— ¡No! —resonó con ferocidad a través de la estancia,
haciendo que las paredes temblaran.
Donghae vio que el color abandonaba el rostro de Príapo
al escuchar el chillido. Se escuchó un trueno y, en mitad de un brillante
destello de luz, apareció Afrodita delante de él. Su rostro estaba contraído
como reflejo de la indescriptible agonía que sufría al contemplar el cuerpo
exangüe y frío de Hyukjae.
Incapaz de asimilar lo que tenía delante, miró furiosa a
Príapo.
— ¿Qué has hecho? —le preguntó.
— Fue una pelea justa, madre. O él o yo. No tenía otra
opción.
Afrodita dejó escapar un grito agónico directamente desde
su corazón.
— Invoqué la ira de Zeus y la de las Parcas para
conseguir su libertad. ¿Quién demonios crees que eres para hacer esto? —Miró a
Príapo como si su mera presencia le provocara náuseas—. ¡Era tu hermano!
— Era tu bastardo, pero nunca fue mi hermano.
Afrodita gritó de furia.
— ¡Cómo te atreves!
Cuando la diosa miró de nuevo a Hyukjae, Donghae vio el
dolor que reflejaban sus ojos.
— Mi precioso Hyukjae —sollozó la diosa—. Jamás debí
permitirles que te hiciesen daño. ¡Dulce Citera! ¿A dónde me ha llevado mi
egoísmo? —Cayó de rodillas a su lado—. Te dejé solo cuando debía haber estado
contigo para protegerte.
— ¡Vamos, madre, déjalo ya! —dijo Príapo, como si la
aflicción de su madre hubiese conseguido aburrirlo—. Hyukjae te conocía, igual
que te conocemos nosotros desde el comienzo de los tiempos; no piensas más que
en ti misma y en lo que los demás debemos hacer por ti. Es tu naturaleza. Y, al
contrario que Hyukjae, todos la aceptamos hace eones.
Afrodita no se tomó muy bien esas palabras. De hecho, su
rostro se convirtió en una máscara de granito y se puso en pie con toda la
dignidad y la elegancia que se espera de una diosa.
Arqueó una ceja y miró a Príapo.
— ¿Has dicho que fue una lucha justa? Bien, tengamos una
lucha justa. ¿Estás de acuerdo? Tánatos aún no ha reclamado su alma. Todavía no
es demasiado tarde. Lo único que necesitamos para devolverlo a la vida es que
su corazón comience a latir de nuevo.
Donghae sintió una repentina oleada de calor atravesando
el cuerpo inerte de Hyukjae.
Se echó hacia atrás y observó cómo un aura dorada lo
rodeaba mientras la herida de su costado se cerraba por sí sola y los vaqueros
se desintegraban, siendo reemplazados por unas grebas de oro y unas sandalias.
El resplandor dorado subió hasta cubrir su pecho que, al instante, quedó oculto
a la vista por una antigua armadura dorada, repujada con cuero rojo, y una
túnica. Sobre los brazos aparecieron unas anchas tiras de cuero marrón.
El tinte azulado desapareció de su rostro.
De repente, tomó una profunda bocanada de aire que hizo
que todo su cuerpo se estremeciera, y abrió los ojos, mirando a Donghae con
aquella sonrisa que conseguía derretirle hasta el alma.
Él se mordió los labios mientras la felicidad lo
traspasaba. ¡Estaba vivo!
— ¿Qué diablos pasa aquí? —rugió Príapo.
Sobre ellos apareció una mujer, flotando plácidamente. Su
pelo negro lanzaba destellos mientras miraba con furia a Príapo.
— Como muy bien ha dicho tu madre, ya es hora de que
contemplemos una lucha justa, Príapo. Llevamos retrasándola demasiado tiempo y,
esta vez, no habrá ninguna Alexandria que distraiga a Hyukjae e impida que
lleve a cabo su venganza.
— ¿Qué? —preguntó Afrodita—. Atenea, ¿qué estás diciendo?
— Estoy diciendo que fue él quién la envió
intencionadamente para distraerlo, mientras acudía a refugiarse a tu templo por
temor a la furia de Hyukjae.
Por la cara de Príapo, Donghae supo que era verdad. El
dios curvó los labios en un rictus furioso.
— Atenea, ¡puta traicionera! Siempre lo mimaste.
Atenea se rió mientras se desvanecía en el aire para
volver a aparecer junto a Afrodita.
