El Poder del Fuego- Capítulo 19



Hyungsik permaneció en las sombras, donde Kangin no pudiera verle observar a Leeteuk. Le daría unos cuantos días a Kangin para enfriarse antes de acercarse a Leeteuk por más sangre. Ya había utilizado el poder de la sangre que le había dado. Las heridas de Kangin habían tomado mucho de ello y el Proyecto Mazeltov había requerido el resto. Sólo horas después de alimentarse, su garganta estaba de nuevo retorciéndose de hambre.

Buena cosa que hubiese pasado años aprendiendo a vivir con ello.

—Tienes razón. Es un fraude —dijo Changmin cuando vio a Leeteuk esforzarse por llamar incluso la más pequeña llama a su mano.

Changmin era tan hermoso como mortal. Su piel era lisa e impoluta por el paso de los años. Sólo algunas hebras plateadas, del mismo color que sus ropas, brillaban en su pelo descubriendo su avanzada edad.

El cuerpo de Leeteuk tembló por el esfuerzo mientras intentaba hacer aparecer fuego del aire. Kangin permanecía a su lado sobre el muelle de madera del lago. Hyungsik estaba seguro de que Kangin había elegido la localización solamente para borrar los temores de Leeteuk. ¿Cómo podía ser el fuego una amenaza con tanta agua literalmente bajo sus pies?

Kangin mantenía su mano contra el dorso de su cuello en un esfuerzo para facilitar el flujo de poder entre ellos. No parecía estar haciendo ningún bien.

—No dije que fuera un fraude. Dije que nunca será capaz de llamar al fuego. Esa parte suya está rota y nunca podrá arreglarse.

—Eres uno de los más dotados sanadores sobre la faz de este planeta y, con todo, no pudiste salvarlo.

—No. Lo que quiera que esté roto en su interior ha estado así desde antes de que él naciera. Lo crearon con ese defecto.

—¿Por qué? —Exigió El Caballero Gris.

Changmin era la pareja viva Centinela mas poderosa. El poder de los Suju crecía con los años. No es que tuviera mucha competencia.

—No sé por qué —le dijo honestamente.

—Descúbrelo —no era una petición—. Si no puede ser curado, entonces matará a Kangin como hizo con Boom.

—¿Que mató a Boom? ¿Quién ha dicho tal cosa? —Kangin nunca le habría dicho eso a Changmin, incluso si fuera verdad. El protegía a Leeteuk del escrutinio también como del peligro.

Un toque de tristeza brilló en los ojos negros de Changmin.

—Tomé el recuerdo de la espada de Boom. Vi lo que sucedió. Si hubiese sido capaz de hacer su trabajo, esas dos kajmelas habrían estallado en llamas en cuestión de segundos. Boom intervino para salvarlo y le costó la vida.

—Fue su elección. Leeteuk nunca se lo pidió —Hyungsik había leído mucho de su verdadero carácter cuando se había paseado por sus recuerdos.

El Caballero Gris se volvió y le agarró por el frente de la camisa. Su cara era inexpresiva, pero Hyungsik podía ver una furiosa y peligrosa rabia colgando en sus ojos demasiado oscuros.

El no se equiparaba a su fuerza física, pero Hyungsik no se atrevió a soltarse. Incluso aunque no podía verle, Yunho estaría cerca -a distancia de un golpe- y lo mataría si tan sólo le revolvía el pelo.

—Debería haber matado a la kajmela él mismo, no dejar que nos quitara a Boom —dijo Changmin

No lucharía con él, pero no dejaría que Leeteuk fuera culpado de algo de lo que no era responsable.

—No hay manera de que pudiera haber sabido qué hacer. Su ignorancia es culpa de Kangin. No suya.

—¿Me harías matarle por su error y vincularlo a Siwon?

—No. Por supuesto que no.

—Entonces, ¿qué sugieres, sanguijuela?

Sanguijuela. Hyungsik no pudo evitar que sus manos se curvaran en puños ante su insulto. Apretó los dientes para evitar gritarle.

—No sugiero nada. Salí aquí fuera porque pensé que te gustaría saber qué he descubierto.
La paz entre nuestras razas es frágil y yo, por una vez, creo que es importante que fomentemos esa paz.

Changmin liberó su camiseta y volvió a mirar a Leeteuk como si nada hubiese sucedido entre ellos. No le ofreció una disculpa por su conducta o su insulto.

—Es una responsabilidad —dijo Changmin.

—Es un milagro. La primera pareja Suju nacida después de doscientos años. Quizás hay más como él.

—¿Has descubierto su linaje?

—No. Pero trabajo en ello.

