–¡Dios mío! ¿Acabas de responder una pregunta? Cielos, será
mejor que llamemos urgentemente a Keunjung antes de que te desplomes muerto, o
no-muerto, o lo que sea que os pase a los vampiros.
–Ja, ja –le contestó Hunter con una sonrisa.
Joder, cuando sonríe es un vampiro muy sensual…
–Sólo las personas que necesitan saber lo que soy tienen esa
información.
Leeteuk sopesó su respuesta durante un instante.
–Supongo que, en ese caso, me encuentro entre los
privilegiados.
–«Malditos» sería más apropiado.
–No –dijo Leeteuk al analizarlo más a fondo–. Cuando dejas
el sarcasmo de lado y no te comportas de forma terrorífica ni dictatorial, no
resulta tan insoportable estar a tu lado. –Y añadió con malicia–: Claro que,
desde que te conozco, ésas han sido tus actitudes más habituales, exceptuando
quizás un par de ocasiones, de modo que… ¿quién soy yo para juzgarte?
El rostro de Hunter se suavizó.
–No sé tú, pero yo necesito dormir. Ha sido una noche muy
larga y estoy exhausto.
Leeteuk también se encontraba bastante cansado pero, al
observar el sofá de piel sintética, se dio cuenta de que no podrían dormir allí
los dos juntos.
Hunter le dedicó una sonrisa.
–Para ti el sofá; yo duermo en el suelo.
–¿Podrás?
–He dormido en sitios peores.
–Sí, pero ¿no necesitas un ataúd?
Hunter le miró con una chispa de diversión en los ojos, pero
no dijo nada al acercarse al sofá. Leeteuk no había hecho más que tumbarse
cuando se dio cuenta de que no iba a funcionar.
–Esto es muy incómodo. No puedo dormir con el brazo colgando
y además necesito un sofá el doble de largo que éste.
–¿Y qué sugieres?
Agarró la manta y la almohada y se estiró en el suelo, a su
lado.
Kangin se encogió cuando la cercanía de sus cuerpos le hizo
ser consciente del calor que desprendía Leeteuk. Lo peor era que para poder
dormir con comodidad, tendría que pasarle el brazo por la cintura.
Como si fuesen amantes.
La idea lo atravesó y se clavó en su corazón con tal impacto
que durante un minuto se olvidó de respirar. En ese momento, recordó la última
vez que había cometido el error de acercarse a un joven y bajar la guardia. De
forma involuntaria, acudieron a él las imágenes de la sangre y los recuerdos de
un dolor brutal e interminable. La sensación fue tan real que volvió a
encogerse.
Eso es el pasado, se dijo a sí mismo. Recuerdos que son
historia.
Pero algunas cosas resultan imposibles de olvidar. Y ni
siquiera un hombre con poderes psíquicos hiperdesarrollados podía enterrarlas.
No pienses en lo que sucedió.
No era momento para recordar. Tenía que ser práctico. Changsu
iría tras él en cuanto cayera la noche y, si quería salvar a Leeteuk y a su
hermano, tendría que estar bien despierto y alerta.
Cerró los ojos y se obligó a relajarse.
Hasta que Leeteuk se movió y su trasero le rozó la
entrepierna.
Kangin apretó los dientes. Se sentía a punto de estallar en
llamas tan sólo por el aroma que desprendía. Hacía tanto tiempo que no se
acostaba con alguien… Tanto tiempo desde que se atreviera a cerrar los ojos con
un joven a su lado…
La necesidad era una puta traicionera. Pero ya había
aprendido la lección mientras luchaba contra los romanos. Tragó saliva y se
obligó a dejar la mente en blanco. Concéntrate, se dijo, echando mano de su
firme entrenamiento militar. Es hora de descansar.
Leeteuk se tensó cuando Hunter se movió y se acomodó tras él.
Cuando le pasó el brazo por encima se le aceleró el corazón. Ese cuerpo fuerte
y esbelto presionaba su espalda de un modo muy inquietante.
¡Estás acostado con un vampiro!
No. Es un Dark Hunter. Aunque todavía no tenía muy clara la
diferencia. Pero ya lo aclararía. Encontraría el modo de hacerlo.
Durante horas, permaneció tendido, escuchando la respiración
de Hunter. Supo el momento exacto en el que por fin se quedó dormido.
