Amante Enemigo (DH5)- 16




Hyungjoon extrajo su bastón de lucha del bolsillo de su abrigo y lo extendió.

Las ventanas de la nariz del hombre se ensancharon mientras los veía preparándose para librar combate.

—¿Así es como devuelves mi generosidad al acogerte?

—No –dijo Zhou Mi con una calma que no sentía—. Así es como compenso al hombre que me protege. No aceptaré que Henry esté así luego de todo lo que ha hecho.

El esperaba que el hombre luchara, pero en lugar de eso dio un paso atrás e inclinó la cabeza respetuosamente hacia él.

—Tiene la valentía de un Spathi.

—Te lo dije –dijo Victoria, su rostro brillando de orgullo. El hombre les sonrió ligeramente.

—Ve adentro con Victoria, príncipe, y haré que tu Cazador Oscuro sea llevado hasta ti.

Zhou Mi lo miró sospechosamente, insegura en confiar en él o no.

—¿Lo prometes?


—Sí.

Aún escéptico, Zhou Mi miró a su hermana.

—¿Puedo confiar en eso?

—Puedes. Calvin es nuestro Consejero Supremo. Él jamás miente.

—Victoria –dijo Zhou Mi sinceramente—, mírame. –Ella lo hizo—. Dime la verdad. ¿Estamos a salvo aquí?

—Sí, lo juro por todo lo que aprecio; incluso la vida de Shanglin. Estás aquí porque Dylan jamás pensaría en buscarte en una comunidad Apolita. Cada uno de nosotros aquí sabe que si tu bebé muere, también muere el mundo. Y nuestras vidas, tales como son, aún son valiosas para nosotros. Para la gente que está aquí, veintisiete años son mejores que absolutamente nada.

Zhou Mi respiró profundamente y asintió.

—Está bien.

Victoria abrió la puerta detrás suyo mientras Calvin se disculpaba y los dejaba para que explorar su nuevo hogar.

Zhou Mi entró a un living extremadamente agradable. Probablemente tenía entre cuatro y cinco pies cuadrados, y poseía todo lo que un hogar humano normal podría tener. Un sofá relleno, un centro de entretenimiento completo, con televisión, estéreo, y reproductor de DVD.

—¿Eso funciona? –preguntó Clinton mientras se acercaba a inspeccionarlo.

—Sí –dijo Victoria—. Tenemos repetidores y líneas externas que pueden traernos el mundo humano hasta aquí.

Hyungjoon abrió las puertas de las habitaciones y el baño que estaban fuera del área principal del living.

—¿Dónde está la cocina?

—No tenemos cocinas –explicó Victoria—. Pero los consejeros están trabajando para traer un microondas y un refrigerador para ustedes. Junto con comestibles. Debería haber algo aquí para que ustedes coman muy pronto. —Victoria les mostró una pequeña caja verde en una mesa junto al sofá—. Si necesitan algo, el intercomunicador está aquí. Presionen el botón y una de las operadoras los ayudará. Si quieren llamarme, díganle que quieren hablar con la esposa de Shanglin y ellos sabrán con qué Victoria comunicarlos.

Se escuchó un golpe en la puerta.

Victoria fue a abrirla mientras Zhou Mi se quedaba detrás con Hyungjoon y Clinton.

—¿Qué piensan?

—Parece estar bien –dijo Clinton—. No recibo ninguna vibración maligna, ¿y ustedes?

Hyungjoon se encogió de hombros.

—Estoy de acuerdo con Clinton. Pero aún hay una parte de mí que no confía en ellos. No quiero ofenderte, Mi, pero los Apolitas no son famosos por ser honestos.

—Dímelo a mí.

—¿Zhou Mi?

El se dio vuelta para encontrarse con una mujer de su edad junto a Victoria. El cabello rubio de la mujer estaba recogido en un moño, y vestía un suéter pastel claro con un par de jeans.

—Soy la Dra. Hyeri –le dijo, extendiendo su mano hacia Zhou Mi—. Si no te molesta, me gustaría examinarte y ver cómo está el bebé.



Henry estaba sentado en la celda, preguntándose cómo diablos se había metido en esto. Por lo que sabía, podían estar matando a Zhou Mi, y él había permitido dócilmente que lo llevaran.

—Debería haber peleado.

