Pasión de Luna (DH6)- 4




El teléfono sonó fuera del probador. Kwanghee saltó en sus brazos, luego comprobó su reloj de pulsera.

—Oh no —suspiró—. Ese es probablemente Heechul. Se supone que me encuentro con él y su hermana para cenar esta noche.

Kevin suspiró. Por alguna razón que no podía nombrar, no quería dejarlo ir. No quería que se apartase de su lado.

Si él fuera de su gente, no pensaría en dejarlo hasta el amanecer. Pero Kwanghee no lo era.
Y el deseo de quedarse ahí era loco. Él era un lobo bajo sentencia de muerte y Kwanghee era un humano.

Lo que ellos habían compartido había sido excepcional, pero este era el momento de quitarlo de sus pensamientos.

Para siempre.

Besando su mejilla, él se retiró y empezó a vestirse.


Kwanghee se sintió un poco incómodo mientras Kevin le daba su ropa. Él no le pidió su número de teléfono o algo más mientras se ponía sus pantalones y botas.

¿Lamentaba él lo que habían hecho?


Quería pedirle su número, pero su orgullo no lo dejaría. Tal vez estuviera siendo estúpido pero dadas las acciones de Jongmin, no quería arriesgarse a sufrir otra magulladura en su ego esta noche.

Kevin le ayudó a vestirse, luego se puso su camiseta sobre su cabeza.

—¿Está tu coche cerca? —preguntó él.

—Está aparcado atrás, pero voy a caminar hasta el restaurante. Está a sólo unas pocas calles de distancia.

Él le peinó el cabello con sus dedos. Tenía un aire de repentina tristeza en él.

—¿Te gustaría que caminara contigo?

El asintió.

Kevin sostuvo la cortina abierta para él. La esquivó y se dio vuelta para mirar como metía su camiseta en sus vaqueros. Él se pasó la mano por su cabello para colocarlo de nuevo en su lugar.

Toda la alegría se había ido de él ahora. Había algo casi predatorio en él. Él fue a esperar afuera mientras ponía la alarma y cerraba la puerta.

Kwanghee se sintió aún más torpe mientras trataba de sonreírle al salir de la tienda. El aire estaba un poco fresco, pero él no parecía notarlo. Le pasó un brazo alrededor de sus hombros mientras se dirigían hacia el restaurante favorito de Heechul.

No hablaron mientras caminaron. ¿Kwanghee quería, pero qué se le decía a un tipo que acababa de darle el mejor sexo de su vida?

Un tipo que no conocía. Un tipo al que muy probablemente nunca vería otra vez.

Ah, como odió eso. Esta era la primera vez en su vida que había tenido una relación de una sola noche. Pero era desconcertante haber estado tan íntimamente con un completo desconocido.

Él fue recudiendo la velocidad a medida que se acercaban al restaurante.

Kwanghee echó una ojeada en la gran ventana pintada. Había tenido razón, sus amigos estaban ya allí y vio que Heechul marcaba un teléfono celular. Sin duda Heechul había sido quien había llamado, y si Kwanghee no entraba pronto, él comenzaría a preocuparse.

—Bien —dijo, separándose de Kevin—. Supongo que es aquí donde nos decimos adiós.

Él asintió y le ofreció una amable sonrisa.

—Gracias, Kwanghee.

—No —dijo, tocando la cadena que él le había dado—. Gracias a ti.

Él besó su mano, se volvió, metió sus manos dentro de sus bolsillos, y anduvo despacio calle abajo.

—¿ Kwanghee?

Se dio vuelta para ver que Park Miinah estaba de pie en la entrada abierta.

—¿Estás bien? —preguntó.

Asintiendo, Kwanghee se obligó a entrar. Miinah lo condujo a una mesa cerca de la ventana donde su hermano, Heechul, estaba sentado.

—¡Eh!, Kwanghee —dijo Heechul a modo de saludo mientras desempaquetaba una galleta—. ¿Estás bien? Pareces un poco distraído.

