En Tu Busqueda- Capítulo 4



El sgath más cercano saltó en el aire.

Siwon lanzó un corte al demonio, pero tenía los brazos débiles, el objetivo se puso
fuera de alcance, y en lugar de golpear cualquier punto vital, sólo logró amputarle una
pierna. La cosa aterrizó fuertemente, aullando de dolor, y se apresuró torpemente a
levantarse.

Sentía la espada pesada, era la prueba de que no estaba completamente recuperado de la sanación de la mente del niño. Pero pesada o no, había estado luchando contra esas cosas durante siglos y sabía qué hacer. El cuerpo siguió las órdenes y giró a la derecha, engañando al sgath a pensar que había dejado el flanco sin protección. Sus dientes brillaron en un enfermizo amarillo cuando fueron hacia esa apertura. Siwon cambio el peso en el último segundo y condujo la espada a través del cráneo del sgath antes de que sus dientes pudieran conectar.

Se retorció allí, todavía aferrado a la vida, arañando hacia él con sus garras delanteras. Siwon retorció la espada y finalmente el sgath quedó inerte.

Había matado a la cosa, pero estaba respirando con mucha dificultad y apenas era capaz de recuperar la espada. Yesung le miró, de pie sobre su propio asesinato, al que había cortado limpiamente en dos, o no tan limpiamente, teniendo en cuenta lo que escapaba de la tripa del sgath.

—Te llevó bastante tiempo.

—Podías haberme echado una mano.

Yesung se encogió de hombros.

—¿Qué tendría eso de divertido?

Siwon pasó la espada por la hierba para limpiar la aceitosa sangre negra de ella.
Las manos le temblaban lo suficiente como para cabrearlo. No podía permitirse el lujo
de ser débil ahora mismo, no con Heechul por ahí, debiendo una deuda de sangre a uno
de los Zea.

—¿Está ya Hyungsik despierto? —preguntó Siwon.

Yesung comprobó el asiento delantero.

—No. Sigue frío.

—Excelente. Ahora ¿cómo vamos a encontrarlo?

—Puedes buscar su número de matrícula.

—Podría si lo tuviera.

Yesung recitó el número.

—¿Cómo sabes eso?

—Lo vi cuando arranqué tras él.

—Así lo hice yo, pero no lo recordaba.

Yesung se encogió de hombros.

—No es gran cosa. Recuerdo números y mierdas así cuando las veo.

Siwon dio a Yesung una palmada en el hombro, disfrutando del modo en que el contacto físico le hacía retorcerse incomodo.

—Eres como una especie de genio, hombre.

—Sí, del tipo que va a sacarte el infierno a golpes si no dejas de hablar de ello y me quitas las manos de encima.

Siwon levantó las manos en señal de rendición, pero no podía ocultar la sonrisa.

—Sólo estoy diciendo que es un truco genial el que tienes ahí, cabeza de huevo.

—Que te jodan.

Siwon no conocía a Yesung bien. Solía pasar solo la mayor parte del tiempo, manteniéndose a distancia del resto de los Suju. Siwon había estado bastante seguro de que no le iba a gustar el solitario, pero el tiempo le había demostrado que estaba equivocado. Yesung estaba siendo más aceptable para él. Y era útil como el infierno.

—Voy a llamar a Zhoumi para que rastree su matrícula. ¿Te importa quedarte vigilando?

—Lo que sea.

Siwon se sentó en el suelo junto al SUV para dejar que el cuerpo se recuperarse, sacó el teléfono móvil, y llamó al jefe de seguridad del recinto.

—Es mejor que sea bueno —fue como Zhoumi respondió al teléfono, con la voz arenosa, como si no la hubiera usado durante días. Tal vez no lo había hecho. Zhoumi era un poco un recluso, eligiendo quedarse en su tecno guarida la mayoría de las veces.

—Yo, uh, he conocido a alguien esta noche. Te necesito para que hagas una verificación de antecedentes sobre él.

—¿Qué, te pidió dinero prestado o algo así?

—No ese tipo de antecedentes —dijo Siwon —.El nos ayudó a salvar a un niño de algunos Sasaengs esta noche. Te necesito para saber si golpeó el radar de alguien más.

