Volver A Amarte- Capítulo 5




Hyukjae pasó gran parte de la tarde en el laboratorio, analizando las muestras de rocas que le había enviado su equipo. Tras varias horas de análisis, se enderezó en la silla y se frotó los ojos, que tenía muy cansados. Aún quedaba mucha investigación por delante, pero lo alentaba la confianza de haber hecho un buen comienzo. Tendría que viajar a China posiblemente en las próximas semanas, pero confiaba en su equipo, cuyos resultados preliminares coincidían con los suyos.

Regresó a su despacho a las cuatro de la tarde. Mientras entraba, le sonrió a Sora, su secretaria, y arrojó un paquete de galletas de chocolate a su mesa.

—Lárgate, ¿vale?

—Te veo de muy buen humor. —A Sora le encantaban las galletas de chocolate, y él lo sabía.

—Los resultados de los análisis son prometedores. Llama y averigua cuándo quieren que vaya. Creo que lo haré dentro de dos semanas. Pregúntales sobre los progresos que han hecho y que te digan también si van cumpliendo los plazos. Después, vete a casa. Has estado todo el día currando.

—Me has convencido. —Lo siguió hasta el despacho y dejó en su mesa el informe que acababa de imprimir—. Aquí está el perfil geoquímico de la excavación.


—Genial —replicó él al tiempo que ojeaba las páginas—. ¿Me han dejado algún mensaje?

—Tienes varios en el buzón de voz. Sungmin se ha pasado por aquí y quiere un informe detallado sobre los marcadores biológicos. Le he dicho que lo llamarás esta noche o mañana.

—Gracias, Sora. ¿Qué haría yo sin ti? —Esbozó una sonrisa tímida al tiempo que se acomodaba en su sillón y ponía los pies encima de la mesa.

—Perderte. —Le guiñó un ojo y salió del despacho.

Hyukjae cogió el teléfono y marcó su código de acceso. No cerró la puerta, nunca lo hacía, de modo que cuando cogió la pelota de béisbol que guardaba en el cajón superior de su escritorio y comenzó a lanzarla al aire con el consiguiente golpeteo, Sora ni se inmutó.

Cerró los ojos mientras escuchaba los mensajes y seguía lanzando la pelota. Casi todos estaban relacionados con la prospección, había unos cuantos del laboratorio informándole sobre los hallazgos encontrados esa misma mañana.

Tras el pitido que separaba los distintos mensajes, escuchó una voz muy ronca que lo llevó a enderezarse en el sillón.

La pelota que acababa de lanzar al aire cayó, golpeándolo en la cabeza.

—Joder —murmuró al tiempo que se la frotaba. Sin embargo, el dolor se esfumó en cuanto se concentró de nuevo en la voz.

Una voz conocida.

La voz de Jungwoo.

Una voz cortante, de ahí que estuviera seguro de que era la de su hermano. Había oído ese tono de voz miles de veces. Su forma de pronunciar su nombre, el deje borde con el que pronunció la palabra «imbécil». Se quedó blanco de repente mientras buscaba su móvil para poder escucharlo de nuevo. No, era imposible que fuera real. Se lo estaba imaginando.

Todo era producto de su fantasía. ¿Qué decía su madre cuando era pequeño? «Cuentos chinos y tonterías.»

Se le aceleró el pulso mientras pulsaba la tecla para escuchar de nuevo el mensaje. Era un mensaje nuevo. Con la voz de Jungwoo. De ese mismo día. Lo escuchó otra vez, en esa ocasión intentando concentrarse en las palabras y no en la voz. Había dicho que se llamaba Kim Heechul.

Kim Heechul.

¿El loco de la editorial? No tenía sentido. Porque conocía esa voz casi como si fuera la suya. Por su mente pasaron un sinfín de posibilidades y de escenarios. Descabelladas. Imposibles.

Sin embargo... se le disparó el pulso. Jamás encontraron su cuerpo. Su asiento estaba junto a una de las alas. El motor había estallado. No se encontraron restos de los pasajeros sentados a su alrededor. Todos se habían aferrado a la esperanza de que no hubiera subido al avión, de que hubiera cambiado de opinión en el último momento después de que Siwon lo dejara en el aeropuerto. Pero la esperanza murió cuando Siwon identificó sus pertenencias después del accidente.

Pero ¿y si no llegó a subirse al avión? ¿Era posible que siguiera con vida? La idea era una locura. Era ridícula. Totalmente imposible. Sin embargo... no podía pensar en otra cosa.

