Hyungjoon extrajo su bastón de lucha del bolsillo de su
abrigo y lo extendió.
Las ventanas de la nariz del hombre se ensancharon
mientras los veía preparándose para librar combate.
—¿Así es como devuelves mi generosidad al acogerte?
—No –dijo Zhou Mi con una calma que no sentía—. Así es
como compenso al hombre que me protege. No aceptaré que Henry esté así luego de
todo lo que ha hecho.
El esperaba que el hombre luchara, pero en lugar de eso
dio un paso atrás e inclinó la cabeza respetuosamente hacia él.
—Tiene la valentía de un Spathi.
—Te lo dije –dijo Victoria, su rostro brillando de
orgullo. El hombre les sonrió ligeramente.
—Ve adentro con Victoria, príncipe, y haré que tu Cazador
Oscuro sea llevado hasta ti.
Zhou Mi lo miró sospechosamente, insegura en confiar en
él o no.
—¿Lo prometes?
—Sí.
Aún escéptico, Zhou Mi miró a su hermana.
—¿Puedo confiar en eso?
—Puedes. Calvin es nuestro Consejero Supremo. Él jamás
miente.
—Victoria –dijo Zhou Mi sinceramente—, mírame. –Ella lo
hizo—. Dime la verdad. ¿Estamos a salvo aquí?
—Sí, lo juro por todo lo que aprecio; incluso la vida de Shanglin.
Estás aquí porque Dylan jamás pensaría en buscarte en una comunidad Apolita.
Cada uno de nosotros aquí sabe que si tu bebé muere, también muere el mundo. Y
nuestras vidas, tales como son, aún son valiosas para nosotros. Para la gente
que está aquí, veintisiete años son mejores que absolutamente nada.
Zhou Mi respiró profundamente y asintió.
—Está bien.
Victoria abrió la puerta detrás suyo mientras Calvin se
disculpaba y los dejaba para que explorar su nuevo hogar.
Zhou Mi entró a un living extremadamente agradable.
Probablemente tenía entre cuatro y cinco pies cuadrados, y poseía todo lo que
un hogar humano normal podría tener. Un sofá relleno, un centro de
entretenimiento completo, con televisión, estéreo, y reproductor de DVD.
—¿Eso funciona? –preguntó Clinton mientras se acercaba a
inspeccionarlo.
—Sí –dijo Victoria—. Tenemos repetidores y líneas externas
que pueden traernos el mundo humano hasta aquí.
Hyungjoon abrió las puertas de las habitaciones y el baño
que estaban fuera del área principal del living.
—¿Dónde está la cocina?
—No tenemos cocinas –explicó Victoria—. Pero los
consejeros están trabajando para traer un microondas y un refrigerador para
ustedes. Junto con comestibles. Debería haber algo aquí para que ustedes coman
muy pronto. —Victoria les mostró una pequeña caja verde en una mesa junto al
sofá—. Si necesitan algo, el intercomunicador está aquí. Presionen el botón y
una de las operadoras los ayudará. Si quieren llamarme, díganle que quieren
hablar con la esposa de Shanglin y ellos sabrán con qué Victoria comunicarlos.
Se escuchó un golpe en la puerta.
Victoria fue a abrirla mientras Zhou Mi se quedaba detrás
con Hyungjoon y Clinton.
—¿Qué piensan?
—Parece estar bien –dijo Clinton—. No recibo ninguna
vibración maligna, ¿y ustedes?
Hyungjoon se encogió de hombros.
—Estoy de acuerdo con Clinton. Pero aún hay una parte de
mí que no confía en ellos. No quiero ofenderte, Mi, pero los Apolitas no son
famosos por ser honestos.
—Dímelo a mí.
—¿Zhou Mi?
El se dio vuelta para encontrarse con una mujer de su
edad junto a Victoria. El cabello rubio de la mujer estaba recogido en un moño,
y vestía un suéter pastel claro con un par de jeans.
—Soy la Dra. Hyeri –le dijo, extendiendo su mano hacia Zhou
Mi—. Si no te molesta, me gustaría examinarte y ver cómo está el bebé.
Henry estaba sentado en la celda, preguntándose cómo
diablos se había metido en esto. Por lo que sabía, podían estar matando a Zhou
Mi, y él había permitido dócilmente que lo llevaran.
—Debería haber peleado.
