The Lover- 13






Todavía furioso, Donghae desvió su mirada furibunda de lady Jieun, cuyo rostro adquiría un alarmante tono encarnado, a los demás Grandes que contenían el aliento junto a Henry.

—¿Alguien más desea que le traigan el abrigo? En ese caso, por favor, pronúnciense. No deseo incomodar a mis criados una segunda vez.

Durante un momento, nadie dijo una palabra. Luego, una risa cristalina emergió por detrás del grupo congregado en torno a Henry.

—Lord y joven Lord Lau, Aiden, perdonadme por llegar tarde — el grupo se dividió como el mar Rojo ante Moisés y, apoyándose pesadamente en su bastón, el tio abuelo de Donghae, lord Leeteuk, joven conde viudo de Doone, avanzó con lentitud.

Para asombro de Donghae, el anciano se acercó y lo besó en las dos mejillas.

— ¡Hablas igual que tu padre! Aunque todavía te falta un poco para ser tan desdeñoso como él. Sally —se volvió hacia lady Jersey—, ¿te acuerdas de las miradas fulminantes de mi sobrino político, el difunto duque de Mokpo? —explicó a los presentes, que escuchaban con avidez—. ¿No crees que este chiquillo ha heredado el mismo genio?

Donghae se vio sometido a la atenta inspección de un par de sagaces ojos oscuros. Por lo visto, la pasó, porque la mujer llamada Sally avanzó para estrecharle la mano.

—Y tanto que me acuerdo. Cuando no era más que una atolondrada debutante, alguien me retó a que lo persuadiera a bailar. El duque me dirigió esa misma mirada fulminante y juro que creí que me convertiría en una estatua de sal.

Mientras los presentes reían, lady Jersey tomó el brazo de Donghae y la condujo al grupo.

—Ahora, debes permitirme que te presente a unos amigos.

—Pero tráemelo luego para que charle con este octogenario —le advirtió su tía abuela—. Tiene el mismo ingenio de mi sobrino, así que es una de las pocas personas con las que merece la pena hablar en esta endiablada fiesta. Ahora, Lau, búscame una silla cómoda. Mis huesos no soportan estar de pie en la corriente.

Henry sonrió.

—Enseguida, señor. Sooman, acompaña a lord Leeteuk a una silla junto a la sala del bufé.

Impulsivamente, Donghae se dio la vuelta para dar un abrazo al anciano.

—Gracias, lord Leeteuk, por venir a mi baile.

—Suéltame, niño, antes de que me rompas algo —protestó—. Y solía ser tío Leeteuk para ti, jovencito.

Los perfiles borrosos de un recuerdo se aclararon.

—No, era tío «Teukkie».

De niño, Leeteuk le parecía demasiado abrumador. El rostro severo del anciano se suavizó.

—Sí, ya me acuerdo —dijo. Luego, alzó la barbilla y golpeó el suelo con su bastón—. ¡Vamos, joven! Me muero por esa silla.



Después de un sueño intranquilo, Donghae terminó rindiéndose y se levantó antes del amanecer. Sorprendió al somnoliento caballerizo presentándose en los establos cuando todavía reinaba la oscuridad. Incluso en aquellos momentos, la luz coral y sonrosada del extremo oriental del cielo apenas era suficiente para cabalgar con seguridad.

Nervioso e inquieto, condujo a su fogosa montura al interior de Green Park y avanzó al trote. Faltaba más de una hora para su encuentro con Hyukjae, y era demasiado pronto para hubiera personal en el parque.

Pero, al doblar la primera curva, lo vio a corta distancia en el camino, montado sobre su semental negro. Donghae tiró de las riendas con brusquedad, y el corazón le dio un vuelco mientras su yegua se detenía. Hyukjae hincó los talones en los flancos de su caballo y avanzó.

En la intimidad del parque desierto y aprovechando el refugio que ofrecía la oscuridad, Donghae dejó que sus ojos devoraran cada detalle mientras se acercaba. Los minúsculos movimientos de sus muslos y rodillas para guiar a su caballo. Sus manos fuertes asiendo las riendas. Su mandíbula cuadrada, el ángulo arrogante de su mentón y, por fin, sus ojos.

