Kangin no podía respirar debido a la proximidad del cuerpo
de Leeteuk. Sus agudizados sentidos lo percibían por completo. Escuchaba el
ritmo alocado de su corazón, la sequedad de su boca y, lo que era peor, podía
paladear su deseo.
Y eso lo estimulaba aún más. Y le recordaba por qué había
establecido el hábito de evitar a los jóvenes tanto como le resultaba posible.
Maldito seas, Changsu. Porque, en esos instantes, le resultaba muy difícil
recordar que no podía poseerlo.
Y aún más difícil era obviar su aroma. O su forma de
moverse. Su cuerpo esbelto era la personificación de la elegancia y no le costaba
mucho esfuerzo imaginarlo sentado a horcajadas sobre él mientras le
proporcionaba un placer sexual que, estaba completamente seguro, ningún otro
hombre le había dado antes.
Su entrepierna se tensó hasta un punto cercano al dolor. No
podía recordar la última vez que se había puesto tan duro. Y tenía que echar
mano de toda su fuerza de voluntad para no besarlo; y para no enterrar los
labios en su garganta e inhalar ese aroma dulce y cálido mientras… Flexionó los
dedos, aumentando la presión que ejercía sobre sus hombros.
De repente, el sonido de un walkie-talkie rompió el
silencio.
–Es un albañil –susurró Leeteuk, echando a correr hacia una
ventana.
Kangin siseó cuando él lo arrastró hacia la luz del sol y
volvió bruscamente a la sombra.
–Lo siento –murmuró. Se acercó con cuidado a la ventana,
asegurándose de no exponer a Kangin a los rayos del sol–. ¡Eh! –exclamó para
llamar la atención del trabajador, que se encontraba a unos metros de
distancia, hurgando en un viejo tractor.
El albañil lo miró, perplejo. Se acercó a la ventana con el
ceño fruncido y miró hacia el interior. Entrecerró los ojos al encontrarlos.
–¿Qué están haciendo aquí? Esta zona está cerrada al
público.
–Es una larga historia –le contestó Leeteuk–. La versión resumida
es que me dejaron tirado. ¿Por casualidad no tendría un móvil? Necesito hacer
una llamada. ¿Le importaría prestármelo?
Aún frunciendo el ceño, el tipo le pasó el móvil a través de
la ventana. Kangin se lo quitó de inmediato.
–¡Oye! –le espetó, alargando el brazo para volver a cogerlo.
Poniéndolo fuera de su alcance, lo ignoró mientras marcaba
un número.
–¿Dónde estamos? –le preguntó al trabajador mientras se
colocaba el teléfono en la oreja. –En la antigua planta Goon.
–¿En Slidell?
Leeteuk alzó una ceja, atónito al comprobar que el Dark
Hunter había reconocido el lugar. Él llevaba toda la vida viviendo en Nueva
Orleáns y no tenía ni idea de que existiese este sitio.
–Sí –contestó el hombre. Hunter asintió con la cabeza.
–Oye –le dijo a su interlocutor–, soy yo. Estoy en la
antigua planta Goon, en Slidell. ¿Sabes dónde está?
Hizo una pausa para escuchar lo que tuviese que decirle la
persona que se encontraba al otro lado de la línea.
–Sí –dijo Hunter–. Necesito que me saques de aquí, preferiblemente
antes de que el día avance.
El Dark Hunter cortó la llamada y arrojó el teléfono al
trabajador, que esperaba al otro lado de la ventana.
–¡Eh! –le gritó Leeteuk, sacando el brazo por la ventana
para reclamar el teléfono–. Lo necesito.
–¿A quién vas a llamar? –le preguntó Kangin de modo
amenazador.
–No es asunto tuyo.
Él le quitó el teléfono de nuevo.
–Mientras estemos encadenados es asunto mío.
Leeteuk lo miró con los ojos entrecerrados y agarró el
teléfono.
–Tócame las narices, y doy dos pasos a la derecha.
La furiosa y candente mirada que le dedicó el Dark Hunter
hizo que un escalofrío le recorriera la espalda.
–No te atrevas a llamar a tu hermano.
La furia que reflejaba su rostro consiguió que Leeteuk
recapacitara y retrocediera, ya que no quería tentar a la suerte. Le entregó el
teléfono al hombre.