Escuchaba los ruidos de la gente que iba y venía por el
pasillo del despacho de Keunjung y las voces de los conserjes, informando a
través del sistema de megafonía o llamando a los doctores. Poco después del
mediodía, Keunjung le trajo el almuerzo, pero no quiso que despertara a Hunter.
Se comió la mitad del sándwich y continuó echado en el suelo, preguntándose
cómo podría sentirse tan seguro junto a un vampiro al que apenas conocía.
Giró con cuidado para quedar tendido de espaldas y poder
observarlo. Era magnífico. El pelo le caía sobre los ojos mientras dormía y sus
facciones tenían un encanto muy juvenil. Observó su boca y recordó el sabor y
las poderosas sensaciones que había despertado en él cuando se posó en su
cuello. Lo habían besado en más ocasiones de las que podía recordar, pero ningún
hombre había conseguido que sintiera aquello. El roce de la boca de Hunter
sobre la suya había incendiado su cuerpo.
¿Cómo lo hacía? ¿Qué tenía Hunter que despertaba su deseo
hasta extremos casi dolorosos en contra de su voluntad? ¿Tendría algo que ver
con sus poderes de inmortal?
Él no era un ninfómano. Llevaba una vida sexual saludable y
muy normal, no demasiado esporádica pero tampoco excesiva. Aun así, cada vez
que lo miraba deseaba tocar su piel, sus labios, su pelo…
¿Qué le estaba pasando?
Destiérralo de tu mente. Cerró los ojos y comenzó a contar
desde el cien hacia atrás. Cuando llegó a menos sesenta, se dio cuenta de que
era inútil.
Hunter murmuró en sueños y se acurrucó más contra él. Le
apretó la mano con fuerza un momento antes de abrazarlo hasta rodearlo por
completo con su cuerpo. Susurró algo en una lengua extraña y se quedó quieto,
aún dormido profundamente.
El corazón de Leeteuk latía desbocado. Nadie le había
abrazado nunca de ese modo. De forma tan posesiva; tan completa. Se sentía
protegido, rodeado por su fuerza. Lo más extraño de todo era que, en el fondo,
le gustaba la situación mucho más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Finalmente se quedó dormido, acurrucado entre sus brazos.
Leeteuk se despertó y sintió que la pierna de Hunter
descansaba entre sus muslos y que una de sus manos, que parecía quemarle con su
contacto, vagaba bajo su sudadera, acariciándole el estómago. Le estaba
abrazando con tanta fuerza que le costaba trabajo respirar.
–Te he echado de menos –susurró con ternura, segundos antes
de deslizar la mano por su pecho.
Leeteuk dejó escapar un siseo de placer al sentir que sus
dedos le acariciaban trazando lentos círculos, despertando su deseo y
marcándolo como si se tratase de un hierro candente. Le costaba un enorme
esfuerzo permanecer tendido de costado y no darse la vuelta para besarlo.
–Junho –jadeó Kangin dulcemente.
–¡Eh! –exclamó Leeteuk. Al llamarlo por el nombre de otra persona
se había sentido ofendido hasta el alma. ¿Cómo se atrevía? Si quería meterle
mano, joder, ya podría recordar con quién estaba–. ¿Qué estás haciendo?
Kangin se tensó al despertarse por completo y abrir los
ojos. Fue consciente del pecho suave y cálido que estaba acariciando e,
inmediatamente después, de un dolor punzante que le exigía buscar un alivio
inmediato.
¡Mierda!
Apartó la mano como si se hubiese quemado. ¿Qué coño estaba
haciendo?
Su trabajo era protegerlo, no tocarlo. Y menos aún cuando
parecía encajar a la perfección entre sus brazos. La última vez que había
cometido ese error con un joven le había costado el alma.
Leeteuk percibió la confusión en el rostro de Hunter
mientras se separaba de él y se incorporaba hasta quedar sentado.
–¿Quién es Junho? –preguntó.
El odio llameó en sus ojos.
–Nadie.
Vale, no le gustaba mucho el tal Junho cuando estaba
despierto, pero hacía un momento… Hunter se puso en pie despacio y le ayudó a
levantarse.
–No tenía intención de dormir tanto. Casi está anocheciendo.
–¿Lo tuyo con el sol es algún tipo de conexión psíquica
extraña?
