Deseo Prohibido- Capítulo 6




Wook le hechizaba.

Yesung no podía sacárselo de la mente. Una parte de él quería acunarlo y abrazarlo cerca, resguardándolo de las maldades del mundo, pero el resto lo quería retorciéndose en la polla, gritando de placer mientras le embestía.

No tenía ni idea de por qué no lo podía sacar de la mente, por qué tenía la capacidad de atarle tan completamente, anudándole las entrañas hasta que el espacio entre tomarle y protegerle parecía demasiado poca cosa para preocuparse.

Yesung yacía en la cama, la erección alzándose en el cuerpo desnudo, latiendo al mismo tiempo que el pulso. Envolvió los dedos alrededor de sí mismo mientras se imaginaba a Wook deslizándose hacia abajo por el cuerpo, llevándose la polla a su boca. Sus cabellos blancos arrastrándose hacia delante, haciéndole cosquillas en los muslos, mientras sus grandes ojos se alzaban para mirarle mientras le chupaba.

El teléfono sonó, arrancándole de la fantasía.

—¿Qué? —gruñó al aparato receptor.

—Wook está dormido fuera de tu puerta —dijo Zhoumi.

—No importa. —Era una enorme mentira, pero una en la que iba a mantenerse.


—Lo tienes que dejar entrar o llevarlo de regreso a su suite. No se puede quedar ahí tendido con desconocidos que quieren manosearlo en su vagabundeo por los pasillos.

—No estoy interesado. Hazlo tú mismo.

La voz de Zhoumi se elevó con irritación.

—Alguien podría pasarse por ahí.

—Tú puedes mantener un ojo sobre él. No es mi trabajo.

—Tienes que comunicarte con él. Claramente, tiene algún motivo para estar pendiente fuera de tu puerta.

—Está loco. No se puede evitar eso.

—¡Maldita sea, Yesung! No está ni siquiera vestido. Lleva puesto una pijama, todo acurrucado como si tuviera frío.

—Consíguele una manta.

—¿No crees que si lo pudiera tocar, estaría allí ya, encargándome de él?

La imagen que pintó Zhoumi hizo que una furia protectora se hinchara dentro de él, pero sabía que si abría esa puerta, Wook iba a ser la que lo lamentaría. Nadie parecía entender eso como él lo hacía.

Por supuesto, la polla pensaba que abrir la puerta era una buena idea. Wook estaría toda soñoliento y vulnerable. Podría ponerlo sobre la cama y enterrarse dentro de él antes de que siquiera tuviera tiempo de despertarse. Si le cubría la boca, podría amortiguar los gritos.

A Wook incluso podría gustarle. Sin duda alguna se había lanzado tanto sobre él como para hacerle pensar que lo estaba pidiendo.

Algo en la lógica era defectuoso, pero con la voz de Zhoumi zumbándole en el oído y Wook justo detrás de la puerta, no tenía suficiente espacio mental para sacar en claro lo que era.

El silencio llenó la línea, mientras Zhoumi estaba esperando una respuesta.

“Simula que tienes honor”. El recordatorio sonó dentro de la cabeza de Yesung.

Un hombre con honor no estaría pensando en follar con el loco cerebro de pollito de fuera. Abriría la puerta, llevaría a Wook a casa, y lo metería sin ningún daño en su propia cama.

Wook simplemente volverá, le susurró una voz oscura interior. ¿Para qué molestarse?

La impaciencia vibró en el tono de Zhoumi.

—Uno de esos extranjeros va a pasar por ahí y pensará que lo puede tocar. ¿No crees que ya tiene suficientes ampollas?

—Llama a Shindong. —Si Yesung abriera esa puerta, iba a meterlo y lastimarlo mucho más de lo que algunas ampollas lo harían.

—Jódete. Lo haré yo mismo.

—Buena elección.

—Para que lo sepas, probablemente estás en lo correcto. Hace mucho tiempo que no he visto ninguna acción. Mis cámaras son bastante buenas, y apostaría mi juego de PC favorito a que no lleva ropa interior. Lo comprobaré y te daré los detalles jugosos más tarde. —La línea se murió.