—No sé —dijo Kwanghee dijo mientras tomaba asiento frente a Heechul—. He tenido el día más extraño de mi vida y pienso que he podido acabar de cometer el error más grande de todo todos los tiempos.

Sólo que no estaba seguro si el error había sido acostarse con alguien a quien no conocía o haberlo dejado ir.



Con el corazón pesado por el remordimiento, Kevin caminó hacia la avenida donde el bar El Empire se erguía en la esquina. El edificio de ladrillos rojos tenía las típicas puertas de un salón del oeste con un cartel afuera que tenía la silueta de una motocicleta recortada contra una luna llena sobre una colina.

Una atracción turística, el bar de motociclistas estaba atestado como siempre por lugareños y turistas. Había ya varias motocicletas alineadas sobre la acera que pertenecían a una banda de motociclistas locales. La primera vez que había visto a los rudos motociclistas entrar en el edificio, Kevin se había reído. Los motociclistas humanos no tenían ni idea que El Empire no era un lugar para ellos. Este era uno de los raros refugios para los de su tipo.

En todo el mundo y en varios períodos de tiempo, ciertas familias de Were-Hunters habían establecido sitios como éste donde los miembros Katagaria podían ocultarse mientras escapaban de sus enemigos. Pero de todos los refugios para animales conocidos, El Empire de Mamá Osa Ha era el más respetado y renombrado. Sobre todo porque el suyo era uno de los pocos establecimientos que daban la bienvenida a Dark Hunters, Apolitas, Daimons, y dioses por igual. Mientras vinieras en paz, te permitirían marcharte con todas las partes de tu cuerpo intactas.

Así el lema de El Empire era: No me muerdas y no te morderé.

Cualquiera que violara esa regla rápidamente era sacrificado por uno de los once hijos de Mamá Ha o su excepcionalmente grande compañero. Era un hecho conocido que Papá Oso Ha no jugaba con nadie salvo Mamá Osa.

Aunque Mamá y sus muchachos eran osos en su forma natural, ellos daban la bienvenida a todas las ramas de Katagaria: leones y tigres y halcones y lobos. No había un solo grupo conocido que al menos no tuviera un miembro que se ocultara ahí.

Demonios, había hasta un drakos, y por lo general los dragones raras veces hacían del siglo veintiuno su hogar. Debido a su tamaño, los dragones tenían una tendencia a vivir en sus vidas pasadas donde una más pequeña población humana y campos abiertos hacían más sencillo para ellos ocultarse.

Los Ha hasta tenían un Centinela Arcadiano quien cuidaba del lugar y esta era la mayor hazaña de todas. Los Arcadianos eran Were-Hunters que tenían corazones humanos y ellos eran enemigos mortales de los Katagaria, quienes tenían corazones de animal. De hecho, las dos especies habían estado en guerra la una con la otra durante miles de años.

Los Arcadianos eran supuestamente la rama más amable de la gente de Kevin, pero su experiencia le decía que esto era hacerse ilusiones de su parte. Él más confiaría fácilmente en un Katagaria con un corazón de animal que en un Arcadiano con un corazón humano cualquier día.

Al menos los animales te atacaban abiertamente. Ellos no eran ni de cerca, tan traidores como un humano.

Pero al fin y al cabo, ninguna pareja Katagaria tampoco lo había abrazado del modo en que lo había hecho Kwanghee. Ninguna, jamás, lo había hecho sentir tan extrañamente protector que lo único que quería era volver al restaurante donde lo había dejado, tomarlo en sus brazos y llevarlo a casa con él.

Esto no tenía ningún sentido.

Cruzó de un tranco por las puertas del bar para encontrar a Ha Taeyang sentando sobre un alto taburete en la entrada. Taeyang era uno de los cuatrillizos de Mamá Osa. Aunque ellos parecieran idénticos, cada uno de los cuatrillizos tenía una personalidad y porte muy distinto.