Ninguno de los dos habló cuando Hyukjae saltó a tierra y alargó los brazos para ayudarlo a desmontar. Donghae contuvo una exclamación cuando sintió sus manos en la cintura, y cerró los ojos para saborear cada dedo que le ceñía.

—Estás temblando —dijo Hyukjae con voz ronca.

Sumido como estaba en la contemplación de sus labios, Donghae fue incapaz de contestar. Las sílabas revoloteaban en su cabeza, como un enjambre de abejas inquietas, pero no podía atraparlas, ni articular con ellas palabras. Solo podía permanecer de pie y mirarlo, enmudecido.

—Dulce Donghae.

Un susurro sedoso que le acarició los oídos. Hyukjae elevó una mano enguantada hasta su rostro y acarició sus pómulos con la piel de sus nudillos. Un suave sonido escapó de los labios de Donghae, que reclinó el rostro en su mano.

Hyukjae tomó su barbilla y la elevó, para estudiar su rostro con intensidad. Viéndose forzado a mirarlo a los ojos a tan corta distancia, Donghae rezó para que los suyos no lo traicionaran, reflejando su anhelo.

Vanas ilusiones. Murmurando su nombre con una exclamación, Hyukjae lo envolvió en un abrazo tan fuerte que Donghae contuvo la respiración. Luego, lo separó unos centímetros para besarle la frente, los ojos, las mejillas y, por fin, los labios. Para vergüenza suya, le devolvió el beso con igual fervor.

Por fin, cuando estaba tan aturdido que las piernas ya no lo sostenían, Hyukjae lo apartó dentro del círculo de sus brazos.

—Cariño —susurró—, yo...

Un penetrante silbido y el mugido de una vaca anunciaron llegadas inminentes. Con desgana, se separaron.

La lógica, y con ella la indignación por su propio comportamiento, emergieron despacio en la mente de Donghae. Tratando de aferrarse a ambas, se inclinó para tomar las riendas de su yegua. Hyukjae hizo lo mismo y, de tácito acuerdo, empezaron a caminar.

—¿Cómo estás?

—Ahora, tengo a Henry y a Zhoumi a mi lado. Y, habiendo muerto mi suegro, ya no tengo por qué esconderme.

—Me alegro, y soy feliz pensando que la sociedad te estima como siempre pensé que merecías. Pero, Donghae, debo saberlo. Que adoptaras un apellido falso para eludir a tu suegro lo entiendo, pero ¿por qué no me dijiste nunca quién eras?

Donghae reflexionó un momento sobre cómo explicar una acción que a él le parecía inexplicable.

—Para empezar, Park es uno de mis apellidos, si no nombre de pila. Luego, hace tantos años que soy Aiden Lau a secas, que raras veces pienso en mí como lord Aiden. Y también es una cuestión de orgullo. En mis días en el ejército, tuve que oír hasta la saciedad lamentaciones sobre «la caída de los poderosos». Como tú habías expresado tu conmiseración por las dificultades que tuve que afrontar tras la muerte de Spencer, supongo que no podía tolerar que te apiadarás aún más de mí. Ni quería arriesgarme a que te ofuscaras por la injusticia de mis circunstancias —le brindó una irónica sonrisa—. Así que, a riesgo de enojarte otra vez, pensé que, cuanto menos supieras, más a salvo estaríamos Hyung y yo.

Hyukjae lo escuchaba con paciencia, pero al oír aquello, exclamó:

—¿No me digas que no ves lo diferente que habría sido todo para nosotros si lo hubiera sabido? Llámalo hipocresía, si quieres, pero la sociedad permite al hijo de un duque más libertades que a mortales menos biennacidos. En cuanto a nuestra obligada separación...

Donghae experimentó una aguda decepción. ¿Realmente creía Hyukjae que su cambio de posición cambiaría su opinión al respecto? Le sobrevino la furia.

