En Tu Busqueda- Capítulo 10



Hyungsik entró en la habitación sin llamar, haciendo que Heechul saltase de la cama.
Él intentó de disimular el sobresalto, pero la ligera elevación de la esquina de su hermosa boca le decía que sabía lo que estaba haciendo. Y lo encontraba divertido.

Tenía mejor color y parecía como si hubiese ganado peso nuevamente. Tenía que ser alguna clase de ilusión óptica, porque nadie cambiaba de tamaño tan rápidamente. No era posible.

Por otra parte, se recordó, había visto toda clase de cosas imposibles en las pasadas veinticuatro horas.

—Déjanos —le ordenó, señalando hacia Wook.

—Como el infierno que lo haré. Voy a quedarme justo aquí donde pueda vigilarte.

—¿Y hacer qué? ¿Qué crees que podrías hacer si quisieras detenerme?

Él no iba desencaminado. Heechul ni siquiera tenía su escopeta. De acuerdo, hora de ser agradable.

—Estoy preocupado por él.

—Con buena razón. No es probable que sobreviva.

Heechul apretó las rodillas y se le hizo un nudo en la garganta cuando el pánico le embargó. Una enorme pena se estaba construyendo en su interior, y la única cosa que evitaba que se derramase sobre él era la esperanza, la esperanza de que estuviese equivocado. Volver a unir a Wook podría hacerlo alguien con toda la magia que había visto.

—Por favor —rogó, sin importarle lo estúpido que fuera su orgullo—. Por favor haz algo para salvarlo.

La mandíbula de Hyungsik se apretó y los ojos se cerraron en derrota. Dejó escapar un pesado suspiro.

—Bien. Lo intentaré, pero hay poco que pueda hacer sin su sangre.

—¿Cuánta necesitas?

—No mucha, pero más de la que él puede darme.

—Puedes tener la mía —le dijo Heechul.

Hyungsik se inclinó hacia él hasta que le tocó el cuello con la nariz. Se preparó a sí mismo para el mordisco, pero este nunca llegó. En vez de eso, respiró profundamente, como si le oliera la piel.

Él se enderezó y sacudió la cabeza.

—Hoy no. Tomé demasiado de ti antes. Pero mantendré tu oferta y beberé de ti más adelante, cuando estés plenamente recuperado.

—Ahora estoy bien. Lo importante aquí es Wook.

Hyungsik lo observó con una brillante mirada.

—Siwon discutiría ese punto. Además, él te necesita. Deberías ir con él.

Heechul quería hacerlo, pero eso sólo era más de esa cosa artificial del hocus-pocus. Siempre y cuando no fuera real, el podría ignorarlo.

—Lo haré después de que intentes ayudar a Wook.

Hyungsik se lo quedó mirando durante un largo momento antes de dedicarle un simple asentimiento.

—Ve a llenar la bañera con agua, moja una toalla y tráemela.

Heechul hizo lo que le pidió. Cuando volvió unos segundos después, Hyungsik estaba sentado sobre la cama de Wook con una mano sobre su frente y la otra entre su flaco pecho. Tenía la cabeza inclinada como si rogara y casi podía sentir un tipo de vibrante calor emanando de él.

Él levantó la cabeza. La respiración era un poco laboriosa.

—Sujeta la toalla cerca.

Heechul se acercó a él y se la presentó. Gotas de agua se deslizaban por las manos
y caían al suelo de madera.

—Voy a sacar la intravenosa del brazo y ponerlo en la toalla. Quiero que lo envuelvas lo más rápido posible y lo lleves al lavabo. Deja correr el agua sobre ello hasta que desaparezca el olor. No queremos que el aroma de su sangre se filtre en el aire y atraiga a los Sasaengs hasta nosotros.

—¿Ellos pueden olerlo también?

Él le dedicó una mirada que hizo que se sintiera como un idiota por no saber la respuesta.

—¿Quieres comprobarlo?

