Doble Riesgo- Capítulo 4




—¡Un minuto por favor! —gritó, mientras miraba a su alrededor en busca de algo con lo que cubrir su casi total desnudez, tomó su camisa y la usó como un escudo al acercarse a la puerta con la intención de abrirla un poco, pero no pudo hacerlo con la mano izquierda y, para su horror, la puerta se abrió de pronto.

La puerta le golpeó el pie, lo que le provocó un grito de dolor; y, cuando se echó para atrás, la rodilla herida chocó contra el respaldo de una silla de madera y el movimiento le hizo caer sobre la cama.

—¿Qué demonios...? —preguntó Yesung abriendo la puerta por completo.

—No es nada... sólo un golpe —balbuceó Wook aferrándose a la camisa.

—Parece que la rodilla se te va a hinchar —repuso Yesung acercándose a examinarla con una amabilidad que a Wook le pareció increíble.

—Ya no me duele —mintió y se apresuró a taparse los muslos con una toalla que había encontrado encima de la cama. Una dulce sensación prohibida empezó a invadirle cuando Yesung empezó a acariciarle el pie.


—No es nada —repitió Wook, a la vez que pensaba desesperado cómo era posible que la contemplación del cabello que tenía en la nuca, le dejaran el cerebro en blanco.

—Voy a buscar algo de hielo —dijo Yesung cuando se enderezó.

—No te preocupes, Yesung, de verdad.

Wook odiaba el hecho de sentirse tan expuesto y desvalido. La presencia de Yesung llenaba la habitación con la fuerza de su magnetismo masculino. Estaban empezando a apoderarse de él sensaciones tan intensas que se estremeció.

—¿De qué tienes miedo? —preguntó Yesung con aire distante y se puso de pie.

Wook lo recorrió con la mirada; la tensión que vio entre sus piernas le indicó que él también estaba excitado.

—Vete, por favor, Yesung —musitó.

—¿Por qué has venido aquí, Wook? —preguntó Yesung con actitud pensativa y casi sin emoción.

—Ya lo sabes. Para ver a mis hijos —respondió enfadado.

Pero entonces cometió el error de mirarlo a los ojos. Y lo vio recorrer las líneas de su cuerpo con una intensa mirada.

—¿Se te ha ocurrido pensar que habría aquí un lugar para ti ahora que Sunjoon ha muerto? Supongo que puede ser la solución perfecta ahora que empiezas a pasar de la edad adecuada para exhibirte ante las cámaras. Además, supongo que ninguno de los hombres con los que has tenido... —hizo una pausa para darles mayor fuerza a sus palabras—... aventuras te ha ofrecido matrimonio. Después de haberte divertido quieres establecerte, y qué mejor que hacerlo con el hombre que te arrebató la virginidad y te dio un par de hijos que viven con él, ¿no es cierto?

—¡Sal de aquí!

Con el rostro rojo de la furia y vergüenza, Wook tuvo que reconocer que lo que decía Yesung tenía parte de verdad. A pesar de que había sentido mucho la muerte de Sunjoon, en algún oscuro rincón de su subconsciente había llegado a preguntarse si podría ocupar el lugar de su primo en la vida de sus hijos.

Yesung levantó una mano y con el dedo índice hizo salir el camafeo de su refugio para sostenerlo en la palma de la mano.

—¿De quién es el retrato que llevas aquí?

Tembloroso, y consciente de que él atribuiría su rubor a la culpa, le arrebató el portarretratos y miró a Yesung furioso.

—Ya he dicho antes que no es de nadie —contestó enfadado—. Sal de aquí, Yesung.

—Con mucho gusto.

Yesung dio media vuelta, salió y cerró la puerta... y Wook empezó a temblar desesperado.

Yesung le había dejado encima de la cama una enorme camiseta con el obvio propósito de que se la pusiera para dormir. Estaba a punto de ponérsela, cuando las lágrimas empezaron a fluir de sus ojos. 
Entonces con una mano temblorosa, logró ponerse la camiseta y después esperó un momento, hasta que sus sollozos se tranquilizaron. Salió entonces de su habitación para dirigirse al cuarto de baño que se encontraba al final del pasillo.

