En Tu Busqueda- Capítulo 6



Sooman odiaba ser convocado por un niño, pero le siguió el juego, porque le convenía.

—Mi señora —saludó a Jessica haciendo una leve reverencia, suficiente para calmar su ego—. ¿En qué puedo servirle?

El pálido cabello de Jessica resplandecía en contraste con el resto de su entorno.
Todo en sus aposentos personales era de un profundo y rico rojo, el color de la sangre fresca. Cortinas de terciopelo revestían la cámara y una espesa y mullida alfombra sobre el suelo ayudaba a silenciar el sonido de su voz para que no hiciera eco en las paredes de la cueva. Sentía claustrofobia aquí, aunque ninguna de las habitaciones más pequeñas parecía tener efecto sobre él. Extraño.

Tal vez era la compañía lo que encontraba tan asfixiante.

Su pequeña y redondeada cara adoptó un aire despectivo con ira hacia él.

—El lo ha hecho de nuevo —dijo Jessica.

Sooman resistió el impulso de zarandear a la chica. La necesitaban demasiado como para matarla justo ahora. Sería pronto, pero no todavía.

—¿Quién ha hecho qué? —preguntó con una tono paciente, como si él no tuviera un centenar de asuntos más apremiantes que exigían su atención.

Sus rizos se agitaron furiosamente cuando ella se giró sobre sus talones.

—Kim Heechul. Robó al niño que necesitaba antes incluso de que tuviéramos la oportunidad de traerlo aquí y saber si era el adecuado.

—Encontraremos a otro —la tranquilizó Sooman—. No debe alterarse.

—¿Alterarme? —preguntó, aparentemente con la voz tranquila.

Jessica caminó hacia él y aunque sólo pesaba casi tanto como su pierna, a pesar de eso, ella le aterrorizaba. Había algo dentro de esos negros ojos que le hizo sentir frío. Miedo. No importaba que gobernara un ejército de miles de personas. No importaba que ejerciera más poder que todos los desatados Suju combinados. Ni siquiera importaba que ella fuera una pequeña cosa que podía romper con un descuidado gesto de la mano.

Jessica era poderosa de una forma que no podía comenzar a entender. Ella sabía… cosas. Podría destruirlo, con nada más y nada menos que el esfuerzo de sonarse su delicada nariz y él ni siquiera lo vería venir.

Por todo lo que él sabía, ella ya le había sellado el destino.

—No tenía intención de darle poca importancia a su sufrimiento, mi señora. Sólo quería decir que todo estará bien. Vamos a encontrar a otro niño.

—No con su linaje. No ha habido un niño humano tan fuerte como él nacido en dos siglos. Necesitamos esa fuerza si queremos tener éxito.

—Todavía hay tiempo. La chica sólo tiene catorce años.

—Por eso es por lo que quería al niño ahora. Aún estamos a tiempo de alterarlo para ser apropiado para ella —dijo como si él fuera el niño.

Sooman resistió la tentación de abofetearla, y mantuvo su voz firme.

—¿Debo enviar a otra unidad para recuperarlo?

—No. Este hombre es el único que debe ser detenido. Heechul. Es el único que sigue robando mis juguetes. Quiero matarlo.

—Por supuesto, mi señora. Será como usted desee. Voy a enviar tropas inmediatamente —Sooman hizo una pequeña reverencia, despidiéndose a sí mismo, más que listo para estar lejos de su compañía.

Su táctica para irse no surtió efecto. Los ojos de Jessica tenían esa vidriada mirada, lo que significaba que estaba teniendo una visión.

El momento era inconveniente, pero no tenía más remedio que quedarse y enterarse qué estaba viendo ella. Estas visiones era la única razón para soportar pacientemente su petulancia. La única razón de que no hubiera alimentado a sus mascotas con ella.

Ella se desplomó en el suelo, pero Sooman no se atrevió a ayudarla. Nadie tocaba a Jessica. Nunca. Ella se levantó, jadeando y temblándole todo el cuerpo. Si él hubiera tenido algún instinto paternal, le habría estado retumbando en los oídos en este momento. Pero no lo tenía. Preferiría verla morir que prestarla ayuda. Desde que había venido aquí, cada criatura que la había tocado moría a los pocos días, gritando en
agonía.

