Doble Riesgo- Capítulo 3



Mientras Yesung salía de la habitación, Wook lo recorrió de modo inconsciente con la mirada. Y después de verlo salir, cerró la puerta y se apoyó contra ella con las palmas extendidas sobre la suave frescura de la madera. Recordó entonces que le había mentido al decirle que no recordaba lo que había sentido cuando habían hecho el amor.

Yesung había sido muy tierno; lo había acariciado con manos delicadas y expertas para despertarlo. Wook estaba tan emocionado que ni siquiera había pensado en Sunjoon, pues inmediatamente se había perdido en aquel mundo de maravillosas sensaciones que eran invocadas por aquellas inteligentes manos.

La oscuridad de la noche no le permitía verlo; sin embargo, no había sentido miedo, pues sabía perfectamente de quién se trataba. El aroma de Yesung era muy especial, de hecho todavía tenía el poder de seducirlo.

Y la reacción de Wook se había debido en gran parte a las fantasías que albergaba durante las cálidas y agradables noches veraniegas, en las que se imaginaba que Yesung se acercaba a él cuando estaba dormido, lo abrazaba y lo despertaba a besos. Siempre lo había querido, pero su cariño infantil se había convertido a lo largo de aquel verano en algo profundo y prohibido que le hacía ansiar la satisfacción de una oculta e intensa pasión.


Cada noche, antes de dormirse, se decía que sus fantasías no hacían daño a nadie, ya que nadie, y mucho menos Sunjoon, se enteraría nunca de ellas.

Yesung le había excitado de tal manera que le había hecho olvidar cualquier prejuicio moral que pudiese haber albergado. Y entonces su rendición había sido completa.

Al sentir su boca en su pecho se había estremecido, no de miedo, sino de placer. Se había retorcido con ansiosa voluptuosidad buscando más, algo que calmase la ansiedad que sentía entre las piernas. 
Al sentir la presión de su erección no se había asustado, al contrario, instintivamente había conseguido una provocativa respuesta deseando un contacto más íntimo.

—Querido, cuánto entusiasmo... —había sido lo único que había dicho Yesung, y recordar en ese momento la ternura y el amor que encerraban sus palabras, casi le hacía llorar.

Cuando por fin lo había hecho suyo, lo había hecho de un modo tan dulce que no le había causado ningún dolor, sólo había originado una sensación tan intensa como una explosión, que le había hecho imprimir a sus caderas un movimiento acorde al de él.

Yesung sólo había tenido un breve momento de titubeo, pero al sentirlo moverse bajo él, había continuado.

Había sido una experiencia maravillosa, pero Wook no había alcanzado el clímax, pues de pronto, cuando Yesung había lanzado un grito y se había hundido todavía más en él, en el momento preciso en el que sus gemelos habían sido concebidos, Wook había comprendido de pronto la enormidad de lo que había permitido que sucediese, así como la traición de que había hecho objeto a la persona que tan buena había sido con él, que se lo había dado todo, incluso el camisón que minutos antes le había quitado Yesung.

Incluso después de los once años pasados, recordaba a la perfección todo lo sucedido aquella noche. Y le parecía sentir que hacía tan sólo un momento tenía sobre su boca la de Yesung.

—¿Sunjoon? —había preguntado Yesung, con una nota de esperanza en la voz.

—No, no soy Sunjoon —había respondido él. Cada una de las palabras de Yesung había sido como una puñalada en un momento en el que el aire todavía estaba impregnado por el olor de su pasión.

La sorpresa y la furia de Yesung habían marcado para Wook el límite del dolor. Yesung se había separado de él con una agilidad animal y se había puesto de pie para ir a encender la luz. Wook se había tapado el rostro con las manos, mientras las lágrimas fluían de sus ojos.

—¿Qué demonios haces aquí? —le había preguntado Yesung con una cólera salvaje—. ¿Dónde está Sunjoon?

Wook había tratado de explicárselo, pero el presentimiento de que acababa de suceder algo terrible que iba a afectar las vidas de todos para siempre no lo había dejado hablar.

