Amante Enemigo (DH5)- 12





Hyungjoon le sonrió amablemente a Zhou Mi mientras tomaba la ropa que Henry le había dado de adentro del placard.

—Me alegro de que hayas manejado tan bien esto esta vez. Y Henry también. Hace las cosas mucho más sencillas.

Zhou Mi asintió. En verdad, así era.

Si tan sólo Henry pudiese aceptar su herencia tan fácilmente como había aceptado al bebé. ¿Pero qué bien haría eso si él estaba destinado a morir?

Quizás este era el mejor modo de que funcionara. De este modo Henry no sufriría por él.

No, le dijo la voz en su cabeza. Quería más que eso de Henry. Quería lo que habían compartido en sus sueños.

Deja de ser egoísta.

Zhou Mi tragó con fuerza ante el pensamiento. Tenía razón. Sería más bondadoso mantenerse alejado de Henry. Lo último que quería era saber que él se lamentaría. Mientras menos gente se apenara, mejor.

Odiaba la idea de que alguien sufriera por él del modo en que a él le había dolido lo de su madre y sus hermanas. No había un día en que no estuvieran en sus pensamientos.


Una vez que tuvo la remera y el pantalón de gimnasia en sus manos, Henry caminó junto a él por la casa. Su poderosa presencia tocaba algo muy profundo dentro de Zhou Mi. Jamás había imaginado sentirse así.

—Sabes, tienes un lugar bastante bueno aquí –le dijo.

Él miró alrededor, como si no se hubiese percatado de eso en bastante tiempo.

—Gracias. Fue construido a fines del siglo pasado por la tatara-tatara-abuela de Clinton. Tenía quince hijos varones y quería espacio suficiente como para criarlos a ellos y a sus hijos.

Había un matiz de ternura en su voz cada vez que hablaba de su familia. Era evidente que había amado a cada uno de ellos profundamente.

—¿Y qué sucedió con ellos, Clinton es el único que queda?

La tristeza oscureció los ojos de Henry e hizo que el corazón de Zhou Mi se apenara por su dolor.

—El hijo mayor falleció con varios de sus primos y su tío como pasajeros en el Titanic. La plaga de influenza de 1918 mató a tres más de ellos y dejó a otros dos estériles. La guerra se llevó a otros cuatro. Dos murieron siendo pequeños y uno falleció en un accidente mientras cazaba siendo joven. Los dos menores, se casaron. Uno tuvo un niño y dos niñas. El hijo murió en la Segunda Guerra Mundial, y una de las hijas falleció enferma a los diez años, y la que quedaba murió en el parto antes de que el bebé pudiera nacer. — Zhou Mi dio un respingo ante sus palabras y el dolor que notaba en su voz. Era tan evidente que había amado mucho a cada uno de ellos—. El menor de todos tuvo cuatro hijos varones. Uno de ellos murió en la Segunda Guerra Mundial, otro siendo pequeño, otro en un accidente de autos con su esposa, y el otro era el abuelo de Clinton.

—Lo siento –le dijo, tocando su brazo compasivamente. No era de extrañar que cuidara a Clinton tan celosamente—. Me asombra que hayas permitido que tantos de ellos fuesen a la guerra.

Él cubrió la mano de Zhou Mi con la suya. La expresión de sus ojos le demostraba cuánto apreciaba su toque.

—Créeme, intenté detenerlos. Pero sólo se puede intentar mantener a un hombre terco en casa hasta cierto punto. Finalmente comprendo cómo se sintió mi padre cuando mi hermano y yo nos fuimos de casa, contra sus deseos.

—Pero no comprendes porqué tu madre se rehusó a acogerlos en su hogar.

Él se detuvo en sus pasos al oírla.

—¿Cómo supiste eso?

—Yo… —Zhou Mi se quedó callado al darse cuenta de lo que había hecho—. Lo siento. De vez en cuando puedo leer pensamientos pasajeros. No es que quiera hacerlo, y no tengo control sobre eso, simplemente sucede. –Los ojos de Henry eran tormentosos otra vez—. Sabes –intentó nuevamente, esperando poder consolarlo un poco—, a veces las personas dicen cosas en el momento de furia que luego lamentan. Estoy seguro de que tu madre los perdonó.

—No –dijo él, con la voz baja y grave—. Yo había abandonado las creencias con las que me había criado. Dudo que alguna vez lo superara.

Zhou Mi tironeó la cadena plateada que estaba alrededor de su cuello mientras sostenía el collar entre sus manos. Al igual que en su sueño, era el martillo de Thor y un pequeño crucifijo.