—¿Sólo nuestro radar o el de los Zea y los Cazadores también?

Siwon miró a Hyungsik. Por lo que podía decir, el Zea estaba todavía inconsciente. Bien.

—Cualquiera.

—¿Crees que es un Dorjan? —preguntó Zhoumi, usando el termino para un humano que trabajaba para los Sasaengs a cambio de dinero o poder.

—No, pero se enfrentó a varios Sasaengs armado sólo con una escopeta.

Siwon todavía se acordaba de la manera en la que Heechul se había quedado allí firme, con los pies separados en una posición de batalla. No estaba seguro de si estaba más impresionado por su valentía o asustado por su ignorancia. Podía haber sido asesinado,
y si era quien pensaba que era, era demasiado importante para él como para dejarlo asumir ese riesgo nunca más. Su vida era demasiado preciosa como para arriesgarse.

—No, mierda —Zhoumi dejó escapar un impresionado gruñido— Probablemente sólo sea una de esos valientes humanos con más coraje que cerebro. Dijiste que había un niño involucrado. Mucha gente puede hacer cosas asombrosas cuando hay un niño en juego.

—Tal vez, pero algo me dice que hay más que eso.

No iba a contarle a Zhoumi que había negociado con Hyungsik para cazarlo, y él sabía que era pura sangre, por lo menos. La mayoría de los Suju sospechaban de los Zea, incluso a pesar de que sus razas estaban actualmente en paz la una con la otra. Su negocio era vinculante y no era el tipo de cosa con la que reaccionarían bien los otros hombres en el recinto. Lo ataba al Zea y le ponía en desventaja si la paz no se mantenía.

—¿Más? ¿Cómo qué? —Preguntó Zhoumi—. Nos gustaría saber si es uno de los nuestros. Habría estado usando el anillo de los Elf. ¿Viste alguno?

—Tal vez olvidó ponérselo, o tal vez se lo están cambiando de tamaño —las excusas sonaban ridículas incluso para sus propios oídos.

—O tal vez sólo hizo un infierno de un trabajo de nieve y sea realmente un Dorjan. Dime que no lo dejaste escapar antes de que pudieras preguntarle o al menos ponerle una marca de sangre.

—Tenía que llevar al chico a un hospital. Yesung tiene su número de matrícula. No irá muy lejos.

—¿Cuál es su nombre?

—Kim Heechul. Matrícula de Nebraska —le dio a Zhoumi su número de matrícula.

Siwon una rápida serie de tecleos y esperó que Zhoumi obrara su magia. Tenía acceso a más información -tanto de los humanos como de Centinelas- que cualquier otro hombre vivo.

Unos pocos segundos más tarde, Zhoumi dejó escapar un suave silbido.

—No es difícil de encontrar, eso es seguro. El nombre del hombre está plasmado sobre todos los periódicos. Es un buscador de niños perdidos, una de esas personas que los padres contratan cuando su hijo se pierde y la policía y el FBI no pueden ayudar. Al parecer, es bastante bueno con eso, también. Tan bueno que la policía tiene una etiqueta con su nombre para mantener un ojo sobre él. Parece que piensan que en realidad podría estar detrás de algunos de los secuestros.

—Porque no pueden encontrar a los chicos, pero él sí puede —adivinó Siwon.

—Suena bastante correcto. Aquí dice que sólo toma ciertos casos.

—¿Puedes tener una idea de qué tipo de casos coge? —preguntó Siwon.

Unos pocos tecleos rápidos más y un momento de silencio a continuación antes de que Zhoumi dijera:

—Siwon, hombre, creo que tenemos un problema.

—¿Qué?

—Has encontrado un cazador de Sasaengs de buena fe. Un humano sin conexiones o soporte de ninguno de los Centinelas por lo que puedo ver. Lo que significa…

—Lo que significa que mejor lo encuentro rápido o se va a meter en una situación que podría matarlo.

Siwon no tenía más tiempo que perder. Se obligó a ponerse de pie.

—No podemos perderlo ahora, ¿verdad? —dijo Zhoumi. Siwon escuchó a alguien hablando por detrás, entonces Zhoumi bajó la voz tanto que Siwon apenas pudo oírle—.No vas a creer quién acaba de entrar.

