Ryeowook se despertó sobresaltado cuando un sonido
extraño invadió su sueño.
—Me gusta este Yesung. ¡Es una persona de calidad!
Parpadeó al reconocer la voz de Simi. Ryeowook comenzó a
moverse hasta que sintió algo debajo de su mano.
Algunas de las figuras de Yesung estaban ahí, y al pasar
la yema de los dedos, se dio cuenta lo que eran.
Cada una era un personaje de El Principito. Eran piezas
exquisitas que habían recibido inclusive más atención que las otras que “había
visto".
—Él incluso me dio un abrelatas así no tengo que usar mis
colmillos. Me gusta eso. El metal es duro en los dientes —. Simi se relamió los
labios. —Hay helado de cerdo y frijoles. ¡De rechupete! Mi favorito.
—¿Simi? –dijo Ryeowook, poniéndose derecho —¿dónde esta Yesung?
—No lo sé. Me desperté hace unos pocos minutos y encontré
esta sabrosa comida que él dejó para mí.
—¿Yesung? —llamó Ryeowook. Él no contestó.
Por supuesto, eso era típico de él.
—¿Simi, está él en la cabaña?
—No sé.
—¿Podrías fijarte?
—¡Yesung! —gritó Simi.
—Simi, yo pude haber hecho eso.
El demonio dio un pesado suspiro irritado.
—De acuerdo, pero no dejes derretirse mis frijoles —.
Ella hizo una pausa, luego agregó, —Akri dijo que te protegiera, Ryeowook, no
que me mandaras a hacer cosas. Yesung es un Cazador Oscuro grande y él puede
pasear por solo.
Ryeowook sintió al demonio desvanecerse.
Después de algunos minutos ella regresó.
—Nop, él no esta allí tampoco.
El corazón de Ryeowook martillaba.
Tal vez él sólo había ido por más comida.
—¿Dejó una nota, Simi?
—Nop.
Yesung abrió de una patada la puerta de la primera casa
Apolita que él alcanzó. La pequeña comunidad Apolita había estado aquí por
varias décadas en las afueras del pueblo, pero él la había dejado sola.
El código de los Dark Hunter prohibía a cualquier Hunter
dañar a un Apolita hasta que se convirtiera en Daimon y se alimentara de los
humanos. Siempre que se mantuvieran aparte, no dañaran a los humanos y vivieran
sus vidas hasta que murieran a los veintisiete, tenían la misma protección que
cualquier ser humano.
Era por lo que, al menos según Simi, Yesung había sido
desterrado. Para Artemisa y los dioses, matar a un Apolita era un delito tan
serio como matar a un humano.
Pero en este momento, Yesung gustosamente rompería esa
ley y cualquier otra para preservar la seguridad de Ryeowook.
Tan pronto como la puerta se estrelló, las ocupantes
femeninas de la casa gritaron y corrieron a esconderse mientras que los hombres
se le abalanzaron.
Yesung usó su telequinesia para sujetarlos contra las
paredes.
—Ni siquiera lo intenten —él les gruñó. —No estoy de
humor para tratar con ustedes. Estoy aquí por Thanatos.
—Él no esta aquí –dijo uno de los hombres.
—Me lo figuraba. Pero por otra parte, me imagino que le
puedes dirigir la palabra. ¿Puedes?
—No.
—Él va a matarnos —la voz de un niño gritó desde la parte
trasera de la casa. El miedo en el tono del niño lo calmó, pero sólo un poco.
Yesung soltó a los Apolitas que había inmovilizado.
—Dile a Thanatos que si él me quiere, lo estaré esperando
en las afueras del pueblo. Si él no está allí dentro de una hora, entonces
vuelvo aquí y terminaré con todos los Daimons que pueda sentir.
Él se volvió y salió por la puerta.
Yesung hizo una pausa a una corta distancia de ellos.
Echaron el cerrojo detrás de él y murmuraron entre ellos
hasta que decidieron quién debería ir a avisar a Thanatos.
Satisfecho por que darían su mensaje, Yesung sonrió
burlonamente y fue hacia su maquina de nieve.
Montándose, condujo hacia el lugar de reunión y se sentó
a esperar. Sacó el teléfono celular de Spawn y llamó a Jongjin.
El hombre contestó en el tercer llamado.
—¿Oye, esquimal, eres tu?
