The Lover- 11




Kyuhyun estaba de pie junto a la chimenea cuando Donghae entró en el salón momentos después.

—Buenos días, Kyuhyun. Qué grata sorpresa. ¿Qué te trae por aquí? Ningún contratiempo, espero.

Kyuhyun se volvió entonces y estudió su rostro.

—¿No debería preguntarte yo eso?

Donghae movió imperceptiblemente la cabeza. Estaba tan confuso aquella mañana, que tardó un momento en comprender lo que decía.

—¿Por qué crees que he sufrido un contratiempo?

Kyuhyun guardó silencio durante unos momentos, mientras seguía sometiéndolo a un atento escrutinio, como si buscara... Donghae no podía adivinar el qué. Por fin, dijo:

—Traje una nueva yegua a Londres para que la probaras —profirió una breve carcajada—. Como una sorpresa. La traje esta mañana a primera hora, imaginando que estarías despierto, y... y vi a Hyukjae saliendo de aquí.

La vergüenza y el pesar ascendieron en espiral por todo el cuerpo de Donghae. Quería explicarse, disculparse, pero ¿cómo iba a justificar la cruda verdad que habían visto sus ojos?

—Ya imagino lo que estarás pensando de mí. Lo único que puedo decir es...

— ¡Por favor, no! —Kyuhyun tomó su mano y la besó—. Pienso que eres el joven más hermoso, inteligente y valiente que he conocido. Nada, nada de lo que ocurriese podría hacerme cambiar de opinión —desvió la mirada—. Sin embargo, tenía entendido que Hyukjae... había renunciado a ti.

—Rompimos hace semanas. Pero anoche, se pasó a verme sin avisar y... —se interrumpió, ruborizándose.

—¿Te obligó? El muy canalla, lo...

—No, no debes pensar eso de él. Fue culpa suya tanto como mía.

La vergüenza coloreó sus mejillas, pero el recuerdo de la noche pasada encendió llamas de otra índole. Qué estúpido era, todavía lo deseaba. Todavía lo echaba de menos.

Donghae cerró los ojos, mientras combatía aquel anhelo insidioso. Luego, los abrió y se dio orden de continuar.

—Solo fue anoche. Sabía que estaba mal, pero...

—¿Lo amas?

No debía, no podía amarlo.

—No. Pero sigue siendo... una persona muy querida para mí —la verdad, sin duda—. Al margen de eso, nuestra... asociación ha terminado definitivamente. No espero volver a verlo.

La pesadez que descendió sobre su pecho al pronunciar aquellas palabras no era más que fatiga, se aseguró Donghae.

—¿Estás seguro de que es eso lo que quieres?

¿Querer? No, pero la conciencia no le dejaba otra salida.

—Sí.

Kyuhyun exhaló un largo y lento suspiro, como si hubiese estado conteniendo el aliento.

—Entonces, no volverá a molestarte otra vez. Te doy mi palabra.

—No debes... —exclamó Donghae, presa de un mal presagio—. Por favor, no le hables a Hyukjae de mí. No es necesario, te lo aseguro. No desearía sembrar la discordia entre vosotros.

—Calla —sonriendo, le puso un dedo en los labios—. Si hay discordia, no serás tú la causa. Todavía... ¿Todavía quieres verme? —aunque hizo la pregunta con naturalidad, se puso tenso mientras aguardaba la respuesta.

Le perdonaba de verdad. Más que eso, aunque le había dado amplios motivos para que lo despreciara, por alguna razón, todavía quería conservar su amistad. Parpadeó para contener las lágrimas.

—¿No debería ser yo quien te hiciera esa pregunta?

Los ojos de Kyuhyun se iluminaron y su sonrisa se tornó radiante.

—Entonces, creo que tenemos un paseo a caballo pendiente para mañana. Quizá, si soy lo bastante ingenioso, me invitarás a disfrutar de uno de los suculentos desayunos de Heechul. Pero, ahora, debes ir a la tienda.

