Mirándose el hombro, comenzó a extender la crema sobre la
quemadura. Dolía, pero ya estaba acostumbrado al dolor físico. Y se había
enfrentado a sufrimientos mucho peores que ese minúsculo dolor.
Hyukjae arqueó una ceja y lo miró de forma inquisitiva.
–Los romanos te capturaron por mi culpa, ¿no es cierto?
Kangin se detuvo al ver el remordimiento en los ojos de su
amigo. Después, siguió extendiéndose la crema.
–Siempre fuiste muy duro contigo mismo, Hyukjae. No fue por
tu culpa. Tras tu desaparición continué con la sangrienta cruzada contra sus
ejércitos. Me forjé mi propio destino en ese aspecto, y tú no tuviste nada que
ver.
–Pero si hubiese estado allí, podría haber evitado que te
cogieran.
Kangin resopló.
–Eras muy bueno sacándome de los problemas, no hay duda.
Pero ni quisiera tú podrías haberme salvado de mí mismo. Si hubieses estado
allí, los romanos habrían tenido a otro general macedonio al que crucificar.
Créeme, estabas mucho mejor en ese pergamino que enfrentándote al destino que
Escipión y Siwon tenían en mente para nosotros.
A pesar de sus palabras, Kangin aún veía la culpa reflejada
en el rostro de su amigo, y quería librarlo de ella.
–¿Qué sucedió? –preguntó Hyukjae–. Según los historiadores Siwon
te capturó en plena batalla. Pero no puedo creerlo. No luchando como luchabas.
–Y la historia dice que tú fuiste asesinado por los hombres
de Escipión. Los ganadores escriben su versión de los hechos.
Por primera vez desde hacía siglos, Kangin dejó que los
recuerdos lo transportaran de vuelta a aquel aciago día del pasado. Apretó los
dientes cuando una oleada de angustia y rabia lo invadió al recordar
vívidamente por qué había encerrado esos recuerdos en el fondo de su mente.
–Ya sabes que los Parcas son unos putos traicioneras. No fui
capturado por Siwon; me tendieron una trampa y me ofrecieron a él como un
regalo.
Hyukjae frunció el ceño.
–¿Cómo?
–Mientras tú y yo luchábamos contra los romanos, mi esposo
los recibía en su lecho, en nuestra casa.
El rostro de Hyukjae perdió el color.
–No puedo creer que Junho hiciese algo así, después de todo
lo que sacrificaste por él.
–Toda buena acción tiene un precio.
Hyukjae miró a Kangin con el ceño nuevamente fruncido ante
la amargura de sus palabras. Éste no era el mismo hombre que había conocido en
Macedonia. Kangin de Tracia siempre había estado lleno de alegría, generosidad
y ternura. El hombre que se alzaba ante él carecía de entusiasmo. Se mantenía
en guardia. Era muy suspicaz y su comportamiento rayaba en la frialdad.
–¿Te convertiste en un Dark Hunter a causa de la traición de
tu esposo? –le preguntó Hyukjae.
–Sí.
Hyukjae cerró los ojos cuando sintió que la compasión por su
amigo se abría paso hacia su corazón de la mano de la ira. Veía a su amigo en
sus recuerdos tal y como había sido siglos atrás. Sus ojos siempre habían
tenido una mirada alegre y traviesa. Kangin amaba la vida como muy pocas
personas lo hacían. De espíritu generoso, amable por naturaleza y de corazón
valeroso, Kangin siempre lograba desarmarlo y, en incontables ocasiones, había
deseado poder odiar al malcriado muchacho.
Pero le había resultado imposible.
–¿Qué te hizo Siwon? –preguntó Hyukjae. Kangin respiró
hondo.
–Créeme, no te gustaría conocer todos los detalles.
Hyukjae observó cómo Kangin hacía un leve gesto de dolor
cuando un repentino recuerdo asaltó su mente.
–¿Qué pasa?