—Sí, soy yo. Oye, dejé a Ryeowook en mi cabaña.
—¿Hiciste qué? Estas...
—Sí, estoy loco, pero están seguros donde están. Quiero
que esperes aproximadamente tres horas y luego ve a buscarlo. Eso me debería
dar bastante tiempo.
—¿Bastante tiempo para qué?
—No te preocupes por eso. Entra en mi cabaña y dile a Ryeowook
quien eres. Él saldrá del escondite con una mujer. Sé amable con la pequeña,
ella pertenece a Shin.
—¿Qué pequeña?
—Ya verás.
—¿En tres horas? —repitió Jongjin.
—Sí.
Jongjin hizo una pausa por breves segundos.
—¿Qué hay de ti, Esquimal?
—¿Qué pasa conmigo?
—¿No estás haciendo algo estúpido, no?
—No. Estoy haciendo algo inteligente —. Yesung colgó el
teléfono.
Lanzó el teléfono en su mochila y sacó sus cigarrillos y
su encendedor. Encendió un cigarrillo mientras esperaba y se sentó en el
frígido frío, añorando su abrigo.
Pero al pensar en el abrigo, sus pensamientos se
dirigieron a Ryeowook y se calentó considerablemente.
Cómo deseaba haber podido hacerle el amor una vez más.
Sentir su piel en la de él. Su respiración en su cara.
Sus manos recorriendo su cuerpo.
Nunca había conocido algo o alguien como él, pero claro, él
era una ninfa después de todo. Totalmente diferente a cualquier otro en todo el
universo.
Todavía no podía creer en la forma que se sentía acerca
de él.
Cómo había sido capaz para serenar el dolor en él que
había creído que nunca cesaría.
Extraño era cómo alejó sus pensamientos del pasado. De
todo.
No era extraño que Kyuhyun hubiese estado dispuesto a
morir por Sungmin. Ahora eso tenía completo sentido para él.
Pero Yesung no quería morir por Ryeowook. Quería vivir
por él. Quería pasar el resto de su inmortalidad a su lado.
Él no podía.
Contemplando las montañas a su alrededor, pensó en el
Olimpo. El hogar de Ryeowook.
Los mortales no podían vivir allí y los dioses no vivían
en la tierra. No había esperanzas para ellos.
Y él era lo suficientemente pragmático para saberlo. No
tenía ningún lado soñador para creer por un minuto que algo pudiera unirlos.
Cualquier optimismo que alguna vez él hubiera sentido le había sido sacado a
patadas antes de que tuviera edad suficiente para afeitarse.
Aún así, no podía detener la parte de él que estaba
sufriendo por la pérdida. La parte de él que gritaba desde lo profundo de su
alma por que Ryeowook se quedara con él.
—Maldición, Destinos. Malditos todos ustedes.
Pero claro, ellos lo estaban. Desde hacía mucho, mucho
tiempo. Él oyó el motor de una maquina de nieve acercándose.
Yesung no se movió hasta que se acercó y se detuvo. Él
estaba lateralmente sentado sobre su asiento con sus piernas estiradas frente a
él, sus tobillos cruzados. Sus brazos cruzados sobre su pecho, esperó
pacientemente a que el conductor desmontase.
Thanatos se quitó el casco y lo miró como si no pudiera
creer en lo que veía.
— Realmente estás aquí.
Yesung inclinó su cabeza y le ofreció a la criatura una
sonrisa afectada, fría, siniestra.
— Tarde o temprano, todos bailamos con el diablo. Esta
noche, es tu turno.
Thanatos entrecerró sus ojos.
—Eres un bastardo arrogante.
Yesung dejó caer su cigarrillo al suelo y lo aplastó con
el talón de la bota. Se rió amargamente mientras se apartaba de su maquina de
nieve.
—No, no un bastardo arrogante. No soy nada más que un
pedazo de mierda que tocó una estrella —. Él jaló ambas Glocks fuera de las
pistoleras en sus hombros. — Ahora soy el hijo de puta que va a sacarte de tu
sufrimiento.
Yesung comenzó a disparar.
Él no esperaba que funcionara y estuvo en lo correcto.
Sirvió nada más para que Thanatos se moviera torpemente
hacia atrás. E hizo que Yesung se sintiera un poco mejor.
