Amante Enemigo (DH5)- 20




Zhou Mi no podía respirar mientras sostenía a su hijo por primera vez. Sus diminutos puños estaban apretados mientras sus gritos dejaban saber a todos que estaba aquí. Su rostro estaba arrugado como el de un anciano, pero aún así era hermoso para Zhou Mi.

—Mira su cabello –dijo, peinando la densa masa de cabello negro—. Se parece a su padre.

Henry sonrió mientras el bebé envolvía su pequeña mano alrededor del índice de su padre.

—Tiene tus pulmones.

—¡Oh, por favor! –dijo indignado.

—Confía en mí —le dijo Henry, encontrándose con su mirada—. Cada Apolita ahora sabe que mis padres no estaban casados cuando nací, y que si sobrevives a esta noche, planeas convertirme en eunuco.

Él se rió y lo besó mientras sostenía a su hijo.

—A propósito, si hablabas en serio acerca de eso, Zhou Mi –dijo la doctora, con los ojos bajos—. Tengo un bisturí que puedo prestarte.

Zhou Mi rió otra vez.

—No me tientes.


Henry tomó al bebé y lo sostuvo cuidadosamente con sus grandes manos. Su hijo. La alegría y el miedo dentro suyo eran debilitantes. Nunca había sentido algo así.

El bebé era tan increíblemente pequeño. Un milagro de la vida. ¿Cómo podría algo tan diminuto sobrevivir? Henry sabía que mataría o dañaría seriamente a cualquiera que amenazara a su hijo alguna vez.

—¿Cómo vas a llamarlo? –le preguntó Henry a Zhou Mi.

Todas estas semanas se había mantenido fuera de esa decisión a propósito. Quería que su appa le pusiera el nombre.

Sería su legado perdurable para su hijo, quien jamás la conocería realmente.

—¿Qué te parece RyuHyun Lau?

Henry parpadeó, incrédulo.

—¿Estás seguro? –él asintió mientras Henry tocaba suavemente la mejilla del bebé—. Hola, pequeño RyuHyun –susurró Henry. Su corazón se encogió mientras lo llamaba por el nombre de su hermano—. Bienvenido a casa.

—El bebé probablemente quiera alimentarse ahora –dijo la Dra. Hyeri mientras terminaba de limpiar todo— ¿Necesitarás una nodriza? –le preguntó la Dra. Hyeri a Zhou Mi—. Los bebés Apolitas generalmente no toman mamaderas ni mezclas nutritivas, especialmente cuando tienen una herencia mixta. No hay una mezcla realmente adecuada que podamos probar, ya que no sabemos cuánto hay de Apolita o de humano en él.

—Creo que la nodriza será una buena idea –dijo Zhou Mi—. No quiero echar a perder esto e impedir su crecimiento, o convertirlo en un mutante o algo así.

La doctora tenía una extraña expresión en el rostro, que básicamente decía: “pensé que tu hijo era un mutante.”

Sabiamente, se quedó callada. Henry acompañó a la doctora afuera.

—Gracias –le dijo mientras pasaban al living, donde Clinton y Hyungjoon estaban sentados esperando.

—¡Já! –Dijo Hyungjoon en cuanto vio a Henry—. Te dije que llegaría sano y salvo.

—Demonios –murmuró Clinton antes de entregarle un billete de veinte—. Me dijeron que habías sido castrado después de todo.

Ambos fueron rápidamente hacia el dormitorio para ver al bebé, mientras Henry hablaba con la doctora.

Ella le sonrió con tristeza.

—Supongo que es, de algún modo, apropiado.

—¿Qué cosa?

—Que el último bebé al que ayudé a llegar al mundo sea el destinado a mantenerlo a salvo.

Henry frunció el ceño.

—¿Qué quiere decir con “el último bebé”?

La Dra. Hyeri suspiró como si el peso del Armagedon estuviese sobre sus hombros.

—El jueves es mi cumpleaños.

Henry se quedó helado ante sus palabras, y lo que ellas significaban.

—¿El vigésimo séptimo?

Ella asintió.

—La Dra. Min se ocupará de vigilar la salud de ambos. Será quien le dé a Zhou Mi su examen físico mensual y se asegure que todo prosigue como debería.

La Dra. Hyeri se encaminó hacia la puerta.

