Seductores II -4



Sometido a la ráfaga sensual de su mirada descarada, Wonwoo se puso rígido. Le aterrorizaba la calidez que le invadía y el cosquilleo en su entrepierna. Sus tiernos pezones se endurecieron y cruzó los brazos nervioso.
—Entonces, si has estado pensando…
—Todavía necesito algunas respuestas. Al menos, sé realista —el brillo de sus ojos se ocultaba ahora bajo las pestañas y su forma de hablar era terriblemente suave—. ¿Qué hombre no lo haría en mi lugar?
Wonwoo no quería ser realista, sólo quería que se volviese a marchar y dejase de amenazar la tranquilidad mental que tanto le había costado conseguir.
—¿Qué es lo que tengo que hacer para que entres en razón?
—Debes tener en cuenta las dos partes de la ecuación. Sé la persona razonable que yo sé que eres. Es absurdo que me pidas que me vaya sin saber siquiera si el niño es mío o no —su voz tranquila y pausada ejercía sobre Minwoo un efecto casi hipnótico.
—Sí, pero… —Wonwoo apretó los labios por miedo a precipitarse en sus palabras—. No es tan sencillo.
—¿No? —respondió Mingyu—. Está claro que crees que Hyuk es hijo mío. De no ser así, me habrías quitado rápidamente esa idea de la cabeza.
Wonwoo se puso tenso y sus ojos reflejaron su   indecisión.
—Mingyu…
—Un niño tiene derecho a saber quién es su padre. Hasta que cumplí siete años, creí que mi padre era el primer marido de mi madre. Pero tras el divorcio, me enteré de que había sido otro hombre. Sé de lo que hablo. ¿Piensas mentirle a Hyuk?
—Sí… ¡no! ¡Ay, por el amor de Dios! —jadeó Wonwoo, retirándose el pelo de la frente con mano ansiosa, desarmado ante su sinceridad—. Haré lo que sea mejor para Hyuk.
—Algún día Hyuk se hará mayor y lo perderás si le mientes sobre su nacimiento —atacó Mingyu con frialdad—. ¿Habías pensado en esto, o en el hecho de que Hyuk también tiene sus derechos?
Wonwoo se acobardó ante aquel recordatorio tan desagradable.
—¿Y si te pasa algo? ¿Quién iba a cuidar de él?
—Eso ya está previsto en mi testamento.
Mingyu se quedó tan inmóvil como una pantera a punto de saltar. Sus esfuerzos por mantener la calma se disiparon al oír aquellas palabras.
—¿Aparezco yo?
Tenso como un arco, Wonwoo negó lentamente con la cabeza. Entonces se hizo un silencio tan espeso como la niebla.
Con gran esfuerzo, Wonwoo volvió a mirarle. Mingyu lo observaba con una expresión condenatoria que le caló hasta los huesos. Era obvio que él ya había sacado sus propias conclusiones sobre la paternidad del niño. Se sintió hundido, ya que no podía convencerlo de lo contrario. No contaba con un método mágico que les hiciera retroceder en el tiempo y garantizara que él no averiguase lo que, según creía Wonwoo, él hubiese sido feliz ignorando.
—De acuerdo —dijo bruscamente, y sus hombros se desplomaron, porque se sentía tan agotado como si llevara peleando ya diez asaltos con un peso pesado—. Me dejaste embarazado.
A Mingyu le sorprendió la enorme satisfacción que se apoderó de él y el alivio que le supuso no tener que presionarlo. Tal y como él pensaba, Wonwoo había escuchado a su conciencia. Así que era hijo suyo. El niño era un Kim: la siguiente generación de la familia.
Sus tres jóvenes tíos abuelos se alegrarían enormemente al saber de la continuación del linaje de los Kim, y sus parientes más avariciosos quedarían destrozados al verse apartados de la herencia. Mingyu había decidido hacía tiempo no casarse ni tener hijos, pero hasta entonces no se le había ocurrido que podía disfrutar de un heredero sin tener que preocuparse demasiado.
