Kevin encontró a Kwanghee dormido sobre su sofá. Yaciendo sobre su espalda,
parecía sumamente incómodo. Sus piernas estaban encogidas y tenía un brazo
sobre su cabeza mientras el otro colgaba en el aire.
La ternura lo inundó mientras recordaba la forma en que lucía mientras se
corría por él. La imagen de su cara en el espejo mientras él le sostenía.
Era un joven apasionado. Uno que se moría por probar una y otra vez.
Contra su sentido común, él extendió la mano y tocó su suave mejilla.
Sus ojos se abrieron de golpe y jadeó.
Kwanghee se incorporó siseando pensando que veía a Kevin vigilándole.
—¿Kevin?
El lobo anduvo silenciosamente hasta el sofá para sentarse a su lado.
Confuso, miró alrededor, luego lanzó una risa nerviosa.
—¿Muchacho, estoy alucinando o qué? Oh sí. Looney Tunes, aquí voy.
Sacudiendo su cabeza, volvió a acostarse e intentó volver a dormirse,
pero en cuanto lo hizo, pudo jurar que olía el aroma de Kevin sobre su piel.
Durante dos días, Kevin se quedó en la forma de lobo mientras cuidaba de Kwanghee,
pero con cada minuto, se sentía como si estuviera siendo brutalmente torturado.
Su instinto natural era reclamarlo.
Si él fuera un lobo, hubiera estado dentro de su cuerpo incluso ahora,
mostrándole su destreza y su autoridad.
La bestia dentro de él exigía el cortejo. El humano en él...
Eso era lo que más lo asustaba. Ninguna parte escuchaba su tranquilo,
calmo racionamiento. No es que él realmente tuviera alguno en el que Kwanghee estaba
preocupado. Cerca de él, tenía una furiosa oleada hormonal tan profunda que
hacía que un tsunami pareciese como una ola en una piscina de niños.
Su necesidad de tocarlo se hacía tan feroz que hasta temía estar con él
ahora.
Hacía unos minutos, en forma de lobo, había salido corriendo a la puerta
para intentar y conseguir controlarse antes de volver a la tienda por más
tormentos. Siempre que Kwanghee se movía, le hacía calentar la sangre. El
sonido de su voz, la forma en que lamía sus largos dedos, llenos de gracia
mientras hojeaba las páginas de sus revistas, era toda una tortura para él.
Lo estaba matando.
Lo deseas.
Realmente, estaba comenzando. La muerte tenía que ser preferible a esto.
¿Dónde estaban los lobos asesinos cuando uno los necesitaba? Sí, dolor. Esa era
la respuesta. Nada como un severo dolor para contener sus apetitos sexuales.
Piensa en algo más.
Kevin tenía que conseguir apartar su mente de Kwanghee y de su cuerpo.
Más importante aún, apartarlo de lo que él quería hacerle “a” y “con” su
cuerpo.
Determinado a intentarlo, él se paró delante de una pequeña tienda en
Royal Street. Era una tienda de muñecos, de todo tipo. Él realmente no sabía
por qué estaba aquí, excepto que uno de los muñecos en el escaparate le
recordaba a uno que Kwanghee tenía en una caja cerca de su TV.
—Bien, no se quede ahí de pie fuera, joven, venga entre.
Una diminuta anciana estaba de pie en la entrada. Su pelo era gris, pero
sus ojos eran agudos e inteligentes.
—Está bien, sólo estaba mirando —dijo Kevin.
Y luego sintió el olor de algo extraño. Una grieta de poder en el aire
que era aún más fuerte que un Were-Hunter.
¿Shindong?
La anciana le sonrió.
—Ven adentro, lobo. Hay alguien con el que creo que quieres hablar.
Ella sostuvo la puerta abierta mientras él entraba en la pequeña y oscura
tienda. Sin una palabra, ella le condujo detrás del mostrador y apartó un par
de pesadas cortinas color borgoña.
Kevin se detuvo de pronto cuando vio lo más extraño que había visto en
sus cuatrocientos años de vida.
El poderoso Dark-Hunter Shindong sentado en el suelo del cuarto trasero
con sus piernas cruzadas mientras jugaba a las muñecas con su compañera demonio
y una criatura humana.