–Gracias –le dijo.
El tipo se colocó el móvil en el cinturón y le miró de forma
acusadora.
–Tienen que marcharse, ya saben que esto es…
El Dark Hunter alzó la mano y los ojos del hombre perdieron
toda expresión.
–No hay nadie en el edificio. Ve a hacer tu trabajo.
El tipo se alejó sin decir una palabra más.
¿Control mental? Leeteuk miró boquiabierto a Kangin. Por
supuesto que tenía poderes mentales. Era un vampiro.
–Será mejor que no uses ese truco conmigo –le dijo Leeteuk.
–No te preocupes. Eres demasiado obstinado para que
funcione.
–Bien.
–No, desde mi punto de vista no es bueno.
Aunque las palabras fueron más bien cortantes, había una luz
en la profundidad de sus ojos que indicaba que no estaba tan molesto como
pretendía hacerle creer.
Leeteuk lo miró con recelo. Estaba apoyado sobre una
columna, con aire despreocupado y, aun así, Leeteuk tenía la impresión de que
estaba absolutamente atento a todo lo que los rodeaba, tanto en el interior del
edificio como en el exterior.
–¿Por qué te convertiste en un vampiro? –le preguntó antes
de pensar lo que iba a decir–. ¿Has convertido a alguien en contra de su
voluntad?
Él abrió los ojos y alzó una ceja.
–Nadie se convierte en Dark Hunter a menos que lo desee.
–Y tú estuviste de acuerdo porque querías… –su voz se
desvaneció mientras esperaba que él le explicara.
–…acabar con las parejas humanas entrometidas que no dejan
de darme la lata con sus preguntas.
Leeteuk debería estar asustado, pero aún resonaban en sus
oídos las palabras de Changsu, según las cuáles el Dark Hunter jamás haría daño a un
humano. ¿Sería cierto?
Recorrió con la mirada su delicioso cuerpo, deseando poder
estar completamente seguro.
Ambos se quedaron callados durante unos instantes, hasta que
fue incapaz de soportarlo por más tiempo.
–Entonces –dijo, intentando romper el incómodo silencio–,
¿cuánto crees que tendremos que esperar?
–No lo sé.
–¿A quién llamaste? –Un nuevo intento de conversación.
–A nadie.
Leeteuk respiró hondo y luchó por controlar el súbito
impulso de estrangularlo.
–No te gusta que te hagan preguntas, ¿verdad?
–¿Quieres que te sea sincero? Ni siquiera me gusta hablar.
Prefiero esperar en silencio.
–¿Ensimismado?
–Sí.
Leeteuk sopló un resoplido.
–Bueno, pues resulta que estoy aburrido, y si tengo que
estar aquí esperando a que vengan a por nosotros, me gustaría entretenerme con
algo.
La mirada de Kangin descendió hasta sus labios y, muy
despacio, siguió bajando. Después cerró los ojos, pero Leeteuk había visto el
deseo voraz en aquellas profundidades oscuras. Podía sentir su deseo; un deseo
violento y exigente.
–Se me ocurre un modo de entretenerte…
Leeteuk abrió los ojos de par en par.
–No irás a morderme, ¿verdad?
Kangin le contestó con una pícara sonrisa.
–No quiero morderte. Quiero desnudarte y mordisquear cada
centímetro de tu piel, especialmente tu pec…
Leeteuk alargó un brazo y le tapó la boca con la mano para
hacerlo callar. La suavidad de esos labios, en contraste con la aspereza de su
barba, le dejó aturdido. Y el contacto de su piel bajo la mano provocaba una
especie de descarga eléctrica. Tragando saliva, se apartó de él.
–Pensaba que los vampiros no podían tener relaciones sexuales.
Kangin alzó una ceja y lo miró con expresión burlona.
–¿Qué tal si tú y yo llevamos a cabo un pequeño experimento,
sólo para probar?
Leeteuk pensó que debería sentirse molesto. Debería
enfadarse. Debería sentirse de cualquier forma, salvo excitado por sus
palabras.
Pero, mientras recorría con la mirada ese cuerpo esbelto y
perfecto, la idea comenzaba a resultarle cada vez más atractiva.