—Sí. Te veré mañana, entonces.

Kyuhyun le tomó la mano, pero, en lugar de rozarla con los labios, .le dio la vuelta y plantó un beso prolongado en la palma. Lo miró con el rostro sombrío de emoción.

—Gracias.

Después de una breve reverencia, se marchó.

No  merecía  la  fidelidad  de  Kyuhyun,  pensó  Donghae  con  culpabilidad,  mientras contemplaba cómo se alejaba. Pero el consuelo que le ofrecía era inmenso.



Debía olvidarlo de una vez, reflexionó Hyukjae, mientras contemplaba el pequeño paisaje. En un acceso de rabia tras la amarga separación, había arrancado el cuadro de su alcayata.

Horas más tarde, aquel mismo día, lo había vuelto a colgar. Donghae había hablado así para herirlo, para abrir una brecha definitiva entre ellos y cauterizarla para que no hubiera esperanza de repararla. Cuando se le pasó la ceguera de dolor y ultraje, lo comprendió de forma intuitiva.

Aunque no creía en sus palabras, sí creía en su resolución de mantener la separación. Donghae tenía razón, lo mejor sería mantener la honra y cumplir con el deber. Si, tras aquella fachada de fortaleza, el alma sufría, debía ser lo bastante hombre para soportar aquel dolor.

Se enterraría en el trabajo y pensaría en él lo menos posible. Si, a altas horas de la noche, bajaba a la biblioteca para contemplar el paisaje y rememorar sus caricias, ¿no merecería aquella pequeña recompensa por haber sobrevivido a otro interminable día?

Un persistente carraspeo lo sacó por fin de su ensoñación.

—Milord, el señor Cho desea verlo.

Había estado tan ocupado a su regreso a Londres que no había visto a su amigo desde el funeral de Yesung. Con placer, extendió la mano a la figura alta que entraba en la biblioteca.

—¡Kyuhyun, me alegro de verte! Ha pasado tanto tiempo...

Kyuhyun se detuvo a un metro de distancia. Con rostro sombrío, contempló la mano que Hyukjae le extendía sin separar los brazos de los costados, e hizo una corta y rígida reverencia.

—No he venido de visita, milord —enfatizó el título con soma—, sino a transmitir un mensaje.

La sorpresa de aquel desplante dejó mudo a Hyukjae durante unos momentos.

—¿Un mensaje?

Con los ojos entornados y la mandíbula contraída, Kyuhyun se inclinó hasta que su rostro quedó a apenas unos centímetros de los de Hyukjae.

—¿Te tienes por un caballero? Celebras tu compromiso: anuncios en la prensa, reuniones selectas, y luego, ¡te escabulles en la oscuridad para tratar a Donghae como una ramera!

Con el rostro contorsionado por la ira, escupió la palabra.

Conmocionado, avergonzado, Hyukjae fue incapaz de concebir una respuesta. Kyuhyun exhaló el aliento con furia. Pero, cuando habló a continuación, lo hizo con voz serena y rostro calmo:

—Bueno, ya no más. Antes o después, pretendo casarme con Donghae, si él me acepta. Y, casado o no, pongo a Dios por testigo que, si alguna vez te acercas otra vez a él, te mataré —hizo una reverencia elaborada—. Milord...

Kyuhyun giró sobre sus talones y empezó a alejarse. Cuando por fin recuperó la voz, Hyukjae fue tras él y lo detuvo poniéndole la mano en el hombro.

—¿Casarte con Donghae? ¿Cómo? ¡Eso es imposible!

Kyuhyun se soltó y se volvió hacia él.