–Puesto que mi vida se rige por su presencia o su ausencia,
sí. –Tiró de él mientras se dirigía hacia la puerta–. Entonces, ¿conoces a
alguien que puede ayudarnos a librarnos de esto?
–Sí. Deberían estar en casa, ¿quieres que llame para
comprobarlo?
–Sí.
Leeteuk se acercó al escritorio, cogió el teléfono y llamó a
Lee Donghae.
–Hola, Hae –lo saludó tan pronto como Donghae cogió el
auricular–. Soy Leeteuk. ¿Vais a estar en casa esta noche? Necesito pediros un
favor.
–Claro. Mis suegros estarán aquí un rato, pero así los niños
estarán entretenidos. ¿Quieres pedirme…?
–Por teléfono no. No tardaremos.
–¿Quiénes? –preguntó Donghae.
–Iré con un amigo, si no te importa.
–No, para nada.
–Gracias. Hasta ahora. –Y colgó el teléfono.
–Vale –le dijo a Hunter–. Viven pasando St. Charles.
¿Conoces el lugar?
Antes de que él contestara, Keunjung entró en el despacho
con un maletín negro en la mano.
–Hola –le dijo a Hunter–. Suponía que ya estarías despierto.
Un chico llamado Minho vino hace un par de horas y dejó esto para ti.
–Gracias –le contestó Hunter mientras cogía el maletín. Lo
dejó sobre el escritorio y lo abrió.
A Leeteuk casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver
el contenido: dos pistolas pequeñas, una repetidora, un par de pistoleras, un
móvil, tres navajas de aspecto peligroso y unas gafas de sol pequeñas y de
cristales muy oscuros.
–Keunjung –le dijo Hunter, con un tono tan amistoso que
extrañó a Leeteuk–, tú sí que vales. –Espero que Minho no haya olvidado nada.
–No, no. Lo ha pillado todo.
Leeteuk alzó una ceja ante ese lenguaje tan informal, en un
hombre con una voz tan profunda y seductora.
Keunjung se despidió de ellos con un movimiento de cabeza y
se marchó.
Leeteuk observó cómo se colocaba las pistoleras alrededor de
las caderas, quitaba el cargador y metía una bala en cada una de las armas.
Acto seguido, les puso el seguro, las hizo girar en ambas manos y las metió en
las fundas, de modo que el abrigo las mantuviera ocultas.
Después, cogió una navaja automática y la guardó en el
bolsillo trasero del pantalón. Las otras dos fueron a parar a los bolsillos del
abrigo antes de que asegurara el móvil y la PDA al cinturón.
Leeteuk volvió a alzar una ceja ante semejante arsenal.
–Pensaba que bastaba una estaca de madera para matar a un
vampiro.
–Una estaca de madera en el corazón acabaría con cualquiera.
Y si no lo hace, sal corriendo como alma que lleva el diablo –dijo Hunter
suavemente–. Vuelvo a decirle, señor, que ve usted demasiada televisión. ¿Es
que no tienes vida?
–Sí, al contrario de lo que te ocurre a ti, tengo una vida
felizmente aburrida en la cual nadie intenta matarme. ¿Y sabes qué? Me gusta, y
quiero que siga siendo así cuando salga de ésta.
El humor chispeó en los ojos de Hunter.
–Muy bien, entonces vamos a ver a tus amigos para que nos
separen, de modo que puedas recuperar tu aburrida vida y yo pueda volver a
tomar las riendas de mi peligSora existencia.
Recorriéndole de arriba abajo con una mirada ardiente y
lujuriosa, se pasó la lengua por los colmillos y se colocó las gafas de sol.
El pulso de Leeteuk se aceleró. Con esas gafas de sol, su
apariencia de poeta romántico resultaba aún más intensa. Y le estaba costando
la misma vida no regresar a sus brazos y exigirle que le besara de nuevo.
Hunter cogió la mano de Leeteuk, la ocultó en el bolsillo de
su abrigo, junto con la suya, para ocultar los grilletes, y le guió hasta el
exterior del despacho de Keunjung y a lo largo del pasillo del hospital.
