—Toc, toc.
Heechul levantó
la vista de su escritorio y sonrió al ver quién estaba en la puerta. Era la
primera sonrisa que había sentido de verdad en días... tal vez incluso en
semanas. Se acomodó en el sillón, dejando que le calentara el sol poniente que
se filtraba a través de las ventanas de su despacho de la decimocuarta planta
de Jin Publishing.
—Hola, Yunho.
Jung Yunho, su
editor general, se sentó en la silla que tenía enfrente.
—Parece que te
estás aclimatando bien.
Heechul echó un
vistazo al atestado despacho. Había montones de revistas apiladas junto a una
pared y una caja medio vacía junto a la estantería. Había conseguido colocar
varias fotografías de Siwan, un trocito de conglomerado y una piedra de
obsidiana que había recogido durante una excursión varios meses antes. Los
papeles se amontonaban en su escritorio y había un cuadro enmarcado contra la
pared, a la espera de que lo colgase.
—Eso intento.
Aunque me temo que no estoy progresando mucho.
—¿Qué tal llevas
el artículo? — Su editor cogió el pisapapeles de cristal con forma de rana que
descansaba en una esquina del escritorio. Siwan se lo había Regalado para
navidad año anterior, durante una etapa en la que estaba obsesionado con las
ranas.
Yunho apoyó un
tobillo en la rodilla contraria y comenzó a cambiarse el pisapapeles de una
mano a otra.
Heechul se pasó
los dedos por el pelo en un intento por liberarse de la tensión que le
embargaba. El trabajo no le estresaba, era el hecho de estar en Seúl. Tan cerca
de las respuestas que buscaba y tan lejos a la vez.
—¿«Discriminación
geotérmica de cinco presas volcánicas del río Colorado»? Va saliendo.
—Suena
interesante. Me muero por leerlo. —Sus ojos relucían. Iluminado por el sol
poniente, Heechul podía atisbar unas cuantas canas, justo en las sienes.
Se le escapó
una carcajada. Solo un par de amantes de la geología disfrutarían de algo así.
Sin embargo, presentía que Yunho no había ido para preguntarle por el trabajo.
Sabía que era competente, que se conocía el trabajo al dedillo. La geología era
algo innato para él. Había ido a su despacho porque estaba preocupado.
Heechul frunció
los labios.
—Deja de
mirarme como si fuera a derrumbarme. Estoy bien, Yunho.
—¿En serio?
—Enarcó una ceja —. No sería muy buen amigo si no me preocupara.
—Lo sé. Y
aprecio el gesto. Pero estoy bien. Nos las estamos apañando. La casa que nos
has dejado en la playa es perfecta.
—Me alegro de
que les guste. ¿Cómo está Siwan?
—Bien. —Pensó
en su hijo de cuatro años—. Le encanta estar cerca del océano. Pero... ahora
mismo le resulta difícil. Echa de menos a Mithra.
Él también lo
echaba de menos, aunque detestaba admitirlo. Daba igual lo que le hubiera
ocultado, daba igual lo difícil que fuera su relación antes de morir, aún no
lograba asimilar que pudiera haber hecho algo a propósito para herirlo. Tenía
que haber una explicación lógica para todos los secretos que le había ocultado
durante tanto tiempo.
Razón por la
que había llamado a Yunho y por fin había aceptado su oferta para trabajar en Seúl.
Razón por la que había alejado a Siwan de todo lo que conocía. Tenía que
encontrar respuestas. Tenía que saber qué había pasado en realidad.
—Sé que poco
puedo hacer — comentó Yunho—. Y también sé que tú no aceptarías mi ayuda aunque
te la ofreciera.
Heechul sonrió.
Yunho lo conocía muy bien.
—De todas
maneras te la ofrezco —continuó él—, Heechul. Quiero ayudar.
—Te agradezco
el ofrecimiento. De verdad. Solo con darme un trabajo has hecho lo mejor que
podrías hacer.
—Trabajar como
colaborador independiente se te quedaba muy corto.
Su sonrisa
desapareció. Mithra no quería que él trabajara. Quería que se quedara en casa
para, tal como le dijo: «mejorar». Comenzó a escribir artículos en calidad de
colaborador independiente porque necesitaba algo con lo que ocupar su tiempo.
