En Tu Busqueda- Capítulo 1



Omaha, Nebraska
14 de julio.


Los aterrados murmullos del niño se debilitaban a cada segundo. Kim Heechul apenas podía oírle ahora, incluso aunque tenía el oído presionado contra una grieta de la pared del abandonado depósito a las afueras de Omaha. Aquellos sordos, aullantes sonidos de terror le rompían el corazón y hacían que quisiera destrozar a los monstruos que habían secuestrado al niño con las manos desnudas. O hacerlos volar en pedazos con su pistola. Eso también valía.

Incluso a las tres de la mañana, el aire de julio todavía estaba caliente y espeso por la humedad, haciendo más difícil el respirar. Entonces, otra vez, quizás fuera sólo su reacción a dicho miedo.

Había al menos cuatro monstruos allí con el niño, dos más de los que se había encargado de vencer antes. Y en esa batalla había sido por los pelos. Ni siquiera estaba seguro de cómo iba a conseguir sacar al chico con vida. Tendría que improvisar y rogar que saliera lo mejor posible.

Uno de los monstruos dejó escapar un profundo gruñido que envió una sacudida de miedo rasgando a través de su organismo. El sudor brotó de la frente mientras luchaba con la urgencia de huir. Apretó los dientes hasta que la necesidad de huir pasó sobre él y empezó a desvanecerse. Quedó tembloroso y goteando de sudor, pero al menos permaneció en el lugar.

Heechul sabía de lo que eran capaces esas criatura lo había visto con sus propios ojos en más de una ocasión y el sonido de lo que estaban haciendo ahora no era una buena señal.
Los monstruos estaban listos para alimentarse.

La imagen del pequeño cuerpo siendo hecho pedazos por las garras y los dientes llenó su mente e hizo que le diera un vuelco el estómago. No podía dejar que sucediera. Esta vez no.

Heechul estaba oficialmente quedándose sin tiempo para explorar el edificio y planear su ataque. Plan o no, tenía que sacar al pequeño de allí ahora mismo.

No quedaba tiempo, les había prometido a los padres del pequeño que llevaría a su bebé a casa con vida.

Estúpido, estúpido, estúpido.

Nunca debería haber hecho promesas que quizás no fuera capaz de mantener, pero cuando se enfrentó con tanto temor y pánico en los suplicantes ojos de sus desamparados padres tanto amor no pudo evitarlo.

Había querido estúpidamente darles esperanza.

Después de todas las veces que había fallado en encontrar niños perdidos, o rescatarlos antes de que fuese demasiado tarde, debería haber sabido hacer algo mejor que realizar promesas vacías.

Heechul tomó una profunda respiración para darse valor, diciendo una rápida plegaria para tener suerte, agarró con fuerza la escopeta y lanzó el pie contra la descompuesta puerta.
Se agachó, utilizando el marco de la puerta para ocultarse mientras olfateaba el almacén, buscando frenéticamente algún tipo de plan que consiguiera sacarlos a ambos con vida.

El edificio era viejo y mostraba cada uno de sus años en las caídas vigas y el resquebrajado mortero. El suelo de madera estaba podrido donde simplemente había desaparecido, dejando desiguales agujeros que daban a cualquier lugar que hubiese debajo.

En el lado más alejado de la habitación vio al pequeño. Estaba atado a una de las pocas columnas que todavía eran lo bastante fuertes para sostener el techo. Sus ojos estaban enormes por el miedo, y las lágrimas se derramaban por su cara, dejando estrechas líneas de piel limpia en su estela. Una sucia mordaza llenaba su boca, pero Heechul podía oír sus lastimeros quejidos viniendo de detrás de la mordaza. Gracias a dios, todavía estaba vivo.
Ahora todo lo que tenía que hacer era sacarle de allí en la misma condición y devolverle a casa, a donde pertenecía.

Un plan brillante. O debería haberlo sido, de no ser por los hambrientos y babeantes monstruos que permanecían entre él y el niño.

