Amante Enemigo(DH5)- 11




—¿M-m-mi qué? –preguntó Zhou Mi, apabullado por las palabras de Hyungjoon.

No podía haber escuchado correctamente. No había modo de que estuviese embarazado.

—Tu bebé.

Obviamente, su oído funcionaba bien.

—¿Qué bebé?

Hyungjoon respiró hondo y habló lentamente, lo que fue algo bueno ya que a Zhou Mi le estaba costando entender todo esto.

—Estás embarazado, Mi. De muy poco tiempo, pero el bebé sobrevivirá. Me aseguraré doblemente de que eso suceda.

Sinceramente, Zhou Mi se sentía como si lo hubiesen aporreado con un repentino golpe imprevisto. Su mente apenas podía concebir lo que Hyungjoon le estaba diciendo.

—No puedo estar embarazado. No he estado con nadie.

La mirada de Hyungjoon volvió hacia Henry.

—¿Qué? –preguntó él, a la defensiva.

—Tú eres el padre –dijo Hyungjoon.

—Oh, demonios. Lamento estropearte el asunto, bebé, pero los Cazadores Oscuros no podemos tener hijos. Somos estériles.

Hyungjoon asintió.

—Es cierto, pero tú no eres realmente un Cazador Oscuro, ¿verdad?

—¿Entonces qué diablos soy?

—Inmortal, pero a diferencia de los demás Cazadores Oscuros, no moriste. Jamás. Los demás se volvieron estériles porque sus cuerpos estuvieron muertos durante un tiempo. El tuyo, por otro lado, está tan intacto ahora como lo estaba hace mil doscientos años atrás.

—Pero yo no lo toqué –insistió Henry.

Hyungjoon arqueó una ceja.

—Oh, sí que lo hiciste.

—Eso fue un sueño –dijeron Henry y Zhou Mi al unísono.

—¿Un sueño que ambos recuerdan? No, fueron unidos para que pudieses renovar la descendencia de Zhou Mi, y yo debería saberlo, ya que fui quien drogó a Zhou Mi más temprano para que pudiese estar contigo.

—Oh, voy a vomitar –dijo Zhou Mi, dando un paso atrás para apoyarse en el brazo del sofá —. Esto no puede estar sucediendo. Simplemente no es posible.

—Oh, bien –dijo Hyungjoon sarcásticamente—, no dejemos que la realidad se entrometa ahora, ¿está bien? Quiero decir, hey, tú eres un ser mitológico descendiente de seres mitológicos y estás en la casa de un guardián inmortal al que ningún humano puede recordar cinco minutos después de abandonar su presencia. ¿Quién dice que no puedes quedar embarazado de él en un sueño? ¿Qué? ¿Nos metemos en el reino de la realidad ahora? –Hyungjoon miró a Zhou Mi perspicazmente—. Te digo algo, creeré en las leyes de la naturaleza cuando Henry pueda salir a la luz del sol y no encenderse en llamas espontáneamente o, mejor aún, cuando tú, Mi, puedas ir a una playa y broncearte.

Henry estaba tan asombrado que no podía moverse, mientras Hyungjoon continuaba hablando. ¿Zhou Mi estaba embarazado de su hijo? Esto era algo que él nunca, jamás se hubiese atrevido a pensar o anhelar.

No, no podía creerlo. Simplemente no podía.

—¿Cómo puedo haberlo dejado embarazado en un sueño? –preguntó, interrumpiendo a Hyungjoon.

Hyungjoon se calmó un poquito y se los explicó.

—Hay diferentes tipos de sueños. Diferentes reinos para ellos. Artemisa hizo que uno de los Cazadores de Sueños los juntara en un estado semiconsciente para que pudieran, digamos, unirse.

Henry frunció el ceño.

—¿Pero por qué haría eso?

Hyungjoon señaló a Zhou Mi con la mano.

