Shin se apartó de Yesung, dándole privacidad en su
desconsuelo.
Artemisa estaba afuera en el patio del templo, teniendo
una de sus rabietas de griterío sobre el veredicto mientras él estaba solo en
su sala del trono con Simi segura en su pecho.
—Que tontos son estos mortales –suspiró él.
Por otro lado, él también había sido un tonto por amor.
El amor hace tonto a todo el mundo. Dioses y hombres del mismo modo.
Es más, él no podía creer que Yesung hubiera dejado ir a Ryeowook
más de lo que podía creer que Ryeowook se hubiera ido.
Artemisa se materializó ante él.
—¿Cómo es esto posible? –denostó ella. — ¡Nunca en toda
la historia de su vida él juzgó a un hombre inocente!
Él la miró serenamente.
—Sólo porque él nunca antes había juzgado a un “hombre
inocente".
—¡Te odio!
Él se rió amargamente de eso.
—Oh, no me hagas ilusionar. Casi me provocas una erección
con ese pensamiento. Al menos dime que esta vez tu odio durará más de cinco
minutos.
Ella trató de abofetearlo, pero él atrapó su mano. En
lugar de eso ella lo besó, luego se apartó de sus labios gritando.
Shin negó con la cabeza mientras ella se desvanecía otra
vez. Ella se calmaría con el tiempo. Ella siempre lo hacía.
Pero él tenía otras cosas por las que preocuparse por el
momento. Cerrando los ojos, traspaso la distancia entre el Olimpo y el mundo
humano. Allí él encontró lo que buscaba.
Yesung levantó su cabeza para encontrarse en el centro de
un cuarto blanco y dorado. Era enorme, con un cielo raso en forma de cúpula grabado
en oro en relieve con escenas de la fauna silvestre. El cuarto estaba rodeado
con columnas blancas de mármol y en el centro un sofá grande de marfil.
Lo que lo asombró más fue ver a Shindong parado delante
del sofá, clavando los ojos en él con esos cambiantes ojos de plata tan
extraños.
El Atlante tenía el pelo rubio, dorado y se veía
extrañamente vulnerable, lo que para Shindong era imposible.
—Gracias por Simi –dijo Shindong, inclinando su cabeza
hacia él. —Aprecio lo que hiciste por ella cuando estaba herida.
Yesung aclaró su garganta, se paró sobre sus pies, y
dirigió una mirada enojada a Shindong.
—¿Por qué jodiste con mi cabeza?
—Tuve que hacerlo. Hay algunas cosas que es mejor que las
personas no las conozcan.
—Me dejaste pensar que había matado a mi propia gente.
—¿La verdad habría sido más fácil para ti? En lugar de la
cara de la vieja arpía, habrías estado obsesionado por la cara de una joven y
de su esposo. Sin mencionar que habrías tenido el conocimiento para matar
cualquier Cazador Oscuro que se cruzara en tu camino, incluyendo a Siwon, y
haciendo eso, yo no hubiera podido salvarte. Nunca.
Yesung se sobresaltó ante la mención de su hermano. Tanto
como él odiaba admitirlo, Shin tenía razón. Él muy bien habría usado su
conocimiento para matar a Siwon.
—No tienes derecho de jugar con las mentes de las
personas.
El acuerdo de Shindong lo dejó estupefacto.
—No, no lo tengo. Y aunque parezca mentira, rara vez lo
hago. Pero no es por eso que estás realmente disgustado en este momento, ¿no es
así?
Yesung se tensó.
—No sé que quieres decir.
—Sí lo sabes, Y —cerró los ojos y levantó la cabeza como
si escuchara algo. — Conozco cada pensamiento dentro de ti. Tal como hice esa
noche que mataste a los Apolitas y Daimons después de Cheonan. Traté de darte
tranquilidad de espíritu eliminando tus recuerdos, pero no lo aceptaste. No
pude detener tus sueños y M'Adoc no pudo hacer nada. Por eso me disculpo. Pero
ahora mismo tienes un problema mucho mayor que el que te hice cuando traté de
ayudarte.