—¿Dónde está? —había dejado hablar.

—En... casa de... de los Jung, me ha dicho que...

—Y tú has decidido que era la oportunidad perfecta para satisfacer tu capricho, ¿no es cierto, pequeña zorra? —en su voz había una amenaza tal, que Wook había llegado a temer por su vida. Con una mano lo había obligado a bajar lo que tenía sobre los ojos; pero Wook, en una actitud infantil, había cerrado los ojos— Mírame —le había ordenado Yesung, y él había tenido que obedecer.

Había abierto los ojos y había visto que Yesung lo miraba con un odio y un desprecio tan intenso, que había sido como si se hubieran desatado las furias del infierno.

—Eres igual que tu madre —le había reprochado Yesung con un profundo desprecio—. ¿Es que su experiencia no te ha enseñado nada? Sal inmediatamente de mi cama... y de mi vida. No quiero volver a verte nunca más, ¿entiendes?

Como un hombre aprisionado dentro de una fortaleza de amargura, cubierto por una armadura de salvajismo, Yesung lo contemplaba como si hubiese matado algo raro y precioso para él, algo que nunca recuperaría.

—Sí —había susurrado Wook. Y ésa había sido la única palabra que había logrado abrirse paso entre la dolorosa sequedad de su garganta.

—Mañana volverás a Incheon. Si Sunjoon... —Yesung había tragado saliva antes de continuar con dureza—... si Sunjoon vuelve antes de que tú te vayas de Mouserabbit, le dirás que tu madre te ha llamado para pedirte que vayas para allá, pues te ha conseguido un trabajo. Saca de esta casa todas y cada una de tus pertenencias y no vuelvas nunca, ¿me escuchas?

Hipnotizado por el fuego que veía en el fondo de los ojos del hombre con el que, por primera vez en su vida, acaba de hacer el amor, Wook se había limitado a asentir por medio de un movimiento de cabeza.

—Y si alguna vez llegas a contarle a Sunjoon algo de esto —había continuado Yesung en tono implacable—, haré que seas tan desgraciado que desearás haber muerto.

—Yesung, te juro que... —había susurrado.

—No quiero oír tus mentiras. Sal de aquí, Ryeowook. Vete antes de que me olvide que se supone que soy un nombre civilizado y te haga pagar lo que acabas de hacer.

Anonadado, Wook se había aferrado con fuerza a su pijama y había corrido hacia su propia cama.

Al amanecer, ya tenía hechas las maletas. No había bajado a desayunar. Pensar en comida le hacía sentirse enfermo, y la perspectiva de encontrarse con Yesung... o, lo que era peor, con Sunjoon... lo había mantenido dentro de su habitación. Cuando, poco después de las nueve de la mañana, oyó que alguien llamaba a la puerta de su habitación, había pensado que se trataría de Sunjoon y había empezado a temblar, seguro de que tenía la culpa escrita en el semblante.

Aunque quien llamaba era Yesung.

—Sunjoon no ha llegado —le había dicho con fría hostilidad—. Te llevaré en el coche.

Wook había asentido con la mirada baja.

—Cualquier cosa que suceda —había dicho Yesung cuando ya se encontraban en camino—, debes avisarme de inmediato.

¿Estaría pensando ya en ese momento que si se quedaba embarazado le quitaría al hijo? En su solitario cuarto del hotel, Wook se estremeció. Nunca lo sabría, Yesung no se lo diría.

—Te lo diré —había asegurado entonces, a pesar de que las lágrimas no le permitían hablar bien.

—Deja de llorar —le había ordenado él con un frío odio en la voz.

—Yesung, en serio yo no sabía que ibas a dormir en casa. Si no me crees... pregúntaselo a Sunjoon.

Por supuesto, él no la creía, pero cuando Sunjoon volviese, seguramente le contaría por qué él no estaba en casa.

Y cuando Yesung había vuelto a pedirle que no volviese nunca a Mouserabbit, Wook se había sentido como la más malvada y sórdida de las criaturas.