—Doctora, espere. –Ella giró hacia él—. Lo…

—No diga que lo lamenta. Soy sólo otra Apolita para usted.

—No –dijo él, sinceramente—. No lo es. Usted es la mujer que mantuvo a mi esposo a salvo y que ayudó a mi hijo a nacer. Jamás olvidaré eso.

Ella le ofreció una sonrisa trémula.

—Le deseo suerte con su hijo. Espero que crezca para ser un hombre como su padre.

Henry la observó partir con el corazón pesado. Había intentado con tanta fuerza mantenerse indiferente a todos aquí. Sin preocuparse y sin ver cuán humanos eran sus enemigos. Pero era imposible. Tan imposible como era mantenerse apartado de Zhou Mi.

Contra su voluntad y su sentido común, todos ellos habían invadido su corazón. ¿Cómo podría volver a su papel de Cazador Oscuro luego de esto?

¿Cómo podría matar a otro Daimon cuando los comprendía tan bien? ¿Cómo?

Para el momento en que Henry regresó junto a él, Zhou Mi estaba exhausto. Hyungjoon y la nodriza habían tomado al bebé para cuidarlo y que él pudiese descansar. Por supuesto, tendrían que despertarlo cuando fuera tiempo de su próxima comida, pero por un ratito, Zhou Mi podría descansar cómodamente.

—Cierra los ojos –dijo Henry.

Zhou Mi hizo lo que le pedía sin discutir, y sintió que él ponía algo alrededor de su cuello. Abriendo los ojos, vio un anticuado e intrincado collar. El diseño era evidentemente nórdico. Tenía cuatro piezas cuadradas de ámbar montadas de costado, en forma de diamante. En el centro había una pieza circular con otra piedra ámbar incrustada, y cayendo de la misma había un diminuto barco Vikingo, cuya vela estaba hecha de más ámbar.

—Es hermoso.

—Ryuhyun y yo compramos dos de ellos a un comerciante danés en Bizancio. Nos recordaba a nuestro hogar. Él le dio el suyo a su esposa y yo iba a darle el mío a mi hermana.

—¿Por qué no se lo diste?

—No quería aceptarlo. Estaba demasiado enojada conmigo por no haber estado allí cuando nuestro padre había muerto, enojada porque hacía incursiones. Dijo que jamás quería volver a verme, así que me fui y he tenido el collar conmigo desde entonces. Lo saqué de mi caja fuerte cuando fui con Hyungjoon a buscar mi espada.

Su tristeza lo alcanzó. En los últimos meses, había aprendido cuánto habían significado sus hermanos para él.

—Lo siento, Henry.

—No lo hagas. Me agrada verlo en ti. Es como si tuviese que estar allí. –Le pasó la mano por el cabello—. ¿Quieres que vaya a dormir al sofá?

—¿Por qué querría eso?

—Más temprano dijiste que jamás dejarías que me aproximara a tu cama.

El rió suavemente.

—Ni siquiera recuerdo la mitad de lo que dije.

—Está bien. Creo que Clinton estaba grabándolo en la otra habitación, para la posteridad.

Zhoumi se cubrió el rostro con las manos.

—Espero que estés bromeando.

—No, en realidad no.

Zhou Mi pasó su mano por el sedoso cabello de Henry, y dejó que los mechones se deslizaran entre sus dedos.

—Bueno, ahora que terminó todo, soy mucho más tolerante contigo. Así que, ven y acurrúcate. Creo que podría venirme bien.

Henry lo obedeció rápidamente.

Zhou Mi exhaló larga y cansadamente, y luego se quedó dormido.

Henry lo observó mientras permitía que la cálida suavidad de su cuerpo se filtrara en su corazón. Tomó la mano de Zhou Mi y estudió su delicada forma.

—No me dejes, Zhou Mi –susurró—. No quiero criar a nuestro hijo sin ti.

Pero desear que se quedara era tan productivo como desear recuperar su alma.



La mañana del jueves Henry no podía dormir. Zhou Mi y Ryuhyun estaban felizmente inconscientes. Pero sus pensamientos no se asentaban lo suficiente como para dejarlo descansar.

Levantándose, se vistió y abandonó el apartamento. Como pocos Apolitas se habían levantado de la cama, no tuvo que soportar muchos gestos de desprecio y miradas furibundas.