La furia le fluyó por el sistema, haciendo que la cabeza le latiera. Wook era suyo, maldita sea. No había una maldita jodida forma de que Yesung fuera a permitirle a Zhoumi aproximarse a él.

Dejó caer el teléfono y estaba fuera de la cama antes de que golpeara el suelo. Tiró de la sábana de la cama, se la envolvió alrededor de las caderas, y empujó la mesa de la cocina lejos de la puerta. Perdió el equilibrio, golpeando la pared lo suficientemente fuerte como para dejar una abolladura en el muro.

Yesung abrió la puerta y vio a Wook acurrucado en una apretada bola. El alboroto que había montado para llegar a él ni siquiera lo había hecho moverse.

Algo en el contorno general del pecho se rompió y sangró mientras lo miraba. Era una tortura estar tan cerca, sabiendo que estaba mal, sabiendo lo que quería hacer.

¿Pero quién más había para encargarse de él? Su hermano se había ido. Ningún otro Suju podía tocarlo sino él, y ninguno de los humanos de aquí era lo suficientemente fuerte para encargarse de su cuidado.

Él era su única opción, y tan desafortunado como eso era para Wook, estaban ineludiblemente comprometidos el uno con el otro. Al menos hasta que el Suju correcto llegara. Y lo haría. Yesung tenía que creer eso tanto como lo temía.

Lo recogió, disfrutando de su peso en los brazos, la sensación de tenerlo contra el pecho desnudo. Le hubiera gustado más si hubiera estado desnudo, pero aún con la barrera de tela entre ellos, el contacto pareció calmar ese algo que rabiaba dentro de él aún cuando eso le tentaba a dejar que la lujuria tomara el mando.

Yesung pateó la puerta que se cerró detrás de él, lo colocó en la cama, lo tapó hasta la barbilla, y salió del cuarto cerrando la puerta detrás de él. Sabía que si volvía la mirada hacia atrás, se subiría exactamente a esa cama y descubriría de primera mano si llevaba ropa interior.

El dolor le aporreó los huesos, y supo que si no hacía algo para detenerlo, el cuerpo le explotaría. La misma carne no podía alojar tanto dolor. Cada paso que daba lejos de Wook lo empeoraba, así que no se fue lejos, se quedó delante de la puerta del dormitorio.

Desenvainó la espada, la colocó en el suelo, y se arrodilló al lado. Los años de meditación le permitieron deslizarse hacia ese espacio donde el tiempo se deshacía en la nada y el cuerpo se desvanecía, junto con el dolor y la lujuria que amenazaba con enloquecerle. Todo eso estaría allí, esperándole cuando estuviera muy cansado, pero hasta entonces, ocuparía este lugar gris, sin sentido para preservar a Wook de sí mismo.



Yoojin nunca se había acostumbrado realmente a dormir durante el día, pero hacía todo lo posible para mantener el mismo horario que hacían los Suju ‑levantarse por la noche para luchar contra los Sasaeng. Por supuesto, no necesitaban la misma cantidad de sueño que ella o los humanos, y Shindong parecía dormir aún menos que el resto de su raza. Ya fuera porque no lo necesitaba, o porque simplemente no había tiempo, no estaba segura.

Caía la tarde cuando por fin tuvo la valentía de buscar a Shindong en su oficina. Sabía que estaría despierto y ocupado, pero esto era importante.

Ya era hora de aguantar, ser valiente, y permitirle leer la nota que Boom había escrito hacía nueve meses la noche en que murió. Si decía cosas horribles sobre ella, que así fuera. Yoojin necesitaba seguir adelante con sus planes, y este era el último lastre que mantenía a la espalda.

Dio un golpe en la puerta abierta. La cabeza de Shindong se levantó, y cuando la vio, sonrió.

—¿Ya es la hora de nuestra sesión de entrenamiento?—preguntó, mirando el reloj con el ceño fruncido.