A su madre le había explicado que había salido de casa de Sunjoon porque iban a tener huéspedes y necesitaban espacio, y ella le había creído. Y, cuando por fin había tenido que confesarle su embarazo, su madre lo había mandado a un hogar para madres y appas solteros, ya que no quería tener que aguantar todas sus molestias. Ni siquiera le había preguntado quién era el padre.

Y a él, aturdido por la situación, ni siquiera se le había ocurrido comunicarle a Yesung su embarazo.

Para gran asombro suyo, Sunjoon había llegado un día a visitarlo.

—Tengo mis métodos —le había respondido cuando Wook le había preguntado cómo se había enterado.

El bondadoso Sunjoon no le había hecho ningún reproche, había estado charlando con él de manera muy agradable y lo había tratado con el cariño de siempre. Wook se encontraba agobiado por la culpa, pero era obvio que Sunjoon ni siquiera se imaginaba que Yesung era el padre.

Al despedirse, y a petición de Wook, Sunjoon le había asegurado que no le diría a nadie lo sucedido, ni siquiera a Yesung. Pues a pesar de todo, él era todo un caballero y, si se llegaba a enterar, se sentiría responsable por los niños y por él, lo que provocaría insoportables complicaciones.
Sunjoon no había vuelto a visitarlo y Wook pensaba que había sido mejor así.

«Y ahora», pensó en la oscuridad de su habitación del hotel mientras contemplaba el negro cielo de aquella noche de verano, «¿qué voy a hacer ahora?»

Se sentía tan desarraigado, abandonado y deprimido como cuando hacía años había tenido que dejar a sus hijos.

Después de su primera aparición como modelo, su carrera había sido meteórica y lo había llevado a viajar por muchas partes del mundo, y nunca había vuelto la vista atrás.

Pero aquella vez no iba a ser tan fácil. Su primera intención había sido irse para siempre después de ver a sus hijos. Pero conocerlos le había vuelto ambicioso y quería más. Mucho más.

Y Yesung le obstaculizaba el camino.



La cama del hotel no era muy cómoda. Pero no fue la causa de que Wook no durmiese bien aquella noche. En el sueño flotaban los fragmentos de la conversación con sus hijos, y la noche estuvo repleta de imágenes del pasado.

Al no poder dormir, se puso a recordar el magnetismo de su primo, su entusiasmo y la paciencia con la que había ayudado al tímido chiquillo que era él a salir de su hermetismo para empezar a conocer el mundo verdadero. A Wook había llegado a no importarle qué su propia madre no lo quisiese, pues contaba con el amor inconmensurable de Sunjoon. A él le debía mucho más que el encanto que tenía. 
Le debía haber aprendido a amar.

Y Sunjoon había amado a sus hijos.

Aunque Wook ya sabía que no iba a ser fácil, no era realmente consciente de que su retorno a Cheonan iba a ser tan complicado. Pero haber visto a Hakyeon y a Heecheol hacía que todo valiese la pena. Sucediera lo que sucediese, sabía que tenía por quien luchar.

Al día siguiente, poco después de las ocho de la mañana, cuando sonó el timbre del teléfono, Wook contempló el auricular con recelo, aunque sabía que era una tontería.

—¿Sí? —preguntó al descolgar.

—¿Ryeowook? —preguntó una voz que hizo vibrar una cuerda en su memoria.

—Sí, soy yo.

—Ryeowook, soy Sungmin. Mi nombre de soltero era Lee Sungmin, pero ahora soy Cho Sungmin.

Y el recuerdo ocupó lugar en la memoria. El padre de Lee Sungmin era dueño de una tienda de objetos de pesca; y, aunque su esposa y él eran mayores que Sunjoon y Yesung, a menudo visitaban Mouserabbit y llevaba a su joven hijo, un brillante y travieso chiquillo unos dos años menor que Wook.

—Ah, así que al final lograste atrapar a Kyuhyun.

Sungmin soltó una alegre carcajada.

—Aja, hace cinco años que logré derribar sus defensas. Ahora vivimos en Ilsan y tenemos una autoescuela, además de una tienda.

