Kevin gruñó con ira por la frustración y el dolor mientras su hombro completo
le dolía. Sin detenerse, conjuró su teléfono celular y llamó a El Empire.
—Mew —dijo él en cuanto la Osa Madre contestó la llamada—. ¿Hyunsik
todavía está vivo?
—Desde luego. Estoy en el cuarto con él y Minwoo ahora mismo.
—¿Estás segura? —preguntó, pensando sólo en su hermano y su miedo de
dejar a Kangin y a las mujeres sin protección.
—Si . Lo estoy tocando, está vivo y relativamente bien.
Kevin cayó sobre sus rodillas por el alivio. Hyunsik estaba vivo.
—Protégelo —le dijo él en un tono bajo y quebrado—. Alguien ha llamado a
Alastor.
La osa comenzó a maldecir en francés.
—No te preocupes —dijo ella por fin—. Nadie hará daño a tu hermano. Si el
demonio se muestra por aquí, ese será el último error de su vida.
Kevin oyó que ordenaba a su hijo que trajera a dos de los repugnantes
habitantes de El Empire para proteger a Hyunsik.
—Gracias, Mew.
Él colgó el teléfono para ver a Leeteuk arrodillarse al lado de su hermano
quien ahora se estaba sentando, frotándose la cabeza.
Heechul limpió la sangre de su nariz mientras maldecía en un susurro.
—Realmente odio a los demonios —refunfuñó ásperamente.
Kevin extendió su mano con poderes y le curó a él y la pared. Los ojos de
Heechul se ensancharon antes de ponerse de pie.
—¿Estás bien, Hee? —preguntó Leeteuk mientras miraba de su hermano a su
ahora reparada pared.
Heechul asintió.
Kevin se elevó despacio. Su mirada fue hacia Kwanghee, quien se sentó
sobre el sofá mirándolo.
—¿Te hice daño, Leeteuk? —preguntó Kevin sin sacar sus ojos de su compañero.
—Eso no fue exactamente cómodo —dijo Leeteuk—. Podrías haberme advertido
antes de dar el tirón.
—Lo siento. No había el tiempo.
—¿Qué pasó? —Kwanghee preguntó en voz baja. El se sentó sobre el sofá
como si estuviera en trance. —¿Que es lo que pasa aquí?
Kevin cambió una mirada incómoda con Leeteuk y Kangin. ¿Cómo iba a
explicarle esto? Kangin recogió a su hija, quien no parecía en lo más mínimo
afectada por el hecho que un demonio acabara de visitarlos. Por otra parte,
ella estaba jugado con las muñecas como antes. Para Sora tales cosas eran
probablemente acontecimientos de todos los días.
Kangin fue hasta Leeteuk y Heechul.
—Creo que nosotros deberíamos ir a la cocina y poner algo de hielo en tu
dura cabeza.
—Déjame, Chapatin, o vas a necesitar algo de hielo para tu ingle —dijo Heechul
mientras encabezaba el camino hacia la cocina.
Kevin esperó hasta estar solo con Kwanghee.
Este tenía que ser el momento más incómodo de su vida entera. Él ni
siquiera sabía por donde comenzar. Pero al menos Kwanghee no tenía miedo de él
en este momento.
Eso era algo, por lo menos.
Kwanghee se sentó allí en atontado incredulidad mientras intentaba
hacerle tener sentido a...a... Ni siquiera sabía como llamarlo.
No estaba seguro de lo que acababa de ver. Todo había pasado demasiado
rápido. El golpe en la puerta, seguido de un hombre ensangrentado quien acababa
de desaparecer en la nada.
Se sentía desconcertado, y en el fondo de su mente, pensaba que podría
estar en algún programa de cámara indiscreta ¿Se seguía haciendo Cámara
indiscreta?
Tal vez este era algún reality show nuevo. “Como Hacerle Perder la Razón
en una tarde”.
Sus pensamientos divagaban mientras luchaba por enfrentarse a esos
extraños acontecimientos.
—Kangin dijo que no eras un asesino serial sicótico —Esto le sonó
estúpido hasta a él mismo, pero no sabía que más decirle.
—No —dijo él en voz baja, mientras se paraba delante suyo—. Pero no soy
humano, exactamente.
La voz enojada de Heechul resonaba desde la cocina.
—¿Qué quieres decir, que él es un jodido perro?
Ambos se giraron cuando Heechul se precipitó en el cuarto
—¿Eres un perro? —preguntó a Kevin.
—Lobo —corrigió Kevin.
Kwanghee se levantó y puso el sofá entre él y Kevin. Esto no era eral.
No. Esto era un sueño. Se había golpeado la cabeza. Algo.