–Nada –contestó Kangin malhumorado.
Los pensamientos de Hyukjae volvieron al esposo de Kangin. Junho
había sido hermoso. Sólo lo había visto una vez, y de lejos. Pero aún así, supo al
instante lo que había llamado la atención de Kangin. Cuando lo conoció, con
apenas veintidós años, el joven Kangin se había enamorado de él al instante.
Había amado a ese joven con locura, con toda su alma.
–¿Qué pasó con Junho? –preguntó Hyukjae–. ¿Descubriste por
qué lo hizo?
Kangin arrojó el paquete de hielo a la bolsa.
–Me dijo que lo hacía por temor a que no pudiera protegerlo.
Hyukjae soltó una maldición.
–Yo dije algo más fuerte –contestó Kangin en voz baja–.
Estuve tres semanas allí tendido, intentando descubrir qué era lo que él odiaba
tanto de mí como para entregarme a mi peor enemigo. Jamás me había dado cuenta
antes de lo imbécil que fui.
Kangin mantuvo la mandíbula fuertemente apretada al recordar
la mirada de su esposo mientras comenzaba su ejecución. Lo había mirado frente
a frente, sin demostrar ni pizca de remordimiento.
Fue entonces cuando se dio cuenta de que, aunque él le había
dado lo mejor de sí mismo, todo su corazón y su alma, su esposo no le había
dado nada. Ni siquiera su ternura. Si sus ojos hubiesen mostrado ese día un
pequeño destello de remordimiento, un poco de pena…
Pero su rostro sólo reflejaba una morbosa curiosidad.
Y eso había destrozado su corazón. Si Junho no fue capaz de
amarlo después de todo lo que él le había dado, sólo podía significar una cosa:
que no era digno de ser amado.
Su padre había estado en lo cierto.
«Ningun joven o mujer puede amar a un hombre de tu posición
y riqueza. Afróntalo. Muchacho, para ellos sólo serás un bolsillo bien
repleto.»
Desde entonces, su corazón sangraba por la verdad que
encerraban esas palabras. Jamás volvería a permitir que una pareja tuviese ese
tipo de poder sobre él. Se negaba a que el amor –o cualquier otro motivo, lo
cegara, apartándolo de sus necesidades. Su trabajo era lo único que importaba.
–Lo siento muchísimo –susurró Hyukjae. Kangin se encogió de
hombros.
–Todos tenemos algo de lo que arrepentirnos –le contestó
mientras recogía la camisa.
–Escúchame –le dijo Hyukjae, deteniéndolo–, ¿por qué no te
das una ducha y me dejas que te preste algo de ropa?
–He desaparecido en mitad de una cacería.
–No te ofendas Kangin, pero estás hecho un desastre.
Reconozco que hace mucho que no participo en una lucha, pero sé que es mucho
más fácil enfrentarse a la batalla después de un baño caliente y con el
estómago lleno.
Kangin dudó.
–¿Quince minutos?
–De acuerdo, que sea rápido.
Kangin dejó que el agua caliente relajara su magullado
cuerpo. Pero aún dolorido, toda su atención estaba puesta en el joven que lo
esperaba escaleras abajo.
¿Por qué lo atraía tanto? Había salvado a numerosos humanos
a lo largo de los siglos y no había sentido nada por ellos, aparte de una
simple curiosidad.
Pero este joven, con su mirada franca y abierta y su sonrisa
hechicera, le había llegado al corazón. Un corazón que había perdido siglos
atrás. Pero no lo necesitaba. A los Dark Hunter se les prohibía mantener una
relación estable. En caso de necesidad, sus encuentros sexuales se limitaban a
una sola noche.
–Venga, Kangin –se dijo a sí mismo mientras se duchaba–. Sal
de esta casa, mata a Changsu y vuelve a tu hogar. Olvida que lo has visto.