—Si descubres algo, me lo dirás inmediatamente —ordenó Changmin.

Hyungsik no dijo nada. No le prometería nada a menos que estuviera obligado a ello. La experiencia le había enseñado esa incómoda lección.

Afortunadamente, estaba demasiado concentrado en el esfuerzo de Leeteuk que no se dio cuenta de que no había accedido.

Hyungsik volvió a deslizarse en la oscuridad sin un sonido. Tenía demasiado trabajo que hacer esa noche para pasar más tiempo con los Suju. Tenía gente propia de la que preocuparse. Por primera vez en siglos, los Zea tenían esperanzas y la sangre de Leeteuk era la clave.



Kangin no iba a dejar que Leeteuk se esforzase más esa noche. Habían estado trabajando durante más de una hora y no había conseguido hacer aparecer más que una simple chispa.
Se estaba matando a sí mismo intentando vencer su temor al fuego, y nada bueno estaba saliendo de eso. Su desesperada frustración lo estaba matando.

—Basta —le dijo mientras alejaba su mano del cuello para romper la conexión.

Su anillo zumbó con irritación ante la pérdida del enlace directo, pero lo ignoró.

—Sólo un poco más —jadeó.

Sus mejillas estaban coloradas, sus ojos inyectados en sangre, la camiseta se pegaba con el sudor y todo su cuerpo temblaba de fatiga.

Kangin quería meterlo en una agradable y suave cama y dejarlo dormir unas diez horas.
Justo después de que le hiciera correrse por él otra vez. Se estaba muriendo por oír sus dulces gemidos de liberación y ver su cuerpo arquearse del placer que le daba. Quería sostenerlo en sus brazos mientras su cuerpo se calmaba y se deslizaba al sueño. Quería esa sensación de alegría que venía con el conocimiento de que había cuidado de él de todas las formas posibles. Quizás fuera egoísta, pero lo quería de todas formas.

—No más —le dijo suavemente. La última cosa que necesitaba era que se obstinara con él, negándose a escuchar a razones—. Ya te has exigido demasiado esta noche. Hoy sólo has dormido unas pocas horas y necesitas descansar antes de intentarlo otra vez.

—No hay tiempo —le dijo. Su respiración todavía no se había calmado, pero encontró la energía para dedicarle una fiera mirada—. Dijiste que si Zhoumi encontraba alguna pista de hacia dónde se había ido esa kajmela, tendríamos que movernos enseguida. Dijiste que esas cosas se mueven a un lugar nuevo cada noche y que nuestra única oportunidad para encontrarla sería movernos tan rápido como podamos.

—También dije que a la kajmela sólo se la puede matar con fuego, y tú estás a un largo camino de hacer que eso suceda. Llevarte hasta el límite de esta manera no sirve de nada.

—Hay otra manera de matarla. ¿Alguien lo ha intentado con dinamita?

—Estás bromeando, ¿verdad?

—No. Volemos esa cosa al infierno.

—Eso no la mataría. Sería un desastre y tendríamos docenas más pequeñas con las que luchar. Tenemos que usar fuego. Lo siento, amor.

—¿Y si no puedo? —Le preguntó en voz baja.

La suave voz de Changmin se filtró desde la oscuridad.

—Entonces serás de poca utilidad para nosotros más allá de borrar el dolor de nuestros guerreros.

Changmin, El caballero Gris, salió de las sombras. Kangin no tenía idea de lo viejo que era, pero tanto como sabía, él y Yunho eran los más viejos Suju con vida sobre la tierra. Los abuelos de Kangin se habían puesto de rodillas ante ellos -tanto mágicamente como con temor.

Kangin siempre había respetado a Changmin como su más anciano y formidable aliado, pero no dejaría que se ensañara con Leeteuk.

—Sabes que eso no es verdad —le dijo en un tono tan respetuoso como podía manejar.

Las oscuras cejas de Changmin se arquearon ampliamente.

—No sé tal cosa. El fuego es lo más básico entre los hechizos. Muchos de los Sasaengs lo temen. Los mata a todos, quitando a algunos de los de su clase. Si no puede ni si quiera dominar ese pequeño conjuro, entonces nos servirá mejor quedándose aquí y atendiendo a nuestros heridos.

—Tenemos docenas de Zea haciendo de enfermeros. Necesitamos a Leeteuk en el campo de batalla.

—¿Realmente crees eso? —Le preguntó a Kangin. Entonces se volvió a Leeteuk — ¿Crees que tu lugar es el campo de batalla, niño?

Leeteuk miró a Kangin como si buscase ayuda. No se la dio, pero enlazó sus dedos con los suyos, recordándole que estaba de su lado.

