Kevin esperó hasta que estuvieron completamente solos antes de volverse
hacia Kwanghee.
— ¿Que día infernal, no?
Kwanghee se sentó de nuevo en el sofá y suspiró profundamente para
ayudarse a sobrellevar los inusuales acontecimientos de las últimas
veinticuatro horas.
—Sí, oh sí. Tuvimos bebés voladores, hermanos lobos, mamás sicóticas,
novios asesinos seriales, amigos que matan vampiros, y no estoy seguro de que
más.
Esto estaba más allá de su capacidad de adaptarse.
—¿Estoy loco? —le preguntó—. En serio, sé honesto.
—Desearía que fuera tan sencillo. Desearía poder decirte si y que Donghae
podría arreglarte, pero no, no estás loco.
Kwanghee se temía eso. La pregunta ahora era, ¿qué debería hacer?
—Entonces déjame ver si entendí bien a tu madre. Este... — dio vuelta su
mano para mostrar la señal— significa que de algún modo nosotros somos algo así
como esposos. ¿Pero si te rechazo, te pasas el resto de tu vida impotente y
solo? ¿Pero, yo en cambio, soy libre de vivir mi vida como me parezca?
Él asintió.
—Realmente apesta ser tu, ¿verdad?
Kevin miró al vacío mientras se le tensaba un músculo de la barbilla.
—No espero que me aceptes, Kwanghee. Nunca lo hice. Yo, lo esperé
aproximadamente una hora o dos, pero no soy estúpido y no vivo en el mundo
de... bien, okey, realmente vivo en un mundo de fantasía, pero nunca me he
engañado.
Él se arrodilló en el suelo, tomó su mano y la besó en la palma. Oh, él
era tan tierno. Tan amable. Kwanghee tomó entre sus manos sus cálidas y
barbudas mejillas.
¿Cómo podría dejar a un hombre como éste?
Él no es humano.
No totalmente, de todos modos. Y vivía en un mundo aterrador, de magia,
misterio y monstruos escalofriantes capaces de todas formas de crueldad.
—¿Qué quieres, Kevin? —preguntó, desesperado por saber—. Se honesto
conmigo. ¿Me quieres simplemente debido a esto? —le mostró la palma de su
mano—. ¿O me quieres a mí? Lo que quiero decir es... realmente no me conoces,
¿verdad? Tampoco te conozco. Sé que eres un gran tipo en apuros y que tienes
una familia que hace que los Addams parezcan normales. Pero no conozco al
verdadero tú.
Él tomó su mano sobre su cara y la sostuvo en la suya callosa, mirándolo
con aquellos penetrantes ojos.
—La verdad es, no lo sé. Nunca he deseado a nadie de la manera que te
deseo a ti, Kwanghee. Pero francamente no sé si esa es la señal o no. No lo sé.
Al menos le había dicho la verdad. Eso era definitivamente una cosa a su
favor. Kevin nunca se acostaría con él otra vez.
—¿Cuánto tiempo tengo que tomar una decisión sobre esto? —preguntó.
—Dos semanas. Aproximadamente. Excluyendo a cualquier demonio remoto o
interferencia materna.
—¿Entonces que te parece si intentamos actuar normalmente? —se echó a
reír ante lo absurdo de aquella declaración.
Kwanghee se puso serio.
—Bien, al menos podemos fingir ser normales. Déjame ver al verdadero tú
en toda su extrañeza para que yo conozca a lo que tengo que atenerme y luego
decidiré si puedo manejarlo sin volverme totalmente loco.
Él parecía atontado ante su sugerencia.
—¿En serio no estás huyendo de mí?
—Yo probablemente debería, y no me puedo imaginar por qué siquiera lo
estoy considerando. Pero realmente me gusta lo que conozco de ti, Kevin, y
supongo que cada uno tiene sus problemas. No tan profundos como los tuyos, lo
sabes, pero al menos contigo, cuando diga a la gente que mi novio es un perro,
no solo será en sentido figurado.
Él se rió silenciosamente ante esto.
Kwanghee apretó su mano.
—Entonces muéstrame lo peor de ti, lobo. Y te mostraré lo mío, y después
de dos semanas, veremos donde estamos.