Heechul sacudió la cabeza.

—De acuerdo. Aquí vamos —sacó el catéter del brazo de Wook. La fina y floja piel se estiraba demasiado, haciendo el trabajo difícil. Hyungsik le levantó el brazo—. Voy a lamer la sangre y sellar la herida con mi boca, así que si no quieres verlo, no mires.

—Wook no puede luchar contra una infección. Por favor, dime que está a salvo de los gérmenes de tu boca. Son mágicos o algo así, ¿verdad?

Él sonrió entonces, y su belleza casi hace que Heechul dejara caer la toalla. Se preguntaba cuántas personas habrían caído a sus pies a causa de esa sonrisa. Esa sería una gran arma natural.

—Gérmenes mágicos. Me gusta eso —dijo—. No te preocupes. Es perfectamente seguro para él.

—Seguro. Eso es bueno.

—¿Estás listo?

—Sí.

Él extrajo la intravenosa del brazo y lo depositó sobre la toalla. Heechul lo envolvió apretadamente y lo llevó al baño, donde dejo corriendo el agua sobre todo el desastre y volvió para asegurarse que Wook no había sufrido ningún extraño efecto al ser lamido por un vampiro.

Su brazo estaba bien y su piel estaba impoluta, como si nunca hubiese tenido el
catéter.

—Esto es fantástico —le dijo Heechul.

Pero Hyungsik no escuchaba. Estaba mirando fijamente hacia la pared con los ojos muy abiertos que iban de izquierda a derecha como si estuviera en la fase REM del sueño. Cada segundo o dos, su cuerpo temblaba igual que si hubiese sido golpeado por una descarga eléctrica.

No era bueno.

Heechul le agitó la mano por delante de la cara.

—Hey. ¿Estás ahí?

Su boca comenzó a moverse, pero no emitió ningún sonido.

—Hyungsik.

Nada. Heechul le puso la mano en el hombro y lo sacudió.

—¡Hyungsik! Reacciona.

Finalmente lo hizo. Sus ojos parpadearon lentamente y detuvieron su rutina de Ping-Pong. Respiró profundamente como si fuera la primera bocanada que había tenido en mucho rato.

—Déjanos. Necesito tiempo para examinarlo.

—No me voy a marchar.

—Te prometo que no le haré daño. Y si no traes a Siwon dentro, los Sasaengs seguramente lo encontrarán antes de que salga el sol.

¿Traer a Siwon?

—¿De qué estás hablando?

—Necesito fuerza para atender a tu hermano. Siwon me ofreció su sangre. Desafortunadamente necesité bastante hace un momento y él me había dado recientemente. Está fuera. Recuperándose.

—¿Por qué diablos no me lo dijiste antes? —dijo Heechul.

—Lo hice. Tú elegiste ignorarme.

Tenía que ir por Siwon. No podía dejarle tendido allí afuera en la oscuridad con todos los monstruos rondando alrededor.

—Si le tocas un solo cabello, voy a matarte. ¿Está claro?

Hyungsik le dirigió una educada sonrisa.

—Ve a tu Suju. Wook está a salvo a mi cuidado.

Lo cual podría parecer increíble, pero así era. Siwon le necesitaba ahora, y sin él, Heechul no estaba seguro de poder mantener a Wook a salvo de los monstruos. Además, se lo debía. Él había dado su sangre para ayudar a Wook, y en su libro, eso lo hacía un héroe.

Acababa de volverse para marcharse cuando Hyungsik le dijo:

—Oh, por cierto, ese collar que lleva es tuyo si eliges tomarlo.

Heechul se detuvo en seco. El también había sentido eso, pero lo había hecho a un lado como un sentimiento irracional más.

—Siwon nunca lo dijo.

—Porque te estaba protegiendo.

Heechul frunció el ceño.

—¿De qué?

—De la responsabilidad del poder que manejarás si decides llevarlo.

—¿Poder?

Le sostuvo la mirada.