—No creo que hayas abandonado nada. ¿Sino por qué usas esto?

Henry miró los dedos de Zhou Mi, que acunaban la cruz de su madre y el talismán de su tío. Antiguas reliquias que había llevado por tanto tiempo que apenas recordaba su presencia. Eran el pasado, y él era su futuro. La dicotomía lo alcanzó muy dentro.

—Es para recordarme que las palabras dichas con furia jamás pueden ser retiradas.

—Y sin embargo hablas con furia con tanta frecuencia.

Él resopló.

—Algunos defectos no pueden cambiarse.

—Tal vez.

Zhou Mi lo besó, con la intención de que fuera un gesto amistoso.

Henry gruñó ante su sabor mientras lo acercaba y lo abrazaba fuertemente contra su pecho para poder sentir cada centímetro de su cuerpo.

Cuánto lo deseaba. Deseaba desgarrar su ropa y saciar el ardiente dolor que sentía en la entrepierna cada vez que él lo miraba. Se sentía tan bien tener a una pareja que lo conocía. Que recordaba su nombre y todo lo que él le decía.

No tenía precio.


Zhou Mi gimió profundamente ante la sensación de los labios de Henry sobre los suyos. Sus colmillos rozando suavemente sus labios, su lengua luchando contra los suyos.

Sentía los músculos flexionándose bajo su mano, el acero enroscado de un cuerpo que era sutilmente afilado y vigorosamente peligroso.

Henry era tan abrumador. Tan feroz y sin embargo tan extrañamente tierno. Una parte de su ser no quería dejarlo ir jamás.

Una parte le exigía que lo hiciera.

Sufriendo ante esa idea, profundizó su beso, y luego se apartó, renuentemente.


Henry no quería nada más que traerlo de regreso a sus brazos. Lo observó mientras su corazón se aceleraba y su cuerpo ardía. ¿Por qué no lo había encontrado mientras era humano?

¿Qué hubiese importado?

Él aún sería un Apolita y él de otra especie.

La suya era una relación imposible, y aún así habían sido unidos por una diosa conspiradora. Él estaba cautivado por el espíritu y la pasión de Zhou Mi. Su voz, su olor. Todo acerca de él le llegaba al corazón.

Su relación estaba condenada desde el principio. Él va a morir.

Las palabras lo cortaron por dentro. Había estado solo tanto tiempo, con el corazón herido y sangrando por la pérdida. Y él iba a ser otra cicatriz. Lo sabía. Podía sentirlo.

Henry sólo esperaba que ésta sanara, aunque algo le decía que no sería así. Su presencia persistiría dentro de él así como la de los demás lo habían hecho.

Su rostro lo perseguiría… Para siempre.

En ese momento, odiaba a Artemisa por su interferencia. La odiaba por haberlo forzado a esta vida y por darle a una pareja que no tenía más opción que perder.

No estaba bien.

¿Y por qué? ¿Porque Apolo se había enojado y había maldecido a su propia gente?

—Las descendencias son tan frágiles.

No se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que Zhou Mi asintió.

—Eso explica porqué proteges a Clinton del modo en que lo haces.

No tenía idea.

Él lo condujo hacia abajo por los escalones que descendían a su alojamiento.

—Debo admitir que me sorprende que Apolo no haya cuidado mejor a los suyos. Especialmente considerando lo importante que es.

—Al igual que tú, comenzamos siendo muchos, y rápidamente disminuimos hasta quedar yo. Claro que no ayudó en nada que fuésemos cazados hasta la extinción.

Henry se detuvo fuera de su puerta cerrada con llave, la cual tenía un panel con teclas al lado, en la pared.

—¿Paranoico? –preguntó Zhou Mi.

Él apenas sonrió con irónica diversión mientras ingresaba el código.

—Tenemos a muchos sirvientes que trabajan aquí durante el día y no saben nada de mí, ya que no pueden recordar que existo. De este modo, no entran de casualidad en mi habitación y salen gritando que hay un intruso mientras Clinton está en la universidad.

Para Zhou Mi, eso tenía mucho sentido.

—¿Cómo es ser tan anónimo?

Él abrió la puerta y encendió una débil luz del techo.

—A veces es como ser invisible. Lo que me resulta extraño es poder verlos a ti y a Hyungjoon nuevamente sin tener que volver a presentarme.

—Pero Shindong y Kyuhyun también te recuerdan.

