Kwanghee oyó los pasos de Kennie que retrocedían por el pasillo.
Kwanghee yacía de espaldas en la cama, asombrado al comprender que no
estaba para nada preocupado por esconder su cuerpo, cerca de Kevin. Debería
estarlo, considerando lo bien formado que él estaba. Pero no lo estaba.
Era tan extraño estar con un hombre que lo aceptaba con defectos y todo. Kevin
no intentaba cambiar nada en él. Esto era un gran cambio.
Puso su mano contra su mejilla y bebió con los ojos su delgada y lánguida
belleza.
Pero en el fondo de su mente estaba esa horrible voz que seguía
susurrando... “Todas las cosas buenas deben terminar”.
—¿Crees en el amor eterno, Kevin?
Él asintió.
—Cuando vives durante cientos de años, ves toda clase de cosas.
—¿Cómo alguien conoce la diferencia entre eso y un enamoramiento?
Él se sentó entre sus piernas, luego lo jaló a su regazo para abrazarlo.
—No creo que haya una diferencia. Pienso que el enamoramiento se parece a
un jardín. Si te ocupas y lo cuidas, se convierte en amor. Si lo descuidas o
abusas se muere. El único modo de tener amor eterno es no dejar nunca que tu
corazón olvide lo que es vivir sin él.
Su sabiduría lo dejó pasmada. Kwanghee se tiró hacia atrás para mirarle
fijamente con incredulidad.
—Eso es profundo, especialmente viniendo de un macho.
—Era lo que Yewoon siempre decía —La tristeza en los ojos de él hizo que
su corazón se encogiera.
—Siento no haber podido conocerla. Suena como si ella fuera una mujer
maravillosa.
—Lo era.
Kwanghee frunció el ceño mientras una idea lo golpeaba.
—¿Tu no puedes volver al pasado y visitarla? ¿O aún mejor, salvarla?
Él acarició su brazo.
—En teoría, sí. Pero se supone que no. El tiempo es un objeto muy
delicado y no es algo que debería ser embrollado ligeramente. En cuanto a
salvarla, no. Los Destinos tienen un modo repugnante de tratar con quien viola
su territorio. Una vez que una vida termina, tienden a estar realmente
enfadados con cualquiera que los desafié.
—Suena como si ya hubieras cometido el error.
—Yo no. Pero conozco a alguien que lo hizo.
—¿Hyunsik?
—No, y no traicionaré a esa persona nombrándola. El destino es el destino
y ningún mortal debería desafiarlo.
—¿Pero cómo sabemos cual es nuestro destino? ¿Debo estar contigo o no?
—No lo sé, Kwanghee. El único que conozco que podría contestar eso es Shin
y él no lo hará.
Kwanghee encontró eso difícil de creer.
—¿Shin tiene cuantos... veintiún años?
—No. Él tiene once mil años y es más sabio que cualquiera que haya
conocido. No hay nada, pasado, presente, futuro, que él no sepa. El único
problema es que no compartirá ese conocimiento. Eso realmente me cabrea la
mayor parte del tiempo. Tiene la tendencia a decir que hacemos nuestro futuro
por nuestras decisiones, pero él sabe lo que vamos a decidir antes que nosotros
lo decidamos así que, por qué él no nos lo dice no lo entiendo.
—Porque aprendes de tus errores —dijo mientras comprendía la razón—. Y si
tu escoges mal y resulta mal, no puedes culparlo porque él te dijo qué hacer.
De la misma manera, si resulta bien, tu puedes tomar el crédito de haber tomado
la decisión correcta. Bueno o malo, esta es nuestra vida para hacer lo que
creamos adecuado. Jesús, ese mocoso es inteligente.
Kevin se rió de sus palabras.
—Él no es un mocoso, pero el resto es bastante verdadero.
Esperó que le preguntara que decisión estaba contemplando pero no lo
hizo. En cambio, Kevin lo sostuvo entre sus brazos, como si estuviera
simplemente satisfecho con este momento. Parte de Kwanghee también estaba
contento, pero la otra parte asustado. ¿Cuál sería la cosa correcta de hacer?
¿Quería quedarse con él, pero dónde? No era un lobo para vivir fuera en
el hábitat natural y él no era la clase de hombre que estaría contento con
poseer un negocio en el French Quarter.
Al fin del día, Kevin era salvaje e indomable. Él no era solamente un
hombre. Él era un guardián.