Kevin no podía moverse mientras miraba a la pequeña niña sentada sobre la
rodilla doblada cubierta de cuero de Shin, mientras el Dark -Hunter la sostenía
allí con una gran mano sobre su vientre. Vestido con un vestidito tipo delantal
rosado y zapatitos negros, ella era hermosa, con cortos rizos castaño oscuros y
una cara regordeta y angelical.
Shin sostenía un muñeco en su mano derecha mientras la pequeña niña
masticaba la cabeza de una Barbie pelirroja que se parecía de una extraña
manera a la diosa griega Artemisa, quien había creado y gobernado a los Dark
-Hunters. La demonio sentada delante de ellos sostenía una muñeca rubia. La
demonio tenía el cabello negro con una raya roja que hacía perfecto juego con
el cabello de Shin.
—Mira, yo sabía que la bebé Sora era gente de calidad —dijo la demonio a Shin.
—Mira como se come la cabeza pelirroja de la muñeca de Artemisa. Simi tiene que
enseñarle a eructar fuego, luego presentarla a la diosa misma diosa vaca. —Shin
se rió.
—No lo creo, Sim. Sora no está realmente lista para eso, ¿no, dulce?
La pequeña niñita se estiró y colocó una mano mojada a la barbilla de Shin
mientras se reía de él. Shin pellizcó juguetonamente su manito mientras la
demonio tomaba su muñeca y la hacía bailar con la suya.
—Pienso que mi muñeca necesita un par de cuernitos, akri —dijo la demonio
a Shin—. ¿Crees que Amber me hará una muñeca demonio como yo?
Los cuernos aparecieron al instante sobre la cabeza de la muñeca, con el
pelo rojo y negro. El demonio chilló de placer.
—Oh, gracias, akri. ¡Esta es una muñeca Simi! —. Ladeando su cabeza, la
demonio miró a la niñita en el regazo de Shin—. Sabes, Sora es una linda bebé,
pero ella estaría aún más bonita con unos cuernitos también.
—No, Sim, no creo que Leeteuk o Kangin apreciarían el regreso de su hija
con un par de cuernos en su cabeza.
— Sí, pero ella luce así... tan... pobre sin ellos. Yo podría hacerlos realmente
bonitos. ¿Tal vez rosados para que hagan juego con su vestido?
—Es suficiente, Simi.
La demonio puso mala cara.
—Oh pooh, no eres divertido, akri —Ella sostuvo al muñeco. — ¿Ves esto, Sora?
Bien, ahora esto es lo que pasa cuando él hace que Barbie se vuelva loca. Ella
consigue su salsa barbacoa y se lo come.
Shin rápidamente tomó la muñeca de la mano de Simi antes de que ella
pudiera colocarla en su boca abierta.
—No, no, Simi. Eres alérgica al caucho.
—¿Lo soy?
—¿No recuerdas lo enferma te pusiste cuando te comiste aquellos
neumáticos del camión que te volvían loca?
La demonio lo miró realmente decepcionada.
—Oh. ¿Eso fue lo que me hizo enfermar? Pensé que era porque la diosa vaca
estaba por allí.
Shin colocó un rápido beso a la cima de la cabeza de la bebé, luego se la
entregó a Simi.
— Cuida a Sora durante unos minutos y no te la comas o la dejes comer
algo.
—No te preocupes, akri. Yo nunca comería a la bebé Sora. Sé cuanto la
echarías de menos si lo hiciera.
Shin dio a la demonio un abrazo cariñoso antes de levantarse y caminar
tranquilamente hacia Kevin.
Y no era solamente su altura lo que intimidaba. Había algo primario y
poderoso en el Dark-Hunter. Algo que hasta el animal en Kevin temía.
Aún así, se conocían el uno al otro desde hacía siglos. De hecho, Shin
había sido el que había ayudado a Kevin a encontrar a su madre. Hasta este día,
Kevin no estaba seguro por qué el Dark-Hunter lo había ayudado.
Pues bien, nadie entendía a Shindong.
—Sabes, no es agradable espiar a la gente, lobo.
Kevin resopló ante esto.