Él tiró los cargadores en la nieve, volvió a recargar y
disparó otra vez. Thanatos se rió.
—No me puedes matar con una pistola.
—Lo sé, pero es divertido como el infierno tan solo
dispararte —. Y con algo de suerte, podría debilitar lo suficientemente a
Thanatos hasta el punto donde Yesung pudiera tener alguna oportunidad de
matarlo.
Era todo lo que él tenía.
Cuando hubo gastado su última ronda, lanzó sus armas
contra Thanatos y seguidas por dos granadas.
Nada de eso funcionó.
Apenas hizo que Thanatos hiciera una pausa. Gruñendo, Yesung
se le abalanzó.
Se cayeron al suelo peleando. Yesung pateó y golpeó con
todo lo que tenía. Thanatos estaba sangrando mucho, pero también él.
—No me puedes matar, Dark Hunter.
—Si sangras, puedes morir.
Thanatos negó con la cabeza.
—Eso es sólo un mito que los humanos se dicen para
sentirse mejor.
Yesung lo pateó en respuesta y desenfundó su espada
retráctil. Presionó el botón en la empuñadura, extendiéndola a su largo total
de un metro y medio.
–Los Cazadores Oscuros son un mito también, pero si
cortas nuestras cabezas, morimos. ¿Qué hay acerca de ti? ¿Puedo cortar tu
cabeza?
Él vio el pánico oscilar en los ojos del Daimon.
—No creía que sí —Yesung arqueó el aspa hacia arriba.
Thanatos se agachó rápidamente y giró en espiral,
alejándose de él. Sacó una gran daga ornamental de su cinturón.
Las habilidades con la espada de Yesung estaban un poco
olvidadas, pero mientras pelearon, su memoria regresó a él.
Oh, bravo, él recordaba bien cómo ensartar cosas.
Él cortó a Thanatos en el pecho. El Daimon siseó y
trastabilló hacia atrás.
—Te ves asustado, Thanatos.
Él curvó sus labios.
—No temo a ninguna cosa, mucho menos a ti.
Thanatos lo atacó antes de que pudiera dar marcha atrás.
Atrapó el brazo de la espada de Yesung y lo retorció. Yesung siseó mientras el
dolor lo atravesaba.
Pero eso no fue nada comparado con la puñalada que
Thanatos le dio a su brazo izquierdo.
Él maldijo.
Con su brazo entumecido, Yesung no podía agarrar la
espada. Thanatos lo tiró al piso.
Él puso su rodilla en la columna vertebral de Yesung y
jaló de su pelo hasta que su cuello estuvo al descubierto.
Yesung trató de derribarlo, pero no hubo ninguna cosa que
él pudiera hacer excepto esperar que Thanatos cortara su cabeza completamente.
La hoja de la daga cortó su cuello.
Yesung aguantó la respiración, asustado de moverse por
miedo a ayudar a la hoja a cortar su garganta.
En el momento que la hoja hacía un corte en su cuello,
una carga explosiva de luz llameó a través de la nieve, golpeando a Thanatos y
tirándolo de espalda.
Yesung cayó boca abajo en la nieve.
—No, no, no –dijo Simi mientras aparecía en forma humana
al lado de Yesung. — Akri dijo que no puedes matar a Yesung. Thanatos malo.
Con su cuerpo doliendo más allá de lo posible, Yesung
rodó sobre su espalda mientras Thanatos se ponía de pie.
—¿Que diablos eres tú? —preguntó Thanatos.
—Nunca lo imaginarías –dijo ella, arrodillándose al lado
de Yesung. Tocó el corte en su frente y miró su cuello y brazo sangrante. —Oh,
no, estas mal herido, Dark Hunter. Simi esta muy apenada. Pensamos que
regresarías pero entonces Ryeowook se preocupó y me hizo venir a buscarte. No
luces muy bien, sin embargo. Eras mucho más atractivo más temprano.
Thanatos se precipitó hacia ellos.
Yesung se forzó a levantarse y la ayudó a ella a parase.
—Simi, vete antes de que te lastime.
Ella bufó como un caballo.
—Él no me puede lastimar. Nadie puede.
Thanatos atacó con la daga.
—Ves, mira —. Simi dio la vuelta y dejó a Thanatos
apuñalarla en el pecho. Él hundió la daga hasta el cuello, luego la sacudió con
fuerza para liberarla. Los ojos del demonio se abrieron mientras se quedaba sin
aliento por el dolor.