—No soy el poderoso conde de Eunhyuk, con obligaciones para con una galería entera de retratos de ascendientes hace tiempo fallecidos. Y pensar que solía envidiarte el título y la riqueza... —profirió una carcajada desprovista de humor—. Mi familia podrá poner el grito en el cielo, pero el deber de mi ascendencia recae en mi primo. Si quieren verme a mí y a mis hijos, tendrán que tratar a Donghae con el respeto que se merece mi esposo. Y, si tengo que elegir entre él y convertirme en un paria de la sociedad distinguida, le pondré el anillo en el dedo en menos que canta un gallo.

¿Kyuhyun casado con Donghae? ¿Con su amor, con su secreta alegría? Unos celos corrosivos y la ira nacida de semanas de un anhelo reprimido despertaron una rabia instantánea.

—No puedes casarte con él, ¡te lo prohíbo!

Kyuhyun se puso tenso, como si fuera a pegarle, luego se relajó.

—¿Que lo prohíbes? —se rió—. Perdiste el derecho de decir nada hace meses. Esta vez, procura recordarlo, porque te aseguro que mi advertencia es seria. Mantente alejado de él, Hyukjae —hizo otra reverencia con brusquedad—. Recuerdos a tu madre y a Ryeowook.

Antes de que Hyukjae pudiera alegar nada más, Kyuhyun salió de la biblioteca. Furibundo, lo siguió, pero al llegar a la puerta, recobró la sensatez y se detuvo.

No podía hacer ni decir nada. Kyuhyun era un buen hombre, cuidaría de Donghae. El lo merecía, se merecía un marido lo bastante distinguido para reconocer su valía, un marido dispuesto a desafiar el desdén de los nobles con tal de convertirlo en su esposo.

¿Por qué la sola idea de que otra persona lo tocara lo corroía? La idea de cederlo a otro, aunque fuese un hombre de tanto mérito como Kyuhyun, era como ceder la parte de su ser que tenía en más estima.

Sí, quería que Donghae se sintiera cómodo, querido y cuidado. Pero no podía extinguir el absurdo deseo de ser él el responsable de su bienestar.



Varios días después, Donghae trabajaba en un diseño en la mesa de su antiguo despacho. Como consecuencia de la desastrosa noche con Hyukjae, se hallaba sumido en una depresión persistente de la que ni siquiera la compañía atenta y callada de Kyuhyun podía arrancarlo.

Querido Kyuhyun, que seguía hablando de amistad aunque lo cortejara con continuas atenciones y miradas cada vez más ardientes. Con una punzada de culpabilidad, no pudo evitar desear, dolorido como se sentía en cuerpo y alma, una prolongación de la camaradería inicial.
Cualquier otra cosa le superaba en aquellos momentos.

Al menos, allí, en la tienda, añadiendo detalles a sus bocetos, se sentía útil. Y hallaba consuelo en el perfeccionamiento de sus diseños, en dirigir a las afanadas costureras, y la satisfacía ver cómo lo que empezaba siendo una imagen en su cabeza se transformaba, cuya venta aseguraría su futuro y el de su hijo.

Oyó la campanilla de la entrada. Heechul estaba en la cocina, preparando la sopa y el té, así que la nueva dependienta recibió a los clientes. Por el rabillo del ojo, mientras estudiaba el boceto, oyó el murmullo de saludos.

Solo le quedaban unos toques era muy parecido al uniforme de Spencer.

Ah, Spencer. Apoyó la cabeza en la mano, mientras la vergüenza se fundía con la carga familiar del dolor. «Pido a Dios que no puedas verme ahora...»

Una sombra se movió sobre él, seguida por dos manos que atraparon las suyas con fuerza.

— ¡Aiden! Maldita sea, hombre, he recorrido España de punta a punta tratando de encontrarte.

El temor se apoderó de él y alzó la vista con tanta brusquedad, que unos puntos de luz dificultaron momentáneamente su visión. Cuando por fin la imagen se hizo nítida, reconoció un rostro muy querido y familiar: su cuñado, el comandante Henry Lau.

—¡Henry! —exclamó con alegría—. ¿Qué haces en Inglaterra? ¡Y sin uniforme! Creía que seguías con Wellington.