—Más del que puedes imaginar. Suficiente para mantener a tu hermano a salvo. Quizás bastante también como para sanarlo.

Le tomó un par de segundos procesar lo que estaba diciendo. Todo ese asunto era tan extraño, que al principio no sabía que pensar, pero una cosa estaba clara. Si Siwon podía ayudarle a salvar a Wook, iba a hacer lo que fuera.

—¿Es por eso que me siento extraño cuándo lo toco?

—Sí. Es la manera que tiene la naturaleza de ayudarte a encontrarle. Sugiero que no esperes demasiado tiempo para ordenar tu mente independientemente de que vayas o no a reclamar lo que es tuyo. Wook ya está fuera de tiempo. Será afortunado de sobrevivir tres días más a este paso.

Tres días. A Heechul se le cerró la garganta mientras luchaba contra las lágrimas.

—No necesito más tiempo. Sé lo que debo hacer.

Primero iba a asegurarse de que Hyungsik no estaba metido de lleno en la mierda. Después iba a hacer la única cosa que podía.

Salvar a Wook.



Heechul encontró a Siwon tirado sobre el porche. Su enorme cuerpo estaba fláccido e inmóvil. El pánico se precipitó sobre su piel mientras corría hacia él, buscando sus signos vitales.

Presionó los dedos contra su cuello para sentir el pulso, y el calor se disparó por el brazo. Él tomó una estremecedora respiración, y los ojos de Heechul se cerraron de alivio. Su pulso era fuerte y su respiración estable. Ahora todo lo que tenía que hacer era conseguir llevarlo adentro, donde al menos habría una puerta entre él y los monstruos. Sabía por experiencia que eso no los detendría mucho tiempo, pero al menos los haría ir más despacio.

Aquí afuera, a descubierto en la oscuridad circundante, nada lo haría.

Heechul tiró de su brazo a modo de prueba. Señor, era pesado; casi treinta y seis kilos más pesado que él. Podía hacerlo, pero uno de ellos iba a acabar con el hombro dislocado en el proceso.

Lo movió de manera que su cabeza se ladeó. La iridiscente gargantilla que llevaba captaba y mantenía la luz del único foco que brillaba sobre ellos.

Esa gargantilla era suya. Siempre lo había sido. Quería quitársela.

Toda esa magia de abracadabra le había dejado tambaleándose en la oscuridad, pero tenía fuertes instintos acerca de esa cosa, y no temía seguirlos, especialmente después de la demostración de Hyungsik. Si esto no ayudaba a Wook, de todas formas no tenía nada que perder.

Heechul se estiró y la acarició con la punta del dedo. Una feliz y tintineante sensación le barrió el brazo y se asentó profundamente en el pecho, otorgándole la confianza de que estaba haciendo lo correcto. Los colores en el interior de la banda hicieron remolinos alrededor del contacto, como si supiera que él la estaba tocando.

Una pluma de azul zafiro se extendió desde debajo del dedo, ampliándose en concéntricos anillos mientras se movía cruzando el collar.

El color era tan hermoso, tan rico y profundo, quería tenerlo para sí mismo y verlo adornándole la garganta. Justo cuando el pensamiento pasó por la cabeza, la banda se deslizó abriéndose y calló del grueso cuello de Siwon. Heechul recuperó el resbaladizo objeto de los tablones de madera y dejó que resbalara entre los dedos, pasándola de una mano a otra. Todavía estaba cálida por el cuerpo de Siwon y era más pesada de lo que había esperado.

Le había parecido como si estuviera hecha de algún tipo de plástico, pero ahora que la sostenía y sentía su peso, sabía que no era así.

Los extremos estaban rematados, sin broche, pero supuso que la misma magia que la había abierto la sujetaría otra vez. Se colocó la banda alrededor del cuello y los extremos parecieron encontrarse el uno al otro como si fueran atraídos por imanes. Tan pronto como sintió el ligero clic de la banda al cerrarse, los ojos de Siwon se abrieron. Chispas doradas brillaban bajo el negro más profundo de sus ojos, haciéndolos
destellar a la luz del porche. Su mirada se movió a su garganta y su mano fue a la suya propia.