Y un lobo.
Se retiró para mirarle. Todo lo que quería era mantenerlo así para
siempre.
¿Pero realmente podría domesticar a este hombre? ¿Y en serio, realmente,
quería pasar el resto de su vida mirando hacia atrás por sobre su hombro con
miedo que sus padres o su hermano vinieran por ellos o por sus niños?
Esa era una proposición escalofriante.
Y el reloj hacía tictac para ellos. En unos pocos días tendría que tomar
una decisión que podría hacerlos sumamente felices o completamente miserables,
o...
Podría matarlos a ambos.
Una hora después Kwanghee bajaba solo. Kevin había “creado” un traje para
la ocasión. Lo había dejado en lo de Siwon con Dongjun mientras él iba a El Empire
a ver si uno de los Were-Hunters o cualquiera allí podría decirle algo de Hyunsik
o quizás rescindir su destierro el tiempo suficiente como para chequear a su
hermano.
Kwanghee alisó su cabello nerviosamente mientras bajaba la escalera. No
estaba seguro de qué esperar de un vampiro que cazaba Daimons. A diferencia de Heechul,
él nunca había conocido a uno antes. Y eso habría ayudado si Kennie no se
hubiera marchado de la casa tan pronto después de Kevin.
Mientras bajaba la escalera, notó que los pastelillos no estaban en las
estatuas. Él sonrió, a su pesar.
Entró en el elegante salón para encontrar a un hombre alto, de cabello
negro que estaba de pie dándole la espalda mientras miraba fijamente por los
ventanales el jardín trasero. Su postura era rígida, inflexible. Él llevaba su
cabello perfectamente peinado y estaba vestido con un traje negro de seda hecho
a medida, obviamente caro.
Él ladeó su cabeza como si sintiera su presencia. Mientras se giraba, Kwanghee
se detuvo.
Él era un hombre increíblemente hermoso. Los ojos negros miraban
fijamente desde una cara esculpida cuidadosamente por la clase correcta de
genes. Tenía una nariz larga, aquilina y los labios estaban apretados en una
línea firme que era inflexible y áspera. Él era, sin duda, la persona más
intensa que Kwanghee jamás se hubiera encontrado.
No era asombroso que Kennie le diera tal mal rato. Era obvio que este
hombre no tenía ningún sentido del humor y tomaba todo muy seriamente.
—Usted debe ser Kwanghee —dijo en aquel extraño acento italiano que Kennie
había marcado perfectamente—. Soy Choi Siwon. Bienvenido a mi hogar.
Con su porte real, Kwanghee sintió un momentáneo impulso de hacer una
reverencia ante él.
—Gracias por dejarnos quedar aquí.
Él inclinó su cabeza con la tiesa formalidad de la realeza.
—Por favor —dijo él, indicando una butaca de terciopelo negro—. Siéntese.
La cena estará servida puntualmente sobre la mesa en cinco minutos. Haré que un
criado le traiga su vino mientras esperamos.
Kwanghee nunca había estado más acomplejado en su vida que cuando iba caminando
a través del cuarto para sentarse en aquella silla. Este vampiro realmente
parecía antiguo y poderoso.
Sobre todo, tenía buenos modales y era la encarnación de la crianza
patricia.
Siwon se movió hacia un intercomunicador donde presionó un botón y, en
efecto, ordenó el vino.
Una vez que terminó, él volvió a su lado.
—Pido disculpas por que mi casa no estuviera en orden cuando llegaron.
Kwanghee miró alrededor del cuarto perfectamente acomodado
—¿Cómo que?
—Las estatuas —dijo él con sólo un leve gesto de desprecio en su labio—.
Puede estar tranquilo que causante ha sido apropiadamente castigado por sus
acciones — lo oyó refunfuñar por lo bajo— Es una pena que en estos días y época
no se pueda golpear a los sirvientes.
—Kennie —dijo él con desdén—. Todavía no puedo creer que el Consejo me lo
enviara. Les pedí un Escudero italiano, no un ojo-italiano.
Kwanghee se echó a reír. No pudo contenerse. Oh, Siwon tenía buen sentido
del humor. Sólo que era uno muy, pero muy, seco.
Su cara se ablandó un grado ante el sonido de su risa, y en ese momento, Kwanghee
sospechó que Siwon no era ni tan frío y ni tan formal como parecía. Que a una
parte secreta de él en realidad le gustaba compartir la risa, pero que su
comportamiento helado mantenía a todos alejados de él.