Heechul había estado cazando esas cosas durante ocho años y todavía no tenía otra palabra para ellos que no fuese monstruos. Eran del tamaño de enormes perros, con la cabeza de un lobo y el cuerpo de un chimpancé. Tenían largas y afiladas garras y dientes a juego. La aceitosa piel negra cubría sus cuerpos y largos hilillos de saliva amarillenta goteaba de sus demasiado inmensas fauces. Y por razones que Heechul todavía no conseguía adivinar, a las criaturas que mantenían a esas cosas como mascotas les gustaba robar niños.

No había visto ninguno de esos monstruos insectoides por los alrededores, pero sabía que no estarían lejos de sus preciosas mascotas.

Su explosiva entrada había alejado la atención de los monstruos del niño y la habían vuelto sobre él, un lugar mucho mejor para ello, por lo que le concernía.

Se arrastraron gateando hacia él, el temor amenazó con paralizarlo y, una vez más, tuvo que luchar contra la urgencia de salir corriendo y dejar que el niño se las apañara por sí mismo. No era fácil de asustar, pero esas cosas tenían la habilidad de hacer que la sangre se le congelara y el aire se le helara en los pulmones. Había algo desnaturalizado en el temor que causaban.

Era más que sólo el hecho de estar cara a cara con demasiadas garras y dientes. Era más que simplemente el temer por su vida. Había algún conocimiento instintivo enterrado profundamente en su interior que le advertía que cuando se enfrentaba a esos monstruos, se estaba enfrentando a algo mucho más grande y más oscuro de lo que era capaz de imaginar. Y después de todas las cosas que había visto, tenía una muy vívida imaginación.

Heechul se obligó a respirar, a permanecer calmado y centrarse en sacar al niño con vida. Se deshizo del desnaturalizado temor y fingió que sólo estaba enfrentándose a perros rabiosos. Una aterrorizada esquina de su mente brincó ante la ridícula idea, pero la ignoró lo mejor que pudo.

Heechul rogó que las manos le dejaran de temblar lo suficiente como para conseguir un disparo limpio; entonces se levantó de su escondite y apuntó el arma hacia la más grande de las bestias.

Permaneció allí, justo por fuera del umbral, donde sólo podrían ir hacia él de uno en uno, y esperar a que los otros monstruos cerraran la distancia.



—Estamos cerca —dijo Hyungsik.

—¿Cómo de cerca? —preguntó Siwon. La excitación bombeó a través de su organismo, haciéndole aferrar con más fuerza el volante.

Miró al Zea con el que había estado recorriendo el área industrial a las afueras de Omaha.
Los ojos de Hyungsik emitían un extraño brillo plateado en la oscuridad, y estaba contemplando algo en la distancia que Siwon no podía ver. No estaba seguro de que Hyungsik supiese lo que estaba haciendo, pero seguro como el infierno que esperaba que lo hiciera. El futuro de Siwon, su vida, pendía de un hilo.

Si encontraba a su pareja y era la única, el poder que se había estado construyendo en su interior durante décadas, y el dolor que causaba, finalmente tendría una salida.

—Hemos estado conduciendo por el Medio Oeste durante días —gruñó Yesung desde el asiento de atrás—. El jodido chupasangre no sabe qué infiernos está haciendo. Sólo te está llevando de paseo.

—No tenías que haber venido con nosotros —dijo Siwon.

No le preocupaba demasiado el solitario en el asiento de atrás.

Se tomaba demasiadas libertades y no habría reconocido a un compañero de equipo si lo hubiese tenido sentado en su regazo. Era el tipo de hombre que dejaba bolsas de cadáveres tras de sí. Su única gracia por lo general, era que los tipos malos necesitaban más de esas bolsas de cadáveres que los tipos buenos.

—Shindong lo decidió de otra manera.

—¿Desde cuándo sigues sus órdenes? —preguntó Siwon.

—Tengo mis razones —dijo Yesung.

—¿Cómo cuales?

—Ninguna de tu jodida incumbencia. Y, para que conste, sólo porque esté aquí no quiere decir que piense que esto vale una mierda. Si fuese tan fácil para Hyungsik encontrar parejas Suju, entonces, ¿por qué no supimos de ese particular don hace cien años, antes de que nuestros hombres empezaran a morir?