Si no hubiera sido tan frágil, hubiera sido un arma formidable contra los Centinelas. Enviándola, dejándola interpretar el papel de niña y abrazándolos a todos. Un complejo entero podría ser destruido en cuestión de días.

—¿Qué habéis visto? —preguntó él, ansioso por saber y escapar de su presencia.

Jessica estaba pálida, y si no hubiera sabido que ella era incapaz de ello, habría pensado que parecía asustada.

—Olvida al chico. Hay otro al que debemos encontrar y traer aquí.

—¿Otro? ¿Quién?

—No quién. Qué.

—¿Qué, entonces?

Se apartó los rizos lejos de la cara de muñeca.

—Cebo. Cebo irresistible.

—No lo entiendo —dijo él.

—Lo sé —respondió Jessica con torpe y discordante desprecio en la voz de niña—. Nunca lo haces.



Tan pronto como Hyungsik estuvo seguro de que Siwon estaba ocupado con Heechul, llamó a Kevin, el líder de los Zea.

—Sí —respondió Kevin.

—¿Puedes hablar?

—Sí.

—Sammy fue secuestrado por los Sasaengs anoche.

—Lo siento, Hyungsik. Sé que era uno de tus éxitos más recientes. Debes estar desolado. ¿Has encontrado el cuerpo?

—Lo tenemos con vida.

Un atónito silencio llenó la línea.

—¿Cómo?

—Un hombre llamado Kim Heechul. Busca hasta dar con niños perdidos. El lo encontró.

—¿Dónde está ahora?

—Con sus padres.

—¿Y el hombre? —preguntó Kevin.

—Estoy en su apartamento. Con Siwon. Creo que él es su pareja.

—¿Otra pareja? —Dijo Kevin con temor—. ¿De dónde viene?

—Todavía estoy trabajando en eso. Su educación fue bastante normal, pero es fuerte. Tal vez incluso tan fuerte como Leeteuk.

—¿Puedes localizar a sus padres?

—Su madre ha muerto. No creo que sepa mucho acerca de su padre. No fui capaz de buscar demasiado profundamente en su mente, con dos Suju de pie haciendo guardia sobre él. Tal vez si puedo sorprenderle solo.

—¿Puedes llevarlo a la SM?

—Sí. Esta noche. Sunny le ha ordenado a Siwon que se lo presente.

—Bien —dijo Kevin—. Mientras tanto, averigua lo que puedas sobre Sammy. Voy a visitar a sus padres y a consolarlos. No queremos que se preocupen de que esto vaya a suceder con el niño que están esperando.

—¿Ella está embarazada de nuevo?

—Sí, pero no lo sabe todavía. Vamos a dejar que lo descubran por sí mismos. Nuestra intervención será menos evidente de esta manera.

Otro éxito. Hyungsik no podía creer que su plan estuviera funcionando. Tal vez había merecido la pena todo el sufrimiento y el hambre que habían pasado.

—Se tendrán que mudar, para estar seguros.

—Yo me ocuparé de ello. Voy a ver si puedo convencer a alguno de los Tvxq para vigilar a la familia, también.

Esa idea aprisionó el pecho de Hyungsik.

—¿Por qué? ¿Crees que los Tvxq estarán de acuerdo?

Hubo una larga pausa, como si Kevin estuviera decidiendo qué decir. O si no decir nada.

—Tal vez. He estado... negociando con ellos. Esto va bien.

El shock congeló el cuerpo de Hyungsik. Ninguno de su especie había tenido tratos con los Tvxq desde que los Suju les declararon la guerra. Eran una raza violenta, orgullosa y mortal de cambia formas que hacía tiempo que habían dado la espalda a los humanos. Ellos se protegían y se mantenían a sí mismos.

—¿Y si los Suju averiguan que estamos tratando con los Tvxq? No les gustará saber que nos hemos aliado con sus enemigos.

—Es por eso que nunca lo sabrán. Esta guerra es ridícula, de todos modos. Me niego a tomar partido.

—Ya lo hicimos. Elegimos el bando de los Suju.

—Sólo porque su sangre era más pura. No porque ellos tuvieran razón.

Algo en lo que dijo Kevin disparó una alarma en la mente de Hyungsik.

—Dijiste que las negociaciones iban bien. ¿Qué posible oferta podrías hacer a los Tvxq?