—No. Recibí un disparo pocos meses después de que Spencer resultara herido... pero es una larga historia. Ah, Aiden, ¡cuánto me alegro de verte! —lo envolvió en un abrazo.

Donghae lo estrechó y, luego, tomó sus manos.

—Yo también me alegro mucho de verte, Henry.

—¿Henry? —un joven pelirrojo y alto entró en el reducido despacho. Su mirada estupefacta se posó en el rostro de Donghae antes de descender a las manos que su cuñado todavía sostenía, y se mantuvo allí.

Después de darle otro apretón, Henry lo soltó, pero dejó una mano en su hombro, como si quisiera tranquilizarse de que, realmente, lo había encontrado.

—Zhoumi, querida mía, mira a quién he descubierto. Aiden, permíteme que te presente a mi esposo, Zhoumi. Zhou, este es el escurridizo joven viudo de mi hermano, Aiden.

¿El hermano granuja y vivalavirgen de Spencer, casado? Costaba creerlo.

—Es un placer conocerle, señor. Mi enhorabuena.

—Gracias —el joven alto asintió, pero no sonrió. Volvió a posar la mirada en la mano de su marido, todavía en el hombro de Donghae—. ¿Así que usted es el joven señor al que hemos seguido la pista por caminos polvorientos, en toda clase de coches mal acondicionados, durante medio año?

—¿Me habéis estado buscando? —repitió Donghae, atónito. Al oír el tono gélido de su esposo, Henry se limitó a reír.

—Me alegro de que me licenciaran. Creo que mi Zhou no habría podido ser el esposo de un oficial. ¿Y cómo puedes pensar que no iba a buscarte, querido amigo, el esposo de mi hermano, la persona que curó mis heridas y me rescató de la muerte? —le soltó el hombro y habló con más desenfado—. Aunque borraste bien tus huellas. Acabábamos de descubrir alguna pista, pero le había prometido a Zhou que volveríamos a los seis meses.

—¡Señor, que barulho! —dijo Heechul al entrar de espaldas desde la cocina, cargado con la bandeja. Se volvió, vio a Henry y su rostro se iluminó—. Henry, mi amor. ¿Como está?

—¡Heechul! —Henry corrió hacia él, lo liberó de la bandeja y lo envolvió en un abrazo. Los dos intercambiaron saludos en rápido. Luego, con un brazo alrededor de Heechul, y una mano en el hombro de Donghae, dijo:

—Venid a la mansión a tomar el té. Debes enviar a alguien por tus cosas y quedarte con nosotros. Y ¿dónde está el golfillo de mi sobrino?

¿La mansión? El miedo empañó su alegría.

—¡No podemos! Tu padre jamás... ¿Dónde está tu padre, Henry?

Una mirada amarga asomó al rostro de Henry.

—¿Mi padre? ¿No lo sabes? No hay duda de que tenemos muchas cosas de que hablar.

En aquel momento, la nueva dependienta se acercó a la puerta, con las manos llenas de sombreros.

—He retirado estos del escaparate, joven lord Lau. ¿Le gustaría echarles un vistazo? ¿Y a milord?

Lentamente, Donghae se volvió hacia Henry.

—¿Milord?

Henry desplegó una sonrisa pesarosa.

—A tu disposición. Mi padre y su primogénito murieron víctimas de la fiebre el invierno pasado, que Dios proteja sus negras almas. Así que los honores del título recayeron sobre mi humilde persona —rió con aspereza—. ¿No es increíble? Los dos deben de estar retorciéndose en sus tumbas.

Demasiado sorprendido para articular palabra, Donghae lo miró de hito en hito. Su suegro muerto. Muerto. Ya no supondría una amenaza para él. «No puede llevarse a Hyung». Su hijo estaba a salvo.

Mientras su aturdido cerebro intentaba asimilar aquella increíble noticia, el rostro austero de Henry se suavizó con una sonrisa.

