—Tienes razón.
Me he pasado de la raya. Me voy el lunes por la mañana, así que estaré
disponible este fin de semana por si surge algo.
En ese momento
se sentía como un imbécil. Pero, joder, su vida personal era precisamente eso,
personal.
Alguien llamó a
la puerta y los dos se volvieron para encontrarse con la cara de Hyukjae, que
se había asomado.
—¿Piensas
quedarte a dormir aquí o algo? Hola, Tiffany.
—Hola, Hyukjae.
—Esbozó una sonrisa alicaída mientras terminaba de recoger sus cosas.
A Siwon le
bastó una miradita al reloj para comprobar que ya eran más de las siete. Dejó
las gafas encima de los papeles esparcidos por su mesa y se frotó la cara con
ambas manos.
—No me había
dado cuenta de que era tan tarde. Solo estábamos atando unos cabos. —Bajó las
manos—. ¿Qué haces aquí?
—Se me ocurrió
pasar a rescatarte. —Hyukjae se echó hacia atrás la gorra azul de los Kia Tiger.
Se dejó caer en una silla delante del enorme escritorio de roble de Siwon y
apoyó los sucios mocasines en su impoluta superficie antes de mirar a Tiffany
con una sonrisa.
Siwon frunció
el ceño.
—Vas a dejarme
todo el trabajo hecho un asco.
—Tu trabajo ya
es un asco. — Hyukjae sonrió—. ¿Te apetece una cerveza?
Una cerveza
fría en un bar ruidoso donde no pudiera pensar le parecía el paraíso en ese
momento.
—Claro, solo
tengo que recoger mis cosas. —Miró a Tiffany con la esperanza de disipar la
tensión que aún flotaba en el ambiente—. Tiffany, ¿te apuntas?
—Una
proposición tentadora, pero no. Tengo una cita.
—¿Con quién?
—preguntó Hyukjae.
—Con Kim Min.
Siwon la miró
con sorna. Kim Min estaba haciendo un anuncio publicitario para uno de sus
medicamentos.
—¿Ahora quién
se relaciona con modelos?
—Yo no soy la
directora general de esta empresa. Nadie se fija en lo que yo hago.
Siwon se puso
la chaqueta, aliviado al escuchar el tono alegre de su voz.
—Además
—continuó ella—, Hyukjae nunca me ha invitado a salir, así que tengo que
conformarme con modelos jovencitos y macizos para matar el tiempo.
Hyukjae frunció
el ceño.
—Tiffany,
preciosa, te invitaría a salir, pero me das miedo. Las parejas trajeadas me
intimidan.
La aludida se
inclinó sobre él y le recorrió la mejilla ensombrecida por la barba con una uña
pintada de color coral.
—El poder es
sensual. Nunca sabes qué va a pasar a continuación. —Se encaminó a la puerta—. Siwon,
te llamo la semana que viene.
—Tiffany —la
llamó Siwon. Ella lo miró—. ¿Qué clase de coche debería comprarme?
Una enorme
sonrisa apareció en su cara.
—¿Qué te parece
un Audi?
Se lo pensó un
momento antes de asentir con la cabeza.
—Dile a Chan
que mañana me mande algunos folletos.
—Lo haré. —La
puerta se cerró tras ella.
—¿Un Audi?
—preguntó Hyukjae —. Hombre, si te vas a poner a un comprar Audi, yo quiero
uno.
—Te lo
llevarías al campo y lo pringarías de barro. Ni loco.
Hyukjae se echó
a reír al tiempo que se ponía en pie.
—A algunos les
van los típos guarros.
—Ya te
gustaría, montañero. ¿Dónde está Sulli? Creía que iba a pasar la tarde contigo.
—Mis padres se
la han llevado a comer helado. Yo quería cerveza. Y estaba en minoría. —Se
metió las manos en los bolsillos delanteros de los vaqueros mientras Siwon se
movía por la estancia recogiendo sus cosas—. Se van mañana por la mañana y
querían pasar un buen rato con ella.