Kangin notó su confusión. Estaba considerando su oferta. Si
el ardor en su entrepierna no hubiese sido tan insoportable, incluso se habría
reído. Pero, tal y como estaban las cosas, ni él mismo estaba muy seguro de si
su proposición había sido un simple jueguecito o de si lo había dicho en serio.
Lo único que sabía con certeza era que su cuerpo respondía al de Leeteuk. Era
exactamente el tipo de pareja que siempre le había atraído: inteligente y
valiente.
En pocas palabras: fascinante.
Echó un vistazo a la pared que se alzaba tras él e imaginó
lo que sentiría al apoyarlo allí mientras lo penetraba fuerte, rápido y
salvajemente.
Apretó los dientes al sentir que la sangre comenzaba a
hervirle. No importaba lo mucho que lo deseara, no estaba disponible para él.
Jamás conocería su cuerpo.
Jamás lo conocería. Punto. Por eso no le había preguntado el
nombre ni le había dicho el suyo. No tenía ninguna intención de usarlo. El no
era nada más que otra persona anónima a la que había jurado proteger. No habría
más intimidad que ésa entre ellos. Era un Dark Hunter, y él un humano no
iniciado. No les estaba permitido mezclarse.
Alzó la vista al escuchar el lejano aullido de una sirena
que se aproximaba y dio las gracias silenciosamente a Keunjung por su don de la
oportunidad.
Leeteuk echó un vistazo por la ventana al escuchar la
ambulancia. Era muy raro que se detuviera frente a la fábrica. Al instante, las
puertas del edificio se abrieron, dejando paso a la ambulancia.
–¿Nuestro taxi? –preguntó. El Dark Hunter asintió.
Una vez la ambulancia estuvo en el interior de la fábrica,
de modo que la luz del sol no la alcanzara, un hombre muy alto salió de ella y
se acercó. Dejó escapar un largo silbido al ver el rostro de Hunter, quemado
por el sol.
–Hombre, estás hecho un desastre. ¿Debería preguntar por los
grilletes?
Hunter echó a andar hacia el conductor de la ambulancia,
precediendo a Leeteuk
–No, a menos que quieras morir.
–Vale –dijo el hombre, de buen humor–. Puedo imaginármelo,
pero tenemos un problema: no van a pasar desapercibidos en una bolsa para
cadáveres, con eso puesto. La gente va a notarlo sin ninguna duda.
–Ya lo he pensado –dijo Hunter–. Si alguien pregunta diles
que morí de un infarto durante una salvaje sexcapada con él.
Una escalofriante sensación descendió por la espalda de
Leeteuk al recordar esa misma palabra en boca de Judith el día anterior.
–¿Cómo has dicho?
Kangin lo contempló con una mirada divertida y le hizo saber
que estaba disfrutando enormemente con su tormento.
–Y que no puede encontrar la llave.
Keunjung soltó una carcajada.
–De eso nada –le dijo Leeteuk acaloradamente.
El Dark Hunter le dedicó esa sonrisa pícara suya que lo
dejaba totalmente derretido. La forma en que sus ojos lo recorrieron de arriba
abajo le provocó un estremecimiento.
–Mira el lado bueno: tendrás una fila de hombres interesados
en pedirte una cita.
–No tiene gracia.
El Dark Hunter se encogió de hombros.
–Es la única manera de salir de aquí.
–Será para ti –le contestó–. Yo puedo salir caminando ahora
mismo y hacer que te desintegres.
Él alzó una ceja.
–Inténtalo.
Y lo hizo. Para darse cuenta al instante de que los vampiros
altos y peligrosos no se mueven ni un milímetro a no ser que quieran hacerlo.
–Vale –dijo, frotándose la muñeca que el grillete acababa de
marcar–. Nos vamos en la ambulancia entonces.
Hunter abrió la marcha.
Cuando llegaron a la parte trasera del vehículo, él le alzó
con tal facilidad que lo dejó perplejo. Leeteuk se colocó en el lado izquierdo,
intentando dejarle sitio, pero era tan alto que tuvo que agacharse y, con un
movimiento grácil, se tumbó en la camilla, en el interior de la bolsa negra que
estaba abierta para resguardarlo.
Sin decir una sola palabra, Keunjung cerró la cremallera.
–¿Hacéis esto con mucha frecuencia? –preguntó Leeteuk. Keunjung
sonrió de forma indolente a su amigo.