—Pero, ya basta, me muero por tomar el té. Empaqueta la bandeja, Heechul. En el carruaje podrás contarnos todas las novedades. Y explicarme cómo, después de siete meses recorriendo todos los caminos de España, acabo encontrando a mi precioso cuñado en una tienda de Londres.


Una semana después, Donghae estaba reclinado sobre el respaldo de un sofá de satén a rayas, en el saloncito de una elegante habitación de invitados de Lau’s Rook, la residencia campestre de su cuñado.

Con auténtico estilo militar, Henry había hecho caso omiso de sus protestas de no poder abandonar Londres con su colección incompleta, y los había llevado a todos: él, Heechul, Hyung, su tutor y la familia del tutor, a la mansión que el conde tenía en el campo. Henry insistía en que necesitaba descansar y tomar el aire, y que todos necesitaban tiempo para ponerse al día.

Donghae apenas había dispuesto de un día para entregar sus bocetos a la costurera jefe, meter ropa en una bolsa y enviar una nota a Kyuhyun antes de que Henry fuese a recogerlos.

Con la eficiencia de un oficial, Henry dispuso de todas las comodidades: cestas de comida y jarras de té para el carruaje, ladrillos calientes para los pies, platos humeantes y habitaciones privadas con chimenea en todas las paradas... A veces, cuando vislumbraba a Henry de perfil, le recordaba tantísimo a Spencer que el corazón le daba un vuelco. No sabía si era un bálsamo o una tortura estar en aquella casa.

Una casa que, en aquellos momentos, era de Henry. Era la primera vez que veía el interior de Lau's Rook, pero recordaba vívidamente la primera vez que avistó la fortaleza almenada. Spencer lo había dejado en la verja, mientras se dirigía a informar a su padre de su inminente matrimonio. Donghae nunca olvidaría la expresión de su rostro, fría y marcada, como las antiguas torres de piedra, al regresar con la negativa de su padre. Sin apenas decir una palabra, se había ido al galope con él. Ninguno de los dos miró atrás.

Pasó un momento antes de que advirtiera que Henry había entrado, porque estaba al pie del sofá, mirándole.

—¿Pensando en lo mucho que ha cambiado todo? —preguntó con suavidad.

—Sí. Qué diferentes eran las cosas hace seis años.

—Ya. Los dos huyendo de papá como proscritos: él por casarse contigo, yo por comprarnos nombramientos de oficiales en el ejército de Wellington. Desheredados por luchar contra los franceses, en lugar de perseguir a herederas que engrosaran las arcas familiares. Hicimos un juramento de sangre la noche después de vuestra boda. ¿Lo sabías?

Donghae negó con la cabeza.

—Juramos cuidar el uno del otro... y de ti — continuó—. Uno para todos, ya sabes —su tono cómico se tornó serio—. Pienso cumplir mi juramento.

—Henry, estoy disfrutando de este descanso, y es maravilloso que Hyung sea por fin parte de la familia, pero no puedo quedarme aquí, pegado a tus faldones. Ya sabes en lo que me he convertido. No está bien visto que un tendero viva con el conde de Lau. Perdona.

—¡Maldita sea, no hay nada que perdonar! —explotó—. Nunca debiste verte en esa situación. Todo esto es culpa de mi padre, y del tuyo. Ahora, yo tengo el dinero y el poder, y pretendo encargarme de que recuperes todo lo que debió ser tuyo desde el principio: riqueza, comodidades, la posición que te corresponde en sociedad... Es lo que Spencer hubiese querido. ¿Te atreves a negarlo?

— Supongo que no. Pero hay más posibilidades de que el mundo comparta la opinión de tu padre que la tuya.

—Entonces, tendremos que hacerles cambiar, ¿no? Porque no pienso renunciar a ti, Aiden. He perdido a Spencer, no pienso perderte a ti también. Tú y Hyung sois mi familia, así que vais a quedaros.