Pero los dos sabían que si Mithra no hubiera muerto, él no estaría allí en ese
momento.
Se obligó a
sonreír de nuevo, aunque no estaba de humor.
—Si necesito
algo, serás el primero en saberlo.
—Mentiroso. —Yunho
se metió la mano en el bolsillo y sacó un trocito de papel—. Y como sé lo terco
que eres, voy a darte esto antes de que me lo pidas. Es el nombre de un abogado
local que he utilizado en varias ocasiones. Sé que te estás dando contra un
muro con esa clínica privada. Alguien sabe algo. Tal vez un abogado pueda
ejercer cierta presión legal, abrirte algunas puertas. A nadie le gusta un
abogado curioso.
—Gracias. Lo
llamaré a finales de semana.
Yunho se
levantó y dejó el pisapapeles en el escritorio.
—Hazlo. Y
mándame una copia del artículo cuando lo hayas acabado.
—Oye —dijo al
darse cuenta de que todavía no le había preguntado por su esposo—. ¿Cómo está Changmin?
Una sonrisilla
tonta le iluminó la cara.
—Gordo y feliz.
—¿Cuándo sale
de cuentas?
—Dentro de
cuatro semanas.
Su expresión
radiante lo animó muchísimo. Después de la lucha de Changmin contra el cáncer,
la pareja no esperaba tener hijos. Gracias a los nuevos fármacos, estaba
llegando al final de su embarazo.
—Dale recuerdos
de mi parte. Dile que me encantaría comer con él un día de estos si se siente
con fuerzas.
—Lo haré. Vete
pronto a casa, Heechul. Vuelve con tu hijo.
Cuando Yunho se
perdió en el caos de la redacción, Heechul hizo girar el sillón para contemplar
la vista de Seúl. Inspiró hondo y cerró los ojos.
Llevaba allí
una semana y no había recordado detalle alguno. Nada le resultaba familiar. Ni
la ciudad, ni los paisajes ni el ambiente. Había rezado para que algo,
cualquier cosa, le devolviera la memoria. Estaba aprendiendo a vivir con la
decepción.
La clínica
privada había sido una pérdida de tiempo. Había conducido hasta ella, pero allí
tampoco encontró nada que le ayudara a recordar.
La clínica
original había desaparecido tras sufrir un incendio hacía más de un año y el
director de la nueva clínica le había estampado la puerta en las narices,
negándose a contestar sus preguntas. Cada pista terminaba en un callejón sin
salida. Alguien en alguna parte sabía algo. Solo tenía que averiguar por dónde
empezar.
Acarició con
los dedos el nombre y el número del abogado que Yunho le había dado mientras
contemplaba la ciudad. Hizo girar de nuevo el sillón, encaró el portátil y se
conectó a internet, momento en el que se quedó paralizado al ver una página de
noticias.
En la barra de
la derecha, bajo el encabezado de Noticias de TV y Gentes, habían puesto la
foto de un hombre, un típo que estaba buenísimo. El joven más guapo que Heechul
había visto en la vida se pegaba a él como una lapa. Él le rodeaba la cintura
con un brazo y el joven tenía una mano oculta bajo su chaqueta mientras le
susurraba algo al oído. Algo que al hombre le había arrancado una sonrisa, como
si acabara de escuchar el secreto más pícaro del mundo.
Mithra nunca lo
había mirado con una sonrisa parecida. Desde luego que nunca se habían mostrado
tan cariñosos en público. La pareja de la foto resultaba muy atractiva, sin
embargo... la mirada de Heechul no dejaba de volver a la cara del hombre.
Estaba seguro de que nunca lo había visto, pero había algo familiar en esos
penetrantes ojos negros. Algo...
La emoción
corrió por sus venas al darse cuenta de los derroteros de sus pensamientos.
Volvió a examinar la foto. Estaban en una especie de vestíbulo, de un hotel, a
su parecer, listos para disfrutar de una noche de pasión.
«Afortunado él»,
pensó. Un ramalazo de celos le recorrió al ver el pie de foto: «Rumores de
matrimonio entre supermodelo y rico empresario farmacéutico.»
Heechul miró de
nuevo la cara del joven y, en ese instante, la emoción lo abandonó por
completo. Con razón veía algo familiar en la pareja. El joven era modelo. Un
modelo de ropa interior. Heechul lo había visto incontables veces en muchas
revistas.