—Quieren participar en el proyecto Mazeltov.

—¿Les hablaste sobre eso? ¿Estás loco?

—No se lo dirán a los Suju. Están más interesados en mantener nuestros secretos. A ellos les hace tanta falta reforzar su linaje como a nosotros. Sus poderes prácticamente han desaparecido.

—Pensé que eso era lo que querían. Detener la lucha contra los Sasaengs y sentarse a vivir como los humanos.

—Entre ellos ha habido un cambio en el gobierno. Yoochun ha llegado al poder y ha exigido a su pueblo regresar a las viejas costumbres o abandonar la manada.

—Él era sólo un niño cuando lo vi por última vez.

—Las cosas han cambiado. Para mejor.

Hyungsik no estaba tan seguro, pero no tenía otra opción que confiar en el liderazgo de Kevin, hasta que pudiera averiguar la verdad por sí mismo. Además, ya era demasiado tarde. Los Tvxq ya sabían demasiado, y no eran fáciles de matar.

—Ten cuidado —advirtió Hyungsik—. Hay demasiado en juego como para arriesgar tantos años de esfuerzo.

—Siempre tengo cuidado —Kevin parecía cansado. Débil.

—Tendré sangre para compartir cuando regrese —dijo Hyungsik.

Prefería mantener toda la fuerza que Heechul le había dado para sí mismo, pero no podía ser tan egoísta. La supervivencia de su raza le exigía que no lo fuera. Las cosas cambiarían pronto para su pueblo. El Proyecto Mazeltov se encargaría de eso.

—Gracias, hermano. Es penosamente esencial.

Hyungsik oyó los pesados pasos de Yesung venir por el corredor hacia el apartamento de Heechul.

—Tengo que irme.

Colgó el teléfono justo antes de que Yesung entrara llevando dos grandes bolsas de comida. Le lanzó a Hyungsik una sospechosa mirada, como si supiera sobre la conversación que acababa de tener. Por otra parte, Yesung siempre parecía desconfiado.

—¿Qué has estado haciendo, sanguijuela?

Hyungsik odiaba el término despectivo, pero se negó a dar evidencia de ello.

—Sólo descansando. Siempre me siento débil cuando el sol está levantado.

—Sí, claro. Doy fe de ello.

—¿Qué trajiste?

—Desayuno. Mucho. Espero que tengas hambre.

—Siempre —dijo Hyungsik.



Yesung no estaba seguro de cuánto tiempo más podía esperar a que la mujer apareciera. Se había quedado con Hyungsik maldiciendo siempre que caía adormecido, y Yesung no quería que el chupasangre supiera cómo de grave estaba. Nadie podía saberlo.

Se apoyó en la puerta del apartamento de Heechul, donde había estado esperando durante los últimos veinte minutos. La madera fresca le alivió el ardor en la piel, pero no hizo nada por el resto de él.

El dolor pulsaba en su interior, creciendo cada vez más con cada latido del corazón.
Las chispas de energía en el aire, lo encontraron y lo bombardearon, haciéndole desear gritar. No podía recibir más poder. Tenía que desviar alguno.

Correcto. Ahora.

Yesung estaba bastante seguro de que hoy era el día en el que iba a morir. Y si no lo era, estaba totalmente seguro de que no quería saber cuánto peor podía herirse.

Si sólo hubiera sido capaz de conseguir más combates en los últimos días, habría purgado parte del poder de esa manera. O al menos, no añadirlos a la gigante piscina de energía que amenazaba con destruirlo en un sangriento caos. Pero no había sido capaz de luchar hasta la noche anterior. Habían gastado demasiados días conduciendo de aquí para allá en busca de Heechul para que Siwon pudiera sentirse mejor.

Maldito pensamiento.

Por supuesto, si Heechul hubiera sido la pareja de Yesung, hubiera merecido la pena. Él daba por hecho que cuando su alma comenzara a morir, no sentiría esperanza alguna. Gracioso lo equivocado que había estado. No estaba seguro de si todavía podía ser salvado o no, pero sabía qué era lo que quería: poner fin a su sufrimiento, de una manera u otra.

En el fondo de la mente de Yesung, seguía sufriendo por el hecho de que no sentía conexión alguna con Heechul.