—Es verdad. Los Cazadores Oscuros y los Were-Hunters Kattagaria pueden recordarme, pero no puedo estar en presencia física de otros Cazadores Oscuros por mucho tiempo, y los Were-Hunters se ponen nerviosos y malhumorados cada vez que me acerco a ellos. No les agrada la idea de tener a alguien que no sea de los suyos.

Zhou Mi miró alrededor mientras él se dirigía hacia su cama. La habitación era enorme. Contra una pared había una estación de computadoras que le recordaba a la NASA, justo ahí había una computadora plateada sobre el escritorio negro contemporáneo.

Pero lo que lo sobresaltó fue la gran cama negra en el fondo de la esquina derecha. Era exactamente igual a como había sido en su sueño. Las paredes alrededor de ellos eran de un mármol negro tan brillante que reflejaba, aunque a diferencia de sus sueños, Henry no se reflejaba en ellas ahora. Y tampoco había ventanas.

En la pared a su izquierda había más retratos, y debajo de ellos un largo aparador de caoba. La parte superior del aparador estaba regado por cientos de portarretratos de plata. Un sofá de cuero negro y un reclinador como los que había arriba estaban ubicados delante, junto a un TV de pantalla gigante.

Observando la miríada de rostros del pasado, Zhou Mi pensó en la mujer que estaba escaleras arriba, en el retrato junto a la que ahora era la habitación de Hyungjoon. Henry sabía mucho sobre ella, y eso la hacía preguntarse cuánto sabría acerca de cada rostro que había en esa pared y sobre el aparador. Rostros de personas que probablemente habían sabido muy poco de él.

—¿Tenías que presentarte constantemente a Isabella?

Él cerró y trabó la puerta tras de sí.

Con ella era un poquito más sencillo. Como pertenecía a una familia de Escuderos, comprendía que yo era el Cazador Oscuro maldito, así que cada vez que nos encontrábamos ella sonreía y decía “Tú debes ser Henry. Es un placer conocerte nuevamente.”

—¿Entonces todas sus parejas saben acerca de ti?

—No, sólo las que pertenecen a familias de Escuderos. No puedes explicar exactamente a los humanos normales que hay un inmortal viviendo en el sótano, a quien no recordarán haber visto o hablado. Así que quienes son como la madre de Clinton nunca saben que existo.

Zhoumi lo miró mientras él se sentaba y se quitaba las botas.

—¿La madre de Clinton no es una Escudera? –preguntó, intentando distraerse del hecho de que esos pies desnudos le hacían anhelar ver más partes desnudas de él.

—No. Su padre la conoció mientras ella trabajaba en un restaurante local. Él estaba tan enamorado de ella que no interferí.

—¿Por qué tuvieron sólo a Clinton?

Henry suspiró mientras colocaba sus botas debajo del escritorio.

—Ella no podía tener hijos fácilmente. Tuvo tres abortos antes de su nacimiento. Incluso Clinton fue prematuro por siete semanas. Una vez que nació, le dije a su padre que no quería que ninguno de ellos pasara otra vez por otro embarazo.

Zhou Mi se sorprendió, dado lo importante que era su linaje para él.

—¿En verdad lo hiciste?

Él asintió.

—¿Cómo podía pedirles que continuaran haciéndolo? Dar a luz casi la mató, y los abortos siempre rompían su corazón.

Era admirable lo que había hecho. Estaba feliz de saber que él no era en realidad el bárbaro que había temido que fuese anteriormente.

—Eres un buen hombre, Henry. La mayoría de la gente no hubiese pensado en los demás.

Él resopló.

—Clinton no estaría de acuerdo contigo.

—Creo que Clinton discreparía con un poste indicador.

Fue recompensado por una verdadera carcajada de Henry. Era profunda y agradable, y envió un crudo estremecimiento a través de ella. Realmente amaba el sonido de su voz acentuada. Oh, no empieces con eso…

Tenía que hacer algo para mantener sus pensamientos apartados de lo delicioso que era.

—Bueno –dijo, bostezando—, estoy cansado, apenas embarazado, y me vendría realmente bien una buena noche de descanso. –Señaló la puerta detrás suyo—. ¿Baño? —Él asintió—. Bueno. Voy a cambiarme y luego a dormir.

—Hay un cepillo de dientes nuevo en el botiquín.

—Gracias.

Zhou Mi lo dejó para prepararse para ir a la cama. Solo en el baño, abrió el botiquín y se detuvo. Dentro había todo tipo de provisiones médicas, incluyendo un bisturí y suturas. Henry no debía poder ir al médico más que él.