—Jesús —dijo despectivamente Heechul—. Yo debería haberlo sabido aquella
noche cuando estabas fuera del restaurante. Pensé que parecías demasiado
simpático para el promedio de las bestias.
Kangin entró en el cuarto e intentó llevar a Heechul de regreso a la
cocina.
Heechul se le escapó de entre las manos.
—Kwanghee me necesita. El no está acostumbrado a tus imbéciles.
—Tengo que ir a casa —dijo Kwanghee mientras una extraña lucidez caía
sobre él. Era como si su mente rechazara todo lo que se había enterado.
Kevin un perro...
Sí, claro. Bien, la mayor parte de hombres eran perros, pero esto sólo
hablando en sentido figurado.
No. Este era un sueño extraño. Kevin lo había drogado durante el almuerzo
y ahora estaba alucinando. Cuando se despertara, definitivamente lo denunciaría
a la policía.
Se movió hacia la puerta sólo para hacer que Kevin se materializara
delante de él.
— No puedes marcharte.
—Oh, sí puedo —le gritó con ira—. Esta es mi mala y sicótica ilusión y
puedo hacer lo que quiera en ella. Sólo mira. Voy a convertirme en un pájaro
ahora...
Okey, no lo consiguió.
Kwanghee esperó durante un minuto completo.
—¿Por qué no soy un pájaro? Quiero ser un pájaro.
—Porque no estás soñando —dijo Kevin, colocando sus manos sobre sus
brazos—. Esto es real, Kwanghee. En cada uno de sus jodidos aspectos.
—No, no, no —insistió él—. Esto no es real. Lo rechazo todo. Tengo... —Kwanghee
se detuvo a la mitad de la oración cuando vio a Kangin pasar por delante para
ver a su hija. Sora entraba en el cuarto gateando. El bebé se detuvo cerca del
sofá, y se sentó, riendo.
Ella extendió su diminuto brazo y su vasito con sorbete que estaba sobre
la mesa ataúd voló hacia su mano extendida.
—Rissa, vaso, Papá —dijo ella felizmente aún cuando la bebé era demasiado
pequeña para hablar.
—Sí —dijo Kwanghee mientras Sora bebía sorbos de jugo y Kangin recogía a
su hija del piso—. Soy definitivamente el remo corto del bote.
Ella comenzó a pasar a Kevin y él tiró de ella para detenerla.
—Por favor, Kwanghee, tienes que escuchar porque tu vida está en peligro,
pero no por mí.
El examinó esos magnéticos ojos y se preguntó si la imagen de
él era parte de su alucinación, también.
Tal vez nada de esto jamás había pasado. Tal vez estaba todavía en la
cama con Jongmin y todo esto había sido un muy largo e inusual sueño.
Sacudió su cabeza a Kevin.
—No puedo aceptar lo que acabo de ver. Esto no es posible.
Él sostuvo su palma con el mismo tatuaje que la suya.
—No sé como ayudarte a aceptar esto. Lo increíble ha sido parte de mi
vida desde el momento que nací. Yo…
Kevin suspiró, dejando caer sus manos de sus brazos y sacando su teléfono
celular otra vez y marcó.
¿Estaba haciendo una llamada? ¿Ahora?
¿Sí, por qué no? Eso tenía más sentido que todo el resto.
¿Qué había comido para la cena? Debía haber sido algo excelente. Mejor
tomaba nota para no comerlo otra vez.
La mirada fija de Kevin permaneció sobre él.
—Shindong, necesito un favor de ti. No me importa lo que cueste. Estoy en
la casa de Kangin con mi compañero y te necesito aquí para protegerlo hasta que
quede liberado de mí.
—¿Compañero? —repitió él— ¿Como “amigo”?
—Como “esposo” —dijo Heechul.
Kwanghee quedó boquiabierto.
—No estoy casado.
Kevin colgó el teléfono.
—No, no lo estás, Kwanghee —Él tomó su mejilla una mano cálida y le
dirigió una mirada de triste deseo. —Nadie va a hacerte hacer nada que no
quieras hacer, okey?
Él acarició su pómulo con su pulgar.
—Permanece aquí, donde las cosas son en su mayoría normales y donde estarás
a salvo durante las dos próximas semanas, y yo no te molestaré otra vez, jamás.
Lo juro. Solamente mantente a salvo por mí.
Era difícil tener miedo de un hombre que lo miraba del modo en que Kevin
lo hacía en ese momento. Con aquella sinceridad que quemaba profundamente en su
mirada. Con tal imagen de anhelo y necesidad.
Esta desconcertado. Asustado.
—¿Qué eres tu? —preguntó.
Él bajó la mirada, suspiró, luego tomo un profundo aliento y levantó su
cabeza.