Una vez más, su alma había comenzado a morir hacía meses, y era cada vez más difícil sentir nada. Era uno de los de la Banda de los Áridos, el grupo secreto de Suju que ya no llevaba las hojas en sus marcas de vida. Sus almas estaban muertas, pero se ayudaban unos a otros a esconderlo de los otros Centinelas, fingiendo ser normales. Si algún otro Centinela lo supiera, serían marginados. O peor aún, enviados
a los Tvxq

Yesung se apretó la palma de la mano contra el pecho, donde la presión era peor.
La Banda era un tipo de grupo de sólo-con-invitación, pero uno de los hermanos lo había reclutado a tiempo para frenar la caída de su última hoja. Ahora colgaba medio caída en la piel, moviéndose demasiado lentamente para que el ojo lo viera. Los otros hombres decían que la desaceleración de la caída le ayudaría a aferrarse a sus principios. O al menos lo suficiente como para pretender engañar al resto de Centinelas.

Yesung no estaba convencido de que estuviera funcionando. Todavía estaba empeorando día a día. Otra ola de presión explotó dentro de él, casi rasgándole en trozos. Se deslizó hasta el suelo y se arrastró a sí mismo en una apretada pelota, con la esperanza de mantener las tripas sin vomitar el ombligo.

Un grito de dolor crecía dentro de él, pero había aprendido hacía mucho tiempo a no hacer ruido. Nadie fuera de la Banda de los Áridos podía saber que estaba perdido, que ya no pertenecía a ellos.

Un suave golpe en la puerta hizo le eco en los oídos como su salvación. Ella finalmente estaba aquí. Yesung encontró la fuerza para darse empuje a ponerse de pie y abrir la puerta. La mujer al otro lado parecía ser cuarentona, pero probablemente era una década más joven. Tenía pelo rubio rizado, y el maquillaje de anoche todavía rodeaba sus apagados ojos marrones. No era bonita, pero llevaba puesta una corta
falda y eso era suficiente para él.

—Soy Sohee —dijo con una falsa sonrisa.

Yesung tiró de ella al interior del apartamento y cerró la puerta.

—No importa —dijo él rechinando los dientes.

Su voz era áspera, con dolor, pero no importaba, tampoco.

No había verdadera privacidad en el pequeño apartamento, por lo que llevó a Sohee a la cocina, que era tan adecuada como lo que él podía conseguir. Hyungsik estaba aletargado en el sofá, no muy lejos, pero normalmente los Zea dormían como los muertos durante el día.

—Bueno, ¿no eres del tipo conversador? —dijo Sohee.

—¿Cuánto? —exigió él.

—Depende de lo que quieras.

—Joderte. ¿Cuánto?

—Cien para una jodida auténtica. Las perversiones te costarán un extra.

Yesung sacó algunos billetes de la cartera y se los lanzó a ella. No estaba seguro de cuánto había, pero era más que suficiente, basándose en la manera en la que sus apagados ojos se iluminaron.

—Cuidaré bien de ti, querido —ronroneó.

Yesung no podía esperar mucho más. Debía tener algún tipo de liberación para toda la presión rechinando en su interior. El sexo funcionaba mejor que cualquier cosa además de exterminar demonios Sasaengs. La agarró de las caderas y le dio la vuelta, de espaldas a él. Realmente no quería mirarla mientras la utilizaba, aunque no estaba seguro de por qué le importaba.

Ella se agarró del mostrador para no caerse, diciéndole que estaba siendo un poco rudo. Así la jodería. Era una profesional. Podía soportarlo.

Yesung empujó su corta falda y bajó sus bragas con una mano mientras se liberaba la polla con la otra. Olía a drogas y a desesperación, lo que le habría molestado en algún momento de su vida. Ya no. Ahora, simplemente le importaba que no lo jodieran.

—Cálmate, muchachote. Debes protegerte primero —Sohee sujetó un condón por encima del hombro.

Yesung aborreció la interrupción. El dolor estaba golpeándole sólidamente para follarla duro y rápido, pero sabía por experiencia que ponerse la cosa era la manera más rápida de conseguir lo que quería. No quería que gritara y despertara a Hyungsik o Siwon .

Se cubrió y usó una mano para forzar sus hombros hasta el mostrador de la cocina. Ella lanzó un gruñido, pero no se quejó. Yesung metió la polla dentro de ella y se puso a trabajar. Ella empezó a hacer ruiditos como si lo estuviera disfrutando.