Mientras buscaba el nuevo cepillo de dientes, recordó los disparos que le habían dado los Daimons.

Su mirada regresó a las provisiones.

Él debía haber tenido que ocuparse de sus propias heridas. Solo. Ni siquiera había dicho una palabra acerca de ellas. Ni habían existido en sus sueños.

Entonces pensó en el modo en que Dylan se había curado cuando lo apuñaló, y se preguntó si el cuerpo de Henry tendría la misma habilidad regenerativa.

—Pobre Henry –susurró mientras se cambiaba la ropa.

Era tan extraño estar allí. Con él, en su dominio. No había pasado la noche con un hombre ni una sola vez. Los pocos tipos con los que se había acostado habían sido romances momentáneos, y él se había ido de sus casas en cuanto había podido. No había necesidad de quedarse y que se apegaran uno a otro.

Pero estaba apegado a Henry. Mucho más de lo que debería. ¿O no? Él era el padre de su bebé. ¿No deberían tener algún grado de intimidad?

Parecía adecuado.

Salió del baño para encontrarlo sentado, completamente vestido excepto por sus pies desnudos, sobre el reclinador en el área para sentarse.

—Puedes tomar la cama –le dijo—. Yo me quedaré con el sofá.

—Sabes, no tienes que hacer eso. No es como si pudieras dejarme embarazado o algo así.

Él no pareció divertido por sus palabras.

Zhou Mi achicó la distancia entre ellos y lo tomó de la mano.

—Vamos. No hay necesidad de que aprietes ese cuerpo en un pequeño sillón cuando hay una cama perfectamente buena esperándote.

—Jamás he ido a la cama con un joven. –El arqueó una ceja—. Para dormir –le aclaró—. Jamás he pasado la noche con alguien.

—¿Nunca? –Él negó con la cabeza. Bueno, entonces eran mucho más parecidos de lo que hubiese imaginado—. Bien, nunca eres demasiado viejo para tener nuevas experiencias. Bueno, quizás tú lo eres, pero en la mayoría de los casos esa es una declaración verdadera.

El ceño de Henry se profundizó hasta ese nivel familiar.

—¿Todo es una broma para ti?

—No –dijo sinceramente mientras lo conducía hacia la cama—. Pero con humor es como atravieso los horrores de mi vida. O sea, vamos… Es reír o llorar, y llorar toma demasiada energía, que necesito para pasar el día, ¿sabes?



Henry sabía que no tenía sentido estar con él, ni compartir la cama ni ninguna otra cosa, y aún así no podía impedirse hacerlo.

Quería tocar su piel realmente esta vez. Quería tener sus piernas enroscadas alrededor suyo mientras permitía que el calor de su cuerpo calmara a su cansado corazón.

No lo hagas.

La orden fue tan fuerte que casi le hizo caso, pero Henry Lau jamás había sido el tipo de hombre que sigue órdenes.

Ni siquiera las suyas.

Inclinó la cabeza de Zhou Mi hacia arriba, para poder ver el apasionado calor de sus ojos. Eso lo quemó. Sus labios se separaron, dándole la bienvenida.

Pasó suavemente sus dedos por la línea de su mandíbula hasta enterrarlos en el cabello. Luego tomó posesión de su boca. Sabía a calidez.

Zhoumin lo acercó, sus brazos apretados y exigentes mientras pasaba las manos por la espalda de Henry. El cuerpo de él se agitó, su pene se endureció inmediatamente.

Gimiendo, lo levantó en sus brazos. Para su sorpresa, Zhoumi levantó las piernas y las enroscó alrededor de su cintura.

Él rió ante su respuesta justo cuando el calor de su cuerpo lo aguijoneaba. Con los ojos oscurecidos por la pasión, le quitó la remera.

—¿Tienes hambre? –murmuró contra sus labios.

—Sí –jadeó él, para su deleite.

Henry lo recostó en su cama. El bajó la mano entre sus cuerpos y le desabrochó el pantalón. Gruñó profundamente en el instante en que su hambrienta mano lo tocó. La sensación de esos dedos acariciando su vara estremeció cada parte suya. Zhou Mi incluso recordaba cómo le gustaba que lo tocara. Acariciara.

Casi sentía ganas de llorar ante ese milagro. Quizás debería haber tomado a un Apolita o a un Were como amante siglos atrás.

No, pensó mientras enterraba sus labios contra la columna de su garganta e inhalaba su aroma. No habría sido Zhou Mi, y sin ser él, tampoco habrían tenido lo que necesitaba. Había algo en este joven  que lo llenaba. Que lo hacía arder de un modo que nadie había logrado.