—¿Quién?

—Espera un segundo. Ella quiere hablar contigo. Voy a escribirte esa dirección.

Hubo unos sonidos de arañazos y Zhoumi le pasó el teléfono a alguien, luego llegó una voz por la línea. Era alta e infantil pero imbuida en un aire inconfundible de mando. Sunny. La única entre su pueblo dotada con la capacidad de ver el futuro. Cuando ella hablaba, todos escuchaban.

—Suju —dijo Sunny—. Debemos hablar.

Siwon apenas escondió su asombro. Ella le había hablado dos veces en el pasado siglo, incluyendo ahora, y ambas veces habían sido en el último mes. Sin duda tanta atención no podía ser una buena cosa.

—Sí, mi señora.

—Lo has encontrado —no era una pregunta.

—¿El? ¿Quieres decir Heechul?

—Heechul —dijo ella lentamente, como si de repente reconociera el nombre—. Sí. Heechul. Tráemelo.

Siwon se debatió entre dejar o no que Sunny supiera que a pesar de que lo había encontrado, le había perdido de nuevo. Definitivamente lo encontraría, pero podría llevarle un poco. Se cubrió, diciendo:

—No estoy seguro de que quiera venir conmigo.

—Entonces átalo. Entrégalo inconsciente. Haz lo que debas, pero tráemelo.

—¿Puedo preguntar por qué?

—Yo… lo necesito.

—¿Para qué? —preguntó Siwon.

Por mucho que respetara a Sunny y su don, no iba a meter a Heechul en algo feo.

—Haz lo que te dicen, Suju —su pura voz de niña resonó con un extraño tipo de poder que hizo que el pelo de la nuca se le erizara.

—No puedo ahora mismo. No está conmigo.

—¿Dónde está?

—No lo sé.

—Encuéntralo. Tráelo. Hoy. Si fallas, las repercusiones serán… lamentables.

Eso no sonaba bien.

—Haré lo que pueda —prometió.

El poder de su promesa se envolvió a su alrededor cuando se ató a su palabra, haciéndole difícil respirar por un momento.

—Vigila lo que haces. Su presencia es vital. Para ambos.

La línea quedó en silencio y Siwon se metió el teléfono en el bolsillo.

—Buenas noticias, a mi entender —dijo Yesung.

—Más o menos, más o menos. ¿Puedes conducir?

—Siempre. ¿Dónde vamos?

—A encontrar a Heechul y llevárselo a Sunny.

—No, mierda. ¿Sunny?

—Sí.

Yesung sacudió la cabeza.

—Excelente. Si esa muñeca está involucrada, las cosas no puedes ser buenas.



Le llevó a Heechul más de tres horas reunir al niño con sus padres y convencer a las autoridades que quienquiera que lo hubiera raptado había desaparecido en el momento que él le encontró. Les dio la única historia que podía: No tenía ni idea de quién era el secuestrador y si recordaba algo nuevo, se aseguraría de hacérselo saber.

Odiaba mentirle a la policía, pero era mejor que estar encerrado las setenta y dos horas que mantenían a los psicópatas. Otra vez. La locura está en la sangre. Gracias a Dios que nadie sabía sobre Wook.

Le dio a la policía la dirección del almacén, a sabiendas que para el momento en que ellos llegaran allí, el sol habría hecho un buen trabajo quemando los restos de los monstruos que había matado. Aparte de las marcas de quemaduras en el suelo, no habría evidencia de que el chico había sido retenido por unos peludos monstruos con garras.

Demonios Sasaengs. Eso era lo que aquellos hombres les habían llamado.

Normalmente ponerle un nombre a algo lo hacía menos temible, pero no en este caso. Sólo saber que esas cosas eran tan comunes, que tenían un nombre, era suficiente para secarle la boca de miedo. No se permitió pensar en ello, porque no importaba lo cansado que estuviera, algo como eso rondando por la cabeza, le haría imposible dormir.