Tenía que cerciorarse. Marcó su número, pero saltó el buzón de voz. Tras colgar el teléfono con brusquedad, cogió su chaqueta y corrió hacia la puerta.

Sora se puso en pie al verlo pasar por delante de ella camino del ascensor.

—Hyukjae, ¿qué pasa?

Apenas la escuchó. Porque ya estaba en la escalera. Cuando salió del edificio su reloj marcaba las cuatro y media. Era imposible que llegara al otro extremo de la ciudad antes de las cinco. Sorteó el tráfico cambiando una y otra vez de carril.

Por fin encontró un aparcamiento delante de Jin Publishing justo antes de las cinco.
Que le dieran al parquímetro. Ni siquiera se molestó en comprobar si había aparcado en una zona reservada para minusválidos. Solo tenía una cosa en mente: esa voz tan familiar, tan irritante y tan dulce.

Atravesó el edificio a la carrera, soltó un taco en el ascensor porque no llegaba ni a tiros y decidió subir por la escalera. Cuando llegó a la planta doce, lo hizo resollando, pero eso no lo detuvo. Fue directo al despacho de Kim Heechul.

La secretaria se levantó al verlo llegar y frunció el ceño claramente preocupada.

—Señor Lee, ¡no puede entrar en ese despacho!

Hyukjae pasó frente a ella y abrió la puerta empujándola con un hombro. La estancia estaba vacía.

—¿Dónde está? —Echó un vistazo por el atestado despacho, tan pequeño como su cuarto de baño.

—El señor Kim no está aquí. No ha venido esta tarde. Si quiere, puedo concertarle una cita.

Hyukjae apenas la escuchó. Examinó el despacho, si bien no sabía qué estaba buscando. Había montones de revistas apiladas contra una pared. A su derecha, vio una estantería cargada de libros de geología y de minerales. El escritorio era un montón de papeles y la luz de la tarde que entraba por la pequeña ventana iluminaba cajas y cajas de revistas y libros aún sin desembalar.

Joder, tenía que haber algo. Algo que le confirmara...

—Señor Lee, no puede estar aquí —dijo la secretaria, que alzó la voz al verlo rodear el escritorio—. Voy a llamar a seguridad.

Hyukjae comenzó a mover los papeles del escritorio, buscando... ¡Mierda, no sabía el qué! Buscando cualquier cosa. Su mirada se detuvo en la foto que había junto a la pantalla del ordenador. Y se quedó helado.

¡Joder!

Cogió la foto enmarcada con una temblorosa mano y se dejó caer en el sillón, apenas consciente de lo que veía.

El joven se parecía a Jungwoo. No era la imagen exacta que recordaba de él, pero eran casi idénticos. Su nariz era distinta y tenía los pómulos más afilados, además de una cicatriz en una sien. La cara que lo miraba tenía los mismos ojos que su hermano, la misma barbilla. Y estaba junto a un niño pelinegro.

Un niño que era la viva imagen de Siwon.

Se quedó blanco.

—Señor Lee —dijo la secretaria—, ¿se encuentra bien?

—¿Dónde está? —logró decir.

—No lo sé. Si vuelve mañana...

—¡Necesito saberlo ahora mismo!

La chica dio un respingo.

—No ofrecemos información personal. Si vuelve mañana, me aseguraré de que lo reciba.

—¡Joder, esto no tiene nada que ver con el dichoso artículo que ha escrito! Es un tema personal. ¿Dónde diablos está?

—No lo sé. Mire...

Hyukjae apretó los dientes, consciente de que no iba a llegar a ningún lado con la secretaria. Se encaminó hacia la puerta con la foto en la mano. La chica corrió tras él, gritando algo sobre el robo de propiedad privada, pero pasó de ella. Lo importante era encontrar a Siwon.

Sin pérdida de tiempo.



Heechul tenía la impresión de que iban a fallarle las piernas.

Comprobó la dirección que había conseguido en internet. Donghae le había dicho que no sacara conclusiones precipitadas, que lo dejara indagar primero, pero después de que el abogado reconociera a Choi Sulli en la foto, Heechul fue incapaz de achacarlo todo a una coincidencia.

Había un motivo por el que Mithra mantuvo esa foto bajo llave en una caja. Un motivo por el que sintió el extraño déjà-vu al verla. Un motivo por el que había buscado a Park Donghae.

