Seductore II- 6



Mingyu contempló la vieja granja desde su helicóptero mientras sobrevolaba el tejado para aterrizar en el prado anexo. Hacía un día desapacible, húmedo y ventoso, y él se encontraba de mal humor. Había pasado un mes desde su discusión con Wonwoo en Pledis Park.
Desde entonces, Mingyu había visitado a Hyuk dos veces por semana, pero aquello le había supuesto muchas complicaciones a la hora de planificarse y sólo había conseguido pasar un par de horas con él en cada visita. Las idas y venidas a la aislada granja de Wonwoo entrañaban muchos inconvenientes e incomodidades. Sin embargo, no se había quejado en ningún momento, mostrando una cortesía y consideración propias de la paciencia de un santo.
Aun así, Wonwoo lo evitaba durante las visitas, lo que había hecho imposible un mayor entendimiento entre ambos. Al mismo tiempo, los delicados esfuerzos de sus abogados por negociar un acceso más práctico y flexible siempre se habían topado con negativas por su parte.
Pasado un mes, no había cambiado nada: sólo podía ver a su hijo en la granja y no le estaba permitido llevárselo fuera. Estaba convencido de que Wonwoo esperaba que acabara hartándose y se marchara.
El ruido del helicóptero sacó a Wonwoo de la ducha, empapado y desnudo. Envolviéndose en una toalla, bajó corriendo las escaleras y vio que la luz del contestador automático parpadeaba indicando que alguien había dejado un mensaje.
No perdió tiempo en escucharlo, porque era evidente que Mingyu había decidido aparecer en el último minuto y, por supuesto, ni se le había pasado por la cabeza que él pudiese tener otros planes. Hyuk, que ya había aprendido que el sonido del helicóptero anunciaba la llegada de su padre, daba saltos como si Papá Noel estuviera a punto de descender por la chimenea.
Volvió a subir disparado, sacó ropa del armario. Sólo había logrado ponerse la ropa interior cuando sonó el timbre de la puerta. Con prisa febril, empezó a ponerse los vaqueros. El timbre sonó dos veces más mientras tiraba de ellos hacia arriba para abrochárselos. Corrió al descansillo y gritó:
—¡Un minuto!
Hyuk protestaba junto a la puerta con la misma impaciencia que su padre. Se puso una camiseta y bajó corriendo y descalzo.
—Gracias —enfatizó Mingyu con resignación. Nervioso por aquella visita tan inoportuna, Wonwoo cometió el grave error de permitirse mirarle directamente por primera vez después de un mes de estricta contención. Y aquella mirada imprudente le impresionó: él estaba guapísimo. Las gotas de lluvia brillaban sobre su pelo negro y su tez aceitunada.
—No te esperaba hoy, estaba en la ducha —farfulló, evitando por todos los medios enzarzarse en una sarta de reproches a última hora.
«Déjalo, déjalo ya», se advertía a sí mismo. «No lo mires y no le contestes».
—¿No te avisaron mis empleados?
—Hace sólo diez minutos que he llegado a casa. Todavía no había comprobado si tenía mensajes.
—¿Y tu teléfono móvil?
—Olvidé ponerlo a cargar.
Mientras Wonwoo se giraba para cerrar la puerta él no pudo evitar fijarse en su cuerpo, mientras el suyo reaccionó con evidente entusiasmo. No podía quitarse de la cabeza la idea de que, si conseguía volver a acostarse con él, todo sería perfecto.
Wonwoo observó a Hyuk trepando por la pernera del pantalón de Mingyu. Hyuk adoraba a su padre. Una vez en sus brazos, lo abrazó con sus bracitos regordetes y le cubrió la cara de besos.
Era un niño muy cariñoso, pero Mingyu no estaba acostumbrado a aquellas muestras de afecto. La primera vez que Hyuk lo besó, se quedó rígido, pero ahora trataba de devolverle su afecto abrazándolo torpemente de vez en cuando.
A Wonwoo le dolía ver aquello, porque sabía que Mingyu no tenía ni idea de cómo mostrarle su cariño, dado que él no lo había recibido de pequeño. Si alguien podía enseñar a Mingyu a amar a otro ser humano, aquél era sin duda su hijo, pero por desgracia, cuantos más indicios de apego veía desarrollarse entre ambos, más temía Wonwoo lo que Mingyu pudiese hacer en el futuro.