—Hyukjae, tal vez sea diferente para la sociedad, pero yo sigo pensando lo mismo sobre eso —al recordar la pasión desenfrenada con la que casi le había suplicado un beso momentos antes, se sonrojó—. A pesar de mi comportamiento esta mañana, debes comprender que no aceptaría mantener una relación adúltera como lord Aiden, como tampoco lo hice siendo Mr Donghae. Mi nacimiento...

—¡Mi hermoso tontorrón! —lo zarandeó—. ¿Qué tonterías sueltas por la boca? ¡Estoy diciendo que te amo! ¿Realmente crees que, de haber sabido que tu nacimiento te convertía en un partido mínimamente aceptable, habría pedido a otro joven que fuera mi esposo?

Donghae había abierto la boca para protestar, pero la pregunta lo enmudeció.

¿Había considerado Hyukjae la posibilidad de convertirlo en su esposo? Desde el principio, creyó que ejercía sobre él una poderosa atracción, pero siempre lo tomó por la pasión más o menos fugaz de un noble por su querida.

—Oh, Hyukjae, yo...

—Te amo, Donghae Aiden, o como quiera que te llames. Creo que te he amado desde el momento en que te vi —a pesar de la presencia del vaquero y de su rebaño, tomó su mano para besarlo—. Y, ahora que la sociedad vería con buenos ojos nuestra unión... ya es demasiado tarde.

Aquella amarga verdad los dejó a los dos sin palabras. «No», se dijo Donghae con fiereza mientras, seguían conduciendo a los caballos por el camino. «No llorarás por lo que podría haber sido.

Por fin, Hyukjae se detuvo, y tomó las riendas de la yegua de Donghae.

—Me he estado devanando los sesos durante estos últimos minutos, pero no veo forma humana de romper el compromiso. Ryeowook es un cielo, y su hermano era mi mejor amigo. No creo que sobreviviera si lo dejara plantado —inspiró dolorosa y profundamente—. No puedo hacerlo.

—Por supuesto que no. El honor no lo toleraría.

—Como tampoco toleraría una relación como la que te propuse en nuestro último encuentro... aunque fuese la mía —suspiró—. ¿Sabes? Tenías razón.

—¿Razón? ¿En qué?

—En casi todo. Que siempre me ha resultado fácil obtener lo que deseaba. Que, con arrogancia, creía que podría disponer de las personas, las circunstancias y los principios a mi conveniencia. Renunciar a lo que más quiero en la vida era un sacrificio más amargo de lo que imaginaba —rió con aspereza—. Te casaste con un héroe que respondía a todas las llamadas del deber, que no se acobardaba ante ningún sacrificio, ni tan siquiera el de su propia vida. No me extraña que nunca llegaras a amarme.

—Te equivocas, Hyukjae —dijo Donghae con suavidad. Era un débil consuelo, pero se lo ofrecería de todas formas—. Claro que te amaba... que te amo.

Hyukjae tenía la mirada perdida en la lejanía, pero, al oírlo, volvió la cabeza con brusquedad.

—¿Qué has dicho?

—Dejaste a un lado tu propio deseo para honrar tus compromisos y cumplir con tu deber. Y eso requiere más valor que enfrentarse a los rifles del enemigo. Más aún, quizás, porque nadie aplaudirá nunca el sacrificio. Solo nosotros dos sabemos lo que significa. Así que quiero decirte ahora que no lamento el tiempo que pasamos juntos... me alegro de haberlo vivido. Lamento lo que no puede ser. Y te amo.

Hyukjae lo miró como si no pudiera dar por entero crédito a sus palabras. Por fin, susurró:

—Gracias.

—Ya no te veré...

—No. Me las ingeniaré para que no coincidamos. Pero te llevaré para siempre en mi corazón —Hyukjae le entregó las riendas, y sus dedos se tocaron. Cubrió las manos de Donghae con las suyas y las apretó—. Antes de que te vayas, quiero pedirte un favor —dijo con voz trémula.