Había vuelto a su despacho para hacer una búsqueda sobre Choi Siwon en internet. El hombre con el que Choi Jungwoo estaba casado según le había dicho Donghae. Lo que descubrió le había revuelto el estómago. Por supuesto que había visto la cara de ese hombre en las portadas de las revistas de economía, y más recientemente, en las revistas del corazón, pero lo único que sabía de él era que se trataba de un hombre guapísimo.

A esas alturas, sabía muchas cosas más. Había encontrado muchos artículos en internet que lo describían como el implacable director general de una empresa farmacéutica con fama de realizar fusiones empresariales muy agresivas y de pisotear a todo aquel que se interpusiera en su camino al éxito.

La prensa criticaba su afán por ganar más dinero y también su intransigencia. Tenía la costumbre de poner cara de asco frente a las cámaras si se le acercaban demasiado. Sin embargo, no parecía importarle que lo fotografiaran cada fin de semana con un joven distinto.

Era imposible que él hubiera estado con un hombre así. ¿Dinero? ¿Poder? ¿Fama? Nada de eso le importaba. Un hombre obsesionado por esas cosas no le habría resultado atractivo. Era imposible que hubiera sido su...

Tragó saliva para deshacer el nudo que tenía en la garganta, incapaz de pensar siquiera en la palabra, incapaz de pronunciarla. Había tenido un marido. Mithra. Las náuseas lo asaltaron mientras acariciaba la alianza que aún llevaba en el dedo. Daba igual que Siwan se pareciera un poco a ese hombre. Todo el mundo tenía un gemelo, ¿no? ¿No se lo había dicho Donghae unas horas antes?

¡Por Dios, era una mala idea! Cerró los ojos e inspiró varias veces a fin de tranquilizarse. ¿Qué narices hacía en ese lugar? No debería haber ido a Seúl. No debería haber visitado a Park Donghae. No debería haber mirado en ese dichoso cajón.

Abrió los ojos y observó la calle. La carretera de Gangnam estaba flanqueada por enormes arces. Los jardines se extendían armoniosamente de una propiedad a otra, cada una de ellas más impresionante que la anterior. Estaba cometiendo un error. Porque aquello no era real. Debía irse antes de acabar haciendo el ridículo más absoluto.

Estaba a punto de marcharse cuando escuchó el timbre de una bici. Al levantar la vista, descubrió un trío de niñas en bicicleta.

Una de ellas frenó en seco nada más verla. Sus amigas pasaron de largo, riéndose, pero ella plantó los pies en el suelo y se aferró al manillar de su bicicleta mientras lo miraba como si hubiera visto un fantasma, igual que le sucedió a Donghae cuando entró en su despacho.

Heechul tragó saliva. La tensión era tal que tenía la impresión de que le estuvieran clavando agujas por todos lados. La cara... la niña era la misma de la foto.

Ya no podía marcharse. Tenía que ver. Tenía que saber.

El miedo se apoderó de él. No sabía qué decir. No sabía qué hacer. Pero algo lo impulsó.

—Hola.

—Tú —dijo la niña, que aún la miraba con los ojos desorbitados—. Tú... te pareces...

—Me llamo Heechul. ¿Tú eres Sulli?

—Sí. —La niña entornó los ojos —. ¿Cómo sabes mi nombre?

—Me lo ha dicho un amigo. — Se produjo un incómodo silencio durante el cual la mirada asombrada de la niña se le antojó insoportable. Miró hacia la carretera —. He venido para hablar con tu padre. ¿Está en casa?

La niña bajó de la bici, como si acabara de recibir una bofetada.

—No está. No puede verte.

Heechul sintió que empezaban a sudarle las palmas de las manos.

—Espera...

—¡Sulli! —dijo un hombre, cuya voz llegó desde el otro lado de la calle—. ¡Es hora de entrar!

La bici de la niña cayó al suelo mientras ella atravesaba la calzada a la carrera y enfilaba el camino de acceso a una casa de tres plantas. En el porche había un hombre pelinegro y guapísimo que al natural era mucho más impactante que en las fotos que había visto en las revistas y en internet.

Un hombre, comprendió mientras contenía el aliento, que de cerca no solo se parecía un poco a su hijo. En realidad, eran como dos gotas de agua.



Siwon sintió el subidón de adrenalina cuando Sulli corrió hacia él con el pánico, la rabia y el dolor pintados en la cara.

—¿Qué pasa? —le preguntó al tiempo que hincaba una rodilla en el suelo delante de ella y la cogía de los hombros mientras le examinaba el cuerpo para asegurarse de que no estaba herida.