—Cierra la maldita boca —le gruñó a ella.

Sohee lo hizo.

A Yesung no le llevó mucho tiempo. Unos cuarenta y cinco segundos. Eyaculó sin hacer un sonido, pero Sohee era un profesional y sabía cuando un hombre había terminado.

Ella se enderezó, pero Yesung empujó su espalda hacia abajo.

—No he terminado todavía.

—Odio discutir, pero sentí que…

—Dame otra goma o lo haré a pelo.

Sohee enganchó otro condón de su sujetador y se lo entregó. Yesung se quitó el usado y lo arrojó a la basura antes de colocarse uno limpio.

La prostituta intentó moverse, pero Yesung le mantenía las caderas clavadas.
Todavía estaba duro, palpitante, como si no hubiera tenido a alguien en un año. El orgasmo no había hecho mucho, pero al menos no sentía como si el cuerpo fuera a destrozársele más.

Tal vez, las próximas tres o cuatro veces le harían sentirse normal de nuevo. Al menos por un corto tiempo.



Heechul se sintió como si acabara de quedarse dormido, pero echándole una mirada al reloj vio que lo había hecho durante casi doce horas. Al menos, se sentía mejor. Más fuerte y capaz de hacer todas las cosas que estaban esperándole. Como el niño, que sin duda, sería raptado esta noche. Y si no esta noche, entonces pronto. Los secuestros nunca paraban.

Estaba justo empezando a oscurecer afuera. Los monstruos estaban probablemente preparándose, planeando dónde atacar.

Era hora de trabajar.

Se sentó lentamente, sintiéndose un poco mareado. No estaba seguro de cuánta sangre había tomado Hyungsik, pero no había comido desde entonces, y estaba bastante seguro de que eso no era bueno para la recuperación del volumen de sangre. Bajó las piernas por el costado de la cama y casi pisó a Siwon. Estaba arrodillado en el suelo entre pilas de ropa sucia, magníficamente con el pecho desnudo y con su espada frente a él. Sus ojos estaban cerrados, pero sentía que no estaba dormido. Su respiración era
demasiado profunda y controlada para estar dormido. Parecía como si estuviera meditando.

No queriendo molestarle, cuidadosamente caminó rodeándolo dirigiéndose al baño, tratando de ser silencioso. Estuvo en el servicio durante unos minutos, y cuando salió, aún no se había movido.

Casi había logrado llegar a la puerta cuando los dedos de Siwon le aferraron el tobillo desnudo, justo por encima del calcetín. Ese estremecedor zumbido se deslizó a lo largo de la pierna y le calentó su entrepierna. Dejó salir un ronco gemido, incapaz de retener el revelador sonido.

Dios, su toque se sentía bien. Se quedó allí, absorbiéndolo, dejando que se hundiera hasta los huesos y se convirtiera en parte de él. Era más que un simple placer físico, aunque era eso. Era también un sentimiento de satisfacción, de apropiado.

Cuando le tocaba, todas las cosas malas de su vida desaparecían durante un momento, dejándole el sentimiento de limpio y contento. Ninguno de sus errores le perseguía aquí. Ninguno de sus miedos. Ninguna de sus penas. Era libre. Feliz.

Sus largos dedos la frotaron el tobillo, deslizándose algunos centímetros por debajo del dobladillo de los vaqueros. Otro sonido de satisfacción escapó de él, y deseó que moviera esos dedos arrastrándose hasta arriba del todo. Si él podía hacerle sentir así de bien tocándole el tobillo, sólo podía imaginarse cuánto mejor sería si él se centrara en los lugares más sensibles.

Realmente quería descubrirlo.

—Hyungsik tenía razón —dijo Siwon en una tranquila y casi reverencial voz—. Sí sientes algo, ¿verdad?

—Sí —la palabra siseó saliendo de él.

Quizás no debería haberle dejado saber la clase de poder que tenía sobre él, pero no le importaba. No ahora. Estaba deseando darle casi cualquier cosa y, la verdad, era fácil de dar.

Siwon tomó su mano y se elevó de la posición arrodillada. Extrañaba su toque en el tobillo, pero lo perdonó tan pronto como sus dedos la trazaron una gentil línea por la mejilla.