—¿Sí? ¿Cuál es?
Shindong levantó una mano y proyectó una imagen en su
palma.
Yesung contuvo la respiración al ver a Ryeowook llorando.
Estaba sentado en un atrio pequeño con otros tres jóvenes que lo sostenían
mientras lloraba.
Él caminó hacia la imagen, sólo para recordar que realmente no podía tocarlo.
—Duele demasiado —él sollozaba.
—Jungwook, ¡haz algo! –dijo un joven rubio, mirando al
joven pelirrojo que parecía ser la mayor. —Ve a matarlo por herirlo así.
—No –sollozó Ryeowook. —No te atrevas. Nunca te perdonaré
si lo lastimas.
—¿Quiénes son esos jóvenes que están con él? —preguntó Yesung.
—Los Tres Destinos.
Yesung los miró, su corazón quebrándose ante el dolor que
él le había causado a Ryeowook. Lo último que alguna vez querría, sería
lastimarlo.
—¿Por qué estás mostrándome esto?
Shindong contestó a su pregunta con una suya.
—¿Recuerdas lo que te dije en Nueva Orleáns?
Yesung lo miró sardónicamente.
—Me dijiste un montón de mierda allí.
Entonces Shindong lo repitió.
—El pasado está muerto, Y. Mañana se convertirá en
cualquier decisión que hagas.
La mirada de Shindong ardió en él.
—Con ayuda de Dionisio lo arruinaste en la noche de Nueva
Orleáns cuando atacaste a los policías, pero te compraste otra oportunidad cuando
salvaste a Sungmin —. Shin señaló a Ryeowook. —Tienes otra elección crucial
aquí, Y. ¿Qué decidirás?
Shindong cerró su mano y la imagen de Ryeowook y sus
hermanos desapareció.
—Todo el mundo merece ser amado, Yesung. Incluso tú.
—¡Cállate! —gruñó él. —No sabes lo que estas diciendo, Su
Alteza —. Yesung escupió el título. Él estaba tan harto de personas
sermoneándole cuando desconocían por lo que él había pasado.
Era fácil para alguien como Shindong hablarle a él sobre
amor. ¿Qué sabía un príncipe sobre personas odiándole? ¿Despreciándole?
¿Cuándo alguien alguna vez había escupido al Atlante?
Pero Shindong no habló.
Al menos no con palabras.
En lugar de eso, una imagen entró en la mente de Yesung.
Una de un adolescente rubio atado con cadenas en la mitad de una antigua casa
griega. El niño estaba sangrando mientras era golpeado.
Él rogaba a los que estaban a su alrededor por
misericordia. La respiración de Yesung quedó atrapada al reconocer al joven...
—Te entiendo en un modo que nadie más puede —dijo Shindong
quedamente. —Tienes una rara oportunidad, Y. No la jodas.
Por primera vez en toda la vida, él escuchó a Shindong. Y
lo miró con un respeto recién adquirido.
Eran mucho más parecidos de lo que él podría haber
imaginado y se preguntó cómo había encontrado Shindong la humanidad que había
abandonado Yesung tanto tiempo atrás.
—¿Qué ocurre si lo lastimo? —preguntó Yesung.
—¿Planeas lastimarlo?
—No, pero no puedo vivir aquí y él...
—¿Por qué no le preguntas a él, Y?
—¿Qué hay acerca de su madre?
—¿Qué hay acerca de ella? Estabas dispuesto a enfrentarte
a Artemisa por Thanatos. ¿Es que Ryeowook no vale tanto así?
—Más —. Él encontró la mirada fija de Shin con
determinación. —¿Dónde esta ella?
Antes de que Yesung pudiera pestañar, se encontró en el
atrio que Shindong le había mostrado.
Jungwook miró hacia arriba con un siseo.
—¡Ningún hombre tiene permitido estar aquí!
Uno de los hermanos comenzó a atacarlo. Pero se paró
abruptamente al aparecer Shindong al lado de él.
Yesung los ignoró mientras se concentraba en Ryeowook que
estaba sentado allí con lágrimas en sus ojos, mirándolo como si él fuese una
aparición.