Cuando volvió a su habitación, se encontró con que en la mesilla de noche había una bolsa de plástico llena de hielo colocada sobre un tazón. Wook se sintió invadido por un extraño sentimiento, que se negó a aceptar.

El hielo le ayudó a disminuir el dolor. Cuando se encontró mejor, se metió en cama, muy cansado y asustado al haber descubierto que todavía sentía una violenta y elemental atracción hacia Yesung.
Y también que él lo deseaba tanto como lo despreciaba.

Wook no podía dormir y lo que le mantenía despierto era el vergonzoso placer que sentía al saberse objeto del deseo de Yesung. La ternura y los besos que Yesung le había ofrecido cuando habían hecho el amor no eran suyos, sino de Sunjoon. Pero por fin tenía algo propio.

Y nada, ni siquiera el desprecio que sentía hacia sí mismo, lo haría desaparecer.

Quizá, pensó mientras empezaba a quedarse dormido, esa era la razón por la que no había sido capaz de enamorarse a pesar de sus esfuerzos. Dos años después de salir de allí, había conocido a un hombre al que respetaba y casi había llegado a enamorarse de él. Era agradable, amable e inteligente, pero ninguna de las veces que habían hecho el amor había llegado a sentir algo más que un leve placer.

No era justo para él, y Wook había tenido que poner fin a esas relaciones aunque sabía que así le había roto el corazón. No le habían quedado ganas de repetir la experiencia. Los demás hombres con los que había llegado a salir siempre habían sabido que no estaba dispuesto a acostarse con ellos, pero se daban por satisfechos pudiendo exhibirse acompañados de uno de los modelos mejor pagados. Sólo aquellos hombres y él sabían la verdad, y él no iba a decírsela a nadie.

Ni siquiera a Yesung, que podía seguir pensando lo que quisiera.


A la mañana siguiente lo despertó una llamada a la puerta y la consiguiente llegada de una mujer que llevaba una bandeja. Todavía medio aturdido por el sueño, Wook no supo durante un consternante y terrible momento dónde se encontraba.

-Qué tal, Wook, ¿te acuerdas de mí? —preguntó la mujer al darse cuenta de su confusión mental—. Soy Choi Bada. Anoche tuviste un accidente y Yesung te trajo aquí.

—Por supuesto que me acuerdo de ti —le aseguró Wook mientras se incorporaba en la cama—. ¿Cómo está tu esposo?

Choi Bada dejó la bandeja encima de la mesilla de noche y arregló las almohadas de la cama antes de pasar la bandeja al regazo de Wook.

—Los dos estamos bien, gracias.

Mientras hablaba, la buena señora untó mantequilla en la tostada, para facilitarle el desayuno a Wook.

—Esto huele delicioso, pero no deberías haber esperado a que me despertara.

—Yesung me ha dicho que te hacía falta descansar. Los niños querían venir, pero me las he arreglado para convencerlos de que todavía estarías aquí cuando volviesen de la escuela. Les encanta exagerar y se han divertido mucho andando de puntillas y hablando en susurros. Yesung ha ido a tu hotel y ha traído todas tus cosas, así que no tendrás que volverte a poner la misma ropa.

—Qué amable.

—Así es él; siempre dispuesto a ayudar a los amigos. Aunque ha tenido que renunciar a muchas cosas desde la muerte de Sunjoon.

—¿Y cómo os las habéis arreglado?

Bada abrió las cortinas.

—Al principio fue muy difícil. Los niños andaban de un lado a otro como pequeñas almas en pena y yo dedicaba casi todo mi tiempo a consolarlos en lugar de hacer los trabajos que eran necesarios en la casa; sin embargo, lo peor ya ha pasado —arregló un adorno de la mesilla de noche—. Yesung se ha comportado de una forma maravillosa con ellos y todos los atendemos lo mejor que podemos, pero no es lo mismo que tener a su appa con ellos.

—Me gustaría que uno de estos días hablásemos de Sunjoon.

—El preguntaba mucho por ti.

—¿Por mí? —preguntó Wook incrédulo.

—Hacia el final. Pero tú no llegaste.

Wook palideció. ¡Cómo debía odiarlo Yesung por haber despojado a Sunjoon de esta última satisfacción! Pensar en que Sunjoon lo había llamado en vano le provocó un dolor que nunca desaparecería.