Kwanghee jadeó cuando vio que la mitad de su cara estaba cubierta de un
tatuaje rojo profundo similar al que estaba su palma.
—Soy humano —dijo él en un tono atormentado—. Y no lo soy —Él dejó caer
su mano—. Yo nunca conocí la suavidad —suspiró—, no hasta el momento en que me
tocaste en tu tienda. Mi vida es violenta y peligrosa. Es oscura y retorcida y
no es lugar para alguien como tu. Tengo más personas que me quieren muerto que
las que puedo contar. Ellos no se pararán ante nada, y tu... —Él rechinó sus
dientes antes de volver a hablar—. A ti nunca volverá a faltarte nada otra vez
en tu vida. Lo juro sobre el pequeño pedacito de alma humana que he dejado.
Él se distanció y se dirigió a la puerta.
—Cuida de él por mí, Kangin.
Entonces se fue.
Kwanghee se sintió agotado por su repentina ausencia, y por motivos
desconocidos, su corazón le dolía.
Miró a Heechul, que tenía lágrimas en sus ojos.
—Perro o no perro —dijo Heechul—. Esto fue... —se precipitó al lado de Kwanghee
y lo impulsó hacia la puerta—. No lo dejes marcharse, Kwanghee. Ve por él.
No tenía que decir aquellas palabras; Kwanghee ya se había dirigido a la
puerta.
—¡Kevin! —le llamó, buscándolo.
No había ninguna señal de él por ningún lado.
—¡Kevin! —lo intentó otra vez, aún más fuerte esta vez. Sólo la humedad,
el aire fresco le respondieron. Se le rompió el corazón, volvió a la casa y
chocó con Heechul.
—No puedo creer que yo lo dejara ir.
—No puedo creer que el idiota se fuera.
Kwanghee entró en pánico cuando oyó aquella voz. Esa no era la de Heechul.
Era el demonio. En un abrir y cerrar de ojos, todo se puso negro.
Kevin caminaba por la calle alejándose de la casa de Kangin, haciendo
todo lo posible para ignorar la llamada de Kwanghee. Su corazón se hacía pedazos
ante la idea de perderlo.
Él había hecho lo correcto. Lo había dejado ir. ¿Entonces porque dolía
tanto?
Y esto realmente dolía. Esto dolía y quemaba profundamente dentro de su
corazón hasta que él estuvo seguro de que no podría soportarlo.
Era para mejor.
Era humano y él...
Él era el lobo que lo amaba. Kevin maldijo la realidad de aquella
declaración. Él quería desesperadamente negarlo y no podía. Era todo a él.
No había nada en Kwanghee que él cambiaría. Le gustaba el modo en que lo
miraba como si estuviera loco. La forma en que tarareaba en voz baja mientras
quitaba el polvo de las estanterías. La forma en que siempre se aseguraba de
compartir su comida con él.
La forma de sentirlo entre sus brazos cuando alcanzaba el orgasmo, y el
sonido de su voz sin aliento cuando decía su nombre durante las convulsiones
cuando culminaba.
Infierno, hasta le gustaba la forma en que se apropiaba de las sábanas.
—Oh, a la mierda con esto —gruñó él. Él no iba a dejarlo ir.
Él la amaba y él no iba precisamente a irse. No sin luchar y no sin al
menos decírselo. Él giró y se dirigió de nuevo hacia la casa.
—¡Kevin! Ven rápido.
Él hizo una pausa ante la profunda voz de Kangin. En la urgencia que él
oyó en el tono del antiguo Dark-Hunter.
Destellando de regreso a la casa, Kevin se materializó en el vestíbulo
para encontrar Kangin allí con su hija y Heechul. Kwanghee no estaba en ninguna
parte.
Un mal presentimiento lo consumió.
—¿Dónde está Kwanghee?
—El demonio se lo llevó —dijo Heechul.
El animal dentro de él saltó y gruñó por venganza. Él extendió la mano y
no encontró nada en el aire. Ningún olor, ningún rastro.
Eso no importaba. Alastor había tomado a su compañero.
Kevin lo encontraría, y cuando lo hiciera, habría un demonio menos en el
universo.
Kwanghee quiso gritar, pero no podía. Sus cuerdas vocales parecían estar
paralizadas. La vista le volvió tan de repente que le hizo daño en los ojos.
Parpadeó para encontrarse dentro de lo que parecía una vieja cabaña o
casa de alguna clase. Era larga y estrecha con un antiguo fuego ardiendo libre
sin chimenea o una verdadera contención.
—No tengas miedo —dijo el demonio, liberándolo.
Él se paseó a su alrededor. En vez del apuesto rubio que había sido más
temprano, él ahora era horrible. Su piel era de un profundo y oscuro púrpura y
él tenía el cabello y los ojos de un rojo fuego.