—No, vine a darte esto.

Le tendió la carta. Era un pequeño pedazo de papel, doblado y manchado con una gota de sangre seca.

Shindong tomó la nota. Sus largos dedos se deslizaron sobre la gota de sangre seca respetuosamente, como si estuviera recordando a su hermano caído.

—¿Estás segura?

Yoojin asintió con la cabeza.

—Ya es hora.

Él desdobló el papel con facilidad. Ella casi se echó a reír, considerando cuántas veces había tratado de hacer lo mismo, sólo para que las manos se detuvieran y comenzaran a temblar. Le había dicho a Boom que dejaría que Shindong la leyera primero, y no importaba lo mucho que lo intentara, no podía romper esa promesa.

Los ojos de Shindong escanearon la página. No había ningún rastro de emoción en su rostro. Ni rechazo, ni decepción. Nada más que una expresión cuidadosamente controlada en blanco.

—¿Y bien? —preguntó ella, retorciéndose con la anticipación.

La garganta de Shindong se movió cuando tragó antes de hablar.

—Era un buen hombre. A veces me olvido cómo de bueno.

—Dime.

Shindong leyó el papel:

—Reclama a esta mujer como de tu familia. Protégela como si fuera tu propia carne y sangre. Todo lo que poseo ahora es suyo para hacer lo que crea conveniente.

Sorpresa e indignación se estrellaron sobre Yoojin, sentándola en una silla.

—¿Cómo pudo?

Las cejas de Shindong se fruncieron de confusión.

—¿Cómo pudo qué?

Ella se aferró a los brazos de la silla, tratando de levantarse, pero todas las fuerzas se habían esfumado.

—¿Reclamarme? ¿Como si yo fuera algún tipo de premio? ¿En qué demonios estaba pensando?

—En que necesitas protección. Y que soy capaz de proporcionártela.

—Ni siquiera me conocías. Apenas me conoces ahora. —Él sin duda alguna no sabía la mujerzuela que había sido toda su vida. La vergüenza la había obligado a ocultárselo—. ¿Cómo pudo pensar en pedirte algo como esto?

Shindong se trasladó alrededor de su escritorio hacia ella.

—No es gran cosa. He estado tratándote como a una hija desde que cruzaste nuestra puerta. No cambiará nada entre nosotros aparte de hacer oficial nuestra relación.

—No. No necesito otro padre. El que tuve ya fue bastante malo. Y ya experimenté la alegría de ser dada a un tío que no quería la carga de criar a otro niño. Tengo diecinueve años, soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma, y no necesito que nadie me compadezca.

—No se trata de compasión. Boom se preocupaba por ti lo suficiente como para ocuparse de tu seguridad, así como de tu futuro.

La ira estalló dentro de ella, haciéndola temblar. Se levantó, quedando cara a cara con Shindong.

—Por supuesto que se trata de compasión. Boom me vio como una especie de caso de caridad. Pobre putita sin nadie que la quiera. ¡Que se joda!

El ceño de Shindong se profundizó.

—¿Putita? ¿De qué estás hablando?

No iba a decirle que se había lanzado sobre Boom. De qué manera él había sabido que estaba tan desesperada que había sentido la necesidad de responsabilizarse en mantenerle las piernas cerradas.

Yoojin negó con la cabeza.

—No me conoces en absoluto. Supongo que es mejor así.

—Te conozco mejor de lo que crees. Hemos pasado horas juntos. He visto tu fuerza, coraje y tanta obstinación que fácilmente podrías ser mi hija. Soy conocido por ser un poco cabezota.

—No. Esto no va a suceder. —No iba a ser el caso de caridad de nadie, atada a alguien por culpabilidad y alguna tradición estúpida. No iba a ser entregada a otro hombre que no quería tener nada que ver con ella.

—Demasiado tarde. Ya está. Este es el último deseo de Boom, y estoy obligado por el honor a respetarlo. Desde ahora, eres mi hija, y planeo hacer que todo el mundo lo sepa.