Su corazón golpeaba, caminó hacia él y se arrodilló
delante de su silla.
—Se supone que las estrellas no lloran —murmuró a fin de
que sólo él lo pudiera oír. —Se supone que ríen.
—¿Cómo puedo reírme cuando no tengo corazón?
Él tomó su mano entre las de él y besó la punta de cada
dedo.
—Tienes un corazón —colocó su mano sobre el suyo. —Uno
que sólo late por ti, joven príncipe.
Ryeowook le ofreció una sonrisa temblorosa.
—¿Por qué estas aquí, Yesung?
Él apartó las lágrimas de sus mejillas.
—Estoy aquí para recoger a mi estrella, si es que ella
volverá a casa conmigo.
—Ni siquiera vayas allá –lloró Jungwook. —¿Ryeowook, por
favor no me digas que vas a escuchar esas tonterías?
—Él es un hombre hermanito —.dijo otro de los Destino.
—Si sus labios se mueven, entonces él esta mintiendo.
—¿Por qué ustedes tres no se quedan fuera de esto? –dijo Shindong.
Jungwook se tensó.
—¿Perdón? Somos los Destinos y...
Una mirada de soslayo de Shindong cortó su oración.
—¿Por qué no los dejamos solos? –dijo Jungwook dijo a sus
hermanos. Los tres se apresuraron a salir mientras Shindong observaba a Yesung
y a Ryeowook con sus brazos cruzados sobre pecho.
Yesung todavía no había quitado su mirada de Ryeowook.
—¿Vas a volverte un mirón, Shin?
—Depende. ¿Vas a darme algo que mirar?
—Si te quedas parado allí, entonces sí —. Él miró sobre
su hombro entonces. Shindong inclinó su cabeza y dio la vuelta para salir.
Mientras hacía eso, la brisa atrapó una porción de su camisa y la voló hacia
atrás, mostrando una porción de un hombro.
Yesung miró los verdugones rojos que revelaba. Verdugones
que él sabía por experiencia que venían de un látigo.
—¡Un momento! –dijo Ryeowook parando a Shindong. —¿Qué
hay acerca del alma de Yesung?
Shindong se tensó muy ligeramente antes de llamar,
—¿Artemisa?
Ella brilló tenuemente al lado de él.
—¿Qué? –respondió ella gruñendo.
Él inclinó la cabeza hacia ellos.
—Ryeowook quiere el alma de Yesung.
—Oh, como si me importara, y ¿qué esta haciendo él aquí
de cualquier manera? —. Ella entrecerró sus ojos en Ryeowook. —Deberías tener
mejor criterio que traerlo aquí.
Shin despejó su garganta.
—Yo traje a Yesung aquí.
—Oh —. Artemisa se calmó instantáneamente. —¿Por qué
hiciste eso?
—Porque ellos deben estar juntos. —Él sonrió
irónicamente. —Está predestinado.
Artemisa puso sus ojos en blanco.
—Aún no voy hacia allá.
Ryeowook se paró.
—Quiero al alma de Yesung, Artemisa. Devuélvesela a él.
—No la tengo.
Todos se quedaron estupefactos por sus palabras.
—¿Que quieres decir con que no la tienes? –preguntó Shindong,
su tono cortante y enojado. —No me digas que la perdiste
—Por supuesto no —. Ella miró a Yesung y a Ryeowook, y si
Yesung no la conociera mejor, él diría que ella parecía un poco avergonzada.
—Nunca la tomé realmente.
Todos, los tres, clavaron los ojos en ella con
incredulidad.
—¿Puedes repetirlo otra vez? —preguntó Shin.
Artemisa frunció sus labios al mirar a Yesung.
—No la podía tomar. Eso habría involucrado que lo tocara
y él era asqueroso en aquel entonces —. Ella se estremeció. —No había ninguna
manera de que yo pusiera mi mano en él. Él apestaba.
Shindong boquiabierto, miró a Yesung.