—¿Y si estás equivocado? —Respondió Siwon —. ¿Y si Hyungsik puede rastrear la línea de sangre de Leeteuk y encontrar más como él?

Por el espejo retrovisor, Siwon vio a Yesung mirando con asco hacia Hyungsik.

—Hemos estado tan ocupados siguiendo ese supuesto rastro que no hemos matado un demonio en días. El brazo de mi espada se está convirtiendo en una enorme bola de melaza mientras tú sigues toda esa mierda de Hyungsik. Te está engañando para conseguir tu sangre, tío. ¿No lo ves?

Eso quizás fuese verdad. Siwon sabía que era posible. Los Zea no eran los hombres más confiables. Su necesidad de sangre los hacía… impredecibles. Si Siwon no estuviese tan desesperado por encontrar a una pareja como Leeteuk, nunca habría hecho un trato con Hyungsik.

Pero estaba desesperado. El dolor se había hecho insoportable. No estaba seguro de por qué su cuerpo no había explotado, por qué el poder que hospedaba no rasgaba a través de la piel y el hueso y lo hacía pedazos.

Tenía que hacer tres horas de meditación cada día sólo para ser capaz de funcionar, para salir de la cama cada noche. Sólo le quedaban un par de hojas colgando de su marca de vida, y en el momento en que cayeran, no estaba seguro de que su alma viviera más allá de otros diez días. Después de eso, las cosas se pondrían realmente feas.

—Aquí, gira a la izquierda —susurró Hyungsik en una voz suave—. Lo he encontrado.

Una brillante burbuja de esperanza se hinchó dentro de Siwon mientras hacía rugir el motor y tomaba un brusco giro. Se lanzó saltándose una señal de stop, pero eran más de las tres de la mañana y no había nadie en los alrededores de esa envejecida área industrial.

Además, si los polis querían multarlo, tendrían que cogerle primero.

—¿Estás seguro? —Preguntó Siwon—. ¿Has encontrado realmente una pareja Sangre Pura?

—Tú, jodido chupasangre —bramó Yesung con disgusto— No hay pareja. Vamos a aparecer y él te va a contar alguna historia de que la hemos perdido, al igual que cada una de las otras noches de esta semana.

Hyungsik no respondió a la acusación de Yesung. Su rostro estaba sereno mientras se quedaba mirando la noche. Sus ojos destellaron brillantes durante un momento y tomó una aguda respiración.

—Deprisa, Siwon. No está solo. Siento a los Sasaengs.

El temor de perder a la pareja que podía salvarle antes de que la encontrara siquiera, hizo que a Siwon se le encogiera el estómago. Pisó el acelerador a fondo justo cuando vio un movimiento al final de la calle. No había demasiada luz, pero había la suficiente para que viese la sombra de una persona de pie en el umbral de una puerta.

—¡Allí está!

—No creo una jodida cosa de eso —dijo Yesung.

Ni tampoco Siwon. Hyungsik había realmente rastreado a una pareja que quizás sería capaz de salvarle la vida. Una pareja con algo del mismo tipo de sangre corriendo por sus venas que Leeteuk, quien era la primera pareja Suju que había nacido en unos doscientos años.

Todavía no tenían ni idea de dónde había venido Leeteuk, pero después de ver el milagro que había hecho en Kangin, difícilmente le importaba.

Siwon se detuvo en seco en el exterior del viejo almacén. Los faros del carro brillaron sobre los restos de un ancho marco de una puerta y el hombre que permanecía allí de pie.

Era alto, casi metro ochenta, aunque quizás fuera su postura de mando y el confiado agarre sobre su escopeta lo que le hacían parecer más alto.

Siwon ya se había escabullido del coche y desenfundaba su espada cuando vio dos demonios Sasaengs –sgath cargando hacia él, y dos más detrás de ellos. Con escopeta o sin ella, no era rival para esa cantidad de dientes y garras. Lo harían pedazos antes de que tuviera tiempo de apretar dos veces el gatillo.