Kevin no podía creerlo. El era demasiado bueno para ser real. Con toda
honestidad, había esperado que le gritara y saliera corriendo por la puerta,
llamándolos a todos ellos chiflados.
Pero le daba una oportunidad.
Y esto era algo que él no había tenido en mucho tiempo... Esperanza.
La alegría estalló a través de él ante la idea de que en realidad Kwanghee
podría quedarse con él.
—Hay tantas cosas que tengo para decirte.
El se abatió.
—No vas a chupar mi sangre, ¿verdad?
Maldición. Se agarraría de eso para temerle. Bien, no tenía sentido
ocultarle nada ahora. Mejor ponía todo ante él para que no se enojara porque le
había ocultado algo. Como su compañero, merecía tener respuestas a todas sus
preguntas.
—No debo hacerlo, no.
Kwanghee lo miró con desconfianza.
—¿Qué quieres decir, conque no debes?
—Mi gente no es vampiro, pero hay dos partes en un ritual de
acoplamiento. Primero es que me aceptes como tu compañero.
—¿Cómo hago esto? ¿Se parece a una boda?
—Para mi gente lo es. Sólo que lo hacemos desnudos.
Él quedó boquiabierto.
—¿Con testigos? ¡Olvídalo!
—No —dijo él, riéndose de su ultraje. Era hermoso siempre que se le
coloreaban sus mejillas. Esto hacía que sus ojos brillasen—. Eso será solamente
entre nosotros. Me tiendo sobre mi espalda, unimos nuestras marcas, y tu me
tomas en tu cuerpo, entonces hacemos nuestras promesas verbales el uno al otro.
Kwanghee inclinó su cabeza como si estuviera menos que segura de su
honestidad.
—¿Eso funciona?
Él asintió.
—Es magia.
—Bien, supongo, ¿y luego que es lo que sigue?
—Lo siguiente es opcional y puede ser hecho o no siempre que nosotros lo
escojamos. Es donde combino mi fuerza vital con la tuya.
—¿Por qué harías eso?
—Como tú eres humano, si no lo hacemos morirás en menos de cien años,
mientras yo todavía tengo otros cuatrocientos a quinientos años antes que me
llegue la vejez.
Kwanghee estaba completamente estupefacto mientras recordaba las palabras
de Jiwon. En su momento las había atribuido a su propia locura o a la de Jiwon.
Al parecer, eso era verdadero, justo como el resto de esta locura.
—¿Tu realmente tienes cuatrocientos años?
—Cuatrocientos sesenta para ser exacto.
El inspiró lenta y suavemente ante eso. ¿Dios querido, cómo sería vivir
tanto tiempo? ¿Cuánto podría ver una persona en todo ese tiempo?
Eso era irresistible.
Pero más que eso, esto venía con una comprensión aterradora. Una que
hacía que su corazón se apretase mientras una horrible pena aterrorizadora se
abría paso por él.
—Yo seguramente sobreviviría a todos los que conozco —suspiró —. Heechul,
mi hermano y mi hermana, mis primos. ¿Todo el mundo se habría ido antes que ni
siquiera envejeciera?
Él suspiró y asintió.
—Esto no es fácil, pero me tendrás a mí, mi familia y amigos —Su
expresión se aligeró como si una idea se le hubiese ocurrido—. A Lee Sungmin. Lo
conoces, él es inmortal.
Kwanghee se sobresaltó por eso. Conocía a Sungmin desde hacía años.
—Sungmin inmortal?
—Sí.
—¡Vamos! ¿Desde cuándo?
—Siempre. Tanto él como su marido lo son.
¡Wow! ¿Quién diría que la persona que le vendía a Kwanghee las artesanías
que tenía colgadas en su tienda y en su pequeño apartamento era inmortal?
Hizo una pausa ante esa idea. ¡Ahora espera un segundo... eso no está
bien!
—¿Por qué no podemos ser inmortales?
Kevin se encogió de hombros despreocupadamente.
—Porque mi gente no lo es. Tenemos vidas muy largas, pero ellas son
finitas —Su apretón se tensó sobre sus manos—. Hay algunas desventajas, sin embargo.
Si decides unirte a mí, tendré que tomar tu sangre y tu tendrás que tomar la
mía. Un intercambio de sangre es el único modo de hacerlo. En segundo lugar, si
uno de nosotros muere, ambos lo hacemos.