Leeteuk le dedicó un pequeño encogimiento de hombros.

—Todo mi mundo ha cambiado en las pasadas veinticuatro horas. Ya no sé cuál es mi lugar.

Changmin asintió con la cabeza en reconocimiento y sus ojos negros brillaron en la escasa luz.

—Bien dicho. Déjame darte un ejemplo de lo que se esperará de ti, entonces estarás mejor educado y serás capaz de decidir cuál es la mejor manera en la que puedes servir a nuestra causa.

Kangin conocía a Changmin lo bastante bien como para suponer que no estaba planeando una sesión educacional en beneficio de Leeteuk. Estaba intentando probar su teoría de que Leeteuk no tenía lugar a su lado.

Kangin no podía dejar que sacudiese la tenue confianza de Leeteuk de esa manera.

—No lo hagas, Changmin. No está listo para esto.

Changmin inclinó la cabeza como si estuviese confuso cuando Kangin sabía que estaba cualquier cosa menos eso.

—Pensé que planeabas llevarlo a la batalla. ¿No debería ver cuál será su papel? ¿Preferirías simplemente lanzarlo en medio del caos y rogar que aprenda por el camino? Habría pensado que la muerte de Boom te había demostrado lo pobremente que funcionó eso.

Kangin apretó los dientes y tuvo que luchar con una ola de pena y culpa antes de poder hablar.

—Estaba intentando enseñarle.

—¿Y estaba funcionando? —Preguntó como si ya supiera la respuesta.

Los dedos de Leeteuk apretaron los suyos.

—Deja que me lo muestre. Necesito aprender esto o nunca seré capaz de ayudarte.

—Hay maneras más fáciles de aprender —le dijo Changmin.

—¿Pero son las más rápidas? —Preguntó Leeteuk.

La boca de Changmin se curvó en una satisfecha sonrisa.

—No. No lo son —tendió la mano a Leeteuk en un común saludo humano—. Soy Changmin y te enseñaré lo que debes saber. Vamos.

Leeteuk siguió a Changmin a la sección de tierra que había sido despejada de cualquier suciedad.

El cálido aire veraniego se encrespaba alrededor de él, secando el sudor de su piel. Allí no había luces de seguridad y tuvo que utilizar el poder de Kangin para permitirse ver en la oscuridad.

Ya estaba exhausto, y usar incluso la más pequeña pizca de magia le estaba pasando rápidamente factura. Tenía que arreglárselas para dar cada paso, y si no fuera por el fuerte brazo de Kangin que lo sujetaba, no estaba seguro de que hubiera podido arreglárselas para hacer siquiera eso.

Como si hubieran sido convocados, aparecieron media docena de hombres -todos excepto uno le habían dado a Leeteuk su juramento de morir por él. El único que no lo había hecho era más viejo que el resto, con una cara escarpada y un absoluto silencio en él. Se quedó junto a Changmin, manteniendo la mirada sobre él. La pálida banda alrededor de su garganta hacía juego con el anillo de su mano. No había movimiento en los colores como había en el collar de Leeteuk, y se preguntó el por qué de la diferencia.

Kangin se quedó junto a Leeteuk, ayudándolo a mantenerse en pie y dejándolo descansar contra él. Sus piernas estaban débiles y temblaba como si apenas hubiese terminado un maratón y no confiaba en sostenerse en pie. Pero confiaba en Kangin y se apoyó en él en busca de soporte. Kangin se sentía sólido y capaz y él empezaba a preguntarse si nunca se agotaría su fuerza. Los duros contornos de los músculos que discurrían por su columna bajo su mano lo tentaban y no pudo hacer nada excepto deslizar los dedos sobre ellos, disfrutando de la sensación.

Él se inclinó más cerca de su oído mientras indicaba al hombre de la cara escarpada.

—Ese es Yunho, el compañero y esposo de Changmin.

—¿Sabes qué están haciendo esos hombres aquí? —Le preguntó.

Changmin estiró la mano y los tocó a cada uno en la frente y les susurró algo en voz baja. Cada hombre asintió y fueron a ponerse en el borde del claro como si esperaran órdenes.

—Changmin está creando un simulacro de batalla para ti. Les está dando a esos hombres sus puestos y poniéndoles una protección sobre cada uno para que su magia no los mate.

Wow. Había más de todo aquello de lo que podía empezar a imaginar. Lo encontró fascinante, y sí, un poco inquietante. Era extraño pensar que todo eso había estado bajo su nariz toda su vida y nunca había tenido una pista.

—¿Has hecho esto antes?