Charlaron durante algunos minutos. Sungmin le contó que se había enterado de su presencia en el pueblo por una conocida en común que la había visto; había llamado después a Mouserabbit y Yesung le había dicho dónde se encontraba hospedado. Invitó a cenar a Wook «para ponerse al corriente en los últimos chismes». Wook aceptó encantado y quedaron en verse esa misma noche.

Wook se terminó el cereal y se tomó después un vaso del mejor zumo de naranja que había probado en su vida. Su exquisito sabor quizá era debido al hecho de que la fruta había sido cortada del enorme árbol que podía ver desde su ventana y exprimida a mano tan sólo media hora antes.

Por primera vez en muchos años, Wook no tenía el tiempo contado ni compromisos pendientes, y era irónico que sintiese que el tiempo se extendía ante él como un interminable río flanqueado por una monótona playa siempre igual.

Aquella habitación, con su gastada alfombra y la colcha vieja sobre la cama, no se parecía nada a los lujosos hoteles en los que estaba acostumbrada a hospedarse, y tampoco a su apartamento de Seul, pero no echaba de menos ni el lujo ni el espacio. La noche anterior había dormido con la ventana abierta, lo que había permitido la entrada del dulce y fresco aire de aquella noche tapizada de estrellas y perfumada con las tenues exhalaciones del césped y de las plantas.

Aquel día lo dedicaría a visitar varios jardines y una galería de arte. Sería un buen día.

Por la noche, se arregló con cuidado para la cena en casa de su amigo, aunque sabía que sería informal. Pero era una persona famosa y seguramente despertaría la curiosidad de los asistentes.

No obstante, al llegar a la agradable casa de Sungmin, situada en una colina y con una vista magnífica de la bahía, a la primera persona que vio fue a Yesung. Había pasado todo el día en el pueblo según le explicó Sungmin, y por eso no le había pedido que le llevara.

Yesung sabía que él iba a estar presente, pues cuando se puso de pie no había en sus ojos ningún rastro de tristeza. Deseando en silencio que su anfitrion le hubiese informado quiénes serían los invitados, Wook sonrió con recelo.

—Hola, Wook.

No había ninguna condena en su voz, pero él la distinguió en su mirada.

Por suerte, Sungmin había decidido que cuatro personas eran suficientes para su cena. O quizá fuese mala suerte, pues si a Wook nunca le había importado estar con personas a las que apenas conocía, la forzada intimidad de aquella ocasión significaba que no podría sentirse relajado.

Aunque durante la primera parte de la velada no fue difícil, pues Sungmin y su esposo se limitaron a contar recuerdos que los cuatro compartían y fueron motivo de más de una carcajada.

Pero de manera inevitable llegó un momento en el que empezaron a hablar de otros temas. Sungmin 
le pidió a Wook que hablase de su «fascinante» profesión, y tuvo que contar varias anécdotas divertidas.

Sin embargo, cuando miró hacia Yesung se dio cuenta que a él no lo había engañado y que sabía muy bien que con su conversación superficial estaba tratando de evitar preguntas sobre temas más importantes.

—Cuando éramos niños, yo te envidiaba por saber moverte con una gracia tan natural; era como si... como si... —Sungmin miró a su alrededor en busca de ayuda.

—Según Sunjoon —contribuyó Yesung—, era como observar algo extraño y maravilloso procedente de las profundidades del tiempo.

—Sí, eso es —asintió Sungmin.

—He aprendido a vestirme bien, a arreglarme de muchas formas. Recuerda además, que las fotografías pueden ser retocadas y que los fotógrafos usan todos sus trucos para lograr el efecto deseado. Y el público llega a idealizarnos.

—¿Y eso te molesta? —preguntó Yesung, muy serio y con una gran frialdad en la mirada.

—Sí —reconoció Wook, por cuyo rostro había cruzado una sombra—. Al principio ni siquiera se me ocurrió pensar en eso, pero últimamente me he dado cuenta del mucho daño que puede causar esa clase de idealización.

