Todavía
furioso, Donghae desvió su mirada furibunda de lady Jieun, cuyo rostro adquiría
un alarmante tono encarnado, a los demás Grandes que contenían el aliento junto
a Henry.
—¿Alguien
más desea que le traigan el abrigo? En ese caso, por favor, pronúnciense. No
deseo incomodar a mis criados una segunda vez.
Durante
un momento, nadie dijo una palabra. Luego, una risa cristalina emergió por
detrás del grupo congregado en torno a Henry.
—Lord
y joven Lord Lau, Aiden, perdonadme por llegar tarde — el grupo se dividió como
el mar Rojo ante Moisés y, apoyándose pesadamente en su bastón, el tio abuelo de
Donghae, lord Leeteuk, joven conde viudo de Doone, avanzó con lentitud.
Para
asombro de Donghae, el anciano se acercó y lo besó en las dos mejillas.
—
¡Hablas igual que tu padre! Aunque todavía te falta un poco para ser tan
desdeñoso como él. Sally —se volvió hacia lady Jersey—, ¿te acuerdas de las
miradas fulminantes de mi sobrino político, el difunto duque de Mokpo? —explicó
a los presentes, que escuchaban con avidez—. ¿No crees que este chiquillo ha
heredado el mismo genio?
Donghae
se vio sometido a la atenta inspección de un par de sagaces ojos oscuros. Por
lo visto, la pasó, porque la mujer llamada Sally avanzó para estrecharle la
mano.
Mientras
los presentes reían, lady Jersey tomó el brazo de Donghae y la condujo al
grupo.
—Ahora,
debes permitirme que te presente a unos amigos.
—Pero
tráemelo luego para que charle con este octogenario —le advirtió su tía
abuela—. Tiene el mismo ingenio de mi sobrino, así que es una de las pocas personas
con las que merece la pena hablar en esta endiablada fiesta. Ahora, Lau,
búscame una silla cómoda. Mis huesos no soportan estar de pie en la corriente.
Henry
sonrió.
—Enseguida,
señor. Sooman, acompaña a lord Leeteuk a una silla junto a la sala del bufé.
Impulsivamente,
Donghae se dio la vuelta para dar un abrazo al anciano.
—Gracias,
lord Leeteuk, por venir a mi baile.
—Suéltame,
niño, antes de que me rompas algo —protestó—. Y solía ser tío Leeteuk para ti, jovencito.
Los
perfiles borrosos de un recuerdo se aclararon.
—No,
era tío «Teukkie».
De niño,
Leeteuk le parecía demasiado abrumador. El rostro severo del anciano se
suavizó.
—Sí,
ya me acuerdo —dijo. Luego, alzó la barbilla y golpeó el suelo con su bastón—.
¡Vamos, joven! Me muero por esa silla.
Después
de un sueño intranquilo, Donghae terminó rindiéndose y se levantó antes del
amanecer. Sorprendió al somnoliento caballerizo presentándose en los establos
cuando todavía reinaba la oscuridad. Incluso en aquellos momentos, la luz coral
y sonrosada del extremo oriental del cielo apenas era suficiente para cabalgar
con seguridad.
Nervioso
e inquieto, condujo a su fogosa montura al interior de Green Park y avanzó al
trote. Faltaba más de una hora para su encuentro con Hyukjae, y era demasiado
pronto para hubiera personal en el parque.
Pero,
al doblar la primera curva, lo vio a corta distancia en el camino, montado
sobre su semental negro. Donghae tiró de las riendas con brusquedad, y el
corazón le dio un vuelco mientras su yegua se detenía. Hyukjae hincó los
talones en los flancos de su caballo y avanzó.
En la
intimidad del parque desierto y aprovechando el refugio que ofrecía la
oscuridad, Donghae dejó que sus ojos devoraran cada detalle mientras se
acercaba. Los minúsculos movimientos de sus muslos y rodillas para guiar a su
caballo. Sus manos fuertes asiendo las riendas. Su mandíbula cuadrada, el
ángulo arrogante de su mentón y, por fin, sus ojos.
