Dark Pleasures (DH2)- Capítulo 4



Kangin no podía respirar debido a la proximidad del cuerpo de Leeteuk. Sus agudizados sentidos lo percibían por completo. Escuchaba el ritmo alocado de su corazón, la sequedad de su boca y, lo que era peor, podía paladear su deseo.

Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había establecido el hábito de evitar a los jóvenes tanto como le resultaba posible. Maldito seas, Changsu. Porque, en esos instantes, le resultaba muy difícil recordar que no podía poseerlo.

Y aún más difícil era obviar su aroma. O su forma de moverse. Su cuerpo esbelto era la personificación de la elegancia y no le costaba mucho esfuerzo imaginarlo sentado a horcajadas sobre él mientras le proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro hombre le había dado antes.

Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No podía recordar la última vez que se había puesto tan duro. Y tenía que echar mano de toda su fuerza de voluntad para no besarlo; y para no enterrar los labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido mientras… Flexionó los dedos, aumentando la presión que ejercía sobre sus hombros.

De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el silencio.

–Es un albañil –susurró Leeteuk, echando a correr hacia una ventana.

Kangin siseó cuando él lo arrastró hacia la luz del sol y volvió bruscamente a la sombra.

–Lo siento –murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana, asegurándose de no exponer a Kangin a los rayos del sol–. ¡Eh! –exclamó para llamar la atención del trabajador, que se encontraba a unos metros de distancia, hurgando en un viejo tractor.

El albañil lo miró, perplejo. Se acercó a la ventana con el ceño fruncido y miró hacia el interior. Entrecerró los ojos al encontrarlos.

–¿Qué están haciendo aquí? Esta zona está cerrada al público.

–Es una larga historia –le contestó Leeteuk–. La versión resumida es que me dejaron tirado. ¿Por casualidad no tendría un móvil? Necesito hacer una llamada. ¿Le importaría prestármelo?

Aún frunciendo el ceño, el tipo le pasó el móvil a través de la ventana. Kangin se lo quitó de inmediato.

–¡Oye! –le espetó, alargando el brazo para volver a cogerlo.

Poniéndolo fuera de su alcance, lo ignoró mientras marcaba un número.

–¿Dónde estamos? –le preguntó al trabajador mientras se colocaba el teléfono en la oreja. –En la antigua planta Goon.

–¿En Slidell?

Leeteuk alzó una ceja, atónito al comprobar que el Dark Hunter había reconocido el lugar. Él llevaba toda la vida viviendo en Nueva Orleáns y no tenía ni idea de que existiese este sitio.

–Sí –contestó el hombre. Hunter asintió con la cabeza.

–Oye –le dijo a su interlocutor–, soy yo. Estoy en la antigua planta Goon, en Slidell. ¿Sabes dónde está?

Hizo una pausa para escuchar lo que tuviese que decirle la persona que se encontraba al otro lado de la línea.

–Sí –dijo Hunter–. Necesito que me saques de aquí, preferiblemente antes de que el día avance.

El Dark Hunter cortó la llamada y arrojó el teléfono al trabajador, que esperaba al otro lado de la ventana.

–¡Eh! –le gritó Leeteuk, sacando el brazo por la ventana para reclamar el teléfono–. Lo necesito.

–¿A quién vas a llamar? –le preguntó Kangin de modo amenazador.

–No es asunto tuyo.

Él le quitó el teléfono de nuevo.

–Mientras estemos encadenados es asunto mío.

Leeteuk lo miró con los ojos entrecerrados y agarró el teléfono.

–Tócame las narices, y doy dos pasos a la derecha.

La furiosa y candente mirada que le dedicó el Dark Hunter hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.

–No te atrevas a llamar a tu hermano.

La furia que reflejaba su rostro consiguió que Leeteuk recapacitara y retrocediera, ya que no quería tentar a la suerte. Le entregó el teléfono al hombre.

–Gracias –le dijo.

El tipo se colocó el móvil en el cinturón y le miró de forma acusadora.

–Tienen que marcharse, ya saben que esto es…

El Dark Hunter alzó la mano y los ojos del hombre perdieron toda expresión.