—A nadie se le ocurrió decirme que estaba enfermo —dijo con un hilo de voz.

El ama de llaves no parecía muy convencida, pero después de asegurarle a Wook que volvería a ayudarle a vestirse, salió de la habitación.

¿Por qué, después de tantos años de silencio, habría querido verlo Sunjoon? Mientras se tomaba el desayuno de manera mecánica, pensó en varios motivos, hasta que el sentido común le indicó que nunca lo sabría, así que era inútil preocuparse. Lo que le dejó libre para centrarse en el comentario que había hecho el ama de llaves en el sentido de que los niños necesitaban un ppa. Y un appa para los gemelos significaría un esposo para Yesung.

Era extraño; a Wook no se le había ocurrido pensar en la posibilidad de que Yesung se volviese a casar, lo que por supuesto haría. Aunque tuviese el corazón enterrado con Sunjoon, era un hombre demasiado viril, potente e irresistible para conservar el celibato durante mucho tiempo.

Horrorizado por el profundo rechazo que la idea le produjo, trató de encontrar una razón lógica a su reacción. Por supuesto, si él se volvía a casar su nuevo esposo se convertiría en padrastro de los gemelos, y esa relación auguraba el desastre.

Wook tendría que continuar manteniendo su paternidad en secreto. El nunca llegaría a ser nada más que un intruso en aquella casa, pensó una hora después, cuando después de tomar una ducha y cambiarse, descansaba con el pie encima de un taburete frente a él.


Estaba en el invernadero, que había sido construido un año después de que Sunjoon se casara con Yesung. Tras la muerte de su padre, Sunjoon había usado parte de su sustanciosa herencia contratando a un decorador de Sydney, y el invernadero había sido idea de él.

Wook recordaba perfectamente la emoción de Sunjoon, y también los amargos comentarios de su madre acerca de la estupidez de ese gasto. En el lapso transcurrido entre una temporada de vacaciones y la siguiente, la totalidad de la casa había sido redecorada.

Mouserabbit era clásica tanto en diseño como en ambiente, y debería haber sido decorada acorde con su intemporal elegancia, no según la moda de la década.

En aquel momento tenía cierto aire de abandono, que se advertía incluso en las plantas.

A Mouserabbit le hacía falta mucha atención, en especial a los jardines, que a gritos clamaban por un nuevo diseño que aceptase su realidad subtropical y la tornase como punto de partida.

Si él viviese ahí, pensó Wook, con una rigurosa exclusión de Yesung de su mente, disfrutaría mucho llevando a la casa y al jardín a la época de fines del siglo anterior.

Cuando los niños llegaron a casa en el autobús escolar, Wook se encontraba sumido en un aburrimiento total. Los niños entraron riendo y gritando, pero sus voces se suavizaron cuando se acercaron al invernadero. Permanecieron una al lado de la otra en la puerta.

—Hola —los saludó sonriente—. ¿Han pasado un buen día?

—Sí, gracias —respondió Heecheol.

—Hemos tenido examen de ortografía —comentó el travieso Hakyeon con aires de gran importancia
—. Yo he tenido un error y Heecheol ninguno.

—Felicidades —Wook dejó a un lado la revista que estaba leyendo—. ¿Queréis venir a hablar un rato conmigo, o tenéis que hacer los deberes?

—Primero tenemos que cambiarnos y después vamos a comer algo y a hacer los deberes —explicó Heecheol, mientras su hermano parecía estar más dispuesto a responder a la necesidad no expresada de compañía de Wook.

—Si quieres, podríamos traer aquí nuestra comida y los deberes —propuso Hakyeon—. Papá nos ha dicho que anoche tuviste un accidente. ¿Qué te pasó?

—Me distraje —les explicó Wook con pesar—, y no vi un coche. Frené con tanta fuerza, que terminé en la cuneta y me torcí la muñeca.

—Además tienes el pie herido —señaló Heecheol.

Sí, a ese niño no se le podía engañar. Era como su padre, pensó Wook.

—No es nada grave —aseguró con una sonrisa—. El vendaje parece muy aparatoso, pero es que a la señora Choi le gusta mucho practicar.