No iba a permitirse volver a mirar a Mingyu porque estaba totalmente dispuesto a evitar cualquier reacción ante su presencia. Se recordó que tenía una cita, y que tenía que marcharse en una hora. Hoshi era un chico atractivo, un buen partido, que trabajaba como ayudante de investigación y sólo le llevaba dos años. Hasta la llegada de Mingyu, había esperado ansioso contar con compañía adulta.
—Tengo que hablar contigo —murmuró Mingyu, insistente—. No puedo quedarme mucho tiempo. Tengo que subir a un avión dentro de un par de horas.
—Pues estupendo, porque voy a salir —Wonwoo consiguió esbozar una fría sonrisa en su dirección, terriblemente consciente del más mínimo movimiento que él hiciese. Era tan elegante que atraía su mirada, antes incluso de notar su respiración y el tono profundo y atractivo de su voz—. ¿De qué crees que tenemos que hablar?
Mingyu adoptó una pose autoritaria junto a la chimenea.
—Tienes que confiar en que no voy a intentar apartarte de Hyuk.
—¿Cómo iba a hacer tal cosa? —consternado por su franqueza, Wonwoo se sinceró—. Jamás en tu vida has compartido nada, nunca has tenido que hacerlo. Siempre has sido lo único importante en todas tus relaciones. Los Kim son así.
—Sé que debo compartir a mi hijo con su appa, no soy idiota — comentó Mingyu secamente.
—Pero yo no pienso hacer lo que tú quieras que haga. Tarde o temprano te convencerás a ti mismo de que tienes derecho a todo, más que a la mitad de tu hijo, y decidirás quitarme de en medio. Y encima te convencerás de que yo mismo me he provocado esa desgracia por no comportarme razonablemente.
—¿De dónde has sacado la idea de que sabes lo que pienso, o lo que podría hacer? —preguntó Mingyu con desdén.
Y, la verdad sea dicha, se sintió desconcertado por la habilidad de Wonwoo para hacerle reaccionar de forma agresiva. Pero estaba indignado, porque se negaba a aceptar que con Hyuk él tenía un comportamiento que no era el suyo habitual. ¿Por qué seguía empeñado en ignorar el esfuerzo heroico y encomiable que hacía al anteponer los intereses de Hyuk a los suyos propios?
—De los siete años que llevo observando de cerca y de lejos tu forma de actuar —le espetó Wonwoo con rudeza, debatiéndose entre impulsos contradictorios, ya que al detectar su franqueza y observar cómo se mostraba con Hyuk y cómo se reía y sonreía, le costaba negarle nada y mucho más vigilar cada uno de sus movimientos.
Pero dos semanas antes, había tomado la precaución de ir a visitar a un carísimo abogado de Londres, que le había dicho que Mingyu tenía un poder y una influencia ilimitados y le había aconsejado que vigilase todo el tiempo a Hyuk porque la ley podía servir de poca ayuda si se llevaba a su hijo a un país que no contase con acuerdos jurisdiccionales con el Reino Unido.
Mingyu le miró con sus ojos oscuros y  profundos.
—Te daré mi palabra de honor de que no intentaré apartarlo de ti.
Enmarcados por unas frondosas pestañas, sus ojos ejercían un impacto asombroso: eran la clave de su poderoso y enigmático atractivo. Por mucho que intentara calmarlo, su corazón no dejaba de latir apresuradamente y su mirada quedaba atrapada en la suya a pesar del rubor que enrojecía sus mejillas.
—No puedo confiar en ti. Lo siento. No puedo. Él lo es todo para   mí.
—Te necesita. Es un niño todavía, y lo entiendo —dijo Mingyu, caminando ágilmente hacia él.
Wonwoo se puso tan nervioso que empezaron a temblarle las rodillas.
—Pero no será un niño siempre, y no puedo seguir cambiando las reglas.
—Si insistes en marcar normas, las romperé o me las saltaré —advirtió Mingyu, y sus ojos oscuros brillaron como el oro bajo sus pestañas—, es mi forma de ser.