–No hay nadie en el edificio. Ve a hacer tu trabajo.

El tipo se alejó sin decir una palabra más.

¿Control mental? Leeteuk miró boquiabierto a Kangin. Por supuesto que tenía poderes mentales. Era un vampiro.

–Será mejor que no uses ese truco conmigo –le dijo Leeteuk.

–No te preocupes. Eres demasiado obstinado para que funcione.

–Bien.

–No, desde mi punto de vista no es bueno.

Aunque las palabras fueron más bien cortantes, había una luz en la profundidad de sus ojos que indicaba que no estaba tan molesto como pretendía hacerle creer.

Leeteuk lo miró con recelo. Estaba apoyado sobre una columna, con aire despreocupado y, aun así, Leeteuk tenía la impresión de que estaba absolutamente atento a todo lo que los rodeaba, tanto en el interior del edificio como en el exterior.

–¿Por qué te convertiste en un vampiro? –le preguntó antes de pensar lo que iba a decir–. ¿Has convertido a alguien en contra de su voluntad?

Él abrió los ojos y alzó una ceja.

–Nadie se convierte en Dark Hunter a menos que lo desee.

–Y tú estuviste de acuerdo porque querías… –su voz se desvaneció mientras esperaba que él le explicara.

–…acabar con las parejas humanas entrometidas que no dejan de darme la lata con sus preguntas.

Leeteuk debería estar asustado, pero aún resonaban en sus oídos las palabras de Changsu, según las cuáles el Dark Hunter jamás haría daño a un humano. ¿Sería cierto?

Recorrió con la mirada su delicioso cuerpo, deseando poder estar completamente seguro.

Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que fue incapaz de soportarlo por más tiempo.

–Entonces –dijo, intentando romper el incómodo silencio–, ¿cuánto crees que tendremos que esperar?

–No lo sé.

–¿A quién llamaste? –Un nuevo intento de conversación.

–A nadie.

Leeteuk respiró hondo y luchó por controlar el súbito impulso de estrangularlo.

–No te gusta que te hagan preguntas, ¿verdad?

–¿Quieres que te sea sincero? Ni siquiera me gusta hablar. Prefiero esperar en silencio.

–¿Ensimismado?

–Sí.

Leeteuk sopló un resoplido.

–Bueno, pues resulta que estoy aburrido, y si tengo que estar aquí esperando a que vengan a por nosotros, me gustaría entretenerme con algo.

La mirada de Kangin descendió hasta sus labios y, muy despacio, siguió bajando. Después cerró los ojos, pero Leeteuk había visto el deseo voraz en aquellas profundidades oscuras. Podía sentir su deseo; un deseo violento y exigente.

–Se me ocurre un modo de entretenerte…

Leeteuk abrió los ojos de par en par.

–No irás a morderme, ¿verdad?

Kangin le contestó con una pícara sonrisa.

–No quiero morderte. Quiero desnudarte y mordisquear cada centímetro de tu piel, especialmente tu pec…

Leeteuk alargó un brazo y le tapó la boca con la mano para hacerlo callar. La suavidad de esos labios, en contraste con la aspereza de su barba, le dejó aturdido. Y el contacto de su piel bajo la mano provocaba una especie de descarga eléctrica. Tragando saliva, se apartó de él.

–Pensaba que los vampiros no podían tener relaciones sexuales.

Kangin alzó una ceja y lo miró con expresión burlona.

–¿Qué tal si tú y yo llevamos a cabo un pequeño experimento, sólo para probar?

Leeteuk pensó que debería sentirse molesto. Debería enfadarse. Debería sentirse de cualquier forma, salvo excitado por sus palabras.

Pero, mientras recorría con la mirada ese cuerpo esbelto y perfecto, la idea comenzaba a resultarle cada vez más atractiva.

Kangin notó su confusión. Estaba considerando su oferta. Si el ardor en su entrepierna no hubiese sido tan insoportable, incluso se habría reído. Pero, tal y como estaban las cosas, ni él mismo estaba muy seguro de si su proposición había sido un simple jueguecito o de si lo había dicho en serio. Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo respondía al de Leeteuk. Era exactamente el tipo de pareja que siempre le había atraído: inteligente y valiente.