Ninguno
de los dos habló cuando Hyukjae saltó a tierra y alargó los brazos para ayudarlo
a desmontar. Donghae contuvo una exclamación cuando sintió sus manos en la
cintura, y cerró los ojos para saborear cada dedo que le ceñía.
—Estás
temblando —dijo Hyukjae con voz ronca.
Sumido
como estaba en la contemplación de sus labios, Donghae fue incapaz de
contestar. Las sílabas revoloteaban en su cabeza, como un enjambre de abejas
inquietas, pero no podía atraparlas, ni articular con ellas palabras. Solo
podía permanecer de pie y mirarlo, enmudecido.
—Dulce
Donghae.
Un
susurro sedoso que le acarició los oídos. Hyukjae elevó una mano enguantada
hasta su rostro y acarició sus pómulos con la piel de sus nudillos. Un suave
sonido escapó de los labios de Donghae, que reclinó el rostro en su mano.
Hyukjae
tomó su barbilla y la elevó, para estudiar su rostro con intensidad. Viéndose
forzado a mirarlo a los ojos a tan corta distancia, Donghae rezó para que los suyos
no lo traicionaran, reflejando su anhelo.
Vanas
ilusiones. Murmurando su nombre con una exclamación, Hyukjae lo envolvió en un
abrazo tan fuerte que Donghae contuvo la respiración. Luego, lo separó unos
centímetros para besarle la frente, los ojos, las mejillas y, por fin, los
labios. Para vergüenza suya, le devolvió el beso con igual fervor.
Por
fin, cuando estaba tan aturdido que las piernas ya no lo sostenían, Hyukjae lo
apartó dentro del círculo de sus brazos.
—Cariño
—susurró—, yo...
Un
penetrante silbido y el mugido de una vaca anunciaron llegadas inminentes. Con
desgana, se separaron.
La
lógica, y con ella la indignación por su propio comportamiento, emergieron
despacio en la mente de Donghae. Tratando de aferrarse a ambas, se inclinó para
tomar las riendas de su yegua. Hyukjae hizo lo mismo y, de tácito acuerdo,
empezaron a caminar.
—¿Cómo
estás?
—Ahora,
tengo a Henry y a Zhoumi a mi lado. Y, habiendo muerto mi suegro, ya no tengo
por qué esconderme.
—Me
alegro, y soy feliz pensando que la sociedad te estima como siempre pensé que
merecías. Pero, Donghae, debo saberlo. Que adoptaras un apellido falso para
eludir a tu suegro lo entiendo, pero ¿por qué no me dijiste nunca quién eras?
Donghae
reflexionó un momento sobre cómo explicar una acción que a él le parecía
inexplicable.
—Para
empezar, Park es uno de mis apellidos, si no nombre de pila. Luego, hace tantos
años que soy Aiden Lau a secas, que raras veces pienso en mí como lord Aiden. Y
también es una cuestión de orgullo. En mis días en el ejército, tuve que oír
hasta la saciedad lamentaciones sobre «la caída de los poderosos». Como tú
habías expresado tu conmiseración por las dificultades que tuve que afrontar
tras la muerte de Spencer, supongo que no podía tolerar que te apiadarás aún
más de mí. Ni quería arriesgarme a que te ofuscaras por la injusticia de mis
circunstancias —le brindó una irónica sonrisa—. Así que, a riesgo de enojarte
otra vez, pensé que, cuanto menos supieras, más a salvo estaríamos Hyung y yo.
Hyukjae
lo escuchaba con paciencia, pero al oír aquello, exclamó:
—¿No
me digas que no ves lo diferente que habría sido todo para nosotros si lo
hubiera sabido? Llámalo hipocresía, si quieres, pero la sociedad permite al
hijo de un duque más libertades que a mortales menos biennacidos. En cuanto a
nuestra obligada separación...
Donghae
experimentó una aguda decepción. ¿Realmente creía Hyukjae que su cambio de
posición cambiaría su opinión al respecto? Le sobrevino la furia.
