abandonó el rostro de Donghae ni
siquiera un momento. Donghae no imaginaba lo que debía de estar pensando, pero,
en aquellos momentos, carecía de importancia.
—Así
es —respondió—. Créanme que comprendo su angustia. Precisamente, iba a
recomendar a lady Sora un tratamiento que dio buen resultado con las heridas de
mi marido y de mi cuñado.
—En
ese caso, lord Aiden —exclamó Ryeowook de repente, acercándose hacia él—,
¿podría atenderlo usted? Sé que es del todo irregular que se lo pida, pero...
ya he sufrido la muerte de mi hermano y no puedo... no quiero... —le falló la
voz.
Durante
un momento, Donghae no estaba seguro de haber oído bien.
—Lo
atenderé —contestó.
Conteniendo
un sollozo, Ryeowook tomó su mano y se la besó.
—Gracias.
Espere aquí, volveré enseguida.
Mientras
esperaba, dio instrucciones a lady Sora para que reuniese los ingredientes
necesarios para cataplasmas e infusiones curativas.
—Iré a
la cocina enseguida. Gracias, lord Aiden. Nunca olvidaré su bondad. Y... lord Aiden
—añadió, mirándolo a los ojos con pesar y comprensión—. No sabe cuánto lo
siento.
Donghae
asintió, mientras sentía la amenaza de las lágrimas.
Por
fortuna, el prometido de lord Eunhyuk regresó para conducirlo, indicándole con
un dedo en los labios que guardara silencio, a través de un laberinto de
habitaciones de servicio y por unas estrechas escaleras, hasta un ancho pasillo
exquisitamente decorado.
El
hedor de vendas sucias la asaltó antes de que llegaran a la puerta del
dormitorio. Palideciendo, Ryeowook se llevó un pañuelo a la nariz. Sus ojos se
anegaron de lágrimas.
—Que
Dios lo bendiga si puede ayudarlo — susurró mientras llamaba con los nudillos.
El ayuda de cámara de Hyukjae, Rain, contestó.
—No
debe verlo ahora, joven. Está... está febril.
—He
traído a un experimentado enfermero de campaña, Rain. Déjalo entrar y sigue sus
instrucciones.
Donghae
se acorazó contra la reacción del criado, decidido a entrar a pesar de lo que
este pudiera revelar. Nada ni nadie la apartarían de Hyukjae en aquellos
momentos.
Rain
se volvió hacia él y se puso rígido. Entonces, antes de que Donghae o el joven
Ryeowook pudieran decir nada, se apartó a un lado.
—Si
puede hacer algo para ayudar, señor, le estaré eternamente agradecido. Donghae
asintió y se acercó al lecho. La imagen que la esperaba merecía poner un grito
angustiado en el cielo.
Hyukjae
estaba tumbado, con la camisa hecha jirones, las vendas sucias en torno al
brazo y la mano derecha, y el pelo aplastado por la suciedad y la sangre.
Incluso a la tenue luz, advirtió el brillo febril que le cubría el rostro, los
labios secos y cuarteados, las sacudidas de su cuerpo al combatir la infección
que intentaba adueñarse de él.
—Hay
que quitarle esos harapos. Rain, llame a un criado para que lo ayude. Hay que
limpiarle la cabeza y el brazo. Tráigame agua caliente con jabón, y telas
limpias para hacer vendas. Y envíe a alguien a casa de lord Lau para avisar a
mi doncell. Que me traiga las medicinas, ¡enseguida!
Un
cuenco de agua tibia y limpia descansaba sobre la mesita de noche, como si Rain
hubiese estado a punto de lavar a su señor. Donghae acercó una silla a la cama,
humedeció un paño y empezó a limpiarle la sangre coagulada del ojo.
A la
tenue luz, no podía discernir si el ojo había sufrido algún daño o solo la piel
de alrededor, tan henchido y distorsionado lo tenía. Cuando terminó de
inspeccionar sus heridas y retirar todas las vendas sucias, las lágrimas
anegaron sus ojos y resbalaron en silencio por sus mejillas.
A
pesar de los destrozos del cuchillo y la falta de cuidados, se sentía
esperanzado. Los latidos eran fuertes, su respiración estable, y su ojo experto
le decía que, si podía limpiar las heridas y bajarle la fiebre, las
posibilidades de que se restableciera eran altas.