En pocas palabras: fascinante.

Echó un vistazo a la pared que se alzaba tras él e imaginó lo que sentiría al apoyarlo allí mientras lo penetraba fuerte, rápido y salvajemente.

Apretó los dientes al sentir que la sangre comenzaba a hervirle. No importaba lo mucho que lo deseara, no estaba disponible para él.

Jamás conocería su cuerpo.

Jamás lo conocería. Punto. Por eso no le había preguntado el nombre ni le había dicho el suyo. No tenía ninguna intención de usarlo. El no era nada más que otra persona anónima a la que había jurado proteger. No habría más intimidad que ésa entre ellos. Era un Dark Hunter, y él un humano no iniciado. No les estaba permitido mezclarse.

Alzó la vista al escuchar el lejano aullido de una sirena que se aproximaba y dio las gracias silenciosamente a Keunjung por su don de la oportunidad.

Leeteuk echó un vistazo por la ventana al escuchar la ambulancia. Era muy raro que se detuviera frente a la fábrica. Al instante, las puertas del edificio se abrieron, dejando paso a la ambulancia.

–¿Nuestro taxi? –preguntó. El Dark Hunter asintió.

Una vez la ambulancia estuvo en el interior de la fábrica, de modo que la luz del sol no la alcanzara, un hombre muy alto salió de ella y se acercó. Dejó escapar un largo silbido al ver el rostro de Hunter, quemado por el sol.

–Hombre, estás hecho un desastre. ¿Debería preguntar por los grilletes?

Hunter echó a andar hacia el conductor de la ambulancia, precediendo a Leeteuk

–No, a menos que quieras morir.

–Vale –dijo el hombre, de buen humor–. Puedo imaginármelo, pero tenemos un problema: no van a pasar desapercibidos en una bolsa para cadáveres, con eso puesto. La gente va a notarlo sin ninguna duda.

–Ya lo he pensado –dijo Hunter–. Si alguien pregunta diles que morí de un infarto durante una salvaje sexcapada con él.

Una escalofriante sensación descendió por la espalda de Leeteuk al recordar esa misma palabra en boca de Judith el día anterior.

–¿Cómo has dicho?

Kangin lo contempló con una mirada divertida y le hizo saber que estaba disfrutando enormemente con su tormento.

–Y que no puede encontrar la llave.

Keunjung soltó una carcajada.

–De eso nada –le dijo Leeteuk acaloradamente.

El Dark Hunter le dedicó esa sonrisa pícara suya que lo dejaba totalmente derretido. La forma en que sus ojos lo recorrieron de arriba abajo le provocó un estremecimiento.

–Mira el lado bueno: tendrás una fila de hombres interesados en pedirte una cita.

–No tiene gracia.

El Dark Hunter se encogió de hombros.

–Es la única manera de salir de aquí.

–Será para ti –le contestó–. Yo puedo salir caminando ahora mismo y hacer que te desintegres.

Él alzó una ceja.

–Inténtalo.

Y lo hizo. Para darse cuenta al instante de que los vampiros altos y peligrosos no se mueven ni un milímetro a no ser que quieran hacerlo.

–Vale –dijo, frotándose la muñeca que el grillete acababa de marcar–. Nos vamos en la ambulancia entonces.

Hunter abrió la marcha.

Cuando llegaron a la parte trasera del vehículo, él le alzó con tal facilidad que lo dejó perplejo. Leeteuk se colocó en el lado izquierdo, intentando dejarle sitio, pero era tan alto que tuvo que agacharse y, con un movimiento grácil, se tumbó en la camilla, en el interior de la bolsa negra que estaba abierta para resguardarlo.

Sin decir una sola palabra, Keunjung cerró la cremallera.

–¿Hacéis esto con mucha frecuencia? –preguntó Leeteuk. Keunjung sonrió de forma indolente a su amigo.

–De vez en cuando.