—Eres un bastardo afortunado —. Luego se volvió hacia
Artemisa. —¿Si no lo tocaste, cómo ha sido él un Cazador Oscuro inmortal todo
este tiempo?
Artemisa dijo con arrogante desdén.
—¿No sabes todo después de todo, no, Shindong?
Él dio un paso hacia ella y ella chilló, poniendo más
distancia entre ellos.
—Le inyecté ichor –dijo ella rápidamente.
Yesung quedó aturdido. Ichor era un mineral encontrado en
la sangre de los dioses que se decía era para hacerlos inmortal.
—¿Qué hay acerca de sus poderes de Dark Hunter? –preguntó
Shindong.
—Esos se los di separadamente, junto con los colmillos y
otras cosas a fin de que no te percataras que él no era como los demás.
Shindong la miró con cansancio y repugnancia.
—Oh, sé que voy a odiar la respuesta a esto. Pero tengo
que saber. ¿Qué hay acerca del sol, Artemisa? Ya que él tiene su alma me
imagino que a él nunca lo afecto la luz del día, no?
La expresión en su cara lo confirmó.
—¡Eres una perra! –gruñó Yesung, abalanzándose sobre
ella.
Para su sorpresa, fue Shindong quien lo detuvo antes de
alcanzarla.
—Déjame ir. ¡Quiero arrancarle la garganta!
Ryeowook lo jaló hacia atrás.
—Déjala sola, Yesung. Ella tiene sus propios problemas.
Yesung siseó a Artemisa, dejando al descubierto sus
colmillos.
Colmillos que instantáneamente dejaron de existir. Yesung
pasó su lengua sobre sus dientes humanos.
—Un regalo –dijo Shindong.
Yesung se calmó un grado y aún más cuando él se percató
que Ryeowook tenía sus brazos envueltos alrededor de su cintura. Su parte
delantera estaba apretada contra su espalda.
Cerrando los ojos, saboreó el sentirlo.
—Estas libre de Artemisa, Yesung –dijo Ryeowook en su
oreja. —Has sido juzgado inocente y eres inmortal. ¿Dime, qué quieres hacer con
el resto de tu eternidad?
—Quiero recostarme en una playa en algún lugar caliente.
El corazón de Ryeowook se detuvo ante sus palabras. Ryeowook
tontamente había pensado que diría algo acerca de él.
—Ya veo.
—Pero sobre todo –dijo él, volviéndose entre sus brazos
para enfrentarlo, — quiero disgustar a todos.
—¿A todo el mundo? –preguntó él, su corazón rompiéndose
aún más.
—Si... –dijo él, concediéndole una rara sonrisa. —Por lo
que me figuro, si yo te dejo, sólo tú y yo estaremos descontentos. Si te llevo
conmigo, entonces todo el mundo, menos nosotros, se disgustará, especialmente
esa cosa sarnosa que llamas lobo. Eso tiene mucho atractivo para mí.
Ryeowook arqueó una ceja ante eso.
—Si estás tratando de hacerme la corte con eso, entonces
Príncipe Encantado, vas...
Él detuvo sus palabras con un beso tan supremo que los
dedos del pie se le curvaron. Su corazón golpeaba.
Yesung mordió sus labios, luego se hizo para atrás para
mirarlo.
–Vente conmigo, Ryeowook.
—¿Por qué debería?
Su mirada ardió en la suya.
—Porque te amo, e incluso yaciendo bajo el mismo sol me
congelaré allí sin ti. Necesito mi estrella a fin de que pueda oírla reír.
Riéndose con excitación, Ryeowook le dio un beso
"esquimal".
–Bora-Bora, aquí vamos.
Yesung completó sus palabras con un beso real. Uno
realmente l—a—r—g—o.
Shin abrió la puerta de la pequeña y restringida celda,
donde Thanatos estaba detenido.
Parte de él quería la sangre del hombre por la vida de Cazador
Oscuro que Thanatos había tomado, y por la gente que había lastimado. Sobre
todo, quería su sangre por Simi y el miedo que había sufrido recientemente.
Pero parte de él entendía por qué Thanatos había perdido
la razón.