El no quería acostarse con nadie más. En los cinco años que he estado con él, ni siquiera ha mirado a ningún hombre con lujuria en sus ojos. No hasta la noche en que entraste al club a matar a los Daimons. Se encendió como una luciérnaga. Luego de que corrió detrás de ti pensé que finalmente habíamos encontrado a alguien con quien se acostaría alegremente. ¿Pero hicieron ustedes dos lo más normal y natural, regresaron a tu casa y se aparearon como conejitos? No. Él  vuelve pavoneándose como si nada hubiese sucedido. Por dios. No tienen remedio. —Hyungjoon suspiró—. Así que Artemisa se dio cuenta de que podía usar esa momentánea conexión que habían tenido en la calle para meter a Mi en tus sueños, para que pudieses fecundarlo de ese modo.

—¿Pero por qué? –Preguntó Zhou Mi—. ¿Por qué es tan importante que esté embarazado?

—Porque el mito del que te burlas es cierto. Si el último descendiente directo de Apolo muere, la maldición termina.

—Entonces déjenme morir y liberar a los Apolitas.

El rostro de Hyungjoon se ensombreció con una advertencia.

—Jamás dije que serían liberados. Ves, lo gracioso acerca de los Destinos es que nada es sencillo, jamás. La maldición termina porque Apolo morirá contigo. Tu sangre y tu vida están conectadas con las suyas. Cuando él muera, el sol muere con él, así como Artemisa y la luna. Una vez que no estén, no queda mundo. Todos nosotros estamos muertos. Todos nosotros.

—No, no, no –susurró Zhou Mi—. Esto no puede ser cierto.

No había un alivio temporal en la expresión de Hyungjoon.

—Lo es, querido. Créeme. Si fuera de otro modo, no estaría aquí.

Zhou Mi lo miró mientras, por dentro, luchaba por encontrarle el sentido a todo. Era tan abrumador.

—¿Por qué no me lo dijiste antes?

—Sí lo hice, y te espantaste tanto que Artemisa y yo decidimos borrarlo de tu memoria y comenzar otra vez, más lentamente.

La furia lo atravesó.

—¿Qué hicieron?

Hyungjoon se puso a la defensiva.

—Fue por tu propio bien. Estabas tan enojado ante la perspectiva de ser forzado a un embarazo que Artemisa decidió que necesitarías un padre y un bebé para hacer frente a la realidad. Cuando te lo expliqué, estabas exaltado y a punto de tirarte bajo un autobús antes de usar a un hombre y dejar atrás a un bebé que sería perseguido. Así que es genial que ahora hayas encontrado a Henry, ¿verdad? Con sus poderes, los Apolitas y los Daimons no pueden acercarse a él sin morir.

Zhou Mi comenzó a acercarse a Hyungjoon sólo para que Henry lo sostuviese para que no pudiera alcanzarlo.

—No lo hagas, Zhou Mi.

—Oh, por favor –le rogó—. Sólo quiero ahorcarlo algunos minutos. –Ametralló con una furiosa mirada al joven que había pensado, erradamente, que era un amigo—. Confié en ti y me usaste y me mentiste. No me asombra que estuvieses intentando conseguirme citas todo el tiempo.

—Lo sé, y lo siento. –Sus ojos decían que Hyungjoon en verdad lo sentía, pero a Zhou Mi se le hacía difícil creerlo en ese momento—. ¿Pero no ves cómo todo se soluciona del mejor modo? Henry tiene miedo de perder su última conexión de sangre con el mundo. A través de ti tiene otra línea que lo recordará mientras tengas a alguien inmortal que pueda contarle a tu hijo y a tus nietos acerca de ti y tu familia. Él puede cuidarlos y mantenerlos a salvo. Ya no habrá que escapar, Mi. Piensa en eso.

Zhou Mi no se movió mientras comprendía las palabras de Hyungjoon. Él sería recordado y sus hijos estarían a salvo. Era todo lo que quería. Era por eso que jamás había considerado tener hijos.

¿Pero se atrevería a creer en esto?

Los Apolitas gestaban a sus bebés en pocos más de veinte semanas. La mitad de tiempo que los humanos. Como tenían una esperanza de vida tan breve, había varias diferencias fisiológicas extrañas. Los Apolitas llegaban a la adultez a los once años, y frecuentemente se casaban entre los doce y los quince años.