Siwon era muy
consciente de que se marchaban. Adoraba ver a sus suegros, pero esa semana
había sido demasiado emocional debido al accidente aéreo. Estaba ansioso porque
su casa recuperase la normalidad.
—Creía que te
ibas a la conferencia de geología o algo así.
—Iba a ir, pero
me lo pensé mejor. No me apetecía viajar ahora mismo. Tengo un montón de
trabajo atrasado en mi mesa. Hemos identificado una nueva explotación en la
costa y está generando mucha controversia. —Puso los ojos en blanco—. Hay un
editor del Geologic Times, que escribió un artículo machacando nuestra empresa
petrolera. Hizo unos cuantos comentarios muy graciosos acerca de que nuestras
prospecciones podrían provocar terremotos y tsunamis a punta de pala en la
zona. Son pamplinas y no cuenta con pruebas científicas que le respalden. Así
que ahora tengo que desviar la atención e intentar convencer a nuestros
inversores de que no es nada del otro mundo. Como si no monitorizáramos la
actividad sísmica y las emisiones de gas radioactivo día y noche.
Hyukjae podría
ponerse a hablar largo y tendido de geología sin importarle que nadie le
prestara atención. En ese aspecto, era igual que Jungwoo. De hecho, esa
controversia era justo del tipo que le habría encantado a Jungwoo y de la que
habría discutido con él.
Jungwoo siempre
lo pinchaba con la decisión de ejercer como ingeniero geólogo para una
multinacional especializada en petróleo y gas. Aunque aseguraba que su trabajo
como sismólogo era importante para el mundo científico, se metía con su hermano
diciéndole que su trabajo solo era importante para el mundo de los beneficios.
—Te apuesto lo
que quieras a que ni siquiera tiene una licenciatura en geología —continuó Hyukjae—.
Seguro que solo es un editor pirado que ha leído muchos informes y que se cree
un experto. He buscado sus credenciales. No tiene absolutamente nada. Seguro
que es un hippy amante de la naturaleza. No me extrañaría que fuera uno de esos
que se abrazan a los árboles.
—¿Quién? —Siwon
no le estaba prestando atención. Cogió el móvil y lo metió en su maletín.
—Ese editor que
ha escrito el artículo. —Hyukjae lo siguió al vestíbulo—. Creo que se llama Kim
Heechul o algo así.
Bajaron al
aparcamiento subterráneo en el ascensor mientras Hyukjae seguía parloteando
sobre un artículo que a Siwon le importaba un comino y sobre el idiota que lo
había escrito. Siwon se pellizcó el puente de la nariz mientras se montaban en
el mugriento Land Rover de Hyukjae.
—Está aquí, en Seúl.
Creo que mañana me voy a pasar por su oficina para cantarle las cuarenta. —Hyukjae
se internó en el tráfico.
—Buena idea
—dijo Siwon.
—Por cierto, se
me ha olvidado decirte una cosa: esta tarde te ha llamado un abogado de la
ciudad. Lee Donghae, creo. Parecía muy sexy.
Siwon reconoció
el nombre.
—Es un antiguo
amigo de Jungwoo. —Sabía que Donghae vivía en la ciudad y lo había visto en
varios eventos benéficos, pero prefería hacer como que no lo veía. Solía hacer
como que no veía a todo aquel que hubiera conocido a su esposo. Charlar sobre
los viejos tiempos no era su ideal de pasar un buen rato—. ¿Qué quería?
—No lo sé, no
lo ha dicho. Si era un amigo de Jungwoo, seguramente habrá llamado por lo del
accidente del otro día.
—Sí,
seguramente. —Siwon clavó la mirada en las luces de la ciudad. —¿Vas a
devolverle la llamada?
—¿Qué? —Miró a
su cuñado—. No creo. Era más amigo de Jungwoo que mío. No lo conocía muy bien.
—Pues a mí me ha parecido que estaba buenísimo por teléfono.
—¿Eres capaz de
saberlo solo por la voz?