—Yo... Entra en casa, papá. ¡Entra en casa!

—Sulli, tranquilízate. ¿Qué pasa? Dime qué ha pasado. —Su mirada voló de su hija a la bicicleta, que estaba tirada en la calle. Y después a la persona que se encontraba en mitad de la calzada, mirándolos. Al joven que se parecía a...

Se quedó sin aliento. Se le aflojaron las rodillas, como si fueran de gelatina.

—¡Dios mío!

—¡No, papá! —Sulli lo aferró de los hombros e intentó empujarlo hacia la casa mientras él se ponía en pie muy despacio—. No, papá. No es él. No es él, papi. Solo se parece a él. Por favor, papi, por favor. Mírame.

Bajó la mirada a la cara bañada en lágrimas de Sulli. Tenía los ojos desorbitados por el pánico, pero apenas si se daba cuenta. Con manos temblorosas, la apartó de su camino y miró hacia el joven de pelo castaño que estaba parado como una estatua en mitad de la calle. Observándolo de la misma manera que él le observaba.

Empezó a darle vueltas la cabeza. Se le desbocó el corazón. Era imposible.

Apenas fue consciente de que un coche se paraba en seco junto a la acera, de que Hyukjae salía de su Land Rover, de que Sulli seguía gritando histérica mientras intentaba meterlo en casa, pero era incapaz de sentir sus manos. Parecía incapaz de impedirles a sus pies que siguieran andando. Tenía la sensación de flotar en una nube. De estar sumido en un sueño.

Como si estuviera alucinando a plena luz del día.

Consiguió bajar la acera de algún modo y se detuvo delante de él. Lo observó, alucinado. A su lado escuchó que Hyukjae mascullaba:

—Madre del amor hermoso.

Nadie habló. Durante un minuto entero solo hubo silencio. Y miedo, esperanza y absoluta incredulidad. Y después el corazón le dio un vuelco en el pecho.

—¡Dios mío! —Acortó la distancia que los separaba, le tomó la cara entre las manos y le acarició con los dedos la delicada piel del mentón. No podía ser real. Tenía que ser un sueño.

Los recuerdos lo bombardearon, se condensaron en su pecho y le formaron un nudo mientras lo miraba. Mientras sentía el pulso que latía debajo de sus dedos. Mientras el calor de su cuerpo lo rodeaba, mareándolo y abrumándolo.

Él era real. Lo sentía cálida y suave, y viva, bajo los dedos. Era... Jungwoo.

Lo estaba mirando a la cara. Vio que sus ojos lo reconocían. Y la conexión que sintieron desde el principio, desde que se conocieron tantos años antes, refulgió con fuerza, calentándole lugares que no sabía que estaban congelados.

Todo ese tiempo. Todos esos años...

—Jungwoo —susurró.

Los ojos del joven se oscurecieron. El reconocimiento desapareció. Reemplazado de inmediato por la confusión y el... miedo.

Antes de que pudiera impedírselo, él se soltó de sus manos y retrocedió un paso. Extendió los brazos en un gesto inconfundible para que no la tocase.

—No. —tragó saliva mientras miraba de una cara a otra, con el ceño fruncido, antes de retroceder otro paso—. No, me llamo Heechul. Kim Heechul.

El dolor lo consumió. Intentó volver a tocarlo, pero Sulli le dio un fuerte tirón del brazo, impidiéndoselo.

—Papá, ya te he dicho que no es él. Solo se parece a él. Papá, papi, escúchame. No es él.

¿Que no era él? Tenía que ser él. Tenía que ser...

—Jungwoo...

Él se zafó de sus manos. Y tuvo la sensación de que el corazón se hacía trizas contra la calzada, a sus pies.

—Yo... confiaba en poder hacerle unas cuantas preguntas. Pero me doy cuenta de que no es el mejor momento. Me iré y...

—¡No! —exclamaron Siwon y Hyukjae al unísono.

El joven dio un respingo. Y se quedó helado. Antes de mirar a uno y a otro con expresión aturdida.

¡Por el amor de Dios! Tenía que ser él. Hablaba como él. Siwon jamás olvidaría esa voz. No sabía qué diablos estaba pasando, pero no quería ahuyentarlo. Para evitar la tentación de tocarlo, se pasó una mano por la cara. Cerró los ojos, sacudió la cabeza y volvió a abrirlos. Él seguía allí. No era un producto de su imaginación.