— Nadie lo mimó nunca. Eso lo convirtió en el mejor guerrero
que jamás salió de las filas espartanas; y eso es lo que va a ayudarle a darte
una buena patada en el culo en este momento.
Hyukjae se puso en pie. La ceñuda mirada con la que
enfrentaba a Príapo consiguió que Donghae sintiera un súbito escalofrío.
Afrodita se movió hasta quedar entre sus dos hijos y,
cuando alzó la mirada hacia Hyukjae, Donghae vio que sus ojos estaban llenos de
orgullo.
— Ésta es la segunda vez que te doy la vida, Hyukjae. Me
arrepiento de no haber sido la madre que necesitaste la primera vez. No tienes
ni idea de lo mucho que desearía poder cambiar el pasado. Lo único que puedo
hacer ahora es darte mi amor y mis bendiciones. —Afrodita miró por encima del
hombro, buscando los ojos de Príapo—. Y ahora dale una buena patada en el culo
a este malcriado.
— ¡Madre! —gimoteó Príapo.
Hyukjae miró a su hermano y balanceó la espada alrededor
de su cuerpo mientras se acercaba a él.
— ¿Estás preparado?
Príapo atacó sin avisar. Pero tampoco es que importara
demasiado.
Donghae se quedó boquiabierto al verlos luchar. Si antes
había pensado que Hyukjae era un buen guerrero, ahora su destreza era
infinitamente superior.
Se movía con una agilidad y una velocidad que jamás
habría creído posibles.
Atenea se puso a su lado. Alzó un brazo y rozó
ligeramente la seda con la que se envolvía.
— Bonito.
Donghae la miró con el ceño fruncido por la incredulidad.
— ¿Están luchando a muerte y tú te dedicas a estudiar
cómo voy vestido?
Atenea se rió.
— Confía en mí; siempre elijo con mucho cuidado a mis
generales. Príapo no tiene ninguna posibilidad frente a Hyukjae.
Donghae volvió a dirigir su atención a los hombres en el
mismo instante que Hyukjae golpeaba a Príapo con su escudo. El dios perdió el
equilibrio, se tambaleó y Hyukjae aprovechó para hundirle la espada en el
costado.
— Púdrete en el Tártaro, bastardo —dijo Hyukjae con
desdén mientras el cuerpo de Príapo se desintegraba entre destellos
multicolores.
Donghae corrió hacia él.
Hyukjae arrojó a un lado la espada y el escudo, y lo alzó
en brazos para girar con él alrededor de la estancia.
— ¡Estás vivo! ¿Verdad que sí? —le preguntó.
— Sí, lo estoy.
Donghae se dejó caer sobre él. Hyukjae lo bajó,
deslizándolo muy lentamente sobre su armadura centímetro a centímetro, hasta
que sus pies se apoyaron sobre el suelo y reclamó sus labios con un beso.
Donghae escuchó que alguien se aclaraba la garganta.
— Discúlpame, Hyukjae —dijo Atenea, al ver que no soltaba
a Donghae—. Debes tomar una decisión. ¿Quieres que te envíe a casa o no?
Donghae se echó a temblar.
Hyukjae lo miró de forma abrasadora y acarició con mucha
suavidad su mejilla como si estuviera saboreando el tacto de su piel.
— Sólo he conocido un hogar en todos los siglos de mi
existencia.
Donghae se mordió el labio mientras los ojos se le
llenaban de lágrimas. Iba a abandonarlo en ese mismo momento. Dios santo, sólo
rogaba tener la fuerza necesaria para soportar el dolor.
Hyukjae se inclinó y le besó la frente.
— Y es con Donghae —susurró sobre su pelo—. Si él me
acepta.
Donghae puso los ojos en blanco; se sentía tan aliviado
que tenía ganas de gritar y reír a la vez, pero sobre todo quería abrazarlo y
retenerlo junto a él para siempre.
— ¡Jesús, Hyukjae! —exclamó con una apatía totalmente
falsa—. No lo sé… Ocupas toda la cama, y llevas unos boxers espantosos… ¿Crees
que voy a poder soportarlo? Si vuelves conmigo tendremos que hacer que
desaparezcan. Y nada de volver a acostarse con los vaqueros puestos por la
noche; me raspan.
Él soltó una carcajada.
— No te preocupes. Para lo que tengo en mente, el nudismo
viene mucho mejor.