Sabía que no tenía nada que hacer en el sitio al que se dirigía, pero no podía evitarlo. Tenía que decirle adiós a la Dra. Hyeri. Extrañamente, ella se había convertido en otro miembro de su pequeña tropa en las semanas que había mantenido vigilia sobre la salud de Zhou Mi y Ryuhyun.

Su apartamento no quedaba lejos del de Victoria. Inseguro de cómo lo recibirían, golpeó a la puerta. Un chico de aproximadamente doce años respondió.

—¿Tú eres Ty? –le preguntó, recordando a la Dra. Hyeri hablando de su hijo mayor.

—Mi mamá no va a convertirse en Daimon. Puede dejarla en paz.

Henry retrocedió ante sus furiosas palabras.

—Sé que no lo hará. Sólo quería verla un minuto.

—Tía –gritó el chico sin permitirle entrar—. El Cazador Oscuro quiere ver a mamá.

Una hermosa mujer de la edad de Clinton se acercó a la puerta.

—¿Qué desea?

—Quiero ver a la Dra. Hyeri.

—¡Va a matarla! –dijo el chico, detrás de ella.

La mujer lo ignoró. Entrecerrando los ojos, dio un paso atrás y dejó entrar a Henry.

Henry respiró hondo, aliviado, mientras lo conducía a una habitación a su izquierda. La Dra. Hyeri estaba recostada en la cama, pero él apenas la reconoció. En lugar de la joven y vibrante mujer que había traído a su bebé al mundo, ya se veía como si tuviese cincuenta años.

—Tiene sólo cinco minutos, Cazador Oscuro. Queremos estar con ella tanto como podamos.

Él asintió, y una vez que estuvo a solas con ella, se arrodilló junto a la cama.

—¿Por qué está aquí, Henry? –preguntó la Dra. Hyeri. Era la primera vez que usaba su nombre.

—No estoy seguro. Sólo quería agradecerle otra vez.

Ella parpadeó sus ojos llenos de lágrimas y pareció envejecer diez años más.

—Esta no es la peor parte –susurró—. Esa viene después, cuando nuestros cuerpos se despedazan mientras estamos vivos. Si tenemos suerte, nuestros órganos fallan rápidamente y morimos. De otro modo dura horas, y es muy doloroso.

Esas palabras lo desgarraron por dentro mientras pensaba en Zhou Mi pasando por eso. Sufriendo mucho más dolor del que había pasado cuando Ryuhyun había nacido.

—Lo siento tanto.

La Dra. Hyeri no sintió pena por él.

—Sólo respóndame una pregunta.

—Lo que sea.

Su mirada lo taladró con su calor fundido.

—¿Comprende?

Él asintió. Sí, sabía por lo que pasaban, y entendía porqué los Daimons se convertían. ¿Quién podría culparlos?

La Dra. Hyeri se estiró y tocó la mano de Henry con la suya.

—Espero que su hijo se salve de esto. Realmente, realmente lo deseo. Por el bien de ambos. Nadie debería morir así. Nadie.

Henry miró fijamente la mano que ahora tenía arrugas y manchas. Una mano que había sido tan suave como la suya unas pocas horas atrás.

—¿Hay algo que pueda hacer por usted? –le preguntó.

—Cuide a su familia y no permita que Zhou Mi muera solo. No hay nada peor que pasar esto solo.

Su familia regresó a la habitación.

Henry se levantó y los dejó con la persona que amaban.

—Buen viaje –le dijo, con la voz profunda por las emociones reprimidas—. Espero que sus dioses sean mucho más piadosos en la próxima vida.

Lo último que Henry vio fue a su hijo cayendo en sus brazos y llorando.

Henry abandonó el apartamento y fue hacia el suyo. Para el momento en que llegó, su furia ardía. Entró a la habitación y vio a Zhou Mi durmiendo con Ryuhyun a su lado.

Se veían tan hermosos. Ella era una persona joven que debería tener el resto de su vida por delante. Tenía un bebé que necesitaba conocer a su appa.

Más que nada, Henry lo necesitaba.

No podía terminar de este modo. No podía. Él no iba a permitirlo.

Tomando su teléfono celular, regresó al living y llamó a Shindong. Para su sorpresa, Shin respondió al primer repique.

—¿Regresaste? –preguntó Henry.

—Aparentemente.

Él ignoró el habitual sarcasmo de Shin y fue directo al asunto.