—Tiene un certificado en primeros auxilios —intervino Hakyeon con una risilla—. Practicaba con Heecheol y conmigo la forma de vendar y nosotros la ayudábamos a estudiar y le hacíamos preguntas mientras preparaba la cena.

—Vamonos, Haky —dijo Heecheol—. Si la señora Choi nos da permiso, traeremos aquí nuestra tarea.

Wook los observó irse con algo parecido al dolor. ¿Cómo era posible amar tanto a dos niños a los que prácticamente no conocía? ¿Sería que durante aquella única semana que había pasado con sus bebés se habían forjado lazos indisolubles? Por lo menos para él, pensó con amargura, pues era obvio que a los niños no les había ocurrido. Con toda seguridad, lo único que sentían era curiosidad hacia el invitado de su padre.

Una hora después, Wook estaba oyendo a Hakyeon leer los datos que había sacado de una enciclopedia y que necesitaba para un trabajo sobre volcanes, mientras Heecheol trabajaba con intensa concentración en una carta para su abuela. A través de la niebla de su emoción, la mirada de Wook iba de uno de ellos al otro.

De pronto, y con el semblante iluminado por la alegría, Hakyeon se puso de pie.

—¡Papá ha vuelto! —exclamó apartando el libro y corriendo hacia la puerta, seguido con más calma por Heecheol.

Cuando se quedó a solas, Wook respiró hondo un par de veces para tratar de calmarse y tomó una de sus revistas, aunque pasaba las páginas sin conseguir leer nada.

La voz de Yesung en el vestíbulo le hacía sentirse invadido por un doloroso deseo. Lo oyó reír, y pensó con una profunda tristeza que casi nunca había oído su risa, ni siquiera cuando Sunjoon vivía. 
A semejanza de Heecheol, era un hombre reservado, lo cual aumentaba su tremendo atractivo, añadiéndole un toque de desafío.

«Esa es una idea arriesgada», se dijo Wook secamente.

Al oír por sus pisadas que se dirigía hacia el invernadero, miró a la puerta, mientras que desde lo más profundo de su ser surgía un fuego que se incrementó cuando Yesung entró, moviéndose con la gracia de un animal salvaje. La cercanía de sus hijos parecía suavizar la dureza de sus facciones.

«Lo amas», se dijo, incapaz ya de continuar negando los gritos de su corazón. «Lo amas desde que tenías catorce años de edad, y vas a amarlo hasta el día en que mueras».

—¿Qué tal? ¿Cómo te encuentras? —preguntó Yesung totalmente ajeno a los pensamientos de Wook.

Consciente de la observación de dos pares de ojos infantiles, Wook se las arregló para sonreír.

—Mejor, gracias. Creo que dentro de uno o dos días estaré casi bien.

«Y podré irme», debió haber dicho, pero aquellas palabras se negaron a salir de su boca, a pesar de que el sentido común le decía que cuanto más tiempo pasara en Mouserabbit, más difícil le resultaría acostumbrarse a vivir sin Yesung y los niños; pero para su solitario corazón era refrescante estar allí y quería aprovechar cada momento.

—Él sabe mucho acerca de volcanes -dijo Hakyeon.

—Es el señor Park —lo corrió Yesung—. No él.

—Wook —se apresuró a decir Wook—. Si me llamáis señor Park haréis sentir como un maestro de escuela, cosa que no soy.

—Decir Wook es como hablarle a un amigo —comentó Heecheol mirándolo, y en su voz había algo más que un parecido a la entonación de su padre.

—No creo que nos conozcamos todavía lo suficiente para ser amigos —afirmó Wook—, pero preferiría que me llamarais así, si es que vuestro padre lo permite.

Wook miró hacia Yesung.

—De acuerdo —asintió él después de un momento.

Era una pequeña rendición, y él lo sabía, así como también, pensó Wook con perspicacia, lo sabían los niños.

—Papi —dijo Hakyeon a la vez que tiraba de la mano de su padre—, ¿sabes que se paró al borde del cráter de un volcán en Vanuatu para que le hicieran algunas fotos? Dice que hacía calor, que olía muy fuerte.

—No tenía idea de que el trabajo de modelo pudiera ser peligroso —aseguró Yesung con ironía y el ceño fruncido.