La risa de Donghae se unió a la suya mientras Hyukjae le
tomaba la cara entre las manos.
Al intentar besarlo, se alejó de forma juguetona.
— ¡Ah, por cierto! ¿Ésta es tu armadura?
Él le miró ceñudo.
— La misma; o al menos lo era.
— ¿Podemos quedárnosla?
— Si tú quieres… ¿por qué?
— Porque… Mmm cariño —ronroneó Donghae lanzando una
mirada lasciva sobre su fantástico cuerpo—, te queda de muerte. Si te la pones,
te prometo que pasarás un buen rato en la cama cinco o seis veces al día.
Atenea y Afrodita se rieron al unísono.
Aparecieron en la habitación de Donghae con otro de
aquellos destellos cegadores; exactamente en la misma posición que se
encontraban cuando Príapo apareció.
— ¡Eh! —exclamó Donghae enfadado—. ¿Dónde está la
armadura?
Apareció súbitamente junto con el yelmo, la espada y el
escudo, en un rincón del dormitorio.
— ¿Ya estás contento? —le preguntó Hyukjae mientras lo
acomodaba sobre su pecho.
— Delirante de felicidad.
Alzó la cabeza y lo besó de tal forma que Donghae se
estremeció de la cabeza a los pies y gimió al sentir la calidez de su boca
sobre la suya. Al sentir su cuerpo debajo.
Jamás permitiría que volviese a marcharse.
— Por cierto…
Hyukjae se apartó de los labios de Donghae con un gruñido
y alzó la sábana con rapidez para taparlos a ambos con ella.
Donghae la apretó con fuerza a la altura de la barbilla.
— Atenea —dijo Hyukjae—, ¿piensas seguir
interrumpiéndonos?
La diosa no parecía avergonzada en lo más mínimo mientras
se aproximaba a la cama. Llevaba una caja dorada en las manos.
— Bueno, es que se me ha olvidado daros una cosa.
— ¿Qué? —preguntaron al unísono con suma irritación.
Antes de que Atenea pudiese contestar, apareció Afrodita.
—Ya lo tengo —le dijo a Atenea antes de quitarle la caja
de las manos. Atenea se desvaneció.
Afrodita se acercó a la cama, dejó la caja al lado de
Hyukjae y la abrió.
— Si vas a quedarte en esta época, necesitarás varias
cosas: un certificado de nacimiento, un pasaporte, un permiso de residencia…
—Afrodita miró la tarjeta verde y frunció el ceño— No, espera, esto no lo
necesitas. —Y entonces miró a Donghae—. ¿O sí?
— No, señora.
Afrodita sonrió mientras la tarjeta se evaporaba.
— También hay un carné de conducir pero, si aceptas un
consejo maternal, deja que sea Donghae quien se encargue del coche. No te lo
tomes a mal, pero eres un completo desastre al volante. —Y suspiró—. Es una
pena que no tengamos un dios para esas cuestiones. Pero qué se le va a hacer.
—Cerró la caja y se la ofreció a su hijo—. Aquí tienes; puedes echarle un
vistazo luego.
Cuando Afrodita comenzaba a alejarse, Hyukjae se
incorporó en la cama y la cogió de la mano.
— Gracias por todo, madre.
La diosa lo miró con los ojos llenos de lágrimas y le dio
unas palmaditas en la mano.
— Siento muchísimo no haberme enterado de lo que les
ocurrió a tus hijos hasta que fue demasiado tarde. No tienes idea de lo mucho
que me arrepiento de no haberlo descubierto hasta después de que Tánatos
reclamara sus almas.
Hyukjae le dio un apretón cariñoso.
— ¿Me llamarás si necesitas cualquier cosa? —preguntó la
diosa.
— Te llamaré aunque no necesite nada.
Afrodita se llevó la mano de Hyukjae a los labios y la
besó mientras sus ojos se clavaban en Donghae para, de inmediato, volver de
nuevo a su hijo.
— Quiero seis nietos. Como mínimo.
— ¡Eh! —exclamó Donghae sacando de la caja un título
universitario—. ¿Le has dado un título de Licenciado en Historia Antigua? ¿Y de
Harvard?
Afrodita asintió con la cabeza.
— También hay uno de Lengua y Cultura Clásicas. —Miró a
Hyukjae—. No estaba segura de lo que querrías hacer, por eso he dejado que seas
tú quien elija.
— ¿Podemos usarlos de verdad? —preguntó Donghae.