Leeteuk frunció el ceño cuando Keunjung ajustó la cremallera de modo que su mano quedara en el exterior y la de Hunter cubierta por el plástico negro. Le parecía muy extraño que el hombre estuviese tan dispuesto a ayudar a un vampiro.

–¿Cómo os conocisteis vosotros dos? –le preguntó a Keunjung.

–Me estaba alimentando de un cadáver cuando él llegó –le contestó Hunter desde el interior de la bolsa.

Keunjung rió mientras se ponía en pie.

–Una noche, tras recibir una llamada, fui a recoger un cadáver que resultó estar vivo. Si no llega a ser por él, hubiese sido yo el que acabara en la bolsa.

–Cierra la boca, Keunjung –masculló Hunter–, y conduce.

–Ya voy –dijo Keunjung, totalmente ajeno al modo dictatorial en el que el Dark Hunter lo trataba.

–¿Sabes una cosa? –comenzó a decirle Leeteuk a Hunter en el instante que Keunjung arrancó el motor–. Podrías intentar ser más amable con la gente. Especialmente si te están ayudando.

Incluso a través del plástico se escuchó el suspiro de irritación.

–¿No deberías aplicarte el consejo a ti mismo?

Leeteuk abrió la boca para responder y, acto seguido, la cerró. Estaba en lo cierto. Se había comportado de un modo bastante desagradable con él desde el comienzo.

–Supongo que tienes razón. Quizás los dos deberíamos intentar no hacerlo más difícil.

Leeteuk no supo si él llegó a contestar, ya que la sirena comenzó a aullar de nuevo. Keunjung los llevó hasta el hospital en un tiempo récord, pero el viaje distaba mucho de haber sido placentero. Cuando llegaron, tenía la sensación de haber pasado por el centrifugado de una lavadora.

Keunjung llevó la ambulancia hasta la parte trasera del hospital y aparcó bajo un toldo que los protegería de los rayos del sol. Con la advertencia de que permaneciera callado, sacó la camilla con mucho cuidado para no hacerle daño en el brazo y descendieron a la par de la ambulancia.

Una vez cruzaron las puertas del edificio, Leeteuk mantuvo cerrado su abrigo para ocultar las manchas de sangre de su jersey.

El Hunter permaneció completamente inmóvil y en silencio mientras Keunjung empujaba la camilla por las zonas más concurridas. Leeteuk caminaba junto a ellos pero, a decir verdad, quería morirse de la vergüenza dado lo obvios que resultaban los grilletes.

¿Tenían que brillar tanto bajo la luz de los tubos fluorescentes? ¿No podía Changsu haber elegido unas esposas pequeñitas y coquetonas, como las de la policía?

Claro que no, tenían que medir doce centímetros y llevar una inscripción en griego a su alrededor, más una cadena que medía sus buenos diez centímetros. Cualquiera que las viera pensaría, sin duda alguna, que las había conseguido en uno de los catálogos de juguetitos sexuales de Heechul. ¡Menudo espanto!

Todos los que pasaban a su lado se giraban para mirarlos boquiabiertos.

–No había visto eso desde hace por lo menos seis meses –dijo uno de los celadores cuando pasaron junto al mostrador de admisiones.

–Ya me lo contaron –le contestó un compañero–. ¿Sabes cuántos años tenía el desafortunado?

–No lo sé; pero por el aspecto del joven yo firmaba ahora mismo.

Sus carcajadas hicieron que le ardiera la cara. Por las miradas interesadas que los hombres lanzaban a su cuerpo, supuso que la predicción del Hunter acerca de sus posibles citas no iba muy desencaminadas.

–¿Keunjung? –lo llamó un joven médico según se aproximaban a los ascensores –. ¿Debería preguntar?

Keunjung negó con la cabeza.

–Ya sabes que toda la mierda ésta siempre acaba en mi oficina.

El médico rió mientras Leeteuk se tapaba la cara con la mano. Tan pronto como las puertas del ascensor se cerraron tras ellos, murmuró:

–Dark Hunter, te juro que voy a matarte por esto.

–Querido –le dijo una anciana que ayudaba como voluntaria en el hospital y que estaba justo a su lado–. Me parece que ya lo has hecho. –Y le dio unas palmaditas a Leeteuk en el brazo.