Al levantar
la vista para escurrir el paño, vio al joven Ryeowook, cuya presencia había olvidado
por completo, observándolo desde el umbral. Donghae no imaginaba lo que su
rostro podía revelar, ya que en aquellos momentos solo podía pensar en la
necesidad de reducir la fiebre.
—Cuando
termine, un carruaje le estará esperando —dijo en voz baja—. ¿Cómo podré darle
las gracias?
Concentrado
en escurrir el paño, Donghae no respondió de inmediato. Cuando alzó la vista, el
joven había desaparecido.
Heechul
entró poco después con una bolsa de tela.
—He
traído té de corteza de sauce, y una cataplasma. Vamos, debe beber.
Rain los
ayudó a incorporar a Hyukjae y a verter el líquido en su boca. Balbuciendo incoherencias,
Hyukjae tragó saliva.
Donghae
perdió la noción del tiempo mientras seguía el procedimiento que habían
utilizado con Eunhyuk y los soldados en más de una angustiosa situación:
empapar, escurrir, lavar; poner una compresa absorbente en la mano y el brazo
hinchados, y una fría en el ojo herido; empapar, escurrir, lavar; levantarlo
para hacerle beber té o caldo; empapar, escurrir, lavar; cambiar las compresas,
limpiar con suavidad las heridas, purificar con coñac que, pese a estar
inconsciente, hizo que Hyukjae apretara los dientes y gritara; cubrir con
polvos de basilisco y volver a vendar; empapar, escurrir, lavar.
Por
fin, su piel parecía más tibia, y su sueño menos inquieto.
—¿Ve
lo que hay que hacer? —preguntó a Rain—. Lávelo para bajar la fiebre y siga
dándole de beber. Cuando venga el médico, si manda traer sanguijuelas o
pólvora, avíseme enseguida.
—Sí,
señor. Gracias, señor.
Repentinamente
exhausto, se volvió hacia Heechul. Sin decir una palabra, el doncell lo ayudó a
levantarse.
—Es
fuerte, señor. Y ahora está en manos de Dios.
Donghae
se sorprendió al ver un resplandor rosado en el cielo cuando un lacayo, con una
antorcha en la mano, los condujo al carruaje. Antes de que el criado le ayudara
a montar, volvió la cabeza para mirar la casa por última vez.
Fuesen
cuales fuesen las especulaciones que su visita nocturna pudiera originar, se
alegraba enormemente de haberse presentado. La recuperación de Hyukjae no
estaba asegurada, pero el terror que le había embargado al saber que estaba
herido se había suavizado. Como decía Heechul, estaba en manos de Dios. Aunque,
pensó con humor negro, ¿desde cuándo Dios le había negado algo a Lee Hyukjae?
Hyukjae
abrió el ojo que no estaba vendado. Una tenue luz gris se filtraba por las
contraventanas y había una vela encendida en la mesita, junto a la cama.
Dedujo que se encontraba en
el dormitorio de su residencia.
Tenía
una vaga idea de que llevaba allí algún tiempo, pero casi todo lo ocurrido
desde que abandonara su alojamiento para seguir al susurrador envuelto en una
capa era un borrón.
Solo
recordaba hechos sueltos: ver cómo un cuchillo descendía en la noche mientras
se preguntaba si, como su superior. le había advertido, iban a degollarlo. Una
herida en la cabeza y en el hombro que le hizo caer de rodillas. El forcejeo
con su atacante. Algo cálido y pegajoso que le nublaba la vista. Un gruñido
cuando su propia daga dio en el blanco. Pies corriendo, frío húmedo en el
rostro y el hombro repentinamente en llamas, como un grito en los oídos después
del silencio.
¿Qué
había conseguido? ¿Quién lo había atacado, el hombre al que seguía? ¿Se trataba
de uno de los sospechosos o de otra persona distinta? ¿Habrían llegado a tiempo
los agentes de lord Jung? ¿Habrían detenido a su atacante?
Hyukjae
no tenía ni idea.
Le
ardía el lado derecho de la cara, el hombro le dolía como si de una tortura se
tratara, y no sentía la mano derecha. Intentó flexionarla.