—Como si alguien alguna vez pudiera espiarte —. Él miró de nuevo a la
demonio y a la pequeña niñita—. Nunca te imaginé como niñera.
Shin echó un vistazo a la mano de Kevin, luego lo miró con fijamente.
Había algo sumamente desconcertante en los ojos color plata líquida de Shin que
se arremolinaban con el poder místico y el antiguo conocimiento.
—Nunca te imaginé como un cobarde.
La cólera chisporroteó por Kevin ante el insulto. Él arremetió contra Shin,
sólo para que el Atlante saliera de su alcance.
—No lo hagas —. Esa sola palabra trajo el suficiente control a Kevin para
detenerse.
Shin miró por sobre su hombro a la anciana que todavía estaba de pie
abriendo las cortinas.
—¿Amber, le traerías a Kevin una taza del té, por favor?
— No bebo té.
—¿Amber?
—Vuelvo enseguida con ella —. La anciana salió en la tienda.
—No bebo té —reiteró Kevin.
—Beberás el de ella y te gustará.
La mirada de Kevin se oscureció otra vez.
—No soy uno de tus Dark-Hunters, Shindong. No bailo bajo tus órdenes.
—Tampoco ellos. Pero no está ni aquí ni allí, ¿verdad? —Shin ladeó su
cabeza como si estuviera escuchando algo que sólo el Atlante podía oír—. Estas
buscando respuestas.
—No necesito nada de un Dark-Hunter. Jamás.
Shin soltó un suspiro lento y profundo.
—Siento lo de Yewoon, Kevin, pero era lo que tenía que ser.
Kevin hizo una mueca ante la oferta de compasión; su corazón todavía
estaba roto por su pérdida.
—No me hables sobre el destino, Dark-Hunter. Las he tenido con ese tema.
Para su asombro, Shin estuvo de acuerdo.
—Conozco el sentimiento. Pero eso no cambia lo que pasa dentro de ti,
verdad?
Él lo cortó a Shin con una mirada furibunda.
—¿Qué sabes sobre eso?
—Todo —Shin cruzó sus brazos sobre su pecho mientras miraba a Kevin con
una mirada que lo puso nervioso. —¿La vida sería más fácil si tuviéramos todas
las respuestas, verdad? ¿Tu manada vendrá por ti? ¿Hyunsik será normal otra
vez? ¿Kwanghee alguna vez te aceptará como su compañero?
Kevin se quedó frío ante sus palabras.
—¿Cómo sabes sobre Kwanghee?
Él no contestó.
—Sabes, los humanos son asombrosos en su capacidad de amar. No dejes de
aceptarlo porque tienes miedo de lo que podría pasar. En cambio, tal vez
deberías enfocarte en qué pasará si lo abandonas.
Eso era fácil de decir para él. Él no era el que estaba siendo cazado.
—¿Qué sabes tu sobre el miedo?
—Lo suficiente como para enseñar un curso de toda una vida sobre eso —. Shin
miró más allá de él para ver a la bebé levantarse de al lado de la demonio
sobre las pequeñas piernas tambaleantes que todavía estaban aprendiendo como
sostener el peso del bebé. —¿Ella es hermosa, verdad?
Kevin se encogió de hombros. Estaba muy lejos de ser un experto sobre lo
que hacía hermoso a un niño humano.
—Es difícil creer que si Kangin no hubiera tenido fe en Leeteuk y en su
futuro juntos, ella nunca hubiera existido. Nadie habría oído la belleza de su
pequeña risa o ha visto la preciosidad de su sonrisa... Piensa en ello, Kevin.
Un contable que sólo quería una vida normal y un Dark-Hunter que pensaba que el
amor era una fábula. Si Kangin se hubiese alejado, él todavía viviría solo como
un Dark-Hunter. Y Leeteuk, teniendo que aprender en cómo sobrevivir entre
Apolitas y Daimons queriendo robar sus poderes, probablemente estaría casado
con otro, ahora.
—¿Ellos habrían sido felices? —Kevin no estaba seguro de por qué hizo esa
pregunta. Shin se encogió de hombros.