—¿Tienes alguna idea de lo que ha sucedido mientras no estabas?

—Lo sé, Henry –dijo Shin en un tono compasivo—. Felicitaciones por tu matrimonio y por Ryuhyun. 

Henry se atragantó ante la mención de su hijo. No se molestó en preguntarle a Shin cómo se había enterado de los dos eventos. Shin no le respondería, y todos sabían que el hombre era anormal.

—¿Hay algo…?

Henry ni siquiera podía resignarse a preguntar si tenían o no alguna esperanza de un futuro juntos.

—No estás preparado para la respuesta.

Su furia explotó.

—Maldito seas, Shin. ¿Qué quieres decir con que no estoy preparado?

—Escúchame, Henry –dijo en el tono paciente de un padre tratando con un hijo molesto—. Escucha con atención. A veces, para tener lo que más deseamos, debemos abandonar todo lo que creemos. Aún no estás listo para hacer eso.

Henry apretó con más fuerza el teléfono.

—Ni siquiera sé de lo que estás hablando. ¿Por qué nunca puedes responder a una simple pregunta?

—Hazme una pregunta sencilla y obtendrás una respuesta sencilla. Lo que me preguntas es extremadamente complicado. Has hecho lo que Artemisa quería que hicieras. Has salvado a tu linaje y al de su hermano.

—¿Entonces por qué no pareces alegrarte por eso?

—No me gusta ver que usen o jueguen con nadie. Sé que ahora mismo estás sufriendo. Sé que estás furioso. Lo comprendo. Tienes todo el derecho a sentir cada emoción que está agitándose dentro tuyo. Pero esto no ha terminado. Cuando estés preparado, responderé a tu pregunta.

El bastardo le colgó.

Henry se quedó allí parado, sintiéndose aún más traicionado. Quería la sangre de Shin, pero más que nada quería la sangre de Artemisa y la de Apolo. Cómo se atrevían a joderlo así, como si no fuera nada.
La puerta de su dormitorio se abrió, para mostrarle a Zhou Mi allí parado, con la frente arrugada por la preocupación.

—Hola –dijo; se veía muy cansado.

—Deberías estar en la cama.

—También tú. Me preocupé cuando desperté y no estabas. ¿Todo está bien?

Por alguna razón, todo siempre estaba bien cuando estaba cerca. Era lo que hacía que fuese tan difícil estar con él ahora.

Henry intentó imaginar cómo sería sostener su mano mientras envejecía frente a él. Cómo sería cuando lo viese desintegrarse como polvo…

El dolor lo atormentó tan violentamente que hizo todo lo que pudo para no demostrarlo. Para no gritar con toda su furia hasta hacer temblar los propios pasillos del Olimpo.

Zhou Mi no esperaba que Henry lo acorralara contra la pared detrás suyo. Sus labios cubrieron los suyos mientras lo besaba como si nunca fuese a tener otra oportunidad de hacerlo.

Zhou Mi sabía que lo necesitaba. Henry no lo admitiría. También sabía eso. Henry era demasiado fuerte como para admitir alguna vez que tenía una debilidad. Como para decir que tenía miedo, pero, ¿cómo podía no estar asustado?

Ninguno de ellos sabía si su hijo era humano o Apolita. La prueba preliminar no había sido concluyente. Y pasarían tres meses más antes de que pudiesen analizar a Ryuhyun nuevamente, para ver qué ADN era dominante en él.

Cualquiera que fuese el resultado, Henry estaría solo para ocuparse de las necesidades de Ryuhyun.
Le soltó.

Zhou Mi tomó su mano y lo llevó de regreso al dormitorio. Lo hizo sentar sobre la cama, y luego lo forzó a recostarse.

—¿Qué estás haciendo? –le preguntó Henry. El bajó el cierre de sus pantalones.

—Luego de todos estos siglos, pensé que serías capaz de reconocer cuando te están seduciendo.

Él cayó sobre sus manos. Zhou Mi descendió la mano por el largo de su pene. Ya estaba duro y goteando. Trazó su punta, permitiendo que la humedad cubriera sus dedos.

Henry no podía respirar mientras lo observaba. Acunó el rostro de Zhou Mi entre sus manos mientras él se inclinaba para provocarlo con su dulce boca.