—¿Cómo has…? —su voz era un atónito susurro, apenas audible bajo el cercano canto de los grillos.

Él se estiró y colocó una yema del dedo contra la banda y la deslizó por esta, acariciando su piel a lo largo del borde mientras pasaba. Sus pupilas se dilataron y las ventanas de su nariz se ensancharon. Él dejó escapar un bajo y satisfecho gemido que le provocó un temblor por la columna.

—Es tan bueno —dijo él—. Probablemente no debiste hacerlo, pero es tan bueno no tener más dolor.

—¿Estás bien? —le preguntó Heechul—. Estabas inconsciente.

—Ahora estoy perfecto. Gracias a ti —movió el dedo desde la gargantilla a un lado de su cuello y bajó a lo largo de su mandíbula—. Eres uno de nosotros.

—¿Quiénes somos nosotros?

—Somos Suju.

—¿Eso qué es?

—Somos una de las tres razas de guardianes. Centinelas. Estamos para vigilar la puerta al otro mundo, para protegerla de una invasión Sasaeng. También protegemos a los humanos de caer víctimas del mal.

—¿Cómo hiciste con Sammy?

Él asintió.

—Estamos aquí para proteger a otros. Está en nuestra sangre, en tu sangre. Eso es el porqué casi te matas a ti mismo intentando encontrar a esos niños perdidos, el porqué nunca te rendiste. Eres como yo. Había esperado que no fueras humano, pero sabiendo la verdad…

—Por supuesto que soy humano —incluso cuando lo decía, se cuestionaba la verdad de sus palabras. Siempre había sido diferente. Al igual que sus hermanos.

Heechul había justificado su rareza como algún tipo de capricho genético aleatorio, pero ahora que Siwon decía esas palabras, se dio cuenta de que había estado equivocado. Era diferente de los otros humanos porque no era humano en sí mismo. Esto tenía demasiado sentido para no ser verdad, a pesar de su deseo de negarlo.

Su madre siempre había sido reservada en lo que se refería a su padre, evadiendo preguntas, mintiendo cuando le daba respuestas. Heechul siempre había pensado que ella estaba encubriendo a algún holgazán, pero quizás era algo más que eso.

Si tan solo su madre siguiera viva de modo que pudiera preguntarle y descubrir así la verdad. Ahora todo lo que tenía era la palabra de un hombre que apenas conocía y sus instintos, instintos que le decían que no era humano. Que era diferente. Eso era por lo que podía encontrar niños perdidos.

El mundo de Heechul había cambiado. Los colores que habían pintado las experiencias de su vida cambiaban a una masa distorsionada, mezclada con los recuerdos y los inexplicables eventos de algo claro y visible.

Esa extraña pieza de rompecabezas nunca había encajado realmente en su lugar.

—¿Cómo puedo no haberlo sabido?

Siwon le acarició la mejilla, los ojos brillando con compasión.

—Nadie te lo dijo nunca. Pero está bien. No estás solo.

—Quizás no, pero toda mi vida ha sido una mentira —no podía hacer otra cosa excepto sentirse traicionado por su madre. ¿Cuántas veces le había preguntado por su padre? ¿Cuántas veces le había mirado su madre a los ojos y había mentido?

—Esa mentira te protegió. Probablemente te salvó la vida. Y me dio tiempo para encontrarte.

—Eso no es excusa para lo que hizo.

—Quizás no mintió —dijo Siwon—. Quizás tu madre no lo sabía.

—Ella sabía algo. Ahora puedo verlo, en perspectiva. Ella mintió.

—Pero ahora sabes la verdad. Eres un Suju. Puedes aceptarlo y seguir adelante o estancarte en el pasado. Tú eliges.