La mera idea de no volver a verlo nunca más hacía que el
dolor lo partiera en dos. Pero tenía muy claro lo que debía hacer. Ésta era su
vida y adoraba la oscuridad de la noche a la que estaba ligado por un
juramento. Sus obligaciones eran su única familia. Su juramento, su corazón.
Su trabajo era su amor y lo seguiría siendo durante toda la
eternidad.
–¿Leeteuk?
Alejando su pensamiento del atractivo Dark Hunter, Leeteuk
miró a Donghae, que estaba sentado en el sillón.
–¿Te importaría subir a la habitación de los gemelos y
traerme un pañal? –le preguntó Donghae–. Si subo esas escaleras de nuevo creo
que no volveré a bajar.
Leeteuk se rió.
–Claro. No tardaré.
Subió las escaleras y atravesó el pasillo. Pasó por delante
de la puerta del baño en el mismo instante en que Kangin salía de él con una
toalla alrededor de la cintura. Y chocaron.
Kangin le puso las manos sobre los hombros para sujetarlo y
las pupilas se le dilataron al reconocerle.
Leeteuk se quedó helado cuando se dio cuenta de que el brazalete
de plata que llevaba en la muñeca se había trabado en uno de los flecos de la
toalla de Kangin.
Y, lo que era aún peor, se le estaba haciendo la boca agua al
contemplar toda aquella piel, al sentir sus fuertes manos sobre él.
–Esto sí que se pone interesante –dijo él con un asomo de
diversión en la voz.
Leeteuk no sabía qué hacer, allí de pie, con la muñeca peligrosamente
cerca de la súbita protuberancia que había surgido bajo la toalla. ¿Qué pasaba
con ellos que acababan unidos cada dos por tres? Deslizó la mirada por la
multitud de cicatrices que cubrían el cuerpo de Kangin y no pudo evitar
preguntarse cuántas de ellas habrían sido causadas por la tortura que le había
mencionado a Hyukjae un rato antes.
–La mayoría –le susurró mientras alzaba un brazo para posar
la mano sobre su nuca.
Leeteuk sintió cómo sus dedos le acariciaban el cabello. La
otra mano, que aún estaba sobre su hombro, le sujetó con más fuerza, aunque de
modo muy sutil.
–¿Qué? –le preguntó alzando la vista.
–La mayoría de las cicatrices son de los romanos.
Leeteuk frunció el ceño.
–¿Cómo sabías lo que estaba pensando?
–Estaba espiando tus pensamientos, del mismo modo que tú
hiciste con Hyukjae y conmigo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Leeteuk al caer en la
cuenta de los poderes psíquicos de Kangin.
–¿De verdad puedes
hacer eso?
Él asintió sin mirarlo a la cara. Tenía los ojos clavados en
el lugar donde su mano le acariciaba el cabello, como si estuviese memorizando
su tacto.
Le miró a los ojos de forma tan repentina que Leeteuk emitió
un jadeo.
–Y con respecto a la pregunta que temes formular, lo único
que tienes que hacer es mover el brazo y lo sabrás.
–¿Saber qué?
–Si cuando me quite la toalla voy a estar igual de bueno que
con ella.
Leeteuk se ruborizó intensamente al escuchar sus aterradores
pensamientos en boca de Kangin. Antes de que pudiera moverse, él le soltó y
dejó caer la toalla, que quedó colgando de su brazalete.
Al verlo completamente desnudo, se quedó con la boca
abierta. Su cuerpo, de músculos duros y perfectamente definidos, parecía obra
de un escultor.
Leeteuk lo deseaba de forma desesperada.
Lo único que tenía en mente era llevarlo a la habitación y
tirar de él para tenerlo encima, luego al lado y luego debajo durante el resto
de la noche.
¡Ay! La de cosas que quería hacerle a este hombre.
Una ligera sonrisa curvó los labios de Kangin y, por el
brillo que adquirieron sus ojos, Leeteuk descubrió que estaba leyéndole el
pensamiento. Otra vez.