Dongjun destelló en el cuarto, justo delante de ellos. Como él, todavía
se movía nerviosamente con su ropa, que estaba un poco arrugada.
—Maldición —dijo Dongjun por lo bajo—. Un día dominaré esta mierda si no
me mata —Él alzó la vista y se ruborizó como si no fuera consciente que ya
había llegado —. Lamento llegar tarde —Él aclaró su garganta y se enderezó.
Siwon arqueó una majestuosa ceja al Were-Hunter.
—Tú debes ser Won —dijo Dongjun, extendiendo su mano.
—Siwon —le corrigió con una mirada de fulgor ártico. Él miró irónicamente
la mano de Dongjun y no hizo ningún movimiento para tomarla.
Dongjun levantó su brazo y olió su axila.
—¿Qué? Me bañé —Sacudiendo su cabeza, Dongjun metió ambas manos en sus
bolsillos—. Kennie tiene razón. Alguien tiene que sacarte ese palo del culo y
golpearte con él.
Kwanghee cubrió su boca para evitar reírse de algo que Siwon obviamente
no encontraba gracioso. A él podría gustarle reírse, pero no de él mismo.
—¿Cómo has dicho? —gruñó Siwon, dando un paso adelante. —¿Vino para el
joven señor?
Kwanghee se dio vuelta para ver a un hombre mayor vestido con chaqueta
negra y corbata, entrando con una copa de cristal con vino tinto para él.
Siwon pareció mantenerse bajo control.
—Gracias, Gilbert —dijo, volviendo de nuevo a su pomposa superioridad.
El criado inclinó su cabeza.
—¿Su señoría quisiera otra copa para su nuevo invitado?
Kwanghee podría decirle que Siwon preferiría darle una patada en el
trasero a Dongjun, pero
los buenos modales dictaban lo contrario.
—Sí. Pero tráela en un tazón.
El criado se marchó para completar su nueva diligencia.
—En realidad —dijo Dongjun— Kwanghee, en serio, no puedo quedarme aquí
con él mirándome como si tuviera miedo que fuera a orinar sus alfombras o algo
parecido. ¿No quieres venir conmigo por una hamburguesa?
Sí, quería, pero había algo en Siwon que decía que estaba herido por las palabras
de Dongjun. Esto no tenía sentido. Mas había, definitivamente, un cierto dolor
escondido en esos ojos de medianoche.
—Pienso que me quedaré.
—Bien, tu aburrimiento —Dongjun destelló del cuarto.
—No tiene que quedarse, Kwanghee —dijo Siwon calladamente—. Pediré el
coche y seguridad si usted desea marcharse.
—No, está bien, en serio.
Kwanghee podría haber jurado que el aire en el cuarto subió por lo menos
treinta grados. Mejor todavía, Siwon pareció relajarse algo durante el curso de
las siguientes dos horas. Él en realidad se volvió un poco humano.
Kwanghee descubrió un lado sumamente gracioso en las opiniones de Siwon
sobre el mundo en nuestros días. Consiguió una recorrida completa de la casa y
los jardines así como fascinantes imágenes de cómo la realeza romana vivía.
—¿Entonces este era usted? —preguntó mientras los dos estaban de pie
afuera, en su atrio. Él estaba delante de una estatua de mármol de un general
romano lleno de insignias militares. No se podía negar la semejanza en los
rasgos faciales entre la estatua y el hombre a su lado.
—No —dijo él, su tono helado por primera vez en horas—. Él era mi abuelo
y él fue el mayor general en sus días —Había orgullo en su voz, pero estaba
ribeteado por algo que sonaba extrañamente cercano a la vergüenza.
—Él repelió a los Griegos y reclamó Roma para nuestra gente. De verdad,
él fue quien destruyó la amenaza macedonia y quien sin ayuda de nadie aniquiló
al mayor general griego que alguna vez haya vivido... Kangin de Tracia —.
Verdadero odio brillaba en sus ojos, pero no estaba seguro a quien estaba
dirigido. A su abuelo o a Kangin.
—¿Usted quiere decir Kim Kangin? —preguntó Kwanghee—. ¿El tipo con una
MiniVan que vive a unas calles?
Los ojos de Siwon brillaron ante esto.
—¿Él conduce una MiniVan? —no había ninguna duda de sobre el humor en su
tono.