Maldiciendo, dio vueltas por la pequeña celda donde lo
habían encarcelado. Estaba en penumbras y húmeda, con tan solo una cama y un
retrete dentro. Jamás había estado dentro de una cárcel humana, pero por lo que
había visto en películas y en la TV, los Apolitas habían tomado ese modelo para
construir esta.
Escuchó pasos afuera.
—Estoy aquí en busca del Cazador Oscuro.
—Nos dijeron que debe quedarse.
—El heredero lo quiere, y no permanecerá bajo nuestra
protección a menos que lo dejemos ir.
Henry sonrió ante esas valiosas palabras. Déjenselo a Zhou
Mi. El era extremadamente terco cuando se trataba de salirse con la suya.
Era una de las cosas que más amaba de él.
El corazón de Henry se detuvo mientras ese pensamiento lo
atravesaba. Había muchas cosas acerca de él que le gustaban.
Cosas que iba a extrañar…
—¿Estás loco? –continuó discutiendo el guardia que estaba
afuera—. Va a matarnos a todos.
—No tiene permitido matar a Apolitas, lo sabes. Ningún
Cazador Oscuro puede matarnos a menos que nos convirtamos en Daimons.
—¿Estás dispuesto a apostar tu vida sobre eso?
—No –dijo Henry en voz alta para que pudieran escucharlo
afuera—. Está dispuesto a apostar la tuya. Ahora déjenme salir de aquí, para
poder asegurarme de que no han lastimado a Zhou Mi.
La puerta se abrió lentamente, para revelar a un hombre
que era, sorprendentemente, más alto que él. No era frecuente que Henry
conociera a semejante persona.
—Entonces sí lo proteges –dijo el hombre, tranquilamente.
—Sí.
El Apolita lo miró extrañado.
—Lo amas.
Era una declaración, no una pregunta.
—Apenas lo conozco.
El hombre sonrió a medias.
—El tiempo no tiene sentido para el corazón. –Extendió la
mano hacia Henry, quien la estrechó reacio —. Mi nombre es Calvin y me alegra
saber que harás cualquier cosa para mantenerlo a salvo. Bien. Ahora, vamos,
está esperándote.
Zhou Mi estaba recostado en la cama mientras una
enfermera la preparaba para su transfusión de sangre. También era algo bueno.
Había estado débil antes de esta noche, pero la emoción agregada del ataque de Dylan
lo había agotado.
La doctora le alcanzó una remera para que se pusiera, en
lugar del suéter, para poder conectarlo a la máquina. Al principio, se habían
opuesto a que se negara a beber sangre. Aparentemente, los Apolitas no eran
delicados, pero Zhou Mi tenía demasiado de humano para no querer hacer eso.
Así que, luego de un breve y acalorado debate, habían
cedido ante él.
Zhou Mi se cambió la remera mientras la doctora lo
preparaba para una ecografía.
—Necesitarás más sangre de lo normal para proveer a tu
bebé –le explicó la Dra. Hyeri mientras Zhou Mi se acostaba en la cama. La
doctora levantó la remera de Zhou Mi, dejando a la vista su estómago
ligeramente redondeado—. Es bueno que estés aquí, ya que la sangre Apolita es
más fuerte y tendrá los nutrientes que tu bebé necesita. También necesitarás
mucho más hierro y calcio, ya que eres en parte humano. Me aseguraré que tengas
mucha comida con agregados vitamínicos.
Zhou Mi escuchó a Hyungjoon diciendo algo detrás de la
puerta. Se levantó sobre los codos y estiró la cabeza para escuchar, pero no
logró descifrar nada.
Qué raro. Clinton y Victoria se habían retirado a sus
cuartos a dormir.
Zhou Mi estaba a punto de bajar de la cama para ir a ver
qué sucedía afuera cuando Henry atravesó la puerta.
El alivio lo inundó ante su imagen. Se veía cansado, pero
sano. Absorbió la belleza de su cuerpo y de su rostro.
No obstante, la doctora lo observó sospechosamente.
—¿Eres el padre del bebé?
—Sí –respondieron al unísono.
Zhou Mi estiró la mano hacia Henry, que la tomó y luego
besó sus nudillos.
—Llegas justo a tiempo –dijo la doctora mientras frotaba
un gel aceitoso sobre la panza de Zhou Mi.
Colocó la fría paleta contra él.
La máquina que estaba sobre un carrito hizo ruidos.
Zhou Mi miró ansiosamente la pantalla hasta que vio al
diminuto niño que estaba pataleando sus pies.