—Pero tal y como comprobé aquella vez que te alojaste conmigo en la casa de Jenny cuando éramos estudiantes —susurró Wonwoo agitadamente, como un ciervo asediado por un león —eres perfectamente capaz de atenerte a las normas cuando te conviene.
—Puede que entonces tuviese miedo de que volvieras a abofetearme —la provocación de su sonrisa era una obra de arte erótico.
A Wonwoo se le secó la boca. Se estaba excitando, y ello tensaba cada uno de sus músculos. Entonces se acordó de Hoshi y volvió en sí, avergonzado y enfadado por su debilidad.
—Tengo que arreglarme. Tengo una cita.
El rostro de Mingyu se tensó, y frunció el ceño.
—¿Tienes una cita?
Todavía en retirada, Wonwoo asintió con la cabeza.
—Así que, si no te importa, volveré arriba y te dejaré aquí con Hyuk.
La atmósfera se volvió pesada, extremadamente tranquila.
—¿Te parece bien? —insistió Wonwoo, intranquilo.
La piel bronceada de Mingyu se tornó pálida, y fijó su atención en un punto distante más allá  de la  ventana. Lo había pillado por sorpresa. Pero  lo que le sorprendió aún más fue la oleada  de  indignación  que  lo  inundaba.
—¿Quién es el tipo?
—Creo que eso a ti no te importa —dijo Wonwoo en un  susurro.
Mingyu pensó en varias respuestas nada razonables. Volvió a sentirse insultado, como cuando lo rechazó. ¿Le había ocurrido eso antes? Sus facciones se oscurecieron y tensaron. Se había sentido tentado de tirar Wonwoo, atrayéndolo hacia él.
Se recordó a sí mismo que él nunca se mostraba celoso, pero al mismo tiempo pensó que Wonwoo era distinto. ¿Era comprensible que encontrara totalmente inaceptable la idea de que el appa de su hijo intimara con otro hombre? Hyuk le tiró del impermeable para llamar su atención. Mingyu tuvo que hacer un gran esfuerzo por poner interés en el tren de juguete que le mostraba. Pensó que el novio pasaría el tiempo con su hijo, y aquello le dio una razón irrefutable para detestar la idea de que tal relación se produjese.
El silencio con que respondió a aquella respuesta tan desafiante dejó helado a Wonwoo, pero no quiso entretenerse en discusiones ni disculpas y salió corriendo a vestirse. En su afán por evitar a Mingyu se pintó incluso las uñas para entretenerse más tiempo. Hasta que no oyó cómo el coche de Seungkwan aparcaba fuera no se apresuró a bajar las escaleras para abrir la puerta.
En cuanto reapareció Wonwoo, Mingyu miró hacia arriba y, en sólo diez segundos, catalogó minuciosamente cuánto se había esforzado en prepararse para la cita. Decidió que había puesto más cuidado en arreglarse que con él, y su hostilidad hizo crecer la rabia que todavía bullía bajo su despreocupada apariencia.
—Te presento a Boo Seungkwan, mi amigo y vecino, que cuidará de Hyuk mientras estoy fuera. Seungkwan, éste es Kim Mingyu.
Al hablar Wonwoo fue cuando Mingyu se dio cuenta de la presencia de aquel joven, y entonces se levantó en silencio. El joven que estaba junto a Wonwoo lo miraba como si no diera crédito a lo que veían sus ojos.
Wonwoo observó cómo Mingyu ponía en marcha su encanto y cortesía naturales y se preguntó ansioso por qué antes se había quedado tan callado. Cuando estaba disgustado, aquel silencio no era normal en él.
Seungkwan se había quedado boquiabierto, y se puso a parlotear sin poder ocultar su estado. Mingyu enseguida supo que Wonwoo iba a una boda y que volvería tarde a casa, de modo que Seungkwan se quedaría a pasar la noche. Aquella información no mejoró su humor, ni el entusiasmo con que Wonwoo se apresuró a salir antes de que su acompañante pudiese abrir la puerta del coche y dejarse ver.