Su madre tenía sólo catorce años cuando se había casado con su padre, pero había tenido la apariencia de cualquier mujer humana de veinticinco años.

Zhou Mi observó a Henry, cuyo rostro era ilegible.

—¿Qué piensas acerca de esto?

—Sinceramente, no sé qué pensar. Ayer, mi principal preocupación era que Clinton se acostara con alguien. Ahora es el hecho de que si Hyungjoon no está drogado o alucinando, llevas una parte mía que tiene en sus manos el destino del mundo entero.

—Si dudas algo de esto, llama a Shindong –dijo Hyungjoon. Henry estrechó su mirada.

—¿Él lo sabe?

Hyungjoon dio un rodeo, y pareció nervioso por primera vez.

—Dudo seriamente que Artemisa le haya contado algo acerca de este particular plan de unirlos y hacer un bebé. Él tiende a disgustarse cuando ella interfiere con el libre albedrío, pero él puede verificar todo lo que les he dicho sobre la profecía fácilmente.

Zhou Mi dejó escapar un intento de risa amargamente divertido, al escuchar que su “amigo” en realidad conocía a uno de los hombres sobre los que había leído en la página Web. Sin mencionar el hecho de que Hyungjoon también conocía a Dylan y sus hombres.

—Sólo por curiosidad, ¿hay alguien a quien no conozcas?

—No, en realidad no –dijo Hyungjoon un poquito incómodo—. He estado con Artemisa por un l-a-r-g-o tiempo.

—¿Y cuánto sería eso? –preguntó Zhou Mi.

Hyungjoon no respondió. En lugar de eso, dio un paso atrás y aplaudió.

—¿Saben qué? Creo que debería darles unos minutos para que hablen a solas. Me parece que iré a ver el cuarto de Mi.

Sin una palabra más, Hyungjoon salió disparada hacia el pasillo que conducía al ala de Zhou Mi. Aunque Zhou Mi no podía imaginar cómo sabía que ese era el camino correcto para ir. Pero bueno, Hyungjoon tampoco era exactamente humano.

Henry no se movió hasta que Hyungjoon hubo desaparecido. Aún estaba intentando aceptar todo lo que Hyungjoon les había dicho.

—No sabía nada de esto, Henry. Te lo juro.

—Lo sé.

Él miró fijamente al appa de su hijo. Era increíble, y a pesar de la confusión que sentía, lo único que sabía era que una parte de él quería gritar con deleite.

—¿Te sientes bien? ¿Necesitas que te traiga algo?

Él negó con la cabeza, luego lo miró. Sus ojos lo quemaron de necesidad.

—En realidad, no sé a ti, pero me vendría bien un abrazo ahora.

Mentalmente, no pensaba que fuese sabio apegarse a él. Abrirse a una persona que venía con una fecha de caducidad cercana, pero de cualquier modo se encontró atrayéndolo hacia sus brazos, y tuvo que ponerse tenso para no sucumbir ante la sensación de ese cuerpo contra el suyo. La respiración de Zhou Mi cosquilleaba la piel de su cuello mientras envolvía los brazos alrededor de su cintura.

Se sentía tan bien allí. Tan adecuado. En todos esos siglos, él jamás había conocido nada igual a esta sensación de calidez.

¿Qué tenía que lo hacía temblar? ¿Que lo dejaba excitado y anhelante?

Cerrando los ojos, lo abrazó y dejó que su aroma a talco y rosas lo calmara, haciéndolo olvidar que deberían ser enemigos.

Zhou Mi también cerró sus ojos, y permitió que el calor de Henry se filtrara dentro suyo. Se sentía tan maravilloso ser tocado de este modo. No era algo sexual, era el tipo de toque que tranquilizaba. Uno que los unía más que cualquiera de las intimidades que ya había compartido.

¿Cómo puedo sentirme reconfortado por alguien que ya me ha dicho que no le agrada mi gente?

Y aún así no había modo de negar que él sí le agradaba. Pero bueno, rara vez los sentimientos tenían sentido.

Mientras estaba allí parado, un horrible pensamiento perturbó la paz que sentía.