Y ahora mismo, necesitaba dormir más que nada. Su cuerpo estaba a punto de irse a la huelga. Todo le dolía, sentía la cabeza como si tuviera una máquina de niebla metida en una de las orejas. Si no podía dormir pronto, las piernas le fallarían y se negarían a impulsarlo más hacia delante. Había estado en ese punto de ni-un-paso-más antes y no era agradable. Tenía quizá otros pocos minutos antes de que lo alcanzara de nuevo. En ese punto, donde quiera que estuviera, era donde se quedaría dormido.

Tal vez sus sueños serian agradables a cambio, llenos de masculinos guerreros
empuñadores de espadas y sus amigos vampiros niños bonitos. El podría trabajar con esas imágenes. Y tenía debilidad por un hombre al que le gustaban los niños. Siwon había hecho un gran esfuerzo en salvar al niño de una vida de gritar de locura, lo que quiera que hubiera hecho había funcionado. Era todo sonrisas y abrazos en el momento que le entregó a los brazos amorosos de su madre. Era como si nada le hubiera pasado.

Tal vez Siwon pudiera de alguna manera ayudar a Wook, también.

Por otra parte, tal vez estaba sólo engañándose a sí mismo. Cuando llegaba a este cansancio, sus instintos no eran fiables, por lo que no se habría sorprendido de saber que, incluso a pesar de que Siwon había parecido un tío decente, era realmente algún tipo de curandero autoproclamado. Que llevaba una espada. Bonito conjunto.

Heechul metió la camioneta en el garaje del complejo de apartamentos, rogando permanecer despierto el tiempo suficiente para lavarse los dientes antes de derrumbarse en la cama.

Tiró el bolso sobre el mostrador de la cocina, ignorando el fregadero lleno de platos sucios y los montones de correo sin abrir. Nada de eso importaba tanto como subirse al colchón.

—Hola —dijo Siwon desde el sofá, haciendo saltar a Heechul e inundándole el sistema con un completo nuevo montón de adrenalina.

Se había quitado los zapatos y estaba recostado allí como si tuviera todo el derecho de estar en su casa.

—Espero que no te importe que haya entrado. Dejaste la puerta del balcón abierta.

Heechul se detuvo en seco, a pesar de que el nublado cerebro tenía algunos problemas para entender lo que estaba viendo. Le tomó unos pocos segundos encontrar la lengua a través de la conmoción.

—Nunca dejo mi puerta abierta —dijo, como si fuera la cosa más importante a destacar, más que el hecho de que él estuviera dentro de su casa sin permiso—. Y estamos en el tercer piso.

—¿Cómo más podría haber entrado? —preguntó él, atreviéndose a ofrecerle una encantadora sonrisilla que provocó que sus ojos marrones brillaran.

Era una pregunta lógica, estaba tan terriblemente cansado que no podía imaginarse ningún tipo de respuesta inteligente.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Esperándote —dijo él, como si debiera haberlo sabido.

—¿Cómo me encontraste?

—La matrícula de tu camioneta. Tengo un amigo en el Departamento de transito.

—¿Un amigo que está trabajando tan temprano esta mañana? No son las ocho todavía.

Siwon se encogió de hombros.

—Pareces agotado.

—Lo estoy. Mira, el problema es que no tiendo a irme a la cama cuando hay extraños en mi salón.

Esa encantadora sonrisilla se amplió a una sonrisa.

—No somos extraños. Lo sé todo sobre ti.

Eso sonaba un poco espeluznante, haciéndole desear no haber dejado su escopeta en la camioneta.

—Escucha. No sé cómo has entrado y realmente no me importa ahora mismo. Todo lo que quiero es que te vayas para que pueda dormir un poco.

No podía ni siquiera recordar que día era. Eso era una mala señal.

Siwon se levantó y se puso de pie delante de él. Era unos cinco centímetros más alto que él y desde esa distancia podía ver cálidas astillas de fuego en sus negros ojos. No se había afeitado la barba en ese día, otorgándole a su mandíbula sombras adicionales que acentuaban los ángulos de su rostro. Una pequeña cicatriz sobre su ceja izquierda resaltaba
contra el bronceado de su piel y si los círculos bajo sus ojos eran un indicio, estaba tan cansado como él.

—No puedo irme sin ti. Lo siento.

—No voy a ninguna parte —dijo.

—Bueno, entonces ¿podemos simplemente sentarnos y hablar durante un par de minutos?