No tenía tiempo para estancarse. Hyungsik le había dicho que Wook quizás no viviera ni tres días.

—Wook me necesita para seguir adelante.

Un brillo de satisfacción iluminó los ojos de él.

—Entonces debemos acabar con esto, tú y yo.

—¿Acabar?

Él asintió, contemplando su boca.

—Y entonces te mostraré la verdad. Y mi poder, tu poder ahora. Vamos adentro.

Heechul se levantó y le ofreció la mano. Él la tomó, pero no porque se tambaleara. Su postura era sólida y fuerte, igual que el resto de él.

—Pareces haberte recobrado.

—Todavía estoy un cuatro o dos por debajo, pero me siento fantástico —deslizó la mano a la parte de atrás de su cuello y lo mantuvo inmóvil. Él era algunos centímetros más alto, y Heechul se encontró mirando directamente a su boca, deseando tener las agallas de besarle otra vez. Lo que había tenido ya no era suficiente. Nunca lo sería.

—Después —le dijo él, y sonaba igual que una promesa—. Cuando sea seguro. Y tengamos mucho tiempo.

La mente de Heechul se volvía brumosa por momentos. Algo estaba sucediendo en su interior, alguna clase de calor que se extendía, asumiendo el control.

—¿Tiempo? —preguntó.

Siwon asintió otra vez.

—Montones de tiempo. Llegaré a conocerte. Descubrir lo que te gusta.

Le gustaba él. Demasiado. Tanto que se sentía mareado con la fuerza de eso y lo que le estaba sucediendo.

Heechul se balanceó y se agarró de sus brazos para estabilizarse. Sus músculos se sentían duros bajo las yemas de los dedos, esculpidos de modo que sus manos casaran perfectamente contra las suyas.

—Tú y yo, podemos tener un para siempre si tú quieres.

Para siempre sonaba bastante bien ahora mismo, considerando lo que sentía.

La parte lúcida de él dijo:

—Pero apenas te conozco.

—Eso cambiará muy pronto. Voy a llevarte adentro y vamos a terminar lo que tú has empezado.

Le alzó en brazos y Heechul tuvo la sensación de volar durante un segundo. Una risa burbujeó saliendo de él, y sonaba casi embriagado en sus propios oídos.

Descansó la pesada cabeza sobre su hombro y cerró los ojos mientras ese calor se expandía en su interior.

—¿Qué me está sucediendo?

Él enterró la nariz en su pelo y le susurró bajito al oído:

—Shh. Solo déjate ir. Ahora eres mío.



Siwon se sintió como un dios. Ni siquiera estaban completamente unidos y ya le había cambiado la vida. El dolor se había ido. Desvanecido. La fuerza le atravesaba el cuerpo con cada latido del corazón. Claro, no tenía tanta sangre como se suponía, pero difícilmente eso le importaba. Heechul estaba entre sus brazos, y él se sentía invencible, como si pudiera derribar un nido entero de Sasaengs sin ayuda de nadie y sin
empezar a sudar.

Su cuerpo se sentía bien contra él y no quería que le dejara. Nunca. Podía sentir la elegante firmeza de los músculos de su espalda y muslos. Su corto pelo le hacía cosquillas en la nariz, fino como el de un bebé y tan suave como una pluma. Y olía tan bien.

Un hombre podía perderse en alguien como Heechul y nunca sentirse privado, nunca faltarle nada.

Tenía que establecer su reclamo y hacerlo definitivo. Una pequeña punzada de culpa le hizo detenerse, pero la desestimó como no importante. Heechul tenía ni idea de en lo que se estaba metiendo, pero no podía permitirse detenerlo. Ya no. Había aceptado su luceria por propia voluntad, y no iba a dejar que ese milagro pasara de largo. No ahora, y probablemente, nunca. Le necesitaba demasiado. Tenía que quedarse con él. Ser suyo. Pertenecerle a él y sólo a él. Debía asegurarse de que Heechul nunca lo lamentara.