—¿Odiarás a mi bebé, Henry, porque será en parte Apolita?

Henry se puso tenso en sus brazos, como si no hubiese pensado en eso. Se apartó

—¿Qué tan Apolita será?

—No lo sé. En su mayor parte, mi familia ha sido de pura sangre. Mi madre rompió la costumbre porque pensó que un padre humano podría protegernos mejor. –Su estómago se tensó mientras recordaba los secretos que su madre le había impartido no mucho antes de morir—. Supuso que al menos él viviría más que sus hijos y sus nietos.

—Lo usó.

—No –dijo intensamente, ofendido por que él pensara en eso siquiera un instante—. Mi madre lo amaba, pero al igual que tú, ella estaba cumpliendo con su deber de protegernos. Creo que como yo era tan pequeño cuando ella murió, realmente no tuvo tiempo de decirme qué tan importante sería mi rol si todos nosotros moríamos sin tener hijos. O quizás ella tampoco lo sabía. Sólo dijo que el deber de cada Apolita era continuar con el linaje.

Henry se movió para apagar el TV, pero no lo miró. Mantuvo su atención en la repisa de la chimenea, donde una vieja espada descansaba sobre un pedestal.

—¿Qué tan Apolita eres tú? No tienes colmillos, y Clinton dijo que puedes caminar bajo la luz del sol.

Zhou Mi quería acercarse y tocarlo otra vez. Necesitaba sentirse cerca de él, pero sabía que no sería bienvenido.

Él necesitaba tiempo y respuestas.

—Cuando era niño tenía colmillos –explicó, sin querer ocultarle nada. Él merecía saber lo que su hijo podría necesitar para sobrevivir—. Mi padre hizo que los limaran cuando tenía diez años, para esconderme mejor entre los humanos. Como el resto de mi gente, necesito sangre para vivir, pero no tiene que ser de Apolitas, ni tampoco tengo que tomarla diariamente.

 Zhou Mi se detuvo mientras pensaba en las necesidades de su vida y en cuánto deseaba haber nacido humano. Pero así y todo, había sido mucho más afortunado que sus hermanas, que tendían a ser más Apolitas que él. Las cuatro habían estado envidiosas de lo mucho más sencilla que había sido la vida para Zhou Mi, quien podía caminar bajo el sol.

—Generalmente voy al médico para una transfusión una vez cada dos semanas –continuó—. Como mi padre tiene un equipo de médicos que investigan y trabajan para él, inventó pruebas que dijeran que yo tenía una enfermedad extraña, para poder obtener lo que necesitaba sin alertar a los demás doctores de que no soy del todo humano. Sólo voy cuando comienzo a sentirme débil. Y tampoco he crecido tan rápidamente como la mayoría de los Apolitas. Llegué a la pubertad al igual que una mujer humana.

—Entonces tal vez nuestro hijo sea aún más humano.

Zhoumi no podía ignorar la nota esperanzada que había en su voz mientras decía esas palabras y, al igual que él, rezaba por lo mismo. Sería realmente un milagro tener un bebé humano.

Sin mencionar la alegría que sintió de que Henry se refiriese a su bebé como “nuestro.” Al menos esa era una buena señal.

Al menos para el bebé.

—¿No rechazas al bebé? –le preguntó. Henry lo miró con reprobación.

—Sé que estuve contigo en nuestros sueños, y como Hyungjoon dijo, soy la prueba viviente de lo que los dioses son capaces de hacer. Así que, no, no dudo de la realidad de esto. El bebé es mío, y seré su padre.

—Gracias –susurró mientras las lágrimas inundaban sus ojos. Era mucho más de lo que jamás se había atrevido a desear.

Se aclaró la garganta y ahuyentó las lágrimas. No iba a llorar. No por esto. Zhou Mi era afortunado y lo sabía. A diferencia de otros de su especie, su hijo tendría un padre que lo mantendría a salvo. Uno que podría verlo crecer.

—Mira el lado bueno, sólo tienes que tolerarme durante algunos meses y luego estoy fuera de tu vida para siempre.

Él le miró tan salvajemente que dio un paso atrás.