Sólo por él rompería el código que le prohibía llevar a un Apolita a su cama.

Zhou Mi levantó los brazos mientras Henry le quitaba la remera. Gimió por lo bien que se sentía el calor del cuerpo desnudo de Henry apretado contra el suyo. Toda esa gloriosa piel era un festín divino para sus ojos.

Henry tomó en su boca y la saboreó de un modo que hizo que el corazón de Zhou Mi latiera violentamente. Su lengua de Henry era ligera y suave mientras golpeteaba rápidamente una y otra vez. Su estómago se agitó en respuesta al intenso placer que le estaba dando.

Entonces, él descendió el camino de sus besos, sobre su abdomen. Se detuvo para mordisquear el hueso de su cadera mientras sus manos le bajaban el pantalón.

Zhou Mi levantó la cadera para que pudiera deslizarlos. Él los tiró sobre el piso y luego usó sus manos para abrirle las piernas.

Lo miró fijamente, con una expectativa llena de necesidad. Se veía salvaje y hambriento. Posesivo. Y eso envió una oleada eléctrica a través de su cuerpo.

Zhou Mi siseó mientras él pasaba los dedos por su hendidura. Su toque lo provocaba y lo excitaba. Su toque era divino. Saciando e incitando.

Henry observó el placer en su rostro mientras se frotaba contra su mano. Amaba el modo en que le respondía. El modo en que estaba completamente abierto e indefenso. Trepando sobre la cama, recostó su cuerpo sobre el de él, y luego rodó con él.

Zhou Mi envolvió su cuerpo alrededor del de Henry mientras se besaban hambrientamente. Su piel se deslizaba contra la de él en una sensual sinfonía que lo encendía aún más. Henry se sentó, con Zhou Mi sobre su falda. El enroscó sus largas piernas alrededor de su cintura mientras sus manos acariciaban el cuero cabelludo de Henry, y sus dedos se enredaban en su pelo. Henry estaba sinceramente atemorizado de lo que sentía mientras Zhou Mi se levantaba y lo tomaba dentro de su cuerpo. Lo cabalgó ávidamente, mientras su cuerpo lo exprimía para tomar lo que necesitaba y darle lo que él deseaba ardientemente.

Henry no quería dejarlo ir. No quería abandonar esta cama nunca más.

Zhou Mi se mordió los labios ante el éxtasis de tener realmente a Henry profundamente dentro suyo. Era tan duro y grueso. Se sentía aún mejor en carne y hueso que en sus sueños. El suave vello de su pecho tentaba mientras él ahuecaba su trasero e incitaba sus movimientos. Lo miró fijamente sus ojos, que estaban oscurecidos por la pasión. Sus respiraciones estaban sincronizadas mientras chocaba su cadera contra la entrepierna de Henry una y otra vez.

Zhou Mi jamás le había hecho el amor a un hombre de este modo. Sobre su falda, sus cuerpos envueltos. Era la cosa más íntima que había experimentado.

Inclinó la cabeza hacia atrás cuando Henry chupó su pecho. Sosteniendo su cabeza, se sintió abrumado por el placer. Y cuando se corrió, gritó.

Henry levantó la cabeza para observarlo mientras alcanzaba el clímax. Era tan hermoso a sus ojos. Lo recostó sobre la cama sin abandonar su cuerpo, y entonces tomó el control. Cerrando los ojos, no pensó en nada excepto la sensación de la calidez y la humedad de Zhou Mi debajo suyo.

No había pasado, no había mañana. Ni Cazador Oscuro. Ni Apolita.

Eran sólo ellos dos. Las manos de Zhou Mi en su espalda, sus piernas enredadas con las suyas mientras embestía profundamente dentro de él.

Necesitando esto más de lo que jamás había necesitado algo, enterró su rostro en el cabello de Zhou Mi y se liberó dentro de él.

Zhou Mi abrazó fuertemente a Henry mientras lo sentía convulsionar. Su respiración le hacía cosquillas en el cuello. Su cuerpo estaba húmedo por la transpiración. Ninguno de los dos se movió mientras respiraban desigualmente, con una sensación de bienestar.

Zhou Mi paseó sus manos por la musculosa espalda, sobre sus cicatrices, y luego trazó perezosamente el tatuaje en su hombro.

Él se levantó para poder mirarlo a los ojos.

—Creo que soy adicto a ti.