Algo acerca en el modo en que habló le dijo a Heechul que no estaba ni siquiera cerca de lo que quería decir realmente.

—Sea lo que sea, podemos hablar de ello en unas pocas horas. Me reuniré contigo en la cafetería de la esquina a las seis, ¿de acuerdo?

Él apretó la boca.

—Esto no puede esperar.

—Va a tener que hacerlo.

Se volvió y le abrió la puerta, esperado que cogiera la indirecta y saliera.

—Lo siento. Tengo que saber.

Siwon puso una mano sobre su hombro y le detuvo en seco. Su palma era cálida, incluso a través del tejido de la camisa. La cabeza de Heechul giró por un momento, su toque le trajo una extraña sensación de déjà vu. ¿Tal vez lo había conocido antes en alguna parte? No creía eso, teniendo en cuenta el hecho de que estaba bastante seguro que se acordaría de un hombre como él, una alarmante mezcla de atractivo asculino y la confianza en su competencia para respaldarla. Por no hablar de la parte en que él llevaba una espada.

Se volvió a mirarlo, esperando que eso le ayudara a recordar quién era. Él estaba mirando hacia su mano con una extraña mezcla de esperanza y confusión destellando en sus negros ojos. Después de un segundo, se aclaró la garganta.

—¿Sentiste algo?

Oh, sí, pero iba a jugar a hacerse el interesante. Esas cosas eran todas demasiado extrañas para él.

—¿Cómo qué?

Se encogió de hombros, distrayéndole durante un segundo con la impresionante anchura de sus hombros.

—No estoy seguro. Tal vez sólo funciona si toco piel desnuda.

Heechul había oído hablar de muchas formas diseñadas para tenerlo desnudo antes, pero esta era de lejos la más extraña.

—¿Qué sólo funciona si tocas la piel desnuda?

Él deslizó su mano hacia abajo por el brazo hasta que justo las puntas de sus dedos contactaron con la piel bajo la manga. El calor se filtró a su interior, junto con algo más. Algo extraño, como una descarga de electricidad estática, pero una que no le hizo daño. De hecho, se sentía muy bien y se sentía mejor a cada segundo.

Una fuerza rugió a través de su sistema, haciendo que su necesidad de dormir se desvaneciera. Su cuerpo cobró vida, volando con un torrente embriagador de placer que le hizo estar seguro de que podía flotar. Su cansancio se disipó, dejando tras de sí una débil energía zumbante a su estela.

Miró a Siwon, conmocionado por lo que estaba haciendo con él, pero el movimiento súbito le hizo marearse y perder el equilibrio e instintivamente se agarró a él para no caer.

Le atrajo hacia sí, Heechul fue sin luchar, incapaz de hacer nada más en medio del vértigo.

—Tranquilo, ahora —dijo él en voz baja—. Te tengo.

Cuando las palabras se deslizaron a su interior, el suelo del mundo de Heechul se detuvo. Tenía la nariz presionada contra su garganta y podía oler el calor de su piel, ver los latidos de su pulso a lo largo de la gruesa columna de su cuello. Una pálida banda luminosa brilló a sólo unos centímetros de los ojos, tuvo el irresistible impulso de alcanzarla y quitársela. Quería eso. Lo necesitaba. Esa gargantilla era suya y siempre lo había sido.

Era suyo. Todo él. Desde el fondo de sus amplios pies calzados con botas hasta lo alto de su despeinado pelo y todos los encantadores lugares duros intermedios.

Heechul respiró profundamente, absorbiendo su aroma. Un bajo murmullo de excitación se arremolinaba en su interior, apartando la áspera fatiga que le había gobernado sólo momentos antes. Todavía quería irse a la cama, pero no para dormir. Quería a Siwon allí con él, desnudo y dispuesto para su placer. Iba a tomarse su tiempo aprendiendo lo que a él le gustaba. Montones y montones de tiempo.

Pero la cama estaba demasiado lejos para que él esperara. Necesitaba tocarle. Saborearle. Las manos se dirigieron bajo el dobladillo de su camiseta se deslizaron bajo ella. Firme piel cálida tentaba a los dedos para explorarle más, mientras presionaba la boca abierta contra un lado de su cuello.