—¿Cuál?

—Dime otra vez que me amas. Dilo con mi nombre. Quiero grabar el sonido en mi cabeza para poder escucharlo el resto de mis días. Es lo único que me mantendrá cuerdo.

Donghae sentía una banda de acero que se cerraba en torno a su pecho, clavándose en su piel y estrujando sus pulmones hasta que apenas pudo respirar.

—Te... Te amo, Hyukjae.

El cerró los ojos mientras hablaba, con la mandíbula contraída y el rostro tenso, como quisiera memorizar cada sílaba. Luego, con un movimiento fluido, lo ayudó a subirse sobre la silla.

—Adiós, vida mía.

Antes de que pudiera balbucir una respuesta, oyó la palmada que dio Hyukjae al flanco de su yegua. Sintió el aire frío en su rostro húmedo cuando el caballo emprendió el trote. En la curva del camino, cuando por fin reunió valor para secarse las lágrimas de los ojos y mirar atrás, Hyukjae se había ido.



Al llegar a las amplias praderas de Hyde Park, Hyukjae emprendió el galope, y no aminoró el paso hasta que los resoplidos y el ascenso y descenso de los costados del animal no le indicaron que estaba exhausto.

El ejercicio no bastó, sin embargo, para agotar su propio cuerpo ni para someter la congoja de su corazón. Desmontó para conducir a pie al semental y pensó en lo que lo esperaría a su llegada a casa. Taemin, Ryeowook y su madre estarían desayunando, sin duda, comentando los detalles de la boda. Le debía a Ryeowook poder abordar el tema con, al menos, cierto entusiasmo. En aquel momento, era incapaz de forzarlo.

Cuando su caballo recuperó las fuerzas, ya había decidido dirigirse a su despacho. Aunque no pudiese avanzar en la investigación, su estancia allí debía ser más satisfactoria que lo que le esperaba en su residencia.

Poco después de su llegada, el somnoliento lo sorprendió anunciando a lord Jung, ministro del ejército, ante cuya Leeteuk presencia Hyukjae era raras veces convocado. Su superior nunca lo había visitado en su propio despacho.

— Eunhyuk, me alegro de que haya respondido tan deprisa. No sabía si el mensajero podría traerlo tan pronto.

¿Mensajero? Enseguida dedujo que se trataba de Junsu. Obviando una explicación sobre su presencia tan temprana, ofreció una silla a su superior.

—¿Qué ocurre, señor? ¿Qué noticias tiene?

Lord Jung, un hombre delgado con pelo escaso y de color ceniciento, indicó a Hyukjae que también tomara asiento.

—Un feo asunto, me temo. Lamento traerle malas noticias, pero Xia Junsu fue asesinado en Portugal hace un par de días. Acabamos de recibir el informe.

—¿Asesinado? —pese a haberse preparado para lo peor, oír la confirmación lo dejó helado—. ¿Cómo? ¿Qué ocurrió?

—Todavía no estamos muy seguros. Lo encontraron en un callejón del barrio portuario, degollado.

—Santo Dios —murmuró Hyukjae.

—Así es. Xia estaba verificando las discrepancias en las cifras de armas y municiones que ustedes dos habían detectado. Temía que alguien, en él lugar de distribución, estuviera haciéndose con parte de la carga para venderla. ¿Vio sus informes?

—Sí. Pero tenía instrucciones de limitarse a reunir información sobre quiénes tenían acceso o control de los desembarcos.

—Debió de tropezar con información delicada, una información tan comprometida que alguien creyó necesario impedir que nos la hiciera saber.

Primero Yesung, después Junsu, el meticuloso y trabajador Junsu, ahogándose en su propia sangre en una callejuela inmunda. Hyukjae fue presa de una intensa indignación por la guerra y los amigos que se había llevado.

—Entonces, debemos encontrar a los bastardos que lo mataron.

—Con lo que también aclararemos el misterio de los envíos de armas —corroboró lord Jung—. Desearía actuar deprisa, antes de que ese cerdo asesino se imagine que hemos tenido tiempo suficiente para decidir lo que hacer.