—Claro que sí. Si miras un poco más abajo encontrarás su
certificado de notas.
Donghae lo hizo y al mirarlo jadeó.
— No es justo, ¡sólo hay matrículas de honor!
— Por supuesto —rezongó Afrodita, un poco indignada—. Mi
hijo jamás será un segundón. —Sonrió—. No me molesté en hacer un certificado de
matrimonio. Supuse que querríais encargaros de eso personalmente. Y tan pronto
como Hyukjae decida cuál será su apellido, aparecerá en todos los documentos.
—La diosa rebuscó bajo los papeles y sacó una libreta bancaria—. Por cierto, he
convertido el dinero que tenías en Macedonia en dólares para que puedas usarlo
aquí.
Donghae abrió la libreta y se quedó con la boca abierta.
— ¡Jesús, María y José! ¡Eres asquerosamente rico!
Hyukjae se rió a carcajadas.
— Ya te lo dije, se me daba muy bien lo de conquistar.
Afrodita alargó una mano y el libro donde Hyukjae había
estado atrapado apareció entre sus brazos.
— También pensé que te gustaría buscar un lugar seguro
donde guardar esto.
Hyukjae se quedó boquiabierto mientras cogía el libro de
las manos de su madre.
— ¿Me estás encargando la custodia de Príapo?
Afrodita se encogió de hombros.
— Te mató. No podía dejar que se marchara sin castigarlo
de algún modo. Acabará saliendo si es un buen chico.
Donghae casi se sentía apenado por el pobre Príapo.
Casi.
Afrodita se inclinó y besó a Hyukjae en la mejilla.
— Siempre te he querido. Pero no he sabido cómo
demostrarlo.
Él asintió con la cabeza.
— Supongo que eso suele pasar cuando tu madre es una
diosa. No puedes esperar fiestas de cumpleaños y comidas caseras.
— Eso es cierto, pero te he dado muchos otros regalos que
a tu novio parecen gustarle muchísimo.
—Hablando de eso —la interrumpió Donghae, repentinamente
asaltado por un pensamiento—, ¿no podemos deshacernos de ése que hace que otros
se sientan atraídos por él como por un imán?
La diosa lo miró con una expresión divertida.
— Niño, mira bien a este hombre. ¿Quién en su sano juicio
no lo querría en su cama? Tendría que dejarles ciegos a todos o hacer que
Hyukjae engordara y se quedara calvo.
— Déjalo, no importa. Acabaré acostumbrándome.
— Eso creo yo.
Afrodita desapareció tras el comentario.
Hyukjae envolvió a Donghae entre sus brazos y lo acercó a
él de nuevo.
— ¿Estás dolorido?
— No, ¿por qué?
— Porque tengo la intención de pasarme el día entero
haciéndote el amor.
Donghae le mordisqueó la barbilla.
— Mmm, me gusta esa idea…
Hyukjae lo besó.
— ¡Ah, espera! —exclamó alejándose de sus labios.
Donghae frunció el ceño mientras Hyukjae salía de la cama
para coger libro, arrojarlo al pasillo y cerrar la puerta después.
— ¿Qué estás haciendo? —le preguntó.
Hyukjae volvió a la cama con su característico andar
lento y ágil que lo dejaba sin aliento y conseguía encenderle. Trepó al lecho
con la misma gracia que un animal salvaje, desnudo y sigiloso, y recorrió su
cuerpo con una mirada lujuriosa y ardiente.
— Puede escuchar todo lo que decimos. Y, personalmente,
no quiero tenerlo al lado mientras hago esto.
Donghae jadeó cuando Hyukjae la puso de costado,
acercándole a él.
— O esto —siguió él, deslizando una mano entre sus muslos
y acariciándolo con manos expertas.
Se acurrucó contra la espalda de Donghae.
— Y sobre todo, no quiero que escuche esto.
Enterró sus labios en el cuello de Donghae mientras
deslizaba la mano por el interior de sus muslos para separarle las piernas e
introducirse en él hasta el fondo.
Donghae gimió de satisfacción.
— He estado esperándote dos mil años, Lee Donghae —le
susurró al oído—, y cada segundo de espera ha merecido la pena.
Un año después
Hyukjae abrió la puerta de la habitación del hospital.
Junto a su madre y a Judith, entró sin hacer ruido, ya que no quería molestar a
Donghae si estaba descansando.