La mano de Henry apretó con más fuerza la suya.
—Allí está –dijo la doctora—. Un pequeño varón
completamente sano preparado para llevarse el mundo por delante.
—¿Cómo puede saber que es un varón? –preguntó Zhou Mi sin
aliento, mientras veía a su hijo encorvarse.
A él le parecía un renacuajo.
—Bueno, en realidad no podemos saberlo con certeza aún
–dijo la Dra. Hyeri mientras tomaba medidas con la máquina—, pero puedo
sentirlo. Es fuerte. Un luchador, como sus padres.
Zhou Mi sintió que una lágrima caía por la esquina de su
ojo derecho. Henry se la quitó con un beso.
El lo miró y vio la felicidad en su rostro. Estaba
orgulloso de su hijo.
—Hasta ahora todo se ve bien –dijo la doctora mientras
imprimía una pequeña fotografía del bebé—. Simplemente necesitas descansar
mucho más, y hacer una dieta mejor.
La doctora secó la sustancia pegajosa de su panza
mientras Henry y Zhou Mi observaban la diminuta foto.
—Parece un ángel –susurró Zhou Mi.
—No lo sé. Yo creo que se parece más a una rana, o algo
así.
—¡Henry!
—Bueno, lo parece. Más o menos.
— ¿Dra. Hyeri? –El esperó hasta que la mujer se detuvo y
lo miró—. ¿Cree que el bebé…? – vaciló, incapaz de completar la oración.
—¿Morirá como un Apolita? —Zhou Mi asintió, con la
garganta apretada por el temor. Los ojos de la Dra. Hyeri eran compasivos—.
Sinceramente, no lo sé. Podemos hacer exámenes una vez que esté aquí, pero la
genética es una cosa extraña, así que en realidad no hay modo de predecirlo.
Tragando el nudo en su garganta, Zhou Mi se forzó a hacer
otra pregunta que estaba desesperado por que le respondieran.
—¿Hay algún modo de saber si viviré más tiempo?
—Ya conoces la respuesta a eso, Zhou Mi. Lo siento. Eres
uno de los afortunados que tiene algunas características humanas, pero tus
genes son fuertemente Apolitas. El simple hecho de que estés en medio de una
transfusión de sangre lo dice todo.
Los ojos de Zhou Mi se llenaron de lágrimas mientras
sentía que su última esperanza menguaba.
—¿No hay algo que podamos hacer? –preguntó Henry.
—Su única posibilidad de vivir más tiempo es convertirse
en Daimon, y por alguna razón dudo que le permitas esa opción.
Zhou Mi aferró la fotografía de su bebé mientras se
preguntaba cuán Apolita sería. ¿Él también estaría condenado?
No habló más mientras la doctora y la enfermera
estuvieron en la habitación con ellos. Fue sólo cuando estuvo a solas con Henry
que lo buscó y se abrazó fuertemente a él.
Se aferró a él firmemente, temeroso del mañana. Temeroso
de todo.
—Todo estará bien –susurró él.
Cómo deseaba Zhou Mi que eso fuese cierto. Aún así,
estaba contento de que al menos él tuviera el gesto de simular que eran una
pareja normal con preocupaciones normales. Alguien golpeó a la puerta.
Zhou Mi se apartó antes de que Henry fuera a atender.
Era Victoria. Ignoró a Henry y fue hacia Zhou Mi, que
estaba sentado en la cama.
—Pensé que podrías querer algo de ropa limpia.
Zhou Mi le agradeció mientras Victoria colocaba el bulto
de ropa sobre la cama, a sus pies.
—¿Has sabido algo de Shanglin? –le preguntó a su hermana.
Victoria negó con la cabeza, tristemente.
—Pero hay ocasiones en que pasan un par de días antes de
que pueda hablar conmigo. A veces algunos meses…
Zhou Mi se sintió mal por su hermana. No hacía mucho que
conocía a Henry y sin embargo no lograba imaginarse sin poder hablar con él
todos los días. Sin que él le hiciera reír con algo que dijese. Debía ser mucho
peor para su hermana.
—¿Por qué no vives con él?
Victoria lo miró como si fuera evidente.
—Su padre intentó matarme, Mi. Sabe cómo –señaló a Zhou
Mi y a sí misma—, somos. Mataría a Shanglin si alguna vez nos encuentra juntos.
Henry se movió para pararse cerca de Victoria.
—Como aún estás viva y casada, el linaje de Apolo está a
salvo, ¿verdad?