—Muchas veces. Es como practicamos sin matarnos unos a otros, aunque imagino que Changmin pondrá más empeño en el show para tu beneficio.

—¿Qué quieres decir con un show?

—Va a intentar asustarte o sorprenderte para que creas que no eres lo bastante bueno para lo que se espera de ti.

—¿Por qué? Pensé que toda tu gente quería que les ayudara en vuestra guerra. ¿Por qué intentaría convencerme de otra cosa?

Le mostró una triste sonrisa.

—Changmin nos ha visto crecer a todos y nos ve como sus hijos. Es protector. Está preocupado de que tu inexperiencia haga que me maten a mí o a otro de los hombres.

—Sabes que tiene razón. Si hubiese sabido cómo salvar a Boom y hubiese sido capaz de hacerlo, quizás no habría muerto.

Había intentado no pensar en eso demasiado porque le preocupaba que la culpa pudiera hacer mella en él, pero no podía ignorar lo obvio. Había fallado y ahora Boom estaba muerto.
Kangin le cubrió la barbilla en la mano y lo hizo mirarle. Su expresión era dura y sus ojos brillaban con una fiera luz.

—Eso no es verdad, y si piensas de esa manera, vacilando entre los “y sí” y los “debería haber”, nunca serás capaz de superar tus propias inseguridades. Entonces realmente serás un peligro para aquellos que estén a tu alrededor.

—No quiero que mi falta de habilidad consiga matar a nadie más.

—Somos hombres adultos. Hemos estado haciendo esto mucho tiempo y conocemos los riesgos. Mira a esos hombres y dime si piensas que te ven como una amenaza o una debilidad.

Leeteuk miró hacia la línea de hombres con los que Changmin había terminado de hablar. Lo miraban con especulación y algo que no podía nombrar. No era exactamente esperanza, aunque era parte de ello. Era más anhelo, si esos enormes y melancólicos hombres podían ser llamados anhelantes. No estaba seguro de qué pensar sobre ello.

—Cada uno de ellos desearía ser yo ahora mismo. Cada uno de ellos ve en ti un signo de que sus vidas puede que no tengan que ser una constante batalla de dolor. Les has dado esperanza y es más de lo que han tenido en mucho, mucho tiempo —su pulgar se deslizó sobre su labio inferior y Leeteuk tuvo que sofocar un temblor de anhelo. Tan cansado como estaba, todavía quería que Kangin lo besara. Nada de todo aquello le preocupaba cuando lo besaba.

—Una persona puede hacer cosas increíbles si tiene la suficiente esperanza. Deberías recordarlo.

Leeteuk sabía lo que quería decir. Quería que tuviera bastante confianza para superar su visión -su temor al fuego. El también lo quería, pero aceptarlo no era tan fácil.
Especialmente cuando creía que estaba casi sin tiempo. Le había llevado un montón de años ganar esa aceptación y no quería volver y hacerlo otra vez. No era tan fuerte.

—Estamos listos para empezar —dijo Changmin desde el lado más alejado del claro.

Estaban a treinta metros de ellos y en el centro había una enorme piedra en la que se habían grabado una serie de símbolos.

Yunho le tendió una espada que parecía como si hubiese sido bien usada, y él la sostuvo a la vista de todos.

—La meta es recuperar esta arma de prácticas. Los Suju la guardarán e intentarán mantenerla alejada de mí. Kangin y Leeteuk permanecerán en el interior del círculo pero no participarán. ¿Entendido?

—Sí, mi señor —dijeron cada uno de los hombres al unísono. Incluyendo a Kangin.

Leeteuk retrocedió ante el inesperado sonido de tantas voces profundas. Changmin lo había estado observando y una ligera sonrisa se curvó en su boca cuando vio la asustada reacción de Leeteuk.

Changmin abrió las manos y la espada flotó sobre las cabezas de todos los hombres y se clavó en un punto en la tierra detrás de ellos.

—Entonces, comencemos.

Repentinamente, Leeteuk ya no estaba tan deseoso de ver lo que Changmin tenía que mostrarle. Basado en la sonrisa astuta que tenía, Leeteuk estaba seguro de que no le iba a gustar.

El brazo de Kangin se apretó alrededor de su cintura y tiró de él hacia su costado.

—Aguanta —le murmuró al oído.

Leeteuk no ni tenía idea de lo que quería decir, pero un momento más tarde, Changmin levantó sus manos y un anillo gigante de fuego brotó de la tierra, encerrándolos adentro.