Esta noche, Taeyang llevaba una camiseta negra que apenas cubría la marca del arco de Artemisa sobre su bíceps que tenía como advertencia a los Daimons y los Apolitas que ocasionalmente se aventuraban dentro del bar. Él jugaba a bajar cinco cartas con Rudy, uno de los empleados humanos que no tenía ninguna idea que la mitad de la “gente” en el bar era realmente animales que andaban en dos piernas.

Taeyang lo saludó con una inclinación de cabeza.

—¡Hey!, lobo, estás bien?

Kevin se encogió de hombros mientras se acercaba a ellos.

—Sólo cansado.

—Tal vez deberías tomar una siesta en la casa —dijo Taeyang mientras tomaba dos cartas más.

La Casa Ha estaba junto al bar. Era allí donde ellos podían asumir sus formas de animal sin miedo a ser descubiertos. Los Ha tenían más sistemas de alarmas que Fort Knox y al menos dos miembros de la familia estaban de guardia en todo momento contra cualquier intruso, humano o de otra clase.

—Está bien —dijo Kevin

Él ganaba su sustento y el de Hyunsik. La última cosa que quería es que alguien pudiera acusarlo de recibir caridad del clan Oso, entonces él trabajaba un promedio de diez horas por día, cada día, para los Ha.

—Le dije a Mew que reemplazaría a Jaehee en la barra esta noche.

—Sí —dijo Rudy mientras daba una pitada a su cigarrillo, luego acomodó sus cartas—. Jaehee muere por irse a casa temprano. Minho va a llevarla a cenar por su cumpleaños.

Kevin había olvidado eso de los cumpleaños humanos. Por alguna razón, eran especiales para la gente. Probablemente porque tenían tan pocos de ellos.

Kevin se excusó y se dirigió hacia la barra. Él pasó por las mesas donde Taeheon, un raro leopardo blanco Katagaria, estaba limpiando. Como él  y Hyunsik, Taeheon había venido a Ha como un exiliado. Él se mantenía reservado y raras veces hablaba. Aún así, había algo mortal en los ojos del leopardo que le decía a todo el mundo que lo dejaran solo si valoraban sus vidas.

Taeheon miró mientras Kevin pasaba por las mesas que estaba limpiando, pero no dijo nada.

—¡Hey!, Kevin! —dijo Choi Jaehee, su cara se iluminó cuando lo vio. Ella era una hermosa mujer en los comienzos de los cuarenta años. Su sonrisa siempre lista y un buen corazón podrían persuadir a casi todo el mundo—. ¿Estás bien, cariño? Pareces cansado.

Todavía lo asombraba cuan intuitiva era Jaehee para ser una humana. Kevin levantó la sección trasera de la encimera de la barra y entró en el área de servir.

—Estoy bien —dijo él, aun cuando no sintiera así.

Se sentía como si algo le faltara. Como si debiera volver a Kwanghee. ¿Cuan estúpido era eso?

—¿Estás seguro? —preguntó ella.

Él podía sentir su preocupación. Y esto lo hizo sentir sumamente incómodo. Nadie que no fuera su hermano y o su hermana jamás habían dado nada por él.

Jaehee era una humana extraña.

Ella tiró la toalla blanca con la que había estado limpiando la barra sobre su hombro.

— Sabes, mi hijo es de tu edad.

Kevin luchó contra el impulso de reírse de esto. Choi Minho tenía veintiséis años, en años humanos, mientras que Kevin tenía cuatrocientos sesenta años. Pero desde luego, Jaehee no tenía ni idea de la verdadera edad de Kevin.

—Y sé como ustedes, muchachos, se descuidan. Tienes que cuidarte más, cariñito. Juro que no has tenido un día libre desde que Mamá te contrató. ¿Por qué no te tomas la noche por una vez y vas obtienes algo de diversión?

—Está bien —dijo él tranquilamente mientras tomaba la toalla del hombro de ella—. Lo tengo. Además, Rudy dijo que era tu cumpleaños.