—No –dijo Victoria melancólicamente. Su rostro era oscuro
y triste—. Los Daimons no podemos tener hijos. Al igual que los Cazadores
Oscuros, somos muertos ambulantes. Fue por eso que permití que mi padre y Mi
pensaran que también había muerto. No había necesidad de entristecerlos aún más
por lo que era y en quién me había convertido.
—¿Eso te cambió mucho? –Preguntó Zhou Mi—. ¿Es como
siempre nos contaron?
—Sí y no. El anhelo de asesinar es difícil de resistir.
Debes ser cuidadoso con el alma que tomas, porque una parte se funde con la
tuya. Creo que es diferente para los Daimons que matan que para aquellos como
yo.
—¿Qué quieres decir con “aquellos como yo”? –preguntó
Henry.
—Eres una Daimon Anaimikos –dijo Zhou Mi.
Victoria asintió.
Ahora Henry estaba completamente confundido. Jamás había
escuchado ese término.
—¿Qué es eso?
—Un Daimon que se alimenta de otro Daimon –explicó Victoria—.
Obtengo mi alimento de Shanglin.
Henry estaba estupefacto.
—¿Puedes hacer eso?
—Sí.
Henry se apartó, lejos de los hermanos, mientras digería
eso. En su mundo sólo había dos tipos de Daimons. Los normales, que corrían
cuando eran perseguidos, y los Spathi, que daban pelea. Desde que había
conocido a Zhou Mi se había enterado de dos más: los Agkelos, quienes sólo
cazaban a los humanos malignos, y los Anaimikos, quienes se alimentaban de
otros Daimons.
Se preguntaba si alguno de los demás Cazadores Oscuros
sabía de esto, y porqué nadie jamás se había molestado en contarle sobre las
diferentes clasificaciones.
—¿Cómo conociste a Shanglin? –preguntó Zhou Mi mientras
colocaba algunas prendas de las que Victoria había traído.
—Cuando vivíamos en Suiza, Shanglin era quien nos
vigilaba. Se suponía que estaba recolectando información para matarnos, pero
dice que en cuanto me vio, se enamoró. –El rostro de su hermana prácticamente
resplandecía. Zhou Mi estaba feliz de ver a Victoria tan enamorada —. Una noche
nos conocimos por accidente cuando yo escapaba de la casa luego de esa gran
pelea con mamá sobre la universidad. Lo encontré justo en su escondite.
Zhou Mi recordaba bien esa noche. No era frecuente que Victoria
y su madre pelearan, pero esa noche había sido particularmente desagradable. Victoria
había querido tomar clases nocturnas, intentando parecer una adolescente
normal. Su madre se había rehusado a su pedido.
Victoria suspiró.
—Era tan hermoso. Yo sabía que era un Daimon, pero no
tenía miedo. Me quedé con él por horas esa noche. Comenzamos a encontrarnos
cada noche luego de eso.
—Así que allí era adonde ibas a hurtadillas –dijo Zhou Mi,
recordando las veces que había ocultado las escapadas nocturnas de Victoria.
Victoria asintió.
—Hacía sólo seis meses que conocía a Shanglin cuando su
padre se impacientó y colocó una bomba en el auto. Se suponía que yo no fuera
esa noche. Se suponía que debía quedarme en casa contigo, ¿recuerdas?
Zhou Mi recordaba bien esa noche. Cada detalle estaba
grabado en su memoria con la claridad del agua. El se había quedado en casa esa
noche sólo porque estaba enfermo, y su madre se había rehusado a dejarlo salir
de la cama.
—Querías ir al aeropuerto con Nia –dijo Zhou Mi, con la
garganta anudada.
Su hermana mayor estaba yendo a tomar un vuelo fletado
para ver a su padre en París. Nia había planeado quedarse allí una semana, y
luego se suponía que ella y su padre volarían juntos de regreso a Suiza, para
quedarse con las demás durante unas cortas vacaciones.
Victoria asintió.
—Shanglin me sacó del auto
y usó su propia sangre para restablecerme.
Zhou Mi dio un respingo
ante las palabras de su hermana.
—¿Él te convirtió en Daimon contra tu voluntad?
—Fue mi elección. Podría haber muerto, pero no quería
dejarlo.
Henry levantó la cabeza.
—¿Cómo te convirtió en Daimon?
Ambos hermanos lo miraron incrédulos.
—Si un Apolita bebe la sangre de un Daimon, se convierte automáticamente.