—Sabía que no me mentirías —dijo con aprobación. Pero Wonwoo sentía que había hecho mal porque la decencia era en él una debilidad cuando estaba con Mingyu. Seguía atrapado en el brillo de aquellos ojos; su mirada seguía dejándole sin habla.
Con un movimiento ágil, Mingyu abandonó la posición engañosamente casual que había adoptado al apoyarse en la mesa y enderezó la espalda mostrando la fuerza de su cuerpo y su impresionante altura. Estiró los dedos crispados de Wonwoo para atraerlo aún más hacia él.
—Has hecho lo correcto —murmuró—. Te admiro por haberme dicho la verdad.
—Pues yo creo que decirte la verdad ha sido una de las cosas más absurdas que he hecho jamás —sus dedos temblaron en los de él mientras luchaba contra la fuerza insidiosa de su sensualidad. «El gato escaldado del agua fría huye», se recordó desesperadamente a sí mismo. Mingyu estuvo a punto de acabar con su autoestima dos años antes porque, aunque Jenny y otros muchos habían logrado de algún modo mantener con él una relación superficial, para Minwoo fue como si le arrancaran lentamente el corazón y aquello le fuese a durar de por vida. Y así fue durante meses.
—¿Y eso por qué? —Mingyu notaba la agitación que él intentaba ocultarle y le extrañaba, porque no entendía por qué seguía mostrándose tan aprensivo. Masajeando lentamente su delgada muñeca, lo miró, entreteniéndose en la plenitud carnosa y rosada de su boca. Se apoderó de él una corriente de excitación que no intentó detener. De hecho, disfrutaba con la increíble fuerza de sus reacciones. Seducir a Wonwoo, según recordaba, había sido de una dulzura inesperada, y hacerlo ahora acabaría con toda discusión—. No estoy enfadado contigo.
—No, por el momento… no —asintió Wonwoo con la boca seca, al notar el cambio que se había producido en el ambiente. Su corazón se disparó. Fue como si el tiempo se ralentizara y se despertaran todos sus sentidos. Respirando agitadamente, intentó controlarse.
—No tuvimos cuidado —comentó Mingyu bajando la voz, preguntándose si lograría cerrar la puerta con llave y aprovechar aquella situación.
—Fuiste tú el que no tuviste cuidado —susurró Wonwoo, incapaz de eximirlo de culpa al hacer aquella injusta afirmación a pesar de que su cerebro se estaba sumergiendo en un estado de sensualidad.
—Me dejé la cartera en la limusina y no me dejaste llamar para que me la trajeran, así que no llevaba preservativos…
—¡No quería que tu chófer y tu condenado equipo de seguridad se enterasen de lo que estabas haciendo! —protestó Wonwoo, y se ruborizó al acordarse de lo vergonzoso de aquella situación.
Mingyu le sonrió pícaramente.
—Pasé la noche contigo. ¿Y qué?
—No quiero hablar del tema —Wonwoo se dio cuenta de la engañosa intimidad de la discusión. Resistiéndose a la atracción de su magnetismo animal, giró la cabeza.
Él alzó su mano bronceada para retirar de su pálida frente un mechón de cabello. Consciente de su proximidad, Wonwoo se estremeció. Todo su cuerpo se inclinaba hacia él. Era como si hubiese pulsado un botón que hiciera que se derritiera, y sus ansias pudiesen más que su sentido común. Sentía un enorme deseo por lo prohibido y, por más que lo intentase, se veía incapaz de sofocarlo.
—Conviertes esto en algo muy complicado —susurró Mingyu, y acarició la curva de su cadera para tranquilizarlo y evitar que se alejase—. Pero para mí es muy sencillo.
Wonwoo sabía que no era sencillo, sabía que era complicado. Incluso sabía que era un terrible error y que se odiaría más tarde por ello. Pero cuando él inclinó su cabeza hermosa y oscura, se encontró a sí mismo estirándose hasta ponerse de puntillas para no tener que esperar ni un segundo más de lo necesario para obtener un contacto físico.