Kwanghee se puso pálido. Ese era un pensamiento que le asustaba.
Bien, por otra parte, comparado a otras cosas en el mundo de Kevin,
aquella era probablemente una de las menores preocupaciones.
—Pero no tienes que hacerlo, Kwanghee —él se apresuró a asegurárselo—.
Ambas decisiones sólo las tomas tú.
Él suspiró mientras consideraba todo eso. Era un compromiso infernal lo
que Kevin le estaba pidiendo. Esto llevaba el tradicional “hasta que la muerte
nos separe” a un completo nuevo nivel.
Pero mientras lo miraba todavía arrodillando en el suelo, no podía menos
que preguntarse cuan mala podría ser la vida con este hombre. Era considerado y
generoso. Una rareza en su mundo.
Eso valía al menos dos semanas.
—Bien —dijo despacio—. Ahora es mi parte de esto. Si nos hacemos
compañeros, quiero una boda humana. Mis padres no entenderán nada menos que eso
y no estoy seguro si quiero decirles sobre todo esto.
—Está bien.
—Eso significa que vas a tener que conocer a mis padres, Kevin.
—Bien. Ellos no pueden ser tan aterradores como los míos.
—Bien, ellos no son homicidas por lo general, pero son protectores
conmigo.
—Ya los amo.
Kwanghee contestó con una risa nerviosa la pequeña y juguetona sonrisa de
él.
—Sabes, yo siempre pensé que encontraría a algún tipo y saldría con él
durante un año o dos y luego lo haría agacharse sobre su rodilla en algún sitio
romántico para que me pidiera que me casara con él. Nunca soñé que esto fuera
mi compromiso. Supongo que la vida nunca es lo que queremos que sea, ¿verdad?
Kevin se abatió por dentro por sus palabras. Él nunca había pensado
cambiar su vida tan horrendamente. Él sólo había querido tocarlo un momento.
Que lo tocara.
Tal vez eso fuera cruel, pero su corazón no quería que se marchara. Sólo
lo deseaba a él.
Tanto el animal como el hombre en él no ansiaban nada más que ser tocados
por este joven.
—Haré cualquier cosa para hacerte feliz, Kwanghee.
Kwanghee en ese momento, sintió como si en realidad pudiera amar a este
hombre. Al menos sabía que podría.
Pero ya se había quemado y no conocía a Kevin muy bien. Sólo tenía dos
semanas para aprender sobre él. Lo que sabía era aterrador... Y maravilloso.
Sólo esperaba que él no le mintiera o le engañara. Si él le mostrara al
verdadero Kevin y este hombre-lobo era honesto, entonces podría aceptarlo.
Su peor miedo consistía en que al final de las dos semanas, pudiera
unirse a él y él se convirtiera en el sicótico y rudo animal del que hablaba su
madre
¿Qué haría entonces?
Jongmin había sido maravilloso al principio de su relación. Hasta le
había llevado bombones para su primer Día de San Valentín. Con el tiempo, él se
había convertido en un asno total.
¿Kevin haría lo mismo? Y cuatrocientos años... eso era un realmente un
largo tiempo para pasar con alguien.
No si lo amas.
Tal vez eso era verdad.
Lo menos que podría hacer era intentarlo. Y tener esperanza.
—¿Entonces, adonde vamos desde aquí? —preguntó.
—Tengo que encontrar algún lugar donde alojarte por si tengo que dejarte,
y en donde estés a salvo.
—¿Y mi tienda?
—Conseguiré a alguien que la maneje por ti.
Eso sonaba un poco demasiado fácil.
—¿Cómo?
—Le pediré a Shindong otro favor. Ellos tienen gente que ayuda a los
Dark-Hunters. Ellos tienen muchos negocios locales aquí en Nueva Orleáns y
estoy seguro que pueden enviar a uno de ellos ahí para mantener la tienda
abierta por ti. La mayor ventaja es que si uno de mi gente viene preguntando,
ellos sabrán como manejarlos.
—Bien, entonces. Vamos a comenzar nuestro enlace de manos y ver como funcionará todo.
Kevin se levantó y le presentó su mano.