-En pocas ocasiones —admitió Wook—, pero de vez en cuando surgen editores voraces de revistas con afán por lo extraño —subrayó la palabra «voraces» con delicada burla. Yesung arqueó las cejas y Wook se alegró de haberlo impresionado—. Por suerte, en aquella ocasión las fotografías salieron muy bien. No como aquella vez que tuve que posar con un león. El miedo se me notaba en la mirada, que no tenía nada de sofisticada ni de sensual y en vez de mostrar su nobleza, el león se las arregló para demostrar su evidente hambre.

Los niños tenían los ojos abiertos de par en par, Yesung los observó a ambos y luego miró muy serio a Wook para darle a entender que se estaba dando cuenta de su juego. Wook reconoció la amenaza implícita en su mirada, pero pensó en que él también sabría actuar.

Después de salir Yesung, los niños se apresuraron a terminar los deberes, pues querían ir a ver a sus ponies. Wook les pidió que le hablaran de los caballos y ellos con mucho gusto se los describieron. El de Heecheol se llamaba Zea y Vixx el de Hakyeon. Los niños estaban inscritos en el club local de equitación e iban a cabalgar todos los sábados. Y era obvio que esa actividad les encantaba.

—¿Sabes cabalgar? —preguntó Hakyeon.

—No —respondió Wook con un movimiento de cabeza.

—Nuestro appa lo hacía muy bien —comentó Heecheol con calma—. Papá dice que él era el mejor del mundo.

—Es cierto —confirmó Wook, haciendo un esfuerzo para impedir que los ojos se le llenaran de lágrimas—. Cuando montaba, parecía que era parte del caballo.

—¿Es que tú...? Ah, sí, a veces venías aquí de visita, ¿verdad?

—Sí, la primera vez vine cuando tenía once años de edad y la última a los dieciséis.

—¿Qué pasó? ¿Por qué no viniste más?

¿Qué había pasado? Que el mundo se había acabado.

—Mi trabajo me llevó muy lejos de aquí y, después murió mi madre y ya no tuve motivos para volver.

—¿También tu mamá tenía cáncer? —preguntó Hakyeon con un hilo de voz.

—No, bonito, la atropello un coche en Incheon al cruzar una calle.

—¿Están listos? —preguntó Yesung. Wook no lo había oído llegar.

—¿Podría ir con ustedes? —preguntó Wook, a lo cual Yesung tuvo que acceder por encontrarse los niños presentes.

A Wook todavía le dolía un poco el pie, pero se puso un par de zapatillas y decidió disfrutar de los preciosos momentos que iba a pasar con sus niños. Y con Yesung.

Cuando salió de casa, Wook se dio cuenta de que Yesung ya tenía lista la furgoneta. El club hípico no quedaba lejos y podrían haber ido a pie, lo que significaba que era una deferencia hacia él.

Durante el corto y agradable viaje, Yesung y Wook fueron en el asiento de adelante, mientras que el de atrás estuvo ocupado por los niños y por Melo, la perra, que disfrutaba del paseo asomada a la ventana. Los niños hablaban muy animados y el perro jadeaba, pero en el asiento delantero el silencio era absoluto. Con los ojos casi cerrados, Wook observaba a través de sus pestañas las fuertes manos de Yesung sobre el volante.  Sabía que esas manos podían ser tan crueles como el mismo.

Pero a pesar de todo, lo amaba. Y, a lo largo de los años transcurridos, a cualquier hombre que conocía lo comparaba con él.

Yesung nunca llegaría a amarlo, pues su corazón yacía en la sepultura de su fallecido esposo. Y nunca lo perdonaría, ni a sí mismo tampoco, por la traición de que habían hecho objeto a Sunjoon, aunque sus hijos fueran fruto de esa traición.

Cuando llegaron, Yesung aparcó tan cerca como pudo de la valla y los niños se asomaron muy emocionadas por la ventanilla para darles a sus ponies sendas zanahorias cosechadas en la misma granja.

De pronto, se acercó a ellos el enorme caballo de Yesung. e ignorando niños, perro y ponies, metió la cabeza por la ventanilla delantera para acercar la nariz al pecho de su amo para pedir comida y, más que nada, su afecto.