Frunció el
ceño. Se acomodó en el sillón. Se recriminó por haberse emocionado tanto. Por
una foto de una publicación dedicada al cotilleo, nada menos. ¿De dónde iba a
conocer él a un empresario farmacéutico? Menuda ocurrencia.
Se olvidó del
tema, abrió la página del buscador y miró un listado de abogados que ejercían
en Seúl. El nombre que más resaltaba no era el que Yunho acababa de darle.
Lo miró. Sopesó
sus opciones. Había seguido su instinto al mudarse a Seúl. Si bien apreciaba la
ayuda de Yunho y la sugerencia de que se buscara un abogado era muy buena idea,
iba a seguir lo que le dictaba el instinto de nuevo. Algo en el fondo de su
mente le decía que confiar en su instinto era de vital importancia.
Más importante
de lo que lo fue antes.
Siwon estaba
junto a los ventanales de su despacho del piso cuarenta y ocho, con los brazos
en jarras y la vista clavada en la ciudad. Veía edificios convertidos en
cascarones vacíos y fríos, olvidados. No muy distinto de como se sentía él, la
verdad.
Se pasó una
mano por la frente. Era la alegría de la huerta de un tiempo a esa parte,
¿verdad? Si no encontraba el modo de salir del agujero en el que llevaba metido
una semana, Hyukjae acabaría sacándolo a patadas. Y no necesitaba darle otro
motivo para patearlo. Hyukjae llevaba queriendo hacerlo desde que descubrió, en
su época de universitarios, que Siwon estaba saliendo con su hermano.
Alguien llamó a
la puerta y se volvió, distanciándose de los recuerdos antes de que estos
pudieran aferrarse a él y arrastrarlo al pozo. Tiffany Hwang asomó la cabeza.
—¿Tienes un
momento?
—Para ti,
siempre.
Tiffany
atravesó el despacho como la elegancia felina que le conferían sus larguísimas
piernas, la ajustada chaqueta roja y la falda a la altura de las rodillas que
resaltaban su constitución de corredora. Señaló el escritorio con la cabeza.
—¿Es la nueva
publicidad del Reliquin?
Siwon movió el
panfleto del medicamento para que los dos pudieran verlo.
—El
departamento de publicidad acaba de mandármelo. No termino de verlo.
Tiffany cruzó
los brazos por delante del pecho y estudió el panfleto.
—No transmite
mucha felicidad, la verdad. Se supone que el nuevo medicamento contra el cáncer
de mama mejora la vida de quienes lo padecen. Necesitas a alguien atractivo,
con niños correteando alrededor y juguetes esparcidos por el suelo. Algo que
indique que hay vida más allá de un cáncer.
—Ni se te
ocurra. —Sabía adónde iba. Tiffany ya tenía la mano metida en todos los
departamentos de la empresa. No necesitaba echarle mano a nada más—. Ya tienes
bastante que hacer. Muy pronto ya no podré permitirme pagarte el sueldo.
—Ya casi no
puedes permitírtelo. —Se dejó caer en la silla que había delante de su
escritorio y sacó un informe de su bolso.
A sabiendas de
que Tiffany estaba a punto de repasar los pormenores del día, Siwon cogió sus
gafas y se sentó en el sillón de cuero. Su reunión diaria con Tiffany era lo
único que ansiaba cada día. Disfrutaban de una relación laboral muy cordial, de
una admiración mutua. Ella nunca se cortaba a la hora de decirle lo que pensaba
y él la respetaba por ese motivo. Lo necesitaba. Ascenderla a vicepresidente de
relaciones públicas de SmCorp Pharmaceuticals era la mejor decisión que había tomado.
—La FDA está
poniendo pegas a los resultados de nuestros ensayos clínicos en tres fases para
el Omnitrol —dijo ella, que fue directa al grano—. Quieren un estudio más largo.
Siwon cogió el
informe que ella le tendía y examinó los documentos. Los estrictos requisitos
de la Asociación de Alimentos y Medicamentos, encargada de aprobar los
fármacos, suponían una frustración constante.