Con la respiración entrecortada, vio mientras lamía todo el camino hasta la punta mientras su mano acunaba suavemente sus testículos. Era tan agradable hacer el amor con alguien que lo conocía. Alguien que recordaba cómo le gustaba que lo tocaran y lo acariciaran. Alguien que lo recordaba.

Durante siglos, sólo extrañas lo habían tocado. Con nadie se había sentido así. Nadie había entibiado ese frío lugar dentro de su corazón y lo había debilitado. Sólo Zhou Mi hacía eso.

Zhoumi sintió que el cuerpo de Henry se relajaba más con cada suave lamida y cada succión que le daba. Llegó al orgasmo con un feroz gruñido.

Una vez que estuvo completamente vacío y saciado, se quedó recostado en la cama, jadeando, con los ojos cerrados mientras él se recostaba sobre su pecho.

—Gracias –le dijo suavemente, acariciando su pelo.

—De nada. ¿Te sientes mejor?

—No.

—Bueno, lo intenté.

Él le rió en un tono agridulce.

—No eres tú, amor. Realmente no es tu culpa.

De repente, Ryuhyun despertó llorando. Henry se ajustó el pantalón mientras Zhou Mi alzaba al bebé y lo consolaba.

—Zhoumi yo… he estado pensando acerca de nosotros. Mucho.

—¿Y?

—Quiero que te conviertas en Daimon.

Zhou Mi se reclinó para mirarlo, conmocionado.

—¿Henry? ¿Hablas en serio?

—Sí. Tiene sentido. De ese modo…

—No puedo hacer eso –dijo él, interrumpiéndolo.

—Claro que puedes. Todo lo que tienes que hacer es…

—Matar a gente inocente. –parecía horrorizado—. No puedo.

—Victoria no mata a nadie.

—Pero ella se alimenta de alguien que sí lo hace, y ella tiene que chupar su sangre. Sin ánimos de ofender, ¡puaj! Sin mencionar el pequeño detalle de que ya no estoy equipado para chupar la sangre de nadie, y a la última persona que quiero morder es a Shanglin. Y ya que estamos con este tema, no olvidemos que tú y tus compañeros estarán detrás mío si alguna vez pongo un pie fuera de Elysia para cazar a alguien.

—No, no lo harán –dijo él, enfáticamente—. No se los permitiré. Puedo mantenerte a salvo, Zhou Mi. Lo juro. Puedes quedarte en el sótano conmigo. Nadie tiene que saberlo.

Los rasgos de Zhou Mi se suavizaron. Puso su suave y cálida mano sobre la mejilla de Henry.

—Yo lo sabría, Henry. Ryuhyun lo sabría. Clinton…

—Por favor, Zhou Mi –le rogó, pensando en la Dra. Hyeri y cómo se veía. Cómo había envejecido. El sufrimiento en su rostro—. No quiero que mueras. Especialmente no como…

—Yo tampoco –dijo, interrumpiéndolo—. Puedes creerme.

—Entonces lucha por mí. Lucha por Ryuhyun.

—Eso no es para nada justo. No deseo morir más de lo que tú deseas que muera, pero lo que me estás pidiendo es imposible. Va contra todo lo que has combatido y contra todo lo que crees. Me odiarías.

—Jamás podría odiarte.

Zhoumi sacudió la cabeza, incrédulo.

—Las cortes de divorcio están llenas de maridos que pensaban eso cuando se casaron. ¿Cómo te sentirías de aquí a un año, luego de que haya tomado varias vidas inocentes?

Henry no quería pensar en eso. Sólo quería pensar en ellos. Por una vez en la eternidad quería ser egoísta. Al diablo con el mundo. Durante mil doscientos años había defendido a los humanos.

Todo lo que pedía era un año de felicidad. ¿Era tanto, luego de todo lo que había hecho por la humanidad?

—¿Al menos lo pensarías, por mí? –le pidió tranquilamente, aunque sabía que Zhoumi tenía razón. “Ten cuidado con lo que deseas, porque podrías obtenerlo.” Las palabras de Kyuhyun lo perseguían.

—Está bien –susurró Zhou Mi, pero aunque dijo esas palabras, sabía lo que debía hacer. Ambos saltaron cuando el teléfono sonó.

Pensando que era Shin, ya que no registraba la identidad de quien llamaba ni el número, Henry lo extrajo de su cinto y atendió.

—Hola, Vikingo.

Su sangre se heló ante el sonido del grueso acento griego que recordaba demasiado bien.