—Ya te digo.
—La última vez
que hablé con él, en el funeral de Jungwoo, estaba casado.
—A lo mejor ya
no está casado.
—Era amigo de Jungwoo,
imbécil. No me interesa.
—¿Por qué? ¿Era
gordo? ¿Feo? ¿Qué le pasaba?
—Joder, eres de
lo que no hay. No, era atractivo, al menos la última vez que lo vi. Bajo,
morena, con unos ojazos enormes. Te gustaría.
Hyukjae esbozó
una sonrisa.
—A lo mejor
debería pasarme mañana por su despacho, para echarle un vistazo.
—Creía que ibas
echarle un sermón al abrazador de árboles de la revista esa.
—Puedo hacer
las dos cosas. — Los ojos de Hyukjae relucían por las luces del cuadro de
mandos—. Mira, me has dado una idea.
—Eres un cabrón
retorcido.
—No sabes
cuánto.
Siwon se pasó
una mano por el pelo.
—Creo que esta
noche voy a necesitar dos cervezas como mínimo. Y que sean bien grandes.
Heechul tenía
la vista clavada en la pantalla del ordenador. En ella se veían fotos del
volcán Estrómboli, en Italia, y un artículo a medio editar que necesitaba mucho
trabajo. Suspiró al tiempo que presionaba la palma de una mano contra la
frente. Ese día le era imposible concentrarse. El artículo tendría que esperar
hasta el día siguiente.
Puff entró en
su despacho unos minutos después con un café humeante.
—Es un remedio
infalible para acabar con el bloqueo del escritor.
—Gracias. —Heechul
sonrió mientras aceptaba el café—. Eres un sol.
—Me limito a
hacerte la pelota.
Heechul bebió
un sorbo y observó a Puff por encima del borde de la taza.
—¿Por qué tengo
la impresión de que no va a gustarme lo que tienes que decirme?
Puff, una chica
de veintipocos años que era su asistente, hizo un mohín y el pendiente que
llevaba en la nariz tintineó. Heechul decidió que no quería reflexionar sobre
dicho sonido.
—Porque estas
cosas se me dan fatal. Toma —dijo al tiempo que le pasaba una nota—. Mientras
estabas fuera ha venido un hombre. Me ha sonado su cara, pero no recuerdo dónde
lo he visto antes. El caso es que quería hablar contigo, pero como no estabas,
te ha dejado un mensaje. Su número de teléfono está en la parte inferior.
Heechul ojeó la
nota y después miró a Puff.
—Estás de broma.
Puff hizo una
mueca.
—Lo siento.
Su día iba de
mal en peor. Alargó un brazo para coger el teléfono. El imbécil había escrito
diez puntos sobre su artículo que él consideraba inexactos e inciertos.
Marcó el número
y comenzó a golpear el suelo con un pie mientras esperaba. Con todo lo que
estaba pasando en su vida, no necesitaba ese tipo de estupideces. Fue una mujer
quien contestó.
—Hyukjae... —Heechul
miró de nuevo la nota en busca del apellido—. Lee, por favor. —Esperó otro
minuto—. No, sin problemas. Le dejaré un mensaje.
Se colocó el
auricular del teléfono entre el hombro y la oreja mientras sacaba un bote de
aspirinas del cajón. Tras tomarse dos, miró de nuevo a Puff, que se había
detenido en el vano de la puerta. Al otro lado de la línea, se escuchó una voz
masculina. Heechul agarró el teléfono con la mano y frunció el ceño. La voz le
resultaba vagamente familiar.
Leyó de nuevo
el nombre. Lee Hyukjae. Lo repitió mentalmente unas cuantas veces. No lo
reconocía. Pero había algo conocido en esa voz...
Daba igual. El
caso era que nunca había visto a ese imbécil. Y, después de eso, no volvería a
hablar con él jamás. Esperó a que sonara el pitido.