–De vez en cuando.
Leeteuk frunció el ceño cuando Keunjung ajustó la cremallera
de modo que su mano quedara en el exterior y la de Hunter cubierta por el
plástico negro. Le parecía muy extraño que el hombre estuviese tan dispuesto a
ayudar a un vampiro.
–¿Cómo os conocisteis vosotros dos? –le preguntó a Keunjung.
–Me estaba alimentando de un cadáver cuando él llegó –le
contestó Hunter desde el interior de la bolsa.
Keunjung rió mientras se ponía en pie.
–Una noche, tras recibir una llamada, fui a recoger un cadáver
que resultó estar vivo. Si no llega a ser por él, hubiese sido yo el que
acabara en la bolsa.
–Cierra la boca, Keunjung –masculló Hunter–, y conduce.
–Ya voy –dijo Keunjung, totalmente ajeno al modo dictatorial
en el que el Dark Hunter lo trataba.
–¿Sabes una cosa? –comenzó a decirle Leeteuk a Hunter en el
instante que Keunjung arrancó el motor–. Podrías intentar ser más amable con la
gente. Especialmente si te están ayudando.
Incluso a través del plástico se escuchó el suspiro de
irritación.
–¿No deberías aplicarte el consejo a ti mismo?
Leeteuk abrió la boca para responder y, acto seguido, la
cerró. Estaba en lo cierto. Se había comportado de un modo bastante
desagradable con él desde el comienzo.
–Supongo que tienes razón. Quizás los dos deberíamos
intentar no hacerlo más difícil.
Leeteuk no supo si él llegó a contestar, ya que la sirena
comenzó a aullar de nuevo. Keunjung los llevó hasta el hospital en un tiempo
récord, pero el viaje distaba mucho de haber sido placentero. Cuando llegaron,
tenía la sensación de haber pasado por el centrifugado de una lavadora.
Keunjung llevó la ambulancia hasta la parte trasera del
hospital y aparcó bajo un toldo que los protegería de los rayos del sol. Con la
advertencia de que permaneciera callado, sacó la camilla con mucho cuidado para
no hacerle daño en el brazo y descendieron a la par de la ambulancia.
Una vez cruzaron las puertas del edificio, Leeteuk mantuvo
cerrado su abrigo para ocultar las manchas de sangre de su jersey.
El Hunter permaneció completamente inmóvil y en silencio
mientras Keunjung empujaba la camilla por las zonas más concurridas. Leeteuk
caminaba junto a ellos pero, a decir verdad, quería morirse de la vergüenza
dado lo obvios que resultaban los grilletes.
¿Tenían que brillar tanto bajo la luz de los tubos
fluorescentes? ¿No podía Changsu haber elegido unas esposas pequeñitas y
coquetonas, como las de la policía?
Claro que no, tenían que medir doce centímetros y llevar una
inscripción en griego a su alrededor, más una cadena que medía sus buenos diez
centímetros. Cualquiera que las viera pensaría, sin duda alguna, que las había
conseguido en uno de los catálogos de juguetitos sexuales de Heechul. ¡Menudo
espanto!
Todos los que pasaban a su lado se giraban para mirarlos
boquiabiertos.
–No había visto eso desde hace por lo menos seis meses –dijo
uno de los celadores cuando pasaron junto al mostrador de admisiones.
–Ya me lo contaron –le contestó un compañero–. ¿Sabes
cuántos años tenía el desafortunado?
–No lo sé; pero por el aspecto del joven yo firmaba ahora
mismo.
Sus carcajadas hicieron que le ardiera la cara. Por las
miradas interesadas que los hombres lanzaban a su cuerpo, supuso que la
predicción del Hunter acerca de sus posibles citas no iba muy desencaminadas.
–¿Keunjung? –lo llamó un joven médico según se aproximaban a
los ascensores –. ¿Debería preguntar?
Keunjung negó con la cabeza.
–Ya sabes que toda la mierda ésta siempre acaba en mi
oficina.
El médico rió mientras Leeteuk se tapaba la cara con la
mano. Tan pronto como las puertas del ascensor se cerraron tras ellos, murmuró:
–Dark Hunter, te juro que voy a matarte por esto.