Al principio Yesung pensó que ella estaba jugando hasta
que se tambaleó hacia atrás. Las lágrimas estaban en sus ojos mientras ella
miraba a Yesung angustiada, con incredulidad.
—No se supone que duela —ella lloró como una niña
pequeña. —Soy invencible. Akri lo dijo.
Su corazón golpeaba.
La sangre goteaba de sus labios.
Yesung pateó a Thanatos hacia atrás y recogió a Simi en
sus brazos. Si bien su brazo herido tembló por la agonía de eso, él corrió con
Simi hacia su maquina de nieve.
Thanatos dio un paso hacia atrás, esperando.
Él los miró partir y sonrió.
—Eso es, Yesung. Corre hacia tu pareja. Muéstrame donde
lo tienes escondido.
Artemisa sintió la onda de choque pasar a través de su
templo como un terremoto. Algo dejó escapar un rugido enojado, funesto.
Sus asistentes miraron hacia arriba, sus caras estaban
blancas.
Artemisa se sentó en su trono. Si ella no lo supiese
mejor, entonces pensaría...
La puerta de su cámara privada se desintegró. Los pedazos
de ésta volaron por el cuarto como si fueran propulsados por un violento
tornado.
Sus mujeres gritaron y corrieron en busca de la puerta
que las llevaría afuera, buscando resguardarse de la inesperada vorágine.
Artemisa quiso correr, también, pero su miedo la mantuvo inmóvil.
Era extremadamente raro que ella viese este lado de Shindong.
Ella estaba demasiada aterrorizada de él para alguna vez
empujarlo hasta este punto.
Él flotó por su dormitorio con su pelo negro batiéndose
alrededor de él. Sus ojos eran rojos como la sangre, formaban remolinos como
fuego mientras sus poderes antinaturales surgían. Sus colmillos estaban
demasiados crecidos y grandes.
Él era la cosa que ella más temía en el universo. En esta
condición, él la podía matar con nada más que su pensamiento.
Ella se aterrorizó. Si no lo calmaba, entonces los otros
dioses sentirían su presencia y sería un infierno a pagar por todos.
Sobre todo ella.
Ella usó sus poderes para disimularlo, esperando
disfrazar sus habilidades como si fueran suyas. Con algo de suerte, los otros
dioses asumirían que ella estaba teniendo una rabieta.
—¿Shindong?
Él la maldijo en Atlante y la mantuvo apartada con una
pared invisible. Ella sintió su agonía. Él estaba atormentando de dolor, pero
ella no sabía por qué.
Todo en su templo giraba en el torbellino de sus poderes
y su furia. Lo único todavía en el piso eran ellos dos.
—¿Artemisa? Tengo un problema.
Ella se sobresaltó al oír la voz de Ryeowook en su
cabeza.
—No Ahora, Ryeowook. Tengo una situación aquí.
—¿Déjame adivinar, Shindong está enojado?
—Estoy más allá de la cólera, Ryeowook —. Su voz era
baja, profunda, y sonaba malvada. La mirada fija, sangrienta de Shindong estacó
a Artemisa. —¿Cómo es que Simi está herida?
El miedo de Artemisa se triplico.
—¿El demonio esta herido?
—Simi se está muriendo –dijeron Ryeowook y Shindong
simultáneamente.
Artemisa se cubrió la boca. Ella se sintió repentinamente
enferma. Descompuesta. Horrorizada y asustada más allá de lo creíble.
Si cualquier cosa le ocurría a su demonio...
Él la mataría.
Shindong usó sus poderes para jalarle hacia él.
—¿De dónde obtuvo Thanatos una de mis dagas, Artemisa?
Un pequeño temblor de culpabilidad la traspasó con esa
pregunta. Cuando ella había creado al primer Thanatos siete mil años atrás, le
había concedido armas para matar violentamente a los Cazadores Oscuros. En ese
momento ella había pensado que era justicia divina que él usara una de las
dagas Atlantes de Shindong para matarlos.
Tan pronto como Shindong se había percatado que una daga
faltaba, él había juntado todas sus armas y las había destruido.
Ahora ella entendía por qué.
Él lo había hecho para proteger a su demonio.