Wook se despertó de repente, como si alguien hubiera gritado su nombre. No era la primera vez que esto había sucedido. Lo había sentido antes, cuando alguien estaba necesitado.

Se abrió, extendiendo la mente para encontrar la fuente de esa necesidad. Tal vez Henry lo había llamado y estaba dispuesto a dejarle entrar de nuevo.

Wook estaba tranquilo y todavía en una cama que no era la suya. El olor de Yesung se aferraba a las sábanas, consolándole, haciéndole sentir más fuerte, más valiente.

«¡Wook!» La llamada se repitió. Fue un rabioso grito de dolor, apremiante por el miedo y tan poderoso que le dejó la mente confundida.

No era Henry. Por un momento, Wook sufrió una puñalada de decepción hasta que se dio cuenta de la naturaleza de ese grito de ayuda. Era Yesung.

Apartó las sábanas y se apresuró, desesperado por llegar a él antes de que fuera demasiado tarde. Lo que estuviera mal lo estaba matando, minando su fuerza y su voluntad de vivir.

La luz del sol se filtraba por las pesadas cortinas que cubrían las ventanas, lo que le permitía ver a dónde iba.

Wook no tuvo que ir muy lejos, solo a la habitación de al lado. Él estaba tumbado sobre el costado derecho en el suelo de la sala de estar justo fuera del dormitorio.

Su cuerpo enroscado sobre sí mismo, se sacudía de dolor. Su espada estaba al alcance de la mano, desenvainada, como si hubiera tenido la intención de usarla. Una sábana estaba retorcida sobre su cadera, pero el resto de él estaba bellamente desnudo, mostrando los músculos poderosos tan apretados y agrupados, como ellos se apretujaban en su sueño.

De repente, el deseo por tocarle fue irresistible. Las manos le comenzaron a temblar con la necesidad de deslizarse sobre su piel desnuda. La idea de presionarse contra él estando desnudo hizo que su miembro se tensaran. Nunca se había sentido así con nadie antes en su vida, y era tan inquietante como emocionante.

Se arrodilló junto a él y extendió la mano temblorosa sobre su hombro.

El calor de su piel siempre le sorprendía, y por un momento, cerró los ojos y permitió que ese delicioso calor entrara en él. Extendió las manos completamente y dejó que se deslizaran sobre los contornos de su cuerpo, tocándole como nunca le permitiría hacer si estuviera despierto.

No sabía por qué él evitaba que le tocara, pero en este momento, eso no parecía tener importancia haciendo frente a tanta sensación. Su cuerpo estaba regocijándose, cada célula cantando en alabanza como empapada en su calor. Podría perderse en la sensación de carne sobre carne, aunque algo en el fondo de la mente le advirtió que no estaba aquí por eso. Tenía un trabajo que hacer, pero realmente no podía recordar lo que era.

La curva de su hombro era dura y suave. Se dirigió a su grueso cuello, donde la banda luminosa de su Lucelia estaba contra su piel. El collar brilló tenuemente al mismo tiempo que el latido del corazón, 
atrayendo la mirada, haciéndole ansiar algo que no podía nombrar.

Heechul llevaba la Luceria de Siwon ahora, y aquí todo el mundo le había dicho que cuando encontrara a la pareja adecuada, llevaría la de él, también.

Quería que esa pareja fuera Yesung, a pesar de su naturaleza cortante. A pesar de que él no le quería.
Wook deslizó el dedo por la banda, disfrutando de la sensación resbaladiza, deseando que fuera suya y que pudiera llevarla contra la piel para siempre.

Seguramente ese sentimiento no era normal. Nunca se había sentido así hacia cualquiera de los otros Suju que habían acudido a él durante los últimos meses. Nunca se había sentido atraído por ellos, deseando cosas que no tenían nombres, sintiendo la pérdida de su presencia cuando se separaban de su lado. Sólo Yesung le hacía sentirse así.

Tal vez él estaba equivocado sobre no ser el uno del otro. Tal vez si lo intentara, podría probarle que eran compatibles. Tal vez entonces no le importaría estar cerca de él.