—Bueno, sí. Yo lo vi estacionándola delante de su casa y sé por Heechul
que Leeteuk conduce un Camry.
Él no dijo nada más durante unos minutos y Kwanghee no tuvo ninguna pista
en cuanto a su humor.
Entonces miró fijamente a su abuelo, quien demandaba atención incluso
siglos más tarde.
—Usted se parece mucho.
—Lo sé y esperaba seguir sus ilustres pasos.
—¿Usted?
Esta vez no hubo ninguna duda sobre la vergüenza en sus ojos antes de que
él apartara su mirada.
—Cuando mi abuelo murió, hubo desfiles durante toda una semana de gente
que lloraba su deceso —Él levantó su brandy hacia su abuelo en un saludo
silencioso.
—¿Usted no le quería?
Siwon pareció sorprendido por sus palabras.
—Envidié cada aliento que él tomó —dijo tranquilamente, luego cambió el
tema de discusión a su reciente mudanza desde Washington al antro de iniquidad
que la mayoría de la gente llamaba cariñosamente Nueva Orleáns.
Mientras se dirigían de vuelta hacia la casa, Kevin destelló a su lado.
El corazón de Kwanghee se entibió al instante con su presencia.
—Siento haber demorado tanto tiempo —dijo Kevin antes de besarlo en la
mejilla. Su aroma lo rodeó, haciendo que su corazón palpitara en su presencia.
Era bueno tenerlo de nuevo con él.
—¿Ellos te dejaron verlo?
Él asintió.
—¿Está mejor? —preguntó Siwon, sorprendiéndolo con la profunda y sincera
preocupación que escuchó en su voz. Mientras habían cenado, le había contado de
la noche que los Daimons habían atacado la manada de Kevin y como él, Shindong,
Kevin, y Hyunsik los habían rechazado.
Sobre todo, Siwon le había contado como los dos lobos habían reaccionado
ante la muerte de su querida hermana.
Cómo la última imagen que había tenido de Kevin era de él llevándose el
cuerpo de su hermana para enterrarlo.
—No —dijo Kevin con un suspiro—. Él todavía está en coma.
—¿Me disculpan? —Siwon dio un paso atrás e inclinó su cabeza, hacia
ellos—. Ya que ahora estás aquí, me despediré e iré a atender mis deberes.
Siwon dio tres pasos, luego hizo una pausa y se volvió hacia ellos.
—A propósito, Kevin, tienes el más encantador de los compañeros. De
verdad sería una pena para el mundo perder un tesoro como él. Mi espada está
siempre a tu disposición para lo que ordenes y mi casa está aquí para ti
mientras él necesite protección.
Siwon se dio vuelta con un giro imperioso y rápidamente los dejó solo.
Kwanghee no sabía cuál de los dos estaba más atontado por la noble
declaración de Siwon.
—¿Qué le hiciste? —le preguntó Kevin.
—Nada. Solamente cenamos y recorrimos la casa y los jardines.
Él sacudió su cabeza con incredulidad.
—Ya veo, realmente eres mágico —Él asió su mano y colocó un dulce beso
sobre sus nudillos que hizo que le temblara el estómago. Acomodando su mano en
la curva de su brazo—, Luces encantador esta noche.
—Si estás intentando seducirme, Kevin, llegas un poco tarde. En este
momento, soy una cosa bastante segura para ti.
Él se rió.
—En mi mundo la única cosa sobre la que siempre estoy seguro consiste en
que alguien muy probablemente está al acecho en la próxima sombra para intentar
matarme.
Kwanghee se paró y frunció el ceño.
—No estás bromeando, ¿verdad?
—Desearía estarlo. Es que estar así contigo me asusta. No puedo quitarme
la sensación de que voy a perderte de algún modo.
Colocó un dedo sobre sus labios.
—No hables así. Ten fe.
—Bien —dijo él, besando su dedo— ¿Dime, qué quisieras hacer esta noche?
Él se encogió de hombros.
—No me preocupa, mientras esté contigo.
—¿Eres fácil, verdad?
—Shh —dijo, sosteniendo su dedo sobre sus labios—. No dejes que nadie más
lo sepa.
Él sonrió.
—Te diré que haremos. Aún no he comido. ¿Quieres ir a buscar algunos beignets
y luego dar un paseo en carruaje conmigo?