Kwanghee vaciló. Él nunca antes le había temido al futuro, pero ahora lo
hacía. Tomando aire profundamente, para darse coraje, colocó su mano en la de
él y dejó que él lo pusiera de pie.
Esperó que él lo condujera a la cocina. En cambio, él lo destelló al
cuarto de los niños.
—Sabes —dijo, sintiéndose aturdido por su “viaje”—. Los pies sirven,
también.
Kevin se rió.
—Dijiste que querías que fuera yo mismo. Prefiero el destello como medio
de transporte. Es mucho más rápido.
Shin estaba sentado en una antigua silla blanca de madera, meciendo al
bebé que dormitaba en su regazo mientras los miraba con curiosidad. Él sostenía
un biberón de leche medio vacío entre sus piernas mientras la bebé, vestida con
un vestidito rosado, chupaba su diminuto puño en el refugio de sus brazos.
Había algo tan incongruente en aquella imagen que Kwanghee no pudo menos que
mirar fijamente.
Un hombre vestido con cuero negro y cadenas con el largo cabello rojo y
negro y un pendiente de daga en su oreja izquierda definitivamente no se parecía
a alguien que pudiera deleitarse cuidando a un bebé. Y ahí estaba, sentado en
un cuarto rosado lleno de volantes, acunando plácidamente a la bebé. Shin
debería parecer completamente fuera de lugar ahí y, con todo, parecía estar en
casa.
—Ya he llamado a Jessica Adams para que se haga cargo de tu boutique —les
susurró Shin—. Ella solamente necesita saber dónde están los papeles, dónde
guardas las llaves de la tienda, y en qué banco hacer los depósitos.
—Maldición, eres bueno —dijo Kevin.
Shin le dirigió una sonrisa burlona y arrogante.
—Absolutamente el mejor.
Kevin cambió su peso.
—Entonces... tu sabes…
—Aquí está la dirección —Shin sostuvo su mano levantada y una tarjeta de
visita mágicamente apareció entre sus dos primeros dedos. Él entregó la tarjeta
a Kevin, quien dio un paso adelante para tomarla—. Ustedes estarán a salvo
allí. Confía en mí, él es más paranoico que una comuna de Apolitas. Nadie va a
entrar en su lugar.
Kevin miró el nombre sobre la tarjeta y se congeló.
—¿Estará de acuerdo con que estemos allí?
Shin se encogió de hombros.
—Su casa es lo bastante grande. Sólo intenten mantenerse fuera de su
camino —Él miró más allá de Kevin y le ofreció una sonrisa a Kwanghee—. Él está
un poco nervioso, Kwanghee, pero Siwon es un buen hombre mientras que no le
menciones el nombre de Kangin. Él se asegurará que nada les pase.
—¿Siwon? —preguntó.
Kevin soltó un lento suspiro, luego giró para enfrentarlo.
—Él es un vampiro con actitud seria.
Cuando Kwanghee le dijo a Kevin que le mostrara lo peor de él y le dejara
ver al hombre real, no había tenido ni idea en lo que se estaba metiendo.
Él raras veces hacía algo normal y comenzaba a comprender cuanto se había
esforzado por permanecer en el mundo “normal” cuando había fingido ser su lobo.
Después que Shin se marchara, ellos habían ido abajo a recoger a Dongjun.
En un momento le había estado diciendo a Leeteuk que la llamaría y al siguiente
estaban dentro de otra casa.
—Realmente desearía que me dieras alguna advertencia antes hacer esto —le
dijo a Kevin mientras miraba alrededor para conseguir orientarse.
Ellos estaban en una enorme sala de estar que era dos veces más grande
que la de la casa de Kangin. La casa entera era completamente oscura y parecía
una tumba. Estéril. Fría. El sitio tenía un caro revestimiento de caoba tallado
a mano y estaba lleno con más antigüedades de las que Kwanghee jamás hubiese
visto antes en un lugar. Por no mencionar el piso de mármol con un intrincado
dibujo estilo romano. Este parecía un paseo por algún castillo europeo. O una
mansión. Todo lo que podía ver exudaba educación aristocrática y gusto.
A diferencia de la casa de Kangin, no había nada moderno o confortable
aquí. Ningún mullido sofá, ni televisión, ni, obviamente, teléfono u ordenador.