Yesung era el eje alrededor del cual todos ellos giraban  Era evidente que sus hijos lo adoraban y Wook sabia, por su experiencia en el pasado, que el personal que trabajaba a sus órdenes lo respetaba.

El habría hecho cualquier cosa para hacerlo feliz, de modo que le parecía irónico estar inquietándolo con su insistencia en ver a los niños.

A Wook le turbó comprender que así como lo amaba, también sentía un amargo resentimiento contra él por haber sido feliz mientras él se mantenía en el exilio.

—Wook, mírame! —exclamó el entusiasmado Hakyeon, que ya había subido a su pony.

Wook sabía que Yesung no les permitiría a los niños intentar nada peligroso, y aunque se llegasen a caer del caballo, tenían la cabeza bien protegida por un casco.

Pero de cualquier manera, se puso muy nervioso al ver a Hakyeon al trote sobre el pequeño animal. 
De pronto, Hakyeon hizo al pony acelerar el paso, pero su padre inmediatamente le ordenó detenerse y, aunque el niño hizo una mueca, obedeció.

Cuando, al cabo de un rato, Yesung indicó que ya era hora de volver, el travieso Hakyeon hizo cabalgar de nuevo a su caballo, que casi inmediatamente resbaló e hizo caer al niño.

Wook lanzó un grito y corrió tan rápido como pudo, pero Yesung llegó antes que él y ayudó al niño a levantarse del suelo.

—Vuelves a hacer eso —le dijo con calma—, y te encierro durante un año.

Al ver las lágrimas de Hakyeon, Wook pensó que Yesung era demasiado severo.

—Estoy seguro de que ya ha aprendido la lección —dijo, pero la agresiva mirada que Yesung le dirigió le hizo callarse.

Cuando todos se dirigían a la furgoneta para volver a casa, Yesung insistió en ayudarle al ver su palidez. Y, cuando llegaron a casa, inesperadamente lo tomó en brazos para llevarlo al interior. Y, a pesar de sus protestas, no lo bajó hasta que lo dejó en su cama.

Sentirse en aquellos fuertes brazos, percibir el movimiento de su tórax al respirar y notar el palpita: de su pulso en su cuello y su leve olor a sudor, fue demasiado para Wook.

Tenía ganas de maldecir y de decir muchas cosas, pero al ver que los niños los habían seguido se 
contuvo

—Bueno, si mañana te duele la espalda —comentó en son de broma—, no me culpes a mí. Los niños son testigo de que quería que me bajaras.

Ellos asintieron y rieron muy divertidos.

Yesung miró hacia sus hijos, y en ese momento Wook vio que tras la dura actitud que él mostraba ante el mundo, sentía por sus hijos un amor que llevaba acumulando durante años y que apenas empezaba a igualar.

No obstante, les debía diez años de amor y ya encontraría el modo de dárselos.

Después de calzarce algo comodo, Wook se dirigió hacia el comedor.

La única novedad que encontró Wook en la habitación, fue la fotografía de Sunjoon enmarcada en plata y encima de un mueble. A un lado del retrato podían verse dos camelias rosas colocadas en un pequeño florero de cristal, que hacia parecer el lugar como una pequeña capilla.

Wook tragó saliva y miró a su alrededor. La primera vez que había llegado a Mouserabbit estaba tan acostumbrado a vivir en apartamentos pequeños que le había resultado muy extraño saber que en una casa de tantas habitaciones vivían sólo dos personas. Mouserabbit había sido construida en la época en que las familias eran numerosas, por lo que estaba provista de ocho dormitorios y una variedad de habitaciones para atender de modo adecuado a los invitados.

A la hora de cenar, Wook se ofreció a ayudar a aderezar la ensalada y calentar la sopa, que era todo lo que Bada había dejado pendiente antes de irse a su casa, pero Yesung no se lo permitió.

—Nosotros somos unos expertos, ¿verdad, niños? —y los tres se pusieron a prepararlo todo.

Wook sabía que debía disfrutar, pues quizá no volvería a estar con ellos; pero estaba preocupado.

¿Por qué Yesung no entendería su necesidad de formar parte de la vida de sus hijos, aunque fuese de forma mínima?

¿Lo consideraría como una traición más hacia Sunjoon? Wook pensaba que a Sunjoon no le habría importado que los tratara, ¿pero tendría razón al creerlo así?