—¿Dylan?

—Sí. Muy bien. Estoy orgulloso de ti.

—¿Cómo conseguiste mi número?

Si Shanglin los había traicionado, que dios lo ayudara, porque Henry arrancaría su corazón de Daimon y se lo haría comer.

—Ah, esa es una interesante pregunta, ¿verdad? Te daré crédito. Me has llevado a una alegre persecución por toda la ciudad. Pero tengo mis fuentes. Afortunadamente, una de ellas vive justo aquí.

—¿Quién? –exigió Henry. Dylan se burló.

—La anticipación debe estar matándote, ¿no? ¿A quién tengo? ¿Qué quiero? ¿Mataré a esta persona que tengo conmigo? –Se detuvo para hacer un sonido de deleite—. Bueno, tendré piedad de ti. Creo que eres lo suficientemente inteligente como para saber lo que estoy buscando.

—No te daré a Zhou Mi. No me importa a quién tengas.

—Oh, ya no quiero a Zhou Mi, Vikingo. Usa la cabeza. De cualquier modo él estará muerto en algunas semanas. Lo que quiero es a tu hijo, y lo quiero ahora.

—¡Vete al demonio!

El Daimon se burló de él nuevamente.

—¿Esa es tu respuesta final? ¿Ni siquiera deseas saber de quién es el alma que voy a devorar?

No cuando la comparaba a su hijo o a Zhou Mi. Realmente no importaba. Nadie en el mundo era más importante para Henry. Pero tenía que saberlo.

—¿A quién tienes?

El teléfono quedó en silencio varios segundos, mientras Henry aguantaba la respiración. No podía tener a Zhou Mi, ni a Ryuhyun, ni a Clinton. ¿Quién quedaba?

La respuesta heló su sangre.

—¿Henry?

Era el padre de Zhou Mi.

Henry colgó, con los pensamientos revueltos. Miró a Zhou Mi, que había empalidecido.

—¿Qué dijo?

Una parte de él quería mentirle, pero no podía. Su relación estaba más allá de eso. Jamás le había ocultado nada. No iba a comenzar a hacerlo ahora. Tenía derecho a saber lo que estaba pasando.

—Dylan quiere cambiar a tu padre por Ryuhyun. Si nos negamos, tu padre muere.

Lo que no le dijo era que su padre probablemente moriría, de cualquier modo, dado lo que conocía de Dylan. Estaba casi garantizado.

Pero tal vez Shanglin podría mantener con vida a Chilhyun Wang, ya que tenía un interés personal en la salud de ese hombre.

Zhou Mi se cubrió la boca con la mano. Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de terror.

—¿Qué hacemos? No puedo permitir que mate a mi padre, y está malditamente claro que no puedo darle a mi bebé.

Henry se puso de pie y mantuvo su voz calma para no alarmar más a Zhou Mi. Tenía que preocuparse por su salud y la de Ryuhyun. Él se ocuparía de lo demás.

—Sólo hay una cosa que sé hacer. Iré a matar a Dylan.

Zhoumi se veía poco convencido.

—Hemos intentado eso, ¿recuerdas? No funcionó. Creo recordar que él y sus hombres hicieron muñequitos de papel contigo, los Were-Hunters, y Bin.

—Lo sé, pero lo que tenemos los Vikingos es que sabemos cómo tomar ventaja de los ataques sorpresa, y desorientar a nuestros oponentes. Él no esperará que yo ataque.

—Claro que sí. No es estúpido y sabe con quién está tratando.

—¿Entonces qué quieres que haga? –le preguntó, frustrado—. ¿Quieres que le entregue a Ryuhyun y diga bon appétit?

—¡No!

—Entonces ofréceme otra solución.

Zhou Mi intentó desesperadamente pensar en algo. Pero él tenía razón. No había otro modo.

Tal vez si pudieran contactar a Shanglin, pero ya hacía varios días que se había ido y nadie, ni siquiera Victoria, había visto un pelo de él.

—¿Cuándo y dónde se supone que te encuentres con él? –le preguntó.

—Esta noche en el Inferno.

—Pensaremos en algo para entonces.

Eso esperaba Henry. La alternativa era completamente inaceptable para él.



—Iré a ayudar.

Tanto Henry como Hyungjoon miraron a Clinton como si hubiese perdido la cabeza.