Sus pies estaban retorcidos y parecían más bien garrotes demasiado
crecidos. Él cojeó mientras caminaba hacia la puerta y la abría.
—¡Jiwon! —llamó, entonces él le miró de nuevo y olisqueó como un animal.
Sus grandes dientes eran demasiado grandes para su boca, y cuando habló ceceó—.
Nadie va a hacerte daño, barrilito.
Kwanghee se estaba seriamente cansando de que la gente le dijera eso.
—¿Dónde estoy?
Él se limpió la nariz.
—No te preocupes, barrilito. Estás a salvo aquí.
—Yo estaba a salvo donde estaba —. En cierta forma, digamos.
¿Qué tipo de jodida alucinación era esta? Si estuviera por perder la
cabeza, por mucho preferiría perderla con Kevin que con una fea y monstruosa
cosa que apenas podía hablar.
El demonio se corrió para dejar pasar a una hermosa mujer, sólo que esta
mujer tenía tres atroces cicatrices sobre su cara y cuello que hacían que las
de Heechul parecieran una burla.
Debajo de las cicatrices, la mujer llevaba un tatuaje rojo muy similar en
diseño al de Kevin.
Ella no parecía tener más de unos veinticinco años y aún así, la mujer se
movía con el porte de una majestuosa reina. Ella entró en el cuarto como si le
perteneciera y desafiaría a cualquiera que cuestionara su autoridad.
Trenzas rubias estaban enrolladas alrededor de su cabeza en un elegante
diseño que estaba sostenido en su lugar por un anillo de oro decorado con lo
parecía ser diamantes muy grandes, rubíes, y zafiros.
Kwanghee miró con el ceño fruncido la ropa de la mujer. Ella llevaba algo
que parecía ser sacado de un episodio de Xena. Esta era una armadura de oro que
cubría su torso, pero dejaba sus brazos desnudos, excepto por mangas y
muñequeras de oro. Su falda a cuadros de un rojo vibrante y verde oscuro era
voluminosa y con muchas capas.
Lo más impresionante, la mujer tenía una espada, un arco, y un carcaj con
flechas atadas con una correa a su espalda.
Oh sí, Kwanghee decidió que estaba definitivamente chiflado. Su mente se
había quebrado completamente. Tal vez hasta estaba muerto.
Ahora mismo, estaba a punto para más o menos cualquier explicación.
Jiwon como el demonio la había llamado, escudriñó a Kwanghee.
—¿Él te ha hecho daño, niño?
Kwanghee miró al demonio.
—Defina “daño”. Quiero decir, realmente no quería ser traído aquí, a
cualquier parte donde aquí sea.
—No Alastor —dijo Jiwon en forma instantánea con un acento diferente a
cualquiera que jamás hubiera escuchado Kwanghee—. El otro. El lobo bastardo.
¿Él te hizo daño?
Kwanghee estaba doblemente confundido.
—¿Quiere decir mi mascota lobo o mi novio que piensa que es un lobo?
Jiwon agarró su mano y la llevó hasta su cara.
—El que se emparejó contigo. ¿Él te violó?
—No —dijo Kwanghee enérgicamente mientras tiraba del brazo que le asía la
mujer—. Él no
me hizo nada.
Jiwon soltó un suspiro aliviado, luego asintió al demonio.
—Llegaste a él a tiempo. Gracias, Alastor.
El demonio inclinó su cabeza a Jiwon.
—Estamos a mano ahora —Él desapareció al instante y los dejó solos.
Jiwon no pareció ni un poco afectada por la singularidad de aquella
acción.
Ella presentó su mano a Kwanghee.
—Ven, niño. Yo te tendré en la mansión donde todos podemos protegerte
mientras lleves la señal de apareamiento.
Esa forma de reaccionar que tiene cada uno...ya no se puede pedir que se lo digan de una o que esperen a saberlo todo por si solo o por mera casualidad... de todas maneras nunca estan conformes.....y las reacciones no se hacen esperar.
ResponderEliminarOooohhh,ahora si se llevaron a kwang...solo era cuestion de tiempo...al menos kevin sabe quien se lo llevo.
Entonces...si ellos cuidan a las parejas,quuere decir que hay más y kwang podra saber algo más...mejor me espero,luego me cambian las cosas....xD
Cielos quienes son ellos y porque se llevaron a Kanweege?, que quieren de el porque protegerlo de Kevin?, no puede ser, el lo ama y lo protegeria con su vida maldicion porque todos interfieren deben dejarlos resolver sus dudas juntos antes de llevarselo.
ResponderEliminarHay Dios, pobre Kevin, ahora quienes son los nuevos en escena=??
ResponderEliminarMe da la impresión de que esto no será bueno para Kevin