—Señor Lee
—dijo con voz altanera—, soy Kim Heechul, de Jin Publishing. Quería
agradecerle personalmente la amable nota que le ha dejado hoy a mi secretaria.
Nos ha gustado muchísimo el uso tan colorido y preciso que hace usted del
lenguaje. Teniendo en cuenta que se ha tomado la molestia no solo de
localizarme sino también de dejar una tesis tan extensa sobre el estrecho de la
Reina Carlota, debo suponer que es usted un experto en la materia. A partir de
ahora, me aseguraré de hacerle llegar todas las preguntas y comentarios que
susciten tanto este artículo como los que escriba en el futuro. Eso sí, quería
dejarle un apunte. «Imbécil» lleva tilde. Deberían habérselo enseñado en la
escuela para idiotas a la que asistió. Buenos días, señor Lee. —Recogió los
papeles que estaban diseminados por la mesa y se puso en pie—. Puff, esta tarde
tengo una cita. Desvía las llamadas a mi móvil.
—Vale. Heechul,
¿estás bien?
—Estupendamente.
¿Por qué me lo preguntas?
—Pareces un
poco... —Puff clavó la vista en el teléfono y después volvió a mirarlo—. Un
poco irritado.
Heechul respiró
hondo para tranquilizarse.
—Estoy bien.
Volveré más tarde.
Le echó un
vistazo al reloj y comprobó que se le había echado el tiempo encima. Una vez
que subió a su Explorer, puso rumbo al otro extremo de la ciudad. Por regla
general, los comentarios de los lectores no la afectaban, pero había algo en el
tono de la nota de Lee Hyukjae que le había sacado de quicio.
Encontró un
aparcamiento a dos manzanas de su destino y supuso que era una señal de que su
día comenzaba a mejorar. Porque no podía empeorar. Su vida no podía empeorar.
Mientras esperaba el ascensor en el vestíbulo del edificio, sintió un
escalofrío en los hombros y en la espalda, provocado por la ansiedad. Estaba
nervioso. Era normal. Si esa cita no lo llevaba a ningún lado, no estaba seguro
de cómo proseguir.
Las puertas del
ascensor se abrieron y Heechul entró. Respiró hondo una vez que llegó a la
planta del bufete de abogados, cuyo vestíbulo estaba muy tranquilo, salvo por
el sonido del teclado de un ordenador. La secretaria alzó la vista cuando él se
acercó. Heechul intentó sonreír, pero por dentro se sentía como si estuviera en
una montaña rusa. Debía de haber un motivo que explicara su obsesión con ese
abogado cuyo nombre había encontrado en una larga lista en internet.
—He venido a
ver a Park Donghae.
—El señor Park
está muy ocupado hoy —le dijo la secretaria —. ¿Tiene cita?
—Sí. Soy Kim Heechul.
La secretaria,
una rubia muy jovencita, cogió el teléfono y murmuró algo mientras miraba a Heechul.
—El señor Park
lo está esperando. Pase.
—Gracias.
Heechul intentó
controlar sus nervios mientras abría la puerta y entraba en el despacho. Al
otro lado vio un enorme ventanal desde el que se disfrutaba de una amplia
panorámica de Seúl. A la derecha se alzaban varias estanterías llenas de libros
jurídicos. A la izquierda se emplazaban varios sillones de cuero y una larga
mesa de conferencias cubierta de libros y papeles.
Sin embargo, lo
que llamó su atención fue Park Donghae. El abogado, se había levantado de su
sillón y lo miraba desde detrás de su escritorio, con la cara más blanca que Heechul
había visto en la vida. Una cara que no le resultaba conocida en absoluto.
—¡Dios mío!
Heechul miró a
su espalda justo cuando se cerraba la puerta. No había nadie más. Se volvió y
miró de nuevo al abogado. En ese momento, parecía haber visto un fantasma.
—¡Dios mío!
—susurró de nuevo el abogado—. Jungwoo.
Heechul sintió
un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo.
—Mmmm, no. Soy Kim
Heechul. Tenemos una cita a la una en punto. Si he llegado en un mal momento,
puedo...