—¿Qué se supone que hagamos contigo, Clinton? –Preguntó Henry—. ¿Arrojarte por encima de ellos?

Clinton se erizó, ofendido.

—No soy un bebé, Henry. Resulta que sé cómo pelear. Demonios, he estado entrenando contigo durante años.

—Sí, pero nunca te golpeé en realidad.

Clinton pareció aún más ofendido.

Hyungjoon le palmeó el brazo.

—No te preocupes, Clinton. El día en que Sony PlayStation ataque al mundo y amenace con destruirlo, te llamaremos.

Clinton hizo un sonido de irritación.

—¿Para qué me molesto?

Henry respiró hondo mientras ajustaba su espada.

—Tu trabajo es proteger a Zhou Mi y a Ryuhyun. Te necesito aquí, niño.

—Sí, sí. Siempre soy inútil.

Henry tomó a Clinton por la nuca y lo acercó a sí.

—Tú nunca eres inútil para mí. No quiero volver a escucharte decir eso. ¿Me entiendes?

—Está bien. —Clinton cedió mientras intentaba soltarse del fuerte agarre de Henry—. Supongo que mis habilidades para hacer bebés no están completamente difuntas con el nuevo heredero, ¿eh?

Henry le revolvió el cabello, luego giró hacia Hyungjoon.

—¿Estás listo?

—Supongo. ¿Te das cuenta de que simplemente escaparán de mí?

—Bien. Mantenlos en movimiento. Si están ocupados preocupándose por no lastimarte, entonces no podrán concentrarse en cortarme en pedazos.

—Buen punto.

Mientras iba hacia la puerta, Zhou Mi lo detuvo. Lo atrajo contra sí y lo abrazó con fuerza.

—Vuelve a mí, Henry.

—Tengo toda la intención de hacerlo. Si dios y Odín quieren.

Él lo besó y luego lo dejó ir.

Henry miró por última vez a su esposo y al bebé que dormía en el suelo, completamente inconsciente de lo que estaba sucediendo esta noche. Inconsciente de que si Dylan se salía con la suya, Ryuhyun moriría y el mundo también.

Cómo deseaba poder ser así de ignorante.

Pero no podía. Tenía un trabajo que hacer y demasiado que perder si fallaba.

En el fondo de su mente se repetía una idea… ¿cómo se había enterado Dylan acerca del padre de Zhou Mi?

¿Podía haberlos traicionado Shanglin? ¿Lo habría hecho?

Una parte suya quería creer que era una coincidencia. La otra no podía evitar preguntarse si Shanglin habría cambiado de opinión sobre ayudar a Dylan después de todo. El hombre era su padre…

Henry y Hyungjoon abandonaron el apartamento y se encontraron con Victoria en la entrada principal. Ella extrajo un collar y lo colocó alrededor del cuello de Henry.

—Esto permitirá que la puerta de Elysia se abra cuando regreses. No pude ponerme en contacto con Shanglin y eso me preocupa. Sólo ruego que no se hayan enterado de la ayuda que nos otorga.

—Él está bien, Victoria –la tranquilizó Hyungjoon—. Créeme, es un gran actor. No tenía idea de que no era un completo idiota. Estoy seguro de que su padre tampoco lo sabe. —Victoria parecía irritada por sus palabras—. Era una broma, Victoria –dijo Hyungjoon—. Alíviate.

Victoria sacudió la cabeza.

—¿Cómo puedes estar tan impasible cuando sabes lo que está en juego?

—Porque a diferencia de ustedes, sé que sobreviviré a esta noche, de un modo u otro. A menos que la tierra sea destruida o que me corten en pedazos, no corro peligro. Sólo temo por ustedes.

—Entonces asegúrate de mantenerte cerca mío –dijo Henry, sólo bromeando a medias—. Necesito una armadura cubierta de teflón.

Hyungjoon lo empujó hacia la salida.

—Sí, sí. El gran defensor escondiéndose detrás de mí. Creeré eso cuando lo vea.



2 comentarios:

  1. Me dara algo!!!
    Cada día resulta algo...
    Quiero que Mimi y el bebé esten bien...
    T____T

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  2. Apuesto a que no es el padre de Mimi, sino su propio hijo el esposo de Victoria, y ahora Henry y Hyun van a una pelea compleja y dificil no sabremos hasta el proximo si saldran con bien

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...