—¿A qué demonios te refieres? —preguntó Sungmin indignado—. Nadie se toma en serio esas fotografías.

—¡Ojala que nadie del mundo de la publicidad te oiga decir eso! —exclamó Wook, y se apresuró a cambiar de tema—. Sungmin, ¿estás a dieta?

—Yo... bueno, sí, estoy intentando adelgazar un poco.

—Pues muchos médicos dicen que lo único que se logra con las dietas es engordar más. Pero tú no estás gordo, eso es lo triste.

—Eso es exactamente lo que yo le digo —repuso Kyuhyun—. A mí me gusta así como está. ¡Es ridículo que se ponga a dieta!

—¿Y tu nueva convicción de que los modelos pueden ser perjudiciales para el resto de las población constituye la razón de tu renuncia? —dijo Yesung volviendo sobre el tema.

—En parte —aseguró Wook—. Pero también lo he dejado porque es un trabajo muy duro y puede llegar a ser muy cansado. En muchas ocasiones, la famosa mirada lánguida de las modelos es el resultado de su aburrimiento. No es que me queje, pues ha sido un buen trabajo para mí y la mayoría de la gente que he conocido adoraba su trabajo y les horrorizaría ser acusados de manipular a la población.

—Y por supuesto que las ganancias son muy grandes —añadió Yesung con gentileza—. Para todos. Y casi parece que, con tu opinión estuvieses mordiendo la mano que te da de comer.

Wook tuvo que hacer un gran esfuerzo de voluntad por contener su furia.

—Este trabajo también tiene sus ventajas, ya que es uno de los pocos en los cuales el aspecto de una persona no se vuelve contra ella. Por supuesto que también significa que nadie volverá a tomarte en serio, pero no se puede tenerlo todo, y en el mundo hay muchas personas que no son tomadas en serio por su aspecto, sea éste bueno o malo.

Como todos se quedaron en silencio, Sungmin se apresuró a decir:

—Pues la verdad es que nos has hecho pensar con lo que nos has dicho. Ah, y veo que sigues llevando el medallón con el que aparecías siempre en las revistas. Es un portarretratos ¿no? ¿De quién es la fotografía que llevas?

—Oh, de nadie; no llevo ninguna fotografía —respondió Wook con vaguedad.

—¿Entonces por qué lo llevas?

—Fue una idea publicitaria de mi agente para ayudarme a ser reconocido.

—Muy inteligente —dijo Yesung pensativo y con la mirada fija en el pequeño adorno; en ese momento, un ligero movimiento de Wook hizo que el medallón quedara resguardado por su camisa.

—¿Y qué harás ahora que te has retirado? —preguntó Sungmin.

—Todavía no estoy seguro —respondió Wook con una vaga sonrisa—. Pero ya encontraré algo... ¿Por qué no nos hablas ahora sobre vuestro negocio?

Sungmin y Kyuhyun estaban más que ansiosos por hablar de ese tema, y el resto de la cena transcurrió en un ambiente muy agradable. De pronto, Wook se sorprendió al encontrarse con un segundo vaso de vino en la mano, él que normalmente no solía beber dejó el vaso a un lado.

Ya era tarde cuando por fin salieron al exterior. Estremeciéndose por el frío, Wook admiró el paisaje. 
La pálida luna asomó tras su escondite de nubes y los baños con sus rayos de plata.

Detrás de Wook, Sungmin y Kyuhyun reían en el umbral de la puerta.

Wook se sintió invadido por un enorme sentimiento de desarraigo y abandono. Nunca había conocido un verdadero hogar, pues los lugares en los que había vivido con su madre habían estado desprovistos de un verdadero calor de hogar debido a la amargura de su madre; una amargura que le impedía proporcionar a su hijo el amor que tanto necesitaba.

Y tampoco podría decirse que Mouserabbit hubiese sido un hogar para él, a pesar de lo mucho que le gustaba.

Ojala Sungmin y Kyuhyun se diesen cuenta de lo afortunados que eran.