—Tal vez, tal vez no. Pero mira a su bebé. Ella va a crecer, la hija de
un brujo y un Dark-Hunter. Ella sabrá cosas sobre este mundo que pocas personas
jamás sabrán. En realidad, ella ya lo hace. Ahora imagínate si ella nunca
existiera. ¿Qué se habría perdido el mundo sin ella?
—¿Qué ha ganado con ella?
Shin no vaciló en contestar.
—Ha ganado un alma realmente hermosa, quien crecerá para ayudar a todo
quien la necesite. En un mundo lleno de maldad, ella nunca hará daño. Y dos
almas que nunca conocieron el amor ahora se tienen el uno al otro.
Kevin se mofó de esto.
—¿Nunca has pensado en escribir novelas románicas, Shin? Esto podría
volcarse en ficción, pero déjame contarte sobre el mundo verdadero. Esa pequeña
niña crecerá, le romperán el corazón, y estará acostumbrada a que la gente
saque provecho de ella.
—Y sus padres le arrancarán el corazón a quien lo intente. La vida es una
apuesta, Kevin. Es áspera y dolorosa la mayor parte del tiempo, y eso no es
para un tímido. El botín es para el vencedor, no para quien no se destacó en la
batalla.
—¿Qué estás diciendo?
—Creo que ya lo sabes. ¿Kwanghee tendrá una mejor vida sin ti? ¿Quién lo
puede decir? Tal vez haya algún humano por ahí que pueda apreciarlo. ¿Pero él
alguna vez lo apreciará tanto como tu?
No. Kevin lo sabía en lo profundo de su corazón. Su tierno contacto no
tenía precio para él.
—¿Y si consigo que lo maten?
—La muerte es inevitable para la gente. Él morirá un día. ¿Pero la
verdadera pregunta es; él, alguna vez, vivirá? —Shin comenzó a alejarse, luego
se detuvo—. ¿Lo harás tu?
Kevin estuvo de pie allí, en silencio, mientras meditaba lo que Shin le
había dicho. Amber volvió con el té y Kevin le agradeció antes de probarlo.
Para su consternación, Shin tenía razón. Estaba bueno y realmente le
gustaba.
Shin recogió al bebé y volvió hacia él.
—Tu sabes, siempre está la posibilidad que Kwanghee no te acepte.
Encuéntralo como hombre, Kevin. Dale lo que tu padre nunca le dio a tu madre.
Déjale ver al hombre y al animal y luego déjalo decidir por sí mismo.
—¿Y si me abandona, me deja?
—¿Es a eso a lo qué temes más?
Kevin apartó la mirada. Maldito Shin por su sagacidad. No, su peor miedo
consistía en que lo aceptara y que no fuera capaz de mantenerlo a salvo de sus
enemigos.
—Todo lo que realmente puedes hacer, Kevin es darte por entero y confiar
en que todo se resolverá.
—¿Realmente confías en los Destinos?
La respuesta de Shin lo sorprendió.
—Para nada. Ellos cometen errores tanto como todos los demás. Pero al
final, tienes que creer en algo —. Shin abrazó al bebé contra su pecho—. ¿
Entonces que elegirás?
La pregunta de Shin colgada en la mente de Kevin mientras volvía a la
tienda de Kwanghee. Él no sabía que opción tomar y a Shin realmente no había
ayudado.
En forma de lobo, él olfateó su camino a la puerta de la pequeña
boutique. Desde que se había mudado con él, Kwanghee había hecho un hábito de
dejar la puerta de tienda entornada cada vez que salía.
Como si supiera que él volvería.
También le había hecho una cómoda plataforma detrás de su mostrador para
que él pudiera yacer silenciosamente y mirarlo mientras trabajaba. Y realmente
le gustaba mirarlo, especialmente cuando interactuaba con otra gente. Había una
bondad a él para con los otros.
En particular le gustaba verlo con Heechul. Los dos eran sumamente
divertidos. Al menos cuando no discutían sobre cuantos miembros del género
masculino, con excepción de sus padres, apestaban.
Él medio esperaba que Heechul intentara castrarlo solamente porque era
macho.
Ahora mismo, Kwanghee se sentó sobre su taburete de madera al lado de su
registradora mientras terminaba de comer la mitad de un emparedado comprado.
—Aquí estás —dijo, riéndose de él—. Me preguntaba que te había pasado.