El miedo lo atenazó al verlo tumbado en la cama. Su
aspecto lo aterrorizaba, estaba muy pálido y parecía indefenso. No podía
soportar verlo a sí.
Él era su fuerza. Su corazón. Su alma. Todo lo que era
bueno en la vida. La idea de perderlo le resultaba insoportable.
Donghae abrió los ojos y les sonrió.
— Hola —dijo en un susurro.
— ¡Hola guapo! —le contestó Judith—. ¿Qué tal estás?
— Exhausto, pero muy bien.
Hyukjae se inclinó y lo besó.
— ¿Necesitas algo?
— Tengo todo lo que siempre he deseado —le contestó con
el rostro radiante.
Hyukjae le sonrió.
— Bueno, ¿dónde están mis nietos? —preguntó Afrodita.
— Se los han llevado para pesarlos —contestó Donghae.
Y, como si las hubiesen llamado, las enfermeras entraron
en ese instante empujando las cunas. Comprobaron los brazaletes de Donghae y
los de los bebés y salieron en silencio.
Hyukjae se apartó del lado de Donghae lo justo para coger
en brazos a su hijo con mucho cuidado. La alegría lo inundó al acunar al
diminuto bebé. Donghae le había dado mucho más de lo que jamás imaginó que
tendría. Y mucho más de lo que se merecía.
— Éste es Lee Hyungsik —dijo mientras lo depositaba en
brazos de Afrodita para coger a su hija— Y ésta es Lee Haru —y la colocó sobre
el otro brazo de su madre.
Los labios de Afrodita comenzaron a temblar cuando miró a
su nieta.
Las lágrimas brotaron de los ojos de la diosa mientras
contemplaba a sus dos nietos.
— ¡La de regalos que tengo para vosotros!
— ¡Mamá! —la interrumpió Hyukjae con brusquedad—. Por
favor, nada de regalos. Tu amor será suficiente.
La diosa se limpió las lágrimas y soltó una carcajada.
— De acuerdo. Pero si cambiáis de opinión, decídmelo.
Donghae observó a Hyukjae mientras éste acariciaba la
cabeza pelona de Hyungsik. No lo habría creído posible pero, en ese momento, lo
amaba aún más que antes.
Cada día pasado junto a él había sido una bendición.
— ¡Ah, por cierto! —exclamó Judith mientras cogía a Haru
de los brazos de Afrodita—. Fui ayer a la librería y Príapo no estaba. Hace
unos días que hubo luna llena. ¿Alguien quiere apostar a que en estos momentos
está practicando sexo salvaje y desenfrenado con alguien?
Todos se rieron. Excepto Hyukjae.
— ¿Te pasa algo? —le preguntó Donghae.
— Supongo que me siento un poco culpable.
— ¡¿Culpable?! —exclamó Judith con incredulidad—. ¿Por
Príapo?
Hyukjae señaló con un gesto a Donghae y a los niños.
— ¿Cómo podría guardarle rencor? Sin su maldición jamás
os tendría a ninguno de vosotros. Fue una pesadez pero debo admitir que mereció
la pena.
Todas las miradas se clavaron, expectantes, en Afrodita.
— ¿Qué? —preguntó ella con fingida inocencia—. ¡No me
digas que quieres que lo libere! Ya te lo dije, lo haré cuando aprenda la
lección…
Judith meneó la cabeza.
— Pobre Príapo —dijo dirigiéndose a Haru—. Pero fue un
chico muy, muy malo.
La puerta se abrió en ese instante y una enfermera se
asomó, indecisa.
— ¿Doctor Lee? —se dirigió a Hyukjae—, hay una pareja
aquí fuera que dicen ser familiares suyos. Ellos… mmm… —bajó la voz hasta
hablar en un murmullo— son moteros.
— ¡Eh, Hyukjae! —lo llamó Eros desde detrás de la
enfermera—. Dile a Atila el Huno que somos de fiar para que podamos entrar a
babear sobre los bebés.
Hyukjae soltó una carcajada.
— Está bien, Trish —le dijo a la enfermera—. Es mi
hermano.
Eros le hizo una mueca burlona a Trish mientras entraba a
la habitación junto a Psique.
— Que alguien me recuerde que tengo que dispararle una
flecha de la mala suerte al salir —comentó mientras la enfermera cerraba la
puerta.
Hyukjae lo miró con una ceja arqueada.
— ¿Tengo que confiscarte de nuevo el arco?