Maldiciendo, dio vueltas por la pequeña celda donde lo habían encarcelado. Estaba en penumbras y húmeda, con tan solo una cama y un retrete dentro. Jamás había estado dentro de una cárcel humana, pero por lo que había visto en películas y en la TV, los Apolitas habían tomado ese modelo para construir esta.

Escuchó pasos afuera.

—Estoy aquí en busca del Cazador Oscuro.

—Nos dijeron que debe quedarse.

—El heredero lo quiere, y no permanecerá bajo nuestra protección a menos que lo dejemos ir.

Henry sonrió ante esas valiosas palabras. Déjenselo a Zhou Mi. El era extremadamente terco cuando se trataba de salirse con la suya.

Era una de las cosas que más amaba de él.

El corazón de Henry se detuvo mientras ese pensamiento lo atravesaba. Había muchas cosas acerca de él que le gustaban.

Cosas que iba a extrañar…

—¿Estás loco? –continuó discutiendo el guardia que estaba afuera—. Va a matarnos a todos.

—No tiene permitido matar a Apolitas, lo sabes. Ningún Cazador Oscuro puede matarnos a menos que nos convirtamos en Daimons.

—¿Estás dispuesto a apostar tu vida sobre eso?

—No –dijo Henry en voz alta para que pudieran escucharlo afuera—. Está dispuesto a apostar la tuya. Ahora déjenme salir de aquí, para poder asegurarme de que no han lastimado a Zhou Mi.

La puerta se abrió lentamente, para revelar a un hombre que era, sorprendentemente, más alto que él. No era frecuente que Henry conociera a semejante persona.

—Entonces sí lo proteges –dijo el hombre, tranquilamente.

—Sí.

El Apolita lo miró extrañado.

—Lo amas.

Era una declaración, no una pregunta.

—Apenas lo conozco.

El hombre sonrió a medias.

—El tiempo no tiene sentido para el corazón. –Extendió la mano hacia Henry, quien la estrechó reacio —. Mi nombre es Calvin y me alegra saber que harás cualquier cosa para mantenerlo a salvo. Bien. Ahora, vamos, está esperándote.



Zhou Mi estaba recostado en la cama mientras una enfermera la preparaba para su transfusión de sangre. También era algo bueno. Había estado débil antes de esta noche, pero la emoción agregada del ataque de Dylan lo había agotado.

La doctora le alcanzó una remera para que se pusiera, en lugar del suéter, para poder conectarlo a la máquina. Al principio, se habían opuesto a que se negara a beber sangre. Aparentemente, los Apolitas no eran delicados, pero Zhou Mi tenía demasiado de humano para no querer hacer eso.

Así que, luego de un breve y acalorado debate, habían cedido ante él.

Zhou Mi se cambió la remera mientras la doctora lo preparaba para una ecografía.

—Necesitarás más sangre de lo normal para proveer a tu bebé –le explicó la Dra. Hyeri mientras Zhou Mi se acostaba en la cama. La doctora levantó la remera de Zhou Mi, dejando a la vista su estómago ligeramente redondeado—. Es bueno que estés aquí, ya que la sangre Apolita es más fuerte y tendrá los nutrientes que tu bebé necesita. También necesitarás mucho más hierro y calcio, ya que eres en parte humano. Me aseguraré que tengas mucha comida con agregados vitamínicos.

Zhou Mi escuchó a Hyungjoon diciendo algo detrás de la puerta. Se levantó sobre los codos y estiró la cabeza para escuchar, pero no logró descifrar nada.

Qué raro. Clinton y Victoria se habían retirado a sus cuartos a dormir.

Zhou Mi estaba a punto de bajar de la cama para ir a ver qué sucedía afuera cuando Henry atravesó la puerta.

El alivio lo inundó ante su imagen. Se veía cansado, pero sano. Absorbió la belleza de su cuerpo y de su rostro.

No obstante, la doctora lo observó sospechosamente.

—¿Eres el padre del bebé?

—Sí –respondieron al unísono.

Zhou Mi estiró la mano hacia Henry, que la tomó y luego besó sus nudillos.

—Llegas justo a tiempo –dijo la doctora mientras frotaba un gel aceitoso sobre la panza de Zhou Mi.
Colocó la fría paleta contra él.

La máquina que estaba sobre un carrito hizo ruidos.

Zhou Mi miró ansiosamente la pantalla hasta que vio al diminuto niño que estaba pataleando sus pies.