–Querido –le dijo una anciana que ayudaba como voluntaria en
el hospital y que estaba justo a su lado–. Me parece que ya lo has hecho. –Y le
dio unas palmaditas a Leeteuk en el brazo.
Keunjung estuvo a punto de ahogarse por el esfuerzo de
sofocar la risa.
Leeteuk lanzó un gruñido y rezó para que el horrible
suplicio llegase a su fin.
Una vez en el depósito de cadáveres, Keunjung los llevó a un
laboratorio poco iluminado, de paredes metálicas, y cerró la puerta con llave.
Hunter abrió la cremallera desde dentro.
–Gracias –le dijo a Keunjung mientras se incorporaba y
comenzaba a salir de la bolsa. La dobló y la colocó sobre una mesa.
Keunjung abrió uno de los cajones del armarito situado junto
a la puerta.
–De nada. Ahora, quítate la camisa y déjame que vea lo que
te ha pasado.
–Ya se curará.
Keunjung apretó la mandíbula con firmeza.
–¿Y la infección qué?
Kangin lanzó una carcajada.
–Los inmortales no mueren de una infección. Ninguna
enfermedad puede afectarme.
–Puede que no mueras, pero eso no quiere decir que no te duela
y que no sane más rápido si la tratamos. –Dedicó una mirada que decía bien a
las claras que no iba a dejarse intimidar. – No aceptaré un no por respuesta.
Déjame curar esa herida.
Kangin abrió la boca para seguir discutiendo. Con un suspiro
de exasperación, dejó que la ropa colgase del brazo y se acercó de nuevo a la
camilla para tumbarse y esperar a Keunjung apoyado sobre los codos.
Mientras lo veía reunir el material necesario, escuchó cómo
el corazón de Leeteuk comenzaba a latir más rápido y su respiración se
aceleraba. Sintió el agudo interés que despertaba en él la visión de su cuerpo.
Lo deseaba; y ese ávido deseo le estaba causando estragos.
Se movió un poco, deseando que sus vaqueros fueran un par de
tallas más grandes, ya que la tela negra estaba empezando a molestarle bastante
debido a su erección.
Joder, había olvidado el dolor, tanto literal como
alegórico, que sufría su cuerpo cuando estaba cerca de un joven atractivo. Y él
era atractivo.
Aun sin mirarlo, supo que se estaba humedeciendo esos labios
exuberantes, del color de las ciruelas, y al imaginar su sabor se le quedó la
garganta seca. Imaginaba cómo sería sentir su aliento sobre el rostro y su
lengua contra la suya mientras lo besaba.
¡Por los dioses! Y él creía que los romanos lo habían
torturado… el trabajo del mejor de sus inquisidores había sido una minucia
comparado con la agonía física y mental que la cercanía de Leeteuk le estaba
causando.
Pero lo que más lo trastornaba no era sentir sus ojos fijos
en él, sino el hecho de que había llevado la situación admirablemente. La
mayoría de jóvenes y mujeres habrían chillado de terror al descubrir su
naturaleza, o se habrían puesto a llorar.
O ambas cosas a la vez.
Pero él había sobrellevado la experiencia con una valentía y
un coraje que hacía mucho que no veía.
El chico le gustaba de verdad; y eso era lo que más lo
sorprendía.
Ohhhhh esta genial, deseo saber que sigue ambos se desean peor algo me dice que Kangin hará todo difícil ;-; sólo falta que puedan separarse y que aparezca la chula xD hsjsjs buen Capi *^*
ResponderEliminarOk.......se atraen,eso ya es una muy buena señal,además de que se llevan muy bien.....kangin es la parte juguetona que a teuk le hace falta....justo como lo dijo su hermana.
ResponderEliminarLa excusa jajajajajajaja....seguro la haran realidad,excepto la parte donde kangin muere,claro esta *0*
cuanto podran aguantar?.....lo unico que necesitan es estar solo.....un poco más....lo sé *0*
No sabes lo que me he reído con la excusa que usaron por los grilletes, las palabras de la anciana fueron la cereza del pastel, me reí como una loca. Creo que todos nos divertimos menos Teukie, debería aceptar que tendrá más pretendientes después de eso.
ResponderEliminarBueno lo importante es que ya están protegidos del sol y que el amigo de Kangin lo va a curar. Ahora falta ver como harán con ese demonio.