Los ojos de Kwanghee en ese momento se llenaron de lágrimas por la
oferta. Había vivido en Nueva Orleans toda su vida y nunca había dado un paseo
en carruaje antes. Eran terriblemente caros. Su padre siempre había pensado que
era tirar dinero a la basura para alguien que vivía en Nueva Orleans, y como
adolescente, no podía permitirse ciento cincuenta dólares.
En cuanto a Jongmin...
Él había estado demasiado preocupado porque alguien lo viera y se riera
del "respetable" presentador que hacía algo tan infantil.
—Me encantaría.
—Bien —Él se agachó y lo besó profundamente.
Cuando se retiró, Kwanghee se encontró de pie en la trasera área oscura
del Mercado Francés.
—No te preocupes. Nadie nos vio —dijo, guiñándole un ojo.
—Tu realmente tienes una motocicleta. ¿La he visto, verdad?
—Sí. Pero Leeteuk y Donghae dijeron que tu no querrías andar en ella vestido
de traje.
—Pensando en eso, realmente no estoy vestido como para beignets, tampoco.
—No te preocupes. Puedo prometerte que no tendrás una sola mancha de
polvo en tus pantalones.
—¿Puedes hacer eso?
Él le dirigió una burlona y arrogante sonrisa.
—Nene, no hay mucho que no pueda hacer.
—Entonces vamos, Sir Lobo.
Kevin lo condujo a una pequeña mesa justo en un lado del restaurante. En
cuanto ellos se sentaron un camarero vino para tomar sus ordenes.
—Yo tomaré una porción de beignets y chocolate con leche, por favor —dijo
Kwanghee.
—Cuatro porciones de beignets y un café.
Kwanghee quedó boquiabierto.
—¿Vas a comer todo eso?
—Te dije que tenía hambre.
Tembló mientras el camarero se iba.
—Espero que los Arcadianos no tengan diabetes.
—No la tenemos. Somos de una extraña manera inmunes a todo excepto el
común resfriado y un par de enfermedades extrañas que son únicas en mi raza.
—¿Qué tipo de enfermedades?
—Nada por lo que tengas que preocuparte. Lo peor es una que nos quita
nuestra capacidad para hacer magia.
Kwanghee se estremeció e intentó imaginarse a Kevin sin sus poderes. Esto
muy probablemente lo mataría.
—¿Es eso lo que está mal con tu madre? Ella dijo que no podía viajar por
el tiempo.
—No, eso lo hacía mi padre. Después que ella lo castró y antes que sus
propios poderes se esfumaran, él le quitó la mayor parte de sus poderes a ella
para asegurarse que no volviera a matarlo.
Kwanghee cerró sus ojos en comprensivo dolor.
—¿Buen Dios, que mala relación tenían, huh?
—Sí. Pero francamente, es por mi madre por quien siento pena. Mi padre no
tenía por qué hacerle daño. Él consiguió lo que se merecía en lo que a mí
concierne. Solamente deseo que hubiera algún modo de volverla completa otra
vez.
Kwanghee tomó su mano en la suya y la sostuvo apretada.
—No puedo creer que puedas mostrar compasión por ella, considerando lo
que estaba dispuesta a hacerte.
—Es sólo porque te encontré a tiempo, te aseguro. Si ellos hubieran
dañado un pelo de tu cabeza, no habría dejado ni a uno de ellos bien.
Un temblor bajó por su columna ante el tono mortal de su voz. Kevin quiso
decir eso y él no tenía ninguna duda que pudiera matar a alguien.
Se reclinó mientras el camarero regresaba con su orden y la colocaba
sobre la pequeña mesa redonda.
Kwanghee miró fijamente a sus tres pastelillos con cautela.
—Ellos no te morderán —bromeó Kevin—. Mira —Él recogió una servilleta y
la sostuvo por debajo del espolvoreado beignet, luego dio un mordisco. Sus
palabras fueron ciertas, el azúcar pulverizado no voló como normalmente hacía.
Decidiendo confiar en él, siguió el ejemplo y rápidamente encontró que
mientras Kevin estuviera con él, en realidad podría comer uno de estos sin
hacerse un lío total.
La idea en realidad la hizo reír tontamente.
Bien dicen que el león no es como lo pintan.
ResponderEliminarA ver si Siwon hace efectivo este dicho,mientras se mostró muy confiable con kwanf,tanto que kevin se sorpendió.
Kwang esta cerca de elegir...esa balanza se esta inclinando a favor de kevin.
Pobre sik que aún no despierta del coma.