Mingyu se marchó cinco minutos después de la salida apresurada de Wonwoo, con el corazón lleno de una rabia que le consumía los pensamientos a cada segundo. Cuando se dirigía de vuelta al helicóptero, S.Coup lo llamó a su teléfono móvil. Sus guardaespaldas, que habían estado vigilando la granja mientras él estaba dentro, se colocaron a su alrededor.
—Me han dado un soplo —le dijo su jefe de seguridad—, un periódico sensacionalista ha sabido sobre el doctor Jeon y el niño. Todavía está a tiempo de utilizar su influencia para zanjar este asunto.
Los ojos de Mingyu centellearon astutos. Imaginó la granja asediada por los paparazis. La prensa se volvería loca: ¿Secreto heredero de la fortuna Kim? No habría lugar en el que esconderse de la tromba de publicidad y especulaciones y Wonwoo tendría que acudir a él y pedirle ayuda. También iba a necesitar un lugar en el que alojarse ya que en su casa ya no estaría seguro.
Antes de darse cuenta, ya estaría echando raíces en Pledis Park, junto con Hyuk y Meanie. La satisfacción que le produjo aquella perspectiva eliminó la sombra que oscurecía su rostro.
—No quiero que se desmienta nada.
—¿Que no quiere? —S.Coup se quedó atónito, ya que estaba muy familiarizado con la aversión de su jefe por el acoso  incesante  que  la  prensa ejercía sobre su vida   privada.
—Utilizaremos la misma fuente para decir ciertas cosas, pero les demandaré si encuentro el menor indicio de sordidez en lo que se publique. El doctor Jeon y mi hijo necesitarán además vigilancia y protección de ahora en  adelante.
Después de referirse por primera vez a Hyuk como «su hijo», Mingyu volvió a deslizar el teléfono en su bolsillo. Sabía que aquello era una canallada, pero Wonwoo nunca lo sabría y no podía dolerle algo que ignoraba. Aquí lo que contaba era el resultado.


A altas horas de la noche, Wonwoo liberó sus doloridos pies de los zapatos, cerró la puerta con llave y subió sigilosamente la escalera.
Cansado y descorazonado, reconoció que había fingido cada una de las sonrisas que le había dedicado a Hoshi. Desde el momento en que Mingyu había aparecido robándole su atención, sus posibilidades de pasarlo bien con Hoshi se habían venido abajo, y se odiaba por ello. Pero la implacable atracción que le provocaba Mingyu había vuelto a desarmarlo.
Mientras se metía en la cama, pensó que Jenny tampoco había logrado superar su relación con él y que perder el acceso a su selecto mundo había acabado con ella. Hasta las últimas semanas de vida de su prima, no supo que fue Mingyu quien la convenció para que ingresara en rehabilitación y que no sólo había pagado el tratamiento, sino también todas sus deudas. Y Mingyu había dejado de llamarla, pero sólo cuando Jenny hubo abandonado dos veces el programa de rehabilitación.
La adusta reserva que había mostrado el día del entierro de Jenny fue para él el indicio de que Mingyu sentía que lo estaban juzgando. Fue el mismo día en que se dio cuenta de que le resultaba muy fácil comprender a Mingyu, persona a la que otros encontraban absolutamente insondable.
Su tía le había pedido que fuese a vaciar y ordenar la casa de Jenny. Por entonces, él ya tenía su propio apartamento. Tras el funeral, se había sentido desolado y, al entrar en la casa, se la había encontrado totalmente desordenada: las hermanas de Jenny ya habían saqueado su armario y revuelto todas sus cosas, llevándose lo que se les antojaba y dejando que él ordenase y dispusiese de lo que quedaba.
Había recorrido aquella casa silenciosa y, al encontrarse con unas fotos, se había echado a llorar recordando buenos tiempos.
La llegada de Mingyu había sido un acontecimiento totalmente inesperado.
—Sabía que estarías aquí. Eres la única persona a quien Jenny le importaba de verdad —sobrio y espléndido con su traje y su abrigo negros, Mingyu había rozado suavemente con los nudillos el rostro empapado en lágrimas de Wonwoo y le hizo un gesto de reprobación—. Estás helado.
—Dejé mi abrigo en casa de mi tía y esta casa está muy fría.