—Hyukjae,
tal vez sea diferente para la sociedad, pero yo sigo pensando lo mismo sobre
eso —al recordar la pasión desenfrenada con la que casi le había suplicado un
beso momentos antes, se sonrojó—. A pesar de mi comportamiento esta mañana,
debes comprender que no aceptaría mantener una relación adúltera como lord Aiden,
como tampoco lo hice siendo Mr Donghae. Mi nacimiento...
—¡Mi
hermoso tontorrón! —lo zarandeó—. ¿Qué tonterías sueltas por la boca? ¡Estoy
diciendo que te amo! ¿Realmente crees que, de haber sabido que tu nacimiento te
convertía en un partido mínimamente aceptable, habría pedido a otro joven que
fuera mi esposo?
Donghae
había abierto la boca para protestar, pero la pregunta lo enmudeció.
¿Había
considerado Hyukjae la posibilidad de convertirlo en su esposo? Desde el
principio, creyó que ejercía sobre él una poderosa atracción, pero siempre lo
tomó por la pasión más o menos fugaz de un noble por su querida.
—Oh, Hyukjae,
yo...
—Te
amo, Donghae Aiden, o como quiera que te llames. Creo que te he amado desde el
momento en que te vi —a pesar de la presencia del vaquero y de su rebaño, tomó
su mano para besarlo—. Y, ahora que la sociedad vería con buenos ojos nuestra
unión... ya es demasiado tarde.
Aquella
amarga verdad los dejó a los dos sin palabras. «No», se dijo Donghae con
fiereza mientras, seguían conduciendo a los caballos por el camino. «No
llorarás por lo que podría haber sido.
Por
fin, Hyukjae se detuvo, y tomó las riendas de la yegua de Donghae.
—Me he
estado devanando los sesos durante estos últimos minutos, pero no veo forma
humana de romper el compromiso. Ryeowook es un cielo, y su hermano era mi mejor
amigo. No creo que sobreviviera si lo dejara plantado —inspiró dolorosa y
profundamente—. No puedo hacerlo.
—Por
supuesto que no. El honor no lo toleraría.
—Como
tampoco toleraría una relación como la que te propuse en nuestro último
encuentro... aunque fuese la mía —suspiró—. ¿Sabes? Tenías razón.
—¿Razón?
¿En qué?
—En
casi todo. Que siempre me ha resultado fácil obtener lo que deseaba. Que, con
arrogancia, creía que podría disponer de las personas, las circunstancias y los
principios a mi conveniencia. Renunciar a lo que más quiero en la vida era un
sacrificio más amargo de lo que imaginaba —rió con aspereza—. Te casaste con un
héroe que respondía a todas las llamadas del deber, que no se acobardaba ante
ningún sacrificio, ni tan siquiera el de su propia vida. No me extraña que
nunca llegaras a amarme.
—Te
equivocas, Hyukjae —dijo Donghae con suavidad. Era un débil consuelo, pero se
lo ofrecería de todas formas—. Claro que te amaba... que te amo.
Hyukjae
tenía la mirada perdida en la lejanía, pero, al oírlo, volvió la cabeza con
brusquedad.
—¿Qué
has dicho?
—Dejaste
a un lado tu propio deseo para honrar tus compromisos y cumplir con tu deber. Y
eso requiere más valor que enfrentarse a los rifles del enemigo. Más aún,
quizás, porque nadie aplaudirá nunca el sacrificio. Solo nosotros dos sabemos
lo que significa. Así que quiero decirte ahora que no lamento el tiempo que
pasamos juntos... me alegro de haberlo vivido. Lamento lo que no puede ser. Y
te amo.
Hyukjae
lo miró como si no pudiera dar por entero crédito a sus palabras. Por fin,
susurró:
—Gracias.
—Ya no
te veré...
—No.
Me las ingeniaré para que no coincidamos. Pero te llevaré para siempre en mi
corazón —Hyukjae le entregó las riendas, y sus dedos se tocaron. Cubrió las
manos de Donghae con las suyas y las apretó—. Antes de que te vayas, quiero
pedirte un favor —dijo con voz trémula.
—¿Cuál?
—Dime
otra vez que me amas. Dilo con mi nombre. Quiero grabar el sonido en mi cabeza
para poder escucharlo el resto de mis días. Es lo único que me mantendrá
cuerdo.