Wook le dio a la Luceria un tirón de prueba. Heechul le había contado todo acerca de cómo había hecho lo mismo y la Luceria de Siwon se había caído fácilmente.

La de Yesung no se movió.

Tiró más fuerte, pero lo único que parecía conseguir era hacer que la sección que los dedos tocaban se palideciera aún más, perdiendo el color que Yesung parecía pensar que era tan importante.

La derrota hizo que el cuerpo de Wook cayera, sacándole el aire de los pulmones. Quería tanto sentir que pertenecía a este mundo ‑que era algo más que el chico loco que nadie podía tocar.

Había llegado tan lejos, luchando cada día para recuperar la otra parte de sí mismo. Se había obligado a comer y fortalecerse, para salir de la cama y explorar su nuevo hogar. Pero realmente nunca pertenecería a este lugar. No era humano, y sin embargo no era Suju, tampoco. Al menos, no uno que fuera capaz de luchar en la guerra que se desencadenaba en secreto fuera de estas paredes.

Había pasado la mayor parte de su vida como un drenaje inútil para su hermano. La única persona que alguna vez realmente lo había necesitado era Henry, y ahora se alejaba, también.

Después de tantos años de estar con Henry a través de todas las cosas horribles que había resistido, Wook no estaba seguro de si sabría cómo estar solo. Si Henry lo abandonaba ¿qué haría?

Wook no iba a dejar que eso sucediera. Traería a Henry a casa, donde podían estar juntos todo el tiempo. Cuidaría de él de la misma forma que Heechul se había ocupado de Wook. Serían una familia de nuevo.

Cuando la imagen le apareció en la mente, Yesung formaba parte de ella. En su mundo de fantasía, él pasaba a formar parte de su familia, también, de la misma forma que Siwon.

Por supuesto, la fantasía y la realidad son dos cosas diferentes, y después de los años que había pasado aprendiendo a separar las dos, Wook sabía que las posibilidades de que eso ocurriera eran escasas. Su Luceria no respondía a él, y si Yesung no encontraba a la pareja que pudiera hacerla responder pronto, iba a morir. Esa era la realidad.

Su marca de vida estaba casi desnuda y completamente quieta. Había visto el balanceo de los árboles de otros hombres con la brisa, pero no la de Yesung. Casi todas las hojas habían caído, y las que quedaban parecían… equivocadas. Estaban fijas. Muertas.

Sabía que la pérdida de todas las hojas en su marca de vida era una cosa mala. Significaba que su tiempo se acababa. Una vez que cayera la última hoja, su alma empezaría a morir y él iría a su muerte ‑de una manera u otra.

La idea de no tener a Yesung en su vida asustaba a Wook más que cualquier Sasaeng que alguna vez hubiera visto en su vida. Lo necesitaba, y su esperanza era que un día él le necesitara también, que fuera para él más que una simple persona loca a la que tenía que proteger.

Su viaje táctil le llevó por el brazo derecho hasta la palma de su ancha y callosa mano, y por los gruesos y rudos dedos. Ahora, sujetando su mano entre las suyas, lo único que podía pensar era en lo que su toque le hacía sentir. Como hombre. Como Siwon tocando a Heechul cuando pensaba que Wook no estaba mirando.

Un lento, necesitado calor se construyó en su interior ante la idea. Nunca había estado con alguien. Su curiosidad lo había llevado a mirar a otras parejas ‑a deslizarse dentro de sus mentes para ver qué era lo que ocultaban tras sus puertas cerradas. Había aprendido tantas cosas secretas de esa manera, pero nunca antes había pensado que le gustaría tener a alguien que se las hiciera a él. Hasta ahora.

Una imagen de las manos Yesung moviéndose sobre su cuerpo desnudo le llenó la mente. Casi le podía sentir agarrándole de las caderas mientras su poderoso cuerpo se movía contra él. Dentro de él.