Mingyu era ante todo un hombre embriagador. Sus labios buscaron los suyos con una avidez y exigencia que le llegó a la punta de los pies. Su lengua encontró la suya y aquello le hizo estremecer. Se apretó contra él, acercándolo con sus fuertes manos, dejándole sentir abiertamente la fuerza de su erección.
Wonwoo sintió una llamarada de calor bajo su vientre y jadeó ante el acoso de su boca, clavándole los dedos en los hombros. Sin acordarse de cómo habían llegado a aquella situación, apartó de pronto sus manos sintiéndose culpable. Tuvo que obligarse a liberarse de su abrazo, y aquello le dolió tanto como si le arrancaran un pedazo de piel.
Con los ojos encendidos de resentimiento ante aquel descaro, Wonwoo se apartó torpemente de su lado y fue a topar con un armario que tenía justo detrás y que proporcionó un piadoso punto de apoyo a sus piernas temblorosas.
—¿A qué demonios estás jugando? —le dijo bruscamente, condenándolo furioso y enfadado  por su debilidad y la odiosa inevitabilidad de que él se aprovechara de ello—. ¿Es porque te eché de mi casa ayer? ¿Insulté a tu ego? ¡Acabas de descubrir que eres el padre de mi hijo! ¿Y qué es lo que haces? ¡Intentar seducirme!
—¿Y por qué no? —Mingyu había seguido su natural inclinación y había encontrado en él una respuesta alentadora, de modo que no estaba de humor para disculparse, sobre todo porque estaba reprimiendo un enorme deseo de volver a tenerlo entre sus brazos—. Creo que me estoy portando muy bien. Y estoy dispuesto a aceptar mi responsabilidad…
—¡Jamás en tu vida has aceptado responsabilidades! —afirmó Wonwoo con una amargura que él encontró inconcebible.
—Estoy dispuesto a responsabilizarme de Hyuk.
—¡Pero estás tan ocupado seduciéndome que me acabas de volver a demostrar por qué no soporto la idea de introducirte en la vida de mi hijo! —le gritó Wonwoo, y la fuerza de sus sentimientos resonó en su voz. Todo su cuerpo hormigueaba de forma casi dolorosa, inundada por un sentimiento que sólo podía describirse como privación. La vergüenza que sentía por haber perdido el control amenazaba con asfixiarlo.
—Tendrás que aprender a soportar la idea y también a mí, porque no tengo intención de apartarme de mi hijo —sus ojos oscuros se clavaron en él como estocadas de advertencia—. Hyuk es un Kim.
—No importa lo que haga falta, pero te juro que no permitiré que  tengas contacto alguno con él —respondió Wonwoo apretando los   puños.
Mingyu espiró en un siseo lento y burlón.
—Dame una buena razón por la que debas comportarte así conmigo.
—¡No tienes más que fijarte en lo que ser un Kim ha supuesto para ti! —contestó Wonwoo atacándole furioso, porque la descarada seguridad en sí mismo que exudaba sólo lograba recordarle que había perdido la dignidad al rendirse entre sus brazos—. Eres un irresponsable. No respetas a las parejas. Tienes fobia al compromiso…
La burla dio paso a una incrédula indignación, y Mingyu bramó:
—¡Eso es intolerable!
—Es la verdad. Ahora mismo, Hyuk sería para ti una novedad, como un juguete nuevo. Sólo te tomas en serio tus negocios. No tienes noción de vida familiar, de la necesidad de estabilidad que un niño requiere. ¿Cómo ibas a tenerla después del modo en el que te han criado? No te culpo por tus deficiencias –le dijo Wonwoo forzándose a bajar la voz—, pero no pienso disculparme ante mi necesidad de proteger a Hyuk del daño que puedes llegar a hacerle.
Mingyu palideció de ira.
—¿Qué quieres decir con eso de deficiencias?