Donghae
sentía una banda de acero que se cerraba en torno a su pecho, clavándose en su
piel y estrujando sus pulmones hasta que apenas pudo respirar.
—Te...
Te amo, Hyukjae.
El
cerró los ojos mientras hablaba, con la mandíbula contraída y el rostro tenso,
como quisiera memorizar cada sílaba. Luego, con un movimiento fluido, lo ayudó
a subirse sobre la silla.
—Adiós,
vida mía.
Antes
de que pudiera balbucir una respuesta, oyó la palmada que dio Hyukjae al flanco
de su yegua. Sintió el aire frío en su rostro húmedo cuando el caballo
emprendió el trote. En la curva del camino, cuando por fin reunió valor para
secarse las lágrimas de los ojos y mirar atrás, Hyukjae se había ido.
Al
llegar a las amplias praderas de Hyde Park, Hyukjae emprendió el galope, y no
aminoró el paso hasta que los resoplidos y el ascenso y descenso de los
costados del animal no le indicaron que estaba exhausto.
El
ejercicio no bastó, sin embargo, para agotar su propio cuerpo ni para someter
la congoja de su corazón. Desmontó para conducir a pie al semental y pensó en
lo que lo esperaría a su llegada a casa. Taemin, Ryeowook y su madre estarían
desayunando, sin duda, comentando los detalles de la boda. Le debía a Ryeowook
poder abordar el tema con, al menos, cierto entusiasmo. En aquel momento, era
incapaz de forzarlo.
Cuando
su caballo recuperó las fuerzas, ya había decidido dirigirse a su despacho.
Aunque no pudiese avanzar en la investigación, su estancia allí debía ser más
satisfactoria que lo que le esperaba en su residencia.
Poco
después de su llegada, el somnoliento lo sorprendió anunciando a lord Jung,
ministro del ejército, ante cuya Leeteuk presencia Hyukjae era raras veces
convocado. Su superior nunca lo había visitado en su propio despacho.
— Eunhyuk,
me alegro de que haya respondido tan deprisa. No sabía si el mensajero podría
traerlo tan pronto.
¿Mensajero?
Enseguida dedujo que se trataba de Junsu. Obviando una explicación sobre su
presencia tan temprana, ofreció una silla a su superior.
—¿Qué
ocurre, señor? ¿Qué noticias tiene?
Lord Jung,
un hombre delgado con pelo escaso y de color ceniciento, indicó a Hyukjae que
también tomara asiento.
—Un
feo asunto, me temo. Lamento traerle malas noticias, pero Xia Junsu fue
asesinado en Portugal hace un par de días. Acabamos de recibir el informe.
—¿Asesinado?
—pese a haberse preparado para lo peor, oír la confirmación lo dejó helado—.
¿Cómo? ¿Qué ocurrió?
—Todavía
no estamos muy seguros. Lo encontraron en un callejón del barrio portuario,
degollado.
—Santo
Dios —murmuró Hyukjae.
—Así
es. Xia estaba verificando las discrepancias en las cifras de armas y
municiones que ustedes dos habían detectado. Temía que alguien, en él lugar de
distribución, estuviera haciéndose con parte de la carga para venderla. ¿Vio
sus informes?
—Sí.
Pero tenía instrucciones de limitarse a reunir información sobre quiénes tenían
acceso o control de los desembarcos.
—Debió
de tropezar con información delicada, una información tan comprometida que
alguien creyó necesario impedir que nos la hiciera saber.
Primero
Yesung, después Junsu, el meticuloso y trabajador Junsu, ahogándose en su
propia sangre en una callejuela inmunda. Hyukjae fue presa de una intensa
indignación por la guerra y los amigos que se había llevado.
—Entonces,
debemos encontrar a los bastardos que lo mataron.
—Con
lo que también aclararemos el misterio de los envíos de armas —corroboró lord Jung—.
Desearía actuar deprisa, antes de que ese cerdo asesino se imagine que hemos
tenido tiempo suficiente para decidir lo que hacer.