—Jamás trates a la muerte con ligereza.

Zhou Mi recordó lo que él había dicho en su sueño sobre ver a las personas amadas morir.

—Créeme, no lo hago. Estoy muy consciente de lo frágiles que son nuestras vidas. Pero quizás el bebé vivirá más de veintisiete años.

—¿Y si no es así?

Su infierno continuaría, pero sería peor porque ahora serían sus herederos directos. Su hijo.

Sus nietos. Y él estaría forzado a verlos morir como jóvenes adultos.

—Lamento tanto que te hayan metido en esto.

—También yo.

Henry pasó junto a él, y se encaminó hacia las escaleras que conducían a la planta baja.

—Al menos tú podrás conocer al bebé, Henry –le dijo a su espalda—. Él o ella te recordarán. Yo sólo tendré unas pocas semanas con el bebé antes de tener que morir. Jamás me conocerá.

Él se detuvo sobre sus pasos. No se movió por un minuto entero.

Zhou Mi esperó algún indicio de emociones. Su rostro estaba indiferente. Sin un solo comentario, continuó su camino hacia abajo.

Intentó apartar el abandono de Henry de sus pensamientos. Ahora tenía otras cosas en qué concentrarse, como el diminuto bebé que estaba creciendo dentro de él.

Yendo hacia su habitación, quiso comenzar con los preparativos. El tiempo era demasiado crítico y demasiado breve para él.

Henry entró a su dormitorio y cerró la puerta. Necesitaba un poco de tiempo a solas para digerir todo lo que le habían dicho.

Iba a ser padre.

El niño lo recordaría. ¿Pero qué pasaba si era más Apolita que Zhou Mi? La genética era una ciencia extraña, y él había vivido lo suficiente como para ver qué tan bizarra podía ser. Con Clinton, por ejemplo. Nadie se había parecido tanto a su hermano desde que el hijo de éste había muerto más de mil doscientos años atrás. Y aún así, Clinton era su viva imagen.

Clinton incluso poseía su temperamento y porte. Podrían ser el mismo hombre.

¿Y qué si su hijo se convertía en Daimon algún día? ¿Podría cazar y matar a su propio hijo o hija?

La idea lo heló por dentro. Lo aterrorizó.

Henry no sabía qué hacer. Necesitaba consejo. Alguien que pudiera ayudarlo a resolver esto. Tomando su teléfono, llamó a Kyuhyun.

Nadie contestó.

Maldiciendo, supo que había sólo otra persona que podría ayudar. Shindong. El Atlante respondió al primer repique.

—¿Qué sucedió?

Se burló del cinismo de Shin.

—¿Nada de “hola, Henry, cómo estás”?

—Te conozco, Vikingo. Sólo llamas cuando hay problemas. Así que, ¿qué pasa? ¿Tienes dificultades para encontrarte con Zhou Mi?

—Voy a ser padre.

Un absoluto silencio le respondió. Era agradable saber que las noticias sorprendían a Shin tanto como lo habían sorprendido a él.

—Bueno, supongo que la respuesta a mi pregunta es un gran, ¿verdad? –preguntó Shin finalmente. Se quedó callado nuevamente antes de preguntar—: ¿Estás bien?

—¿Entonces no te sorprende el hecho de que haya dejado embarazado a alguien?

—No. Sabía que podías.

La mandíbula de Henry cayó mientras la furia lo inundaba fuertemente. ¿Shin lo había sabido todo este tiempo?

—Sabes, esa información podría haber sido vital para mí, Shin. Maldito seas por no decirme esto antes.

—¿Qué hubiese cambiado si te lo hubiera dicho? Hubieses pasado los últimos doce siglos paranoico de tocar a una pareja por miedo a dejarla embarazada y que luego no te recordara como el padre. Has tenido suficiente de este modo. No vi la necesidad de agregarle eso también.

Henry aún estaba enojado.

—¿Y qué si embaracé a alguien más?

—No lo has hecho.

—¿Cómo sabes?

—Créeme, lo sé. Si alguna vez hubiera sucedido, te lo hubiese dicho. No soy tan idiota como para no decirte algo así de importante.