Con ademán elegante y ceremonial, Mingyu se quitó el abrigo y se lo echó por los hombros. Hizo una seña a uno de los hombres que esperaba junto a la limusina y le dijo algo en griego.
—Deberías tomarte un coñac.
—Hace mucho que vaciaron el bar de la casa.
Mingyu dio otra orden. En diez minutos, Minwoo estaba bebiendo a sorbos un coñac y calentándose por dentro y por fuera. Se sintió aún más desconcertado cuando él empezó a hablar del día que Jenny les había presentado. Parecía ser la única persona que entendía el profundo cariño que sentía por su prima.
—¿Por qué has venido? —preguntó finalmente Wonwoo.
—No lo sé.
Y vio entonces que él no era capaz de reconocer o entender el dolor o la pena que le habían llevado a presentarse en la casa de Jenny para hablar del pasado. Aquel día, se sintió conmovido al descubrir que Mingyu no comprendía sus propios sentimientos.
—Fue un impulso —añadió finalmente—. Te vi muy afectado en el funeral.
Más tarde, Wonwoo se dijo que el coñac que había bebido se le había subido directamente a la cabeza. Por supuesto, también había influido la alegría que le provocaba contar con toda la atención de Mingyu y el placer sumirse casi por completo en la sensualidad de sus besos.
Lo que no recordaba era cómo llegaron a la habitación de invitados, la que en otro tiempo había sido la suya. Nada pareció importar excepto el presente. Durante unas horas fugaces había descubierto la felicidad más intensa que había experimentado jamás. Pero a la mañana siguiente se sintió terriblemente asustado y demasiado susceptible. Aquella petición burlona de que le preparase el desayuno, como si tan sólo hubiesen compartido una aventura casual, le dolió como la sal en una herida. ¿Pero había escarmentado entonces?
No, había salido corriendo a comprar comida, ya que en la casa no había absolutamente nada que comer. Pero era una mañana de niebla y, antes de llegar al supermercado, un coche chocó  con él por detrás.
Estuvo varias horas inconsciente, hasta que despertó en la cama de un hospital.


Dos días más tarde, el timbre de la puerta despertó a Wonwoo. Creyendo que sería el cartero con algún envío especial, suspiró y salió de la cama. Mientras abría la puerta, el teléfono empezó a sonar. Quedó impactado al ver a un montón de personas que no había visto nunca antes atravesar el césped hacia él gritando y agitando sus cámaras. Cerró la puerta de un portazo tan rápidamente que rompió un micrófono que le habían puesto delante.
Aturdido por la impresión, descolgó el teléfono.
—Soy Seungkwan. Me ha llamado mi hermano. ¡Hyuk y tú aparecen en la portada de The Globe!
—¡Oh, no! —Wonwoo contempló horrorizado cómo un hombre se asomaba por la ventana del salón y se apresuró a correr las cortinas—. Tengo a una muchedumbre en el jardín. Deben de ser periodistas.
—Pasaré por allí. No creo que puedas traerme a Hyuk a casa esta mañana.
Alguien llamaba por la puerta de atrás. En cada ventana parecía asomarse una cara. Recorrió la casa cerrando frenéticamente cortinas y persianas. El teléfono volvió a sonar. Era una periodista muy conocida que quería saber si Wonwoo deseaba vender su historia por una cantidad sustanciosa.
—Es que, según veo —comentó la periodista descaradamente—, Kim Mingyu no te está ofreciendo los lujos que mereces.
Esa llamada fue seguida de otra de la misma clase, de modo que desconectó el teléfono.
Una mano golpeaba la estrecha ventana que había junto a la puerta principal y Wonwoo la ignoró, pero los nervios le hacían sentir náuseas. El alboroto formado a las puertas de aquella casa tan tranquila le aterrorizó. Seguramente Meanie sufriría un ataque de pánico en su caseta al ver a tanto extraño.