La mano de Henry apretó con más fuerza la suya.

—Allí está –dijo la doctora—. Un pequeño varón completamente sano preparado para llevarse el mundo por delante.

—¿Cómo puede saber que es un varón? –preguntó Zhou Mi sin aliento, mientras veía a su hijo encorvarse.

A él le parecía un renacuajo.

—Bueno, en realidad no podemos saberlo con certeza aún –dijo la Dra. Hyeri mientras tomaba medidas con la máquina—, pero puedo sentirlo. Es fuerte. Un luchador, como sus padres.

Zhou Mi sintió que una lágrima caía por la esquina de su ojo derecho. Henry se la quitó con un beso.

El lo miró y vio la felicidad en su rostro. Estaba orgulloso de su hijo.

—Hasta ahora todo se ve bien –dijo la doctora mientras imprimía una pequeña fotografía del bebé—. Simplemente necesitas descansar mucho más, y hacer una dieta mejor.

La doctora secó la sustancia pegajosa de su panza mientras Henry y Zhou Mi observaban la diminuta foto.

—Parece un ángel –susurró Zhou Mi.

—No lo sé. Yo creo que se parece más a una rana, o algo así.

—¡Henry!

—Bueno, lo parece. Más o menos.

— ¿Dra. Hyeri? –El esperó hasta que la mujer se detuvo y lo miró—. ¿Cree que el bebé…? – vaciló, incapaz de completar la oración.

—¿Morirá como un Apolita? —Zhou Mi asintió, con la garganta apretada por el temor. Los ojos de la Dra. Hyeri eran compasivos—. Sinceramente, no lo sé. Podemos hacer exámenes una vez que esté aquí, pero la genética es una cosa extraña, así que en realidad no hay modo de predecirlo.

Tragando el nudo en su garganta, Zhou Mi se forzó a hacer otra pregunta que estaba desesperado por que le respondieran.

—¿Hay algún modo de saber si viviré más tiempo?

—Ya conoces la respuesta a eso, Zhou Mi. Lo siento. Eres uno de los afortunados que tiene algunas características humanas, pero tus genes son fuertemente Apolitas. El simple hecho de que estés en medio de una transfusión de sangre lo dice todo.

Los ojos de Zhou Mi se llenaron de lágrimas mientras sentía que su última esperanza menguaba.

—¿No hay algo que podamos hacer? –preguntó Henry.

—Su única posibilidad de vivir más tiempo es convertirse en Daimon, y por alguna razón dudo que le permitas esa opción.

Zhou Mi aferró la fotografía de su bebé mientras se preguntaba cuán Apolita sería. ¿Él también estaría condenado?

No habló más mientras la doctora y la enfermera estuvieron en la habitación con ellos. Fue sólo cuando estuvo a solas con Henry que lo buscó y se abrazó fuertemente a él.

Se aferró a él firmemente, temeroso del mañana. Temeroso de todo.

—Todo estará bien –susurró él.

Cómo deseaba Zhou Mi que eso fuese cierto. Aún así, estaba contento de que al menos él tuviera el gesto de simular que eran una pareja normal con preocupaciones normales. Alguien golpeó a la puerta.

Zhou Mi se apartó antes de que Henry fuera a atender.

Era Victoria. Ignoró a Henry y fue hacia Zhou Mi, que estaba sentado en la cama.

—Pensé que podrías querer algo de ropa limpia.

Zhou Mi le agradeció mientras Victoria colocaba el bulto de ropa sobre la cama, a sus pies.

—¿Has sabido algo de Shanglin? –le preguntó a su hermana.

Victoria negó con la cabeza, tristemente.

—Pero hay ocasiones en que pasan un par de días antes de que pueda hablar conmigo. A veces algunos meses…

Zhou Mi se sintió mal por su hermana. No hacía mucho que conocía a Henry y sin embargo no lograba imaginarse sin poder hablar con él todos los días. Sin que él le hiciera reír con algo que dijese. Debía ser mucho peor para su hermana.

—¿Por qué no vives con él?

Victoria lo miró como si fuera evidente.

—Su padre intentó matarme, Mi. Sabe cómo –señaló a Zhou Mi y a sí misma—, somos. Mataría a Shanglin si alguna vez nos encuentra juntos.

Henry se movió para pararse cerca de Victoria.

—Como aún estás viva y casada, el linaje de Apolo está a salvo, ¿verdad?