Wook ni siquiera podía permitirse el lujo de considerar suyos a los hijos que había llevado en su vientre, pues habían sido educados a imagen y semejanza de Yesung y Sunjoon, no de él.

Pero no debía lamentarse, pensó mientras se despedía de sus anfitriones, él tenía muchas más cosas que muchos jovenes de su edad y lo único que le hacía falta era un trabajo que valiese la pena. A su tiempo, llegaría el amor y viviría tranquilo durante el resto de su vida al lado del hombre amado.

—Te seguiré en mi coche —dijo Yesung, a la vez que sostenía abierta la puerta del coche de Wook para que se subiera.

—Gracias —respondió Wook.

Podría haber protestado, pero no habría podido evitar que Yesung lo acompañase, pues en su mundo los jóvenes y mujeres constituían el sexo débil, que necesita ser cuidado y protegido.

A los diez minutos, otro coche se interpuso entre el de Yesung y el de él con una sucesión de bocinazos. Wook miró por el espejo retrovisor y quizá fuera ese instante de distracción que lo llevó dar la vuelta en el siguiente desvío, no vio a un coche que se dirigía hacia él hasta que ya fue casi demasiado tarde y, a pesar de que los frenos le respondieron, no pudo evitar que su coche se fuese a la cuneta.

El hecho de llevar puesto el cinturón de seguridad lo salvó de sufrir una herida seria, pero se dio un doloroso golpe en la rodilla.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Yesung al abrir la puerta. Wook no le respondió, estaba demasiado aturdido—. Wook, ¿te encuentras bien? —cuando le tocó el brazo, él volvió a gritar de dolor—. ¿Qué pasa? ¿Dónde te has hecho daño?

—He sentido que algo me golpeaba en la rodilla. Y también me duele mucho la mano.

—¿Sientes dolor en alguna otra parte del cuerpo?

—Me duele un poco la cabeza.

—Ya he solicitado ayuda por el teléfono de mi coche -dijo Yesung con voz suave, a la vez que cubría a Wook con una manta de viaje—. ¿Estarás bien si te dejo por un momento para hacer señales si alguien se acerca?

—Sí, por supuesto.

Al poco rato, llegó la ambulancia a recogerlo y, después de ser atendido, bien vendado y tomar unas píldoras para el dolor, Wook se encontró en el enorme Mercedes de Yesung. Por suerte no había sufrido ninguna fractura, sólo una luxación de la muñeca.

—¿Qué pasará con el coche? —preguntó mientras Yesung ponía el Mercedes en marcha. En ninguna de las granjas podían verse luces encendidas, y no se veía ningún otro coche por el camino, lo que le daba a Wook la sensación de encontrarse en el fin del mundo.

—No te preocupes, ya he hecho todo los arreglos necesarios. La grúa lo ha recogido y lo ha llevado a un taller. Mañana me pondré en contacto con tu seguro.

Quizá eso no fuese lo mejor, pero lo dejaría hacer las cosas a su modo.

Se encontraban a punto de llegar a Mouserabbit cuando Wook comprendió hacia donde se dirigían.

—Yesung, yo no puedo quedarme ahí.

—Pues me temo que no te quedará otro remedio —le aseguró él, sin hacer ningún intento por fingir que deseaba su presencia—. El doctor ha indicado que debes reposar durante un par de días. Y no te hagas el tonto, Wook. ¿No es esto lo que tú querías, una oportunidad para conocer mejor a los niños?

Por supuesto que deseaba esa oportunidad, pero no quería estar en la casa en la que Sunjoon había impuesto su personalidad, y en la que el sentimiento de culpa surgía con tanta fuerza.

—No quiero causarte molestias —dijo con buena voluntad—. Lo que voy a hacer es contratar una enfermera.

—No te voy a atender yo, sino Bada, la mujer que viene a casa para ayudarme con los niños.

Wook se encontraba completamente agotado, por lo que no pudo evitar un enorme bostezo.
Cuando llegaron a la casa, Wook intentó salir del coche, pero sintió que las piernas no podrían sostenerlo, lo que no pasó desapercibido para Yesung.