Una familia. Un hogar. ¿Desde cuándo llevaba prescindiendo de ambos? Mientras tuvo a Spencer, aquella carencia no le importó.

Recordó los días felices en España y Portugal, a Henry riendo y charlando, compartiendo sus comidas frugales. Pensó en introducir a Hyung de forma permanente en aquel círculo de afecto. Henry le estaba ofreciendo lo que, a pesar de su profundo amor, él no podía proporcionar a su hijo.

La emoción le cerró la garganta cuando Henry le abrió los brazos. Cegado por las lágrimas, fue a su encuentro.

Pasado un momento, Henry lo soltó. Donghae alzó la vista ... y sorprendió la mirada del esposo de Henry. A juzgar por la expresión angustiada de su semblante pálido, debía de haber presenciado el abrazo.

Henry pasó un brazo con naturalidad por los hombros de su esposo.

—Zhou, le estoy diciendo a Aiden que él y Hyung deben vivir a partir de ahora con nosotros.

¿Hubo un momento de vacilación?

—Sí, por supuesto. Los lazos de sangre —el esposo de Henry enfatizó la palabra— deben estrecharse todo lo posible.

Y Donghae era un pariente, ligado a ellos solo por el matrimonio... ¿era eso lo que insinuaba su cuñado? Por muy tentador que fuese el ofrecimiento de Henry, no lo aceptaría si tenía que pagar el alto precio de la hostilidad de su esposo.

—Zhoumi, debes hacerle comprender que un tendero... un antiguo tendero —reconoció, adelantándose a la protesta inmediata de Henry—, no tiene cabida en la casa de un conde. Provocaría un sinfín de comentarios bochornosos.

Su cuñado abrió los labios, luego los cerró.

—Estoy seguro de que Henry sabe lo que quiere —dijo por fin. Henry le dio un apretón.

—Bien, Zhou, ayúdame a convencerlo. Recuperarás tu puesto entre la nobleza, Aiden, no temas. Zhou no ha sido formalmente presentado todavía como mi joven conde, pero...

¡Ah, ya lo tengo! Debemos ofrecer un gran baile y presentaros a los dos juntos.

Donghae se quedó boquiabierta y Zhoumi pareció afligido.

—¿Presentarme? ¡Henry, has perdido el juicio!

Tal vez el soldado rebelde no se hubiera amansado del todo, porque el peligroso destello que, en momentos del pasado, precedía a una acción alocada volvió a brillar en sus ojos.

—Ahora soy el conde de Lau, y tú eres mi cuñado, el joven viudo de un oficial que murió luchando por Inglaterra. ¿Quién puede tener más derecho a codearse con la elite de la sociedad?

—¿Y qué me dices de las damas y jóvenes a los que he atendido, que han comprado mis sombreros? ¿Crees que me invitarán a sus salones o pondrán el pie en el mío? Sería el hazmerreír, Henry. Y todo este asunto provocaría chismes y especulaciones que serán dolorosos para Zhoumi. No puedes pedirle que haga esto.

—Ah, mi Zhoumi se atreve con cualquier cosa, ¿verdad, cariño?

Su cuñado estaba jugando con un mechón rubio. Miró a Donghae, a su esposo, y luego, a Donghae otra vez. Tras humedecerse los labios, dijo en tono inexpresivo:

—Haré lo que Henry desee.

—Este es mi chico —plantando un rápido beso en la mejilla de su esposo, Henry se alejó hacia la puerta—. Entonces, no hay objeciones. Debéis disculparme, tengo que firmar unos endiablados papeles. Pero en seguida me pondré manos a la obra con la logística de vuestra presentación. Todo el que se precie de ser alguien en Londres estará invitado —Henry dio una palmada, con expresión gozosa—. Lo que daría porque Spencer estuviese presente cuando recibamos a nuestros ruidosos camaradas del ejército en el mausoleo de mármol que es la casa de nuestro padre...