—No –dijo Victoria melancólicamente. Su rostro era oscuro y triste—. Los Daimons no podemos tener hijos. Al igual que los Cazadores Oscuros, somos muertos ambulantes. Fue por eso que permití que mi padre y Mi pensaran que también había muerto. No había necesidad de entristecerlos aún más por lo que era y en quién me había convertido.

—¿Eso te cambió mucho? –Preguntó Zhou Mi—. ¿Es como siempre nos contaron?

—Sí y no. El anhelo de asesinar es difícil de resistir. Debes ser cuidadoso con el alma que tomas, porque una parte se funde con la tuya. Creo que es diferente para los Daimons que matan que para aquellos como yo.

—¿Qué quieres decir con “aquellos como yo”? –preguntó Henry.

—Eres una Daimon Anaimikos –dijo Zhou Mi.

Victoria asintió.

Ahora Henry estaba completamente confundido. Jamás había escuchado ese término.

—¿Qué es eso?

—Un Daimon que se alimenta de otro Daimon –explicó Victoria—. Obtengo mi alimento de Shanglin.

Henry estaba estupefacto.

—¿Puedes hacer eso?

—Sí.

Henry se apartó, lejos de los hermanos, mientras digería eso. En su mundo sólo había dos tipos de Daimons. Los normales, que corrían cuando eran perseguidos, y los Spathi, que daban pelea. Desde que había conocido a Zhou Mi se había enterado de dos más: los Agkelos, quienes sólo cazaban a los humanos malignos, y los Anaimikos, quienes se alimentaban de otros Daimons.

Se preguntaba si alguno de los demás Cazadores Oscuros sabía de esto, y porqué nadie jamás se había molestado en contarle sobre las diferentes clasificaciones.

—¿Cómo conociste a Shanglin? –preguntó Zhou Mi mientras colocaba algunas prendas de las que Victoria había traído.

—Cuando vivíamos en Suiza, Shanglin era quien nos vigilaba. Se suponía que estaba recolectando información para matarnos, pero dice que en cuanto me vio, se enamoró. –El rostro de su hermana prácticamente resplandecía. Zhou Mi estaba feliz de ver a Victoria tan enamorada —. Una noche nos conocimos por accidente cuando yo escapaba de la casa luego de esa gran pelea con mamá sobre la universidad. Lo encontré justo en su escondite.

Zhou Mi recordaba bien esa noche. No era frecuente que Victoria y su madre pelearan, pero esa noche había sido particularmente desagradable. Victoria había querido tomar clases nocturnas, intentando parecer una adolescente normal. Su madre se había rehusado a su pedido.

Victoria suspiró.

—Era tan hermoso. Yo sabía que era un Daimon, pero no tenía miedo. Me quedé con él por horas esa noche. Comenzamos a encontrarnos cada noche luego de eso.

—Así que allí era adonde ibas a hurtadillas –dijo Zhou Mi, recordando las veces que había ocultado las escapadas nocturnas de Victoria.

Victoria asintió.

—Hacía sólo seis meses que conocía a Shanglin cuando su padre se impacientó y colocó una bomba en el auto. Se suponía que yo no fuera esa noche. Se suponía que debía quedarme en casa contigo, ¿recuerdas?

Zhou Mi recordaba bien esa noche. Cada detalle estaba grabado en su memoria con la claridad del agua. El se había quedado en casa esa noche sólo porque estaba enfermo, y su madre se había rehusado a dejarlo salir de la cama.

—Querías ir al aeropuerto con Nia –dijo Zhou Mi, con la garganta anudada.

Su hermana mayor estaba yendo a tomar un vuelo fletado para ver a su padre en París. Nia había planeado quedarse allí una semana, y luego se suponía que ella y su padre volarían juntos de regreso a Suiza, para quedarse con las demás durante unas cortas vacaciones.

Victoria asintió.

Shanglin me sacó del auto y usó su propia sangre para restablecerme.

Zhou Mi dio un respingo ante las palabras de su hermana.

—¿Él te convirtió en Daimon contra tu voluntad?

—Fue mi elección. Podría haber muerto, pero no quería dejarlo.

Henry levantó la cabeza.

—¿Cómo te convirtió en Daimon?

Ambos hermanos lo miraron incrédulos.

—Si un Apolita bebe la sangre de un Daimon, se convierte automáticamente. ¿No sabías eso? –preguntó Zhou Mi.