Él se inclinó hacia delante hasta que sus mejillas se
tocaron y su cálido aliento le rozó el cuello, abrasándole.
–El nudismo nunca fue un problema para los antiguos griegos
–le susurró al oído.
Antes de que reaccionar, bajó la cabeza y le besó. Leeteuk
gimió al sentir el roce de sus labios. Este beso era muy diferente al anterior.
Era tierno. Dulce.
Y lo hacía arder.
Kangin abandonó sus labios y dejó un reguero de abrasadores
besos desde el mentón hasta el cuello, mientras su lengua le humedecía la piel
con suaves caricias. Leeteuk colocó los brazos sobre sus hombros desnudos y
apoyó todo su peso sobre él.
–Eres tan tentador –susurró Kangin antes de trazar la curva
de su oreja con la lengua–. Pero tengo trabajo que hacer, y tú odias todo lo
que no sea humano. Y todo lo relacionado con el mundo paranormal. –Se alejó un
poco y le miró apesadumbrado–. Es una lástima.
Desenganchó la toalla del brazalete y, echándosela sobre un
hombro, comenzó a andar hacia la habitación. Leeteuk apretó los dientes al
contemplar ese delicioso y magnífico trasero.
Con el cuerpo en llamas, recordó el pañal.
Tan pronto como pensó en él, Kangin abrió la puerta, le
arrojó uno y cerró de nuevo.
Kangin se apoyó contra la puerta cerrada, luchando contra el
ardiente deseo que lo atravesaba. Era una sensación voraz y traicionera que le
hacía anhelar cosas que jamás podría tener. Cosas que sólo conseguirían
acrecentar su sufrimiento. Y ya había sufrido el equivalente a diez mil vidas
humanas.
Tenía que sacárselo de la cabeza.
Pero mientras estaba allí plantado, la soledad de su
existencia se posaba sobre él con saña.
«Muchacho, te dejas guiar por el corazón con demasiada
frecuencia. Algún día te llevará a la ruina.»
Se encogió al recordar la advertencia de su padre. Ninguno
de los dos sabía en aquel momento lo ciertas que acabarían siendo esas
palabras.
Soy un Dark Hunter.
Tenía que aferrarse a la realidad. Era lo único que se
interponía entre Leeteuk y lo que sería su aniquilación.
Changsu estaba ahí fuera y él debía detenerlo.
Pero lo que en realidad deseaba hacer, era bajar las
escaleras, alzar a Leeteuk entre sus brazos y llevarlo hasta su casa donde
pasaría la noche entera explorando cada centímetro de su cuerpo con los labios,
con las manos. Con la lengua.
–Soy un imbécil –masculló mientras se obligaba a ponerse la
ropa que Hyukjae le había prestado.
No volvería a pensar en Leeteuk ni en el pasado. Tenía algo
mucho más importante que hacer. Algo que no podía dejar de lado. Protegía a la
gente. Y viviría y moriría protegiéndolos, lo que significaba que los deseos
físicos que despertaba un joven como Leeteuk estaban estrictamente prohibidos.
Unos minutos después, vestido con unos vaqueros de Hyukjae y
un jersey negro de cuello de pico, salió de la habitación con el abrigo de
cuero sobre el hombro y bajó hasta el recibidor, donde lo esperaban Hyukjae, Donghae,
Leeteuk y los niños.
Hyukjae le ofreció una pequeña bolsa de papel.
–¡Joder! –dijo Kangin al cogerla–, gracias papi. Te prometo
que seré un buen chico y que me portaré bien con los otros niños.
Hyukjae soltó una carcajada.
–Payaso.
–Es mejor que ser un hazmerreír. –Kangin mantuvo la
compostura cuando miró a Leeteuk y sintió que el deseo lo abrasaba. ¿Qué tenía
ese joven que le resultaba imposible mirarlo sin desear probar sus labios o
sentir su cuerpo entre los brazos? Se aclaró la garganta antes de hablar–.