—Ya he revisado todos los archivos, anotado las cantidades pedidas, el nombre de la persona que firmó las entregas y el del que dirigió la distribución. Tengo una lista de nombres.

—Excelente. Haremos llegar su información a nuestros agentes en la zona. Maldición, ojalá contase con alguien familiarizado con esas cifras y con la operación de avituallamiento, pero no es así —lord Jung suspiró—. Claro que siempre es posible que Xia acabara en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero mis fuentes aseguran que los bandoleros peninsulares lo habrían matado a garrotazos en lugar de rajarlo. No, la manera de matar apunta a que el asesino es inglés, alguien que creyó que Xia podría identificarlo, alguien que conoce lo lento e ineficaz que puede ser a veces el ministerio, y que confiaba en que la investigación se prolongaría tanto que tendría su oro y estaría a salvo de regreso en Inglaterra antes de que le salpicara. Tendremos que impedírselo, ¿eh, Eunhyuk?

Mientras su superior detallaba la teoría del ministerio sobre el asesinato de Xia, Hyukjae repasó rápidamente la lista. La lista, y el plan que había formulado mientras esperaba conocer la suerte de Junsu, un plan que le permitiría recuperar la confianza quebrantada al permitir que Yesung se fuera solo al ejército y, al parecer, al enviar a Junsu a la muerte.

Lord Jung se levantó, con expresión grave y resuelta.

—Un momento, por favor, milord —Hyukjae detuvo la marcha de su superior—. Yo ya tengo un plan.

—Excelente. Se lo remitiremos a nuestros empleados en la Península de inmediato.

—No era esa mi intención, exactamente. ¿Si me permite?

—Explíquese entonces, si hace el favor.

—De los nombres de esa lista, a los dos civiles los conozco de vista y con el oficial he tratado un poco. En cuanto sus fuentes comprueben su situación financiera actual, deudas de juego y similares, sugiero que me permita ir allí a desenmascarar al traidor.

—¿Ir usted? ¡Impensable! Tiene la misma preparación que Xia para resolver este caso, y no quiero que mi conciencia cargue con la muerte de otro inocente. Sugerencia denegada.

—¡Escúcheme, señor! Si nuestras suposiciones son conectas, el traidor tendrá todavía más motivos para intentar liquidarme a mí que a Junsu. Socialmente, soy su igual, así que no podrá deshacerse de mí con engaños como haría con uno de sus agentes. Puedo pedir hospitalidad, pegarme a él como una lapa, no solo en el almacén de armas sino en la pensión, durante las comidas y en los ratos de ocio. Al tratarlos fuera de servicio, podré observar mejor sus actividades y gastos. Y dejaremos caer que estoy investigando las irregularidades del avituallamiento. Ese hecho, y mi capacidad de identificarlo con la misma facilidad que Junsu, obligará al traidor a dar otro paso. Es la mejor esperanza de obtener un rápido resultado.

Lord Jung gruñó.

—Tal vez, aunque también parece una receta para que le corten el cuello antes de llegar a viejo.

—No será necesario. Solo pretendo hacer de señuelo... sus experimentados agentes de campo podrán arrestarlo. Haremos que me sigan a todas partes. Sé defenderme con los puños en un aprieto, y estoy seguro de que podré resistir hasta que llegue la ayuda.

— ¿Y si lo hace picadillo antes de que lleguen los profesionales?

—Señor, mis amigos y compañeros de estudios que acompañan a Wellington afrontan peligros todos los días. Alguien está vendiendo las armas que necesitan, o bien a bandoleros o, peor aún, a los franceses. Quizá no pueda cambiar el curso de las batallas, pero sé que puedo detener esta traición. ¿Cómo voy a quedarme de brazos cruzados?

Lord Jung lo contempló en silencio durante un momento.