Keunjung estuvo a punto de ahogarse por el esfuerzo de sofocar la risa.

Leeteuk lanzó un gruñido y rezó para que el horrible suplicio llegase a su fin.

Una vez en el depósito de cadáveres, Keunjung los llevó a un laboratorio poco iluminado, de paredes metálicas, y cerró la puerta con llave. Hunter abrió la cremallera desde dentro.

–Gracias –le dijo a Keunjung mientras se incorporaba y comenzaba a salir de la bolsa. La dobló y la colocó sobre una mesa.

Keunjung abrió uno de los cajones del armarito situado junto a la puerta.

–De nada. Ahora, quítate la camisa y déjame que vea lo que te ha pasado.

–Ya se curará.

Keunjung apretó la mandíbula con firmeza.

–¿Y la infección qué?

Kangin lanzó una carcajada.

–Los inmortales no mueren de una infección. Ninguna enfermedad puede afectarme.

–Puede que no mueras, pero eso no quiere decir que no te duela y que no sane más rápido si la tratamos. –Dedicó una mirada que decía bien a las claras que no iba a dejarse intimidar. – No aceptaré un no por respuesta. Déjame curar esa herida.

Kangin abrió la boca para seguir discutiendo. Con un suspiro de exasperación, dejó que la ropa colgase del brazo y se acercó de nuevo a la camilla para tumbarse y esperar a Keunjung apoyado sobre los codos.

Mientras lo veía reunir el material necesario, escuchó cómo el corazón de Leeteuk comenzaba a latir más rápido y su respiración se aceleraba. Sintió el agudo interés que despertaba en él la visión de su cuerpo. Lo deseaba; y ese ávido deseo le estaba causando estragos.

Se movió un poco, deseando que sus vaqueros fueran un par de tallas más grandes, ya que la tela negra estaba empezando a molestarle bastante debido a su erección.

Joder, había olvidado el dolor, tanto literal como alegórico, que sufría su cuerpo cuando estaba cerca de un joven atractivo. Y él era atractivo.

Aun sin mirarlo, supo que se estaba humedeciendo esos labios exuberantes, del color de las ciruelas, y al imaginar su sabor se le quedó la garganta seca. Imaginaba cómo sería sentir su aliento sobre el rostro y su lengua contra la suya mientras lo besaba.

¡Por los dioses! Y él creía que los romanos lo habían torturado… el trabajo del mejor de sus inquisidores había sido una minucia comparado con la agonía física y mental que la cercanía de Leeteuk le estaba causando.

Pero lo que más lo trastornaba no era sentir sus ojos fijos en él, sino el hecho de que había llevado la situación admirablemente. La mayoría de jóvenes y mujeres habrían chillado de terror al descubrir su naturaleza, o se habrían puesto a llorar.

O ambas cosas a la vez.

Pero él había sobrellevado la experiencia con una valentía y un coraje que hacía mucho que no veía.

El chico le gustaba de verdad; y eso era lo que más lo sorprendía.


3 comentarios:

  1. Ohhhhh esta genial, deseo saber que sigue ambos se desean peor algo me dice que Kangin hará todo difícil ;-; sólo falta que puedan separarse y que aparezca la chula xD hsjsjs buen Capi *^*

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  2. Ok.......se atraen,eso ya es una muy buena señal,además de que se llevan muy bien.....kangin es la parte juguetona que a teuk le hace falta....justo como lo dijo su hermana.
    La excusa jajajajajajaja....seguro la haran realidad,excepto la parte donde kangin muere,claro esta *0*
    cuanto podran aguantar?.....lo unico que necesitan es estar solo.....un poco más....lo sé *0*

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  3. No sabes lo que me he reído con la excusa que usaron por los grilletes, las palabras de la anciana fueron la cereza del pastel, me reí como una loca. Creo que todos nos divertimos menos Teukie, debería aceptar que tendrá más pretendientes después de eso.

    Bueno lo importante es que ya están protegidos del sol y que el amigo de Kangin lo va a curar. Ahora falta ver como harán con ese demonio.

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...