Eros le contestó con un gesto grosero y se acercó a Judith
para tomar en brazos a Haru.
— ¡Ooooh! Menuda rompecorazones que vas a ser. Apuesto a
que vas a tener a montones de niños corriendo detrás de ti.
Hyukjae perdió el color del rostro y miró a su madre.
— Mamá, hay un regalo que me gustaría pedirte.
Afrodita lo observó, esperanzada.
— ¿Te importaría hablar con Hefesto para que hiciera un
cinturón de castidad apropiado para Haru?
— ¡Hyukjae! —balbució Donghae con una carcajada.
— No tendría que llevarlo durante mucho tiempo; sólo
treinta o cuarenta años.
Donghae puso los ojos en blanco.
— Menos mal que tienes a tu appa —le dijo al bebé que
Eros sostenía—, porque tu papi no es nada divertido.
Hyukjae alzó una ceja con un gesto arrogante.
— ¿Que no soy divertido? —repitió—. Divertido… eso no es
lo que dijiste el día que concebiste a estos dos…
— ¡Hyukjae! —exclamó Donghae con el rostro arrebolado.
Pero ya hacía tiempo que sabía que era incorregible.
Y lo amaba tal y como era.
Fin
Me enamore de mi lindo monito y después llore con hae y te doy gracias por hacer esta adaptación gracias nos vemos cuídete mucho
ResponderEliminarEse extraño momento en que quieres abrazar a Afrodita y apachurarla xD Después de esto le perdono todo los errores que tuvo con Hyuk. Casi aplaudo cuando Hyuk se puso de pie y luego cuando por fin Hyuk derrotó a Príapo, es horrible estar en ese libro así que espero que aprenda la lección pronto.
ResponderEliminarFue hermoso cuando HyuJae decidió quedarse con Hae y luego cuando afrodita le da esa caja con lo cual solucionaban muchos problemas, prácticamente les construyó una vida nueva a Hyuk, una vida para que la pase con Hae que es lo mejor...eso sí sin conducir xD
La escena final con todos en el hospital compartiendo la felicidad por la llegada de los bebés, es hermosa y más al imaginarme lo felices que son Hae y Hyuk porque nadie más que ellos se merecen que todas las cosas les salgan bien.
Es triste llegar al final y más con está adaptación que me encantó de principio a fin.
Gracias por adaptarla.
Nos leemos en tus demás proyectos ^^
ahh!!! me encanto!!! mucho mucho!!!
ResponderEliminarque historia la de estos dos, sabemos que el monito sufrio muchoooooo
pero como èl mismo lo dijo, todo valio la pena!!!
que hermosos todos! XD jajajaja me rei como loca!
a la vez que llore como mensa!!! ♥ ame cada capitulo!!!
HyukJae de macedonia! XD ese nombre nunca lo superare!
maravilloso, gran final ellos juntos con sus bebes gracias Yota por la adaptacion amo el eunhae son mis favoritos.....
ResponderEliminarUn nuevo Eunhae que acaba, la verdad es que leí la saga original y si es verdad que la vas a seguir soy doblemente feliz porque se que el Eunhae volverá a hacer apariciones!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarFue perfercta... de verdad es una de mis adaptaciones preferidas... gracias por traernos esta historia n.n
ResponderEliminarOhhh le pusiste Haru y Hyunsick *^* los nombres que más amo xD espero continúes porque lo amo Hyukkie todo lindo y Hae igual, es una saga verdad? Dddhdhdjdkdkfkkd soy tu fan en serio y no se porque tenía la impresión que Kangin aparecería xD en fin cuídate *^*
ResponderEliminarAwww!! Mee encantoooo!! De verdaad me enamoreende esta historiaa.... Hahahaha
ResponderEliminarPriapo obtuvo su merecido,además todo mundo sabia que era un cobarde e inutil....mandar a alguien para que distraiga a Hyuk y así él poder escapar......menudo valiente.....¬¬
ResponderEliminar*0* juntos para toda la eternidad.....así es como debe de ser.
dios,tuvieron gemelos,ya ahora solo le faltan 4 más para cumplir la petición de afrodita *0*
hyukjae todo celoson cuando Haru sea mayor
me ha encantado vecina,le había dicho que ya había leido la historia igual en un eunhae,pero la chica omitio como la mitad de la historia,no recuerdo haber leido muchas cosas que usted si contemplo...gracias