Le oyó hacer incoherentes sonidos de sorpresa, pero no parecía importarle lo que él le estaba haciendo. De hecho, inclinó la cabeza a un lado para darle espacio y que pudiera deslizar la lengua sobre su salada piel.

—¿Qué infiernos está pasando? —dijo Siwon con la voz áspera.

—Si no lo sabes, voy a tener un infernal buen tiempo para mostrártelo.

Esto era una locura, pero al parecer no podía detenerse, ni le importaba no poder.
Le quitó la camiseta por encima de la cabeza para llegar a más piel, necesitando sentir más de él bajo las manos. Estaba muy tatuado, luciendo un gran dibujo de algún tipo de árbol que se extendía desde sus hombros y la parte superior de sus brazos hasta su cinturón. Se moría por ver sólo lo lejos que llegaba.

Las ramas de su tatuaje estaban muy detalladas, casi desnudas excepto por una sola hoja solitaria, y estaba casi seguro que era algún tipo de metáfora de la vida o alguna mierda así. No es que le importara. Podía ser tan filosófico como quisiera, siempre que lo hiciera desnudo.

Pasó un dedo a lo largo de una rama, hacia abajo por el tronco del árbol donde alcanzaba la cintura baja de sus vaqueros. Sus abdominales se tensaron como si hubieran sido golpeados, marcando sus músculos para su disfrute.

Siwon se estremeció bajo su toque, pero cuando se movió para abrirle el botón de la bragueta, él le agarró las manos y las sostuvo en un fuerte apretón.

—Tenemos que parar —le dijo.

Heechul le miró a los ojos, los cuales estaban oscurecidos de necesidad. Sus mejillas estaban enrojecidas y un sutil sudor había perlado su pelo.

—¿No me deseas? —preguntó.

—Dios, sí. ¿No puedes sentirme temblar?

Podía y eso le hizo sonreír con una sensación de victoria.

—Mi habitación esta justo detrás de esa puerta.

Siwon gimió y cerró los ojos.

—No eres tú, a pesar de que desearía como el infierno que lo fueras.

—¿Qué no soy yo?

—Esta… cosa que estamos sintiendo.

Tenía razón. Normalmente no desnudaría a extraños que habían irrumpido en su casa. Algo estaba fuera de lugar aquí.

Heechul agitó la cabeza, intentando aclararse o darle algún sentido a la maraña de
pensamientos y sentimientos que le pasaban por el cerebro.

Mientras estaba distraído, Siwon lo soltó y retrocedió. Su postura decía que pensaba que podría golpearle o algo, porque estaba todo tenso como si estuviera esperando recibir un puñetazo.

No le golpeó, por supuesto, pero la necesidad de tenerle desnudo también estaba
desapareciendo. Todavía estaba caliente, especialmente con todos esos músculos en su
pecho y el abdomen exhibiéndose, pero al menos ahora podía mantener la lengua para
sí mismo.

No estaba seguro si eso era una mejora o no.

Las manos de Heechul estaban temblando, así que se las metió en los bolsillos de los vaqueros. El cansancio, profundo hasta los huesos, estaba volviendo rápido, como si nunca se hubiera ido del todo.

—¿Qué infiernos es esto? —le preguntó a él.

—No estoy seguro.

Su tono era duro, sus palabras cortantes.

—¿Te hice daño?

—No.

—¿Por qué lo haces sonar como si eso fuera una mala cosa?

Levantó la mano -la que tenía un anillo iridiscente- y la miró como si su vida dependiera de ello. Pequeños arco iris atrapados en él bailaban en un vendaval, dando vueltas alrededor como si estuvieran levantados por algún viento invisible.

—¿Ves el color? —preguntó él.

—Sí, todos. ¿De dónde sacaste eso?

—Es una larga historia. Mira más. ¿Ves algún color más que otro?

Heechul miró la banda, le encantaba el fluir de los arco iris sobre la superficie. Era
magnético. Hipnotizante. Bello. Pero no veía ningún color dominante.

—No. No realmente.

—Mierda —gruñó.

—¿Qué pasa?

—Sólo te confundí con otra persona. Eso es todo. Lo siento.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...