Él también poseía cierto grado de locura. Era lo que lo
había mantenido vivo estos últimos once mil años.
Thanatos lo miró mientras él entraba, su cara pálida y
atormentada.
—¿Quién eres?
Shin se hizo a un lado, así la luz de afuera podía
iluminar al hombre en el piso.
— Sólo llámame el destino final. He venido a ti para
concederte paz, pequeño hermano.
—¿Vas a matarme?
Shin negó con la cabeza mientras se agachaba y sacaba su
daga de la funda en la cintura de Thanatos. Él la sostuvo y miró los antiguos
grabados que cubrían la hoja. Como todas las dagas Atlantes, esta era ondulada
desde la empuñadura hasta la punta. La empuñadura en cruz, era oro sólido y
tenía un rubí grande en su centro.
Era la daga de personas muertas hacía mucho tiempo, que
eran más mito que realidad. Un tesoro como este estaba más allá de ningún
valor.
En las manos de la persona equivocada esta arma podía
hacer más que sólo lastimar a Simi. Podía destruir al mismo mundo.
Una oleada de furia lo atravesó. A veces, era casi
imposible no matar a Artemisa.
Pero no estaba aquí por eso. Le gustara o no, él estaba
aquí para protegerla, aún de su propia estupidez.
Shin convocó sus poderes Atlantes y los usó para disolver
la daga en la nada. Nadie, nunca, lastimaría a su Simi otra vez.
Y nadie destruiría el mundo. No mientras él estuviese
aquí para cuidarlo. Él extendió su mano a Thanatos.
—Ponte de pie Chen. Tengo una opción para ti.
—¿Cómo sabes mi nombre?
Shin esperó hasta que él tomara su mano antes de jalarlo
para ponerlo de pie y contestar a su pregunta.
—Sé todo acerca de ti y siento mucho todo lo que has
perdido. Incluso estoy más que apenado por no haber podido detenerlo.
—¿Fueron los poderes de Thanatos, no es así? —dijo él
quedamente. —El otro Thanatos mató a mi esposa, no Yesung.
Shin asintió con la cabeza. Él había tratado de borrar
los recuerdos de Chen en ese momento, tantos siglos antes, pero Artemisa había
devuelto la memoria al Apolita a fin de que poderlo convertir en su sirviente.
—Los humanos tienen un dicho viejo. El poder absoluto
destruye absolutamente.
—No –murmuró Chen. —La venganza absoluta hace eso.
Shin estaba contento de ver que alguna claridad había
recobrado el Apolita mientras había sido desterrado a este infierno.
—¿Dijiste que tenías una opción para mí? —preguntó Chen
con vacilación.
—He negociado un pacto a fin de que puedas estar suelto
en los Campos Eliseos para tu descanso eterno o te puedo colocar vivo en tu
edad actual en Cincinnati, Ohio.
Chen frunció el ceño.
—¿Qué es Cincinnati, Ohio?
—Es una bonita ciudad en un país llamado América.
—¿Por qué querría ir allá?
—Porque hay una estudiante de segundo año en la
Universidad de Ohio, que se especializa en baile, que pienso que podrías querer
conocer —. Shin abrió su mano y le mostró una foto de la chica. Ella era preciosa,
con largo cabello rubio y grandes ojos azules, estaba parada en un círculo de
amigos después de clase.
—Dirce —susurró Chen, su voz quebrándose al decir su
nombre.
—En realidad, ella es ahora Park Shyn. Una mujer humana.
Los ojos de Chen estaban atormentados al encontrar la
mirada de Shin.
—Pero sería un Apolita, condenado a morir en unos pocos
años.
Él negó con la cabeza ligeramente.
—Si eliges estar con ella, entonces serás humano,
también. No recordarás nada sobre ser Chen o Thanatos. En tu mundo no habrá
nada como Daimons o Apolitas. Ningún Cazador Oscuro o dioses antiguos.
Desconocerás completamente todo esto.
—¿Entonces cómo la encontraré si no voy a recordar quién
soy yo?