—¡Sal de ahí! —le gritó mientras subía corriendo de tres en tres las agrietadas escaleras de cemento hacia él. Podía oír los pesados pasos de Yesung y Hyungsik resonando detrás de él.

No se volvió hacia él, ni siquiera se preocupó en reconocer que lo había oído. De hecho, no mostraba signo del espeso y paralizante miedo que los Sasaengs causaban generalmente en los humanos. Parecía totalmente tranquilo, como si esperara que los demonios lo atacaran todos los días.

Estaba todavía demasiado lejos para ayudarle. Iba a verle morir antes de que tuviera siquiera una oportunidad para tocarlo y descubrir si era su pareja, si podría salvarlo.

Esa persona disparó su escopeta al sgath más cercano. Su cuerpo osciló levemente contra la fuerza del arma y el profundo disparo hizo eco en la calma de la noche. Le dio a uno de los demonios.

Siwon lo alcanzó finalmente. Quería detenerse y tocarlo, pero no había tiempo. Otro sgath estaba justo allí, a sólo unos metros de distancia.

Independientemente de si podía salvarle o no, el hecho de que hiciera frente al sgath sin temor probó que era un raro regalo y tenía que ser protegido a toda costa.

Siwon lo empujó con el hombro apartándolo del camino y cargó a través del umbral, espada en mano y lista para golpear. El impactó contra la pared con un poco más de fuerza de lo que Siwon había esperado y dejó escapar un dolorido gruñido, pero al menos estaba fuera de peligro.

Un ileso sgath vio a Siwon cargando y sus ojos se iluminaron con un enfermizo fuego verde de excitación y hambre. Eso levantó el hocico y dejó escapar un aullido para avisar a los de su tipo, igual que si los alertara de que la comida acababa de llegar. No había nada que les gustara más a los demonios que comer la carne y la sangre de un Centinela, y Siwon y sus compañeros eran un banquete andante.


A Heechul le llevó un par de segundos recobrarse de ser lanzado contra la pared de ladrillo. Buena cosa que hubiera sido el hombro el que se había llevado el primer golpe en vez de la cabeza. Si no, se habría quedado fuera de combate. Cuando esto acabase, iba a tener una larga charla sobre modales con el hombre que le había empujado, pero ahora mismo tenía que sacar a niño de allí.

Para el momento en que Heechul se había despejado del impacto, dos de los tres hombres que habían aparecido ya estaban en el interior del almacén. No estaba seguro de quienes eran, o qué estaban haciendo allí, pero no iba a cuestionar su buena fortuna. O sus espadas.

El monstruo al que había disparado estaba todavía en el suelo, pero se movía culebreando, chapoteando en piscinas de su propia sangre con esa lengua larga y bífida. Sabía por experiencia que si conseguía recuperar bastante de su sangre, la cosa se levantaría otra vez, todo remendado y como nuevo.

Heechul no podía hacer nada excepto estremecerse ante la visión. Era una que se le iba a pegar durante las muchas noches que seguirían. Fantástico. Como si necesitara más combustible para pesadillas.

Otro monstruo se volvía hacia el hombre que le había empujado. Él tenía el pelo negro y
rígidas y agudas facciones. Manejaba una espada un poco más corta que su brazo y por sus anchos y musculosos hombros y la facilidad con la que esgrimía el arma, era obvio que tenía mucha práctica con ella. Gracias a Dios que estaba de su lado.

El monstruo se agachó, entonces hizo uso de su rapidez sobrenatural, pero el hombre estaba listo para atacar. Se deslizó bajo el salto del monstruo e hizo pivotar la espada en un enorme arco de gran alcance que le rebanó el vientre. El hombre saltó limpiamente a un lado, después se movió en lo que parecía ser casi un círculo lento, su espada brillaba en un tenue arco de luz amarilla. Cuando este se detuvo, la cabeza del monstruo cayó a tres metros de su cuerpo.

—¿Cómo vamos, Yesung? —preguntó el hombre, sin apartar nunca los ojos de la restante amenaza.

En un lado alejado del almacén, Heechul observó al segundo hombre, un tipo con mirada de enfado, con fuertes facciones y espeso pelo negro, cuando redujo a otro de los monstruos.