—Tiene labia, lo reconozco —dijo a regañadientes—. Pero está a punto de casarse, ¿no es así? ¿No cree que es injusto exponer a su prometido a la posibilidad de convertirse en viudo antes de que llegue a ser un esposo?

Puesto que, a pesar de su afecto por Ryeowook, cada día le resultaba más difícil imaginar cómo iba a seguir adelante con aquella boda, la idea le resultaba bastante atractiva.

— Su hermano era uno de los amigos que he mencionado. Murió después de la batalla de Orthes. Creo que respaldaría cualquier acción que ayudara a acortar la guerra que se llevó la vida de su hermano.

Sin lugar a dudas, una afirmación correcta. Lord Jung volvió a mirarlo en silencio.

— Quizá sea debido a la hora tan temprana que es por lo que me atrevo a considerar su plan. Déjeme pensarlo y consultar a algunos conocidos más duchos en esta clase de operaciones que yo. Le daré mi respuesta.

—Gracias, milord.

—Gracias, Eunhyuk. Tanto si el ministerio decide aceptar su plan como si no, quiero que sepa que me quedo más tranquilo con el futuro de esta nación sabiendo que hay hombres dispuestos a correr tantos riesgos por el bienestar de su país.

De no haber temido lo que debía afrontar en la seguridad de la capital tanto como podría temer los riesgos en el extranjero, Hyukjae se habría sentido menos culpable por su alabanza, pensó, al tiempo que salía su superior.



Incapaz de serenarse, Donghae daba vueltas por el dormitorio. No podía seguir escondiéndose allí, pero, aunque se había puesto un vestido de día y se había cepillado el pelo alborotado por el viento, no podía poner en orden sus pensamientos con la misma facilidad.

Montar a caballo siempre lo tranquilizaba, pero después de aquella mañana en el parque, su afición por aquel pasatiempo podría haberse extinguido para siempre.

Alguien llamó a la puerta.

—Adelante —contestó, mientras intentaba acallar su irritación y adoptar una expresión lo bastante serena para que Zhoumi no sospechara al instante que ocurría algo grave.

Era solo un lacayo, así que se relajó un poco.

— Tiene una visita, lord Aiden. El señor Cho. Dijo que sabía que era temprano, pero insistió en que le preguntara si lo recibiría.

Dado lo acongojado que estaba aquella mañana, lo mejor sería que lo despachara con algún pretexto. Pero temía que la angustia que le oprimía el pecho y lo impulsaba a no parar quieto, como si al moverse deprisa pudiera dejar atrás el dolor, no se suavizaría en poco tiempo.

¿Por qué era peor en aquella ocasión? Ya había absorbido el golpe de perder a Hyukjae la primera vez que se habían separado, superando incluso la agonía de echarlo después de su fatídica visita a medianoche. ¿Sería porque, de repente, era incapaz de negar que estaba perdiendo, no solo un amante, sino el amor de su vida?

Advirtió que el lacayo seguía de pie en el umbral, esperando su respuesta. Estaba a punto de despacharlo con una excusa para no ver a Kyuhyun, cuando se le ocurrió una posible solución. Aunque la perspectiva de un paseo por uno de los parques le resultaba odiosa, si Kyuhyun se había presentado en su calesa, quizá pudiera pedirle que la sacara de la ciudad... a Grill T, tal vez. Sí, el trayecto consumiría tiempo, le proporcionaría la actividad que ansiaba y limitaría la necesidad de conversar.

Cuando llegaran allí, se sentiría más dueño de sus emociones. Recordaba la mirada de Kyuhyun al ir a su encuentro tras el vals con Hyukjae, y sabía que su propia debilidad al consentir aquel acercamiento conllevaría ciertas preguntas. Con lo fiel amigo que había sido, Kyuhyun no se merecía que lo rehuyera. Sería mejor que afrontara la cuestión con sinceridad, y lo antes posible.

—Por favor, haga pasar al señor Cho y dígale que bajaré enseguida.

Cuando entró en la estancia varios minutos después, Kyuhyun estaba de pie, junto a la chimenea, dándose golpecitos en la bota con la fusta, con semblante preocupado.