Una vez en el oscuro estacionamiento, Leeteuk dejó escapar
un silbido al ver un Lamborghini Diablo en uno de los aparcamientos para
empleados. La luz de la farola se reflejaba sobre la chapa negra y lo rodeaba
con una especie de halo. Normalmente, pasaba por completo de los coches, pero
el Lamborghini siempre había sido una excepción.
Debía ser de uno de los cirujanos. O eso pensaba hasta que
Hunter se acercó a él.
–¿Qué haces? –le preguntó.
–Abriendo mi coche.
Leeteuk lo miró boquiabierto.
–¿Este coche es tuyo?
–No –le contestó con ironía–. He sacado la llave para
robarlo.
–Por Dios –jadeó–. ¡Debes estar forrado!
Hunter se bajó las gafas de sol y le miró, furioso, por
encima de los cristales.
–Es sorprendente lo mucho que puedes ahorrar durante dos mil
años.
Leeteuk parpadeó mientras su cerebro registraba la
información. ¿En serio podía tener…?
–¿De verdad eres tan
viejo? –le preguntó con escepticismo.
Él asintió.
–En Enero cumplí dos mil ciento ochenta y dos años, para ser
exactos.
Leeteuk se mordió el labio inferior mientras deslizaba la
mirada por el fantástico cuerpo de Hunter.
–Tienes una pinta
estupenda para ser tan viejo. Yo no te habría echado más de trescientos.
Hunter soltó una carcajada mientras introducía la llave en
la cerradura.
Leeteuk no pudo evitar que el diablillo que llevaba dentro
saliera a la luz en ese momento para tomarle el pelo.
–¿Sabes una cosa? Dicen que los hombres que compran estos
coches lo hacen para compensar una equipación –dijo mientras sus ojos
descendían por la parte delantera de su cuerpo y se detenían en la
protuberancia que se apreciaba bajo los vaqueros– pequeña.
Él alzó una ceja y le miró con una sonrisilla cálida y
traviesa mientras abría la puerta.
Antes de que Leeteuk sospechara lo que iba a hacer, se
acercó a él y, abrumándole con su poder y aroma, le cogió la mano apresada por
el grillete y la apretó contra su hinchado miembro.
No. Allí no había que compensar nada. Hunter bajó la cabeza
y le susurró al oído:
–Si aún no lo tienes muy claro…
Se quedó sin respiración al sentirlo bajo la mano. Eso no
era un calcetín.
Hunter le miró a los labios y atrapó su rostro con la mano
que tenía libre. Leeteuk supo en ese instante que iba a besarle de nuevo.
¡Sí, por favor!
–Toc, toc –se escuchó la voz de Changsu desde las sombras.
–Esto sí que es una putada –dijo Hunter con voz serena
mientras se quitaba las gafas de sol y las guardaba en el bolsillo del abrigo.
Sus movimientos eran deliberadamente lentos y Leeteuk supo
al instante que era la forma en la que el Dark Hunter hacía saber a Changsu lo
insignificante que le resultaban sus amenazas.
–Aquí estoy, intentando besar a mi chico y tienes que llegar
tú a interrumpirnos. ¿Qué pasa?, ¿es que te criaste en un establo?
Con una calma que dejó pasmado a Leeteuk, Hunter se dio la
vuelta para enfrentar a Changsu.
–Por cierto, toca al chico, o al Lamborghini, y eres hombre
muerto.
Changsu salió de entre las sombras y se detuvo bajo un rayo
de luna. El contraste con la amarillenta luz de las farolas le confería una
apariencia siniestra, a pesar de su belleza angelical.
–Bonito coche el tuyo, Dark Hunter –dijo Changsu–. Gracias a
él es muy fácil seguirte la pista. Y, con respecto a tu amenaza, ya estoy
muerto. –Sus hermosos labios se curvaron con una sonrisa burlona–. Igual que
tú.
Vestido con un traje de rayas azul, muy a la moda, Changsu
tenía toda la apariencia de un modelo. No aparentaba más de veinticinco años.
Un hombre en la cúspide de su magnetismo sexual y de su fuerza.
Leeteuk sintió que el miedo le erizaba la piel y tragó
saliva con fuerza.
–Casi me fastidia matarte, Dark Hunter. Tienes un sentido
del humor muy especial del que carecían los anteriores.
–Eso intento –dijo Hunter colocándose entre Changsu y
Leeteuk–. ¿Por qué no haces esto aún más interesante y dejas que el joven se
vaya?