Asegurense que se queda aquí hasta que amanezca. Los Daimons no podrán entrar
sin una invitación.
–¿Y qué pasará mañana por la noche? –preguntó Donghae.
–Changsu estará muerto para entonces.
Hyukjae asintió.
Kangin se dio la vuelta para marcharse, pero, antes de que
llegar a la puerta, Leeteuk lo agarró del brazo con suavidad y lo detuvo.
–Gracias –le dijo. Él inclinó la cabeza.
Márchate. Porque si no lo hacía, acabaría sucumbiendo a la
exigente necesidad que sentía en su interior.
Apartó los ojos de Leeteuk y miró a Donghae.
–Ha sido un placer conocerte, Donghae.
–Lo mismo digo, general.
Antes de que pudiera moverse para acercarse a la puerta,
Leeteuk volvió a sujetarlo y tiró de él hasta que quedó frente a frente y, sin
saber muy bien lo que hacía, le dio un beso en la mejilla.
–Ten cuidado –le dijo en un susurro mientras se alejaba de
él.
Petrificado, Kangin sólo atinó a parpadear. Pero lo que más
lo conmovió fue la preocupación que vio en sus ojos; la preocupación que
Leeteuk sentía en su corazón. No quería que le hicieran daño.
Changsu está esperando.
Ese pensamiento pasó veloz por su mente. Tenía que
marcharse. Pero alejarse de Leeteuk era lo más difícil que había hecho jamás.
–Sé feliz, bombón –le deseó él.
–¿Bombón? –preguntó Leeteuk, ofendido. Él sonrió.
–Después de lo de « chulo vestido de cuero», te debía una
–le dijo dándole unas palmaditas en la mano antes de apartarlo de su brazo–.
Son casi las ocho, será mejor que llames a tu hermano.
Kangin le soltó las manos y, al instante, lo echó en falta.
Intercambió una mirada con Hyukjae. Ésta sería la última vez
que se vieran y ambos lo sabían.
–Adiós.
–Adiós hermano –le contestó Hyukjae.
Kangin se dio la vuelta, abrió la puerta y se dirigió en
solitario hacia el coche. Una vez en el interior del vehículo, no pudo resistir
la tentación de mirar atrás. Aunque no pudiera ver a Leeteuk, aún podía sentir
su presencia al otro lado de la puerta, mirándolo.
Era incapaz de recordar la última vez que alguien se había
entristecido al ver cómo se marchaba. Y tampoco recordaba haber sentido antes
esa absurda necesidad de mantener a su lado a un joven a cualquier precio.
Este JunHo era un ... y un ... mira que hacerle eso a Kangin, eso de que no lo iba poder proteger es un pretexto, es triste todo lo que pasó con Kangin, pero lo es más saber que tiene que vivir tan solo por su trabajo y que a pesar de que siente algo por LeeTeuk no piensa acercarse a él y ahora se va solo en busca de Changsu.
ResponderEliminarNo me gusta que esten separados así >_<
Gracias por la actu, nos leemos pronto :D
Hdjfjfjdao *^* los amo a ambos y Kangin no seas un tonto aunque tienes un pasado muy reír es claro que por eso no confías y Teukie qe Roche cuando le leen sus pensamientos xD espero con ganas a que sea domingo ^^
ResponderEliminarQué?.....dios,estos tipos que tienen en la cabeza,como se les ocurre traicionarlos de esa manera,primero hyuk y ahora kangin......aaaah que coraje. Pero bueno,mejor asi,así ellos pueden encontrar a personas que siç los valoren
ResponderEliminarwoooow teuk y yo pensamos igual *0* y luego kangin le lee los pensamientos (/.\) que penaaaa jajajajaja
oh,se han separado,espero que no por mucho tiempo,ademas,para que negar lo que sienten.
oh....siwon aparece