¿Por qué no se arrojaba a sus brazos? ¿Por qué estaba allí plantado, mirándolo como si fuera un desconocido?

—No —repitió Hyukjae, que extendió las manos—. Ahora es un buen momento.

Él se volvió hacia Hyukjae.

—¿Quién es usted?

¿No conocía a Hyukjae? Tenía que conocer a su hermano. Era Jungwoo.

—Lee Hyukjae. Soy su... cuñado. —Señaló a Siwon con la cabeza—. Su... soy el hermano de Jungwoo.

El joven frunció el ceño antes de que pusiera los ojos como platos.

—Lee Hyukjae. ¿El geólogo?

Hyukjae esbozó una sonrisa ladina.

—Ese mismo.

—Ah. En fin... —Su rostro adoptó una expresión nerviosa. Un rostro que Siwon por fin reparó en que era distinto a como lo recordaba. Distinto, aunque muy familiar—. Esto es un poco incómodo. Yo... no tenía ni idea. —Se pasó una mano por el pelo.

A Siwon se le formó un nudo en el estómago. Era el mismo tic nervioso que Jungwoo tenía cuando se ponía nervioso.

—Yo tampoco —repuso Hyukjae. Se estudiaron durante un minuto—. Me han pasado su mensaje.

El joven se ruborizó.

—Bueno... usted parecía un poco... molesto por el artículo. Supongo que respondí... de mala manera, diría ahora mismo, a tenor de la situación.

Hyukjae sonrió. ¿Por qué diablos sonreía?

—¿De qué están hablando? — preguntó Siwon, sin dejar de mirarlos. Él tenía la sensación de que una panda de luchadores profesionales le estaba dando una paliza y ellos se comportaban como si se conocieran. Si Hyukjae sabía que Jungwoo estaba tan cerca y no se lo había dicho...

—Es el editor del que te hablé el otro día, Siwon. El que escribió ese artículo.

Siwon lo miró una vez más... miró a su Jungwoo. Miró al joven que solo podía ser su Jungwoo. ¿Por qué se comportaba como si no lo conociera? ¿Por qué no estaba aferrado a Sulli, abrazándola con fuerza? ¿Por qué no lo abrazaba con fuerza a él? ¿Por qué no lo abrazaba como él necesitaba abrazarle?

Mientras un sinfín de preguntas se agolpaba en su cabeza y examinaba su cara de nuevo, se dio cuenta de las diferencias. Su nariz era más fina, sus pómulos estaban un poco más definidos y lucía una cicatriz en la sien que no recordaba.

«Editor. El que escribió el artículo del que te hablé. Kim Heechul.»

El nudo que tenía en el pecho creció. ¿Sería posible que ese joven no fuera Jungwoo?
Recordó la conversación que mantuvo con Hyukjae en su despacho y la confusión reemplazó a la estupefacción.

—¿El loco?

—¿Perdone? —él lo fulminó con la mirada.

Hyukjae se echó a reír.

—No, no. No es nada. Solo una broma. Ah, esto es un poco incómodo. Usted... se parece mucho a mi hermano. Creo que estamos todos un poco aturdidos.

¿Qué decía Hyukjae? Era su hermano. ¿Verdad?

—¿Por qué no entramos? — sugirió Hyukjae—. Puede contarnos a qué viene esto. Vamos. —Señaló la casa.

El joven miró a Siwon con recelo antes de rodearlo para que no pudiera tocarlo y colocarse junto a Hyukjae.

Siwon se volvió y los miró fijamente mientras se dirigían a la casa. Intentó aclararse las ideas. ¿Sería posible que otra persona se pareciera tanto a su esposo? ¿Que hablara como él? Si no era Jungwoo, ¿qué estaba haciendo allí? ¿Quería gastarles una broma de mal gusto?

El contoneo de sus caderas le llamó la atención. Y su corazón dio un vuelco muy doloroso. Tenía la constitución de Jungwoo, las mismas piernas torneadas y el mismo trasero perfecto. Incluso andaba como él.


El destino no podía ser tan cruel. Dios no podía ser tan cruel. Tenía que haber una explicación.


1 comentario:

  1. Santa madre
    no,el destino no es cruel,por eso se lo esta devolviendo.
    omg......todos los encuentros en un solo día,la niñña,siwon,hyuk y hae....dios,que impactante debe ser tener una perdida y tiempo despues tenerlo frente ati,pero creyendo que no puede ser,y que es alguien más

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...