Heechul se estremeció e hizo que los ojos negros de Siwon se oscurecieran con satisfacción. El se inclinó ante su toque, incapaz de detenerse.

—¿Qué me estás haciendo?

—¿Te agrada? —le preguntó sonando complacido, como si ya supiera la respuesta.

Heechul observó su boca. Era una bonita boca, se veía suave, con un lleno labio inferior que le hacía desear mordisquearlo.

—Sabes que sí.

—Entonces no me detendré. Cuanto más cerca estemos, más fácil será para ti.

Heechul no entendía lo que quería decir. Estaba demasiado ocupado decidiendo si iba a besarlo. Seguro, realmente no lo conocía, y sí, él llevaba una espada y mataba monstruos, pero eso no era parte de la ecuación decidir besarlo. Era un simple asunto de necesitar ver si él sabía tan bien como lo percibía.

Enredó las manos en su suave y sedoso cabello y se elevó sobre las puntas de los pies. Él no trató de detenerlo. De hecho, lo encontró a mitad de camino.

Los labios tocaron los de él y el resto del mundo cesó de existir. Su boca era suave y firme. Perfecta. No trató de apresurarle o de meterle la lengua en la boca como tantos hombres hacían. En cambio, le permitió tomarse su tiempo mientras aprendía la sensación de él. Heechul deslizó fuera la lengua y probó la comisura de su boca.

Siwon dejó salir un bajo gruñido de apreciación y atrajo su cuerpo contra el suyo.
Podía sentir los músculos de su pecho y abdominales, tan bellamente definidos.
Pero incluso más distracción, era poder sentir su erección a través de los vaqueros, grande, dura y lista por él.

—Esto no puede estar pasando —inhaló Heechul—. Nada así de bueno puede ser real.

Siwon deslizó los dedos bajo la camiseta y los extendió por la desnuda espalda.

—Se siente bastante real para mí.

Heechul lo volvió a besar, succionando su lleno labio inferior en la boca. Sus dedos se tensaron en la espalda, revelando cuánto le gustaba.

Bien, porque no estaba ni de cerca dispuesto a acabar con él. Había una cama a sólo medio metro de distancia y estaba ya deshecha de todos modos. Podía también hacer buen uso de ella.

Heechul lo empujó hacia atrás, hasta que sus piernas golpearon el costado de la cama, pero él no se sentó, como esperaba. Era demasiado fuerte y sólido para que Heechul  lo intimidara a menos que él lo permitiera, y ahora mismo, no lo estaba haciendo.

Heechul se separó de su boca y le miró.

—No estás interesado.

Simplemente decir las palabras casi la hizo gritar. Tenía el cuerpo excitado, resbaladizo y listo para ser tomado.

—Estoy más que interesado. Simplemente no estoy seguro de que esto sea inteligente.

—Claro que no es inteligente. Ni siquiera te conozco. Normalmente no me tiro a extraños.

—Exactamente. Este no eres tú.

Él tenía razón. Quienquiera que estuviera en el asiento del conductor de su cuerpo, no era él. Algo más estaba ocurriendo aquí. Algo loco.

Aún así, tenía el cuerpo excitado y caliente por él, y no creía ser lo suficiente fuerte para apaciguarlo. No, cuando sabía que la sombría realidad estaba allí afuera, esperando. Esto estaba mucho mejor.

Lo volvió a besar, a probarlo, permitiéndole a él hacer lo mismo. Sus lenguas se entrelazaron, haciéndole marearse. Se dejó caer contra él, pero Siwon lo elevó, sosteniendo su peso fácilmente.

Cuando él apartó su boca, Heechul estaba respirando dificultosamente.
 
—Voy a detener esto ahora. Antes de que ya no pueda hacerlo. No quiero asustarte.

Lo sentó sobre la cama, pero no se fue muy lejos, como si estuviera asustado de que él pudiera desmayarse o algo así.

Cuando otra oleada de mareos le atravesó, no pensó que eso fuera tan mala idea.
Ese necesitado ofuscamiento estaba desvaneciéndose, pero esta vez no desapareció. No del todo. Los ojos estaban a la altura del impresionante bulto de sus vaqueros, y no había ninguna persona de sangre roja allí afuera que no hubiera estado un poco admirada por una vista como esa.

Él lo deseaba, y la prueba de ello le estremecía hasta los pies.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...