Ella le lanzó una frambuesa.

—Soy demasiado vieja para cumpleaños. Yo preferiría verte disfrutar de tu juventud mientras todavía la tienes.

—Sí —dijo Ha Jeup, el más joven de los osos, mientras se les unía desde el cuarto trasero con una gran bandeja de vasos limpios. De la edad de Minho, Jeup estaba apenas fuera de la pubertad ya que los Were-Hunters no maduraban hasta sus veinte años—. ¿Por qué no disfrutas de los seis segundos que te quedan de tu juventud, Kevin?

Kevin le dio la espalda, luego empujó a Jaehee hacia su cartera

— Vete a casa, Jaehee.

—Pero...

—Ve —gruñó Kevin—, y ten un buen cumpleaños.

Ella suspiró, luego le palmeó el brazo

— Bien —ella agarró su suéter y la cartera de la barra.

—Te lanzaré de aquí —dijo Jeup, levantando la encimera de la barra para que ella pudiera salir.

—Gracias.

Kevin comenzó a sacar los vasos de la bandeja y a guardarlos en su sitio mientras Jeup fue a ayudar a Taeheon con las mesas.

Colt deambuló hasta la barra. El Ursulan Arcadiano se detuvo a la altura de Kevin, quien sintió una inmediata aversión por el Were-Oso. Aunque, para ser sinceros, Colt parecía bastante decente. El compañero de su madre había sido asesinado mientras su madre estaba embarazada de él. Al saber que ella moriría en cuanto su cachorro naciera, ella había venido a El Empire y había pedido que los Has criaran a su hijo por ella.

Por lo que sabía Kevin, Colt nunca se había encontrado otro miembro de los Osos Arcadianos. Como Centinela, Colt debería tener un lado de su cara cubierta por las extrañas marcas geométricas que aparecían como marcas de nacimiento de los centinelas cuando alcanzaban la madurez. Pero Colt, como muchos Centinelas que vivían fuera de sus clanes o en aislamiento, decidió ocultarlas, como sus poderes.

Nadie sabía cuan poderoso era Colt hasta que se cruzaban con él. Entonces era demasiado tarde.

Un Centinela que se oculta era la cosa más peligrosa.

—Dame un whisky —dijo Colt a Kevin—. Y mantén el pelo humano.

Kevin asintió ante la frase que significaba que Colt quería el licor que embriagaba completamente a un humano con un solo trago. Ya que su especie tenía un metabolismo más alto, ellos podían manejar mucho mejor el alcohol.

Él le sirvió una medida grande en el vaso, luego lo colocó sobre la barra delante de Colt. En el instante que retiraba su mano, sintió una extraña sensación de quemadura.

Siseando, Kevin sopló sobre su palma. Él se movió hacia una de las lámparas de la barra para ver que se había hecho.

Mientras miraba, un intrincado y extraño diseño se grababa en su piel.

— Oh mierda —suspiró mientras veía como tomaba forma.

Colt se agachó bajo la barra y pasó detrás de él. Su mandíbula se aflojó.

—¿Estás emparejado? —le preguntó él incrédulo—. ¿Quién es la afortunada pareja lobo?

Kevin no podía respirar mientras veía la marca. ¿Cómo podía ser esto?

—Esto es imposible.

Colt se rió.

—Sí, claro. Confía en mí, esto le pasa al mejor de nosotros.

—No —dijo Kevin, encontrando la mirada del oso—. Él es humano. Soy un lobo. No puedo ser emparejado a un humano. Eso no es posible.

El color desapareció de la cara de Colt mientras el completo impacto de la situación de Kevin lo golpeaba.

—Tu, bastardo desafortunado. No es usual que los Arcadianos se emparejen con un humano, pero pasa.

—No soy Arcadiano —gruñó Kevin. No había nada humano en él. Nada. Colt tomó su mano y la sostuvo hasta ver la línea en la mano de Kevin.