—Es... —el
abogado cerró los ojos y movió la cabeza antes de volver a abrirlos—. Lo... lo
siento mucho. Se parece a un joven al que conocí hace tiempo.
La emoción y
una buena dosis de miedo comenzaron a correr por las venas de Heechul. No. Era
imposible que fuera tan sencillo, ¿verdad? Tragó saliva para deshacer el nudo
que sentía en la garganta.
—¿Me... me
reconoce?
—Lo siento. Es
imposible. — Donghae bajó la vista. Cuando lo miró de nuevo, lo hizo con una
educada sonrisa en los labios—. ¿Qué puedo hacer por usted?
—¿Por qué es
imposible? —La mente de Heechul era un hervidero de preguntas.
La esperanza
había crecido demasiado. Aunque había intentando disimular la desesperación que
sentía, no estaba seguro de haberlo conseguido. Donghae volvió a sentarse.
—El joven en el
que estaba pensando murió hace cinco años. Dicen que todos tenemos un gemelo en
alguna parte. Supongo que yo acabo de conocer al suyo. Observándolo con atención,
veo que no son idénticos. Es que me ha sorprendido, nada más. Llevo unos días
pensando en él, de ahí que me haya precipitado al sacar una conclusión que no
puede ser real. — Señaló la silla situada al otro lado de su escritorio—.
Bueno, ¿en qué puedo ayudarlo?
Heechul tomó
asiento. Los nervios estaban haciendo estragos con él.
—¿Cómo... cómo
se llamaba?
—¿Mi amigo? —Donghae
apoyó un codo en el brazo de su sillón—. ¿Por qué quiere saberlo?
—Por
curiosidad.
Donghae guardó
silencio un instante y después dijo:
—Choi Jungwoo.
Heechul repitió
el nombre para sus adentros. No lo había oído con anterioridad. La esperanza
comenzó a disiparse.
—¿Cómo murió?
Donghae ladeó
la cabeza.
—Estoy seguro
de que no ha venido hasta aquí solo para hablar de mi amigo, señor Kim.
Heechul se pasó
una mano por el pelo y se detuvo para frotarse la cicatriz.
—Por favor,
contésteme. ¿Cómo murió?
—En un
accidente aéreo que se produjo a las afueras de Seúl. Muy parecido al que acaba
de ocurrir hace unos días.
Un accidente
aéreo. No, no era lo mismo. Heechul cerró los ojos. Por su mente pasaron
distintos escenarios y posibilidades. Ninguno tenía sentido, ninguno parecía
factible, pero debía preguntar. Si no lo hacía, las dudas acabarían con él.
—¿En qué nos diferenciamos?
Me refiero a que ha dicho que no somos idénticos. ¿Qué es diferente?
Donghae entornó
los ojos.
—Señor Kim,
¿por qué está tan interesado en mi amigo?
Heechul miró
atentamente al abogado. Intentó recordarlo. Le fue imposible. Sin embargo, tenía
esa sensación... un extraño déjà-vu. El mismo que sintió cuando vio el nombre
del abogado en internet.
—Desconocía la
existencia de su amigo cuando entré por esa puerta. Pero...
—Pero ¿qué?
Heechul soltó
un trémulo suspiro y se enderezó en el sillón.
—He venido
siguiendo el consejo de un compañero. Me está resultando complicado conseguir
cierta información y él pensó que un abogado podría ayudarme a ejercer presión
legal a fin de obtener las respuestas que busco. Encontré su nombre en
internet. Y... no sé...
algo me dijo que era a usted a quien debía ver.
Al ver que Donghae
se limitaba a mirarlo con curiosidad, Heechul se removió, inquieto.
—Mi marido
murió en el accidente de avión de hace unos días.
—¡Oh! —La
expresión de Donghae se suavizó—. Lo siento muchísimo. Con razón...