Sí, claro. Si Shin se guardaba esto, entonces no podía saber qué otras cosas vitales había olvidado mencionar el Atlante.

—¿Y se supone que confíe en ti ahora que admitiste haberme mentido?

—Sabes, pienso que has estado hablando demasiado con Kyuhyun. De pronto los dos suenan como la misma persona. Sí, Henry, puedes confiar en mí. Y jamás te mentí. Simplemente omití algunos hechos. —Henry no respondió nada. Pero le hubiese encantado tener a Shin enfrente el tiempo suficiente como para destrozarlo a golpes por esto—. Entonces, ¿cómo está enfrentando Zhou Mi su embarazo? –preguntó Shin.

Henry se quedó helado. Había veces en que Shin era verdaderamente terrorífico.

—¿Cómo supiste que es Zhou Mi?

—Sé muchas cosas cuando me concentro.

—Entonces tal vez deberías aprender a compartir algunos de esos detalles, especialmente cuando comprometen la vida de otras personas.

Shin suspiró.

—Si te hace sentir mejor, no estoy mucho más contento por el modo en que salieron las cosas que tú. Pero a veces las cosas tienen que salir mal para ir bien.

—¿Qué quieres decir?

—Un día lo verás, hermanito. Te lo prometo.

Henry hizo rechinar los dientes.

—Realmente odio cuando juegas al Oráculo.

—Lo sé. Todos lo odian. Pero, ¿qué puedo decir? Es mi trabajo molestarlos.

—Creo que deberías encontrar una nueva ocupación.

—¿Por qué? Resulta que disfruto la que tengo.

Pero algo en la voz de Shin le dijo a Henry que el Atlante también estaba mintiendo sobre eso. Así que Henry decidió cambiar de jurisdicción.

—Ya que no quieres darme nada útil, déjame cambiar de tema un minuto. ¿Conoces a un doncell de Artemisa, llamado Hyungjoon? Está aquí y dice estar de nuestro lado. Dice que ha estado protegiendo a Zhou Mi durante cinco años, pero no estoy seguro de si debería confiar en él o no.

—No los conozco por nombre, pero puedo preguntarle a Artemisa.

Por alguna extraña razón, eso en realidad lo hizo sentir mejor. Shin no era completamente omnisciente después de todo.

—Está bien. Avísame inmediatamente si no es un aliado.

—Definitivamente lo haré. —Henry se movió para colgar—. A propósito –dijo Shin en cuanto él había apartado el teléfono.

Henry lo regresó a su oreja.

—¿Qué?

—Felicitaciones por el bebé.

Henry resopló.

—Gracias. Tal vez.



Zhou Mi dio vueltas por la enorme casa. Era como andar por un museo. Había antiguos artefactos nórdicos por todos lados. Sin mencionar pinturas al óleo de artistas famosos que jamás había visto antes, pero estaba segura de que eran auténticas.

Había una en particular fuera de su habitación de un hombre de cabello oscuro y su esposa.

—Es el retrato de bodas de dos de mis descendientes.

Zhou Mi se sobresaltó ante el profundo sonido de la voz de Henry detrás suyo. No lo había oído acercarse.

—Es hermoso. ¿Tú lo mandaste a hacer?

Él asintió.

—Isabella era la hija mayor de otra familia de Escuderos, quien fue enviada para casarse con mi Escudero, Leif. Clinton desciende de su tercera hija.

—Wow –susurró, impresionado—. Toda mi vida he luchado por descubrir algo sobre mi herencia y mi linaje, y aquí estás tú, un libro andante para Clinton. ¿Tiene alguna idea de lo afortunado que es?

Henry se encogió de hombros.

—He aprendido que, a su edad, la mayor parte de las personas no están interesadas en su pasado. Sólo en su futuro. Querrá saberlo cuando crezca.

—No lo sé –dijo Zhou Mi, pensando en el modo en que los ojos de Clinton se encendían cuando intentaba enseñarle Inglés Antiguo—. Me parece que él sabe mucho más de lo que imaginas. Es un estudiante estrella en las clases. Deberías escucharlo. Cuando estábamos estudiando, parecía saber todo sobre tu cultura.