—Hyuk es alguien muy valioso. ¿Qué puedes ofrecerle aparte de dinero? Necesita un adulto dispuesto a anteponerlo a todo, que lo  cuide, pero para ti la libertad es mucho más importante. Lo primero que perderías como padre es la posibilidad de hacer lo que quieras y cuando quieras, y eso es algo que no aguantarías ni cinco minutos…
—¡Ponme a prueba! —desafió Mingyu lleno de ira—. ¿Quién te crees para juzgarme así? ¡Jamás has salido de tu pequeña y académica pompa de jabón! ¿Con qué derecho me llamas irresponsable?
Wonwoo volvió a levantar la cabeza a pesar de su cara tensa y demacrada.
—Tengo más derecho que cualquiera. ¡Nunca llamaste para preguntarme cómo estaba después de la noche que pasamos juntos!
—¿Y por qué debería haberlo hecho? —bramó Mingyu como un oso.
Wonwoo se resistió a reaccionar de forma más personal y se guardó el dolor que le produjo aquel rechazo cruelmente gratuito.
—Porque habría sido el comportamiento más responsable por tu parte dado que sabías que había riesgo de embarazo —le informó en tono inexpresivo.
Ante aquella respuesta, Mingyu juró en griego y le lanzó una mirada de censura.
—Fuiste tú quien me dejó —argumentó.
Wonwoo pensó en lo que realmente había ocurrido aquella mañana y se quiso morir de vergüenza. Dejarlo habría sido la opción más digna y sensata, pero realmente no fue aquélla su intención. Y como él no lo sabía, creyó que ya no venía a cuento habiendo pasado tanto tiempo. No se sentía orgulloso de lo que hizo, pero había decidido ser consecuente con su decisión.
—Tú eras el que debías haberme llamado al saber de tu embarazo — añadió Mingyu con dureza.
—No te merecías tanta consideración —contestó sin dudarlo. El desdén endureció la belleza de sus facciones.
—No te llamé… ¿es ésa la razón de todo esto? ¿Pretendes castigarme negándome cualquier contacto con mi hijo?
Wonwoo lo miró fijamente y sus ojos se tornaron desafiantes ante aquel desprecio.
—No te atrevas a tergiversar mis palabras. Sé sincero contigo mismo. ¿Realmente deseas la complicación que supondría un niño en tu vida?
Sólo cuarenta y ocho horas antes, Mingyu habría respondido que no a esa pregunta sin dudarlo ni un instante. Ahora las cosas eran distintas. No podía borrar de su mente la imagen de aquel niño que le sonreía desde la fotografía. Wonwoo lo había juzgado y lo había encontrado insuficiente, cosa que nadie se había atrevido a hacerle jamás.
Sin previo aviso, la puerta se abrió de par en par.
—¿Se puede saber por qué hay tanta gente merodeando por ahí afuera? —preguntó la señora con la que Wonwoo compartía despacho—. Ay, perdón. No me había dado cuenta de que tenías visita. ¿Interrumpo?
—En absoluto —murmuró Mingyu impasible—. Ya me marchaba.
Preso de una enorme ola de frustración, Wonwoo vio marchar a Mingyu. No entendía por qué se sentía tan desolado. El despacho no era lugar para discusiones y, además, él tenía que reflexionar sobre lo que le había dicho. Sin darse cuenta, se llevó la mano al labio inferior, hinchado todavía por su beso.
¡Qué propio de Mingyu manejar y emborronar las cosas importantes con sexo! Podía manejar el sexo. Maravillosamente. Lo que no era capaz de manejar eran los sentimientos.
Asombrado, su compañera corrió hacia la puerta.
—Santo cielo, ¿era quien yo creo que es? ¿Era realmente Kim Mingyu?
Una masa de rostros especulativos escudriñaron a Wonwoo como si fuera un animal exótico que se exhibe por primera vez en el zoo…

Wonwoo no logró dormir aquella noche, ni tampoco la    noche siguiente.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que se enamoró de Kim Mingyu? Casi siete años. Sonaba como una condena, y a veces lo parecía, sobre todo cuando luchaba por sentir algo, cualquier cosa, por alguien más apropiado.