Algo en esa línea de pensamientos estaba mal, pero no le importaba. Era la hora.

Siwon lo recostó en el sofá, se arrodilló a su lado y se quitó la camisa por la cabeza.

Heechul sonrió y se inclinó hacia él, ronroneando. Le pasó las manos por los hombros y hacia abajo, por la marca de vida. Las ramas se balanceaban reaccionando a su tacto, y la única hoja que quedaba se estremeció. Sus dedos eran cálidos y se ensortijaron contra la carne, amasándole los músculos.

El cuerpo de Siwon respondió predeciblemente ante las caricias de un hombre hermoso. La piel se le enrojeció y la polla se puso dura, haciéndole desear poder perder los vaqueros, también. Estaba tan hermoso allí tendido, acariciándolo, mirándolo fijamente, como si fuera el único hombre en la faz de la tierra. Todo lo que él quería hacer era quitarle la ropa y extender esas largas piernas para poder tocarlo, saborearlo y hacerlo correrse sólo para él.

Oh, sí. Ese era definitivamente un buen plan.
Pero no hasta que sus vínculos fueran completos. Irrompibles. No como había hecho con Brian. Una vez Heechul fuera suyo, él lo haría todo y más.

Su espada estaba justo a su lado, lista y esperando como siempre. Él cogió sus manos y las sostuvo inmóviles, para que no pudiera cortarse accidentalmente cuando llegara a la hoja.

—Mi vida por la tuya —le dijo mientras se hacía un delgado corte sobre el pecho, lo que significaba la disposición a derramar su sangre por Heechul.

La promesa le colmó, haciéndole sentir más fuerte y completo. Haría cualquier cosa para protegerle, y porque había aceptado su luceria, podría vivir lo suficiente para cumplir ese propósito.

Presionó el dedo contra el corte y manchó con un poco de sangre la luceria. Esta, se redujo para ajustarse a la piel y los colores se agitaron otra vez frenéticamente. Azul. Había más azul ahora que ningún otro color.

Una incredulidad nerviosa le atravesó, congelándole en el lugar, haciéndole mirar fijamente.

Estaba funcionando. Heechul era realmente su caballero. Incluso viéndolo, todavía no podía creer su buena fortuna. Extendió la mano, con la intención de abrazarlo contra él en agradecimiento, pero el mundo se disolvió, y Heechul junto a él.

La vista le falló durante un momento antes de volver de nuevo, pero cuando lo hizo, ya no estaba en la casa Elf, en Nebraska. Estaba en una pequeña habitación cubierta de carteles de una banda de rock. Un gato de peluche colgaba sobre el espejo del tocador y una bufanda de seda de color rosa estaba arrojada sobre la lámpara de  la mesita de noche. Un chico adolescente estaba tendido sobre su estómago, apoyado
sobre los codos, leyendo una revista en la cama. Sus piernas desnudas se agitaban en el aire detrás de él, sus pies se balanceaban al ritmo de la música que bombardeaba desde la radio.

El chico levantó la mirada de su revista como si hubiera oído un ruido, y Siwon pudo ver ahora que era una versión mucho más joven de Heechul. Tenía, quizás, diecinueve o veinte años. Estaba delgado, y tan guapo que le hizo sonreír.

Esa era una visión del pasado de él, algo importante que la luceria había elegido para mostrarle. Siwon recorrió la escena, absorbiéndola.

Era hermoso, pero de algún modo infantil. Prefería la manera en que se veía ahora, confiado y listo para todo lo que él tenía que darle. Sin embargo, hubiera dado casi cualquier cosa por haberlo conocido entonces, cuando todavía tenía tiempo para ser paciente con él y facilitarle la entrada a su mundo cuidadosamente. Lentamente.

Pero eso no era posible ahora. Le necesitaba demasiado para ralentizarlo. La única cosa que podía hacer ahora era aprender lo que pudiera sobre él para ayudarle a hacer su transición de la forma más fácil posible.