Todavía riendo entre dientes, Henry salió de la habitación. Zhoumi hizo intención de seguirlo, pero Donghae extendió el brazo para detenerlo.

A pesar de la insistencia de Henry, era demasiado evidente que su cuñado distaba de estar entusiasmado con su presencia. Aunque quisiera una familia para Hyung, no se quedaría a no ser que Zhoumi los aceptara. Mejor zanjar aquel asunto, antes de que el diligente Henry llevara sus planes demasiado lejos.

—Por favor, ¿no te importaría tomar el té conmigo? Apenas hemos tenido oportunidad de hablar, y me encantara conocerte mejor.

Zhoumi lo miró como si deseara negarse, pero era demasiado cortés para hacerlo. Con evidente desgana, aceptó y ocupó la silla que Donghae le indicaba.

—Ante todo, quiero felicitarte de nuevo por tu matrimonio —dijo Donghae unos momentos después, mientras le entregaba una taza—. El Henry que conocía era un granuja encantador, pero parecía inflexible en su decisión de no casarse nunca. Debes de ser una persona muy especial para haberle hecho cambiar de idea.

La sorpresa agrandó los ojos de Zhoumi.

—Gra... gracias —balbució—. Aunque debo confesar que no soy nada fuera de lo normal.

—Al contrario. Henry me describió vuestro viaje, y te aseguro que conozco perfectamente la clase de comodidades que un noble joven ingles puede encontrar en los pueblos por los que pasasteis. Para haber sobrevivido a esa odisea con el juicio intacto, debes de tener mucho ingenio y un gran sentido del humor.

La rigidez de Zhoumi se suavizó un poco.

—Fue toda una ... aventura, la verdad —reconoció con una leve sonrisa. Impulsivamente, Donghae se inclinó hacia delante para estrechar sus manos.

— ¡Me alegro tanto por los dos! Henry es una persona muy querida para mí, uno de mis mejores amigos, y siempre deseé que encontrase a la persona idónea a la que amar.

La sonrisa de Zhoumi se disipó.

—Henry te tiene en mucha estima, desde luego. Durante meses no oí más que historias sobre el hermoso, intrépido e ingenioso Aiden.

Donghae gimió. ¡No era de extrañar que su cuñado lo tomara por un rival! ¡Qué metepatas estaba hecho Henry!

—Cielos, menudo tostón. Como bien sabrás, a los militares les encanta parlotear sobre sus camaradas y las campañas. Imagino que, debido al acecho constante de la muerte, los lazos que uno crea con sus compañeros se hacen especialmente fuertes.

Zhoumi se limitó a asentir. Donghae hizo una pausa para reflexionar. ¿Cómo convencerlo de lo que el tiempo demostraría por sí solo ... que no constituía una amenaza para él? Quizá, una vez más, lo mejor seria apelar a la sinceridad.

—Perdóname si hablo con franqueza, pero sé que debes de estar preocupado por mi relación con Henry. Te ruego que creas que, aunque es el hermano de Eunhyuk y los dos se asemejan en algo, mis sentimientos hacia él, y los suyos hacia mí, son por entero fraternales.

Por primera vez, Zhoumi lo miró directamente a los ojos, como si quisiera sopesar la veracidad de aquella afirmación.

—Me gustaría creerlo.

—Otro rasgo de los militares que, sin duda, conocerás es que, cuando toman una decisión, resulta terriblemente difícil disuadirlos.


Por primera vez, Zhoumi desplegó una sonrisa genuina.


2 comentarios:

  1. Capítulo intrigante y dudoso...
    Me alegro que Henry haya encontrado a Hae y así,él pueda tener a Hyung con él,darle una familia y que tenga a alguien que represente el lado de su padre.
    Esperemos esa fiesta...

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  2. QUE BIEN MI HENRY CON EL GUAPO ZHOUMI JUNTOS TONTO MONITO

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...