—Argumenta con esto todo lo que quieras. Pero enfréntalo, Kevin. Tus tres semanas están corriendo. O reclamas al humano o vivirás del resto de tu vida sin volver a sentir jamás el contacto de otra pareja.



—¡Ow! —gritó Kwanghee gritó mientras su mano comenzaba a quemarse. El la presionó contra su vaso con agua.

—¿Qué te pasa? —preguntó Miinah, mientras elegía otra ostra para comer.

—No sé —dijo Kwanghee—. Mi mano, sólo comenzó a doler.

Heechul tocó el plato de Kwanghee.

—No está caliente. ¿Te cortaste la mano con una concha de ostra?

—No —dijo Kwanghee, extendiendo su mano de vuelta mirarla. Había un hermoso dibujo sobre su palma. Este le recordaba a un antiguo dibujo griego. —¿Qué diablos?

Miinah frunció el ceño mientras lo miraba.

—¿Te hiciste un tatuaje con henna?

—No. No hice nada. Lo juro. Esto no estaba allí hace cinco segundos.

Heechul se inclinó para mirarlo.

—Que extraño —dijo—. Y viniendo de mí, significa algo. Eso era verdaderamente cierto. Park Heechul era el epítome de lo extraño.

—¿Tu nunca has visto nada como esto? —preguntó Kwanghee a Heechul.

—Nop. Tal vez todos estemos alucinando. Tal vez esto se parece a la teoría de Platón y no hay nada allí, salvo la piel. Tal vez solo vemos lo que queremos ver.

Miinah resopló mientras vertía la salsa de aderezo picante sobre su ostra.

— Sólo porque vives en un estado de locura constante, Hee, no significa que el resto de nosotros lo haga.

Kwanghee se rió de ellos. Siguió el trazó del diseño sobre su palma y se preguntó que cómo había llegado ahí.



Colt le dirigió a Kevin una mirada dura.

—Mira, sé que no puedes soportarme. Pero te reemplazo. Ve a ver a tu pareja y te cubriré aquí en la barra.

—No necesito que...

—Deja de ser entonces tan condenadamente obstinado —dijo Colt con los dientes apretados—. Tienes un compañero ahí, Kevin, y ya seas Arcadiano o Katagaria, conoces la única ley que nos gobierna a todos. La seguridad de tu compañero está por encima de todo lo demás.

Colt tenía razón y Kevin lo sabía. El animal dentro de él ya tironeaba de la mitad humana. Esta quería a su compañero. Esa lo exigía.

Normalmente su parte humana y animal coexistían en un delicado equilibro. Las hormonas y la tensión fácilmente podrían perturbar ese equilibrio, y entonces él se volvería realmente peligroso. Si el animal tomaba el mando.

Muchos de los su clase se perdían en aquella mitad animal. Incapaces de manejarlo, se volvían locos por ella y se hacían despiadados asesinos que mataban a lo que se les cruzara. Esta era similar a una infección de rabia y no había ninguna cura para ello.

Era por eso que los Arcadianos tenían Centinelas. Su trabajo era rastrear y matar a los que no podían controlar su alma animal. Asesinos. Desde luego, los Arcadianos por lo general eran más bien liberales aplicando el término “Asesinos” a uno de los suyos. Era suficiente que cualquier Katagaria se cruzara por su camino para ser clasificado como un asesino con o sin evidencia.

—Vamos, Kevin —dijo Colt, impulsándolo hacia la puerta.

El oso tenía razón. Era inútil luchar contra su naturaleza. Esta era una batalla que él nunca podría ganar. Le dio a Colt la toalla y rápidamente abandonó la barra.



2 comentarios:

  1. O.o
    Son compañeros!???
    Ahhhh que genial!
    No me lo esperaba, pense que se enamoraban y bla bla...
    Pero no que fueran compañeros!!!
    Genial~

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  2. Como lo marco?, se enlazaron pero cuando como sucedio?, ahora mas que nunca deberan separarse, y tienen que protegerlo.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...