—Ya he
revisado todos los archivos, anotado las cantidades pedidas, el nombre de la
persona que firmó las entregas y el del que dirigió la distribución. Tengo una
lista de nombres.
—Excelente.
Haremos llegar su información a nuestros agentes en la zona. Maldición, ojalá
contase con alguien familiarizado con esas cifras y con la operación de
avituallamiento, pero no es así —lord Jung suspiró—. Claro que siempre es
posible que Xia acabara en el lugar equivocado en el momento equivocado, pero
mis fuentes aseguran que los bandoleros peninsulares lo habrían matado a
garrotazos en lugar de rajarlo. No, la manera de matar apunta a que el asesino
es inglés, alguien que creyó que Xia podría identificarlo, alguien que conoce
lo lento e ineficaz que puede ser a veces el ministerio, y que confiaba en que
la investigación se prolongaría tanto que tendría su oro y estaría a salvo de
regreso en Inglaterra antes de que le salpicara. Tendremos que impedírselo,
¿eh, Eunhyuk?
Mientras
su superior detallaba la teoría del ministerio sobre el asesinato de Xia, Hyukjae
repasó rápidamente la lista. La lista, y el plan que había formulado mientras
esperaba conocer la suerte de Junsu, un plan que le permitiría recuperar la
confianza quebrantada al permitir que Yesung se fuera solo al ejército y, al
parecer, al enviar a Junsu a la muerte.
Lord Jung
se levantó, con expresión grave y resuelta.
—Un
momento, por favor, milord —Hyukjae detuvo la marcha de su superior—. Yo ya
tengo un plan.
—Excelente.
Se lo remitiremos a nuestros empleados en la Península de inmediato.
—No
era esa mi intención, exactamente. ¿Si me permite?
—Explíquese
entonces, si hace el favor.
—De
los nombres de esa lista, a los dos civiles los conozco de vista y con el
oficial he tratado un poco. En cuanto sus fuentes comprueben su situación
financiera actual, deudas de juego y similares, sugiero que me permita ir allí
a desenmascarar al traidor.
—¿Ir
usted? ¡Impensable! Tiene la misma preparación que Xia para resolver este caso,
y no quiero que mi conciencia cargue con la muerte de otro inocente. Sugerencia
denegada.
—¡Escúcheme,
señor! Si nuestras suposiciones son conectas, el traidor tendrá todavía más
motivos para intentar liquidarme a mí que a Junsu. Socialmente, soy su igual,
así que no podrá deshacerse de mí con engaños como haría con uno de sus
agentes. Puedo pedir hospitalidad, pegarme a él como una lapa, no solo en el
almacén de armas sino en la pensión, durante las comidas y en los ratos de
ocio. Al tratarlos fuera de servicio, podré observar mejor sus actividades y
gastos. Y dejaremos caer que estoy investigando las irregularidades del
avituallamiento. Ese hecho, y mi capacidad de identificarlo con la
misma facilidad que Junsu, obligará al traidor a dar otro paso. Es la mejor
esperanza de obtener un rápido resultado.
Lord Jung
gruñó.
—Tal
vez, aunque también parece una receta para que le corten el cuello antes de
llegar a viejo.
—No
será necesario. Solo pretendo hacer de señuelo... sus experimentados agentes de
campo podrán arrestarlo. Haremos que me sigan a todas partes. Sé defenderme con
los puños en un aprieto, y estoy seguro de que podré resistir hasta que llegue
la ayuda.
— ¿Y
si lo hace picadillo antes de que lleguen los profesionales?
—Señor,
mis amigos y compañeros de estudios que acompañan a Wellington afrontan
peligros todos los días. Alguien está vendiendo las armas que necesitan, o bien
a bandoleros o, peor aún, a los franceses. Quizá no pueda cambiar el curso de
las batallas, pero sé que puedo detener esta traición. ¿Cómo voy a quedarme de
brazos cruzados?
Lord Jung
lo contempló en silencio durante un momento.
—Tiene
labia, lo reconozco —dijo a regañadientes—. Pero está a punto de casarse, ¿no
es así? ¿No cree que es injusto exponer a su prometido a la posibilidad de
convertirse en viudo antes de que llegue a ser un esposo?