Shin cerró su mano a fin de que la mujer ya no fuera
visible.
—Me aseguraré que la encuentres. Lo juro. Serás un
estudiante allí, también.
—¿Y la familia?
—Serás un huérfano cuyo tío rico Shin murió y te hizo
único heredero de su fortuna. A ninguno de los dos les hará falta algo mientras
vivan.
Los labios de Chen temblaron.
—¿Harías eso por mí siendo que yo maté a uno de tus
hombres?
La mandíbula de Shin se crispó ante la mención del
Cazador.
—El perdón es la mejor parte del valor.
—Siempre pensé que era la cautela.
Shin sacudió su cabeza.
—La cautela es fácil. Es encontrar el coraje de
perdonarte a ti mismo y a otros lo que es difícil.
Chen pensó en silencio por varios minutos.
—Eres un hombre sabio.
Shin se sonrió a medias.
—No realmente. ¿Entonces, has decidido?
La mirada de Chen ardía al fijarla en la de él, antes de
que diese la respuesta que Shin sabía que daría.
—No hay elección. ¿Cómo puedo conocer el paraíso sin
Dirce? Quiero ir a Cincinnati.
—Pensé que podrías sentirte así.
Dando un paso atrás, Shin le concedió a Chen su deseo.
Solo, en la celda de Thanatos, Shin recorrió con la
mirada las paredes oscuras, malsanas y húmedas y luchó contra sus propios
demonios. Artemisa no había tenido derecho a condenarle a esto.
Un día ella iba a obtener su merecido castigo.
Pero primero estaba el tema de Dionisio del que ocuparse.
La próxima vez que el dios del vino quisiera soltar una de las mascotas de
Artemisa sobre los hombres de Shin, lo pensaría dos veces.
Él también tenía otras personas de quienes ocuparse.
Todavía estaba el pequeño asunto de borrar de la memoria de Jongjin y los
Escuderos la información acerca de la marca del arco y la flecha.
Sin duda debería suprimir la de Yesung también, pero a él
ya le había hecho bastante daño.
Yesung no se lo diría a nadie y él tenía cosas más
importantes de las que ocuparse.
Además, si todo resultaba de la forma que Shin suponía,
entonces Yesung aprendería cosas mucho más interesantes acerca de él y los
Cazadores Oscuros que el secreto de su marca.
Artemisa estaba sola, sentada sobre su trono, jugueteando
con sus almohadas. Shindong se había ido hacía mucho tiempo y ella comenzaba a
preocuparse.
Él no podía dejar el Olimpo, pero podía hacer otras
cosas...
Cosas que la podían meter en una gran cantidad de
problemas si Zeus alguna vez se enteraba de ellas.
Tal vez ella había sido estúpida al darle una tarde de
libertad en su montaña. Ya estaba lista a salir a buscarlo cuando las puertas
del templo se abrieron. Ella sonrió al ver a Shindong caminar a grandes pasos a
través de ellas.
Su Shindong estaba bellísimo.
Las puertas se cerraron detrás de él.
Su cuerpo estaba caliente, ella se paró ante la dulce
expectación. Reconoció la fiera mirada en sus ojos.
El hambre crudo, puro.
El deseo fluyó denso y pesado en sus venas mientras,
repentinamente, sentía la humedad entre sus piernas.
Éste era el Shindong que ella más amaba. El depredador.
El que tomaba lo que quería y no negociaba.
Sus ropas se disolvieron de su cuerpo mientras se
acercaba a ella. Ella hizo lo mismo.
Ella tembló ante la magnitud de sus poderes. Poderes que
ponían en ridículo los de ella.
Él había pasado demasiado tiempo sin alimentarse. Ambos
lo sabían. Cuando él alcanzaba un cierto punto, su compasión moría y él se
volvía amoral e insensible.
Él había alcanzado ese punto.
Ella gimió mientras él la agarraba y atraía cerca de su
cuerpo duro y musculoso. Su erección ardía contra su cadera.
—¿Qué quieres, Shindong? –preguntó ella, pero su estado
sofocado traicionó su fingida indiferencia.