—No sabía que tu daga la lastimaría.
—Demonios, Artemisa. Has tomado todo de mí. ¡Todo!
Ella sintió su dolor, su pesar. Ella lo odió por eso. Si
ella se muriese mañana, a él no le importaría en absoluto.
Pero por el demonio, él lloraba.
¿Por qué no la amaría y la protegería así?
—Iré a buscarla por ti, Shindong.
Shindong la detuvo antes que se alejara de su lado.
—No hagas nada, Artemisa. Te conozco. No debes ayudar o
tratar de aliviarla de ninguna forma. Solo la recoges y la traes de vuelta
directamente aquí, a mí. Júralo.
—Lo juro.
Él la soltó.
Artemisa brilló tenuemente y apareció donde Ryeowook,
Simi, y Yesung se escondían bajo tierra. El demonio yacía en el piso con Yesung
y Ryeowook arrodillados al lado de ella.
—¡Quiero a akri! –sollozó Simi. Ella estaba gritando y
llorando histéricamente.
—Shh –dijo Yesung, apaciguándola. Él sostenía un
torniquete sobre la herida.
Ambos, el torniquete y su mano estaban cubiertos en
sangre.
—Tienes que calmarte, Simi. Lo estas empeorando.
—¡Quiero a mi papá! Llévame a casa, Ryeowook. Necesito ir
a casa ahora.
—No puedo, Simi. Ese poder me es quitado hasta que le doy
un veredicto a mi madre.
—Quiero a akri —gimió ella otra vez. —No quiero morir sin
él. Estoy asustada. Por favor, por favor llévame a casa. Solo quiero a mi papá.
Yesung miró hacia arriba mientras una sombra caía sobre
ellos.
Era una cara que él no había visto desde el día en que se
había convertido en un Dark Hunter.
Artemisa.
Su pelo castaño rojizo, rizado alrededor de su delgado,
bello cuerpo. Ella vestía un largo vestido blanco y sus ojos verdes brillaron
ominosamente en la escasa luz del túnel.
Él contuvo la respiración, medio esperando que ella los
matase. Ningún Cazador Oscuro tenía permitido estar en presencia de un dios.
Simi la vio a ella y dejó escapar un chillido terrible.
—¡Ella no! ¡La diosa vaca va a matarme!
—Cállate –gruñó Artemisa enojada. —Créeme, me gustaría
verte muerta pero si tú mueres, nunca oiría el final de la historia.
Artemisa la recogió a pesar de su forcejeo.
Ella miró a Ryeowook y a Yesung.
—¿Ya lo has juzgado?
Antes de que Ryeowook pudiera contestar, la puerta detrás
de ellos se abrió de golpe.
Yesung maldijo al ver a Thanatos acercándose a través de
ésta.
Él giró para pedirle a Artemisa que se llevara a Ryeowook
con Simi, pero ella ya se había desvanecido.
Él, sólo, tendría que protegerlo. ¡Maldita Artemisa por
esto!
—¡Corre! —le gritó a Ryeowook. Él la impulsó hacia la
puerta que daba a su cabaña.
—¿Qué está ocurriendo?
—¡Thanatos está aquí así es que a menos que tengas algún
poder de dios que lo pueda matar, debes correr!
—¿Dónde esta Artemisa?
—Ella se evaporó.
Ryeowook le lanzó una mirada muy indignada, luego hizo lo
que él dijo. Mientras Yesung lo ayudaba a subir, Thanatos los alcanzó.
Yesung lo pateó.
—No vas a escapar de mí, Dark Hunter. Pero por otro lado,
no es realmente a ti a quien persigo.
Su sangre se congeló ante esas palabras, Yesung miró
hacia abajo para ver que la mirada de Thanatos estaba fija en Ryeowook.
Thanatos se relamió los labios.
—La venganza es un plato que es mejor servirlo frío.
Una vez que Ryeowook estuvo fuera del sótano, Yesung se
dejó caer por la escalera y comenzó a golpear con los puños a Thanatos.
—Estamos en Alaska, imbécil. Aquí todo es frío.
Oh ya empezó lo mejor simi no te mueras
ResponderEliminarDiablos noooo pobre simi y todos estan en peligro maldicion que esta buena este capitulo ahhh no puedo esperar para leer el proximo Yota subelo pronto por fisssss
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