Le ofreció la otra mitad de su emparedado y lo dejó comer de su mano. Kevin
lo terminó, luego colocó su cabeza sobre su regazo. Él le acarició sus orejas y
la ternura de eso lo destrozó.
Tal vez Shin tuviera razón. ¿No le debía a ambos, por lo menos, darse una
oportunidad? Kim Kevin nunca había permitido que el miedo lo gobernase. Pero
claro, nunca había perdido a nadie que amaba hasta hacía ocho meses. En una
noche, lo había perdido todo.
Dioses, estaba tan cansado de estar solo. Tan cansado de no confiar en
nadie. De no tener a nadie que riese con él.
Tal vez Kwanghee era su futuro.
Tal vez debería intentarlo y ver. ¿Pero cómo?
¿Qué hacían los humanos que se cortejaban?
Kwanghee se sentó sobre su taburete mientras limpiaba después de su
almuerzo y sacudía los restos en el tacho de basura. Los dos días pasados
habían sido horribles mientras se acomodaba en su diminuto apartamento y hacía
todo lo posible para olvidar a Jongmin y su crueldad. Excepto que la bastarda
rata aún tenía que devolverle sus pertenencias.
—Por favor no me hagas tener que ir y sacarlas —dijo mientras repasaba un
nuevo catálogo de mercancía para su registro.
Si lo hiciera, llevaría a Heechul con él sólo por venganza.
Y si Heechul pensaba tirarle una llave grande... Bien, no era como si Kwanghee
pudiera contenerlo.. Este era un país libre, después de todo. Y si la llave
grande terminaba por caerse contra las rótulas de Jongmin una vez o dos o
tres... docenas, bueno los accidentes realmente pasaban.
Contenta con la idea, se bajó y mimó a su lobo detrás de sus orejas y al
instante se sintió mejor.
Durante los dos últimos dos días, Kevin se había hecho su compañero
constante. Se sentaba como ahora detrás de la registradora a sus pies,
completamente contento solamente con estar con él. Si sólo pudiera encontrar a
un hombre tan leal.
La puerta de su tienda se abrió.
Alzó la vista y vio entrar a Jongmin. Su corazón se paró. Él era alto y
apuesto en aquella falsa manera de la televisión. Llevaba un par de pantalones
caquis y una camisa de polo Ralph Lauren negra.
Cruzó de un tranco la tienda como si fuera el dueño. Como si no le
importara que le hubiera roto el corazón solo unos días atrás.
—Hola, Kwanghee —le dijo con esa perfecta sonrisa de dientes enfundados
que tenía— ¿ estás solo?
Su lobo comenzó a gruñir.
—Hola, Jongmin —dijo, alargando su mano para tocar y calmar a su
compañero—. Excepto por mi mascota, sí.
—¿Mascota? —Él echó una ojeada por sobre el mostrador para mirar a Kevin,
que ahora estaba sobre sus patas con las orejas echadas hacia atrás.
Jongmin dio un paso atrás.
—Es un demonio de mascota lo que tienes ahí. ¿Tu papá te lo dio?
—¿Qué quieres? —preguntó—. Sé que no has venido sólo para darle a la
lengua conmigo.
—Tengo, um, tengo tus cosas afuera y quiero saber que hacer con ellas.
Kwanghee miró afuera para ver una pequeña furgoneta de mudanzas aparcada
detrás del Alfa Romeo rojo de Jongmin.
—Se supone que las debías traer dos días atrás.
Él hizo un sonido de disgusto.
—Sí, bueno he estado ocupado. Sabes, en realidad tengo una vida.
Kwanghee puso sus ojos en blanco mientras la ira hacia él lo invadía.
—¿Sabes?, yo también.
—Sí —dijo él con una carcajada—. Comer caramelos y mirar la TV consume
mucho tiempo.
Él le echó una mirada de reproche.
—Eres un idiota. ¿Qué vi en ti alguna vez?
Él extendió sus brazos como si se presentara a sí mismo y sonrió.
—La misma cosa que cada pareja ve en mí, nene. Enfréntalo, ambos sabemos
que nunca tendrás otro tipo que luzca tan bien como yo, interesado en ti.