El deseo creció en su interior hasta que no estuvo seguro de que el cuerpo pudiera aguantarlo. Un revoloteo extraño le cosquilleó el bajo vientre, y apretó la mano de Yesung.

De un modo u otro, antes de que Yesung escapara de nuevo, iba a seducirlo. No tenía ni idea de cómo iba a hacerlo, pero encontraría la manera. Él iba a ser suyo, aunque sólo pudiera mantenerlo una noche.

Wook le levantó la mano y la apretó contra la mejilla. Sus dedos se sentían bien, pero el feo anillo negro mate que llevaba parecía cavársele en la piel. Ese anillo estaba frío, a pesar de su calor corporal, e irritó su piel. Sin duda, era incómodo para él llevarlo.

Wook odió tocarlo, pero cogió el anillo y comenzó a tirar cuando él gimió en su sueño, recordándole el porqué estaba aquí. Ciertamente no era para que pudiera acariciarle.

Lo necesitaba. Había gritado por él, y había estado tan distraído por su cuerpo que casi lo había olvidado.

Supuso que pedir ayuda era algo que él haría sólo mientras dormía, cuando su sentido del orgullo estaba amortiguado, y no había manera de que Wook pudiera negarlo. Sabía que sus destinos estaban vinculados juntos, incluso si Yesung y todos los demás se negaban a creerlo. Incluso si esa maldita 
Luceria no lo creía. Él lo sabía.

El hecho de que lo necesitara aunque fuera un poco lo hizo sentir más fuerte de lo que había estado en años. No iba a defraudarle.

Wook soltó las defensas mentales, abandonó la precaución, y se arrojó fuera del cuerpo entrando en el de él.

El dolor se estrelló contra él, casi sacándolo de golpe de su mente. Gritos de agonía se retorcían en su interior, raspando en su mente con garras afiladas, haciendo trizas su alma hasta hacerle sangrar.
No tenía idea de cómo podía soportarlo. Claramente, esto era por lo qué lo había llamado. Los Sasaeng estaban haciéndole algo, torturándole.

El hecho de que se hubiera entretenido en tocarle cuando él estaba sufriendo así le hizo querer marchitarse en la auto-repugnancia. ¿Cómo pudo ser tan egoísta?

Tenía que ayudarle, pero no podría combatir este dolor tan intenso, así que en lugar de eso, trató de aceptarlo y dejar que se deslizara sobre él.

No surtió efecto. El dolor le martilleó, aporreándolo mientras trataba de conducirlo al fondo. Si tuviera el cuerpo aquí, habría sido rasgado en trizas, destrozado en pedazos demasiado pequeños para no volverse a juntar nunca. Cómo podía sobrevivir Yesung, no tenía ni idea, pero sabía que tenía que ayudarle. No podía dejar que soportara esto por su cuenta.

Se obligó a relajarse más, dejando que el dolor se deslizara sobre él como el agua, evitando que le afectara. Se imaginó como un pequeño puntito de nada, demasiado pequeño como para ser una amenaza, sin superficie para que el dolor empujara contra ella.

Lentamente, la agonía comenzó a desvanecerse. Las garras oscuras pasaron casi rozándole, fallando en la diminuta cosita de nada en la que se había convertido.

Era como nadar contra corriente, y cada trocito de progreso que hacía era ganado duramente y extenuante. Poco a poco, avanzó gradualmente hacia la fuente de su dolor, decidida a exterminarlo. 
Después de lo que parecieron días, finalmente se abrió paso hasta la fuente.

Ante sí se alzaba algo que nunca había visto antes dentro de ninguna de las personas que había visitado. Era enorme. Poderoso. Cientos de tentáculos habían brotado de una pulsante y negra masa tejida a través de Yesung como enredaderas ácidas. Estaban en todas partes, había olas de dolor irradiándose hacia afuera de modo que ninguna parte de él estaba sin agonía.

A medida que se acercaba, los zarcillos parecieron querer alcanzarle como si notaran su presencia dentro de él. Lo que fueran estas cosas, le conocían. Podía sentirlo ‑intuir su hambre por tocarla y poseerla.