¿No sabías eso? –preguntó Zhou Mi.
—No, no lo sabía. Pensé que el único modo de convertirse
en Daimon era tomando un alma humana.
—No –dijo Victoria—. Jamás he matado a un humano. Dudo
que pudiera hacerlo.
Zhou Mi estaba feliz de saber eso, pero era difícil para
un Daimon vivir de ese modo. También era peligroso.
—¿Qué haces si se va por demasiado tiempo?
—Uno de los Apolitas lo manda a llamar. Él es tan fuerte
que puedo pasar mucho tiempo entre medio, y la enfermería guarda una pinta de
su sangre en caso de emergencia. Él siempre se asegura de restaurarla con una
nueva provisión cada vez que me visita.
—¿Eso funciona? –preguntó Zhou Mi.
A diferencia de los Apolitas, no era la sangre lo que
sostenía a los Daimons; era la fuerza vital o el vigor en la sangre lo que los
mantenía con vida.
—No dura mucho, pero me basta durante una hora o dos
hasta que él puede llegar a mí.
—¿Entonces él mata por los dos? –preguntó Henry. Ella
asintió, y tomó la mano de Zhou Mi en la suya.
—No sientas lástima por mí, Zhou Mi. Tengo a un hombre
que me ama más que a nada en este mundo. Si no fuera así, estarías muerto
ahora. Sólo deseo que pudieras conocer un amor como el que tengo con él. —Victoria
besó a Zhou Mi en la mejilla—. Ahora necesitas descansar. Ha sido una larga
noche. ¿Deseas que pida que alguien te traiga un poco de comida?
—No, gracias. Sólo necesito dormir un poco.
—Que ambos tengan un buen día.
Victoria se fue de la habitación.
Henry trabó la puerta detrás de ella. Ambos se cambiaron de
ropa, Henry trepó a la cama y lo tomó en sus cálidos brazos.
—¿Cómo estás en realidad, Mimi?
—No lo sé. Ha sido una noche extraña y emocionante. –Los
hechos volvieron a pasar por su mente. Se había enterado de muchas cosas y
había tenido demasiadas sorpresas. Ahora estaba exhausto—. Lamento mucho lo de
tu casa.
Sintió que él encogía los hombros.
—Las casas pueden reconstruirse. Sólo estoy contento de
que nadie haya salido lastimado.
—Yo también.
Henry lo sintió relajarse mientras cerraba sus ojos y se
acurrucaba contra él. Él enterró su rostro en el cabello de Zhou Mi e inhaló su
suave aroma. Su mente se mareó con todo lo que había sucedido esta noche.
Más que nada, dio vueltas con los pensamientos sobre el
bebé que había visto en el monitor. Puso su mano sobre el vientre de Zhou Mi e
imaginó al bebé creciendo allí dentro. Su bebé. El hijo de ambos.
Una parte de los dos. El hijo de un Cazador Oscuro y un
Apolita. Dos seres que jamás deberían haberse unido, pero sin embargo aquí
estaban. Ya no eran enemigos, pero no estaba seguro de cómo llamarlo. Él era su
amante. Su amigo.
Se quedó helado cuando la comprensión llegó a él. El
realmente era su amigo. Había reído con él con tanta frecuencia en estas tres
semanas. Había escuchado sus historias, sus miedos. Sus esperanzas sobre el
futuro del bebé.
E iba a perderlo.
El dolor y la furia crecieron dentro de él. Los celos
también, mientras pensaba en los otros tres Cazadores Oscuros a quienes le
habían otorgado una segunda oportunidad.
Estaba feliz de que Kangin y Kyuhyun hubiesen encontrado
a sus parejas. Eran buenos hombres. Cómo deseaba que le concedieran semejante
bendición.
El dolor de perder a Zhou Mi sería insoportable, y debía
admitir que era egoísta. Quería tanto a Zhou Mi como a su bebé.
Vivos y sanos.
Si sólo supiera algún modo de hacer que viviera luego de
su cumpleaños.
Tenía que haber algo. Los dioses siempre hacían una
escapatoria. Este no podía ser el final de su relación. Sin importar lo que
hiciera falta, él encontraría esa escapatoria.
La alternativa era inaceptable para él.
Pobrecitos, ellos tienen miedo de perderse de no ver a su hijo a Mimi le duele tanto no poder ver crecera su bebe y dejar a Henry se que hay algo, debe haberlo...
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