—¿Quieres que te lleve en brazos?

—No, gracias, no es necesario —le aseguró, aunque sin poder evitar que él le ayudase a caminar.
En el interior de la casa, había también un olor que Wook no recordaba haber percibido en ninguna otra casa; el aroma de un hogar feliz. En alguna ocasión su principal ambición había sido tener una casa que oliese como aquella.

Yesung lo llevó a la pequeña habitación que anteriormente había sido suya. Nada parecía haber cambiado en las otras dos habitaciones en las que Wook había estado, pero en aquella no había nada que recordara su pasado. La colcha blanca había dado lugar a otra de rayas azul y oro; los muebles eran diferentes y hasta los cuadros que adornaban las paredes habían sido cambiados.

—Te enviaré a Bada para que te ayude a desnudarte —le indicó Yesung desde el umbral.

—No es necesario, podré arreglármelas solo.

—Entonces, lo único que puedo hacer es desearte que pases una buena noche. Quizá mañana por la mañana no nos veamos, pues tengo que ir a una reunión. Que duermas bien.

Quince minutos más tarde, le costaba despojarse de la ropa, pero al fin lo logró, no sin darse un par de dolorosos golpes en la muñeca. Y estaba a punto de dirigirse al cuarto de baño para lavarse la cara, cuando oyó que alguien llamaba a la puerta.

—¡Un minuto por favor! —gritó, mientras miraba a su alrededor en busca de algo con lo que cubrir su casi total desnudez, tomó su camisa y la usó como un escudo al acercarse a la puerta con la intención de abrirla un poco, pero no pudo hacerlo con la mano izquierda y, para su horror, la puerta se abrió de pronto.

La puerta le golpeó el pie, lo que le provocó un grito de dolor; y, cuando se echó para atrás, la rodilla herida chocó contra el respaldo de una silla de madera y el movimiento le hizo caer sobre la cama.


—¿Qué demonios...? —preguntó Yesung abriendo la puerta por completo.

5 comentarios:

  1. Esto esta mas bueno que el pan~
    aunque sigue sin gustarme la actitud de Yesung, siempre tan hostil y desagradable~
    ahhh!! aun quiero saber que fue lo que desearon los niños~

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  2. Creo que entiendo el mal entendido de aquella vez, me suena a que Sunjoon tiene mucho que ver con esa 'fatidica noche' por como Wook cuenta que sucedieron las cosas, imagino que Sunjoon ideo esto para que Yesung tenga los hijos que quería u.u peeero son solo suposiciones, ya quiero el próximo capítulo >_<

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  3. Santa madre...eran primos........Joon y Wook eran primos
    No,no hay duda,Joon planeo todo,la casa sola,que durmiera en su cama,la pijama que le dio....todo estaba friamente calculado....claro que aceptar una "traición" de parte de su primo y de su esposo no es cualquier cosa,si es así,Joon tenia que haber sabido todo para aceptar y dejar que las cosas pasaran.....cierto
    Casual que Min invite a Wook a cenar y este Yesung ahí...¬¬
    ¿a qué regreso yesung al cuarto de wook?,no pudo esperar a que wook le habriera....si claro
    dios y apenas es miercoles T_T

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  4. Apuesto todo lo que tengo -como si fuera mucho xD- a que la tal SunJoon tiene que ver con todo lo que pasó entre Yesung y Wook, no sé es DEMASIADA casualidad, además me molesta que hablen de ella como si fuera una santa y tengo la fuerte impresión que no lo es.

    Por otro lado, fue muy doloroso leer todo lo que sufrió Wook, me dio pena la forma en que fue tratado.

    No entiendo la actitud de Yesung, por un lado es frío y hasta cruel con Wook y por otro parece que se preocupa y quiere protegerlo.

    En fin, me gustó mucho el cap, nos leemos en la siguiente actu ^^

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  5. Oh Wookie, tan solo, y ahora con dolor, fisico ya que el emocional no se va nunca para el, esta increible Yota, me encanta la trama Yeye lo trata tan mal, me apena eso ....

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...