—No, no lo sabía. Pensé que el único modo de convertirse en Daimon era tomando un alma humana.

—No –dijo Victoria—. Jamás he matado a un humano. Dudo que pudiera hacerlo.

Zhou Mi estaba feliz de saber eso, pero era difícil para un Daimon vivir de ese modo. También era peligroso.

—¿Qué haces si se va por demasiado tiempo?

—Uno de los Apolitas lo manda a llamar. Él es tan fuerte que puedo pasar mucho tiempo entre medio, y la enfermería guarda una pinta de su sangre en caso de emergencia. Él siempre se asegura de restaurarla con una nueva provisión cada vez que me visita.

—¿Eso funciona? –preguntó Zhou Mi.

A diferencia de los Apolitas, no era la sangre lo que sostenía a los Daimons; era la fuerza vital o el vigor en la sangre lo que los mantenía con vida.

—No dura mucho, pero me basta durante una hora o dos hasta que él puede llegar a mí.

—¿Entonces él mata por los dos? –preguntó Henry. Ella asintió, y tomó la mano de Zhou Mi en la suya.

—No sientas lástima por mí, Zhou Mi. Tengo a un hombre que me ama más que a nada en este mundo. Si no fuera así, estarías muerto ahora. Sólo deseo que pudieras conocer un amor como el que tengo con él. —Victoria besó a Zhou Mi en la mejilla—. Ahora necesitas descansar. Ha sido una larga noche. ¿Deseas que pida que alguien te traiga un poco de comida?

—No, gracias. Sólo necesito dormir un poco.

—Que ambos tengan un buen día.

Victoria se fue de la habitación.

Henry trabó la puerta detrás de ella. Ambos se cambiaron de ropa, Henry trepó a la cama y lo tomó en sus cálidos brazos.

—¿Cómo estás en realidad, Mimi?

—No lo sé. Ha sido una noche extraña y emocionante. –Los hechos volvieron a pasar por su mente. Se había enterado de muchas cosas y había tenido demasiadas sorpresas. Ahora estaba exhausto—. Lamento mucho lo de tu casa.

Sintió que él encogía los hombros.

—Las casas pueden reconstruirse. Sólo estoy contento de que nadie haya salido lastimado.

—Yo también.

Henry lo sintió relajarse mientras cerraba sus ojos y se acurrucaba contra él. Él enterró su rostro en el cabello de Zhou Mi e inhaló su suave aroma. Su mente se mareó con todo lo que había sucedido esta noche.

Más que nada, dio vueltas con los pensamientos sobre el bebé que había visto en el monitor. Puso su mano sobre el vientre de Zhou Mi e imaginó al bebé creciendo allí dentro. Su bebé. El hijo de ambos.

Una parte de los dos. El hijo de un Cazador Oscuro y un Apolita. Dos seres que jamás deberían haberse unido, pero sin embargo aquí estaban. Ya no eran enemigos, pero no estaba seguro de cómo llamarlo. Él era su amante. Su amigo.

Se quedó helado cuando la comprensión llegó a él. El realmente era su amigo. Había reído con él con tanta frecuencia en estas tres semanas. Había escuchado sus historias, sus miedos. Sus esperanzas sobre el futuro del bebé.

E iba a perderlo.

El dolor y la furia crecieron dentro de él. Los celos también, mientras pensaba en los otros tres Cazadores Oscuros a quienes le habían otorgado una segunda oportunidad.

Estaba feliz de que Kangin y Kyuhyun hubiesen encontrado a sus parejas. Eran buenos hombres. Cómo deseaba que le concedieran semejante bendición.

El dolor de perder a Zhou Mi sería insoportable, y debía admitir que era egoísta. Quería tanto a Zhou Mi como a su bebé.

Vivos y sanos.

Si sólo supiera algún modo de hacer que viviera luego de su cumpleaños.

Tenía que haber algo. Los dioses siempre hacían una escapatoria. Este no podía ser el final de su relación. Sin importar lo que hiciera falta, él encontraría esa escapatoria.


La alternativa era inaceptable para él.


1 comentario:

  1. Pobrecitos, ellos tienen miedo de perderse de no ver a su hijo a Mimi le duele tanto no poder ver crecera su bebe y dejar a Henry se que hay algo, debe haberlo...

    ResponderEliminar

yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...