–No.
Y surgiendo de la nada, los secuaces de Changsu atacaron en
ese momento. Leeteuk escuchó un chasquido metálico.
Agarrando la muñeca que le mantenía unida a él, de modo que
no pudiera hacerle daño, Hunter golpeó al primer vampiro rubio con la punta de
la bota. Cuando vio que el Daimon se desintegraba en el aire dejando una nube
de polvo, Leeteuk se dio cuenta que el chasquido lo había producido la hoja
retráctil oculta en la bota. Al instante, el arma volvió a su escondite.
Con un movimiento sacado directamente de Hollywood, Hunter
golpeó a otro vampiro con el codo y lo envió volando de espaldas al suelo. A la
velocidad del rayo, se arrodilló, sacó una navaja y la clavó profundamente en
el pecho del Daimon; cuando éste también se evaporó, la plegó y se puso en pie.
Un tercer atacante surgió de las sombras.
Dejándose guiar por el instinto, Leeteuk se giró y le dio
una patada. Lo alcanzó en la ingle y lo envió al suelo entre gemidos.
Hunter le miró y alzó una ceja.
–Cinturón negro en aikido –le dijo.
–Si las circunstancias fueran otras, te daría un beso.
–Sonrió y miró por encima del hombro de Leeteuk–. Agáchate.
Él lo hizo y él lanzó una navaja directa al pecho de otro
vampiro. La criatura se desintegró dejando una nube negra.
Hunter desenfundó la pistola.
–Métete en el coche –le ordenó, empujándolo hacia el asiento
del conductor.
Leeteuk entró tan rápido como le permitieron los grilletes,
preso de continuos estremecimientos provocados por la sobrecarga de adrenalina.
Pasó por encima del cambio de marchas y se acomodó en el asiento del copiloto
mientras Hunter disparaba a los Daimons.
Hunter entró al coche cuando él estuvo listo, cerró la
puerta y encendió el motor. Dios santo, estaba sorprendentemente calmado. Jamás
en su vida había visto algo así. El tipo era imperturbable.
Otro apuesto vampiro rubio saltó al capó en el instante en
que Hunter daba marcha atrás y pisaba el acelerador. Enseñando los colmillos,
el Daimon intentó golpear el parabrisas.
–¿No te he dicho que no toques el Lamborghini? –se quejó
Hunter segundos antes de tomar una curva cerrada haciendo que el vampiro volara
por los aires–. Y yo que pensaba que no podías volar… – dijo mientras
enderezaba el Lamborghini y salía a la carretera–. Supongo que Shindong
necesita actualizar el manual.
Leeteuk se dio cuenta de que los perseguían dos coches.
–¡Dios mío! –jadeó, rodeando la ancha y fuerte muñeca de
Hunter con la mano para que éste tuviera más movilidad y pudiera maniobrar
mejor con el cambio de marchas. La cosa se ponía fea y no quería ser un estorbo
para él, que era el único que podía sacarle del atolladero.
–Agárrate fuerte –le dijo él mientras ponía la radio y
aceleraba.
La música resonó con fuerza en el interior del coche justo
cuando salían del aparcamiento y se internaban en el tráfico. Con el cuerpo
rígido, Leeteuk comenzó a rezar el rosario, aunque ni siquiera era católico.
–¡Las luces! –le gritó a Hunter al darse cuenta de que
conducía con los faros apagados y el coche tenía los cristales tintados, cosa
que era ilegal–. ¡Las luces vendrían muy bien en este momento!
–No lo creo, ya que me molestan hasta el punto de no ver
nada. Confía en mí.
–¿Que confíe en ti? Y un cuerno –soltó Leeteuk, agarrándose
con la mano libre al cinturón de seguridad como si le fuese la vida en ello–.
Por si no lo recuerdas, no soy inmortal.
Hunter soltó una carcajada.
–Sí, bueno, en un coche aplastado tampoco lo soy yo.
Leeteuk lo miró con la boca abierta.
–Odio tu sentido del humor, en serio.
La sonrisa de Hunter se intensificó.
Atravesaron las atestadas calles de Nueva Orleáns a toda
velocidad, pasando de un carril a otro hasta que Leeteuk creyó que iba a
ponerse a vomitar. Por no mencionar que en un par de ocasiones pensó que se quedaría
sin mano debido a los movimientos bruscos de Hunter. Tragó con fuerza, en un
intento por calmar las nauseas, y se pasó el brazo por la cintura, luchando por
mantenerse derecho a aquella velocidad.