Su mirada caliente barrió su cuerpo desnudo, haciéndola
arder aún más.
—Sabes lo que quiero —dijo él roncamente en Atlante.
—Después de todo, estoy en la cima de la Cadena Alimenticia y tú... eres la
comida.
Sus ojos brillaron rojos mientras le separaba los muslos.
Artemisa gimió y se corrió tan pronto él se introdujo en
forma dominante.
Sintió vértigo, lo mantuvo cerca, corriendo sus manos
sobre su espalda suave, musculosa, mientras él empujaba profundamente en su
interior repetidas veces con un ritmo duro que la hizo marear.
Sí, esto era lo que ella quería. Éste era el Shindong del
que ella se había enamorado. El hombre por el que ella desafiaría aun a los
mismos dioses, para conservarlo.
El hombre por quien ella había roto todas las regla a fin
de poderlo amarrar a ella por siempre.
Le hizo el amor furiosamente, su hambre forjándose y
abrazando la de ella. Artemisa inclinó su cabeza a un lado en espera de lo que
sabía que vendría.
Los ojos de Shindong ardieron como fuego rojo un instante
antes de que él bajara la cabeza y hundiera sus dientes en el cuello de ella, a
fin de poder alimentarse.
Artemisa gritó mientras se corrían al unísono. Sus
poderes la atravesaron, cegándola a todo excepto la percepción poderosa de él
dentro a ella.
Ella podría fingir manejarlo todo lo que ella quisiera,
pero al terminar el día ella sabía la verdad.
Él la manejaba.
Y ella lo odiaba por eso.
BORA BORA
Yesung yacía en la playa dejando que el sol y el viento
caliente quemaran su piel. ¡Oh, poder sentir eso!
Habían estado aquí cerca de un mes y todavía no había
tenido lo suficiente de estar en la playa.
De estar con Ryeowook, día y noche. Sintió que algo frío
caía en su pecho.
Abriendo los ojos, vio a Ryeowook encima de él,
sonriéndole mientras lo miraba. El tenía un pequeño tazón en una mano y un vaso
en la otra.
—Cuidado, joven príncipe, sabes que odio cuando algo frió
me toca de repente.
Él se arrodilló a su lado, y dejó el tazón a un costado
antes de secar la gota de agua de su pecho, su toque fue más ardiente que el
sol.
Su mirada recorría su cuerpo, hasta sus cortos pantalones
de natación que ahora tenían un abultamiento bastante grande en ellos.
Sonrió malvadamente.
—Sabes, recuerdo haber visto una película una vez...
Él sospechó del brillo de sus ojos.
—¿Sí?
El sacó un cubito de hielo de su vaso y lo colocó en su
boca. Yesung observó, traspasado por la visión de su joven príncipe. Lo sacó y
lo colocó sobre su piel.
—Ryeowook.
—Shh –dijo él, rodeando su pezón hasta que estuvo duro y
firme. Sopló su aliento caliente sobre este, causando que se hinchara aún más.
—¿Sabes cual es la mejor parte acerca de tener frío, no?
—¿Cuál?
—Entrar en calor.
Yesung gimió mientras él bajaba su boca y daba golpecitos
con su lengua atrás y adelante sobre su pezón.
Cuando se echó hacia atrás, él lloriqueó una pequeña
protesta. Lo ignoró y eludió sus manos.
—Antes de que me olvide –dijo, apartando juguetonamente a
un lado sus manos, —y si continúo haciendo esto, seguro me olvidaré, tengo algo
para ti.
Yesung se apoyó en sus codos.
—Por favor no me digas que Scooby viene a visitarnos.
Ryeowook puso los ojos en blanco.
—No. N se esta quedando en el Santuario en Nueva Orleáns
por el momento. Ya que hemos estado quedándonos en la playa se rehúsa a venir y
ver tu trasero desnudo, le da miedo quedarse ciego por eso.
Yesung la miró menos que divertido.
—¿Entonces qué es?
Ryeowook le dio su tazón.
Yesung miró el contenido
—¿Qué es esto?