—No, no es por
eso. Pero gracias. —Heechul inspiró hondo—. Después de su muerte, encontré
cierta información que me ha traído hasta Seúl. Yo mismo sufrí un accidente hace
unos años y estuve en coma. —Frunció el ceño y movió la cabeza—. O eso creo.
Mientras ojeaba los papeles de mi marido, encontré pruebas de mi estancia en
una clínica privada de Seúl, una estancia que se prolongó dos años. Señor Park,
ni siquiera recuerdo haber estado en esta ciudad. No recuerdo nada que sea
anterior al momento que desperté de ese coma hace dieciocho meses. Nada sobre
mi pasado, sobre el lugar donde crecí, sobre mi familia. Mi marido me dijo que
sufrí un accidente de coche y que estuve en coma cuatro días. Ahora... ahora
no sé qué creer.
Donghae se
inclinó hacia delante con el ceño fruncido.
—¿Dónde vivía
usted?
—En Gangwon. Mi
marido era médico. Neurocirujano. —Sacó unos cuantos papeles—. Pero su firma
aparece en mi historial clínico como si hubiera sido el responsable de mi
tratamiento mientras estuve ingresado aquí. Si fuera mi marido, jamás le
habrían permitido hacerlo.
—Cierto, es
imposible. —Donghae cogió los documentos y los ojeó.
—La clínica
privada se incendió hace un año. Una coincidencia muy afortunada, si me lo
permite. En su lugar, se construyó una nueva, pero afirman que todos los
historiales médicos se perdieron en el incendio. No consigo que contesten mis
preguntas. Esperaba que usted me ayudara a hablar con ellos. Fui un paciente.
Tengo derechos.
Donghae estaba
leyendo los documentos que tenía en la mano, página a página.
—Pérdida de
memoria permanente —musitó, al llegar al diagnóstico—. ¿No recuerda detalle
alguno del accidente?
—No. Nada.
—¿Y de los días
posteriores al accidente?
—Me desperté en
Gangwon. Mi marido estaba a mi lado. Tampoco lo recordaba. Fue como empezar de
nuevo.
Donghae siguió
leyéndolo todo frente a él.
—Esto es
insólito. Dice que la parte de su cerebro que sufrió el daño es la responsable
de los recuerdos a largo plazo, más concretamente de los recuerdos personales,
y de la personalidad. ¿Trabaja usted, señor Kim?
—Sí. Soy editor
de una revista especializada en geología. Mi médico de Gangwon parece creer que
la parte de mi cerebro que quedó dañada es la que almacenaba mis recuerdos
personales, de ahí que pueda recordar cosas que haya aprendido a lo largo de mi
vida, como el ángulo de subducción de la placa tectónica de Juan de Fuca, pero
nada sobre el lugar donde lo aprendí.
Al ver que Donghae
la miraba con evidente confusión, Heechul esbozó una sonrisa torcida.
—Lo siento. Se
me olvida que a casi nadie le interesa la geología como me interesa a mí. En la
editorial dicen que soy un bicho raro.
—¡Madre mía!
¡Uf! —Donghae soltó el aire despacio y dejó los papeles en el escritorio.
Después, se frotó la frente con una mano que parecía un tanto temblorosa—. ¿Ha
encontrado algo más en estos documentos?
—Solo esto. —Heechul
sacó la foto de su bolso y se la pasó—. No tengo ni idea de quién es la niña de
la foto, pero... esos ojos me resultan conocidos. Son como los míos.
Donghae se
quedó boquiabierto.
—¡Dios mío!
—¿Qué pasa?
—Es la hija de Jungwoo.
Wooooooooooow
ResponderEliminarCasi,casi frente a su hermano,y ahora ve a su antiguo mejor amigo,le enseña la foto de la niña y BANG......dios
Esto se pone bueno.
Jajajaja que risa que a pesar del tiempo que ha pasado y de los cambios que se han suscitado en la vida de Hee,la relación con su hermano sea la misma,aun y cuando no lo recuerda......lindo
y lo mejor de todo,no tener que esperar días para la actu *0*
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