Sonrió ante su declaración, aunque una parte se entristecía al escucharlo. El cabello de Henry caía alrededor de su rostro, que era suave y tierno bajo la débil luz. Colocándole el cabello detrás de las orejas, lo besó.

Los brazos de Henry se apretaron a su alrededor. Amaba esa sensación. Le hacía sentir protegido. A salvo.

Suspirando soñadoramente, se apartó.

—Necesito ir a limpiarme.

Él no le soltó.

—No quiero que lo hagas. –levantó la cabeza, mirándolo confundido—. Me agrada ver mi semilla en ti, Zhou Mi –dijo agitadamente en su oído—. Mi aroma en tu piel. El tuyo en la mía. Más que nada, me agrada saber que en la mañana recordarás lo que hicimos esta noche y aún sabrás mi nombre.

Zhoumi apoyó su mano contra la barbuda mejilla. El dolor en sus ojos le tocó intensamente. Lo besó suavemente y se acurrucó contra él.

Henry se retiró sólo lo suficiente como para poder acomodarse detrás de él. Zhou Mi descansó su cabeza sobre su bíceps mientras él le acunaba tiernamente. Su corazón latía con alegría mientras lo escuchaba respirar.

Él levantó la cabeza, le besó en la mejilla y luego se recostó con una mano enterrada en su cabello.

A los pocos minutos estaba completamente dormido. Era el momento más pacífico de la vida de Zhou Mi. Muy dentro de su corazón sabía que esa noche Henry le había mostrado una parte de sí mismo que no le había dejado ver a nadie más.

Él era brusco y severo. Pero, en sus brazos, era un tierno amante. Y en el fondo de su mente estaba la idea de que podría aprender a amar a un hombre así. No sería difícil.

Zhou Mi se quedó acostado silenciosamente en la calma de la madrugada. No estaba seguro de qué hora era, sólo estaba seguro de que Henry entibiaba una parte de él que hasta ahora no sabía que estaba fría.

Mientras estaba allí recostado, se preguntó cuántos siglos habría estado Henry confinado a un área como esta. Él le había dicho que su casa tenía poco más de cien años.

Mirando alrededor, intentó imaginar cómo sería estar aquí solo, día tras día, década tras década.
Debía ser solitario para él.

Descendió su mano y la colocó sobre su panza mientras intentaba imaginar al bebé que estaba allí. ¿Qué sería? ¿De cabellos claros como su padre, u oscuros como el de él? Probablemente jamás sabría el verdadero color de pelo del bebé. El cabello de la mayoría de los bebés se caía, y uno no podía saberlo hasta que empezaban a gatear.

Para entonces estaría muerto. Muerto antes de su primer diente. Su primer paso o su primera palabra.

No conocería a su hijo. No llores...

Pero no pudo evitarlo.

—¿Zhou Mi? –No respondió a la soñolienta llamada de Henry. Su voz loa traicionaría si lo hiciera. Él le  hizo rodar, como si supiera que estaba llorando, y lo atrajo a sus brazos—. No llores.

—No quiero morir, Henry –sollozó contra su pecho—. No quiero abandonar a mi bebé. Hay tanto que necesito decirle. Ni siquiera sabrá que existí alguna vez.

Henry lo abrazó con más fuerza mientras escuchaba esas sinceras palabras.

Cómo deseaba poder decirle lo tontos que eran sus miedos, pero no lo eran. Zhou Mi lloraba por un destino que ninguno de ellos podía cambiar.

—Tenemos tiempo, Zhou Mi. Cuéntame todas las historias acerca de ti, tu madre y tus hermanas, y me aseguraré que el bebé sepa cada una de ellas. Y cada bebé luego de este. No dejaré que te olviden. Jamás.

—¿Me lo prometes?

—Te lo juro, así como juro que los mantendré siempre a salvo.

Sus palabras parecieron calmarlo. Acunándolo gentilmente en sus brazos, Henry se preguntó para quién era peor. El appa que no podría ver al bebé crecer, o el padre que estaba condenado a ver al bebé y a todos los que lo siguieran morir.



2 comentarios:

  1. Oh maldicion Zhoumi no puede morirse deben estar juntos ver crecer a su hijo enseñarle las cosas que los padres le enseñan a sus hijos, habra alguna esperanza para el?, para ellos, espero que si Yota esta increible.

    ResponderEliminar
  2. Ay ño!
    Que cosa tan injusta ~
    Nooo Mimi no mueras!
    No se vale~
    Ahhh Henry~ <3

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...