Nada. Incluso los libros alineados en las exquisitas estanterías parecían ser
antigüedades encuadernadas en cuero. El sofá era obviamente de la era georgiana
y tenía muy poco acolchado debajo de la tela borgoña.
Pero la cosa más extraña de todo era lo relativo a las estatuas. Las
estatuas de dos mujeres que parecían ser ninfas romanas desnudas flanqueaban la
serpenteante escalera. El hecho de que fueran antigüedades no era lo extraño,
era que pastelillos color rojo brillante cubrían sus pezones de piedra blancos.
—¿Qué demonios? —preguntó. Dongjun se echó a reír cuando los vio.
—Jesús, Kevin, se llama antes de presentarse. Tienes suerte que no te
pegara un tiro en el culo.
Kwanghee se dio vuelta para ver un alto, y misteriosamente hermoso hombre
entrar al cuarto. Él tenía el cabello negro, agudos ojos marrón oscuros, y
barba de aproximadamente tres días.
Vestido con una chillona camisa hawaiana naranja y vaqueros rasgados, él
se movía como un hombre que sabía que podría matar a cualquiera que se le
acercara.
—¿Él es el vampiro? —preguntó Kwanghee en tono bajo.
—No —dijo Kevin mientras miraba al hombre con incredulidad—. Él es de la
Mafia. ¿Kennie, qué diablos haces aquí? ¿Vestido así? ¿Qué le pasó a tu ropa?
Parece como si te hubieras convertido en Choi Minho.
—Sufriendo la condenación eterna —dijo Kennie, rascando su barba mientras
se acercaba a ellos—. Ellos transfirieron mi culo aquí, contra mis deseos
podría agregar, para servir al Rey de los Cabrones, porque él tiene que tener a
alguien que hable latín e italiano. Dios no permita que el hombre tenga un
normal escudero plebeyo que sólo hable inglés. Oh no, debemos tener uno con
educación —Kennie sonó muy como Alfred Hitchcock con esa última palabra.
—¿Entonces porqué estás vestido como Minho? —preguntó Kevin.
—Solamente para molestarlo. Esa es realmente la única cosa que me
mantiene cuerdo por aquí.
Kevin se echó a reír.
—Déjame adivinar, ¿tú eres el hombre de los pastelillos rojos?
—Oh, demonios, sí. No puedo esperar hasta que se levante y le dé un
ataque por esto —
Kennie profundizó su ya baja voz de barítono y le sumó un acento que era
casi italiano, pero no exactamente
— No toques, ni siquiera respires encima de las estatuas, Escudero. A
diferencia de ti, esto no tiene precio —su voz volvió a ser normal—. Na, su
cara no tendrá precio cuando lo vea esta noche.
Esta vez fue Dongjun quien se rió.
—No te conozco —dijo, caminando hacia Kennie con su mano extendida— pero
ya puedo contar con que vamos a ser amigos. Kim Dongjun.
—Kennie —Él estrechó la mano de Dongjun, luego miró de uno a
otro lobo—. ¿Ustedes dos están emparentados?
—Hermanos —dijo Kevin.
—Genial —dijo Kennie, dándose vuelta hacia Kwanghee con una sonrisa
encantadora—. Tu debes ser Kwanghee —Él tomó su mano al mismo tiempo que Kwanghee
notaba que tenía él tenía un tatuaje de una tela de araña negra la parte de atrás
de sus nudillos—, bienvenido a la locura que es nuestro mundo, mi señor, aunque
personalmente, pienso que estás loco para querer estar aquí.
Kennie besó su mano y se inclinó ante él. La acción obtuvo un profundo
gruñido de Kevin al que Kennie decidió hacer caso.
—A propósito, Kwanghee, puedes relajarte. Soy técnicamente humano, aunque
mi multitud de hermanos lo negaría. Y excluyendo los pastelillos, no estoy
realmente sicótico. Cuando conozcas a mi jefe, entenderás totalmente por qué
tengo que agitar su jaula.
Kennie se dirigió a la escalera.