Tal vez su corazón estuviese también encerrado en una celda, ya que ni la inteligencia ni el sentido práctico habían ejercido influencia alguna sobre sus sentimientos. Había hecho lo imposible por superarlo. Conocía todos los defectos de Mingyu y no lo respetaba como persona. Pero una compasión mal entendida por un hombre frío e incapaz de reconocer el sufrimiento le había llevado a bajar la guardia tras el funeral de su prima y concebir un hijo al que adoraba.
«¿Quién te crees para juzgarme así?». Todavía sopesaba esa  pregunta al amanecer del segundo día después de su última visita. Ahora que él se había enterado de la existencia de Hyuk, todo había cambiado y había tardado mucho en reconocerlo. De pronto se veía obligado a justificar las decisiones que había tomado y ya no estaba seguro de si tenía derecho a negar a Hyuk todo contacto con su padre.
Estaba acostumbrado a tomar decisiones por sí mismo, pero en este caso se sentía tan implicado emocionalmente que decidió que lo más sensato sería pedir una segunda opinión a alguien en cuya discreción pudiese confiar.
Aquella mañana, fue a ver a Seungkwan y le contó quién era el padre de su hijo. Durante el transcurso de un minuto, aquel joven se limitó a mirarlo atónito e incrédulo.
—¿Kim Mingyu? ¿El millonario griego que aparece en las revistas de famosos? ¿El que fue novio de Jenny?
Rojo como un tomate, Wonwoo asintió con la cabeza.
—Santo Dios. ¡Qué callado te lo tenías! —exclamó Seungkwan—. ¿De verdad es Kim Mingyu el padre de Hyuk?
—Sí.
—Nunca quise preguntarte quién era porque no parecías querer hablar del tema —Seungkwan sacudió la cabeza asombrado por lo que acababa de oír—. Debo ser franco contigo. Me he quedado pasmado. ¿Qué es lo que ha hecho que de repente te decidas a contármelo todo?
—Mingyu acaba de descubrir la existencia de Hyuk y quiere verlo — Wonwoo apretó los labios—. Le he dicho que no.
Seungkwan hizo una mueca.
—Pues no me parece buena idea, Wonwoo. ¿Te parece sensato enojar a un hombre tan poderoso como él?
—Está muy molesto con mi actitud —admitió Wonwoo con tristeza.
—Si alguien te negara el acceso a tu hijo, ¿no te enfadarías? —inquirió el joven irónicamente— Intenta ponerte en su lugar y sé justo.
—No es tan fácil —le confió Wonwoo, agobiado.
—¿Pero por qué correr el riesgo de convertir a Mingyu en tu enemigo? ¿No sería eso aún más peligroso? He oído historias desgarradoras sobre niños secuestrados por padres extranjeros.
Seungkwan no podía haber dicho nada que alarmase más a Wonwoo.
—No me asustes, Seungkwan.
—Estás jugando con sentimientos muy fuertes. Y yo, en tu lugar, intentaría ser razonable.
—Creo que lo que ocurre es que Mingyu siente curiosidad. No me lo imagino implicado en la vida de Hyuk —dijo Wonwoo, tenso—. A Mingyu no le gustan los niños.
El joven lo sometió a una inteligente apreciación:
—Conoces muy bien a Mingyu, ¿verdad?
Wonwoo bajo la vista defendiéndose:
—Lo suficiente.
—Pues aférrate a ese vínculo, no vayas a perderlo para siempre —le advirtió Seungkwan compungido—. Por el bien de tu hijo. Algún día, Hyuk deseará conocer a su padre. Tomar decisiones por el bien de Hyuk es una gran responsabilidad.
Avergonzado al reconsiderar su posición, pero no sin cierto recelo, Wonwoo volvió directamente a casa y marcó el número privado de Mingyu.
Éste contestó al teléfono, y en cuanto escuchó su voz, hizo una señal a su asistente personal para indicarle que sus abogados debían esperar a que acabase la conversación.