¿Cómo iba a luchar contra algo así?

No tenía ni idea, pero la única esperanza que tenía era seguir a uno de los zarcillos de vuelta al centro de la masa y masacrarla.

Poco a poco, se abrió paso contra la corriente de dolor hasta que vio el centro de la masa de esta… cosa. Había un pequeño punto que era diferente del resto ‑una brillante y resplandeciente mancha del color del sol de verano.

Wook se sentía atraído por ese lugar, sin poder dejar de moverse más cerca, de extenderse para rozarla y bañarse en esa luz.

El diminuto punto que ahora era su conciencia se deslizó dentro de la luz, y al instante, sintió una sensación de satisfacción absoluta. Completa y perfecta paz. Esta luz cálida y brillante lo engulló, acunándolo y abrazándolo. Le susurró esperanza, amor y alegría, y creyó cada palabra que le dijo. 

Podría quedarse aquí para el resto de su vida y ser feliz. Aquí, no necesitaba nada. El tiempo no significaba nada. Todas las pruebas del mundo desaparecerían. Aquí, estaba literalmente en el amor.

Fue en ese momento que se dio cuenta de dónde estaba. Esta negra masa de tentáculos malvados con un único y perfecto punto era el alma de Yesung.

La conmoción ondeó a través de él, pero fue lo bastante distante para no molestarlo, como si supiera que debería estar. Había algo equivocado aquí, algo que no veía pero el deseo por ignorarlo y simplemente gozar del calor de la luz era casi imposible de combatir.

Wook se dio la vuelta, sintiéndose como un niño sin preocupaciones en el mundo. Los bordes de este espacio brillante lo atrajeron hacia el interior, contrayéndose alrededor para mantenerlo cerca.

Fue entonces cuando la comprensión lo golpeó. Este perfecto lugar brillante en el alma de Yesung se encogía. La infectada agonía negra estaba carcomiéndolo, consumiendo la luz, apagándolo.

Su alma se estaba muriendo a pesar de que todavía había hojas en su marca de vida.

El horror explotó dentro de Wook haciéndole tambalear. Tiró bruscamente para salir de ese perfecto, luminoso lugar a través de los tentáculos horrible, retorciéndose, y de vuelta a su propio cuerpo.

—… demonios crees que estás haciendo? —la fiera voz de Yesung le llenó los oídos, demasiado alto y enojado.

Wook se sobresaltó por el ruido, deseando poder regresar al dichoso silencio.

—Estabas dentro de mi cabeza, ¿verdad?

Tenía la garganta demasiado apretada para hablar, así que Wook negó con la cabeza.

—No me mientas. Te sentí ahí dentro. ¿Estabas tratando de leer mi mente? —Sus ojos brillaban de furia y su pecho subía y bajaba con cada aliento enojado.

Wook luchó por volver a la realidad. No sabía cuánto tiempo había estado fuera del cuerpo, pero el esfuerzo del contacto sostenido lo había agotado y confundido. Le pareció extraño y un poco incorrecto volver a sentir cosas a través de los sentidos de nuevo. Todo era más duro y más intenso. 
Incluso la sensación de la pijama sobre la piel parecía demasiado difícil de soportar. La luz tenue en la habitación no se podía comparar a la del alma de Yesung, y sin embargo era demasiado brillante, quemándole los ojos.

Sintió el agarre de su mano en el hombro y quiso recostarse en su abrazo y dejar que le sujetara hasta que el mundo se enderezara de nuevo.

—Contéstame —exigió él.

—No. No en tu mente —trató de explicarse, pero ¿cómo podría? Si estaba enojado porque pensaba que había leído su mente, estaría furioso si supiera que había estado dentro de su misma alma—. Me llamaste.

—No lo hice —La indignación recortó sus palabras, haciéndolas salir abruptas y duras.

—Lo hiciste. Estaba dormido, pero te oí. Me llamaste por mi nombre y vine.


—Lo soñaste.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...