—...y él ha dicho que para mí sería muy difícil trepar hasta arriba —dijo Hakyeon mientras cenaban

— Así que he tenido que ir.

Yesung lo miró.

—¿Has llegado?

—No —respondió el niño con un gesto—. Las rama? están demasiado separadas. Pero yo voy a intentarlo muchas veces hasta hacerlo bien.

—Pero con mucho cuidado, no vayas a caerte —indicó Yesung, y en ese momento captó la mirada horrorizada de Wook y, por un momento, lo contempló con una fría y clara condena antes de volverse a su hijo mayor.

—¿Cómo te ha ido en la prueba de ortografía? — le preguntó.

Pero mientras Heecheol terminaba el bocado que tenia de comida, Hakyeon empezó a hablar.

—Se lo he preguntado a Heecheol —aclaró Yesung con severidad, lo que hizo guardar silencio a Hakyeon.

A pesar de la tensión que la embargaba, Wook disfrutó de la familiar velada, aunque no fue consciente de la atención con la que observaba la relación de Yesung y sus hijos, hasta que los niños se fueron a acostar.

—¿Satisfecho? —le preguntó Yesung cuando volvió a su lado después de ir a darles a sus hijos el beso de las buenas noches.

Wook lo miró desconcertado.

—¿Te has dado cuenta de que no les pego, ni aplastó sus pequeños e inocentes egos, ni abuso mentalmente de ellos? —dijo, agachándose para poner un leño en la chimenea.

Wook tenía la mirada fija en él; le parecía fascinante el movimiento de sus músculos perfectos.
Al darse cuenta de que no estaba siendo prudente, desvió la mirada y fingió estudiar una colorida pintura.

-Nunca se me ha ocurrido pensarlo —aseguró con calma.

- No? —preguntó Yesung con una sonrisa desprovista de humor—. Pues durante toda la velada nos has estado observando como si fueses un halcón.

Wook se encogió de hombros.

-Mi mirada era más bien de reconocimiento, ya que no creo haber pasado nunca antes una velada en compañía de una verdadera familia.

- Pues qué maldita vida llevabas? —preguntó Yesung disgustado.

Una vida vacía, lo cual apenas estaba empezando a comprender. Claro que sus días habían estado llenos de actividad, pero sentía que algo le faltaba.


Sobre todo cuando estaba con niños. La herida que le había dejado la pérdida de sus propios hijos nunca había cicatrizado y le hacía muy vulnerable.

3 comentarios:

  1. TT___TT
    Yeye es tan malo!
    pero la verdad que luchar con el recuerdo de una persona amada y muerta es tan dificil
    Pobre Wook!
    soy yo o heecheol es algo cortante y esquivo con Wookie~ ¿?

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  2. Tengo mucha curiosidad sobre el medallon que tiene Wookie y la foto que hay ahi >_<

    La actitud de Yesung es muy complicada, a veces parece que baja la guardia delante de Wook, solo para salir luego con algún comentario hiriente, a veces me dan ganas de golpearlo xD además aunque lo niegue se siente atraído por RyeoWook, hay cosas imposibles de ocultar

    Pobre Wookie no debe ser fácil estar ahí, aunque a pesar de eso disfrute de pasar el tiempo con sus pequeños que son muy lindos y con Yesung, hay demasiada tensión.

    Me pregunto que pasará en cuanto Wook este completamente bien de su pie.

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  3. Que cruel es yesung...¬¬
    claro que lo comprendo,se acaba de enterar que los niños son el resultado de la noche de pasion que tuvo con wook,y que además su esposo los adopto,y que el appa de los niños ha regresado para estar con ellos.....es dificil,teniendo que cuenta que se supone que yesung no amo o ama a wook.
    y wook debe comprender,no porque sean sus hijos,de los dos,no debe esperar que yesung lo reciba con los brazos abiertos,el mas que nadie sabe lo que paso y como pasaron las cosas esa noche
    cada quien tiene su punto de vista erroneo o certero
    yesung debe pensar y saber que las cosas no han sido faciles para wook
    wook debe entender que no es facil asimilar esa noticia de un dia para otro y recibirlo con los brazos abiertos.......cierto

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...