—Uno menos, queda otro —dijo mientras se acercaba rodeando la posición del monstruo.

La cosa había retrocedido a una esquina y Heechul estaba bastante seguro que no iba a escaparse vivo.

—Huelo a más cerca —dijo una profunda voz detrás de él. Demasiado cerca.

Heechul saltó en sorpresa y se giró, apuntando con su escopeta al tercer hombre del grupo. Cuando posó los ojos sobre él, el cerebro opacó los oídos y se quedó allí de pie, mirándole, incapaz de hacer nada más.

Él era hermoso. Te detenía el corazón, esa enorme e inducida hermosura, con pelo negro, brillantes ojos y un rostro de modelo de portada. Estaba un poco delgado para su gusto.

Él le dedicó una conocedora sonrisa llena de brillantes y blancos dientes y dijo:

—Soy Hyungsik. Mis amigos y yo hemos estado buscándote.

Heechul se dio a sí mismo una sacudida mental y parpadeó de modo que pudiera dejar de mirarlo fijamente.

—Ahora mismo no voy a aceptar ningún caso. Tengo las manos llenas con el niño.

Él frunció el ceño ligeramente confundido y ondeó una elegante mano.

—Hablaremos después. Ahora mismo, tenemos que entrar antes de que el resto de los Sasaengs.

Justo entonces, Heechul miró por encima del hombro de él hacia la oscuridad que le rodeaba y vio el intenso brillo de los ojos verdes de los demás monstruos que se acercaban.

—Ya. A dentro.

Heechul miró fijamente a través de la puerta del almacén y vio a ambos hombres rebanando y cortando en pedacitos a los monstruos restantes. Ellos tenían las manos completamente ocupadas en ese momento y Hyungsik no parecía que fuese demasiado bueno en la lucha con lo delgado que era. De hecho, parecía que se vendría abajo de un momento a otro, lo cual reveló sus instintos protectores.

Heechuk agarró a Hyungsik y lo arrastró a través de la puerta con él.

—Empieza moviendo esos viejos palés al camino para retrasar a esas cosas —le ordenó—. Yo voy a coger al niño.

Corrió cruzando el recinto, saltando sobre un enorme agujero en la madera. Sólo tenían unos pocos segundos antes de que esos nuevos monstruos llegaran y con un poco de suerte, podrían liberarlo y encontrar la puerta trasera para salir de ese lugar antes de que las asquerosidades irrumpieran a través de la barricada.

Alcanzó al niño, pero él estaba en silencio y mirando fijamente al vacío, lo cual no era una buena señal. Sus ojos estaban desmesuradamente abiertos por el shock y el temor, y se encogió alejándose de Heechul cuando se le acercó. Las lágrimas inundaban sus ojos, y eran tan abundantes que mojaban el cuello de la camiseta de su pijama.

Heechul estaba perdiendo preciosos segundos, pero no podía pensar en añadir combustible a su miedo. Encontró en algún lugar una sonrisa y se obligó a mantenerla.

—Está bien. Me enviaron tu mamá y tu papá. Estoy aquí para llevarte a casa.

Tan suavemente como pudo, quitó la sucia mordaza de su boca y cortó las cuerdas que lo ataban. Sólo le llevó unos segundos, pero para cuando terminó, el pelinegro de la espada estaba a pocos metros de él, cubriéndole las espaldas.

El monstruo al que había disparado y apenas dañado estaba ahora tendido en varios trozos esparcidos a lo largo del suelo del almacén. Él pelinegro lo había hecho por él, y a juzgar por la sangre negra que se escapaba del resto de los monstruos, lo había hecho más que bien.

—¿Estás herido? —le preguntó.

—No, pero el niño no parece estar bien.

El hombre asintió una vez, como si entendiera exactamente lo que quería decir. Entonces de nuevo, pareció preparado para luchar con algo como eso. Quizás sabía lo que estaba pasando aquí.

—Soy Siwon. Voy a sacaros a ti y al niño de aquí con vida.

Eso no sonaba a un vano alarde. Sus palabras eran sólidas y pesadas, con confianza.


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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...