El
dolor estalló en el pulgar, ascendió por sus huesos y reverberó en su cráneo.
Cuando volvió de nuevo en sí, un sol pálido brillaba en las ventanas.
Recordando que
no debía mover la mano vendada, con la otra, se tocó con cuidado el lado
vendado de la cara.
Su
ojo... ¿volvería a ver con él? La posibilidad de haber perdido la vista lo
aterrorizó. Hasta que pensó en Junsu y en Yesung. Una ceguera parcial sería un
módico precio que pagar por cumplir una misión.
Pero
¿la había cumplido? Enojado, Hyukjae abrió el ojo. Sentía un dolor abominable
en la cabeza y una sed acuciante le resecaba la lengua. Alargó una mano para
tomar el vaso, pero, con la perspectiva de un solo ojo, lo tiró y maldijo.
—Permítame,
milord —desde su lado ciego, apareció la mano de Rain, que le acercó el vaso. Hyukjae
tragó el agua a grandes sorbos—. Ha venido a verlo un caballero —anunció—. Un
tal lord Jung. ¿Debo hacerle pasar?
¡Jung!
Quizá los agentes que lo habían encontrado hubiesen averiguado algo.
—¡Sí!
Ayúdame a sentarme y, luego, hazle pasar.
Un
momento después, su superior entró:
—¡Eunhyuk!
No, no me dé la mano. No sabe cuánto me alegra ver que se está recuperando.
Debo reconocer que nos ha dado un buen susto.
— Lo
siento, señor. Espero que eso no sea lo único que le he dado.
Lord Jung
rió, un ladrido áspero.
—Ya lo
creo que no, gracias a Dios. Su misión ha sido todo un éxito.
—Teniendo
en cuenta que vi poco y recuerdo aún menos, espero sinceramente que así sea.
—El
hombre que lo atacó no era uno de su lista, sino un cómplice. Cuando lo
atrapamos, conseguimos relacionarlo con el cabecilla: el civil «callado», creo
que lo llamaba en sus notas.
Con
amargura, Hyukjae recordó al hombre delgado y silencioso con el que había
cenado y jugado a las cartas. Pensó en Junsu, degollado en un callejón, y en Yesung,
muriendo ante sus propios ojos, y en su propio ojo y mano destrozados.
—¿Cómo
puede un hombre darle la espalda a su país, causar conscientemente la muerte de
sus propios soldados?
Lord Jung
se encogió de hombros.
—Deudas.
Codicia. Pero con su ayuda, hemos acabado con la desaparición de munición: no
se ha producido ni un solo envío irregular desde el ataque. Wellington en
persona envió un mensaje de agradecimiento. Se lo traeré más adelante, cuando
esté más recuperado. Bueno, no quiero agotarlo —lord Jung se puso en pie—.
Cúrese enseguida, ¿quiere? Lo necesitamos otra vez en el ministerio.
—Lo
haré. Gracias, milord.
Con
una inclinación de cabeza, lord Jung se fue.
Horas
más tarde, después de haber dormitado, comido y dormitado de nuevo, después de
que su madre le hiciera una visita llorosa, Ryeowook otra consoladora y después
de que el médico, con sus instrumentos de tortura: vendas limpias, polvos
purificadores, la lanceta, se hubiese ido, Rain anunció a otro visitante. Kyuhyun.
Su
amigo, ¿su antiguo amigo?, entró en silencio y ocupó la silla que estaba junto
a la
cama. Durante un momento, ninguno de los dos habló.
—Madre
de Dios. Hyukjae, tienes un aspecto infernal.
Hyukjae
rió brevemente, haciendo una mueca al sentir la ya familiar incomodidad.
—Y me
siento como si hubiera ardido en sus fuegos.
—El
matasanos dice que ya estás mejor. Y tienes mejor aspecto que cuando te
trajimos. Pensé... —le tembló la voz—. Pensé que íbamos a perderte.
—No
tuvisteis tanta suerte.
—No
—sonrió Kyuhyun—. Por desgracia, el médico dice que estás fuera de peligro, así
que tendremos que cargar contigo.
Fuera
de peligro. Físicamente, tal vez, pero su vida seguía igual de acabada que
cuando había huido para jugar a ser héroe.