Puesto
que, a pesar de su afecto por Ryeowook, cada día le resultaba más difícil
imaginar cómo iba a seguir adelante con aquella boda, la idea le resultaba
bastante atractiva.
— Su
hermano era uno de los amigos que he mencionado. Murió después de la batalla de
Orthes. Creo que respaldaría cualquier acción que ayudara a acortar la guerra
que se llevó la vida de su hermano.
Sin
lugar a dudas, una afirmación correcta. Lord Jung volvió a mirarlo en silencio.
—
Quizá sea debido a la hora tan temprana que es por lo que me atrevo a
considerar su plan. Déjeme pensarlo y consultar a algunos conocidos más duchos
en esta clase de operaciones que yo. Le daré mi respuesta.
—Gracias,
milord.
—Gracias,
Eunhyuk. Tanto si el ministerio decide aceptar su plan como si no, quiero que
sepa que me quedo más tranquilo con el futuro de esta nación sabiendo que hay
hombres dispuestos a correr tantos riesgos por el bienestar de su país.
De no
haber temido lo que debía afrontar en la seguridad de la capital tanto como
podría temer los riesgos en el extranjero, Hyukjae se habría sentido menos
culpable por su alabanza, pensó, al tiempo que salía su superior.
Incapaz
de serenarse, Donghae daba vueltas por el dormitorio. No podía seguir
escondiéndose allí, pero, aunque se había puesto un vestido de día y se había
cepillado el pelo alborotado por el viento, no podía poner en orden sus
pensamientos con la misma facilidad.
Montar
a caballo siempre lo tranquilizaba, pero después de aquella mañana en el
parque, su afición por aquel pasatiempo podría haberse extinguido para siempre.
Alguien
llamó a la puerta.
—Adelante
—contestó, mientras intentaba acallar su irritación y adoptar una expresión lo
bastante serena para que Zhoumi no sospechara al instante que ocurría algo
grave.
Era
solo un lacayo, así que se relajó un poco.
—
Tiene una visita, lord Aiden. El señor Cho. Dijo que sabía que era temprano,
pero insistió en que le preguntara si lo recibiría.
Dado
lo acongojado que estaba aquella mañana, lo mejor sería que lo despachara con
algún pretexto. Pero temía que la angustia que le oprimía el pecho y lo
impulsaba a no parar quieto, como si al moverse deprisa pudiera dejar atrás el
dolor, no se suavizaría en poco tiempo.
¿Por
qué era peor en aquella ocasión? Ya había absorbido el golpe de perder a Hyukjae
la primera vez que se habían separado, superando incluso la agonía de echarlo
después de su fatídica visita a medianoche. ¿Sería porque, de repente, era
incapaz de negar que estaba perdiendo, no solo un amante, sino el amor de su
vida?
Advirtió
que el lacayo seguía de pie en el umbral, esperando su respuesta. Estaba a
punto de despacharlo con una excusa para no ver a Kyuhyun, cuando se le ocurrió
una posible solución. Aunque la perspectiva de un paseo por uno de los parques
le resultaba odiosa, si Kyuhyun se había presentado en su calesa, quizá pudiera
pedirle que la sacara de la ciudad... a Grill T, tal vez. Sí, el trayecto
consumiría tiempo, le proporcionaría la actividad que ansiaba y limitaría la
necesidad de conversar.
Cuando
llegaran allí, se sentiría más dueño de sus emociones. Recordaba la mirada de Kyuhyun
al ir a su encuentro tras el vals con Hyukjae, y sabía que su propia debilidad
al consentir aquel acercamiento conllevaría ciertas preguntas. Con lo fiel
amigo que había sido, Kyuhyun no se merecía que lo rehuyera. Sería mejor que
afrontara la cuestión con sinceridad, y lo antes posible.
—Por
favor, haga pasar al señor Cho y dígale que bajaré enseguida.
Cuando
entró en la estancia varios minutos después, Kyuhyun estaba de pie, junto a la
chimenea, dándose golpecitos en la bota con la fusta, con semblante preocupado.