Kevin saltó hacia él.
—¡No! —dijo Kwanghee bruscamente, pero era demasiado tarde. El lobo ya se
había echado sobre el brazo de Jongmin.
Jongmin gritó de dolor.
Kwanghee agarró al lobo y lo tiró hacia atrás. Kevin luchó contra él,
ladrando y gruñendo ferozmente cuando finalmente dejó el brazo de Jongmin.
Kwanghee lo empujó hacia el cuarto trasero y lo encerró.
Jongmin sostenía su brazo que sangraba contra su costado.
—Eso es. Considérate demandado.
—Ni lo intentes —dijo, su propio temperamento se abría paso mientras se
iba acercando a donde él estaba de pie—. Estás en mi propiedad. Le diré a la
policía que me amenazabas.
—¿Sí? De acuerdo, quien jamás te creería eso?
—Cualquier presentador de las otras dos estaciones que te odian tanto
como yo.
Se puso pálido.
—Sí, Jongmin —dijo malvadamente—. Recuerda que a todos los que este
pequeño chico gordo conoce en esta ciudad. Soy la última persona a la que
quisieras joder.
Él giró sobre sus talones y salió. Kwanghee lo siguió y lo oyó gritarle a
la gente de la mudanza,
—Sólo tiren su mierda sobre la calle.
—¡No te atrevas!
—Háganlo —gruñó él a los hombres.
Para su inmediato disgusto, los hombres abrieron la parte trasera del
camión y comenzaron a poner las cajas sobre la acera.
Kwanghee estaba horrorizado.
—Les pagaré trescientos dólares por llevarlas a mi apartamento atrás.
Los hombres se miraron el uno al otro, luego asintieron con la cabeza y
se dirigieron a la puerta.
—Doblaré lo que él les ofrece si dejan sus pertenencias sobre la calle
como la basura que es.
Ellos llevaron las cajas de nuevo sobre la acera.
—¡Tu bastardo increíble!
Él abrió su boca para responder, luego la cerró mientras una motocicleta
venía rugiendo hacia ellos.
Kwanghee frunció el ceño, el conductor saltaba el bordillo delante del
Alfa y aparcaba justo fuera de su tienda. En el instante que el motorista se
quitó su casco, su corazón comenzó a palpitar.
Era Kevin, y no el peludo.
Vestido en una chaqueta negra de cuero y vaqueros descoloridos, se veía
tan bueno como para comérselo. Su ruda belleza ponía en ridículo los rasgos de
muchacho bonito de Jongmin.
Jongmin los miró fijamente mientras Kwanghee acortaba la distancia entre
ellos. Kevin bajó el pie de sostén de la moto, pasó una larga y masculina
pierna sobre la moto. En un movimiento fluido, él lo atrajo contra él y lo besó
de una forma como sacada de una película.
—Hola, Kwanghee —él suspiró contra sus labios.
Jjajajajajajajaja XD
ResponderEliminarNo me imaginó a Shin de niñera!!!
Jajajajajajaja
Ahhhh
Esa última escena~ que genial!!! En tu cara presentador de pacotilla!!!!!
OH que buena entrada la de Kevin dejo mudo al idiota ese, jejje que se coma sus palabras ofensivas e idiotas, jejeje Kevin le sacara los ojos si se atreve a hacerle daño a su pareja, y me encanta Simi el demonio de Shin, especialmente cuando le dice a artemisa vaca, jejjee ademas de niñero es una faceta desconocida de Shin el rudo esta increible...
ResponderEliminarBueno,el destino y Shin tienen esa manera de dar pistas y respuestas. Ahora shin se valio de Sora como ejemplo de lo que fue y de lo que no hubiera sido sin kangin y teuk se hubieran mentenido separados. Kevin tuvo en que pesar.
ResponderEliminarEs que yo ya estaba esperando esa escena donde kevin saliera de la nada y le robara un beso a kwang delante de ese tipo *0* buenisimo....aunque claro,me hubiera gustado mas que cuando ese pregunto si estaba solo kenvin hubiera salido envuelto en una toalla........pero kwang se espantaria y no reaccionaria como ahora.
Kevin hizo entrada triunfal *0*