Los rasgos de Henry se suavizaron, transformándolo en el dulce hombre que había visto en sus sueños.

—Así que en verdad escucha.

—Sí, lo hace. —Zhou Mi se encaminó a su cuarto—. Bueno, se está haciendo tarde y ha sido una noche realmente larga. Estaba por ir a dormir.

Henry tomó su mano y lo detuvo.

—Vine a buscarte.

—¿Por qué?

Él la miró fijamente.

—Ahora que estás embarazado de mi hijo, no quiero que duermas aquí arriba donde no puedo llegar a ti en caso de que necesitaras protección. Sé que dije que podías ir y venir a la luz del día, pero preferiría que no lo hicieras. Los Daimons tienen ayudantes humanos al igual que nosotros. Sería demasiado fácil para uno de ellos llegar hasta ti.

La primer reacción de Zhou Mi fue decirle que se callara, pero algo dentro suyo lo retuvo.

—¿Me estás dando una orden?

—No –dijo él con calma—. Te lo estoy pidiendo. Por tu seguridad, y la del bebé.

Él sonrió al escuchar eso, y la mordacidad en su voz le demostró que no estaba acostumbrado a pedir nada a nadie. Lo había oído ladrar suficientes órdenes a Clinton como para saber que “Henry” y “libertad” no eran exactamente sinónimos.

—Está bien –respondió, sonriéndole apenas—, pero sólo porque me lo pediste.

Los rasgos de Henry se relajaron. Por dios, el hombre era hermoso cuando tenía esa apariencia.

—¿Hay algo que necesites de tu apartamento? Puedo enviar a alguien a buscarlo.

—Algo de ropa sería agradable. Maquillaje y un cepillo de dientes aún más.

Él extrajo su teléfono y marcó. Zhou Mi lo escuchó presentarse a sus hombres de seguridad mientras abría la puerta de su habitación y él le seguía. Hyungjoon, que estaba sentado en una silla leyendo, los miró sin hacer ningún comentario.

—Espera un segundo. –Le alcanzó el teléfono a él—. Aquí tienes, diles lo que necesitas y dónde vives.

—¿Por qué?

—Porque si yo se los digo, olvidarán lo que dije dentro de cinco minutos y no se irán del lugar. Siempre tengo que tener a alguien, generalmente Shin, Clinton, o mi amigo Kyuhyun, para que les digan que necesito que hagan, o les envío un e-mail. Y ahora mismo un e—mail o un mensaje de texto llevaría demasiado tiempo.

¿Hablaba en serio?

—Puedo ir con ellos –se ofreció Hyungjoon mientras dejaba el libro a un lado—. Sé lo que él usa y quiero buscar algunas cosas para mí también.

Henry les transmitió el mensaje a los guardias y luego hizo que Zhou Mi repitiera cada palabra.

Una vez que terminó de hablar con el guardia, colgó el teléfono. Dios misericordioso, y pensaba que su vida estaba jodida.

—¿Entonces estás diciéndome que los humanos ni siquiera pueden recordar una conversación contigo?

—No, jamás.

—¿Entonces cómo tienes guardado a Clinton en secreto? ¿No puede simplemente decirles que tú estás de acuerdo con que él se vaya de la casa?

Henry rió.

—Es que cada orden que involucre su seguridad tiene que ser aprobada primero por Shin, y Clinton lo sabe. Los guardias de seguridad jamás se moverían sin órdenes directas de Shin.

Wow, el hombre era estricto.



2 comentarios:

  1. O.o
    Cada vez me convenzo más de que "Arti"
    Es una perra y de las grandes!!!!
    Ahhhh Noooo asi que si Mimi muere , muere Apolo(?) y asi y todo...y nadie lo protege bien(?)
    Aish~ Henry preocupado por descendientes y podia tener hijos!

    ResponderEliminar
  2. Jajaja pobre Clinton, y Mimi tendra un bebe de Henry, que genial, es maravilloso pobre Mimi que morira tan joven aunque habra alguien que le recordara por siempre.

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...