—Buenos
días, Kyuhyun.
Kyuhyun
se acercó a él al instante y le besó las manos, mientras inspeccionaba su
rostro.
—¿Qué
ocurre, Donghae? —preguntó, dejando a un lado las formalidades—. ¿Es que Hyukjae...?
—Por
favor, no me hagas preguntas todavía. ¿Has venido en tu calesa?
—Pero...
Sí, la he traído. ¿Por qué lo preguntas?
—¿Me
hartas un gran favor? ¿Me llevarías a Grill T?
—¿Sientes
un repentino deseo de ir de picnic?
—Sí.
Ahora mismo. Tengo que... salir de aquí. Contestaré a todas tus preguntas cuando
lleguemos, pero, por favor, ¿podrías llevarme ahora mismo?
—No
faltaba más.
Donghae
suspiró de alivio.
—Gracias.
Me cambiaré. Solo será un momento.
—Mientras
te cambias, hablaré con la cocina y veré si pueden prepararnos una cesta con el
almuerzo.
Donghae
rió, el sonido un poco histérico.
—¿El
almuerzo? Si lo deseas... Yo me siento inapetente.
Con
una leve sonrisa, Kyuhyun le levantó la barbilla y rozó su labio trémulo con el
pulgar. Sus ojos irradiaban tierna comprensión... y algo más.
—Incluso
con mal de amores, dulce amigo, uno debe comer —dijo con suavidad—. Pero ve. Te
esperaré aquí.
Media
hora después, partieron hacia Grill T. Como el día estaba nublado y el viento
era frío, seguramente, tendrían los jardines para ellos solos.
Kyuhyun
se comportó como el buen amigo que era. Se ocupó de los caballos.
Después,
cuando los dos estaban descansados, tomó la mano de Donghae y la besó.
—Has
visto a Hyukjae, ¿verdad? Solo eso podría haberte alterado tanto.
Donghae
no deseaba hablar de ello, pero le debía una explicación.
—Sí.
—¡Maldito
sea! —exclamó, como si no pudiera contenerse—. ¿Te presionó para que volvieras
a verlo?
—No.
No, no fue nada de eso.
—No te
aseguraría que rompería su compromiso con Ryeowook, ¿verdad? Nunca lo hará, te
lo prometo.
—Lo
sé, y no debe hacerlo. Pero nunca le había confiado mi verdadera identidad y
quería saber el porqué. Co ... comentamos mi cambio de posición social, que
haría posible nuestro encuentro en celebraciones sociales, y acordamos que lo
mejor sería eludir vernos.
—Al
menos, eso tiene sentido. Donghae, detesto que haya vuelto a torturarte.
—Si te
sirve de consuelo —dijo con la sombra de una sonrisa—, supongo que yo también
lo estoy torturando.
—Sí,
pero ya te hizo olvidar en una ocasión su compromiso con Ryeowook. Temo que lo
vuelva a intentar.
—No lo
hará.
Aww~ Nooooo Junsu! Por que!!!????
ResponderEliminarNooooo!!!! Y el otro bobo va y se ofrece de carnada!!!!
Es o se hace!!!!
Noooo
Hae~ no caigas...Kyu quiere comer pecesito.... Nooooo
Me hago bolas con los nombres...
Ay no se, no importa, pero que a Wookie~ le llegue ya su princeso y deje al monito libre!
PD: gracias por cambiar el fondo!
ResponderEliminarAhora si puedo leer bien!!!
-ciegatonadetected-
bueno al menos tuvo honor mi lindo monito y dejo libre a su amor y va a respetar a su prometido
ResponderEliminar"Adios,vida mía"
ResponderEliminarT^T
Quizás todo hubiera sido diferente,podrían estar juntos pero,también quizás no se hubieran conocido. Todo tiene un dónde,cuando y un por qué.
La peor idea de Hyuk en toda la historia...y lo peor de esa peor idea...es que no le desagrada el hecho de no volver de esa misión si llegan a aceptarla......T.T
Aaah Kyu...que puedo decir de toi...mejor así la dejamos.