Se vistió a toda velocidad y se asomó por un lado de la cortina de su dormitorio. Se sorprendió al ver a tres hombres grandes y fornidos con trajes elegantes controlando a la muchedumbre y obligando a los fotógrafos a apartarse de la casa y quedarse en la carretera. Reconoció a uno de ellos: era del equipo de seguridad de Mingyu. ¿Cómo se habían presentado allí tan rápidamente? Y admitió compungido que se sentía agradecido por su presencia. Mientras intentaba mantener a Hyuk quieto el tiempo suficiente como para ponerle los pantalones, su teléfono móvil se puso a sonar. Era Mingyu.
—Por lo que sé, la prensa te está acosando —murmuró con evidente compasión.
—¡Es una pesadilla! Pero tus hombres están ahí fuera apartándolos de puertas y ventanas, lo que es un alivio —confesó Wonwoo rápidamente, sintiéndose en deuda con él por primera vez en semanas—. Estoy impresionado con la rapidez con la que se han presentado aquí tus guardaespaldas.
—Los paparazis son muy insistentes. Te costaría mucho deshacerte de ellos. Es una noticia bomba.
—Por suerte, Seungkwan no tardará en llegar a recoger a Hyuk, y ahora cuento con la protección de tus guardaespaldas. Salgo a trabajar en media hora.
A Mingyu le sorprendió su ingenuidad. Como un trenecito sobre su única vía, Wonwoo se empeñaba en seguir su rutina diaria.
—Te seguirán hasta allí. Haré que te lleven. No quiero que conduzcas con todos esos tipos pisándote los talones.
—No, gracias por la oferta, pero tus guardaespaldas llamarían demasiado la atención —le dijo Wonwoo amablemente.
—Creo que te va a resultar muy difícil permanecer en tu casa. Sería buena idea que te mudases a Pledis Park.
Wonwoo se puso tenso.
—No soy de los que sale corriendo ante la primera señal de peligro, Mingyu.
—No puedes mantener a Hyuk encerrado y escondido permanentemente.
Al escucharlo, el rostro de Wonwoo se ensombreció y colgó el teléfono aún más preocupado.
Seungkwan llegó mientras daba de desayunar a Hyuk y puso un periódico sobre la mesa.
—Aquí está el artículo. Decidí comprar el periódico antes de venir. Deja que acabe yo de darle el desayuno a Hyuk. ¿De dónde han salido los gorilas?
—¿Quiénes? Ah, son los guardaespaldas de Mingyu.
—Debería haberlo adivinado. Son muy profesionales. Comprobaron quién era antes de dejar que me acercase a la puerta. Pero ahí fuera se ha armado la de San Quintín. No te envidio si pretendes ir al trabajo con los paparazis detrás de ti.
¡Un bebé millonario!, rezaba el titular. Wonwoo estaba demasiado ocupado leyendo el artículo como para contestar a su amigo.
Abrió los ojos como platos al ver una antigua foto suya en una de las fiestas de Jenny. Se preguntó cómo demonios la habían conseguido y, cuanto más leía, más confuso se sentía.
En lugar de encontrarse con las mentiras horrorosas, medias verdades y errores que esperaba, comprobó que todos los datos sobre su vida eran correctos, incluso el detalle tan poco conocido de que su  padre  había  sido  un  científico  galardonado.
A él lo describían como un confidente leal de Kim Mingyu al que hacía tiempo que conocía y elevó los ojos al cielo, preguntándose quién habría inventado semejante mentira. ¿Cuándo había confiado Mingyu en alguien?
—El artículo es correcto —comentó Seungkwan—. Es sorprendentemente educado y amable. Te describen como una mezcla de Einstein y mejor amigo de Mingyu.
—Es un desastre —murmuró Wonwoo cansinamente—. Jamás volverán a tomarme en serio en el departamento de Historia Antigua.
Su amigo le lanzó una mirada irónica.
—No subestimes el efecto que puede llegar a tener una relación tan cercana con uno de los hombres más ricos del mundo. Algunos de tus colegas te envidiarán horrorosamente y otros te harán la pelota, pero de todas formas, es hora de que te vayas a trabajar. Hyuk estará seguro aquí conmigo y con los hombres de Mingyu.



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yota´s news : De regreso?

 Buenas tardes a todas las lectoras. Después de un año  y casi 4 meses regreso a saludarlas y comentarles nuevas.  Me gustaría decirle...