Un enorme Chevy negro se colocó a la altura del Lamborghini
e intentó desviarlos para que se estrellaran contra un trailer. Leeteuk contuvo
un chillido apretando con fuerza los dientes.
–No te dejes llevar por el pánico –le dijo Hunter, alzando
la voz para hacerse escuchar por encima del ruido de la música mientras giraba
bruscamente para pasar por debajo del trailer y pisaba a fondo el acelerador–.
He hecho esto un montón de veces.
Leeteuk apenas podía respirar cuando se internaron en otro
carril, donde un Firebird les esperaba para intentar chocar con ellos. El Dark
Hunter esquivó un coche aparcado a duras penas. Estaba tan aterrorizado que
sólo podía emitir pequeños jadeos. Y rezar. Cientos y cientos de oraciones.
Cuando llegaron a la interestatal, había visto toda su vida pasar ante sus
ojos. Y no le gustó nada lo que vio. Era demasiado breve y aún había muchas
cosas que quería hacer antes de morir… incluyendo agarrar a Heechul y darle una
buena paliza.
Súbitamente, el Chevy negro apareció junto a ellos e intentó
sacarlos de la carretera. Hunter pisó el freno y el coche derrapó hacia un
lado.
A Leeteuk se le revolvió el estómago.
–¿Sabes una cosa? –le dijo Hunter muy tranquilo–. Odio a los
romanos, pero debo reconocer que sus descendientes han fabricado un vehículo
extraordinario.
Cambió de marcha y aceleró de nuevo, dejando atrás al Chevy.
Atravesando la mediana, se internaron en el tráfico y tomaron una de las
salidas a tal velocidad que lo único que Leeteuk vio fueron los destellos de
las luces en una especie de mancha borrosa. Los chirridos de los frenos y las
pitadas de las bocinas llenaron sus oídos, seguidos por el estridente sonido
del metal cuando el Firebird, lleno de Daimons, chocó contra el Chevy negro. El
Firebird empujó al otro vehículo hasta el muro de contención, donde dio una vuelta
de campana y cayó sobre la autopista. Aún no era capaz de respirar con
normalidad cuando el Chevy de los Daimons se detuvo al lado de la calzada sin
golpear a ningún otro coche.
Hunter dio un alarido de júbilo mientras hacía girar al
Lamborghini bruscamente hasta dejarlo en dirección contraria. Pisó los frenos a
fondo y echó un vistazo al caos que acababan de dejar atrás.
Leeteuk se limitó a mirarlo con la boca abierta y todo el
cuerpo temblando. Él quitó la radio y le miró con una sonrisa triunfal.
–Y sin un solo arañazo en el Lamborghini… ¡Ja! Muerdan el
polvo, cabrones chupa-almas.
Jdjfjdjd fue perfecto hasta que dijo JunHo e.e pero Teukie tu estas más bueno 7w7 waaaa ya quiero que Kangin se encuentre con Hyukkie *^* gracias por el Capi estuco genial.
ResponderEliminarJoder.....seguro a Tek se le bajo todo...lo emocionado que estaba con lo que hacia kangin y luego mata todo sentir con lo que dijo kangin y para rematar,el nombre que no fue el de él.....eso si daño los momentos.
ResponderEliminarWoooow.......bueno,teuk pudo comprobar que el auto es solo por gusto.....xD
Oh,recordo lo que vivio,seguro así fue como lo atraparon...y sufrio mucho.
Eish.....como se le ocurre interrumpir......dios,ya no se tiene privacidad en ningun lugar.
ay.....vera a hyukjae *0*
YUNHO!! Tenía que decir JunHo?? Quién es JunHo y por qué lo menciona?? y lo más importante...por qué dice que es un error acercarse a un joven? en fin, igual no hubo pelea por eso y luego lo de la broma del Lamborghini por "compensación" me hizo morir de risa, lástima que el momento se arruinará de nuevo, esta vez por Changsu que la verdad es como una piedra en el zapato.
ResponderEliminarYa quiero ver que pasa cuando Kangin y Hyuk se encuentren -se come las uñas-