Nadie recordaba
que había personas muriendo de cánceres que los nuevos medicamentos podrían
curar o prevenir. Claro que él sabía de qué iba el juego, llevaba años
jugándolo. Y su empresa de biotecnología se adhería a todas y cada una de las
normas y de las evaluaciones de la FDA. En ocasiones, significaba tirar a la
basura un fármaco en cuya investigación y desarrollo habían gastado millones.
En otras, significaba guardarlo en un cajón hasta que se pudieran realizar más
estudios. Tenía el mal presentimiento de que el Omnitrol llevaba ese camino.
—Vale. Que
Angela se encargue del tema. Que se ponga en contacto con Jing, de Biomed, y
que averigüe qué necesitamos.
—Ya se está
ocupando del tema. —Tiffany reordenó los papeles que tenía en las manos y le
pasó el siguiente tema—. La semana que viene vuelo a Mokpo para ver cómo va el
I+D del Mediquin. Han comenzado las pruebas en animales y tengo que ver cómo
van las cosas.
—Sunny está
allí. Puede redactar un informe y mandárnoslo por fax.
Tiffany ladeó
la cabeza.
—Siwon, Sunny
está hasta arriba con la fusión. El contrato con la empresa China le está
dando muchos quebraderos de cabeza. Me ha pedido que vaya a echarle una mano
con el problema de I+D, que perfile los últimos detalles de la fusión.
Siwon exhaló un
suspiro frustrado y se pasó una mano por el pelo. Esa fusión les estaba dando
más problemas que beneficios. Le había echado el ojo hacía bastante tiempo. La empresa tenía un buen historial de ventas y
medicamentos interesantes, y había tenido suerte de que los problemas de
liquidez la dejaran en una situación vulnerable. Sin embargo, el departamento
de I+D estaba haciendo que saltaran alarmas con ese nuevo medicamento.
—De acuerdo,
pero necesito que vuelvas enseguida. —Garabateó una nota y levantó la vista—.
¿Algo más?
Ella se mordió
el labio.
—¿Tiffany?
—Has vuelto a
aparecer en Dispach.
Su estado de
ánimo empeoró muchísimo al escuchar el nombre de su revista de cotilleos
«preferida».
Tiffany se sacó
la revista del bolso y la dejó en su escritorio. En portada había una
fotografía de Xiaotong y de él mientras atravesaban el vestíbulo del hotel de Incheon
en el que se había alojado durante su última visita.
—Genial
—masculló al tiempo que se reclinaba en el sillón para leer el titular que
hablaba sobre los rumores de matrimonio.
—La cosa
mejora. En páginas interiores, hay una cita encantadora de Xiaotong asegurando
que se le ponen los pelos de punta en los hospitales. Un paciente terminal
acudió a uno de sus desfiles e intentó conseguir un autógrafo y después le
pidió que se pasara por el ala de oncología de su hospital. Él le dio la
espalda. Le dijo que tenía que crecerle el pelo. La prensa se ha vuelto loca
con el tema, sobre todo por su relación contigo. No nos está beneficiando, Siwon.
Apretó los
dientes al escucharlo. Su relación con Xiaotong no era ni mucho menos
exclusiva, y el matrimonio era lo último que se le pasaba por la cabeza. No
tenía forma de controlar lo que él decía o hacía. Y jamás hablaban de
negocios cuando estaban juntos. De hecho,
apenas si hablaban.
—¿Cómo quieres
que enfoque el asunto? —preguntó Tiffany.
—No hagas nada.
Pasa del tema.
—La prensa va a
magnificarlo y ahora mismo no nos conviene una mala opinión pública con todo lo
que está pasando con la fusión. Creo que debemos enviar un comunicado de prensa.
Como si a él le
importase. La prensa podía publicar todo lo que le diera la gana sobre él.
—El trato con la empresa está cerrado. Y me importa una mierda lo que la gente piense de mí.
—En fin, pues a
mí sí me importa. Mi trabajo consiste en que me importe. Por eso me pagas una
buena tajada.
—Te lo pago
porque te lo ganas.
—Eso intento
ahora mismo.
—Me doy por
enterado de tu opinión al respecto.
—Pero vas a
hacer lo que te dé la gana. Y eso quiere decir que no vas a hacer nada.
Siwon se
levantó del sillón.
—¿Quieres beber
algo?
Ella frunció el
ceño.