—Si alguno de ustedes dos buenos lobos aullaran, yo podría decir el
discurso “criaturas de la noche, que hacen música” completo —Él los miró de
nuevo cuando ni Kevin ni Dongjun aullaron—. O no. Bien, tomo nota mental que
los lobos no tienen ningún sentido del humor o nunca han leído Drácula o nunca
han visto una de las películas. Ningún problema. Síganme y les mostraré sus
cuartos. Una pasada rápida de las reglas. Intentamos estar lo más silenciosos
posibles a la luz del día para no despertar al Conde Penicula.
—¿Penicula? —preguntó Kwanghee.
—Mi insulto favorito para Siwon. Como el buen General Romano es dueño de esta
casa, es una combinación de pene y Drácula.
Kwanghee se habría reído, pero tenía la sensación que esto sólo animaría
a Kennie a ser malo. Ellos siguieron a Kennie, subiendo la escalera.
—¿Cuándo te hiciste tan hablador? —preguntó Kevin—. Yo
siempre pensé que eras un hombre de pocas palabras.
—Normalmente lo soy, pero he estado encerrado en esta mansión tanto
tiempo que me estoy volviendo chiflado. Pienso que debería haberme quedado en
Alaska. Infiernos, si hasta he estado hablando con Minho sólo por romper la
monotonía.
Kennie hizo una pausa en la escalera para mirarlos.
—Siwon no es un Dark Hunter, es un Daimon que me desangra hasta quedarme
seco. No es asombroso que su última escudero se marchara. Me reservo el derecho
de pedir mi transferencia y mi padre sigue diciéndome que sea hombre y asuma mi
asignación con dignidad. Lo juro, mejor que ese hombre no se debilite o lo
encierro en la peor casa de retiro que pueda encontrar.
—Caray, y yo creía que tenía problemas con mis padres —dijo Dongjun
detrás Kwanghee—. Los míos solamente quieren matarme y sacarme de mi miseria,
nada más.
—Sí —dijo Kennie desde la cima de la escalera—. Tienes suerte. Desearía
que el mío quisiera matarme.
Kennie les condujo por un pasillo mientras Kevin se inclinaba y hablaba
en el oído de Kwanghee.
—No dejes que las actuales tonterías bizarras de Kennie te confundan. Él
era uno de los mejores estudiantes en Princeton.
Él quedó sin habla.
—Y yo tenía un cerebro hasta que este lugar lo mató. Intenten tratar con Siwon
y Minho y también se encontrarán con una regresión a la primera infancia en una
cuestión de días. Pero por lo que más quieran, no digan al Amo Siwon que alguna
vez puse el pie en suelo de Princeton. Él piensa que abandoné Barbizon, Escuela
de Modelaje.
Kwanghee se rió, luego miró hacia Kevin.
—¿Entonces este es el mundo al me que estás trayendo? No te ofendas, pero
esta gente realmente está chiflada. Tenemos un graduado de Princeton quien se
viste como poco convencional y pone pastelillos sobre estatuas, un cuñado que
es un perro...
—Sí, pero no olvides, Heechul viene contigo —le recordó Kevin—. Tu tienes
tu propia parte de chiflados.
Él levantó sus manos en señal de rendición.
—Bien, pero es solo un chiflado el que viene conmigo.
—Y tu papá castra para vivir —dijo Dongjun detrás de ellos—. Pienso que
es la cosa más enferma de la que jamás me he enterado.
—¿Quieres ir a visitar a mis padres, Dongjun? —preguntó Kwanghee.
—Pasaré.
No pude dejar de reir al saber apodo. De siwon
ResponderEliminarJajjaja, Kanwee, tiene razon esto es mas que chiflado, esperemos que las cosas no vayan tan mal para ellos, o espera en algun momento iran mal, muy mal antes de ponerse bien, jajjaja
ResponderEliminarSiííiiiiiiki
ResponderEliminarNo lo ha aceptado del todo,al menos no pra hacer el ritual,pero eso de que le muestre su mundo y lo que es él....es bastante...ya kwanghee esta más para allá que para acá *0*
Se llevaron al niño lindo con ellos,estara a salvo *0*.....sino pues yo lo cuido *cejas*
Jajajajaja....SiChul a la vista....Siwon fue en el primero que pensé cuando Shin dijo eso de que es paranoico pero que su casa es segura....eso me gusta para los hermanos y kwang