—Wonwoo —murmuró suavemente.
—De acuerdo, puedes ver a Hyuk. No he sido razonable contigo, así que dime cuándo quieres verlo.
Mingyu se sintió inmerso en una oleada de satisfacción y una extraña sonrisa desterró la frialdad de su rostro.
—Enviaré un coche para que te recoja en una hora, ¿te parece?
Wonwoo tragó saliva. La inmediatez de aquella petición lo desconcertó, porque habría preferido organizar el encuentro en un terreno más familiar.
Además, las advertencias de Seungkwan lo habían puesto nervioso y no quería cometer una torpeza.
—Es algo precipitado, pero no trabajo los jueves, así que perfecto.
—Me has alegrado el día —anunció Mingyu mostrando su aprobación—. Hasta luego.
Wonwoo colgó el teléfono con los dientes apretados. Sospechaba que, de haber tenido cuatro patas como Meanie, Mingyu le habría dado una palmadita en la cabeza y un trozo de chocolate por mostrarse tan obediente. ¿Seguro que aquello era mejor que estar en malos términos con él? Salió disparado escaleras arriba con Hyuk para cambiarse.
Una enorme limusina llena de lo que parecían ser guardias de seguridad vino a recogerlo, llenándolo de consternación. ¡Menuda discreción! Atado a su asiento en la inmensa zona de pasajeros, Hyuk se quedó dormido.
Wonwoo, no quería parecer impresionado por aquella tapicería de piel crema y aquel despliegue de dispositivos. Eso fue un rato antes de darse cuenta de que debía haberle preguntado a Mingyu dónde sería el encuentro, porque la limusina no se dirigía hacia Seúl, tal y como él esperaba.
Al ver que el coche descendía por una carretera hacia una enorme mansión georgiana su nerviosismo fue en aumento.
Wonwoo decidió que nada lo intimidaría, y colocándose a Hyuk sobre la cadera, se dirigió a una entrada que tenía las dimensiones de un pequeño campo de fútbol. Un criado abrió de par en par la puerta para facilitarle la entrada a un recibidor exquisitamente amueblado. Se detuvo a dejar a Hyuk en el suelo porque se retorcía impaciente después de tanto tiempo encerrado en el coche.

Mingyu vio primero a Wonwoo, se apoderó de él el deseo, y aquello le enfureció. Se preguntó, y no era la primera vez, por qué aquella leve visión del cuerpo de Wonwoo tenían sobre él mayor efecto que un striptease integral. Al enderezarse, su pelo brillante y castaño se retiró para mostrar sus ojos vivos y su boca, y él supo que volvería a acostarse con él. Pero entonces apareció el niño, que se había quedado deambulando oculto por su appa, y su visión le asaltó de tal manera que olvidó completamente aquello en lo que había estado pensando.
—Es muy pequeño —dijo con brusquedad.
A Wonwoo se le secó la boca al ver a Mingyu. Estaba a punto de decirle que Hyuk era de hecho muy alto para su edad, pero olvidó lo que estaba pensando. Mingyu, con unos vaqueros y una camiseta color café a juego con una chaqueta de lino, distrajo por completo su atención. Con el pelo negro hacia atrás, y los ojos oscuros y profundos clavados en Hyuk, Mingyu resultaba increíblemente espectacular. Dolorosamente guapo, moderno y elegante. Wonwoo se sintió de pronto acalorado, mal vestido… y terriblemente feo.
—¡Hyuk! —Wonwoo llamó al pequeño, que intentaba trepar por el gran cuadrado que formaba la mesa de café. Estaba en edad de escalar cualquier obstáculo que encontrase en su camino.
—Deja que se divierta —le dijo Mingyu con impaciencia.
«La forma de entender la paternidad de los Kim», pensó Wonwoo,



1 comentario:

  1. .____.
    Oh si~ sedio muy facil!!!
    Ahhhhh
    Ya reconocio que era el padre...ahora que!!!!!
    Ahhh

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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...