—Supongo
que debo dar las gracias por ello —al recordar la descripción de su madre sobre
lo ocurrido, lo miró a los ojos—. Hablando de gratitud, estoy en deuda contigo
por haber ayudado a mi madre a arrastrar mi saco de huesos hasta Londres. No ha
debido de ser fácil para ella. Y, en cuanto a interesarte por mi salud, Ryeowook
dice que te has pasado una o dos veces al día para conocer mis progresos.
Kyuhyun
se encogió de hombros.
—No es
nada. Hyukjae, quena disculparme...
Hyukjae
agitó su mano buena.
—No es
necesario.
—Aun
así, dije... dijo cosas imperdonables, y lo lamento. Sé que nunca harías daño a
Donghae conscientemente. Yo, más que nadie, comprendo lo irresistible que es.
Qué
extraño que, a pesar del fuego de sus heridas, la mención de su nombre todavía
suscitase un dolor agridulce por todo su cuerpo. Hyukjae debía zanjar la
cuestión, pero no pudo evitar preguntar:
—¿Cómo
está?
—Bien.
Preocupado por ti —Kyuhyun volvió a sonreír, con cierta ironía en aquella
ocasión—. Sospecho que habría venido él mismo a comprobar tu mejoría si no le
hubiese prometido informes diarios. Pero, por lo demás, se encuentra bien. La
tienda prospera y, a pesar de eso, cada día lo aceptan más. De hecho, temo que
pronto se vea asediado por pretendientes. Será mejor que le ponga el anillo lo
antes posible.
—¿Anillo?
—la palabra le dolió como un puñetazo en el pecho—. ¿Te has declarado y él te
ha aceptado?
—No...
del todo. Sí, le he expresado mis intenciones con claridad, pero él no me ha
dado una respuesta definitiva... todavía. Sabes, si fuera posible que vosotros
dos...
—No lo
es —una triste rotundidad coloreó sus palabras. Había cancelado parte de la
deuda que tenía con Yesung, pero la otra parte todavía estaba pendiente. Kyuhyun
sonrió débilmente.
—Creo
que me enamoré de él el día que entramos en su tienda — su mirada abandonó el
rostro de Hyukjae y vagó por la estancia—. No podría soportar perderlo ahora.
Un
sentimiento que Hyukjae comprendía perfectamente. Aunque le causaba un dolor
físico comparable a sus heridas imaginarla casada con otro, se merecía que un
hombre bueno
como Kyuhyun lo amara y protegiera. Aunque no se creía capaz de presenciar su
feliz noviazgo.
—¿Cuándo
esperas...?
—No
estoy seguro. Quisiera poder anunciar pronto nuestro compromiso, y celebrar la
ceremonia al final de la temporada. Supongo que podré esperar hasta entonces —Kyuhyun
rió con alegría—. ¿Qué tal una doble boda?
Cielos,
no. Hyukjae movió la cabeza con fuerza y lo lamentó, ya que el gesto provocó un
doloroso alud en su cabeza. Mientras se esforzaba por detenerlo, Kyuhyun se
puso en pie.
—Te
dejaré para que puedas descansar. Me alegro de verte tan mejorado. Y gracias.
Tu... tu amistad significa mucho para mí —concluyó con brusquedad.
Todavía
sujetándose la cabeza, Hyukjae acertó a sonreír débilmente.
—Siempre
la tendrás.
Kyuhyun
le dio una palmadita en el hombro y se fue.
Ay~ Hae! No podías dejar que tu monito se muriera...
ResponderEliminarAunque a Wookie~ no le gusto! Y Sora solo sintiera lástima. Tú no dejaste a tu sexy mono!!!
Aww~ alguien que le diga al mono que su pez fue quien lo salvo! Denle el crédito!!!!
Aaah....estúpido Kyuhyun....ㄱㄱ
ResponderEliminarPor un momento hasta le iba a aplaudir a Hae por decir que no....pero después,senti lo mismo que al principio.
Oh HyukJae...que bueno que se puedo recuperar,esta vivo y es mucha ganancia,ojala no tenga mucha consecuencia.
Quien le dira a Hyuk que Hae fue a asistirlo...Wook o Sora?