—Buenos días, Kyuhyun.

Kyuhyun se acercó a él al instante y le besó las manos, mientras inspeccionaba su rostro.

—¿Qué ocurre, Donghae? —preguntó, dejando a un lado las formalidades—. ¿Es que Hyukjae...?

—Por favor, no me hagas preguntas todavía. ¿Has venido en tu calesa?

—Pero... Sí, la he traído. ¿Por qué lo preguntas?

—¿Me hartas un gran favor? ¿Me llevarías a Grill T?

—¿Sientes un repentino deseo de ir de picnic?

—Sí. Ahora mismo. Tengo que... salir de aquí. Contestaré a todas tus preguntas cuando lleguemos, pero, por favor, ¿podrías llevarme ahora mismo?

—No faltaba más.

Donghae suspiró de alivio.

—Gracias. Me cambiaré. Solo será un momento.

—Mientras te cambias, hablaré con la cocina y veré si pueden prepararnos una cesta con el almuerzo.

Donghae rió, el sonido un poco histérico.

—¿El almuerzo? Si lo deseas... Yo me siento inapetente.

Con una leve sonrisa, Kyuhyun le levantó la barbilla y rozó su labio trémulo con el pulgar. Sus ojos irradiaban tierna comprensión... y algo más.

—Incluso con mal de amores, dulce amigo, uno debe comer —dijo con suavidad—. Pero ve. Te esperaré aquí.

Media hora después, partieron hacia Grill T. Como el día estaba nublado y el viento era frío, seguramente, tendrían los jardines para ellos solos.

Kyuhyun se comportó como el buen amigo que era. Se ocupó de los caballos.

Después, cuando los dos estaban descansados, tomó la mano de Donghae y la besó.

—Has visto a Hyukjae, ¿verdad? Solo eso podría haberte alterado tanto.

Donghae no deseaba hablar de ello, pero le debía una explicación.

—Sí.

—¡Maldito sea! —exclamó, como si no pudiera contenerse—. ¿Te presionó para que volvieras a verlo?

—No. No, no fue nada de eso.

—No te aseguraría que rompería su compromiso con Ryeowook, ¿verdad? Nunca lo hará, te lo prometo.

—Lo sé, y no debe hacerlo. Pero nunca le había confiado mi verdadera identidad y quería saber el porqué. Co ... comentamos mi cambio de posición social, que haría posible nuestro encuentro en celebraciones sociales, y acordamos que lo mejor sería eludir vernos.

—Al menos, eso tiene sentido. Donghae, detesto que haya vuelto a torturarte.

—Si te sirve de consuelo —dijo con la sombra de una sonrisa—, supongo que yo también lo estoy torturando.

—Sí, pero ya te hizo olvidar en una ocasión su compromiso con Ryeowook. Temo que lo vuelva a intentar.

—No lo hará.



4 comentarios:

  1. Aww~ Nooooo Junsu! Por que!!!????
    Nooooo!!!! Y el otro bobo va y se ofrece de carnada!!!!
    Es o se hace!!!!
    Noooo
    Hae~ no caigas...Kyu quiere comer pecesito.... Nooooo
    Me hago bolas con los nombres...
    Ay no se, no importa, pero que a Wookie~ le llegue ya su princeso y deje al monito libre!

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  2. PD: gracias por cambiar el fondo!
    Ahora si puedo leer bien!!!
    -ciegatonadetected-

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  3. bueno al menos tuvo honor mi lindo monito y dejo libre a su amor y va a respetar a su prometido

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  4. "Adios,vida mía"
    T^T
    Quizás todo hubiera sido diferente,podrían estar juntos pero,también quizás no se hubieran conocido. Todo tiene un dónde,cuando y un por qué.
    La peor idea de Hyuk en toda la historia...y lo peor de esa peor idea...es que no le desagrada el hecho de no volver de esa misión si llegan a aceptarla......T.T
    Aaah Kyu...que puedo decir de toi...mejor así la dejamos.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...