Un ruido de cristales rotos llenó el aire. Un gritó agudo le siguió y, entonces, finalizó abruptamente, como si se cortara. Heechul saltó de la cama y corrió fuera de su habitación. Siwon lo siguió, sin ser visto. Tres pasos en el pasillo, y se paró en seco enfrente de una puerta.

La puerta estaba abierta. Sangre fresca recorría la brillante pintura blanca y goteaba por la parte inferior de la puerta, empapando la alfombra. Heechul dio un tentativo paso adelante y el pie desnudo se hundió en la alfombra. La sangre se escurrió entre los dedos.

Sacudió el pie hacia atrás y parecía que podría vomitar.

—¿Mama? —susurró—. Oh, Dios —la mano se extendió hacia algo en el suelo justo cuando otro grito sonó desde una habitación al final del pasillo.

Heechul se volvió y corrió hacia el chillido.

Siwon pasó por la ensangrentada puerta y vio los restos de la madre de Heechul yaciendo sobre el suelo de la habitación. El Sasaeng había dejado la cabeza y se había llevado el resto. Los ojos sin vida de la mujer le miraban, la boca abierta congelada en un silencioso grito. Un gran rastro de sangre marcaba el camino por donde habían arrastrado el cuerpo hasta la ventana. Por los sonidos guturales que provenían de fuera en la oscuridad, Siwon estaba seguro de que seguían allí, alimentándose del cadáver.

Esa había sido la madre de Heechul. Probablemente, la persona más importante de su vida. Y ahora estaba muerta.

Heechul abrió la puerta al final del corto pasillo. Otra ventana había sido rota allí, también. Pero esta vez, el trabajo del sgath no había terminado aún. Uno de ellos se arrastraba a través de la abertura, los ojos relucían con un color verde brillante. La negra lengua bífida asomó por delante, y dejó escapar un silbido salvaje.

Heechul quedó paralizado de miedo. Él podía ver el sutil temblor del delgado cuerpo, oír la respiración demasiado rápida y áspera.

—¡Mama! ¡Heechul! ¡Ayuda! —Gritó un niño desde dentro de la habitación—.¡Henry, vuelve!

El sgath se lanzó hacia delante y agarró a un pequeño niño por la cintura. No podía tener más de ocho años. Tenía el mismo pelo oscuro y ojos que Heechul, sólo que su pelo estaba enredado en una salvaje maraña. La camisa del infantil pijama blanco se amontonaba en el brazo peludo de la cosa mientras luchaba para liberarse.

Otro chico, tal vez de doce o trece años, agarró la pata del sgath en un esfuerzo para liberar a su hermano menor. El sgath hizo un giro extraño y le rasgó con las garras el muslo. El gritó y se soltó, cayendo contra la pared.

Era Wook. Siwon estaba seguro de ello, su pelo era igual de oscuro y era también años más joven.

Wook se puso de pie y se miró la herida con horror, después de nuevo a su hermano.

—Se va a llevar a Henry.

Siwon no estaba seguro de cómo Wook lo supo, pero parecía estar convencido. No tenía ni idea de los planes del sgath para el niño, pero estaba claro que tenía algún otro propósito para el que usarlo como comida.

El olor de la sangre de Wook estaba en el aire ahora. Otro sgath gateó a través de la ventana rota.

Heechul salió del estado de conmoción y buscó frenéticamente un arma. Agarró una lámpara de la mesilla de noche cercana. Con un furioso rugido, se lanzó a través de la habitación y golpeó al sgath que sostenía a Henry.

Por supuesto, la lámpara no hizo nada al sgath. Se rompió contra la cabeza de la cosa y cayó en un inútil montón de piezas.