—Ambrosía. Un mordisco de esto y te puedo llevar a casa
conmigo, al Olimpo. De otra manera tengo que dejarte aquí en tres días e ir a
casa solo.
—¿Por qué?
Ryeowook alisó el ceño fruncido de su frente con las
puntas de sus dedos.
—Sabes que no puedo vivir en la tierra. Sólo puedo
quedarme por un breve tiempo. Si quieres, puedes quedarte y regresaré cuando
pueda, pero...
Él detuvo sus palabras con un beso.
Yesung lo atrajo.
—¿Qué dirán los otros cuando aparezcas con un esclavo a
tu lado?
—No eres un esclavo, Yesung, y no me importa lo que
digan. ¿A ti?
Él bufó.
—De ningún modo.
Ryeowook sostuvo la ambrosía frente a sus labios.
Yesung le dio un beso rápido, luego comió la ambrosía y
bebió su néctar. Esperaba que le doliera o quemara, pero bajó como el algodón
de azúcar que ella le dio una vez. El sabor dulce, azucarado se disolvió
instantáneamente en su boca.
—¿Es todo? —preguntó suspicazmente.
Ryeowook inclinó la cabeza asintiendo.
—Exacto. ¿Qué? ¿Esperabas fuegos artificiales o algo?
—No, sólo los espero cuando te hago el amor.
—Aww –susurró, frotando su nariz contra la de él. —Me
gusta horrores cuando me hablas dulcemente.
Yesung besó su mano, luego comenzó a reírse mientras
pensaba en todo lo que había ocurrido desde que le encontró.
—¿Qué es tan chistoso? –preguntó Ryeowook.
—Solo estoy pensando, aquí estoy, un esclavo que tocó una
estrella que luego lo hizo un semidiós. Tengo que ser el bastardo más
afortunado que alguna vez vivió.
Sus ojos ardieron en los de él.
—Sí, lo eres, Príncipe Encantado, y nunca lo olvides.
—Créeme, joven príncipe. No lo haré.
Que lindo final para una vida tan difícil espero y algún día Artemisa tenga su castigo
ResponderEliminarAwww~ Lindo! Lindo! Lindo!!!!
ResponderEliminarHermosamente perfecto!!!!!!
Yeye merecía ser feliz!!!
Me gusto mucho mucho...
Aunque hubiera sido lindo un bebé de ambos, pero bueno! Fue todo tan perfecto!!!!
<3
Un final hermoso, dime que sigue verdad con otro cazador oscuro, s, si,siiiiii Yota, quiero saber la verdad sobre Shindong y artemisa se que hay algo mas en esa historia algo realmente malo y mas profundo de lo que supimos en este libro, comentario aparte, no se donde encontrar la parte de Yesung en nueva orleans y de Kyu y Sungming, plis me das la ruta....
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
Eliminaren la barra superior, aparece sagas, busca dark hunter y despues soulmate que es el kyumin
EliminarAaaaaaaaaaaaaaaaah mi psicótico y aterrador dark hunter
ResponderEliminarPor fin les han dado un poco de felicidad por todo lo que sufrió,pero lo mejor de todo,es que el resto de su eternidad será más que feliz. Todos esos cientos de años serán recompensados con los siglos que tiene por delante con Wook.
Me rompio el corazón todo lo que le hicieron aún siendo un niño,todo tan feo....T_T,pero amé la forma en que Wook logro derrumbar esa barrera y poder llegar al verdadero Yesung,a la persona tiene un cálido corazón.
varias cosas salieron en este libro,yo sigo con la duda....esa Artemisa de casualidad es madre de Simi??????.....espero que no,pero con tantas cosas,se puede pensar lo que sea.
Pero volviendo a Wook y Yesung....ame este libro,me dolió,dolió mucho,pero al final wook pudo lograr su cometido y más que eso. Shin ve el futuro o algo,el sabe a quien darle a sus dark hunters porque sabe lo que es mejor para ellos.
Al menos a los que ha dejado ir,han encontrado a su persona....que bello.ahora el que sigue.