Leeteuk no se había preparado para resistir algo parecido, y dejó escapar un chillido de terror. El fuego estaba a pocos centímetros de distancia de ellos. Tenía fácilmente tres metros de altura y rugía con un sonido casi ensordecedor. Un sonido hambriento.

—Estás bien. Sólo respira.

Oyó la voz tranquilizadora de Kangin en su mente, pero no ayudó. Su corazón estaba palpitando y estaba paralizado de terror. No había ningún lugar hacia donde pudiera haber corrido, de cualquier manera. Estaba rodeado de fuego por todos lados. Fuego hambriento y rugiente que quería devorarlo vivo.

Sintió a Kangin forzar su camino dentro de su mente. No supo cómo se empujó a través de sus pensamientos frenéticos, pero estuvo allí. Podía sentir su tranquila presencia reconfortante desvaneciendo los bordes de su terror.

—No dejaré que te lastimes —susurró directamente en sus pensamientos.

No tuvo opción sino escucharlo e intentar creerle.

Kangin capturó su cara en sus grandes manos y le obligó a mirar sus ojos. Con sus manos actuando como anteojeras y su cara llenando el resto de su visión, ya no podía ver el fuego. Lo podía oír, podía sentir su ávida presencia a sólo centímetros de distancia, pero el resto de sus sentidos fueron llenados con Kangin. Podía oler su piel y eso provocó un recuerdo de su cuerpo moviéndose sobre él, llenándolo y conduciéndolo fuera de su mente con placer.

Estaba confundido por el recuerdo tan intensamente positivo en medio de tanto miedo, y esa confusión puso de nuevo a funcionar a su cerebro.

Inspiró profundamente en sus pulmones y lo dejó salir de nuevo.

—Así. Simplemente respira. Te tengo.

El pánico se retiró lo suficiente para que pudiera enfocar la atención en permanecer tranquilo. Sus dedos estaban apretados alrededor de sus muñecas y se obligó a aflojar su agarre.

—Estoy bien —le dijo.

Estaba muy lejos de la verdad, pero no tanto como para que no pudiera pretender que lo creía.

—Bueno. Lo estás haciendo fenomenal, Leeteuk —le dirigió una sonrisa orgullosa.

Era ridículo. Era un chiflado completo y Kangin se enorgullecía de él.

—Voy a bajar mis manos ahora, ¿está bien?

Asintió.

—El fuego sigue en marcha, pero no te puede herir. ¿Comprendes eso?

No realmente, pero asintió de cualquier manera.

Lentamente, Kangin bajó sus manos y pudo ver el fuego en su visión periférica. Su respiración se aceleró, pero logró mantenerse de una sola pieza. Iba a hacer esto, maldita sea. No iba a permitir que el miedo al fuego le ganara. Especialmente, no delante de Changmin. Eso era lo que el hombre quería, que Leeteuk admitiera la derrota antes de que ni siquiera hubiera tenido la posibilidad de intentarlo.

Kangin se enderezó, así que clavó los ojos en su pecho. Enfocó la atención en la banda más pálida de piel alrededor de su garganta donde la luceria había estado durante años. El resto de su piel estaba ligeramente bronceada. Podía ver las puntas de las ramas frondosas de su árbol asomando desde debajo de su cuello abierto.

Leeteuk no quiso apartar la mirada. Kangin era una visión mucho más atrayente que el fuego, pero tenía que ser más duro que eso. Así que lo fue. Apretó los dientes y giró la cabeza para que no tuviera más opción que ver la pared de fuego a sólo centímetros detrás de ellos.

Pero no emanaba ningún calor. Eso era extraño y sacó su mente del montón errático de pánico que amenazaba con abrumarlo. Se aferró en ese pánico y lo controló con pura fuerza de voluntad.

—¿Está bien tu caballero? —Changmin preguntó con un rastro de orgullo en su tono.

—¿Quieres que haga que se detengan? —Le preguntó Kangin a Leeteuk con una voz pretendida sólo para él.

—No. Vamos a terminar con esto.

Kangin alzó su voz y se dirigió a Changmin.

—Está preparado, Caballero Gris.

Leeteuk estaba a punto de preguntarle por qué lo había llamado eso cuando vio a Changmin alzar los brazos sobre su cabeza. Esta vez, Leeteuk se preparó para aguantar lo peor, pero ningún otro fuego fluyó desde el suelo. En lugar de eso, al otro lado del círculo, donde los hombres protegían la espada, les vio comenzar a cambiar. El hombre más cercano a ellos brilló tenuemente, como había visto a la espada de Kangin hacer cuando estaba a punto de sacarla. Cuando la fluctuación se detuvo, ya no parecía humano. Se parecía a uno de esos monstruos mosquito.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...