—Agua, gracias.
Se acercó al
mueble bar, sacó dos botellas del frigorífico y le dio una a Tiffany.
—¿Qué más?
—¿A qué te
refieres? —preguntó ella al tiempo que cerraba la carpeta que tenía en el
regazo.
—Te lo veo en
la cara. ¿Qué más? —Tal vez se le diera bien tratar con la prensa, pero a él no
podía ocultarle nada. Se conocían desde hacía demasiado tiempo.
Tiffany exhaló
un profundo suspiro y se apoyó en el respaldo de la silla mientras golpeaba el
botellín de agua con los dedos.
—El trato de fusión ha despertado mi curiosidad.
—¿A qué te
refieres?
—A tus
objetivos. —Al ver que Siwon enarcaba una ceja, añadió—: A tus objetivos a
largo plazo. ¿Cuál es el plan?
—Me he perdido.
—En fin. —Se
removió en la silla —. Además de querer ser el mejor en el mundo farmacéutico,
algo que ya has logrado, y de querer ampliar tu red de empresas, cosa que estás
consiguiendo al comprar subsidiarias, me pica la curiosidad por saber adónde va
todo esto.
Siwon tenía la
sensación de que no le iba a gustar el rumbo de esa conversación. Regresó al
escritorio, se sentó de nuevo y esperó a que ella fuera al grano.
—Mira, no te lo
tomes a mal, Siwon, pero no eres el típico presidente de una multinacional. —
Enarcó una ceja perfecta—. Eres un multimillonario que tiene mucho éxito en
casi todo lo que te propones, pero no vives como un hombre que tiene dinero a
espuertas. Vives en una casa bonita, pero podrías permitirte algo mucho más
grande y muchísimo más llamativo. Conduces el mismo coche de hace cinco años,
no se te va la mano con los gastos, no tienes un yate o un deportivo, y ni
siquiera te vas de vacaciones a todo tren. Salvo por la semana en la que
desapareces todos los años con Sulli, nunca te tomas un descanso. Eres miembro
de un club de campo, pero casi no vas, casi no usas el coche con chófer de la
empresa que tienes a tu disposición y no organizas fiestas lujosas ni te
relacionas con la alta sociedad de Seúl.
Siwon se volvió
en el sillón para contemplar la bahía mientras ella seguía hablando. Estaba
anocheciendo y las luces de la ciudad se reflejaban en el agua. Y la creciente
oscuridad de la noche de repente era la compañera perfecta para su estado de
ánimo.
—Lo que quiero
decir —continuó ella— es que no pareces disfrutar de ninguno de los beneficios
que obtienes de tu trabajo, así que siento curiosidad por saber por qué te
esfuerzas tanto por ampliar SmCorp.
—Tengo mis
motivos. —Y antes muerto que contárselos a ella o a ninguna otra persona.
—Pero ¿qué
sentido tiene si no se refleja en tu vida cotidiana?
La atravesó con
la mirada.
—Mira quién fue
a hablar. Tú estás tan entregada a la empresa como yo.
—Claro que sí,
pero también tengo una vida más allá del trabajo. Tú no.
Siwon volvió a
apretar los dientes. La poca alegría que sintió al comenzar esa reunión había
desaparecido. No necesitaba que lo golpeara en la cara con su realismo tan
directo.
—Mi vida
privada no es asunto tuyo.
La tensión se
mascó en el ambiente mientras ella lo miraba. Su relación era profesional, pero
también amistosa, y compartían no solo el amor por esa empresa, sino también
una mutua admiración. Sin embargo, Tiffany acababa de cruzar una línea, una
línea roja, y los dos lo sabían.
Varios segundos
que se hicieron eternos pasaron en silencio. Al final, ella dejó el botellín en
la mesa y se puso en pie para recoger los documentos.
—Tienes razón.
Me he pasado de la raya. Me voy el lunes por la mañana, así que estaré
disponible este fin de semana por si surge algo.
Bien,al menos Hee tiene un aliado para sus investigaciones,y que puede ayudarle a sopesar la situación. Ya esta en Seoul,todo se pone interesante.
ResponderEliminarnunca faltan las malas notas,pero asiwon le da igual......cuando hee vea la revista o.o
los motivos de siwon,siempre hy un por qué de las cosas