La sangre se acumulaba a los pies de Wook, goteando en gran medida de su herida. El veneno de las garras del sgath ya corría por su sistema, provocándole que el rostro enrojeciera de fiebre. Siwon no tenía ni idea de cómo había sobrevivido a esa herida -el veneno del sgath era normalmente fatal si no se trataba inmediatamente- pero él le había visto en el futuro y sabía que de alguna manera Wook se había obligado a
pasar a través de aquello.

El monstruo que tenía a Henry se volvió para irse, y Heechul saltó sobre su espalda.

Siwon le gritó que se mantuviera alejado. No era seguro. Alargó la mano hacia su espada, sólo para encontrar que no tenía ninguna. No tenía cuerpo aquí. Tampoco la voz tenía sonido, era sólo un observador y no podía hacer nada para ayudar. Todo lo que iba a pasar ya había ocurrido, y no podía cambiar nada.

Heechul se aferró a la espalda del sgath con las piernas y le clavó los dedos en los ojos. Aquello aulló de dolor y movió la cabeza violentamente para lanzarlo de su espalda.

Heechul continuó apretando, clavando y excavando. El sgath se encabritó y lo tiró contra una pared. La cabeza golpeó fuertemente. El yeso se aplastó bajo el impacto, y Heechul dejó salir un quejido ronco de dolor. Aflojó el agarre y el sgath se apartó, dejando que su cuerpo se deslizara hasta el suelo en un flojo montón.

Siwon le gritó que se levantara, pero ningún sonido le salió de la boca.

En el otro extremo de la habitación, un sgath se agachó a los pies de Wook. Él estaba temblando, pero era incapaz de moverse. La lengua del sgath salió, lamiendo la sangre a medida que se filtraba de su muslo. Los ojos de Wook estaban pesados y vidriosos, pero sus labios se estaban moviendo y miró a Henry, ignorando
completamente al sgath que se alimentaba de él.

—No te dejaré —susurraba a su hermano, una y otra vez—. No te dejaré.

Henry estaba gritando y luchando, pero el pequeño cuerpo no era rival para el sgath. Se lo llevó por la ventana y hacia la noche. La última cosa que Siwon vio de él fue un pequeño brazo estirándose hacia sus hermanos en busca de ayuda.

Heechul se puso de pie. Apenas podía mantenerse. El cuerpo le temblaba cuando cogió una silla de madera del escritorio y se dirigió a Wook. El sgath estaba demasiado ocupado alimentándose como para darse cuenta de su acercamiento. Heechul estampó la silla sobre la cabeza de la cosa.

Aquello lanzó un grito y se volvió para atacar.

Un hombre armado entró en la habitación. Podría haber sido un oficial de policía vestido de civil o, tal vez, sólo un vecino con un arma. Quienquiera que fuese, vio a la cosa y abrió fuego. Algunas balas más tarde, el sgath decidió irse, saltó por la ventana y salió corriendo.

Heechul cayó de rodillas junto la ventana.

—¡Henry! —gritó—. ¡Henry! —su grito se convirtió en un sollozo y Siwon pudo oír rompérsela el corazón.


Hubo una extraña mancha de movimiento alrededor de Wook, pero a Siwon no le importó. Su necesidad de dar testimonio del dolor de Heechul era demasiado fuerte. Había perdido a su familia esa noche. Su madre y su hermano habían muerto, y Wook  se había vuelto loco por el veneno o el trauma. No era de extrañar que Heechul fuera tan protector hacia Wook. Era la única familia que a Heechul le quedaba con vida.

Siwon se afligía por él y deseó de nuevo haberlo encontrado antes. A tiempo de salvarlo.

—Te ayudaré a mantener a Wook seguro —dijo Siwon. Esta vez oyó sus palabras y supo que había vuelto al presente—. Nunca estarás solo.

Pero Heechul no pareció oírle. Estaba perdido dentro de su propia visión, lo que fuera que la luceria había elegido para que él viera.


1 comentario:

  1. Uhy Dios. pobre Hee y Wookie, que forma de perderlo todo en un instante.
    Que sera lo que vera Hee de Siwon??

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...